Книга - Una Carga De Valor

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Una Carga De Valor
Morgan Rice


El Anillo del Hechicero #6
En UNA CARGA DE VALOR (A CHARGE OF VALOR) – [Libro #6 de El Anillo del Hechicoero – The Sorcere’s Ring], Thor continúa en su búsqueda, en lo más profundo del Imperio, para recuperar la Espada del Destino robada, y salvar el Anillo. Mientras él y sus amigos tienen una tragedia inesperada y pierden a un miembro de su muy unido grupo, Thor y sus amigos restantes se hacen más unidos que nunca, aprendiendo que deben enfrentar y superar juntos las adversidades. Su viaje les lleva a terrenos nuevos y exóticos, incluyendo los desolados Campos de Sal, el Gran Túnel y las Montañas de Fuego, mientras se enfrentan a una gran cantidad de monstruos inesperados en cada momento. Las habilidades de Thor se profundizan cuando pasa por un entrenamiento todavía más avanzado, y necesitará recurrir a poderes mayores de los que ha usado en su vida, para sobrevivir. Finalmente descubren a dónde se han llevado la Espada, y se dan cuenta de que, para recuperarla, tendrán que adentrarse en el lugar más temido del Imperio: la Tierra de los Dragones. De regreso a el Anillo, Gwendolyn se recupera lentamente y sufre una profunda depresión, después de su ataque. Kendrick y los demás prometen luchar por su honor, a pesar de las pocas probabilidades. A continuación, sigue una de las más grandes batallas en la historia del Anillo, mientras luchan por liberar a Silesia y vencer a Andrónico. Mientras tanto, Godfrey se encuentra disfrazado detrás de las líneas enemigas y comienza a estar en su campo, aprendiendo lo que significa ser un guerrero, en una forma única. Gareth se las arregla para sobrevivir, utilizando toda su astucia para evitar la captura por Andrónico, mientras Erec lucha por su vida para salvar a Savaria de la invasión que se aproxima, por Andrónico – y para salvar a su amor, Alistair. Argon paga un valioso costo por hacer lo prohibido: entrometerse en los asuntos de los humanos. Y Gwendolyn debe decidir si renuncia a la vida, o sigue la vida aislada de una monja en la antigua Torre del Refugio. Pero no antes, en un giro sorprendente, Thor finalmente se entera de quién es su verdadero padre. ¿Sobrevivirán Thor y los demás a la búsqueda? ¿Recuperarán la Espada del Destino? ¿Sobrevivirá el Anillo a la invasión de Andrónico? ¿Qué será de Gwendolyn, Kendrick y Erec? ¿Y quién es el verdadero padre de Thor? Con su sofisticada construcción del mundo y caracterización, UNA CARGA DE VALOR (A CHARGE OF VALOR) es un relato épico de amigos y amantes, de rivales y pretendientes, de caballeros y dragones, de intrigas y maquinaciones políticas, de llegar a la mayoría de edad, de corazones rotos, de decepción, ambición y traición. Es una historia de honor y valor, de suerte y destino, de hechicería. Es una fantasía que nos lleva a un mundo que nunca olvidaremos, y que gustará a personas todas las edades y géneros. Son 70. 000 palabras.





Morgan Rice

UNA   CARGA   DE   VALOR Libro #6 de El Anillo del Hechicero – The Sorcerer´s Ring




Acerca de Morgan Rice

Morgan Rice es la escritora del bestseller # 1, DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS), una saga que comprende once libros (y siguen llegando); la saga del bestseller #1 TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA (THE SURVIVAL TRILOGY), thriller pos apocalíptico que comprende dos libros (y siguen llegando); y la saga de la fantasía épica, el bestseller #1, EL ANILLO DEL HECHICERO, (THE SORCERER´S RING) que comprende trece libros (y contando).

Los libros de Morgan están disponibles en audio y edición impresa y las traducciones de los libros están disponibles en alemán, francés, italiano, español, portugués, japonés, chino, sueco, holandés, turco, húngaro, checo y eslovaco (próximamente en otros idiomas).

A Morgan le encantaría tener comunicación con usted, así que visite www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com/) para unirse a la lista de correo electrónico, recibir un libro gratuito, recibir regalos, descargar una aplicación gratuita, obtener las últimas noticias exclusivas, conectarse a Facebook y Twitter y mantenerse en contacto.



Algunas Opiniones Acerca de Morgan Rice

"EL ANILLO DEL HECHICERO (THE SOURCERER´S RING) tiene todos los ingredientes para ser un éxito inmediato: tramas, conspiraciones, misterio, caballeros aguerridos y relaciones florecientes repletas de corazones rotos, decepciones y traiciones.  Lo mantendrá entretenido durante horas y satisfará a las personas de todas las edades. Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores del genero de fantasía".

–-Books and Movie Reviews, Roberto Mattos



"Rice hace un gran trabajo para captar su atención desde el principio, al utilizar una gran calidad descriptiva que va más allá de la simple descripción de la ambientación… Está bien escrito y es sumamente rápido de leer”.

–-Reseña de Black Lagoon (Con respecto a Transformación – [Turned]).



"Es una historia ideal para lectores jóvenes. Morgan Rice hizo un buen trabajo, dando un giro interesante… Es innovador y singular. La serie se centra alrededor de una chica… ¡una chica extraordinaria! Es fácil de leer, pero con un ritmo extremadamente rápido…  Clasificada PG (Guía Paternal)”.

–-Reseña de The Romance Reviews (referente a Transformación – [Turned]).



"Me llamó la atención desde el principio y no dejé de leerlo… Esta historia es una aventura increíble, de ritmo rápido y llena de acción desde su inicio.  No hay un momento aburrido".

–-Reseña de El Gremio de Romance Paranormal (Paranormal Romance Guild) – [referente a Transformación – (Turned)].



"Lleno de acción, romance, aventura y suspenso.  Ponga sus manos en él y vuelva a enamorarse”.

–-vampirebooksite.com (con respecto a Transformación – Turned).



"Tiene una trama estupenda, y éste es el tipo de libro que cuesta trabajo dejar de leer en la noche. El final en suspenso es tan espectacular, que inmediatamente querrá comprar el siguiente libro, solamente para ver qué sigue".

–-The Dallas Examiner (respecto a Amores – Loved).



"Es un libro equiparable a TWILIGHT y DIARIO DE UN VAMPIRO (VAMPIRE DIARIES) y hará que quiera seguir leyendo hasta la última página. Si le gusta la aventura, el amor y los vampiros, ¡este libro es para usted!".

–-vampirebooksite.com (con respecto a Transformación – [Turned]).



"Morgan Rice se demuestra a sí misma una vez más, ser una narradora de gran talento… Esto le encantará a una gran audiencia, incluyendo a los aficionados más jóvenes del género de los vampiros y de la fantasía.  Termina con un suspenso inesperado, que le dejará impactado".

–-The Romance Reviews (referente a Amores – Loved).



Libros de Morgan Rice




EL ANILLO DEL HECHICERO (THE SORCERER’S RING)


LA SENDA DE LOS HÉROES (A QUEST OF HEROES) [Libro # 1]


LA MARCHA DE LOS REYES (A MARCH OF KINGS) [Libro #2]


EL DESTINO DE LOS DRAGONES (A FATE OF DRAGONS) [Libro #3]


UN GRITO DE HONOR (A CRY OF HONOR) [Libro #4]


UNA PROMESA DE GLORIA (A VOW OF GLORY) [Libro #5]


UNA CARGA DE VALOR (A CHARGE OF VALOR) [Libro # 6]


UN RITO DE ESPADAS (A RITE OF SWORDS) [Libro #7]


UNA SUBVENCIÓN DE ARMAS (A GRANT OF ARMS) [Libro #8]


UN CIELO DE HECHIZOS (A SKY OF SPELLS) [Libro #9]


UN MAR DE ESCUDOS (A SEA OF SHIELDS) [Libro #10]


UN REINADO DE HIERRO (A REIGN OF STEEL) [Libro #11]


UNA TIERRA DE FUEGO (A LAND OF FIRE) [Libro #12]


EL DECRETO DE LAS REINAS (A RULE OF QUEENS) [Libro #13]




LA TRILOGIA DE SUPERVIVENCIA (THE SURVIVAL TRILOGY)


ARENA UNO:  TRATANTES DE ESCLAVOS – (SLAVERUNNERS) – [Libro #1]


ARENA DOS (ARENA TWO) – [Libro #2]




DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS)


TRANSFORMACIÓN (TURNED) – [Libro #1]


AMORES (LOVED) [Libro #2]


TRAICIÓN (BETRAYED) [Libro #3]


DESTINADO (DESTINED) [Libro #4]


DESEO (DESIRED) [Libro #5]


PROMETIDO (BETROTHED) [Libro #6]


PROMESA (VOWED) [Libro #7]


ENCUENTRO (FOUND) [Libro #8]


RESURRECCIÓN (RESURRECTED) [Libro #9]


ANSIAS (CRAVED) [Libro #10]


DESTINO (FATED) [Libro #11]












¡Escuche la saga de EL LIBRO DEL HECHICERO (THE SORCERER’S RING) ¡en formato de audio libro!


Derechos Reservados © 2013 por Morgan Rice

Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno ni almacenada en una base de datos o sistema de recuperación de información, sin la autorización previa de la autora.

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Ésta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son producto de la imaginación de la autora o se utilizan de manera ficticia.  Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es solo coincidencia.

Imagen de la cubierta: Derechos Reservados, Sergii Votit, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com.


"Los cobardes mueren muchas veces antes de su muerte;
Los valientes nunca prueban el sabor de la muerte mas que una vez".

    —William Shakespeare
    Julio César






CAPÍTULO UNO


Gwendolyn estaba acostada boca abajo en el pasto, sintiendo la fría brisa del invierno corriendo sobre su piel desnuda, y mientras sus ojos parpadeaban para abrirse, lentamente, a lo lejos, el mundo volvía a verse con claridad. Había estado en algún lugar lejano, en un campo radiante con la luz del sol, flores, Thor y su padre a su lado, todos ellos riendo y felices. Todo había estado perfecto en el mundo.

Pero ahora, mientras ella abría los ojos, el mundo ante ella no podía haber sido más diferente. El suelo estaba duro, frío, y, parado sobre ella, levantándose lentamente, no estaba ni su padre ni Thor – sino un monstruo: McCloud. Habiendo abusado de ella, lentamente se levantó, abrochó su pantalón y miró hacia abajo con satisfacción.

Rápidamente, ella recordó todo. Su rendición ante Andrónico. La traición de él. Haber sido violada por McCloud. Sus mejillas enrojecieron al darse cuenta de lo ingenua que había sido.

Estaba allí acostada, todo su cuerpo le dolía, tenía el corazón destrozado, y más que nunca en su vida, quería morir.

Gwendolyn abrió más los ojos y vio al ejército de Andrónico, docenas de soldados, todos observando la escena, y se sintió más avergonzada. Ella nunca debió haberse rendido ante esta criatura; en cambio, ella deseaba haber muerto peleando. Ella debería haber escuchado a Kendrick y a los demás. Andrónico había jugado con sus instintos de sacrificio y ella había caído. Ella deseaba haberlo conocido en la batalla: aunque hubiera muerto, al menos habría caído con dignidad, con su honor intacto.

Gwendolyn sabía con certeza, por primera vez en su vida, que estaba a punto de morir. Pero de alguna manera, eso ya no le preocupaba. Ya no le importaba morir – sólo le importaba morir a su manera – y aún no estaba lista para hacerlo.

Mientras estaba allí acostada, boca abajo, Gwendolyn estiró la mano furtivamente y agarró un montón de tierra con una mano.

"Ya puedes levantarte, mujer", ordenó McCloud ásperamente. "Ya terminé contigo. Es momento para que otros tengan su turno".

Gwen agarró la tierra con tanta fuerza, que sus nudillos se pusieron blancos y rezó para que esto funcionara.

Con un movimiento rápido, giró y lanzó el montón de tierra a los ojos de McCloud.

No se lo esperaba y gritó y tropezó, levantando sus manos para tratar de quitar la tierra de sus ojos.

Gwen aprovechó el momento. Habiendo vivido en el Castillo del Rey, había sido educada por los guerreros del rey, y siempre le habían enseñado a atacar una segunda vez, antes de que el enemigo tuviera la oportunidad de recuperarse. También le habían enseñado una lección que nunca había olvidado: llevara un arma o no, siempre estaba armada. Siempre podía usar el arma del enemigo.

Gwen extrajo la daga del cinturón de McCloud, lo levantó por lo alto y lo hundió entre sus piernas.

McCloud gritó aún más fuerte, quitó las manos de sus ojos y agarró su ingle. Brotó sangre de entre sus piernas mientras se agachaba y se sacó la daga, jadeando.

Ella estaba emocionada por haber dado el golpe, por conseguir, por lo menos, esta pequeña venganza. Pero para su sorpresa, la herida, que habría derribado a cualquiera, no le hizo nada. Este monstruo era imparable. Ella le había herido gravemente, justo donde se lo merecía, pero no lo había matado. Ni siquiera había logrado ponerlo de rodillas.

En cambio, McCloud extrajo la daga, chorreando sangre y la vio con desprecio, con una mirada de muerte. Comenzó a descender hacia ella, sosteniendo la daga con la mano temblorosa, y Gwendolyn sabía que había llegado su hora. Por lo menos moriría con alguna pequeña satisfacción.

"Ahora voy a sacar tu corazón y haré que te lo comas", dijo él. "Prepárate para aprender lo que significa el verdadero dolor".

Gwendolyn se preparó para que le clavara la daga, se preparó para afrontar una muerte dolorosa.

Se escuchó un grito, y después de un momento de conmoción, Gwendolyn se sorprendió al darse cuenta de que el grito no provenía de ella. Era de McCloud; estaba chillando de dolor.

Gwen bajó las manos y miró hacia arriba, confundida. McCloud había dejado caer la daga. Ella parpadeó varias veces, tratando de entender lo que veía delante de ella.

McCloud estaba allí parado, con una flecha alojada en su ojo. Él clamó, la sangre brotaba de la cuenca del ojo, mientras levantaba una mano y agarraba la flecha. Ella no podía entender. Le habían disparado a él. Pero, ¿cómo? ¿Quién?

Gwen se dio vuelta en la dirección en la que la flecha había navegado, y su corazón se emocionó al ver a Steffen, allí de pie, sosteniendo un arco, escondido en medio de un enorme grupo de soldados. Antes de que los demás se dieran cuenta de lo que estaba pasando, Steffen disparó seis flechas más y uno a uno, los seis soldados que estaban de pie al lado de McCloud cayeron, las flechas perforaron sus gargantas.

Steffen puso la mano hacia atrás para tratar de disparar más, pero finalmente fue descubierto por un grupo de soldados que se abalanzaron hacia él y lo sometieron en el piso.

McCloud, aún gritando, se dio vuelta y corrió hacia la multitud. Sorprendentemente, todavía no estaba muerto. Ella esperaba que se desangrara hasta morir.

El corazón de Gwen se inundó de gratitud hacia Steffen, más de lo que él podía imaginar. Ella sabía que moriría aquí hoy, en manos de otra persona, pero al menos por ahora no sería por McCloud.

El campamento de soldados se calmó cuando Andrónico se levantó y marchó lentamente hacia Gwendolyn. Ella estaba allí tirada y lo vio acercarse, era increíblemente alto, como una montaña yendo hacia ella. Los soldados se quedaron atrás cuando él se acercó más, en el campo de batalla había un silencio sepulcral, el único sonido que había era el del azote del viento.

Andrónico se detuvo a unos metros de distancia, amenazante, mirando hacia abajo, inexpresivo. Él estiró la mano y lentamente tocó las cabezas reducidas de su collar, y salió un extraño sonido que provenía de las entrañas de su pecho y garganta, como un ronroneo. Parecía estar tanto enojado como intrigado, al mismo tiempo.

"Has desafiado al gran Andrónico", dijo lentamente; el campo entero escuchaba cada palabra que decía, antigua y grave. Su voz se elevó con autoridad y resonó a través de las llanuras. "Habría sido más fácil si te hubieras sometido a tu castigo. Ahora tendrás que aprender lo que significa el verdadero dolor".

Andrónico bajó la mano y sacó la espada más larga que había visto Gwen alguna vez. Debe haber tenido unos dos metros y medio de largo, y su sonido especial resonó en el campo de batalla. La levantó por lo alto, volviéndola hacia la luz, el reflejo era tan fuerte que la cegó. Él se observó a sí mismo cuando la torció en sus manos, como si las viera por primera vez.

"Eres una mujer de origen noble", dijo. "Te viene de perlas morir por una espada noble".

Andrónico dio dos pasos adelante, agarró la empuñadura con ambas manos y levantó la espada a lo alto.

Gwendolyn cerró los ojos. Oyó el silbido del viento, el movimiento de cada brizna de hierba y apareció un destello por su mente, de recuerdos aleatorios de su vida. Ella sintió que su vida finalizaba, sintió todo lo que había hecho, a todos lo que había amado. En sus reflexiones finales, Gwen pensó en Thor. Ella puso la mano en su cuello y apretó el amuleto que le habían dado, y lo sostuvo firmemente en su puño. Podía sentir la cálida energía irradiando a través de él, esa antigua piedra roja, y recordó las palabras de Thor cuando se lo regaló: este amuleto puede salvar tu vida. Una vez.

Sujetó el amuleto con más fuerza, palpitando en su mano, y le pidió a Dios con cada fibra de su ser.

Por favor Dios, deja que este amuleto funcione. Por favor, sálvame, sólo por esta vez. Déjame volver a ver a Thor.

Gwendolyn abrió los ojos, esperando ver la espada de Andrónico bajando hacia ella – pero lo que vio, la sorprendió. Andrónico se quedó allí, paralizado, mirando por encima de su hombro, como si viera que alguien se acercaba. Parecía estar sorprendido; incluso confundido, y no era una expresión que ella hubiera esperado ver en él alguna vez.

"Ahora bajarás tu arma", se escuchó una voz detrás de Gwendolyn.

Gwendolyn se sintió electrificada al escuchar esa voz. Era una voz que conocía. Ella giró, y quedó sorprendida al ver allí parado a una persona que conocía tan bien como su propio padre.

A Argon.

Allí estaba, con su túnica blanca y capucha, sus ojos brillando con una intensidad como nunca había visto en su vida, mirando a Andrónico. Ella y Steffen estaban en el suelo, entre estos dos Titanes. Eran dos criaturas de una fuerza increíble, uno de las tinieblas y el otro de la luz, de pie uno contra el otro. Ella casi podía sentir la salvaje guerra espiritual por encima de su cabeza.

"¿Lo haré?". Andrónico se burló, sonriendo.

Pero en la sonrisa de Andrónico, Gwen pudo ver que sus labios temblaban, pudo ver, por primera vez, algo así como un miedo en los ojos de Andrónico. Nunca pensó que vería eso. Andrónico debe haber sabido de Argon. Y lo que supiera, era suficiente para hacer que el hombre más poderoso del mundo tuviera miedo.

"Ya no dañarás más a la chica", dijo Argon con calma. "Aceptarás su rendición", dijo él, dando un paso más cerca, con sus ojos brillando, hipnotizantes. "Le permitirás regresar con su gente. Y permitirás que su pueblo se rinda, si así lo desean ellos. Sólo te diré esto una vez. Serás prudente en aceptarlo".

Andrónico miró a Argon y parpadeó varias veces, como si estuviera indeciso.

Finalmente, reclinó su cabeza y rió a carcajadas. Fue la risa más ruidosa y más siniestra que Gwen había oído, llenando todo el campo, pareciendo llegar hasta el cielo.

"Tus trucos de hechicero no funcionan conmigo, viejo", dijo Andrónico. "He oído hablar del Gran Argon. Hubo un tiempo en que fuiste poderoso. Más poderoso que el hombre, que los dragones, que el mismo cielo, o al menos eso dicen. Pero tu tiempo acabó. Ahora es una nueva época. Ahora es el momento del Gran Andrónico. Ahora eres una reliquia, un remanente de otra época, cuando gobernaban los MacGil, cuando la magia era fuerte. Cuando el Anillo era indefendible. Pero tu destino está ligado al Anillo. Y ahora el Anillo es débil. Como tú.

"Eres un tonto por enfrentarte a mí, anciano. Ahora vas a sufrir. Ahora conocerás la fuerza del Gran Andrónico".

Andrónico se mofó y levantó su espada hacia Gwendolyn, esta vez mirando a Argon.

"Voy a matar a la chica lentamente, ante tus ojos", dijo Andrónico. "Después voy a matar al jorobado. A continuación, voy a mutilarte, pero te dejaré vivo, como un símbolo del poder de mi grandeza".

Gwendolyn se preparó y se estremeció mientras Andrónico bajaba la espada hacia su cabeza.

De repente, algo ocurrió. Escuchó un ruido en el aire, como de mil fuegos, seguidos por los gritos de Andrónico.

Abrió los ojos en total incredulidad al ver el rostro de Andrónico, retorcido de dolor, dejando caer su espada y arrodillándose en el suelo. Ella vio a Argon dar un paso adelante, y luego otro, con una sola mano extendida, que irradiaba una bola de luz violeta. La bola se hizo más y más grande, envolviendo a Andrónico, mientras Argon continuaba caminando hacia adelante, inexpresivo, acercándose más y más a Andrónico, mientras mantenía extendida su mano.

Andrónico se acurrucó en ovillo, en el suelo, mientras la luz lo envolvía.

Un jadeo surgió de este hombre, pero ninguno se atrevía a acercarse. O tenían miedo, o Argon había hecho alguna especie de hechizo para hacerlos impotentes.

"¡BASTA YA!", gritó Andrónico, subiendo las manos y tocando sus orejas. "¡TE LO RUEGO!".

"No le harás ningún daño adicional a la chica", dijo Argon lentamente.

"¡Ya no le haré más daño a la chica!", repitió Andrónico, como si estuviera en trance.

"Vas a liberarla ahora y permitirás que regrese con su gente".

"¡La liberaré ahora y le permitiré regresar a su pueblo!".

"Le darás a su gente una oportunidad para rendirse".

"¡Le daré a su gente una oportunidad para rendirse!", agregó Andrónico. “¡Por favor! ¡Haré lo que sea!".

Argon respiró profundamente, y finalmente se detuvo. La luz desapareció de su mano mientras bajaba lentamente el brazo.

Gwen lo miró asombrada; nunca había visto a Argon en acción, y no podía comprender su poder. Era como ver que los cielos se abrían.

"Si nos volvemos a ver, Gran Andrónico", dijo Argon lentamente, mirando hacia abajo mientras Andrónico yacía en el suelo, gimiendo, "será en tu camino hacia los reinos más oscuros de la muerte".




CAPÍTULO DOS


Thor luchaba, sujetado firmemente en su lugar por los soldados del Imperio, vio con impotencia cómo Durs, un hombre al que alguna vez había considerado su hermano, levantaba una espada para matarlo.

Thor cerró los ojos y se preparó, sabiendo que había llegado su hora. Se pateaba a sí mismo por ser tan estúpido, tan confiado. Le habían tendido una trampa todo ese tiempo, era un cordero llevado al matadero. Peor aún, como líder, los demás chicos buscaban a Thor para orientación. No sólo se había decepcionado a sí mismo, había quedado mal con los demás. Su ingenuidad, su naturaleza confiada, lo habían puesto en peligro.

Mientras Thorgrin luchaba, trataba con todas sus fuerzas de convocar su poder, de llamarlo desde algún lugar profundo dentro de sí mismo, quería sólo la suficiente energía para liberarse de sus ataduras, para luchar.

Sin embargo, aunque lo intentara, no llegaba. Su propia fuerza no era suficiente para liberarse de todos los soldados que lo estaban sujetando.

Thor sentía el viento acariciar su rostro, mientras Durs bajaba la espada y se preparó para el inminente impacto del acero. No estaba preparado para morir. En su mente vio a Gwendolyn, en el Anillo, esperándolo. Sintió que él le había defraudado también.

Thor oyó un ruido repentino de carne contra carne y abrió los ojos y se sorprendió al ver que estaba vivo todavía. El brazo de Durs se paralizó en el aire, su muñeca fue sujetada por un enorme soldado del Imperio que se elevaba sobre Durs – no era tarea fácil, teniendo en cuenta el tamaño de Durs. Sujetó la muñeca de Durs, a solo centímetros de empalar a Thor.

Durs se volvió hacia el soldado del Imperio, con la sorpresa en su rostro.

"Nuestro líder no los quiere muertos", murmuró el soldado sombríamente hacia Durs. "Los quiere vivos. Como prisioneros".

"Nadie nos dijo eso", protestó Durs.

"¡El trato era que íbamos a matarlos!", añadió Dross.

"Los términos del acuerdo han cambiado", respondió el soldado.

"¡No puedes hacerlo!", dijo Drake.

"¿Que no podemos?", respondió sombríamente, volviéndose hacia él. "Podemos hacer lo que queramos. De hecho, ahora son nuestros prisioneros, también". El soldado sonrió. "Mientras más Legión tengamos para pedir rescate, mejor".

Durs miró al soldado, con su cara llena de indignación, y un momento después, el caos estalló, mientras docenas de soldados del Imperio se abalanzaban contra los tres hermanos, quienes los derribaron y les ataron las muñecas.

Thor aprovechó la ventaja del caos y se volvió y buscó a Krohn, a quien vio a pocos metros de distancia, acechando en las sombras, fielmente a su lado.

"¡Krohn, ayúdame!", gritó Thor. "¡AHORA!".

Krohn entró en acción con un gruñido, volando por el aire, aterrizando sobre sus colmillos en el cuello del soldado del Imperio, que sostenía la muñeca de Thor. Thor se liberó y Krohn saltó de un soldado a otro, mordiendo y arañándolos hasta que Thor pudo liberarse y agarrar su espada. Después, Thor se dio vuelta y de un solo golpe, cortó tres de las cabezas.

Thor corrió hacia Reece, que estaba más cerca de él y apuñaló a su captor en el corazón, liberándolo y permitiéndole sacar su espada y unirse a la lucha. Los dos se apresuraron hacia sus hermanos de La Legión, atacando a sus captores y liberando a Elden, a O'Connor, a Conval y a Conven.

Los otros soldados estaban distraídos sujetando a Drake, Durs y Dross, y cuando se dieron vuelta para ver qué es lo que estaba pasando, ya era demasiado tarde. Thor, Reece, O'Connor, Elden, Conval y Conven eran libres, todos con armas en la mano. Todavía los superaban en número por mucho, y Thor sabía que la lucha no sería fácil. Pero al menos tenían una oportunidad de pelear. Sin inmutarse, fueron hacia el enemigo, con desenfreno.

Los cien soldados del Imperio atacaron y Thor oyó un chillido a lo alto y vio a Estopheles. Su halcón bajó en picado y arañó los ojos del líder de los soldados del Imperio, quien cayó al suelo, agitándose. Estopheles entonces arañó a varios otros, derribándolos uno por uno.

Cuando iban a atacar, Thor colocó una piedra en su honda y la lanzó, golpeando a uno de los soldados en la sien y derribándolo antes de que él pudiera alcanzarlos; O'Connor logró disparar dos flechas, ambas aterrizaron con mortal precisión y Elden arrojó una lanza, empalando a dos soldados, cayendo a sus pies. Fue un buen comienzo— pero quedaban otros cien soldados para matar.

Se reunieron en el centro con un gran grito de guerra. Como le habían enseñado, Thor se centró en un soldado en particular, eligiendo al más grande y más malo que pudo encontrar, y levantando su espada por lo alto. Hubo un gran sonido de metal, mientras la espada de Thor bloqueaba el escudo del hombre, y el hombre inmediatamente bajó un martillo hacia la cabeza de Thor.

Thor se hizo a un lado, y mientras el martillo caía en la tierra, Thor sacó la daga de su cinturón y lo apuñaló; se desplomó, muerto.

Thor levantó su escudo a tiempo para bloquear los golpes de espada de dos atacantes, y luego los detuvo con el suyo, matando a uno de ellos. Estaba a punto de golpear al otro, cuando alcanzó a vislumbrar una espada yendo hacia él, desde atrás; tuvo que girar y bloquearlo con su escudo.

Thor estaba siendo atacado por todos lados, era superado en número por mucho, y era lo único que podía hacer para evitar que le llovieran golpes de todos lados. No tenía tiempo ni energía para atacar – sólo para defenderse. Y más y más soldados seguían yendo hacia él.

Thor vio a sus hermanos de La Legión en la misma situación: cada uno de ellos lograba matar a uno o dos soldados – pero eran muchísimos; pagaban un precio, recibiendo heridas leves por todos lados. Thor podría decir que ellos estaban perdiendo terreno – incluso con Krohn saltando y atacando, e incluso con Indra ayudando, recogiendo piedras y lanzándolas al grupo de soldados. Sólo sería cuestión de tiempo hasta que fueran rodeados y acabados.

"¡Libérennos!", dijo una voz.

Thor se volvió y vio a Drake, atado con sogas con sus hermanos, a pocos metros de distancia.

"¡Libéranos!", repitió Drake, "¡y les ayudaremos a luchar contra ellos! ¡Luchamos por la misma causa!".

Mientras Thor levantaba un escudo para bloquear otro gran golpe, esta vez de un hacha de combate, se dio cuenta de que tener tres manos más ayudaría enormemente. Sin ellos, era obvio que no tenían ninguna posibilidad de derrotar a todos estos soldados. Thor sentía que ya no podía confiar en los tres hermanos, pero en este momento sintió que no tenía nada que perder por intentarlo. Después de todo, los tres hermanos tenían motivos para luchar también.

Thor bloqueó todavía otro golpe de espada, luego cayó de rodillas y rodó, a través de la multitud, varios centímetros, hasta que llegó a los tres hermanos. Se levantó de un salto y cortó sus sogas una a la vez, protegiéndolos de los golpes, mientras cada uno sacaba sus espadas y saltaba al combate.

Drake, Dross y Durs fueron a la carga hacia la densa multitud de soldados del Imperio y atacaron, acuchillando, empujando, golpeando. Cada uno de ellos era grande y hábil, y atraparon a los soldados del Imperio desprevenidos, matando a varios de ellos inmediatamente, ayudando a las probabilidades. Thor tenía sentimientos encontrados acerca de liberarlos, después de lo que habían hecho – pero dadas las circunstancias, parecía ser la opción más inteligente. Es mejor que la muerte.

Ahora eran nueve contra los restantes ochenta y tantos soldados. Las probabilidades seguían siendo todavía terribles, pero al menos eran mejor que antes.

Los hermanos de la Legión siguieron sus habilidades del entrenamiento, sus ejercicios aprendidos durante Los Cien, las incontables veces que habían sido entrenados para luchar, mientras eran cercados y superados en número; hicieron lo que Kolk y Brom les habían enseñado a hacer: se replegaron y formaron un círculo apretado, de espaldas unos con otros, y lucharon contra la invasión de los soldados del Imperio como una sola unidad. Ellos se sintieron envalentonados por la llegada de los tres combatientes adicionales, y cada uno tomó un segundo aire y se defendió más vigorosamente que antes.

Conval extrajo su mayal y le dio vueltas y golpeó al enemigo una y otra vez, logrando sacar tres soldados del Imperio antes de que la cadena se alejara de él. Su hermano Conven utilizó un mazo normal, apuntó hacia abajo y cortó las piernas de los soldados con la bola de metal. O'Connor no podía usar su arco a tan corta distancia, pero logró extraer dos dagas de su cintura y las arrojó a la multitud, matando a dos soldados. Elden esgrimió su martillo de guerra a dos manos ferozmente, lanzando grandes golpes a su alrededor. Thor y Reece los bloquean y detuvieron con sus espadas de manera experta. Por un momento, Thor se sentía optimista.

Entonces, por el rabillo del ojo de Thor, vio algo que le inquietó. Vio a uno de los tres hermanos girando y yendo a la carga hacia el círculo de la Legión; Thor se volvió y vio a Durs. Él estaba yendo al ataque, no hacia un soldado del Imperio, sino hacia él. Hacia Thor. Por la espalda.

Todo pasó demasiado rápido, y Thor, luchando contra dos soldados del Imperio ante él, no pudo voltear a tiempo.

Thor sabía que iba a morir. A punto de ser apuñalado por la espalda, por un muchacho que una vez había pensado que era su hermano, un muchacho en quien, ingenuamente, había confiado dos veces.

Conval apareció de repente frente a Thor, para protegerlo.

Y cuando Durs bajó su espada hacia la espalda de Thor, encontró en cambio el pecho de Conval.

Thor se volvió y gritó: "¡CONVAL!".

Conval se quedó allí, congelado, con los ojos con una mirada de muerte, mientras veía la espada sumirse en su corazón, la sangre chorreaba por su torso.

Durs se quedó allí parado, mirando hacia atrás, igualmente sorprendido.

Conval cayó de rodillas, brotaba sangre de su pecho. Thor observó, en cámara lenta, cómo Conval, un hermano cercano de La Legión, un muchacho que había amado como a un hermano, caía de bruces al suelo, muerto. Todo para salvar la vida de Thor.

Durs se quedó parado encima de él, mirando hacia abajo, pareciendo conmocionado por lo que había hecho.

Thor se lanzó hacia delante para matar a Durs – pero Conven le ganó. El gemelo de Conval se abalanzó y giró ampliamente su espada, decapitando a Durs, cuyo cuerpo inerte cayó a tierra.

Thor se quedó allí y se sintió hueco por dentro, aplastado por la culpa. Había cometido demasiados errores de juicio. Si él no hubiera liberado a Durs, Conval podría estar vivo ahora.

Estando de espaldas hacia el Imperio, les daba a los soldados una oportunidad. Todos se apresuraron a través del círculo abierto, y Thor sintió que un martillo le pegaba en la parte posterior del omóplato; la fuerza del golpe lo envió al suelo, boca abajo.

Antes de que pudiera levantarse, varios soldados se abalanzaron sobre él; sintió sus pies en la espalda, después un soldado bajó la mano, lo sujetó del cabello y se inclinó sobre él con un puñal.

"Despídete, jovencito", dijo el soldado.

Thor cerró los ojos, y al hacerlo, se sintió transportado a otro mundo.

Por favor Dios, dijo Thor para sí mismo. Permíteme vivir este día. Dame la fuerza para matar a estos soldados. Déjame morir otro día, en otro lugar, con honor. Vivir lo suficiente para vengar esas muertes. Para ver a Gwendolyn una última vez.

Mientras Thor estaba allí tumbado, viendo la daga bajar, sintió que el tiempo se detenía. Sintió un repentino torrente de calor subir por sus piernas y torso y brazos, hasta la palma de sus manos, hacia la punta de sus dedos, un cosquilleo tan intenso que no podía cerrar sus dedos. La increíble ola de calor y energía estaba lista para estallar a través de él.

Thor giró, sintiéndose cargado con una nueva fuerza y dirigió su mano hacia su atacante. Una esfera de luz blanca emanaba de la palma de su mano y envió a su atacante a volar por el campo de batalla, derribando a otros soldados junto con él.

Thor se quedó parado, desbordante de energía y dirigió las palmas de sus manos por todo el campo de batalla. Al hacerlo, las bolas blancas de luz fueron hacia todas partes, creando olas de destrucción, tan rápida e intensamente, que en pocos minutos, todos los soldados del Imperio se encontraban apilados en un gran montón, muertos.

Cuando se calmó el calor del momento, Thor hizo un recuento. Él, Reece, O'Connor, Elden y Conven estaban vivos. Cerca estaban Krohn e Indra, también vivos, Krohn jadeando. Todos los soldados del Imperio estaban muertos. Y a sus pies Conval, muerto.

Dross estaba muerto también, una espada de Imperio le atravesó el corazón.

El único sobreviviente era Drake. Estaba allí tirado, gimiendo en el suelo, con la herida de una daga del Imperio, en el estómago. Thor se acercó a él, mientras Reece, O'Connor y Elden lo arrastraban con fuerza de sus pies, quejándose de dolor.

Drake, gimiendo de dolor, se mofó insolentemente, semiconsciente.

"Debiste habernos matado desde el principio", dijo Drake, brotando sangre de su boca, irrumpiendo en una larga tos. "Siempre fuiste demasiado ingenuo. Demasiado estúpido".

Thor sintió que sus mejillas enrojecían, y estaba aún más furioso consigo mismo por creerles. Estaba furioso, sobre todo, porque su ingenuidad resultó en la muerte de Conval.

"Sólo voy a preguntate esto una vez", gruñó Thor. "Dime la verdad, y te dejaremos vivir. Miéntenos y seguirás el camino de tus dos hermanos. Tú decides".

Drake tosió varias veces.

"¿Dónde está la Espada?", preguntó Thor exigiendo. "Di la verdad esta vez".

Drake tosió repetidas veces, y luego levantó la cabeza. Miró hacia arriba y se encontró con los ojos de Thor, y su mirada estaba llena de odio.

"Neversink", dijo Drake finalmente.

Thor miró a los demás, quienes a su vez lo miraron, confundidos.

"¿Neversink?", preguntó Thor.

"Es un lago sin fondo", Indra intervino, avanzando. "Al otro extremo del Gran Desierto. Es un lago de lo más profundo".

Thor frunció el ceño hacia Drake.

"¿Por qué?", le preguntó.

Drake tosió, sintiéndose cada vez más débil.

"Fueron órdenes de Gareth", dijo Drake. "Quería arrojarte a un lugar del que nunca volvieras".

"Pero, ¿por qué?", dijo Thor presionando, confundido. "¿Por qué destruir la Espada?".

Drake miró hacia arriba y se encontró con sus ojos.

"Si él no podía blandirla", dijo Drake. "Entonces nadie podría".

Thor lo miró largamente y con severidad, y finalmente, se sintió satisfecho de que estaba diciendo la verdad.

"Entonces nuestro tiempo es corto", dijo Thor, preparándose para irse.

Drake movió la cabeza.

"Nunca llegarás allá a tiempo", dijo Drake. "Son muchos días por delante. La Espada ya está perdida para siempre. Renuncia y regresa al Anillo, y no se dañen a ustedes mismos".

Thor meneó la cabeza.

"No pensamos como ustedes", contestó. "No vivimos para salvar nuestras vidas. Vivimos para el valor, para nuestro código de conducta. Y vamos a ir hacia donde eso nos lleve”.

"¿Ves a dónde te ha llevado tu valor hasta ahora?", dijo Drake. "Incluso con tu valor, eres un tonto, al igual que el resto de ellos. El valor es no sirve de nada".

Thor lo miró mofándose de él. No podía creer que había sido criado en una casa, que había pasado toda su infancia, con este sujeto.

Los nudillos de Thor se pusieron blancos mientras apretaba la empuñadura de su espada, queriendo más que nunca matar a ese muchacho. Los ojos de Drake siguieron sus manos.

"Hazlo", dijo Drake. "Mátame. Hazlo de una vez por todas".

Thor lo miró larga y duramente, con ganas de hacerlo. Pero Drake había dado su palabra de que si decía la verdad, no lo mataría. Y Thor siempre cumplía su palabra.

"No lo haré", dijo finalmente Thor. "Aunque te lo merezcas. No vas a morir por mi mano, porque eso me haría rebajarme a tu nivel".

Thor comenzó a dar vuelta para alejarse, Conven corrió hacia adelante y gritó:

"¡Por mi hermano!".

Antes de que cualquiera de ellos pudiera reaccionar, Conven levantó su espada y la empujó hacia el corazón de Drake. Los ojos de Conven estaban iluminados por la locura, por el dolor, mientras sostenía a Drake en el abrazo de la muerte, y lo veía caer inerte en el suelo, muerto.

Thor miró hacia abajo y sabía que la muerte era poco consuelo por la pérdida de Conven. Por la pérdida de todos. Pero, al menos, era algo.

Thor miraba hacia el vasto tramo del desierto ante ellos y sabía que la Espada estaba en algún lugar más allá de sus fronteras. Parecía que estaba a un planeta de distancia. Cuando pensó que su viaje había terminado, se dio cuenta de que todavía no había siquiera comenzado.




CAPÍTULO TRES


Erec estaba sentado entre las decenas de caballeros en el Salón de Armas del Duque dentro de su castillo, seguro detrás de las puertas de Savaria, todos ellos magullados y maltratados por su encuentro con esos monstruos. A su lado estaba sentado su amigo Brandt, quien se agarraba la cabeza con las manos, como muchos de los demás. El ambiente en la cámara era sombrío.

Erec lo sintió también. Todos los músculos de su cuerpo le dolían, de la batalla con los hombres del Lord y con los monstruos. Había sido uno de los días más duros de batalla que podía recordar, y el Duque había perdido a demasiados hombres. Mientras Erec reflexionaba, se dio cuenta de que si no hubiera sido por Alistair, él y Brandt y los demás estarían muertos ahora.

Erec estaba abrumado de gratitud hacia ella – y aún más, con un amor renovado. Él también estaba intrigado por ella, más de lo que había estado en su vida. Siempre había percibido que ella era especial, que incluso era poderosa. Pero los acontecimientos de este día, se lo habían demostrado. Tenía un ardiente deseo de saber más acerca de quién era, sobre el secreto de su linaje. Pero él había jurado no entrometerme – y siempre cumplía su palabra.

Erec no podía esperar a que terminara esta reunión para que él pudiera verla otra vez.

Los caballeros del Duque habían estado sentados allí durante horas, recuperándose, tratando de averiguar qué había pasado, discutiendo acerca de qué hacer a continuación. El Escudo estaba desactivado, y Erec todavía estaba tratando de ver las consecuencias. Significaba que Savaria ahora estaba propensa a un ataque; peor aún, los mensajeros habían llegado con las noticias de la invasión de Andrónico, de lo que había sucedido en la Corte del Rey, en Silesia. Erec se sintió descorazonado. Su corazón le pedía estar con sus hermanos de Los Plateados, defender las ciudades. Pero allí estaba, en Savaria, donde el destino lo había puesto. También lo necesitaban aquí: la ciudad del Duque y la gente era, después de todo, una parte estratégica del Imperio MacGil, y también tenían que defenderla.

Pero con los nuevos y numerosos informes acerca de las inundaciones de batallones de Andrónico enviados a Savaria, Erec sabía que su ejército de un millón de hombres, pronto se extendería a todos los rincones del Anillo. Cuando terminara, Andrónico no dejaría nada. Erec había escuchado las historias de conquistas de Andrónico toda su vida, y él sabía que era un hombre cruel sin igual. Por la simple ley de los números, los pocos cientos de hombres del Duque serían incapaces de enfrentarlos. Savaria era una ciudad condenada.

"Digo que nos rindamos", dijo el asesor del Duque, un viejo guerrero curtido, que estaba sentado en una larga y rectangular mesa de madera, perdido en un jarra de cerveza, golpeando su guantelete metálico en la madera. Todos los otros soldados se calmaron y lo miraron.

"¿Qué otra opción tenemos?", agregó él. "Somos unos pocos cientos en contra de un millón de ellos".

"Tal vez podamos defendernos, por lo menos conservar la ciudad", dijo otro soldado.

"¿Pero por cuánto tiempo?" preguntó otro.

"El suficiente para que MacGil envíe refuerzos, si podemos aguantar el tiempo suficiente".

"MacGil está muerto", respondió otro guerrero. "Nadie vendrá a ayudarnos".

"Pero su hija vive", respondió otro. "Así como sus hombres. ¡No nos abandonarían aquí!".

"¡Apenas puedan defenderse!", protestó otro.

Los hombres estallaron en agitados murmullos, todos discutiendo entre ellos, hablando unos con otros, dando vueltas y vueltas en círculos.

Erec estaba allí sentado, viendo todo, y sintiéndose vacío. Había llegado un mensajero hacía varias horas y había entregado la terrible noticia de la invasión de Andrónico – y también, para Erec, aún peores noticias, acababan de decirle que MacGil había sido asesinado. Erec había estado tan lejos de la Corte del Rey durante tanto tiempo, que era la primera vez que había recibido las noticias – y cuando eso ocurrió, sintió como si una daga hubiera sido sumida en su corazón. Había amado a MacGil como padre, y la pérdida le hizo sentir más vacío que nunca.

La habitación estaba en silencio mientras el Duque aclaraba su garganta y todas las miradas se volvieron hacia él.

"No podemos defender nuestra ciudad contra un ataque", dijo el Duque, lentamente. "Con nuestras habilidades y la fuerza de estos muros, podemos atacar contra un ejército hasta cinco veces más grande que el nuestro – incluso un ejército diez veces mayor que el nuestro. Y tenemos suficientes provisiones para retener un asedio durante semanas. Contra cualquier ejército normal, ganaríamos".

Él suspiró.

"Pero el Imperio no cuenta con un ejército normal", añadió. "No podemos defendernos contra un millón de hombres. Sería inútil".

Hizo una pausa.

"Pero así nos rendiríamos. Todos sabemos lo que Andrónico hace a sus captores. A mí me parece que todos moriríamos de una u otra forma. La pregunta es si moriremos de pie o moriremos de espaldas. ¡Yo digo que muramos de pie!”.

La sala estalló en una ovación de aprobación. Erec no podía estar más de acuerdo.

"Entonces no nos queda otro curso de acción", continuó diciendo el Duque. "Defenderemos a Savaria. Nunca nos rendiremos. Podríamos morir, pero todos moriremos juntos".

La habitación quedó en un pesado silencio mientras los demás asintieron con la cabeza. Parecía como si todos estuvieran buscando otra respuesta.

"Hay otro camino", dijo Erec finalmente, hablando en voz alta.

Podía sentir que todos lo miraban.

El Duque asintió con la cabeza, para que pudiera hablar.

"Podemos atacar", dijo Erec.

"¿Atacar?", dijeron los soldados, sorprendidos. "¿Los pocos cientos que somos nosotros, atacando a un millón de hombres? Erec, sé que eres valiente. Pero, ¿estás loco?"

Erec meneó la cabeza, muy en serio.

"Lo que no están tomando en cuenta es que los hombres de Andrónico nunca se esperarían un ataque. Tendríamos el elemento sorpresa. Como ustedes dicen, estando aquí sentados, defendiendo, moriremos. Si atacamos, podemos matar a mucho más de ellos; y lo más importante aún, es que si atacamos en la forma correcta, y en el lugar correcto, podríamos hacer más que retenerlos – podríamos ganar".

"¿Ganar?", gritaron todos, mirando a Erec, totalmente desconcertados.

"¿Qué quieres decir?", preguntó el Duque.

"Andrónico esperará que estemos aquí, sentados y defendamos nuestra ciudad", explicó Erec. "Sus hombres nunca esperarán que tengamos un punto de paso forzoso, fuera de las puertas de nuestra ciudad. Aquí en la ciudad, tenemos la ventaja de los muros fuertes – pero allá afuera, en el campo, tenemos la ventaja de la sorpresa. Y la sorpresa siempre es mejor que la fuerza. Si podemos mantener un punto de paso forzoso natural, podemos canalizarlos a todos a un mismo lugar, y desde allí podemos atacar. Hablo del Barranco Oriental".

"¿El Barranco Oriental?", preguntó un soldado.

Erec asintió con la cabeza.

"Es una grieta escarpada entre dos acantilados, el único paso en las Montañas de Kavonia, que está a un día de viaje de aquí. Si los hombres de Andrónico vienen hacia nosotros, la manera más directa será a través del barranco. De lo contrario, tendrán que escalar las montañas. El camino del norte es demasiado estrecho y demasiado fangoso en esta época del año – él perdería semanas. Y desde el sur, tendría que cruzar el Río Fiordo”.

El Duque vio a Erec con admiración, frotando su barba, pensando.

"Puede que tengas razón. Andrónico podría llevar a sus hombres por el barranco. Para cualquier otro ejército, sería un acto de suprema arrogancia. Pero para él, con su millón de hombres, podría hacerlo".

Erec asintió con la cabeza.

"Si podemos llegar allí, si podemos ganarles, podemos sorprenderlos, tenderles una emboscada. Con una posición como esa, unos cuantos podrían contener a miles".

Todos los otros soldados miraron a Erec con algo parecido a una esperanza y temor, mientras la habitación se cubría con un espeso silencio.

"Es un plan audaz, amigo mío", dijo el Duque. "Pero de nuevo, eres un guerrero audaz. Siempre lo has sido", el Duque hizo una señal a un ayudante. "¡Tráeme un mapa!".

Un muchacho salió corriendo de la habitación y regresó por otra puerta, sosteniendo un gran rollo de pergamino. Lo desenrolló en la mesa, y los soldados se reunieron alrededor, analizándolo.

Erec estiró la mano y encontró a Savaria en el mapa y trazó una línea con el dedo, hacia el Este, deteniéndose en el Barranco Oriental. Había una grieta estrecha, rodeada por montañas hasta donde alcanzaba la vista.

"Es perfecto", dijo un soldado.

Los demás asintieron con la cabeza, frotando sus barbas.

"He oído historias de unas pocas docenas de hombres manteniendo a raya a miles, en el barranco", dijo un soldado.

"Eso es un cuento de viejas", dijo otro soldado, cínicamente. "Sí, tendremos el elemento sorpresa. Pero ¿qué más? No tendremos la protección de nuestras paredes".

"Tendremos la protección de las paredes de la naturaleza", respondió otro soldado. "Esas montañas, cientos de metros de acantilado sólido".

"Nada es seguro", añadió Erec. "Como dijo el Duque, o morimos aquí, o morimos allá. Digo que muramos allá. La victoria favorece a los audaces".

El Duque, después de mucho tiempo de frotar su barba, finalmente asintió con la cabeza, se reclinó y enrolló el mapa.

"¡Preparen sus armas!", gritó. "¡Saldremos esta noche!".


*

Erec, otra vez con su armadura, su espada colgando en su cintura, marchó por el pasillo del castillo del Duque, yendo en dirección opuesta a todos los hombres. Él tenía una tarea importante que hacer antes de irse a lo que podría ser su última batalla.

Tenía que ver a Alistair.

Desde que habían regresado de la batalla del día, Alistair había estado en el castillo, al final del pasillo, en su propia habitación, esperando que Erec fuera con ella. Estaba esperando un encuentro feliz, y él se sintió descorazonado cuando se dio cuenta de que tendría que compartirle las malas noticias de que tendría que irse de nuevo. Él tuvo una sensación de paz sabiendo que al menos ella estaría aquí, a salvo, en los muros del castillo, y se sintió más decidido que nunca a mantenerla a salvo, a proteger al Imperio. Su corazón le dolía al pensar en dejarla – no habría querido nada más que pasar tiempo con ella desde su promesa de casarse. Pero simplemente no parecía ser posible.

Cuando Erec dio vuelta a la esquina, sus espuelas tintinearon, sus botas resonaron en los pasillos vacíos del castillo; se preparó para el adiós, que sabía que sería doloroso. Finalmente llegó a una antigua puerta arqueada de madera y golpeó suavemente con su guantelete.

Se escuchó el sonido de pasos cruzando la habitación, y un momento después, la puerta se abrió. El corazón de Erec se aceleró, como lo hacía cada vez que veía a Alistair. Allí estaba ella de pie, en la puerta, con su largo pelo rubio y sus grandes ojos cristalinos, mirándolo como si fuera una aparición. Ella estaba más hermosa cada vez que la veía.

Erec entró y la abrazó, y ella lo abrazó también. Lo abrazó con fuerza, durante mucho tiempo, no queriendo dejarlo ir. Él tampoco quería soltarla. Deseaba más que nada poder cerrar la puerta detrás de él y quedarse con ella, todo el tiempo que pudiera. Pero el destino no lo quería así.

La calidez de ella y su cercanía hacía que todo estuviera bien en el mundo, y él se negaba a soltarla. Finalmente, ella se alejó un poco y lo miró a los ojos, que brillaban. Miró su armadura, sus armas, y su rostro cambió al darse cuenta de que no iba a quedarse.

"¿Te vas a marchar otra vez, mi Lord?" preguntó.

Erec bajó la cabeza.

"No es mi deseo, mi señora", respondió. "El Imperio se está acercando. Si me quedo aquí, todos moriremos".

"¿Y si te vas?", preguntó ella.

"Probablemente moriré de cualquier manera", reconoció él. "Pero eso al menos nos dará una oportunidad. Una pequeña posibilidad, pero es una oportunidad".

Alistair se dio vuelta y caminó hacia la ventana, mirando el patio del Duque, con la puesta del sol; su rostro se iluminó con la luz tenue. Erec podía ver la tristeza grabada en su rostro, y se acercó a ella y le retiró el cabello de su cuello, acariciándola.

"No estés triste, mi señora", dijo. "Si sobrevivo a esto, volveré a tu lado Y entonces estaremos juntos para siempre, libres de todos los peligros y amenazas. Libres finalmente para vivir juntos".

Ella meneó la cabeza, con tristeza.

"Tengo miedo", dijo.

"¿De los ejércitos que se aproximan?", preguntó él.

"No", dijo ella, volviéndose hacia él. "De ti".

Erec la miró, perplejo.

"Temo que ahora pensarás de mí de manera diferente", dijo ella, "desde que viste lo que pasó en el campo de batalla.

Erec movió la cabeza.

"No pienso en ti de manera distinta en absoluto", dijo. "Me salvaste la vida, y por eso estoy agradecido".

Ella meneó la cabeza.

"Pero también viste un lado diferente de mí", dijo. "Viste que no soy normal. "No soy como todos los demás". Yo tengo un poder dentro de mí, que no entiendo. Y ahora temo que pensarás que soy una especie de monstruo. Como una mujer que ya no quieres que sea tu esposa".

A Erec se le rompió el corazón al escuchar sus palabras, y dio un paso adelante, puso con fervor las manos en las suyas, y la miró a los ojos con toda la seriedad que pudo reunir.

"Alistair", dijo. "Te amo con todas mis fuerzas. Nunca ha habido una mujer a la que haya amado más. Y nunca la habrá. Me encanta todo lo que eres. No veo nada diferente en ti de los demás. Los poderes que tienes, sin importar quién seas – aunque no los entiendas, los acepto todos. Estoy agradecido por ello. Juré no entrometerme y mantendré esa promesa. Nunca te lo preguntaré. Sin importar lo que seas, te acepto".

Ella lo miró por un largo tiempo, luego sonrió lentamente, y sus ojos parpadearon, con lágrimas de alivio y alegría. Ella se volvió y le abrazó, con fuerza, con todo su amor.

Le susurró al oído: “¡Regresa a mi lado!".




CAPÍTULO CUATRO


Gareth estaba parado al borde de la cueva, viendo ponerse el sol, y esperó. Lamió sus labios secos e intentó concentrarse, los efectos del opio finalmente iban desapareciendo. Estaba mareado y no había bebido ni comido en varios días. Gareth pensó en su audaz fuga del castillo, escabulléndose a través del pasadizo secreto detrás de la chimenea, justo antes de que Lord Kultin hubiera intentado emboscarlo, y sonrió. Kultin había sido inteligente en su golpe de estado – pero Gareth había sido más listo. Como todos los demás, él había subestimado a Gareth; no se había dado cuenta de que los espías de Gareth estaban por todas partes, y que se habría enterado de su plan casi instantáneamente.

Gareth había escapado a tiempo, justo antes de que Kultin lo hubiera emboscado y antes de que Andrónico hubiera invadido la Corte del Rey y hubiera arrasado con él. Lord Kultin le había hecho un favor.

Gareth había utilizado los antiguos pasadizos secretos del castillo, serpenteando bajo la tierra, que finalmente lo llevó a la campiña, saliendo en una aldea alejada de la Corte del Rey. Había salido cerca de una cueva y se había derrumbado al llegar, durmiendo durante todo el día, acurrucado y temblando por el implacable aire de invierno. Deseaba haber traído más capas de ropa.

Despierto, Gareth se agachó y espió, a lo lejos, una pequeña aldea de labranza; había un puñado de cabañas, salía humo de sus chimeneas y a lo largo de ella estaban los soldados de Andrónico marchando por la aldea y el campo. Gareth había esperado pacientemente hasta que se dispersaron. Le dolía el estómago de hambre, y él sabía que necesitaba llegar a una de esas casas. Podía oler que cocinaban comida desde aquí.

Gareth salió corriendo de la cueva, mirando a todos lados, respirando con dificultad, frenético de miedo. No había corrido en años, y resolló por el esfuerzo; le hizo darse cuenta de lo delgado y enfermizo que se había vuelto. La herida en la cabeza, donde su madre le había golpeado con la escultura, palpitaba. Si sobrevivía a todo esto, juró matarla él mismo.

Gareth corrió hacia la ciudad, escapando, afortunadamente, de ser detectado por los pocos soldados del Imperio que estaban de espaldas a él. Corrió a la primera cabaña que vio, una vivienda sencilla, de una habitación, como las demás, un cálido resplandor venía desde dentro. Vio a una adolescente, tal vez de su edad, caminando por la puerta abierta con un montón de carne, sonriente, acompañada de una chica más joven, tal vez era su hermana, como de unos diez años – y decidió que ése era el lugar.

Gareth atravesó por la puerta con ellas, siguiéndolas, cerrando la puerta de golpe detrás de ellas y agarrando a la chica más joven por atrás, poniendo su brazo alrededor de la garganta. La chica gritó, y la chica mayor tiró su plato de comida, mientras Gareth sacaba un cuchillo de su cintura y lo sostuvo en la garganta de la joven.

Ella gritaba y lloraba.

"¡PAPÁ!".

Gareth se dio vuelta y miró la acogedora casa, llena de la luz de las velas y el olor de la comida, y vio, además de la adolescente, a una madre y un padre, parados sobre una mesa, mirándolo, con los ojos bien abiertos con miedo y rabia.

"¡Aléjense y no la mataré!". Gareth gritó, desesperado, alejándose de ellos, resguardando a la joven.

"¿Quién es usted?", preguntó la adolescente. "Yo me llamo Sarka. El nombre de mi hermana es Larka. Somos una familia pacífica. ¿Qué quiere con mi hermana? ¡Déjela!".

"Sé quién es usted", el padre entrecerró los ojos hacia él, en señal de desaprobación. "Usted era el rey anterior. El hijo de MacGil".

"Sigo siendo rey", gritó Gareth. "Y ustedes son mis súbditos. ¡Harán lo que yo diga!".

El padre frunció el ceño.

"Si usted es el rey, ¿dónde está su ejército?", preguntó. "Y si usted es el rey, ¿por qué está tomando como rehén a una chica inocente, con un puñal de la realeza? ¿Tal vez sea el mismo puñal que usó para matar a su propio padre?". El hombre se mofó. "He oído rumores".

"Tienes una lengua impertinente", dijo Gareth. "Sigue hablando y mataré a tu hija".

El padre tragó saliva, sus ojos se abrieron con temor, y se quedó callado.

"¿Qué quiere de nosotros?", gritó la madre.

"Comida", dijo Gareth. "Y refugio. Alerten a los soldados de mi presencia, y les prometo que voy a matarla. Sin trucos, ¿entienden? Déjenme en paz, y ella vivirá. Quiero pasar la noche aquí. Sarka, tráeme ese plato de carne. Y tú, mujer, aviva el fuego y tráeme un manto para poner sobre mis hombros. ¡Háganlo lentamente!", advirtió.

Gareth observaba mientras el padre asentía con la cabeza, a la madre. Sarka puso la carne en su plato, mientras que la madre se acercaba con un grueso manto y lo ponía sobre los hombros de él. Gareth, aún temblando, se acercó lentamente hacia la chimenea, el fuego rugiente calentó su espalda, mientras se sentaba en el suelo, a su lado, sosteniendo con firmeza a Larka, que todavía estaba llorando. Sarka se acercó con el plato.

"¡Ponlo en el suelo junto a mí!", ordenó Gareth. "Lentamente".

Conmocionada, Sarka lo hizo, mirando con preocupación a su hermana, y lo azotó en el suelo, junto a él.

Gareth estaba abrumado por el olor. Él se agachó y tomó un trozo de carne con su mano libre, sosteniendo la daga en la garganta de Larka con la otra; masticó y masticó, cerrando los ojos, saboreando cada bocado. Masticaba más rápido de lo que podía tragar, la comida colgaba de su boca.

"¡Vino!", gritó.

La madre le llevó una bota de cuero para vino, y Gareth la apretó en su boca, bebiéndolo. Respiró profundamente, masticando y bebiendo, empezando a sentirse bien de nuevo.

"¡Ahora, suéltela!", dijo el padre.

"De ninguna manera", respondió Gareth. "Pasaré la noche aquí, así, con ella en mis brazos. Ella estará a salvo, mientras yo lo esté. ¿Quieres ser un héroe? ¿O quieres que tu hija viva?".

Los familiares se miraron unos a otros, sin hablar, vacilantes.

"¿Puedo hacerle una pregunta?", preguntó Sarka. "Si usted es un buen rey, ¿por qué trata así a sus súbditos?".

Gareth la miró, desconcertado, y finalmente se reclinó y estalló en risas.

"¿Quién dijo que yo era un buen rey?".




CAPÍTULO CINCO


Gwendolyn abrió los ojos, sintiendo que el mundo se movía a su alrededor y luchó por averiguar dónde estaba. Vio, pasando junto a ella, las enormes puertas arqueadas de piedras rojas de Silesia, vio a miles de soldados del Imperio observándola, asombrados. Vio a Steffen, caminando junto a ella, y miró al cielo, rebotando hacia arriba y hacia abajo. Se dio cuenta de que la llevaban cargando. Que estaba en brazos de alguien.

Ella estiró el cuello y vio los ojos brillantes, intensos de Argon. Se dio cuenta de que estaba siendo llevada por Argon, con Steffen a su lado; los tres caminando abiertamente a través de las puertas de Silesia, pasando entre miles de soldados del Imperio, que se apartaban de ellos y se quedó allí, mirando. Estaban rodeados de un resplandor blanco y Gwendolyn podía sentirse inmersa en una especie de escudo protector en los brazos de Argon. Se dio cuenta de que estaba haciendo una especie de hechizo para mantener a raya a todos los soldados.

Gwen se sentía reconfortada, protegida, en los brazos de Argon. Le dolían todos los músculos de su cuerpo, estaba agotada, y no sabía si podía caminar si lo intentaba. Parpadeaba, al ir avanzando, y vio al mundo pasar por ella en fragmentos. Vio un pedazo de pared desmoronada; un parapeto colapsado; una vivienda quemada; una pila de escombros; los vio pasar a través del patio, llegar a las puertas más lejanas, en el borde del Cañón; los vio pasar a través de ellos, también, los soldados haciéndose a un lado.

Llegaron al borde del Cañón, la plataforma cubierta de púas de metal, y mientras Argon estaba allí parado, la plataforma bajó, llevándolos de regreso a las profundidades de la Baja Silesia.

Al entrar a la ciudad de la parte baja, Gwendolyn vio a docenas de rostros, los rostros preocupados y amables de los ciudadanos de Silesia, viéndola pasar, como si fuera un espectáculo. Todos miraban con asombro y preocupación, mientras ella seguía descendiendo hacia la plaza principal de la ciudad.

Al llegar, cientos de personas los rodearon. Ella vio caras conocidas – a Kendrick, a Srog, a Godfrey, a Brom, a Kolk, a Atme, a docenas de Los Plateados y de La Legión, que reconoció… Se reunieron a su alrededor, con la angustia en sus rostros, en el sol temprano de la mañana, mientras la niebla se arremolinaba en el Cañón y sintió una brisa fría punzándola. Cerró los ojos, tratando de que todo eso desapareciera. Se sintió como una cosa en exhibición y aplastada en las profundidades. Se sintió humillada. Y sintió que había decepcionado a todos.

Continuaron, más allá de todas las personas, a través de las callejuelas de la parte baja de la ciudad, a través de otra entrada arqueada, y finalmente al pequeño palacio de la parte baja de Silesia. Gwen entraba y salía de la conciencia, mientras entraban a un magnífico castillo rojo, subiendo un conjunto de escaleras, por un largo pasillo y hacia otra alta puerta arqueada. Finalmente, se abrió una pequeña puerta y entraron en una habitación.

La habitación tenía una luz tenue. Parecía ser un amplio dormitorio, con una cama antigua con dosel en su centro, con el fuego rugiente de una antigua chimenea de mármol, no muy lejos de allí. Varias asistentes estaban paradas en la habitación, y Gwendolyn sintió que Argon la llevaba a la cama, la colocaba suavemente sobre ella. Al hacerlo, docenas de personas se reunieron, mirándola con preocupación.

Argon se retiró, dio varios pasos hacia atrás y desapareció en medio de la multitud. Ella lo buscó, parpadeando varias veces, pero ya no lo pudo encontrar. Se había ido. Sintió la ausencia de su energía protectora, que la había estado envolviendo como un escudo. Se sentía más fría, menos protegida, sin él.

Gwen lamió sus labios agrietados y un momento después sintió que su cabeza era apuntalada por detrás, le colocaban una almohada y un jarro de agua en sus labios. Ella bebió y bebió, y se dio cuenta de cuánta sed tenía. Miró hacia arriba y vio a una mujer que reconoció.

A Illepra, la curandera real. Illepra la miró, con sus ojos color avellana, llenos de preocupación, le dio agua, pasando un paño caliente sobre su frente, quitando el cabello de su cara. Puso una mano sobre su frente y Gwen sentía una energía curativa que pasaba a través de ella. Sentía los ojos pesados, y pronto los cerró contra su voluntad.


*

Gwendolyn no sabía cuánto tiempo había pasado cuando abrió los ojos otra vez. Todavía se sentía exhausta, desorientada. En sus sueños había oído una voz, y ahora la escuchaba otra vez.

"Gwendolyn", dijo la voz. Lo oyó resonar en su mente, y se preguntó cuántas veces él había llamado su nombre.

Miró hacia arriba y reconoció a Kendrick, quien la observaba. Junto a él estaba su hermano Godfrey, junto con Srog, Brom, Kolk y varios otros. Del otro lado, estaba parado Steffen. Odiaba las expresiones en sus rostros. La veían como si fuera causa de lástima, como si hubiera regresado de entre los muertos.

"Hermana mía", dijo Kendrick, sonriendo. Podía oír la preocupación en su voz. "Dinos lo que pasó".

Gwen meneó la cabeza, demasiado cansada para recordar todo.

"Andrónico", dijo ella, con voz ronca, que parecía más como un susurro. Ella aclaró su garganta. "Intenté… rendirme… a cambio de la ciudad… Confié en él. Fue una estupidez…"

Ella meneó la cabeza una y otra vez, una lágrima rodaba por su mejilla.

"No; tú eres noble", corrigió Kendrick, estrechando su mano. "Eres la más valiente de todos nosotros".

"Hiciste lo que hubiera hecho cualquier gran líder", dijo Godfrey, avanzando.

Gwen meneó la cabeza.

"Él nos engañó…", dijo Gwendolyn. “Y me atacó. Hizo que McCloud me atacara".

Gwen no pudo evitarlo: comenzó a llorar, mientras decía esas palabras, incapaz de evitarlo. Ella sabía que un líder-no haría eso, pero no podía evitarlo.

Kendrick apretó su mano más fuerte.

"Iban a matarme…", dijo, "…pero Steffen me salvó… "

Todos los hombres vieron a Steffen con un nuevo respeto, quien estaba parado fielmente a su lado, inclinando la cabeza.

"Lo que hice fue demasiado poco y demasiado tarde", respondió humildemente. "Era un hombre solo contra muchos".

"Aun así, salvaste a nuestra hermana y por eso siempre estaremos en deuda contigo", dijo Kendrick.

Steffen meneó la cabeza.

"Tengo una deuda mucho mayor con ella", respondió él.

Gwen lloró.

"Argon nos salvó a los dos", terminó diciendo ella.

El rostro de Kendrick se volvió sombrío.

"Te vengaremos", dijo él.

"No solo me preocupo por mí misma", dijo ella. "Sino por la ciudad… por nuestro pueblo… por Silesia. Andrónico… atacará…"

Godfrey le dio palmaditas en su mano.

"No te preocupes por eso ahora", dijo, avanzando. "Descansa. Hablaremos de estas cosas. Ahora estás a salvo aquí".

Gwen sentía que los ojos se le cerraban. No sabía si estaba despierta o soñando.

"Ella necesita dormir", dijo Illepra, avanzando, protectora.

Gwendolyn débilmente oyó todo eso, mientras se sentía más y más pesada, entrando y saliendo de la conciencia. En su mente aparecían imágenes de Thor y luego, de su padre. Le estaba costando trabajo discernir entre lo que era real y lo que era un sueño, y oyó sólo fragmentos de la conversación, en su mente.

"¿Qué tan graves son las heridas?", dijo una voz, tal vez la de Kendrick.

Ella sentía que Illepra pasaba su mano sobre la frente. Y entonces, las últimas palabras que escuchó, antes de que sus ojos se cerraran, fueron las de Illepra:

"Las heridas en el cuerpo son ligeras, mi Lord. Las heridas en su espíritu, son las más profundas".


*

Cuando Gwen despertó otra vez, escuchó el crepitar del fuego. No podía saber cuánto tiempo había pasado. Parpadeó varias veces, mientras miraba alrededor de la habitación oscurecida y vio que la multitud se había dispersado. Las únicas personas que se quedaron fueron Steffen, sentado en una silla junto a su cama, Illepra, que estaba parada junto a ella, aplicando un ungüento en su muñeca, y sólo una persona más. Era un anciano amable, que la miraba con preocupación. Ella casi lo reconoció, pero fue difícil ubicarlo. Se sentía cansada, muy cansada, como si no hubiera dormido en años.

"¿Mi señora?", dijo el anciano, inclinándose. Tenía algo grande en ambas manos, y ella miró hacia abajo y se dio cuenta de que era un libro encuadernado en cuero.

"Soy Aberthol", dijo. "Su maestro. ¿Me oye?".

Gwen tragó saliva y asintió lentamente con la cabeza, abriendo un poco los ojos.

"He estado esperando horas para verla", dijo. "La vi agitada".

Gwen asintió lentamente, recordando, agradecida por su presencia.

Aberthol se inclinó y abrió su gran libro, y ella podía sentir el peso de él en su regazo. Escuchó el crujido de sus pesadas páginas, mientras él les daba vuelta.

"Es uno de los pocos libros que salvé", dijo él, "antes de que quemaran la Casa de los Eruditos. Es la cuarta historia de los MacGil. La ha leído. Adentro están escondidas las historias de conquista y triunfos y derrotas, por supuesto – sin embargo, también hay otras historias. Historias de los grandes líderes heridos. De heridas en el cuerpo y heridas del espíritu. Todo tipo de lesiones imaginables, mi señora. Y esto es lo que he venido a decirle: incluso los mejores hombres y mujeres han sufrido tratos inimaginables, lesiones y torturas. No está sola. Es un rayo en la rueda del tiempo. Hay muchos otros que han sufrido peores cosas que usted – y muchos que sobrevivieron y que llegaron a convertirse en grandes líderes.

"No se sienta avergonzada", dijo, agarrando su muñeca. "Eso es lo que quiero decirle. Nunca se avergüence. No debe haber ninguna vergüenza en usted – sólo honor y coraje por lo que ha hecho. Es la mejor gobernante que ha tenido el Anillo. Y esto no la disminuye en modo alguno.

Gwen, conmovida por sus palabras, sintió que una lágrima rodaba por su mejilla. Sus palabras eran justo lo que necesitaba escuchar, y se sintió muy agradecida por ellas. Lógicamente, sabía y entendía que él tenía razón.

Pero emocionalmente, todavía tenía problemas para sentirlo. Una parte de ella no podía evitar sentirse como si de alguna manera hubiera sido dañada para siempre. Ella sabía que no era cierto, pero eso es lo que sentía.

Aberthol sonrió, mientras sostenía un libro más pequeño.

"¿Recuerda éste?", preguntó, dando vuelta a su cubierta encuadernado en cuero rojo. "Era su favorito durante la infancia. Las leyendas de nuestros padres. Allí hay una historia en particular, que pensé en leerle, para ayudarla a pasar el tiempo".

Gwen estaba conmovida por el gesto, pero no podía aguantar más. Ella meneó la cabeza, con tristeza.

"Gracias", dijo, con su voz ronca, mientras otra lágrima rodaba por su mejilla. "Pero no puedo escucharla ahora".

En el rostro de él se reflejó la decepción, luego asintió, comprendiendo.

"En otra ocasión", dijo ella, sintiéndose abatida. "Necesito estar sola. Si no te molesta, déjame sola, por favor. Déjenme todos ustedes", dijo ella, girando y mirando a Steffen y a Illepra.

Todos ellos se levantaron e inclinaron sus cabezas, luego se volvieron y salieron apresuradamente de la habitación.

Gwen se sentía culpable, pero no podía evitarlo, quería hacerse bolita y morir. Ella escuchó cruzar sus pasos por la habitación, oyó que la puerta se cerraba detrás de ellos y levantó la vista para asegurarse de que la habitación estuviera vacía.

Pero se sorprendió al ver que no lo estaba: había una figura solitaria, parada en la puerta, erguida, con su postura perfecta, como siempre. Ella caminaba lenta y señorialmente hacia Gwen, deteniéndose a pocos metros de su cama, mirándola, inexpresiva.

Era su madre.

Gwen se sorprendió al verla allí parada, la ex reina, tan señorial y orgullosa como siempre, la miraba con una expresión más fría que nunca. No había ninguna compasión detrás de sus ojos, como había detrás de los ojos de los otros visitantes.

"¿Por qué estás aquí?", preguntó Gwen.

"He venido a verte".

"Pero yo no quiero verte", dijo Gwen. "No quiero ver a nadie".

"No me importa lo que quieras", dijo su madre, fría y segura. "Yo soy tu madre, y tengo derecho a verte cuando quiera".

Gwen sintió surgir su vieja ira hacia su madre; ella era a la última persona que quería ver en este momento. Pero conocía bien a su madre y sabía que no se iría hasta decir lo que tenía en mente.

"Entonces, habla", dijo Gwendolyn. "Habla y vete y acaba conmigo".

Su madre suspiró.

"No sabes esto", dijo su madre. "Pero cuando era joven, de tu edad, fui atacada de la misma manera que tú".

Gwen la miró, sorprendida; no tenía idea de eso.

"Tu padre lo sabía", continuó diciendo su madre. "Y no le importó. De todos modos se casó conmigo. En ese entonces, sentí que mi mundo había terminado. "Pero no fue así".

Gwen cerró los ojos, sintiendo que otra lágrima rodaba por sus mejillas, tratando de bloquear el asunto. Ella no quería escuchar la historia de su madre. Era demasiado tarde para que su madre sintiera verdadera compasión. ¿Creía que podría entrar aquí, después de tantos años de malos tratos y contarle una historia solidaria y esperar a cambio que eso reparara todo?

"¿Ya terminaste?", preguntó Gwendolyn.

Su madre dio un paso adelante. "No, no he terminado", dijo con firmeza. "Ahora eres la Reina – es hora de actuar como tal", dijo su madre, con su voz tan dura como el acero. Gwen escuchó una fuerza en ella, que nunca había oído antes. "Sientes lástima por ti misma. Pero las mujeres, todos los días, en todas partes, sufren peores destinos que tú. Lo que te ha pasado no es nada en la maquinación de la vida. ¿Entiendes? No es nada".

Su madre suspiró.

"Si quieres sobrevivir y sentirte bien en este mundo, tienes que ser fuerte. Más fuerte que los hombres. Los hombres te afectarán, de una forma o de otra. No es lo que te sucede – es cómo lo percibes. Cómo reaccionas ante eso. Eso es sobre lo que tienes control. Puedes agonizar y morir. O puedes ser fuerte. Eso es lo que diferencia a las niñas de las mujeres".

Gwen sabía que su madre estaba tratando de ayudar, pero le molestaba la falta de compasión en su enfoque. Y odiaba ser aleccionada.

"Te odio", le dijo Gwendolyn. "Siempre te he odiado".

"Lo sé", dijo su madre. "Y yo también te odio. Pero eso no significa que no podamos entendernos mutuamente. No quiero tu amor – lo que quiero es que seas fuerte. Este mundo no está gobernado por personas débiles y temerosas – está gobernado por aquellos que sacuden la cabeza ante la adversidad, como si no significara nada. Puedes colapsar y morir, si lo deseas. Hay un montón de tiempo para eso. Pero eso es aburrido. Sé fuerte y vive. Vive de verdad. Sé un ejemplo para otros. Porque un día, te lo aseguro, vas a morir de todos modos. Y mientras estés viva, más te vale vivir".

"¡Déjame en paz!". Gwendolyn gritó, incapaz de oír una palabra más.

Su madre la miraba fríamente, después, finalmente, tras un silencio interminable, se dio vuelta y salió pavoneándose de la habitación y azotó la puerta detrás de ella.

En el silencio vacío, Gwen comenzó a llorar, y lloró y lloró. Más que nunca, deseaba que todo eso desapareciera.




CAPÍTULO SEIS


Kendrick estaba parado en el amplio rellano en el borde del Cañón, viendo a la bruma. Mientras miraba, su corazón se estaba rompiendo por dentro. Le hacía sentir destrozado ver a su hermana como estaba, y se sentía culpable, como si él mismo hubiera sido la víctima. Podía ver en los rostros de todos los silesios que consideraban a Gwen más que una gobernante – todos ellos la consideraban como familia. También estaban desanimados. Era como si Andrónico les hubiera hecho daño a todos.

Kendrick sentía como si él fuera el culpable. Él debería haber sabido que su hermana menor haría algo así, sabiendo lo valiente, lo orgullosa que era. Él debió haber anticipado que trataría de entregarse a sí misma, antes de que cualquiera de ellos hubiera tenido la oportunidad de detenerla, y debería haber encontrado una manera de impedírselo. Él conocía su naturaleza, sabía lo confiada que era, conocía su buen corazón – y también, como un guerrero, sabía, mejor que ella, la brutalidad de algunos dirigentes. Él era mayor y más sabio que ella, y sintió que la había defraudado.

Kendrick también se sentía culpable porque todo, esta grave situación, era demasiado para estar en la cabeza de una sola persona, de una gobernante recién coronada, una chica de 16 años de edad. Ella no debió haber soportado la peor parte sola. Una decisión tan pesada habría sido difícil para su propia mente – incluso para su padre. Gwendolyn hizo lo mejor que pudo hacer en las circunstancias, y tal vez lo hizo mejor que cualquiera de ellos hubiera hecho. Kendrick no habría sabido cómo tratar con Andrónico. Ninguno de ellos habría sabido.

Kendrick pensó en Andrónico, y su rostro enrojeció de ira. Él era un líder sin moral, sin principios, sin humanidad. Estaba claro para Kendrick que si todos ellos se rendían ahora, tendrían la misma suerte: Andrónico mataría o haría esclavos a todos y cada uno de ellos.

Algo había cambiado en el aire. Kendrick podía verlo a los ojos de todos los hombres, y él mismo lo sentía. Los silesios ya no estaban decididos a sobrevivir, a defenderse solamente. Ahora querían venganza.

"¡SILESIOS!", rugió una voz.

La multitud se calmó y miró hacia arriba. En la ciudad superior, en el borde del Cañón, mirando hacia abajo, estaba parado Andrónico, rodeado de sus secuaces.

"¡Les doy una opción!", gritó. "¡Entréguenme a Gwendolyn y los dejaré vivir! Si no, va a llover fuego sobre ustedes, a partir de la puesta del sol, un fuego tan intenso que ninguno de ustedes vivirá".

Se detuvo, sonriente.

"Es una oferta muy generosa. No lo piensen mucho".

Con eso, Andrónico se dio vuelta y se marchó furioso.

Los silesios, poco a poco se volvieron y se miraron unos a otros.

Srog dio un paso adelante.

"¡Compañeros silesios!", dijo Srog, a una enorme y creciente multitud de guerreros, más serios de lo que Kendrick había visto en él. "Andrónico ha atacado a nuestra muy apreciada y mejor gobernante. La hija de nuestro amado rey MacGil y una gran reina, por su propio derecho. Él ha atacado a todos y cada uno de nosotros. Ha tratado de poner una mancha en nuestro honor – ¡pero él sólo se ha manchado a sí mismo!".

"¡SÍ!", gritó la multitud, los hombres agitándose, cada uno sujetando las empuñaduras de sus espadas, con fuego en sus ojos.

"Kendrick", dijo Srog, volviéndose hacia él. "¿Qué propones?".

Kendrick lentamente miró a los ojos de todos los hombres delante de ellos.

"¡ATAQUEMOS!". Kendrick gritó, con fuego en sus venas.

La multitud gritó en aprobación, una multitud cada vez más y más grande, con valentía en sus ojos. Todas y cada una de estas personas, se dio cuenta él, estaban dispuestos a luchar hasta la muerte.

"¡MORIREMOS COMO HOMBRES Y NO COMO PERROS!", gritó Kendrick, otra vez.

¡SÍ!", gritaba la multitud.

"¡LUCHAREMOS POR GWENDOLYN! ¡POR TODAS NUESTRAS MADRES Y HERMANAS Y ESPOSAS!".

"¡SÍ!".

"¡POR GWENDOLYN!", gritó Kendrick.

"¡POR GWENDOLYN!", gritó la multitud.

La multitud rugía en éxtasis, aumentando cada vez más con cada momento que pasaba.

Con un grito final, siguieron a Kendrick y a Srog que iban al mando hacia el estrecho rellano, más y más arriba, hacia la parte alta de Silesia. Había llegado el momento de mostrar a Andrónico de qué estaban hechos Los Plateados.




CAPÍTULO SIETE


Thor estaba parado con Reece, O'Connor, Elden, Conven, Indra y Krohn en la desembocadura del río, todos ellas mirando hacia abajo, al cadáver de Conval. El ambiente en el aire era sombrío. Thor, también lo sentía, el peso de ello en su pecho, tirando de él hacia abajo, mientras miraba a su hermano de la Legión. Conval. Muerto. No parecía posible. Eran seis los que iban en este viaje, hasta donde Thor podía recordar. Nunca había imaginado que terminarían siendo cinco. Le hizo sentir su mortalidad.

Thor pensó en todas las veces que Conval había estado allí para él, recordaba cómo siempre había estado allí, en cada paso de su viaje, desde el primer día en que Thor se había unido a la Legión. Era como un hermano para él. Conval siempre había defendido a Thor, siempre había tenido un buen consejo para él; a diferencia de algunos de los otros, él había aceptado a Thor como amigo desde el principio. Verlo allí muerto – y sobre todo como resultado de los errores de Thor – hizo que Thor sintiera náuseas. Si él nunca hubiera confiado en esos tres hermanos, tal vez Conval estaría vivo ahora.

Thor no podría pensar en Conval sin Conven, dos gemelos idénticos, inseparables, siempre completándose mutuamente los pensamientos. No se imaginaba el dolor que estaba sintiendo Conven. Conven parecía como si ya no estuviera en sus cabales; el feliz y despreocupado Conven, que había conocido una vez, parecía haberse ido de un solo golpe.

Todos estaban parados en el borde del campo de batalla donde había ocurrido, los cadáveres de los soldados del Imperio estaban amontonados alrededor de ellos. Estaban allí parados, arraigados, mirando a Conval, ninguno de ellos dispuesto a seguir adelante, hasta darle un entierro apropiado. Habían encontrado algunas pieles en algunos de los oficiales del Imperio, les habían desnudado y habían envuelto el cadáver de Conval con ellas. Le habían colocado en un pequeño bote, el que habían utilizado para llegar aquí, y su cadáver estaba allí, largo, tieso, mirando al cielo. El entierro de un guerrero. Conval ya se veía congelado, su cuerpo rígido y amoratado, como si nunca hubiese vivido.

Thor no sabía cuánto tiempo habían estado parados allí, cada uno de ellos perdido en sus propias penas, ninguno quería ver que se fuera su cuerpo. Indra puso su mano encima de la cabeza de Conval en pequeños círculos, cantando algo en un idioma que no entendía Thor, con los ojos cerrados. Él se daba cuenta de lo mucho que a ella le importaba él, mientras llevaba a cabo el funeral solemne, y Thor sintió paz con el sonido. Ninguno de los muchachos sabía qué decir, y todos estaban allí sombríamente, silenciosos, dejando a Indra el servicio.

Finalmente, Indra terminó y dio un paso atrás. Conven dio un paso adelantó, las lágrimas corrían por sus mejillas y se arrodilló al lado de su hermano. Él extendió la mano y la puso en la de él, inclinando la cabeza.

Conven extendió la mano y dio un empujón a la embarcación. Se balanceaba hacia las aguas del río, y luego, como si entendieran las mareas, la corriente de repente creció, alejando el barco, lenta y suavemente. Se alejó más y más del grupo; Krohn lloriqueando mientras se iba. De la nada, surgió una niebla, y consumió el barco. Desapareció.

Thor sentía como si también su cuerpo hubiera sido absorbido en el mundo terrenal.

Lentamente, los chicos se miraron unos a otros, y vieron más allá del campo de batalla y a las tierras lejanas detrás de él. Detrás de ellos estaba el submundo del cual vinieron; a un lado estaba una vasta planicie de pasto; y al otro lado había un terreno baldío, un desierto endurecido. Estaban en una encrucijada.

Thor se dirigió a Indra.

"¿Para llegar a Neversink debemos cruzar ese desierto?", preguntó Thor.

Ella asintió.

"¿No hay otra manera?", preguntó él.

Ella meneó la cabeza.

"Hay otras maneras, pero menos directas. Perderían semanas. Si esperan vencer a los ladrones, es la única manera".

Los demás lo miraron largo y tendido, los soles quemando, formando ondas.

"Parece despiadado", dijo Reece, yendo al lado de Thor.

"No conozco a nadie que lo haya cruzado y siga vivo", dijo Indra. "Es enorme, lleno de criaturas hostiles".

"No tenemos suficientes provisiones", dijo O'Connor. "No lo lograríamos".

"Pero es el camino hacia la Espada", dijo Thor.

"Asumiendo que la Espada todavía exista", dijo Elden.

"Si los ladrones han llegado a Neversink", dijo Indra, "entonces su preciosa Espada está perdida para siempre. Arriesgarían su vida por un sueño. Lo mejor que pueden hacer ahora es regresar al Anillo".

"Nosotros no volveremos", dijo Thor, decidido.

"Sobre todo ahora", agregó Conven, avanzando hacia adelante, con sus ojos encendidos de ardor y dolor.

"Encontraremos esa Espada o moriremos en el intento", dijo Reece.

Indra meneó la cabeza y suspiró.

"No esperaba otra respuesta de ustedes, muchachos", dijo ella. "Insensatos hasta el final".


*

Thor caminaba junto a los demás a través del desierto, entrecerrando los ojos hacia el fuerte sol, jadeando por el calor implacable. Pensó que estaría encantado de librarse del inframundo, de su melancolía siempre presente, de ser incapaz de ver los soles. Pero se había ido de un extremo al otro. Aquí, en este desierto, no había nada más que sol: sol amarillo y cielo amarillo, brillando sobre él y ningún lugar a dónde ir. Le dolía la cabeza, y se sentía mareado. Estaba arrastrando los pies y sentía como si hubiera estado caminando una vida; al voltear, vio que los otros estaban igual.

Ellos habían estado caminando medio día, y no sabía cómo podrían continuar con esto. Miró a Indra, sosteniendo su capucha sobre la cabeza y se preguntó si ella había tenido razón. Tal vez habían sido temerarios al intentar esto. Pero él había prometido encontrar la Espada – y ¿qué otra opción tenían?

Al avanzar, sus pies agitaban nubes de polvo, arremolinándose en todas partes, haciendo aún más difícil respirar. En el horizonte no había nada más que lodo secado al sol, todo era plano hasta donde alcanzaba la vista. No había el menor atisbo de estructura o camino o montaña – ni nada. Nada sino el desierto. Thor sentía como si hubieran llegado hasta el final del mundo.

Al avanzar, Thor se consoló con una cosa: por lo menos ahora, por primera vez, sabía a dónde iban. Ya no estaba a merced de escuchar a esos tres hermanos y su estúpido mapa; ahora escuchaban a Indra y él confiaba más en ella, de lo que alguna vez había confiado en ellos. Se sentía seguro de que iban en la dirección correcta – pero no estaba seguro de que sobrevivirían al viaje.

Thor comenzó a oír un ruido silbante sutil, y cuando miró hacia abajo, vio que la arena alrededor de él giraba en círculos. Los demás también lo vieron, y Thor se sintió confundido mientras la arena se reunía lentamente, los círculos eran más intensos en sus pies, luego se levantaban hasta el cielo. Pronto surgió una nube de polvo, levantándose del suelo del desierto, subiendo más y más alto.

Thor sintió que todo su cuerpo se secaba de repente. Sentía como si cada gota de agua fuera jalada de su cuerpo, y él ansiaba tener agua; nunca había tenido tanta sed en su vida.

Extendió la mano con miedo, buscando a tientas su bota de agua y la levantó y la dirigió hacia su boca. Pero al hacerlo, el agua se dio vuelta y se fue hacia arriba, hacia el cielo, nunca llegó a sus labios.

"¿Qué está pasando?" Thor gritó a Indra, jadeando.

Ella miraba al cielo con temor, retirando su capucha.

"¡Es una lluvia inversa!", gritó.

"¿Qué es eso?" Elden gritó, jadeando mientras agarraba su garganta.

"¡Llueve hacia arriba!", gritó ella. "¡Toda la humedad está siendo absorbida hacia el cielo!".

Thor observaba cómo el resto de su agua se disparaba hacia arriba de la bota, y entonces vio cómo la bota crujía y se secaba, cayendo al suelo como papa seca.

Thor cayó de rodillas, agarrando su garganta, apenas podía respirar. Alrededor de él, los otros hicieron lo mismo.

"¡Agua!". Elden suplicó, junto a él.

Hubo un gran estruendo, como el sonido de mil truenos y Thor miró hacia arriba para ver cómo el cielo se oscurecía. Una sola nube de tormenta apareció, corriendo hacia ellos, a una velocidad increíble.

"¡AL SUELO!", gritó Indra. "¡El cielo se está invirtiendo!".

Ella apenas hubo terminado de hablar cuando el cielo se abrió y una pared de agua chorreó hacia abajo, derribando a Thor y a los demás con la fuerza de un maremoto.

Thor se fue rodando una y otra vez en la onda de agua, dando tumbos no supo cuánto tiempo. Finalmente, apareció en el suelo del desierto, la ola rodando delante de ellos. Esto fue seguido por las hojas de la lluvia, y Thor echó la cabeza hacia atrás y bebió y bebió, igual que los demás, hasta que finalmente se sintieron hidratados otra vez.

Poco a poco, cada uno de ellos se puso de pie, jadeando, pareciendo vencidos. Se miraron unos a otros. Habían sobrevivido. Cuando su asombro y miedo desapareció, lentamente estallaron en risas.

"¡Estamos vivos!", gritó O'Connor.

"¿Eso es lo peor que nos puede pasar en este desierto?", preguntó Reece, feliz de estar vivo.

Indra meneó la cabeza, sombríamente.

"Celebras prematuramente", dijo ella, pareciendo muy preocupada. "Después de las lluvias, los animales del desierto salen a beber".

Surgió un ruido espantoso, y Thor miró hacia abajo y vio con horror cómo un ejército de pequeñas criaturas salía de la arena y se apresuraba a ir hacia ellos. Thor comprobó sobre su hombro y vio el lago de agua que las lluvias habían dejado, y se dio cuenta de que estaban en el camino de las criaturas sedientas.

Docenas de criaturas que Thor jamás había visto antes, corrieron hacia ellos. Eran animales enormes, de color amarillo, parecidos a un búfalo, pero el doble de tamaño, con cuatro brazos y cuatro cuernos, corriendo sobre dos patas hacia ellos. Caminaban de forma divertida, de vez en cuando se abalanzaban en cuatro patas, y después saltaban otra vez. Rugían mientras iban hacia ellos; sus vibraciones hacían temblar el suelo.

Thor sacó su espada, como hicieron los demás, dispuestos a defenderse. Cuando el primer animal se acercó, Thor rodó a un lado, quitándose del camino, sin golpearlo, con la esperanza de que sólo pasara corriendo delante de ellos y fuera a buscar el agua.

La criatura bajó su cabeza para sacar a Thor, y falló cuando Thor rodó. Para temor de Thor, no estaba contento – dio la vuelta en círculo, y con rabia, fue directo hacia Thor. Parecía que lo quería muerto, más que querer el agua.

Al volver al ataque, bajando sus cuernos, Thor saltó alto en el aire y giró su espada, cortando uno de sus cuernos conforme corría. El animal chilló, saltando sobre dos patas, y dio la vuelta, cortando a Thor y tirándolo al suelo.

La criatura levantó sus patas e intentó patear a Thor, pero Thor rodó fuera del camino, mientras sus pies dejaban una gran huella en la arena y agitó una nube de polvo. La criatura levantó sus patas de nuevo, y esta vez Thor levantó su espada y la hundió en el pecho de la criatura.

La bestia chilló otra vez, la espada se sumió hasta la empuñadura, y Thor giró por debajo, antes de que se desplomara en el suelo, muerto. Tuvo suerte de hacerlo: el peso lo habría aplastado en la tierra.

Mientras Thor se levantaba, otra bestia fue a atacarlo y él saltó fuera del camino, pero no antes de que su cuerno rozara su brazo, cortándolo, haciéndole gritar de dolor y soltar su espada. Sin espada, Thor extrajo su honda, colocó una piedra y la lanzó a la bestia.

La bestia se tambaleó y gritó, mientras la piedra empalaba su ojo – pero aún así, fue a la carga.

Thor corrió a la izquierda y a la derecha, tratando de quitarse del camino haciendo zigzag – pero la criatura era demasiado rápida. No quedaba otro lugar a dónde correr, y él sabía en en cuestión de segundos, sería embestido. Mientras corría, miró a sus hermanos de La Legión y vio que no les estaba yendo mejor, cada uno huía de una bestia.

La bestia se acercaba, estaba a sólo unos centímetros, con su horrible jadeo y olor en las orejas de Thor, y bajó sus cuernos. Thor se preparó para el impacto.

De repente la bestia gritó, y Thor se volvió para verlo elevarse por lo alto en el aire. Thor miró, desconcertado, sin entender lo que estaba pasando – cuando vio detrás de él, un enorme monstruo verde limón, del tamaño de un dinosaurio, de un centenar de metros de alto, con hileras de afilados dientes. Sostuvo a la bestia en su mandíbula, como si no fuera nada, y se reclinó y se lo metió en el hocico. Lo mantuvo allí, retorciéndose, luego lo masticó y lo tragó en tres enormes mordidas, deglutiendo y lamiendo sus labios.

Alrededor de Thor las criaturas amarillas dieron vuelta y huyeron de la bestia. La bestia salió detrás de ellos, resbalando y azotando su enorme cola mientras avanzaba; la cola atrapó a Thor por detrás e hizo que él y los demás aterrizaran con fuerza sobre el terreno. Pero la bestia continuó yendo a la carga delante de ellos, más interesado en las criaturas amarillas que en ellos.

Thor se volvió y miró a los demás, que estaban allí sentados, anonadados y ellos también lo miraron.

Indra se quedó allí, sacudiendo su cabeza.

"No se preocupen", dijo ella, "se pone mucho peor".




CAPÍTULO OCHO


Kendrick caminó lentamente a través del patio quemado de la parte superior de Silesia; a su lado estaban Srog, Brom, Kolk, Atme, Godfrey y una docena de Los Plateados. Todos marchaban lentamente, deliberadamente, con las manos cruzadas detrás de sus cabezas en señal de rendición.

El pequeño grupo pasó ante los miles de soldados del Imperio que vigilaban, hacia Andrónico que estaba en la puerta de la ciudad. Kendrick sentía todas las miradas sobre ellos al ir pasando; había tensión en el aire. El patio, a pesar de estar ocupado por miles de soldados, estaba lo suficientemente callado para oír caer un alfiler.

Una hora antes, Kendrick había gritado su rendición a Andrónico, y este grupo había ascendido juntos mostrando que no portaban armas, mientras marchaban entre la multitud de soldados del Imperio, en su camino a arrodillarse formalmente ante Andrónico. El corazón de Kendrick latía aceleradamente mientras caminaban, tenía la garganta seca al ver cuántos miles de enemigos hostiles les rodeaban.

Kendrick y los otros habían ensayado un plan, y al acercarse a Andrónico, Kendrick vio de primera mano lo enorme y salvaje que se veía; Kendrick rezó para que su plan funcionara. Si no funcionaba, morirían.

Caminaron, con las espuelas sonando, hasta que finalmente uno de los generales de Andrónico dio un paso adelante; una imponente criatura con el ceño fruncido, y extendió una mano áspera, golpeando a Kendrick en el pecho. Los detuvieron a unos seis metros de distancia de Andrónico, presumiblemente por precaución. Sus soldados eran más sabios de lo que Kendrick había predicho; él había esperado acercarse a Andrónico, pero claramente era algo que no permitirían. El corazón de Kendrick latió más rápido, mientras esperaba que la distancia no pusiera en peligro su plan.

Mientras todos estaban allí parados, en silencio, uno frente al otro, Kendrick aclaró su garganta.

"Hemos venido a rendirnos ante el Gran Andrónico", anunció Kendrick, con su voz estruendosa, tratando de usar su tono más convincente, mientras estaba parado con los otros, sin moverse, mirando hacia arriba, a los ojos de Andrónico.

Andrónico se acercó y tocó las cabezas reducidas de su collar, mirando hacia abajo con algo como un gruñido, o tal vez una sonrisa.

"Aceptamos sus términos", continuó diciendo Kendrick. "Admitimos la derrota".

Andrónico se inclinó hacia adelante, sólo ligeramente, sentado en un enorme banco de piedra y los miró con algo parecido a una sonrisa.

"Yo sé que lo harán", dijo, con su voz estruendosa escuchándose en todo el patio. "¿Dónde está la chica?".

Kendrick estaba preparado para eso.

"Hemos venido como el contingente de oficiales más altos y condecorados", respondió Kendrick. "Vinimos primero, para profesar nuestra rendición ante usted. Cuando hayamos terminado, los otros seguirán, con su permiso".

Kendrick creía que agregar: "con su permiso", era un buen toque, que ayudaría a parecer más plausible. Hace mucho tiempo, había aprendido una gran lección de uno de sus asesores militares: cuando se trata con un comandante narcisista, siempre apelar a su ego. No había límite a los errores que un comandante podría cometer cuando los halagas, cuando has apostado por su grandeza.

Andrónico se reclinó sólo un poco, apenas respondiendo.

"Claro que lo harán", dijo Andrónico. "De lo contrario, ustedes serían muy tontos en aparecer aquí".

Andrónico se quedó allí sentado, mirándolos, como tratando de decidir. Parecía como si presintiera que algo andaba mal. El corazón de Kendrick latió con fuerza.

Finalmente, tras una larga espera, Andrónico pareció tomar una decisión.

"Den un paso adelante y arrodíllense", dijo. "¡Todos ustedes!".

Todos los demás miraron a Kendrick y éste asintió con la cabeza.

Todos dieron un paso hacia adelante y se arrodillaron ante Andrónico.

"Repitan después de mí", dijo el comandante. "Nosotros, representantes de Silesia…"

"Nosotros, representantes de Silesia…"

"Nos rendimos ante el Gran Andrónico…"

"Nos rendimos ante el Gran Andrónico…"

"Y juramos lealtad hacia él, por el resto de nuestros días y más…"

"Y juramos lealtad hacia él, por el resto de nuestros días y más…"

"Y servir como esclavos de él, por el resto de nuestros días".

Para Kendrick era difícil pronunciar las últimas palabras, y tragó saliva, hasta que finalmente repitió palabra por palabra:

"Y servir como esclavos de él, por el resto de nuestros días".

Lo hizo sintiendo náuseas, y su corazón palpitaba en sus oídos. Finalmente, terminó el dolor.

Siguió un silencio tenso, y Andrónico finalmente sonrió.

"Los MacGil son más débiles de lo que pensé", gruñó. "Me dará mucho gusto que sean mis esclavos, y hacer que aprendan las formas del Imperio. Ahora ve por la chica, antes de que cambie de opinión y los mate a todos en el acto".

Kendrick se arrodilló allí, vio su vida pasar ante sus ojos. Sabía que era uno de esos momentos decisivos en su vida. Si todo salía como esperaba, viviría para contar la historia de este día a sus nietos; si no, él estaría, en momentos, tirado aquí como cadáver. Él sabía que las posibilidades estaban en su contra, pero era una oportunidad que tenía que tomar. En nombre de sí mismo; en nombre de los MacGil; y en nombre de Gwendolyn. Era ahora o nunca.

Con un movimiento rápido, Kendrick sacó de su espalda una espada corta oculta bajo su camisa; se detuvo y gritó mientras la lanzaba con todas sus fuerzas.

"¡SILESIOS, ATAQUEN!".

La espada de Kendrick dio giros y fue directamente hacia el pecho de Andrónico. Fue un tiro poderoso, con un tino verdadero, un tiro lo suficientemente audaz para matar a cualquier otro guerrero.

Pero Andrónico no era cualquier guerrero. Kendrick estaba un poco lejos y Andrónico fue demasiado rápido; Andrónico logró agacharse justo antes de caer. Aún así gritó de dolor, mientras la hoja rozaba su brazo, brotando sangre. Luego siguió volando a través del aire y asesinó al general que estaba junto a él, cayendo en su estómago.

Al grito de Kendrick, el caos estalló. Alrededor de él los demás estiraron la mano hacia atrás y sacaron sus espadas ocultas y decapitaron a los soldados de pie en medio de ellos. Brom sacó un puñal de su cinturón, caminó a un lado y lo clavó en la garganta de un soldado que se encontraba cerca. Kolk sacó una honda corta de su cintura, colocó una piedra y la lanzó, golpeando a un soldado que estaba lejos, sosteniendo un arco en la cabeza, justo antes de que pudiera disparar. Godfrey tiró un puñal; su tino no era tan acertado como el de los demás, y la daga falló su objetivo, cayendo en la pierna de un joven soldado.

Alrededor de ellos, estallaron los gritos de los soldados heridos del Imperio; ninguno de ellos esperaba el ataque sorpresa.

Al llamado, en el mismo momento, en todos los lados del patio, los soldados Silesianos emergieron repentinamente del suelo, de las paredes. Llegaron con un gran grito de batalla, apuntando flechas, oscureciendo el aire con ellas. Miles de flechas cruzaron el patio, derribando a los soldados del Imperio por todos lados. Fueron atacados por muchos lados, los soldados no sabían hacia dónde girar; muchos de ellos, en su pánico, terminaron atacándose mutuamente.

Kendrick estaba emocionado de ver que su plan estaba funcionando perfectamente. Srog le había informado de los túneles ocultos conectando la Baja Silesia con la ciudad superior, construidos en el caso de un asedio como último recurso: el elemento sorpresa. Todos los soldados habían esperado pacientemente, en su lugar, esperando la señal de Kendrick.

Miles de ellos surgieron, disparando con tal velocidad y tino, que no dio a los soldados del Imperio tiempo para reaccionar. Kendrick avanzó y entró al combate, arrebatando una espada de un soldado muerto del Imperio, y atacando a los soldados más cercanos a él, acompañado por su amigo Atme y los demás. Los soldados del Imperio, tuvieron pánico en el caos, se dieron vuelta y corrieron en todas direcciones, sin siquiera saber qué camino tomar.

Los silesios fueron ganando la ventaja. Kendrick derribó a una docena de hombres antes de que levantaran un escudo para defenderse. Atme luchó espalda contra espalda con él, como siempre lo había hecho, ocasionando un daño igual. Con cada golpe pensaba en Gwendolyn, pensaba en la venganza.

Los miles de soldados del Imperio estaban tan desconcertados que todos salieron corriendo hacia el conjunto de puertas al patio exterior. La turba se abalanzó contra Andrónico y sus hombres, en estampida, quienes trataron de mantenerse firmes, pero fueron obligados a retroceder, por los muchos soldados. Como si fueran ganado, fueron empujados hacia la puerta lejana, todos tratando desesperadamente de escapar de las flechas, que continuaron cayendo en todas direcciones. Cuando los soldados silesios se quedaron sin flechas, sacaron sus espadas y fueron a la carga, al lado de sus hermanos.

El número de soldados del Imperio era enorme, sin embargo, no eran guerreros bien entrenados – la mayoría de ellos eran sólo cuerpos, pueblos esclavizados al servicio de Andrónico. Por otro lado, los silesios eran pocos en número, sin embargo, todos y cada uno de ellos era un guerrero con clase, endurecido, bien entrenado; cada uno valía el peso de diez hombres del Imperio. También tenían el elemento sorpresa – y sobre todo, tenían fuego en las venas. Sus espaldas contra la pared. Ganas de vivir. La urgencia de proteger a sus seres queridos. Furia por lo de Gwendolyn. Después de todo, ésta era su ciudad. Y ellos sabían que si no ganaban, sería su muerte.

Docenas de silesios sonaban los cuernos, el ruido era aterrador, sonaba como un ejército sin límite, y cada vez más de ellos emergían de los túneles. Todos iban a la carga como si sus vidas dependieran de ello, miles de ellos enfrentando a los miles de soldados del Imperio.

La lucha fue feroz, la sangre cubría el patio, mientras chocaba espada contra espada y daga contra daga, mientras los hombres luchaban y se miraban unos a otros, combatiendo mano a mano y matándose frente a frente. Rápidamente, la marea giró en dirección a los silesios.

Otro cuerno sonó, y de las puertas inferiores salieron los soldados de La Legión, cientos de ellos fuertes, con un feroz grito de batalla. Levantaron las hondas y flechas y lanzas y espadas y fueron a la carga hacia el combate, matando a los soldados del Imperio que quedaban, a diestra y siniestra ayudando a cambiar el rumbo. Los guerreros de La Legión ya estaban endurecidos, incluso a una edad temprana, y mientras corrían, todos gritaban por Gwendolyn y Thor.

La Legión hizo tanto daño como los demás al unir sus fuerzas a la perfección, empujando al Imperio más y más lejos para ir hacia la puerta exterior. Pronto el curso de la batalla giró a su favor, mientras los cadáveres del Imperio caían en todas direcciones, y los que quedaban entraban en pánico y huían. Un millón de soldados del Imperio esperaba más allá de las puertas – pero había un cuello de botella de soldados huyendo, y los otros no podían entrar.





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En UNA CARGA DE VALOR (A CHARGE OF VALOR) – [Libro #6 de El Anillo del Hechicoero – The Sorcere’s Ring], Thor continúa en su búsqueda, en lo más profundo del Imperio, para recuperar la Espada del Destino robada, y salvar el Anillo. Mientras él y sus amigos tienen una tragedia inesperada y pierden a un miembro de su muy unido grupo, Thor y sus amigos restantes se hacen más unidos que nunca, aprendiendo que deben enfrentar y superar juntos las adversidades. Su viaje les lleva a terrenos nuevos y exóticos, incluyendo los desolados Campos de Sal, el Gran Túnel y las Montañas de Fuego, mientras se enfrentan a una gran cantidad de monstruos inesperados en cada momento. Las habilidades de Thor se profundizan cuando pasa por un entrenamiento todavía más avanzado, y necesitará recurrir a poderes mayores de los que ha usado en su vida, para sobrevivir. Finalmente descubren a dónde se han llevado la Espada, y se dan cuenta de que, para recuperarla, tendrán que adentrarse en el lugar más temido del Imperio: la Tierra de los Dragones. De regreso a el Anillo, Gwendolyn se recupera lentamente y sufre una profunda depresión, después de su ataque. Kendrick y los demás prometen luchar por su honor, a pesar de las pocas probabilidades. A continuación, sigue una de las más grandes batallas en la historia del Anillo, mientras luchan por liberar a Silesia y vencer a Andrónico. Mientras tanto, Godfrey se encuentra disfrazado detrás de las líneas enemigas y comienza a estar en su campo, aprendiendo lo que significa ser un guerrero, en una forma única. Gareth se las arregla para sobrevivir, utilizando toda su astucia para evitar la captura por Andrónico, mientras Erec lucha por su vida para salvar a Savaria de la invasión que se aproxima, por Andrónico – y para salvar a su amor, Alistair. Argon paga un valioso costo por hacer lo prohibido: entrometerse en los asuntos de los humanos. Y Gwendolyn debe decidir si renuncia a la vida, o sigue la vida aislada de una monja en la antigua Torre del Refugio. Pero no antes, en un giro sorprendente, Thor finalmente se entera de quién es su verdadero padre. ¿Sobrevivirán Thor y los demás a la búsqueda? ¿Recuperarán la Espada del Destino? ¿Sobrevivirá el Anillo a la invasión de Andrónico? ¿Qué será de Gwendolyn, Kendrick y Erec? ¿Y quién es el verdadero padre de Thor? Con su sofisticada construcción del mundo y caracterización, UNA CARGA DE VALOR (A CHARGE OF VALOR) es un relato épico de amigos y amantes, de rivales y pretendientes, de caballeros y dragones, de intrigas y maquinaciones políticas, de llegar a la mayoría de edad, de corazones rotos, de decepción, ambición y traición. Es una historia de honor y valor, de suerte y destino, de hechicería. Es una fantasía que nos lleva a un mundo que nunca olvidaremos, y que gustará a personas todas las edades y géneros. Son 70. 000 palabras.

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