Книга - Un Grito De Honor

a
A

Un Grito De Honor
Morgan Rice


El Anillo del Hechicero #4
En UN GRITO DE HONOR (A CRY OF HONOR) – Libro #4 de El Anillo del Hechicero – (The Sorcerers Ring), Thor ha regresado de Los Cien como un guerrero endurecido, y ahora debe aprender lo que significa la batalla por su patria, combatir por la vida y la muerte. Los McCloud han invadido el territorio de los MacGil – más adentro que nunca en la historia del Anillo – y mientras Thor cabalga hacia una emboscada, caerá sobre su cabeza repeler el ataque y salvar la Corte del Rey. Godfrey ha sido envenenado por su hermano con un veneno muy potente y raro, y su destino está en manos de Gwendolyn, mientras ella hace todo lo que puede para salvar a su hermano de la muerte. Gareth ha caído más profundamente en un estado de paranoia y descontento, contratando a su propia tribu de salvajes como una fuerza de lucha personal y dándoles el Salón de los Plateados – desbancando a Los Plateados y causando una ruptura en la Corte del Rey que amenaza con estallar en una guerra civil. Él también planea hacer que el feroz Nevarun se lleve a Gwendolyn, vendiéndola su en matrimonio sin su consentimiento. Las amistades de Thor se profundizan, mientras viajan por nuevos lugares, se enfrentan a monstruos inesperados y lucha cn una batalla inimaginable. Thor viaja a su ciudad natal y, en un épico enfrentamiento con su padre, se entera de un gran secreto de su pasado, de quién es, de quién es su madre – y de su destino.





Morgan Rice

UN GRITO DE HONOR Libro #4 de El Anillo del Hechicero




Acerca de Morgan Rice

Morgan Rice es la escritora del bestseller #1: DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS), una saga que comprende once libros (y siguen llegando); la saga del bestseller #1: TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA (THE SURVIVAL TRILOGY), thriller pos apocalíptico que comprende dos libros (y siguen llegando); y la saga de fantasía épica, bestseller #1: EL ANILLO DEL HECHICERO, que comprende trece libros (y contando).

Los libros de Morgan están disponibles en audio y edición impresa, y la traducción de los libros está disponible en alemán, francés, italiano, español, portugués, japonés, chino, sueco, holandés, turco, húngaro, checo y eslovaco (próximamente en otros idiomas).

A Morgan le encantaría tener comunicación con usted, así que visite www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com/) para unirse a la lista de correo electrónico, recibir un libro gratuito, recibir regalos gratuitos, descargar una aplicación gratuita, obtener las últimas noticias exclusivas, conectarse a Facebook y Twitter, y ¡mantenerse en contacto!



Algunas Opiniones Acerca de las Obras de Morgan Rice

“EL ANILLO DEL HECHICERO (THE SOURCERER’S RING) tiene todos los ingredientes para ser un éxito inmediato: tramas, tramas secundarias, misterio, caballeros aguerridos y relaciones que florecen, llenos de corazones heridos, decepciones y traiciones. Lo mantendrá entretenido durante horas y satisfará a las personas de cualquier edad.   Recomendado para la biblioteca habitual de todos los lectores de fantasía”.

–-Books and Movie Reviews, Roberto Mattos



“Rice hace un gran trabajo para captar su atención desde el principio, al utilizar una gran calidad descriptiva que va más allá de la simple descripción de la ambientación… Bien escrito y sumamente rápido de leer”.

–-Black Lagoon Reviews (acerca de Turned)



“Es una historia ideal para lectores jóvenes. Morgan Rice hizo un buen trabajo dando un giro interesante… Innovador y singular. La saga se centra alrededor de una chica… ¡una chica extraordinaria!  Es fácil de leer, pero con un ritmo sumamente rápido…  Clasificación PG (Guía Paternal)”.

–-The Romance Reviews (acerca de Turned)



“Me llamó la atención desde el principio y no dejé de leerlo… Esta historia es una aventura increíble, de ritmo rápido y llena de acción desde su inicio.   No hay un momento aburrido”.

–-Paranormal Romance Guild (con respecto a Turned)



“Lleno de acción, romance, aventura y suspenso.   Ponga sus manos en él y vuelva a enamorarse”.

–-vampirebooksite.com (con respecto a Turned)



“Tiene una trama estupenda y este libro en particular, le costará dejar de leer en la noche.  El final en suspenso es tan espectacular, que inmediatamente querrá comprar el siguiente libro, solamente para ver qué sigue”.

–-The Dallas Examiner (referente a Loved)



“Es un libro equiparable a TWILIGHT y DIARIO DE UN VAMPIRO (VAMPIRE DIARIES), y hará que quiera seguir leyendo ¡hasta la última página!  Si le gusta la aventura, el amor y los vampiros, ¡este libro es para usted!”.

–-Vampirebooksite.com (con respecto a Turned)



“Morgan Rice se demuestra a sí misma una vez más que es una narradora de gran talento… Esto atraerá a una gran audiencia, incluyendo a los aficionados más jóvenes, del género de los vampiros y de la fantasía.   El final de suspenso inesperado lo dejará estupefacto”.

–-Reseñas de The Romance Reviews (con respecto a Loved)



"Una fantasía animada que entreteje elementos de misterio e intriga en la historia. La Senda de los Héroes trata acerca del valor y sobre la realización de un propósito de vida que conduce al crecimiento, la madurez y la excelencia… Para los que buscan aventuras de ficción sustanciosa, los protagonistas, los mecanismos y la acción proporcionan un conjunto vigoroso de encuentros que se centran en la evolución de Thor de ser un niño soñador a un adulto joven que enfrenta a situaciones imposibles para sobrevivir… Es sólo el comienzo de lo que promete ser una saga épica para adultos jóvenes".

– Midwest Book Review (D. Donovan, eBook Reviewer)



Libros de Morgan Rice




EL ANILLO DEL HECHICERO (THE SORCERER’S RING)


LA SENDA DE LOS HÉROES (A QUEST OF HEROES) – (Libro #1)


LA MARCHA DE LOS REYES (A MARCH OF KINGS) – (Libro #2)


EL DESTINO DE LOS DRAGONES (A FATE OF DRAGONS) (Libro #3)


EL GRITO DE HONOR (A CRY OF HONOR) (Libro #4)


UNA PROMESA DE GLORIA (A VOW OF GLORY) (Libro #5)


UN DEBER DE VALOR (A CHARGE OF VALOR)  (Libro #6)


UN GRITO DE ESPADAS (A RITE OF SWORDS) (Libro #7)


UNA SUBVENCIÓN DE ARMAS (A GRANT OF ARMS)  (Libro #8)


UN CIELO DE HECHIZOS (A SKY OF SPELLS)  (Libro #9)


UN MAR DE ESCUDOS (A SEA OF SHIELDS) (Libro #10)


UN REINADO DE HIERRO (A REIGN OF STEEL) (Libro #11)


UNA TIERRA DE FUEGO (A LAND OF FIRE) –  (Libro #12)


EL DECRETO DE LAS REINAS (A RULE OF QUEENS) –  (Libro #13)




LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA (THE SURVIVAL TRILOGY)


ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (SLAVERSUNNERS) –  (Libro #1)


ARENA DOS (ARENA TWO) – (Libro #2)




DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS)


TRANSFORMACIÓN (TURNED) (Libro #1)


AMORES (LOVED)  (Libro #2)


TRAICIÓN (BETRAYED) – (Libro #3)


DESTINADO (DESTINED) (Libro #4)


DESEO (DESIRED) (Libro #5)


PROMETIDO (BETROTHED) (Libro #6)


PROMESA (VOWED) (Libro #7)


ENCUENTRO (FOUND) (Libro #8)


RESURRECCIÓN (RESURRECTED) (Libro #9)


ANSIAS (CRAVED) (Libro #10)


DESTINO (FATED) (Libro #11)












Escuche (http://www.amazon.es/s/ref=nb_sb_noss_1?__mk_es_ES=%C3%85M%C3%85%C5%BD%C3%95%C3%91&url=search-alias=aps&field-keywords=morgan%20rice&sprefix=morga,aps&rh=i:aps,k:morgan%20rice)la saga de “EL ANILLO DEL HECHICERO) THE SORCERER’S RING en formato de ¡audio libro!




Ya disponible en:




Amazon (http://www.amazon.es/s/ref=nb_sb_noss_1?__mk_es_ES=%C3%85M%C3%85%C5%BD%C3%95%C3%91&url=search-alias=aps&field-keywords=morgan%20rice&sprefix=morga,aps&rh=i:aps,k:morgan%20rice)


Audible (http://www.audible.com/pd/Sci-Fi-Fantasy/A-Quest-of-Heroes-Audiobook/B00F9DZV3Y/ref=sr_1_3?qid=1379619215&sr=1-3)


iTunes (https://itunes.apple.com/us/audiobook/quest-heroes-book-1-in-sorcerers/id710447409)


Derechos Reservados © 2013 por Morgan Rice

Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU. de 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno, ni almacenada en una base de datos o sistema de recuperación de información, sin la autorización previa de la autora.

Este libro electrónico está disponible solamente para su disfrute personal.  Este libro electrónico no puede ser revendido ni regalado a otras personas.  Si desea compartir este libro con otra persona, tiene que adquirir un ejemplar adicional para cada beneficiario. Si está leyendo este libro y no lo ha comprado, o no lo compró solamente para su uso, por favor devuélvalo y adquiera su propio ejemplar.  Gracias por respetar el trabajo de esta escritora.

Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son producto de la imaginación de la autora o se utilizan de manera ficticia.  Cualquier semejanza con personas reales, vivas o muertas, es solo coincidencia.

Imagen de la cubierta Derechos Reservados, RazoomGame, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com.


"No temáis a la grandeza:
algunos nacen grandes,
algunos alcanzan la grandeza,
y a algunos les es impuesta la grandeza”.

    —William Shakespeare
    Noche de Reyes






CAPÍTULO UNO


Luanda fue a la carga en el campo de batalla, evitando por poco a un caballo a galope, mientras se dirigía hacia la pequeña vivienda donde estaba el rey McCloud. Ella puso la fría lanza de hierro en su mano, temblando, mientras atravesaba las polvorientas tierras de esta ciudad que una vez conoció, esta ciudad de su gente. Todos estos meses ella había sido obligada a presenciar cómo eran masacrados – y ya había tenido suficiente. Algo en su interior la hizo reaccionar. Ya no le importaba si iba contra todo el ejército McCloud – haría todo lo que estuviera en sus manos para detenerlo.

Luanda sabía que lo que iba a hacer era una locura, que estaba tomando su vida en sus manos, y que era probable que McCloud la matara. Pero alejó esos pensamientos de su mente mientras corría. Había llegado el momento de hacer lo correcto, costara lo que costara.

En el campo de batalla lleno de gente, en medio de los soldados, ella vio a McCloud a lo lejos, llevando a esa pobre chica gritando hacia una vivienda abandonada—una pequeña casa de barro. Él cerró la puerta de golpe, detrás de ellos, levantando una nube de polvo.

"¡Luanda!", se escuchó un grito.

Ella se volvió y vio a Bronson, tal vez nueve metros detrás, persiguiéndola. Su avance fue interrumpido por la incesante oleada de caballos y soldados, que lo obligó a parar varias veces.

Ahora era su gran oportunidad. Si Bronson la alcanzaba, él podría impedirle avanzar.

Luanda duplicó su velocidad, empuñando la lanza y tratando de no pensar en la locura que era todo esto, en las pocas posibilidades que tenía. Si ejércitos completos no podían contra McCloud, si sus generales, su propio hijo, temblaban ante él, ¿qué oportunidad podría tener ella?

Por otra parte, Luanda nunca había matado a un hombre, mucho menos a un hombre de la estatura de McCloud. ¿Se paralizaría llegado el momento? ¿Podría realmente acecharlo? ¿Él era insensible, como le había advertido Bronson?

Luanda se sintió implícita en el derramamiento de sangre de este ejército, en la ruina de su propia tierra. En retrospectiva, lamentaba haber aceptado casarse con McCloud, a pesar de su amor por Bronson. Ella había aprendido que los McCloud eran gente salvaje, imposible de corregir. Los MacGil habían sido afortunados al estar separados por las Tierras Altas, de eso se daba cuenta ella ahora, y de que ellos se habían quedado en su lado del Anillo. Ella había sido ingenua, había sido tan tonta en suponer que los McCloud no eran tan malos como le habían hecho creer. Ella pensó que podría cambiarlos, que al tener la oportunidad de ser una princesa McCloud—y algún día reina—valdría la pena, fuera cual fuera el riesgo.

Pero ahora sabía que estaba equivocada. Daría todo—renunciaría a su título, a sus riquezas, a su fama, todo ello – por no haber conocido nunca a los McCloud, por estar de vuelta en la seguridad, con su familia, en su lado del Anillo. Estaba enojada con su padre por haber arreglado ese matrimonio; ella era joven e ingenua, pero él debió haberlo sabido. ¿Era tan importante para él la política como para sacrificar a su propia hija? También estaba enojada con él, por morir, por haberla dejado sola con todo esto.

Luanda había aprendido a la mala, en estos últimos meses, a depender de sí misma, y ahora era su oportunidad de hacer las cosas bien.

Temblaba cuando llegó a la pequeña casa de barro, con su puerta oscura, de roble, que estaba bien cerrada. Giró y miró a ambos lados, esperando que los hombres de McCloud se le echaran encima, pero para su alivio, estaban todos muy preocupados con los estragos que estaban causando, para darse cuenta.

Levantó la estaca que tenía en la mano y sujetó el picaporte, girándolo con toda la delicadeza que pudo, rogando no alertar a McCloud.

Entró. Estaba oscuro, y sus ojos se ajustaron lentamente a la luz áspera del sol de la ciudad blanca; también estaba más fresco aquí, y cuando ella caminó a través del umbral de la pequeña casa, lo primero que escuchó fueron los gemidos y gritos de la chica. Mientras sus ojos se ajustaban, ella echó un vistazo a la pequeña casa y vio a McCloud, desnudo de la cintura para abajo, en el piso; la chica estaba desnuda, luchando debajo de él. La chica lloró y gritó, con los ojos hinchados, mientras McCloud estiraba la mano y tapaba su boca con la carnosa palma de su mano.

Luanda apenas podía creer que esto era real, que realmente estaba pasando por esto. Ella dio un paso vacilante hacia adelante, con las manos temblorosas, sus rodillas débiles y rezó para tener la fuerza para llevarlo a cabo. Ella agarró la lanza de hierro como si se tratara de su vida.

Por favor, Dios, déjame matar a este hombre.

Ella escuchó los gruñidos y gemidos de McCloud, como un animal salvaje, habiendo tenido suficiente. Fue implacable. Los gritos de la chica parecían amplificarse con cada uno de los movimientos de él.

Luanda dio un paso, luego otro, hasta quedar a pocos centímetros de distancia. Ella miró hacia abajo a McCloud, estudió su cuerpo, tratando de decidir el mejor lugar para atacar. Por suerte, se había quitado su cota de malla y llevaba sólo una camisa delgada, de paño, ahora empapada en sudor. Podía olerlo desde aquí, y ella retrocedió. Quitar su armadura fue un movimiento descuidado de su parte, y ése sería, Luanda decidió, su último error. Ella levantaría el pico por lo alto, con ambas manos y lo sumiría en su espalda expuesta.

Mientras los gemidos de McCloud alcanzaban su apogeo, Luanda levantó la lanza por lo alto. Pensaba en cómo cambiaría su vida después de este momento, cómo, en cuestión de segundos, nada volvería a ser igual. El reino de McCloud sería libre de su rey tirano; su gente se libraría de más destrucción. Su nuevo marido se levantaría y tomaría su lugar, y finalmente, todo estaría bien.

Luanda se quedó ahí paralizada, con miedo. Ella tembló. Si ella no actuaba ahora, nunca lo haría.

Contuvo la respiración, dio un último paso adelante, sostuvo el pico por lo alto con ambas manos y de repente cayó de rodillas, sumiéndolo con todas sus fuerzas, preparándose para hundirlo en su espalda.

Pero sucedió algo que ella no esperaba, y todo ocurrió de manera borrosa, demasiado rápido para que reaccionara: en el último segundo, McCloud se quitó del camino. Para un hombre de su corpulencia, él era mucho más rápido de lo que ella podía imaginar. Rodó hacia un lado, dejando expuesta a la chica que estaba debajo de él. Era demasiado tarde para que Luanda parara.

El pico de hierro continuó sumiéndose, para horror de Luanda, hasta el fondo – en el pecho de la chica.

La chica se sentó recta, chillando, y Luanda estaba mortificada al sentir el pico perforando su carne, profundamente, varios centímetros, en todo su corazón. Brotó sangre de su boca y miró a Luanda, aterrada, traicionada.

Finalmente, yacía boca abajo, muerta.

Luanda se arrodilló, entumecida, traumatizada, apenas entendiendo lo que había pasado. Antes de que ella pudiera| procesar todo, antes de que ella pudiera darse cuenta de que McCloud estaba a salvo, sintió un golpe punzante en un costado de su cara y sintió que caía al suelo.

Mientras se elevaba por el aire, estaba vagamente consciente de que McCloud acababa de golpearla, de darle un tremendo golpe que la había mandado a volar, había, sin duda, anticipado cada movimiento desde que ella había entrado en la habitación. Él había fingido ignorancia. Había esperado el momento indicado, el momento perfecto para no sólo esquivar el golpe de ella, sino para hacer que matara a esa pobre chica y al mismo tiempo, hacerla sentir culpable por ello.

Antes de que su mundo se desvaneciera, Luanda alcanzó a ver la cara de McCloud. Él estaba sonriendo, con la boca abierta, jadeando, como una bestia salvaje. Lo último que escuchó, antes de que su bota gigante se levantara y bajara hacia su cara, fue su voz gutural, desbordándose como un animal:

"Me hiciste un favor", dijo él. "Ya había terminado con ella, de todos modos".




CAPÍTULO DOS


Gwendolyn corría por las callejuelas retorcidas de la peor parte de la Corte del Rey, con lágrimas cayendo por sus mejillas, mientras huía del castillo, tratando de estar lo más lejos posible de Gareth. Su corazón todavía estaba acelerado desde su enfrentamiento, desde que vio a Firth colgando, desde que escuchó las amenazas de Gareth. Desesperadamente intentó extraer la verdad de sus mentiras. Pero en la mente enferma de Gareth, la verdad y las mentiras estaban mezcladas, y era difícil saber lo que era real. ¿Había estado tratando de asustarla? ¿O todo lo que había dicho era verdad?

Gwendolyn había visto colgando el cuerpo de Firth con sus propios ojos, y eso le decía que tal vez, ahora, todo eso era cierto. Tal vez Godfrey, en efecto, había sido envenenado; tal vez ella había sido vendida en matrimonio a los salvajes de los Nevaruns, y quizás Thor estaba ahora yendo a una emboscada. Pensar en eso la hacía estremecerse.

Se sentía impotente mientras corría. Tenía que hacer lo correcto. Ella no podía ir corriendo a alcanzar a Thor, pero sí podía correr hasta donde estaba Godfrey y ver si había sido envenenado, y si aún vivía.

Gwendolyn corrió hacia lo más profundo de la parte sórdida de la ciudad, sorprendida al encontrarse aquí otra vez, dos veces en la misma cantidad de días, en esta parte asquerosa de la Corte del Rey, a la que ella había prometido nunca regresar. Si realmente Godfrey había sido envenenado, sabía que eso habría sucedido en la taberna. ¿Dónde más? Ella estaba enojada con él por regresar, por bajar su guardia, por ser tan descuidado. Pero más que nada, ella temía por él. Se dio cuenta de cuánto había llegado a preocuparse por su hermano en estos últimos días, y la idea de perderlo a él también, especialmente después de quedarse sin su padre, le dejó un agujero en su corazón. También se sentía de algún modo responsable.

Gwen sintió un verdadero temor mientras corría por las calles y no por los borrachos y sinvergüenzas alrededor de ella; sino porque le temía a su hermano, Gareth. Se había visto demoníaco en su última reunión, y ella no conseguía olvidar la imagen de su rostro, de sus ojos, de su mente – tan negra, tan desalmada. Parecía poseído. Que él estuviera sentado en el trono de su padre, hacía la imagen más surrealista. Ella temía su venganza. Tal vez él, de hecho, tramaba casarla, algo que ella nunca permitiría; o tal vez sólo quería hacerle bajar la guardia, y realmente estaba planeando asesinarla. Gwen miró a su alrededor, y mientras corría, cada rostro parecía hostil, forastero. Todos parecían ser una amenaza potencial, enviada por Gareth para acabar con ella. Se estaba volviendo paranoica.

Gwen dio vuelta a la esquina y chocó hombros con un viejo borracho – que la desequilibró – y ella saltó y gritó involuntariamente. Ella estaba nerviosa. Le tomó un momento darse cuenta de que era sólo un transeúnte, no uno de los secuaces de Gareth; ella se volvió y lo vio tropezar, sin voltear hacia atrás para disculparse. La indignidad de esta parte de la ciudad era más de lo que ella podía soportar. Si no fuera por Godfrey, nunca se habría acercado a ese lugar, y lo odiaba por hacerla llegar a esto. ¿Por qué simplemente no podía quedarse fuera de las tabernas?

Gwen dio vuelta a otra esquina y allí estaba: La taberna favorita de Godfrey, una porquería de establecimiento, sentado allí torcido, con la puerta abierta, con los borrachos saliendo de él, como hacían perpetuamente. Ella no perdió el tiempo y entró rápidamente por la puerta abierta.

Le tomó a sus ojos un momento ajustarse a la luz oscura;  apestaba a cerveza rancia y olor corporal; mientras entraba, el lugar se quedó en silencio. La docena de hombres que había adentro se dio vuelta y la miraron, sorprendidos. Ahí estaba, un miembro de la familia real, vestida de gala, entrando en ese lugar, que probablemente no había sido limpiado en años.

Se acercó a un hombre alto, con una gran barriga, a quien reconoció como Akorth, uno de los compañeros de parranda de Godfrey.

"¿Dónde está mi hermano?", preguntó ella, demandante.

Akorth, generalmente de muy buen humor, generalmente listo para dar rienda suelta a una broma de mal gusto con la que él mismo estaba muy satisfecho, la sorprendió: simplemente negó con la cabeza.

"No está bien, mi lady", dijo, sombrío.

"¿Qué quieres decir?", insistió ella, con su corazón latiendo aceleradamente.

"Tomó una mala cerveza", dijo un hombre alto, delgado, a quien ella reconoció como Fulton, otro compañero de Godfrey. "Enfermó ayer por la noche. No se ha levantado".

"¿Está vivo?", le preguntó, frenética, agarrando la muñeca de Akorth.

"Escasamente", respondió, mirando hacia abajo. "La ha pasado mal. Dejó de hablar hace una hora".

"¿Dónde está?", insistió ella.

"En la parte trasera, señora", dijo el tabernero, inclinándose sobre la barra, mientras limpiaba una jarra, con una mirada triste. "Y será mejor que tenga un plan para lidiar con él. No conservaré un cadáver en mi establecimiento".

Gwen, abrumada, se sorprendió al sacar una pequeña daga, inclinándose hacia adelante y manteniendo la punta en la garganta del tabernero.

Él tragó saliva, mirando hacia atrás, sorprendido, mientras el lugar quedaba totalmente en silencio.

"En primer lugar", dijo ella, "este lugar no es un establecimiento – es una porquería de abrevadero y lo haré derribar por la guardia real si me hablas de esa forma otra vez. Puedes comenzar por llamarme mi lady".

Gwen se sentía fuera de sí misma y le sorprendió la fuerza que la superaba; no tenía idea de dónde venía.

El tabernero tragó saliva.

"Mi lady", repitió.

Gwen mantuvo estable la daga.

"En segundo lugar, mi hermano no morirá – y ciertamente no en este lugar. Su cadáver haría que tu establecimiento tenga más honor que cualquier ser viviente que haya pasado por aquí. Y si muere, puedes estar seguro de que la culpa caerá sobre ti".

"¡Pero yo no hice nada malo, mi lady!", dijo defendiéndose. "¡Era la misma cerveza que le serví a todos los demás!".

"Alguien debe haberla envenenado", añadió Akorth.

"Pudo haber sido cualquiera", dijo Fulton.

Gwen bajó lentamente su daga.

"Llévenme con él. ¡Ahora!", ordenó.

El tabernero bajó la cabeza con humildad esta vez, se volvió y se apresuró a ir a la puerta lateral detrás de la barra. Gwen le siguió muy de cerca; Akorth y Fulton también se unieron.

Gwen entró en la pequeña habitación detrás de la taberna y escuchó un jadeo, mientras veía a su hermano, Godfrey, tirado en el piso, en posición supina. Estaba más pálido que nunca. Parecía estar a un paso de la muerte. Todo era verdad.

Gwen se apresuró a su lado, agarró su mano y sintió lo fría y húmeda que estaba. Él no respondió, su cabeza estaba en el suelo, sin afeitar, con el cabello grasoso, sujetando su frente. Pero ella sentía su pulso, y aunque estaba débil, estaba allí; también veía cómo se levantaba su pecho con cada respiración. Él estaba vivo.

Ella sintió una repentina furia dentro de ella.

"¿Cómo pudieron dejarlo aquí, así?", dijo ella a gritos, dirigiéndose al tabernero. "¿A mi hermano, miembro de la familia real, lo dejaron solo como un perro, en el suelo, mientras se está muriendo?".

El tabernero tragó saliva, se veía nervioso.

"¿Y qué iba a hacer, mi lady?", preguntó él, sonando inseguro. "Esto no es un hospital. Todos decían que básicamente estaba muerto y…"

"¡No está muerto!", gritó ella. "Y ustedes dos", dijo ella, volteando a ver a Akorth y Fulton, "¿qué clase de amigos son? ¿Él los habría dejado así?".

Akorth y Fulton intercambiaron una mirada sumisa.

"Perdóneme", dijo Akorth. "El doctor vino anoche y lo miró y dijo que se estaba muriendo, y que lo único que quedaba era esperar a que muriera con el tiempo. No creí que se podría hacer algo".

"Nos quedamos con él la mayor parte de la noche, mi lady", añadió Fulton, "estuvimos a su lado. Solo tomamos un breve descanso, bebimos un trago para superar nuestras penas, y luego usted entró y…"

Gwen levantó la mano y con rabia derribó sus jarras de cerveza de sus manos, lanzándolas al suelo, y el líquido se derramó por todas partes. Ambos la miraron, sorprendidos.

"Que cada uno de ustedes sujete un extremo de él", ordenó ella con frialdad, de pie, sintiendo que una nueva fuerza surgía dentro de ella. "Lo sacarán de este lugar. Me seguirán por la Corte del Rey hasta que lleguemos con la curandera real. Mi hermano tendrá la oportunidad de una verdadera recuperación, y no morirá en base a la proclama de un doctor lerdo.

"Y tú", agregó, dirigiéndose otra vez al tabernero. Si mi hermano sobrevive, y si alguna vez regresa a este lugar y le sirves un trago, me ocuparé personalmente de que seas arrojado a la mazmorra y que nunca salgas".

El tabernero cambió de lugar y bajó la cabeza.

"¡Andando!", gritó ella.

Akorth y Fulton se estremecieron y entraron en acción. Gwen salió rápidamente del salón, con ellos dos justo detrás de ella, cargando a su hermano, siguiéndola fuera de la taberna hacia la luz del día.

Empezaron a bajar rápidamente por las atestadas calles de la parte posterior de la Corte del Rey, hacia el curandero y Gwen sólo rezaba para que no fuera demasiado tarde.




CAPÍTULO TRES


Thor galopaba por el terreno polvoriento de los confines de la Corte del Rey, con Reece, O'Connor, Elden y los gemelos junto a él; Krohn corriendo a su lado; Kendrick, Kolk, Brom y docenas de La Legión y de los Plateados montando a caballo con ellos; eran un gran ejército que iba a encontrarse con los McCloud. Cabalgaban al unísono, preparándose para liberar la ciudad, y el sonido de los cascos de los caballos era ensordecedor, retumbando como un trueno. Habían cabalgado todo el día, y el segundo sol ya estaba en el cielo desde hacía mucho tiempo. Thor apenas podía creer que estaba montado con estos grandes guerreros, en su primera misión militar real. Sentía que lo habían aceptado como uno de los suyos. De hecho, toda La Legión había sido llamada como reserva, y sus hermanos de armas montaban a su alrededor. Los miembros de La Legión fueron empequeñecidos por los miles de miembros del ejército del rey, y Thor, por primera vez en su vida, sentía que era parte de algo mayor que él.

Thor también sentía que tenía un propósito. Se sintió necesitado. Sus conciudadanos estaban sitiados por los McCloud, y su ejército debía liberarlos para salvar a su pueblo de un destino horrible. La importancia de lo que estaban haciendo pesaba sobre él como un ser viviente – eso lo hacía sentir vivo.

Thor se sentía seguro en presencia de todos estos hombres, pero también sentía preocupación: ese era un ejército de hombres de verdad, pero eso también significaba que estaban a punto de enfrentarse a un ejército real. Guerreros reales, sin sentimientos. Esta vez era cosa de vida o muerte y había mucho más en juego de lo que alguna vez había encontrado. Mientras cabalgaba, se inclinó instintivamente y se sintió tranquilizado por la presencia de su honda de confianza y su nueva espada. Se preguntaba si al final del día sería manchada con sangre. O si él mismo saldría herido.

Su ejército de repente lanzó un gran grito, más fuerte incluso que el ruido de los cascos de los caballos, al llegar a una curva y en el horizonte vieron por primera vez, la ciudad sitiada. El humo negro se elevaba en grandes nubes, y el ejército de MacGil pateaba sus caballos, ganando velocidad. Thor, también pateó su caballo con más fuerza, tratando de alcanzar a los demás, mientras sacaban sus espadas, levantaban sus armas y se dirigían a la ciudad, con intenciones letales.

El enorme ejército se dividió en pequeños grupos y en el grupo de Thor había diez soldados, miembros de La Legión, sus amigos, y algunos otros que no conocía. A la cabeza iba uno de los comandantes de mayor rango del ejército del rey, un soldado a quienes los demás llamaban Forg; un hombre alto y delgado, enjuto, cacarizo, de cabello canoso al rape, y ojos oscuros, huecos. El ejército se dividió en pequeños grupos y bifurcaron en todas direcciones.

"Este grupo, ¡síganme!", ordenó, gesticulando con su personal para que Thor y los otros se desviaran y lo siguieran.

El grupo de Thor siguió las órdenes y quedó detrás de Forg, desviándose lo más lejos del ejército principal. Thor miró hacia atrás y notó que su grupo se había separado más que la mayoría; el ejército estaba cada vez más distante, y cuando Thor se preguntaba a dónde estaban siendo llevados, Forg gritó:

"¡Nos posicionaremos en el flanco de McCloud!".

Thor y los otros intercambiaron una mirada nerviosa y emocionada mientras iban a la carga, desviándose hasta que el ejército principal ya no estaba a la vista.

Pronto estaban en un nuevo terreno, y la ciudad se perdió totalmente de vista. Thor estaba en guardia, pero no había rastro del ejército de McCloud por ningún lado.

Finalmente, Forg detuvo su caballo ante una pequeña colina, en una arboleda. Los otros se detuvieron detrás de él.

Thor y los demás miraron a Forg, preguntándose por qué se había detenido.

"Esa torre que ven, es nuestra misión", explicó Forg. "Ustedes todavía son jóvenes guerreros, así que queremos evitarles el fragor de la batalla. Mantendrán esta posición mientras nuestro ejército principal barre la ciudad y confronta al ejército de McCloud. Es improbable que algún soldado de McCloud venga aquí, y estarán más seguros. Tomen sus posiciones y permanezcan aquí hasta que les digamos lo contrario. ¡Andando!".

Forg pateó su caballo y se dirigió hacia la colina; Thor y los demás hicieron lo mismo, siguiéndolo. El pequeño grupo cabalgó por las llanuras polvorientas, levantando una nube, sin nadie a la vista, hasta donde Thor podía notar. Se sintió decepcionado al ser retirado de la acción principal; ¿por qué eran todos ellos tan protegidos?

Mientras más cabalgaban, Thor sentía cada vez más que algo que no iba bien. Él no sabía cómo, pero su sexto sentido le decía que algo andaba mal.

Mientras se acercaban a la colina, en cuya cima había una pequeña y antigua torre – alta y delgada que parecía abandonada – algo dentro de Thor le dijo que mirara detrás de él. Al hacerlo, vio a Forg. Thor se sorprendió al ver que Forg se había ido quedando detrás del grupo, ganando cada vez más y más distancia, y mientras Thor miraba, Forg se dio vuelta, pateó su caballo y sin previo aviso, galopó hacia el otro lado.

Thor no comprendía lo que estaba sucediendo. ¿Por qué Forg los había dejado de repente? Krohn, que estaba a su lado, se quejó.

Mientras Thor comenzaba a digerir lo que estaba pasando, llegaron a la cima de la colina, a la antigua torre, esperando no ver nada más que un páramo ante ellos.

Pero el pequeño grupo de miembros de La Legión hizo detener a sus caballos bruscamente. Se quedaron allí, todos ellos, congelados al ver lo que estaba frente a ellos.

Allí, frente a ellos, esperando, estaba todo el ejército de McCloud.

Habían sido llevados hacia una trampa.




CAPÍTULO CUATRO


Gwendolyn se apresuró a través de las callejuelas de la Corte del Rey; Akorth y Fulton llevaban cargando a Godfrey detrás de ella, abriéndose paso mientras cortaba camino entre la gente. Estaba decidida a llegar con la curandera tan pronto como fuera posible. Godfrey no podía morir, no después de todo lo que habían pasado y ciertamente no de esta manera. Casi podía ver la sonrisa autocomplaciente de Gareth al recibir la noticia de la muerte de Godfrey – y ella estaba decidida a cambiar el resultado. Ella sólo deseaba haberlo encontrado antes.

Cuando Gwen dio vuelta a la esquina y marchó hacia la plaza de la ciudad, la multitud se hizo particularmente más grande y ella vio a Firth, aun colgando de una viga, con el nudo apretado alrededor de su cuello, colgando para que todos pudieran verlo. Instintivamente alejó la mirada. Era un espectáculo horrible, un recordatorio de la maldad de su hermano. Ella sentía que no podía escapar de su alcance por donde volteara. Era extraño pensar que justo el día anterior, ella había estado hablando con Firth – y ahora estaba aquí colgado. Ella no pudo evitar sentir que la muerte la estaba acechando – y que también iba por ella.

Aunque Gwen quería alejarse, elegir otro camino, sabía que ir a través de la plaza era la manera más directa, y no se reduciría por sus miedos; se obligó a ella misma a pasar por la viga, donde estaba el cuerpo colgando. Al hacerlo, se sorprendió al ver al verdugo real, ataviado con túnicas negras, bloqueando su camino.

Al principio pensó que iba a matarla a ella también – hasta que él hizo una reverencia.

"Mi lady", dijo con humildad, bajando la cabeza en deferencia. "No nos han dado las órdenes reales sobre qué hacer con el cadáver. No he recibido instrucciones acerca de darle un entierro apropiado o tirarlo en el cementerio de los pobres".

Gwen se detuvo, molesta de que esto cayera sobre sus hombros; Akorth y Fulton se detuvieron a su lado. Miró hacia arriba, entrecerrado los ojos hacia el sol, mirando el cadáver colgando a pocos metros de ella, e iba a seguir adelante e ignorar al hombre, cuando algo se le ocurrió. Ella quería hacer justicia para su padre.

"Métanlo en una fosa común", dijo. "Sin marcar. Que no tenga un entierro de ritos especiales. Quiero que su nombre sea olvidado de los anales de la historia".

Él inclinó su cabeza en aceptación, y ella sintió una pequeña sensación de justicia. Después de todo, este hombre era quien en realidad había matado a su padre. Aunque odiaba las manifestaciones de violencia, no derramó ni una lágrima por Firth. Ella podía sentir ahora el espíritu de su padre, más fuerte que nunca, y un sentido de paz viniendo de él.

"Y una cosa más", añadió, deteniendo al verdugo. "Baja el cadáver".

"¿Ahora, mi lady?", preguntó el verdugo. "Pero el rey dio órdenes de dejarlo colgando indefinidamente".

Gwen meneó la cabeza.

"Ahora", repitió. "Ésas son tus nuevas órdenes", mintió.

El verdugo se inclinó y se apresuró a bajar el cadáver.

Gwen tuvo otra pequeña sensación de justicia. Ella no tenía ninguna duda de que Gareth estaba verificando el cadáver de Firth desde su ventana durante todo el día – su retiro lo irritaría, serviría como un recordatorio de que las cosas no siempre irían como lo planeaba.

Gwen ya se iba a ir cuando oyó un chillido distintivo; se detuvo y se volvió y arriba, encaramado en la viga, vio al Halcón Estopheles. Ella levantó la mano a la altura de su ojo para protegerse del sol, tratando de asegurarse de que no estuviera viendo visiones. Estopheles hizo otro rechinido y abrió sus alas, luego las cerró.

Gwen pudo sentir que el ave llevaba el espíritu de su padre. Su alma, tan inquieta, estaba un paso más hacia la paz.

Gwen pronto tuvo una idea; silbó y tendió un brazo, y Estopheles voló hacia abajo y aterrizó en la muñeca de Gwen. El pájaro pesaba mucho, y sus garras se clavaron en la piel de Gwen.

"Ve con Thor", susurró al pájaro. "Encuéntralo en el campo de batalla. Protégelo. ¡ANDA!", gritó, levantando su brazo.

Ella miró como Estopheles batió sus alas y se elevó, cada vez más y más alto en el cielo. Oraba para que eso funcionara. Había algo misterioso sobre ese pájaro, especialmente su conexión con Thor, y Gwen sabía que todo era posible.

Gwen siguió adelante, apresurándose a través de las calles serpenteantes hacia la casa de la curandera. Pasaron a través de varias puertas arqueadas hacia afuera de la ciudad, y ella caminó lo más rápido que pudo, orando para que Godfrey aguantara el tiempo suficiente para obtener ayuda.

El segundo sol se sumergió más bajo en el cielo mientras ellos subían una pequeña colina en las afueras de la Corte del Rey y la casa de la curandera aparecía a la vista. Era una cabaña sencilla, de una habitación, con sus paredes blancas de barro, con una pequeña ventana a cada lado y una pequeña puerta con arco de roble en el frente. Colgando de su techo había plantas de todos colores y variedades, enmarcando la cabaña – que también estaba rodeada por un gran jardín de hierbas, flores de muchos colores y tamaños, haciendo que la cabaña pareciera como si hubiera sido puesta en medio de un invernadero.

Gwen corrió hacia la puerta y tocó la aldaba varias veces. La puerta se abrió y ante ella apareció el rostro asustado de la curandera.

Illepra. Ella había sido curandera de la familia real toda su vida, y había estado en la vida de Gwen desde que ella era niña y empezó a caminar. Sin embargo, Illepra se las arreglaba para verse joven – de hecho, apenas se veía mayor que Gwen. Su piel brillaba, radiante, enmarcando sus ojos verdes, de mirada amable, y la hacía parecer de no más de 18 años. Gwen sabía que ella era mucho mayor, sabía que su apariencia era engañosa, y también sabía que Illepra era una de las personas más inteligentes y más talentosas que había conocido en su vida.

Illepra cambió su mirada hacia Godfrey y se dio cuenta de la situación. Se dejó de cumplidos y sus ojos se abrieron de par en par con preocupación, dándose cuenta de la urgencia. Caminó más allá de Gwen y corrió al lado de Godfrey, colocando una palma en la frente de él. Ella frunció el ceño.

"Métanlo", ordenó a los dos hombres, apresuradamente y "que sea rápido".

Illepra volvió adentro, abriendo la puerta más ampliamente, y ellos la siguieron, entrando apresuradamente en la cabaña. Gwen también entró, agachándose en la entrada baja y cerró la puerta detrás de ellos.

Había poca luz, y le tomó a sus ojos un momento para adaptarse; cuando eso sucedió, ella vio la cabaña exactamente como la recordaba cuando era niña: pequeña, iluminada, limpia y desbordante de plantas, hierbas y pociones de todo tipo.

"Déjenlo allí", ordenó Illepra a los hombres, con tal seriedad que Gwen nunca le había escuchado. "En esa cama, en la esquina. Quítenle su camisa y sus zapatos. Después, déjennos solos".

Akorth y Fulton hicieron lo que se les ordenó. Mientras salían apresuramiento por la puerta, Gwen agarró del brazo a Akorth.

"Hagan guardia afuera", le ordenó. "Quienquiera que haya ido tras Godfrey, podría intentarlo nuevamente. O venir tras de mí".

Akorth asintió con la cabeza y él y Fulton salieron, cerrando la puerta detrás de ellos.

"¿Cuánto tiempo lleva así?". Illepra preguntó con rapidez, sin mirar a Gwen, mientras se arrodillaba al lado de Godfrey y comenzaba a sentir su pulso, su estómago, su garganta.

"Desde anoche", respondió a Gwen.

"¡Anoche!", Illepra repitió, sacudiendo su cabeza con preocupación. Lo examinó por un largo tiempo en silencio; su expresión era sombría.

"No está bien”, dijo ella, finalmente.

Colocó su mano sobre su frente otra vez y cerró los ojos, respirando durante mucho tiempo. Un gran silencio impregnó la sala, y Gwen estaba empezando a perder su sentido del tiempo.

"Es veneno", Illepra susurró finalmente, con los ojos todavía cerrados, como si leyera su condición por ósmosis.

Gwen siempre se sentía maravillada por la habilidad que tenía ella; nunca se había equivocado en toda su vida. Y ella había salvado más vidas que las que el ejército había tomado. Se preguntó si era una habilidad que había aprendido o heredado; la madre de Illepra había sido curandera y también su abuela. Sin embargo, al mismo tiempo, Illepra había pasado cada minuto de su vida haciendo pociones y en las artes curativas.

"Es un veneno muy potente", añadió Illepra, con más seguridad. "Es raro de encontrar. Es muy costoso. Quien estuviera tratando de matarlo, sabía lo que estaba haciendo. Es increíble que no haya muerto. Él debe ser más fuerte de lo que pensamos".

"Lo heredó de mi padre", dijo Gwen. "Tenía la complexión de un toro. Todos los reyes MacGil la tenían".

Illepra cruzó la sala y mezcló varias hierbas en un bloque de madera, picando y moliendo y añadiendo un líquido al mismo tiempo. El producto final era un bálsamo espeso, verde, y lo puso en su mano, se apresuró a ir al lado de Godfrey y se lo aplicó arriba y abajo de su garganta, debajo de sus brazos, en su frente. Cuando terminó, cruzó la habitación otra vez, tomó un vaso y agregó varios líquidos, uno rojo, uno marrón y otro púrpura. Al mezclarse, la poción silbaba y hacía burbujas. Ella la movió con una cuchara larga de madera, y luego se apresuró a ir con Godfrey y lo puso en sus labios.

Godfrey no se movió; Illepra puso la mano detrás de su cabeza y lo levantó y lo obligó a beber el líquido que estaba en su boca. La mayor parte cayó al lado de sus mejillas, pero algo entró a su garganta.

Illepra secó el líquido de su boca y quijada, y finalmente se recostó y suspiró.

"¿Va a vivir?", Gwen preguntó, frenética.

"Es posible", dijo ella, sombría. "Le he dado todo lo que tengo, pero no será suficiente. Su vida está en manos del destino".

"¿Qué puedo hacer?", preguntó Gwen.

Ella se volvió y miró a Gwen.

"Reza por él. Sin duda, será una noche larga".




CAPÍTULO CINCO


Kendrick nunca había apreciado lo que significaba la libertad – la verdadera libertad – hasta este día. El tiempo que había pasado encerrado en el calabozo había cambiado su opinión sobre la vida. Ahora apreciaba cada pequeña cosa – sentir el sol, el viento en su cabello, el simple hecho de estar fuera. Cabalgar un caballo, sentir la tierra por debajo de él a toda velocidad, volver a ponerse la armadura, volver a tener su armamento y montar a caballo junto con sus hermanos de armas, lo hacía sentir como si le hubieran lanzado de un cañón, le hacía sentir una imprudencia que nunca había experimentado antes.

Kendrick galopó, agachándose ante el viento, con su gran amigo íntimo Atme a su lado, tan agradecido por la oportunidad de pelear con sus hermanos, por no perder esta batalla y con ganas de liberar a su ciudad de los McCloud – y a hacerles pagar por invadirlos. Cabalgaba con un deseo de que hubiera derramamiento de sangre, aunque mientras cabalgaba sabía que el verdadero objetivo de su ira no eran los McCloud, sino su hermano Gareth. Nunca le perdonaría haberlo encarcelado, haberlo acusado del asesinato de su padre, de habérselo llevado delante de sus hombres – y por intentar ejecutarlo. Kendrick quería vengarse de Gareth – pero puesto que no podía hacerlo, al menos hoy no, se desquitaría con los McCloud.

Sin embargo, cuando Kendrick regresara a la Corte del Rey, podría arreglar las cosas. Haría todo lo que estuviera en sus manos para derrocar a su hermano y poner a su hermana Gwendolyn como nueva gobernante.

Ellos se acercaban a la ciudad saqueada y enormes nubes negras ondeantes se acercaban hacia ellos, llenando las fosas nasales de Kendrick con humo acre. Le dolía ver una ciudad MacGil así. Si su padre siguiera vivo, esto nunca habría pasado; si Gareth no le hubiera precedido, esto tampoco habría ocurrido. Era una desgracia, una mancha en el honor de los MacGil y de Los Plateados. Kendrick oró para que no fuera demasiado tarde para rescatar a esas personas, para que los McCloud no hubieran estado aquí mucho tiempo, y para que no hubiera mucha gente herida o muerta.

Pateó su caballo con más fuerza, pasando por delante de los demás, mientras cabalgaban, como un enjambre de abejas, hacia la puerta de entrada abierta a la ciudad. Irrumpieron en ella, Kendrick sacó su espada, preparándose para enfrentarse con una multitud de los McCloud, mientras entraban en la ciudad. Dejó salir un gran grito, igual que todos los hombres a su alrededor, preparándose para el impacto.

Pero cuando pasó por la puerta hacia la polvorienta plaza de la ciudad, estaba perplejo por lo que vio: nada. Todo a su alrededor tenía los indicios de una invasión – destrucción, incendios, casas saqueadas, cadáveres amontonados, mujeres arrastrándose. Había animales muertos, sangre en las paredes. Había sido una masacre. Los McCloud habían arrasado con esta gente inocente. La sola idea hizo que Kendrick sintiera náuseas. Eran unos cobardes.

Pero lo que impresionó a Kendrick mientras cabalgaba, era que los McCloud no estaban a la vista. No podía entenderlo. Fue como si todo el ejército se hubiera ido deliberadamente, como si hubiesen sabido que ellos iban a llegar. Todavía había incendios activos, y estaba claro que habían sido encendidos con un propósito.

Kendrick empezaba a entender que todo esto era un señuelo. Que los McCloud habían querido atraer el ejército MacGil a este lugar.

¿Pero por qué?

Kendrick repentinamente giró, miró a su alrededor, desesperado por ver si faltaba alguno de sus hombres, si algún contingente había sido atraído hacia otro lugar. Su mente estaba inundada con un nuevo sentimiento, con la sensación de que todo esto había sido arreglado para cercar a un grupo de sus hombres, para tenderles una emboscada. Buscó por todas partes, preguntándose quién faltaba.

Y entonces se dio cuenta. Faltaba una persona. Su escudero.

Thor.




CAPÍTULO SEIS


Thor montaba su caballo, en la cima de la colina, con el grupo de miembros de La Legión y Krohn junto a él y miró la sorprendente vista delante de él: hasta donde alcanzaba la vista, había tropas de los McCloud, sentados a caballo, era un ejército enorme y extenso, que les esperaba. Les habían tendido una trampa. Forg debe haberlos llevado ahí a propósito, debe haberlos traicionado. ¿Pero por qué?

Thor tragó saliva, mirando a lo que parecía ser una muerte segura.

Un gran grito de batalla se escuchó, mientras el ejército de los McCloud iba hacia ellos de repente. Estaban a unos cientos de metros de distancia y se acercaban rápidamente. Thor miró sobre su hombro, pero no había refuerzos hasta donde podía ver. Estaban completamente solos.

Thor sabía que no tenían otra opción sino dar la última batalla en esta pequeña colina, junto a esta torre abandonada. Las probabilidades eran imposibles, y no había manera de que pudieran ganar. Pero si iba a caer, lo haría con valentía y los enfrentaría como un hombre. La Legión le había enseñado eso. Huir no era una opción; Thor se preparó para enfrentar su muerte.

Thor se volvió y miró los rostros de sus amigos, y pudo notar también, que estaban pálidos de miedo; vio a la muerte en sus miradas. Pero a su favor, todos permanecieron valientes. Ninguno de ellos se estremeció, aunque sus caballos hicieron cabriolas, ni se movieron para girar y huir. Ahora, La Legión era una unidad. Eran más que amigos: Los Cien les habían forjado como un equipo de hermanos. Ninguno de ellos dejaría al otro. Todos habían hecho una promesa, y su honor estaba en juego. Y para La Legión, el honor era más sagrado que la sangre.

"Señores, creo que tenemos una lucha ante nosotros", anunció Reece lentamente, mientras estiraba la mano y sacaba su espada.

Thor se agachó y sacó su honda, queriendo tomar todo lo que pudiera, antes de que ellos llegaran. O'Connor sacó su lanza corta, mientras que Elden izaba su jabalina; Conval levantó un martillo para lanzar y Conven un pico para lanzar. Los otros chicos de La Legión que iban con ellos, los que Thor no conocía, sacaron sus espadas y sus escudos. Thor podía sentir el miedo en el aire, y él también lo sintió a medida que crecía el estruendo de los caballos, mientras el sonido de los gritos de los McCloud llegaba a los cielos, sonando como el estallido de un trueno a punto de caerles encima. Thor sabía que ellos necesitaban una estrategia – pero no sabía cuál.

Al lado de Thor, Krohn gruñó. Thor se inspiró en la intrepidez de Krohn: nunca gimió ni miró hacia atrás. De hecho, los pelos se levantaron en su espalda y caminó lentamente hacia adelante, como si fuera a reunirse él solo, con el ejército. Thor sabía que en Krohn había encontrado a un verdadero compañero de batalla.

"¿Crees que los demás nos servirán de refuerzo?", preguntó O'Connor.

"No a tiempo”, respondió Elden. "Forg nos tendió una trampa".

"¿Pero por qué?", preguntó Reece.

"No sé", contestó Thor, avanzando en su caballo, "pero tengo el presentimiento de que tiene algo que ver conmigo. Creo que alguien me quiere muerto”.

Thor sintió que los demás se daban la vuelta para mirarlo.

"¿Por qué?", preguntó Reece.

Thor se encogió de hombros. No lo sabía, pero sospechaba que tenía que ver con todas las intrigas en la Corte del Rey, tenía que ver con el asesinato de MacGil. Lo más probable es que fuera Gareth. Tal vez él veía a Thor como una amenaza.

Thor se sentía muy mal por haber puesto en peligro a sus hermanos de armas, pero no había nada que pudiera hacer ahora. Todo lo que podía hacer era tratar de defenderlos.

Thor ya había tenido suficiente. Él gritó y pateó su caballo y salió galopando hacia el frente, cabalgando antes que los demás. No esperaría aquí para encontrarse con ese ejército, para encontrarse con su muerte. Él daría los primeros golpes, tal vez incluso desviaría a algunos de sus hermanos de armas y les daría la oportunidad de huir, si así lo decidieran. Si iba a encontrarse con la muerte, lo haría sin temor, con honor.

Temblando por dentro pero negándose a mostrarlo, Thor galopó más y más lejos de los demás, cabalgando por la colina hacia el ejército que venía avanzando. Junto a él, Krohn corrió, sin perder el ritmo.

Thor escuchó un grito, mientras que detrás de él, sus compañeros de La Legión corrían para alcanzarlo. Estaban apenas a dieciocho metros de distancia, y galopaban detrás de él, levantando un grito de guerra. Thor se mantuvo al frente, sin embargo, se sentía bien poder contar con su apoyo detrás de él.

Ante Thor estalló un contingente de guerreros del ejército de McCloud, dirigiéndose hacia adelante para encontrarse con Thor, tal vez eran cincuenta hombres. Iban noventa metros adelante y acercándose rápidamente, y Thor sacó su honda, le puso una piedra, apuntó y la lanzó. Su objetivo a principal era el guerrero líder, un hombre robusto, con un peto de plata, y su tino fue perfecto. Le pegó al hombre en la base de la garganta, entre las placas de la armadura, y el hombre cayó de su caballo, aterrizando en la tierra, antes que los demás.

Al caer, su caballo aterrizó junto con él, y la docena de caballos que iban detrás de ellos se amontonaron, lanzando a sus soldados al suelo, boca abajo.

Antes de que pudieran reaccionar, Thor colocó otra piedra, jaló la cuerda hacia atrás y la lanzó. Otra vez, su tino fue preciso, y golpeó a uno de los guerreros líderes en la sien, en el lugar expuesto de su carátula frontal levantada y lo tiró a un costado de su caballo, hacia otros guerreros, llevándolos hacia abajo como fichas de dominó.

Mientras Thor galopaba, una jabalina voló cerca de su cabeza, y luego una lanza, luego un martillo y un pico y él sabía que lo estaban apoyando sus hermanos de La Legión. Su puntería también era acertada, y sus armas derribaron a los soldados de McCloud con mortal precisión; varios de ellos cayeron de los caballos y chocaron contra otros que cayeron con ellos.

Thor estaba eufórico al ver que ellos ya habían logrado derribar a docenas de soldados McCloud, algunos de ellos con impactos directos, pero la mayoría había sido por la caída de los caballos. El contingente de avanzada de cincuenta hombres ahora estaba en el suelo, tirados en grandes montones de polvo.

Pero el ejército McCloud era fuerte, y ahora era su turno para contraatacar. Cuando Thor estuvo a veintisiete metros de ellos, varios le lanzaron armas. Un martillo fue hacia su rostro, y Thor se agachó en el último momento; el hierro zumbaba por su oreja, fallando por dos centímetros. Una lanza salió volando hacia él, tan rápidamente como se agachó al otro lado, mientras la punta rozaba la parte exterior de su armadura, afortunadamente, fallando. Un pico voló hacia su cara, y Thor levantó su escudo y lo bloqueó. Se quedó pegado a su escudo, y Thor estiró la mano, lo quitó y lo lanzó de regreso a su atacante. La puntería de Thor era buena, y se alojó en el pecho del hombre, perforando su cota de malla; con un grito, el hombre se desplomó sobre su caballo, muerto.

Thor se mantuvo a la carga. Fue a atacar al grueso del ejército, en un mar de soldados, preparado para encontrar su muerte. Él gritó y levantó su espada, lanzando un gran grito de batalla; detrás de él, sus hermanos de armas también lo hicieron.

Con un gran choque de armas, hubo un impacto. Un enorme guerrero adulto fue a atacarlo, levantó un hacha con las dos manos y la dirigió hacia la cabeza de Thor. Thor se agachó, la cuchilla se balanceaba cerca de su cabeza y le cortó el estómago al soldado mientras él pasaba; el hombre gritó y se desplomó sobre su caballo. Al caer tiró su hacha de batalla, y salió volando hacia el caballo de McCloud, que relinchó e hizo cabriolas, lanzando a su jinete hacia varios otros.

Thor se mantuvo a la carga, entre el grueso de los guerreros de McCloud, cientos de ellos, abriéndose paso a través de ellos, mientras uno tras otro se balanceaba con sus espadas, hachas, mazas, y él los bloqueaba con su escudo o los esquivaba, cortando también, agachándose y zigzagueando, galopando. Él era muy rápido, muy ágil para ellos, y no se lo esperaban. Siendo un gran ejército, ellos no podrían maniobrar lo suficientemente rápido como para detenerlo.

Hubo un gran choque de metal alrededor de él, mientras los golpes le llegaban de todas direcciones. Bloqueó a uno tras otro con su escudo y espada. Pero no podía evitarlos todos. Un corte de espada rozó su hombro, y él gritó de dolor mientras salía sangre. Afortunadamente la herida fue superficial y no evitó que combatiera. Continuó contraatacando.

Thor, luchando con las dos manos, fue rodeado por guerreros McCloud, y pronto los golpes comenzaron, mientras los otros miembros de La Legión se unían a la manada. El sonido metálico fue mayor, mientras los hombres de McCloud luchaban contra los chicos de La Legión, las espadas golpeaban los escudos, las lanzas caían en los caballos, las jabalinas entraban en las armaduras, los hombres luchaban en todas direcciones. Se escucharon gritos de ambos lados.

La Legión tenía una ventaja al ser una fuerza armada pequeña y ágil, eran diez en medio de un ejército enorme y de lento movimiento. Había un cuello de botella, y no todos los guerreros McCloud podrían llegar a ellos a la vez; Thor se encontró peleando con dos o tres hombres a la vez, pero no más. Y sus hermanos que iban atrás, impedían que fuera atacado por la espalda.

Un guerrero tomó a Thor desprevenido y lanzó su mayal hacia la cabeza de Thor; Krohn gruñó y se abalanzó. Krohn saltó alto en el aire y atenazó su muñeca; la arrancó, la sangre brotó por todos lados, obligando al soldado a cambiar de dirección antes de que el mayal se impactara en el cráneo de Thor.

Era algo nebuloso mientras Thor luchaba y atacaba y esquivaba en todas direcciones, utilizando hasta la última gota de su habilidad para defender, atacar y cuidar a sus hermanos y protegerse a sí mismo. Instintivamente convocó sus interminables días de entrenamiento, de ser atacado desde todos los lados, en todo tipo de situaciones. En algunas formas, parecía natural para él. Lo habían entrenado bien, y se sentía capaz de manejar esto. Su temor siempre estaba allí, pero se sentía capaz de controlarlo.

Mientras Thor luchaba y luchaba, sus brazos se hacían más pesados, sus hombros se cansaban, las palabras de Kolk sonaron en sus oídos:

Sus enemigos nunca lucharán según los términos de ustedes. Lucharán según los de ellos. La guerra para ustedes significa la guerra para otra persona.

Thor vio a un guerrero bajito, fornido, subir una cadena con pinchos con ambas manos y balancearla hacia la parte posterior de la cabeza de Reece. Reece no la vio venir; en un momento él estaría muerto.

Thor bajó de su caballo, saltando en el aire y derribó al guerrero antes de que lanzara la cadena. Los dos salieron volando de los caballos y aterrizaron con fuerza sobre el suelo en una nube de polvo; Thor rodó y rodó, sin aliento, mientras los caballos pateaban a su alrededor. Luchó con el guerrero en el suelo, y cuando el hombre levantó sus pulgares para arrancar los ojos de Thor, Thor de pronto oyó un chillido – y vio a Estopheles bajar en picada y agarró los ojos del hombre justo antes de que él pudiera lastimar a Thor. El hombre gritó, agarrando sus ojos, y Thor le dio un fuerte codazo y lo derribó.

Antes de que Thor tuviera la oportunidad de deleitarse con su victoria, sintió que lo pateaban con fuerza en el estómago, derribándole de espaldas. Miró hacia arriba para ver a un guerrero levantar un martillo de guerra con las dos manos y bajarlo hacia su pecho.

Thor rodó, y el martillo pasó zumbando cerca de él, hundiéndose en la tierra hasta la empuñadura. Se dio cuenta de que pudo haberlo aplastado hasta morir.

Krohn se abalanzó sobre el hombre, saltando hacia adelante y hundiendo sus colmillos en el codo del hombre; el soldado estiró la mano y golpeó a Krohn, una y otra vez. Pero Krohn no lo soltaba, gruñía, hasta que finalmente le arrancó el brazo al hombre. El soldado gritó y cayó al suelo.

Un soldado se adelantó y bajó su espada hacia Krohn; pero Thor rodó con su escudo y bloqueó el golpe; todo su cuerpo temblaba con el sonido metálico, salvando la vida de Krohn. Pero cuando Thor se arrodilló allí, quedó expuesto, y otro guerrero se dirigió hacia él con su caballo, pisoteándolo, derribándole boca abajo; sintiendo que los cascos del caballo aplastaban todos los huesos de su cuerpo.

Varios soldados McCloud bajaron de un salto y rodearon a Thor, acercándose a él.

Thor se dio cuenta de que estaba en un mal lugar; daría cualquier cosa por estar de nuevo en su caballo. Yacía en el suelo, su cabeza sonaba de dolor, por el rabillo del ojo vio a los otros miembros de La Legión peleando y perdiendo terreno. Uno de los chicos de La Legión que no reconoció soltó un grito agudo, y Thor vio como una espada perforaba su pecho y se desplomaba, muerto.

Otro miembro de La Legión que Thor no conocía fue en su ayuda, matando a su atacante empujando su lanza – pero al mismo tiempo, un McCloud le atacó por detrás, metiendo una daga en su cuello. El chico gritó y cayó de su caballo, muerto.

Thor se volvió y vio a media docena de soldados echándosele encima. Uno levantó una espada y la bajó hacia su rostro, y Thor subió la mano y la bloqueó con su escudo, el sonido metálico resonó en sus oídos. Pero otro levantó su bota y quitó de una patada el escudo de Thor de su mano.

Un tercer atacante pisó la muñeca de Thor, fijándola en el suelo.

Un cuarto atacante se adelantó y levantó una lanza, preparándose para meterla en el pecho de Thor.

Thor escuchó un gran alarido y Krohn saltó sobre el soldado, haciéndolo retroceder y acorralándolo. Pero un soldado dio un paso adelante con un garrote, directo hacia Krohn, pegándole tan duro que Krohn tropezó, dando un aullido y aterrizó sobre su espalda, débil.

Otro soldado dio un paso adelante, parándose junto a Thor y levantó un tridente. Él frunció el ceño y esta vez no había nadie que lo detuviera. Se preparó para bajarlo hacia la cara de Thor, y mientras Thor permanecía ahí tirado, indefenso, no pudo evitar sentir que había llegado su fin.




CAPÍTULO SIETE


Gwen se arrodilló al lado de Godfrey en la cabaña claustrofóbica, Illepra a su lado y ya no podía soportarlo. Ella había estado escuchando los gemidos de su hermano durante horas, viendo que la cara de Illepra era cada vez más sombría, y parecía seguro que iba a morir. Se sentía tan impotente, sentada ahí. Sentía que tenía que hacer algo. Lo que fuera.

No sólo se sentía trasegada por la culpa y preocupación por Godfrey – sino que también por Thor. Ella no podría sacar de su mente la imagen de él yendo a la batalla, enviado por Gareth a una trampa, a punto de morir. Ella sentía que también debía ayudar a Thor, de alguna manera. Se estaba volviendo loca ahí sentada.

Gwen se levantó de repente y se apresuró a través de la cabaña.

"¿Adónde va?", preguntó Illepra, con la voz ronca de tanto cantar oraciones.

Gwen volteó a verla.

"Regresaré", dijo. "Hay algo que tengo que intentar".

Abrió la puerta y salió corriendo, hacia el aire del atardecer y parpadeó ante esa vista: el cielo estaba rayado con rojos y púrpuras; el segundo sol estaba como en una bola verde en el horizonte. Akorth y Fulton, a su favor, todavía estaban ahí parados, en guardia – se levantaron de un salto y la miraron con preocupación en sus rostros.

"¿Va a vivir?", preguntó Akorth.

"No sé", dijo Gwen. "Quédense aquí. Hagan guardia".

"¿Adónde va?", preguntó Fulton.

Se le había ocurrido una idea mientras veía el cielo rojo intenso; sintió algo místico en el aire. Había un hombre que podría ayudarla.

Argon.

Si había una persona en quien Gwen podía confiar, una persona que amaba a Thor y que había permanecido leal a su padre, una persona que tenía el poder de ayudarla de alguna manera, era él.

"Tengo que buscar a alguien especial", dijo ella.

Ella se volvió y se fue apresuradamente a través de las llanuras, trotando, corriendo, recorriendo el camino que la llevaría a la cabaña de Argon.

Ella no había estado ahí en años, desde que era una niña, pero recordó que vivió en las planicies desoladas, escarpadas. Ella corrió y corrió, apenas recuperando el aliento mientras el terreno se hacía más desolado, más ventoso, dando paso a los guijarros, luego a las rocas. El viento aullaba, y mientras se iba, el paisaje se volvió inquietante; sentía como si estuviera caminando sobre la superficie de una estrella.

Finalmente llegó a casa de Argon, sin aliento y tocó a la puerta. No había ningún picaporte que pudiera utilizar, pero ella sabía que éste era el lugar.

"¡Argon!", gritó ella. "¡Soy yo! ¡La hija de MacGil! ¡Déjame entrar! Te lo ordeno".

Ella tocaba y tocaba, pero la única respuesta que recibió fue el aullido del viento.

Finalmente, rompió en llanto, exhausta, sintiéndose más impotente que nunca. Se sintió hueca, como si ya no tuviera ningún lugar a dónde ir.

Mientras el sol se hundía más en el cielo, su color rojo intenso daba paso al crepúsculo, Gwen se dio vuelta y comenzó a caminar de regreso por la colina. Borró las lágrimas de su rostro mientras caminaba, desesperada por averiguar a dónde ir después.

"Por favor, padre", dijo en voz alta, cerrando los ojos. "Dame una señal. Dime a dónde ir. Dime qué hacer. Por favor, no permitas que tu hijo muera en este día. Y por favor, no permitas que Thor muera. Si me amas, respóndeme".

Gwen caminó en silencio, escuchando al viento, cuando de repente, tuvo un destello de inspiración.

El lago. El Lago de las Tristezas.

Claro. El lago era donde todo el mundo iba a orar por alguien que estaba mortalmente enfermo. Era un lago prístino, pequeño, a mitad del Bosque Rojo, rodeado de árboles imponentes que llegaban hasta el cielo. Era considerado un lugar sagrado.

Gracias padre, por contestarme, pensó Gwen.

Sintió que ahora él estaba con ella, más que nunca y corrió a toda velocidad hacia el Bosque Rojo, hacia el lago que escucharía sus penas.


*

Gwen se arrodilló en la orilla del Lago de las Tristezas, sus rodillas descansaban sobre el suave pino rojo que recubría el agua como un anillo, y miró al agua quieta, al agua más tranquila que había visto, que reflejaba la luna creciente. Había una luna llena, brillante, la más llena que jamás había visto, y mientras aún se estaba poniendo el segundo sol, la luna estaba saliendo, fundiendo la puesta del sol y de la luna sobre el Anillo. El sol y la luna se reflejaban juntos, uno frente a la otra, en el lago, y sintió lo más sagrado de esta hora del día. Era la ventana entre el cierre de un día y el comienzo de otro, y en este momento sagrado y en este lugar sagrado, todo era posible.

Gwen se arrodilló allí, llorando y rezando con toda su alma. Los acontecimientos de los últimos días habían sido demasiado para ella, y se desahogó totalmente. Oraba por su hermano, pero más aún por Thor. Ella no podía soportar la idea de perderlos a ambos en esta noche, de no tener a nadie con ella sino a Gareth. No podía soportar la idea de ser enviada a desposarse con algún bárbaro. Sintió que su vida se derrumba a su alrededor, y necesitaba respuestas. Más aún, necesitaba esperanza.

Había mucha gente en su reino que oraba al Dios de los Lagos, o al Dios de los Bosques, o al Dios de las Montañas, o al Dios del Viento – pero Gwen nunca creyó en ninguno de ellos. Ella, como Thor, era una de las pocas personas que estaban contra el grano de fe en su reino y siguieron el camino radical de creer en un Dios, un ser que controla todo el universo. Era a este Dios al que rezaba.

Por favor Dios, oró. Devuélveme a Thor. Deja que esté a salvo en la batalla. Déjalo escapar de la emboscada. Por favor, deja que Godfrey viva. Y por favor, protégeme – no dejes que me lleven lejos de aquí, para casarme con ese salvaje. Haré lo que sea. Solo dame una señal. Muéstrame lo que quieres de mí.

Gwen se arrodilló allí por largo tiempo, sin escuchar nada más que el aullido del viento corriendo por los pinos infinitamente altos del Bosque Rojo; ella escuchaba cómo se agrietaban suavemente las ramas, mientras se mecían sobre su cabeza y sus agujas caían en el agua.

"Ten cuidado con lo que pides en oración", se escuchó una voz.

Ella giró, encogiéndose de dolor y se sorprendió al ver a alguien ahí parado, no lejos de ella. Ella habría tenido miedo, pero inmediatamente reconoció la voz – una voz antigua, mayor que los árboles, más vieja que la tierra misma y su corazón se emocionó al darse cuenta de quién era.

Ella se volvió y lo vio ahí parado, vestido con su manto blanco y capucha, con los ojos translúcidos, ardiendo a través de ella como si estuviera mirando su alma. Sostenía su vara, encendida en la puesta del sol y la luz de la luna.

Argon.

Ella se levantó y lo enfrentó.

"Te busqué", dijo ella. "Fui a tu casa de campo. ¿Me escuchaste tocar?".

"Escucho todo", respondió enigmáticamente.

Ella hizo una pausa, perpleja. Era inexpresivo.

"Dime lo que tengo que hacer", dijo ella. "Haré lo que sea. Por favor, no permitas que Thor muera. ¡No puedes dejarlo morir!".

Gwen dio un paso adelante y lo sujetó de la muñeca, suplicando. Pero cuando lo tocó, se quemó con un calor ardiente, viajando a través de su muñeca y sus manos, y se retiró, abrumada por la energía.

Argon suspiró, se alejó de ella y dio varios pasos hacia el lago. Él se quedó allí parado, mirando el agua; sus ojos se reflejaban en la luz.

Ella se acercó a él y se quedó allí en silencio, no supo cuánto tiempo, esperando a que estuviera listo para hablar.

"No es imposible cambiar el destino", dijo él. "Pero impone un precio muy alto al demandante. Quieres salvar una vida. Es una noble tarea. Pero no puedes salvar dos vidas. Tendrás que elegir".

Se volvió y la enfrentó.

"¿Dejarías vivo a Thor esta noche, o a tu hermano? Uno de ellos debe morir. Está escrito".

Gwen se horrorizó con la pregunta.

"¿Qué tipo de elección es esa?", preguntó ella. "Al salvar a uno, condeno al otro".

"No es así", respondió él. "Ambos deberían morir. Lo siento. Pero ese es su destino".

Gwen sentía como si una daga hubiera sido sumida en su estómago. ¿Los dos están destinados a morir? Era horrible imaginarlo. ¿El destino podría ser así de cruel?

"No puedo elegir a uno de los dos", dijo ella, finalmente, con la voz quebrada. "Mi amor por Thor es más fuerte, por supuesto. Pero Godfrey es de mi sangre. No puedo soportar la idea de que uno muera a expensas del otro. Y no creo que ninguno de los dos querría eso".

"Entonces morirán los dos", respondió Argon.

Gwen se sintió llena de pánico.

"¡Espera!", gritó ella, cuando él empezó a alejarse.

Él se volvió y la miró.

"¿Y qué hay de mí?", preguntó ella. "¿Y si debo morir en su lugar? ¿Es posible? ¿Pueden vivir los dos y que yo muera?".

Argon la miró fijamente durante mucho tiempo, como viendo su esencia.

"Tu corazón es puro", dijo él. "Tú eres la de corazón más puro de todos los MacGil. Tu padre eligió sabiamente. Sí, lo hizo…"

La voz de Argon se arrastraba, mientras continuaba mirándola a los ojos. Gwen se sentía incómoda, pero no se atrevía a desviar la mirada.

"Debido a tu elección, gracias a tu sacrificio de esta noche", dijo Argon, "el destino te ha escuchado. Thor sería salvado esta noche. Y también tu hermano. Tú también vivirás. Pero deben quitarte un pequeño trozo de tu vida. Recuerda, siempre hay un precio que pagar. Tendrás una muerte parcial a cambio de esas dos vidas".

"¿Qué significa eso?", preguntó ella, aterrada.

"Todo tiene un precio", respondió él. "Tienes una opción. ¿Prefieres no pagarlo?".

Gwen se preparó.

"Haré cualquier cosa por Thor", dijo ella. "Y por mi familia".

Argon la miró detenidamente.

"Thor tiene un destino muy grande", dijo Argon. "Pero el destino puede cambiar. Nuestro destino está en nuestras estrellas. Pero también es controlado por Dios. Dios puede cambiar el destino. Thor estaba destinado a morir esta noche. Él va a vivir solo por ti. Vas a pagar ese precio. Y el costo será alto“.

Gwen quería saber más, y alargó la mano hacia Argon, pero al hacerlo, de repente, una luz brilló ante ella, y Argon desapareció.

Gwen se dio la vuelta, buscándolo en todas direcciones, pero no estaba en ninguna parte.

Finalmente se dio vuelta y miró al lago, tan sereno, como si nada hubiera pasado aquí esta noche. Ella vio su reflejo, y se veía tan lejos. Estaba llena de gratitud y, finalmente, con una sensación de paz. Pero no pudo evitar también tener un sentimiento de temor por su propio futuro. Aunque intentó sacarlo de su mente, no podía dejar de preguntarse: ¿qué precio tendría que pagar por la vida de Thor?




CAPÍTULO OCHO


Thor estaba en el suelo, en medio del campo de batalla, inmovilizado por los soldados de McCloud, indefenso, escuchando el ruido de la batalla, los gritos de los caballos, de hombres muriendo alrededor de él. La puesta de sol y la luna ascendente – una luna llena, como nunca la había visto – repentinamente fueron bloqueados por un soldado enorme, que dio un paso adelante, levantó su tridente y se preparó para bajarlo. Thor sabía que había llegado su momento.

Thor cerró los ojos, preparándose para la muerte. No sentía miedo. Sólo remordimiento. Quería más tiempo para estar vivo; quería descubrir quién era, cuál era su destino y sobre todo, quería más tiempo con Gwen.

Thor sintió que no era justo morir así. No aquí. No de esta manera. No en este día. Todavía no era su tiempo. Podía sentirlo. Todavía no estaba preparado.

Thor de repente sintió que algo se elevaba dentro de él: era una ferocidad, una fuerza como nunca había conocido. Todo su cuerpo se estremeció y se puso caliente cuando tuvo una nueva sensación, desde las plantas de sus pies, a través de sus piernas, por su torso, y a través de sus brazos, hasta que sus dedos ardían con una energía que apenas entendía. Thor se sorprendió al dejar salir un feroz rugido, como un dragón surgiendo de las profundidades de la tierra.

Thor sintió la fuerza de diez hombres a través de él cuando soltó la sujeción del soldado y se puso de pie de un salto. Antes de que el soldado pudiera tirar el tridente, Thor dio un paso adelante, lo agarró de su casco y le dio un cabezazo, rompiéndole la nariz en dos; luego lo pateó tan duro que lo hizo ir hacia atrás, como una bala de cañón, derribando a diez hombres.

Thor hizo un chillido con una rabia recién descubierta, mientras agarraba a un soldado, le levantó la cabeza y lo lanzó a la multitud, derribando una docena de soldados como bolos. Entonces Thor estiró la mano y arrebató un mayal con una cadena de tres metros de las manos de un soldado y la hizo girar por arriba de su cabeza, una y otra vez, hasta que los gritos se elevaron a su alrededor, derribando a todos los soldados dentro de un radio de tres metros; a docenas de ellos.

Thor sentía que su poder continuaba surgiendo, y lo dejó asumir el control. Mientras varios hombres más lo atacaban, él extendió una mano y se sorprendió al sentir un cosquilleo y luego vio una niebla fría emanar de él. Sus atacantes se detuvieron de repente, cubiertos por un manto de hielo. Se quedaron congelados en el lugar, como bloques de hielo.

Thor volteó las palmas de sus manos en cada dirección, y por todas partes los hombres quedaron congelados; parecía como si hubieran bajado bloques de hielo en todo el campo de batalla.

Thor se dirigió a sus hermanos de armas y vio a varios soldados a punto de lanzar golpes fatales sobre Reece, O'Connor, Elden y los gemelos. Levantó una mano en cada dirección y congeló a los atacantes, salvando a sus hermanos de una muerte instantánea. Se volvieron y lo miraron con alivio y gratitud en sus ojos.

El ejército de McCloud comenzó a notarlo y fue cauteloso al acercarse a Thor. Empezaron a crear un perímetro de seguridad alrededor de él, todos estos guerreros temerosos de llegar demasiado cerca ya que vieron docenas de sus camaradas congelados en su lugar en el campo de batalla.

Pero entonces hubo un rugido y un hombre se adelantó, cinco veces del tamaño de los demás. Debe haber medido cuatro metros de altura, y llevaba una espada tan grande como Thor jamás había visto. Thor levantó una mano para congelarlo – pero no funcionó contra este hombre. Él simplemente alejó la energía como si se tratara de un insecto molesto, y continuó yendo hacia Thor. Thor estaba empezando a darse cuenta de que su poder era imperfecto; estaba sorprendido y no entendía por qué no era lo suficientemente fuerte para detener a ese hombre.

El gigante llegó a Thor en tres pasos largos, sorprendiendo a Thor con su velocidad y entonces le dio un revés con la mano, enviándolo a volar.

Thor cayó con fuerza en el suelo y antes de que pudiera voltear, el gigante estaba sobre él, levantándolo por encima de su cabeza con las dos manos. Lo tiró, y el ejército McCloud gritó en señal de triunfo, mientras Thor se elevaba seis metros por el aire, antes de aterrizar en el suelo y caer con fuerza, rodando hasta detenerse. Thor sentía como si todas sus costillas se hubieran roto.

Thor miró hacia arriba y vio al gigante presionando hacia él, y esta vez, no quedaba nada que pudiera hacer. Todo el poder que hubiera tenido, se había agotado.

Cerró los ojos.

Por favor, Dios, ayúdame.

Mientras el gigante se acercaba de manera amenazante, Thor comenzó a oír un zumbido silenciado en su mente; creció y creció, y pronto se convirtió en un zumbido fuera de su mente, en el universo. Tuvo una extraña sensación que nunca había sentido antes; empezó a sentir al unísono con el mismo material y estructura del aire, el oscilar de los árboles, el movimiento de la brizna del césped. Sintió un gran zumbido en medio de todos ellos, y cuando subió una mano, sintió como si estuviera reuniendo ese zumbido, desde todos los rincones del universo, convocándolo a su voluntad.

Thor abrió los ojos para escuchar un zumbido tremendo encima de la cabeza y observó con sorpresa un gran enjambre de abejas que se materializó desde el cielo. Vinieron de todos los rincones, y cuando subió sus manos, sintió que las dirigía. No sabía cómo, pero sabía que lo hacía.

Thor movió sus manos en la dirección del gigante, y al hacerlo, vio cómo un enjambre de abejas oscureció el cielo, bajó en picada y cubrió completamente al gigante. El gigante levantó sus manos y las agitó, y después gritó, mientras iban hacia él, picándolo mil veces hasta que cayó de rodillas, luego boca abajo y murió. El suelo se estremeció con el impacto de su cuerpo.

Después Thor dirigió su mano hacia el ejército McCloud, que estaba sentado en sus caballos, mirándolo, contemplando la escena, escandalizados. Comenzaron a dar la vuelta para huir, pero no había tiempo para reaccionar. Thor giró la palma de su mano en dirección a ellos, y el enjambre de abejas dejó al gigante y empezó a atacar a los soldados.

El ejército de McCloud soltó un grito de miedo y al unísono, se volvieron y cabalgaron, siendo picados en innumerables ocasiones por el enjambre. Pronto el campo de batalla se vació y desaparecieron tan rápido como pudieron. Algunos de ellos no lograron alejarse a tiempo y un soldado tras otro cayó, llenando el campo con los cadáveres.

Mientras los supervivientes seguían galopando, el enjambre los persiguió al otro lado del campo, hacia el horizonte, el gran sonido del zumbido se mezclaba con el estruendo de los cascos de los caballos y de los gritos de miedo de los hombres.

Thor estaba asombrado: en pocos minutos, el campo de batalla estaba vacío y tranquilo. Todo lo que quedaba era el gemido de los McCloud heridos, tendidos por montones. Thor miró a su alrededor y vio a sus amigos, agotado y respirando con dificultad; parecían estar gravemente heridos y cubiertos de heridas ligeras, pero en buen estado. Por supuesto, además de los tres miembros de La Legión que no conocía, que yacían ahí, muertos.

Hubo un gran estruendo en el horizonte, y Thor volteó hacia la otra dirección y vio al ejército del rey cabalgando sobre la colina, corriendo hacia ellos, con Kendrick a la cabeza. Iban galopando hacia ellos, y en pocos momentos se detuvieron ante Thor y sus amigos, los únicos sobrevivientes en ese campo sangriento.

Thor estaba parado allí, en estado de shock, mirándolos, mientras Kendrick, Kolk, Brom, y los demás desmontaban y caminaban lentamente hacia Thor. Iban acompañados por docenas de los Plateados, todos los grandes guerreros del ejército del rey. Vieron que Thor y los demás estaban ahí solos, victoriosos, en el campo de batalla sangriento, plagado de cadáveres de cientos de los McCloud. Podía ver sus miradas de asombro, de respeto, de admiración. Lo veía en sus ojos. Era lo que él había querido toda la vida.

Era un héroe.




CAPÍTULO NUEVE


Erec galopaba su caballo, corriendo por el carril del sur, cabalgando más rápido que nunca, haciendo su mejor esfuerzo para evitar los agujeros en el camino, en la oscuridad de la noche. No había dejado de montar desde que había recibido la noticia del secuestro de Alistair, de ser vendida como esclava y llevada a Baluster. No podía dejar de reprenderse a sí mismo. Había sido estúpido e ingenuo al confiar en el mesonero, al suponer que cumpliría con su palabra, que podría mantener su parte del trato y liberar a Alistair para él, después de que hubiera ganado el torneo. La palabra de Erec era su honor, y asumió que la otra palabra era sagrada, también. Fue un error tonto. Y Alistair había pagado el precio por ello.

El corazón de Erec se rompió al pensar en ella, y pateó su caballo con más fuerza. Una mujer tan hermosa y refinada, primero tuvo que sufrir la indignidad de trabajar para ese mesonero – y ahora, era vendida como esclava y para el comercio del sexo ni más ni menos. Pensar en ello lo enfureció, y no podía evitar sentir que de alguna manera era responsable: si nunca hubiera aparecido en su vida, si nunca le hubiera ofrecido llevarla lejos, quizás el mesonero nunca habría considerado esto.

Erec cabalgó toda la noche, con el sonido de los cascos de su caballo llenando sus oídos, junto con los sonidos de la respiración de su caballo. El caballo estaba más que agotado, y Erec temió que pudiera hacerlo caer. Erec había ido directamente con el mesonero después del torneo, no se había detenido a tomar un descanso y estaba tan exhausto, que sintió como si fuera a caer de su caballo. Pero obligó a sus ojos a permanecer abiertos, se obligó a sí mismo a permanecer despierto, mientras pasaba debajo de los últimos vestigios de la luna llena, dirigiéndose hacia el sur, hacia Baluster.

Erec había escuchado historias de Baluster a lo largo de su vida, aunque era un lugar en el que nunca había estado; por los rumores, se sabía que era un lugar de juegos de azar, de opio, de sexo, de todos los vicios imaginables en el Reino. Era donde iban los descontentos, de las cuatro esquinas del Anillo, para explotar toda clase de oscuras festividades conocidas por el hombre. El lugar era todo lo contrario a él. Nunca jugaba y raramente bebía, prefiriendo pasar su tiempo libre entrenando, afilando sus habilidades. No podía entender al tipo de gente que le gustaba la pereza y el jolgorio, como los que frecuentaban Baluster. Venir aquí no auguraba nada bueno para él. Nada bueno podía salir de ahí. El pensar que ella estaba en ese lugar le hacía sentirse descorazonado. Sabía que debía rescatarla rápidamente y llevarla lejos de aquí, antes de que recibiera algún daño.

Mientras la luna caía en el cielo, mientras el camino se hacía más amplio y más transitado, Erec tuvo el primer atisbo de la ciudad: la infinidad de antorchas que iluminaban sus paredes hacían que la ciudad pareciera como una fogata en la noche. Erec no se sorprendió: se rumoraba que sus habitantes permanecían despiertos hasta altas horas de la noche.

Erec cabalgó con más fuerza y se acercó a la ciudad, y finalmente pasó un pequeño puente de madera, con antorchas en ambos lados; un centinela dormido en su base, se levantó de un salto cuando Erec entró. El guardia le dijo: "¡OIGA!".

Pero Erec ni siquiera disminuyó su paso. Si el hombre reunía la confianza para perseguir a Erec – que Erec dudaba mucho – entonces Erec se aseguraría de que fuera lo último que hiciera.

Erec cabalgó por la puerta grande y abierta a esta ciudad, que estaba en una plaza, rodeado por muros bajos de piedra antiguos. Al entrar, cabalgó por las calles estrechas, tan brillantes, todas llenas de antorchas. Los edificios fueron construidos juntos, dando a la ciudad una sensación claustrofóbica, estrecha. Las calles estaban absolutamente llenas de gente, y casi todos ellos parecían estar borrachos, tropezando aquí y allá, gritando en voz alta, empujándose unos a otros. Era como una gran fiesta. Y muchos de los establecimientos eran tabernas o garitos.

Erec sabía que era el lugar correcto. Él podía sentir que Alistair estaba aquí, en algún lugar. Tragó saliva con dificultad, esperando que no fuera demasiado tarde.

Llegó a lo que parecía ser una taberna particularmente grande en el centro de la ciudad; una multitud de personas estaban afuera y pensó que sería un buen lugar para empezar.

Erec desmontó y corrió adentro, abriéndose camino a codazos entre la gente con bebidas y llegando hasta donde estaba el mesonero, parado en la parte posterior, en el centro de la habitación, anotando los nombres de las personas, mientras recibía sus monedas y los dirigía a las habitaciones. Era un tipo de aspecto baboso, que tenía una sonrisa falsa, sudaba y se frotaba las manos, mientras contaba sus monedas. Miró a Erec, con una sonrisa falsa en su rostro.

"¿Un cuarto, señor?", preguntó. "¿O lo que quiere son mujeres?".

Erec sacudió su cabeza y se acercó al hombre, queriendo ser escuchado por encima del estruendo.

"Estoy buscando a un comerciante", dijo Erec. "Un comerciante de esclavos. Llegó aquí de Savaria hace un día, más o menos. Trajo una preciada carga. Carga humana".

El hombre lamió sus labios.

"Lo que busca es información muy valiosa", dijo el hombre. "Yo puedo dársela, con la misma facilidad que puedo darle una habitación".

El hombre frotó sus dedos juntos y tendió una mano. Miró a Erec y sonrió, con el sudor formándose en su labio superior.

A Erec le repugnaba ese hombre, pero quería información y no quería perder el tiempo, por lo que buscó en su bolsa y puso una gran moneda de oro en la mano del hombre.

Los ojos del hombre se abrieron de par en par, mientras lo examinaba.

"Oro del rey", observó, impresionado.

Miró a Erec de arriba hacia abajo, con una mirada de respeto y perplejidad.

"¿Entonces ha cabalgado desde la Corte del Rey?", preguntó.

"Basta", dijo Erec. "Yo soy el que hace las preguntas. Te he pagado. Ahora dime: ¿Dónde está el tratante?".

El hombre lamió sus labios varias veces, y luego se inclinó acercándose.

"El hombre que busca es Erbot. Él viene una vez por semana con una nueva carga de prostitutas. Él las subasta al mejor postor. Es probable que lo encuentre en su guarida. Siga esta calle hasta el final y ahí está su establecimiento. Pero si la chica que busca es de valor, probablemente ya no está. Sus prostitutas no duran mucho".

Erec se dio la vuelta para irse, cuando sintió una mano cálida, húmeda y pegajosa que agarraba su muñeca. Se dio vuelta y se sorprendió al ver al mesonero agarrándolo.

"Si lo que busca son prostitutas, ¿por qué no probar una de los mías? Son tan buenas como las de él y cuestan la mitad del precio".

Erec desdeñó al hombre, sintiendo asco. Si tuviera más tiempo, probablemente lo mataría, sólo para librar al mundo de ese hombre. Pero hizo una definición de él y decidió que no valía la pena el esfuerzo.

Erec quitó su mano, luego se acercó inclinándose.

"Si vuelves a poner tus manos sobre mí", le advirtió Erec, "desearás no haberlo hecho. Ahora, da dos pasos detrás de mí antes de que encuentre un buen lugar para este florete que tengo en mi mano".

El mesonero miró hacia abajo, con los ojos bien abiertos de miedo y dio varios pasos atrás.

Erec se dio vuelta y salió de la habitación, dando codazos y empujando a los clientes fuera de su camino mientras salía por las puertas dobles. Él nunca había sentido tanto asco por la humanidad.

Erec montó en su caballo, que estaba haciendo cabriolas y resoplando a algunos transeúntes borrachos que lo estaban mirando – sin duda, pensó Erec, para tratar de robarlo. Se preguntó si en realidad lo habrían intentado si no hubiera regresado, y se hizo una nota mental de atar a su caballo más firmemente en el siguiente lugar. Se escandalizó por el vicio de esta ciudad. Aun así, su caballo, Warkfin, era un caballo de batalla endurecido, y si alguien intentaba robarlo, les podría pisotear hasta morir.

Erec pateó a Warkfin, y se fueron cabalgando por la angosta calle; Erec hacía lo mejor que podía para evitar las multitudes. Ya era de noche, sin embargo, las calles parecían estar más y más llenas de personas, de gente de todas las razas, mezclándose unos con otros. Varios clientes borrachos le gritaban mientras pasaba entre ellos demasiado rápido, pero no le importaba. Podía sentir a Alistair a su alcance y no se detendría ante nada hasta que la recuperara.

La calle terminaba en una pared de piedra, y el último edificio a la derecha era una taberna inclinada, con paredes de arcilla blanca y un techo de paja, que parecía como si hubiera visto días mejores. De las miradas de la gente entrando y saliendo, Erec percibió que éste era el lugar correcto.

Erec bajó del caballo, lo ató con firmeza a un poste y atravesó las puertas. Al hacerlo, se detuvo, sorprendido.

El lugar estaba débilmente iluminado, era una gran habitación con antorchas que parpadeaban en las paredes y una fogata apagándose en la chimenea en la esquina lejana. Había alfombras esparcidas por todas partes, en las cuales estaban acostadas docenas de mujeres, escasamente vestidas, atadas con cuerdas gruesas, unas con otras y en las paredes. Todas parecían estar drogadas – Erec podía oler el opio en el aire y que pasaban una pipa alrededor. Unos hombres bien vestidos atravesaron la sala, pateando y empujando los pies de las mujeres aquí y allá, como si probaran la mercancía y decidieran qué comprar.

En el rincón de la sala estaba sentado un solo hombre en una pequeña silla de terciopelo rojo, vistiendo una bata de seda, y había mujeres encadenadas a ambos lados de él. De pie, detrás de él, estaban unos hombres enormes, musculosos; sus rostros estaban llenos de cicatrices; eran más altos y más fornidos que Erec, mirando como si les emocionara matar a alguien.

Erec vio la escena y se dio cuenta exactamente de lo que estaba pasando: esto era una guarida de sexo, esas mujeres eran de alquiler y ese hombre en la esquina era el jefe, el hombre que se había robado a Alistair – y probablemente se había robado a todas estas mujeres, también. Erec se dio cuenta de que Alistair podría incluso estar ahora en esta habitación.

Entró en acción, corriendo frenéticamente entre los pasillos de mujeres y buscándola entre todas esas caras. Había varias docenas de mujeres en esta sala, algunas desmayadas, y la habitación estaba tan oscura que era difícil darse cuenta de inmediato. Buscó en cada cara, caminando a través de las filas, cuando de repente una gran mano le golpeó en el pecho.

"¿Ya pagó?", dijo una voz áspera.

Erec levanó la vista y vio a un hombre enorme parado cerca de él, con el ceño fruncido.

"Si quiere mirar a las mujeres, tiene que pagar", dijo el hombre con su voz baja. "Esas son las reglas".

Erec desdeñó al hombre, sintiendo un odio creciendo dentro de él, y entonces antes de que el hombre pudiera parpadear, subió la mano y lo golpeó justo en su esófago.

El hombre abrió la boca, con los ojos abiertos de par en par, luego cayó de rodillas, agarrando su garganta. Erec se acercó y le dio un codazo en la sien, y el hombre cayó de bruces.

Erec caminó rápidamente a través de las filas, buscando desesperadamente a Alistair entre los rostros, pero ella no estaba a la vista. Ella no estaba aquí.

El corazón de Erec latía aceleradamente mientras se apresuraba a ir al extremo lejano de la habitación, hacia el viejo sentado en la esquina, mirando todo.

"¿Has encontrado algo que te guste?", preguntó el hombre. "¿Algo por lo que quieras ofertar?".

"Estoy buscando a una mujer", comenzó a decir Erec, con su voz de acero, tratando de mantener la calma, "y sólo voy a decirlo una vez. Es alta, con largos cabellos rubios y ojos azul-verdoso. Su nombre es Alistair. Fue sacada de Savaria hace apenas uno o dos días. Me dijeron que la trajeron aquí. ¿Es cierto?".

El hombre sacudió lentamente la cabeza, sonriendo.

"Me temo que la propiedad que buscas ya ha sido vendida", dijo el hombre. "Pero era un buen ejemplar. Tienes buen gusto. Elige otra, y te daré un descuento“.

Erec lanzó una mirada iracunda, sintiendo una rabia dentro de él, como nunca había sentido.

"¿Quién se la llevó?". Erec gruñó.

El hombre sonrió.

"Vaya, parece que tienes una fijación con esta esclava en particular".

"Ella no es una esclava", gruñó Erec. "Ella es mi esposa".

El hombre lo miró, sorprendido – después, de repente echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.

"¡Tu esposa! Ésa es buena. Ya no lo es, amigo. Ahora es el juguete de otro". Entonces la cara del mesonero se hizo sombría, se convirtió en un ceño fruncido diabólico, mientras hacía un gesto a sus secuaces y agregó: "Ahora desháganse de este pedazo de basura".

Los dos hombres musculosos se acercaron, y con una velocidad que sorprendió a Erec, ambos arremetieron contra él a la vez, estirando la mano para sujetarlo del pecho.

Pero no se dieron cuenta de a quién estaban atacando. Erec era más rápido que los dos juntos, eludiéndolos, agarrando la muñeca de uno de ellos y doblándola hasta que el hombre cayó de espaldas y luego le dio un codazo al otro en la garganta, al mismo tiempo. Erec dio un paso adelante y machacó la tráquea del hombre en el suelo, noqueándolo, luego se inclinó hacia adelante y le dio un cabezazo al otro, que estaba agarrando su garganta, noqueándolo también.

Los dos hombres yacían inconscientes, y Erec caminó sobre sus cuerpos hacia el mesonero, que ahora estaba sacudiendo su silla, con los ojos muy abiertos de miedo.

Erec estiró la mano hacia adelante, agarró al hombre de los cabellos, tiró hacia atrás su cabeza y puso un puñal en su garganta.

"Dime dónde está, y tal vez podría dejarte vivir", gruñó Erec.

El hombre tartamudeó.

"Te lo diré, pero estás perdiendo tu tiempo", respondió. "La he vendido a un lord. Tiene su propio ejército de caballeros y vive en su propio castillo. Es un hombre muy poderoso. Su castillo nunca ha sido traspasado. Y además de eso, tiene todo un ejército de reserva. Es un hombre muy rico – tiene un ejército de mercenarios dispuestos a hacer su oferta en cualquier momento. Cualquier chica que compra, se queda con ella. No hay manera que puedas liberarla. Así que regresa por donde viniste. Ella ya no está".

Erec sostuvo la daga más cerca de la garganta del hombre hasta que empezó a brotar la sangre, y el hombre gritó.

"¿Dónde está ese lord?". Erec gruñó, perdiendo la paciencia.

"Su castillo está al oeste de la ciudad. Sigue la entrada oeste de la ciudad y hasta topar con pared. Verás su castillo. Pero es una pérdida de tiempo. Pagó buen dinero por ella – más de lo que valía".

Thor ya había tenido suficiente. Sin demora, rebanó la garganta de ese comerciante de sexo, matándolo. La sangre se derramaba por todas partes, mientras se desplomaba en su asiento, muerto.

Erec miró hacia abajo al cadáver, a los secuaces inconscientes y sintió asco por todo ese lugar. No podía creer que existiera.

Erec atravesó la habitación y comenzó a cortar las cuerdas que ataban a todas las mujeres, cortando la gruesa, liberándolas una a la vez. Varias de ellas se levantaron de un salto y corrieron hacia la puerta. Pronto toda la habitación estaba libre y corrieron atropelladamente hacia la puerta. Algunas estaban demasiado drogadas para moverse, y otras les ayudaban.

"Quienquiera que sea usted", dijo una mujer a Erec, deteniéndose en la puerta, "bendito sea. Y dondequiera que vaya, que Dios lo ayude“.

Erec apreció el agradecimiento y la bendición; y presintió que, a donde quiera que él fuera, iba a necesitarlos.




CAPÍTULO DIEZ


Rayaba el alba, entrando a través de las pequeñas ventanas de la cabaña de Illepra, cayendo sobre los ojos cerrados de Gwendolyn y despertándola lentamente. El primer sol, un naranja tenue, la acariciaba, despertándola en el silencio del cercano amanecer. Ella parpadeó varias veces, al principio estaba desorientada, preguntándose dónde estaba. Y entonces se dio cuenta:

Godfrey.

Gwen se había quedado dormida en el piso de la cabaña, acostada en una cama de paja, cerca de la cama de él. Illepra durmió junto a Godfrey, y había sido una noche larga para los tres. Godfrey había estado gimiendo durante toda la noche, dando vueltas, e Illepra lo había cuidado sin cesar. Gwen había estado ahí para ayudar de cualquier forma que pudiera, para traer trapos húmedos, exprimiéndolos, colocándolos en la frente de Godfrey y entregando a Illepra las hierbas y ungüentos que continuamente solicitaba. La noche parecía interminable; muchas veces Godfrey había gritado, y ella estaba segura de que se estaba muriendo. Más de una vez él había llamado a su padre, y eso le había dado a Gwen un escalofrío. Ella sintió la presencia de su padre, merodeando entre ellos fuertemente. Ella no sabía si su padre querría que su hijo viviera o muriera – su relación siempre había estado cargada de tensión.

Gwen también había dormido en la cabaña, porque ella no sabía a dónde ir. Se sentía insegura de regresar al castillo, de estar bajo el mismo techo que su hermano; se sentía segura aquí, al cuidado de Illepra, con Akorth y Fulton haciendo guardia en la puerta. Ella creía que nadie sabía dónde estaba, y quería que así siguiera siendo. Además, se había encariñado con Godfrey en estos últimos pocos días, había descubierto al hermano que nunca había conocido, y le dolía pensar que estaba muriendo.

Gwen se puso de pie, apresurándose a ir al lado de Godfrey; su corazón latía con fuerza, preguntándose si estaba vivo todavía. Una parte de ella sentía que si él despertaba por la mañana, viviría, y que si no lo hacía, todo habría terminado. Illepra despertó y también se apresuró a ir con él. Se debe haber quedado dormida en algún momento de la noche; Gwen difícilmente podría culparla.

Las dos se arrodillaron allí, al lado de Godfrey, mientras que la pequeña cabaña se llenaba de luz. Gwen puso una mano en la muñeca de él y lo sacudió, mientras Illepra se acercaba y colocaba una mano sobre su frente. Ella cerró los ojos y respiró – y de repente los ojos de Godfrey se abrieron de par en par. Illepra retiró su mano, sorprendida.

Gwen, también estaba sorprendida. Ella no esperaba ver a Godfrey abrir los ojos. Él se volvió y la miró.

"¿Godfrey?", preguntó ella.

Él entrecerró los ojos, los cerró y los abrió otra vez; entonces, para sorpresa de ella, él mismo se incorporó sobre un codo y las miró.

"¿Qué hora es?" preguntó él. "¿Dónde estoy?".

Su voz sonaba alerta, saludable, y Gwen nunca se había sentido tan aliviada. Ella esbozó una enorme sonrisa, junto con Illepra.

Gwen se inclinó hacia adelante y lo abrazó, dándole un fuerte abrazo, luego se retiró.

"¡Estás vivo!", exclamó ella.

"Por supuesto que lo estoy", dijo él. "¿Por qué no habría de estarlo? ¿Quién es ella?", preguntó, girando hacia Illepra.

"La mujer que te salvó la vida", respondió Gwen.

"¿Que me salvó la vida?".

Illepra miró hacia el piso.

"Yo sólo ayudé un poco", dijo con humildad.

"¿Qué me pasó?", le preguntó a Gwen, frenético. "Lo último que recuerdo es que estaba bebiendo en la taberna y luego…"

"Fuiste envenenado", dijo Illepra. "Con un veneno muy raro y fuerte. No lo había visto en años. Tienes suerte de estar vivo. De hecho, tú eres el único al que he visto sobrevivir. Alguien debe haberte estado cuidando".

Con las palabras de ella, Gwen sabía que tenía razón, e inmediatamente pensó en su padre. El sol iluminó las ventanas, con más fuerza, y ella sintió la presencia de su padre con ellos. Él habría querido que Godfrey viviera.

"Te lo mereces", le dijo Gwen con una sonrisa. "Habrías prometido abandonar la bebida. Ahora mira lo que pasó".

Él se volvió y le sonrió; ella vio cómo le volvía la vida a sus mejillas y se sintió llena de alivio. Godfrey estaba de regreso.

"Me salvaste la vida", le dijo, con seriedad.

Se dirigió a Illepra.

"Las dos me salvaron", añadió. "No sé cómo podré pagarles".

Al mirar a Illepra, Gwen notó algo – había algo en su mirada, algo más que gratitud. Ella se volvió y miró a Illepra y notó que se ruborizaba, mirando al suelo – y Gwen se dio cuenta de que se gustaban mutuamente.

Illepra se dio vuelta rápidamente y cruzó la habitación, dándoles la espalda, ocupándose de una poción.

Godfrey miró a Gwen.

"¿Gareth?", preguntó él, poniéndose solemne de repente.

Gwen asintió con la cabeza, comprendiendo lo que preguntaba.

"Tienes suerte de no estar muerto", dijo ella. "Firth lo está".

"¿Firth?" La voz de Godfrey se elevó, de sorpresa. "¿Muerto? ¿Pero cómo?".

"Lo mandó a la horca", dijo ella. "Se suponía que tú serías el próximo".

"¿Y tú?", preguntó Godfrey.

Gwen se encogió de hombros.

"Él tiene planes para que me case. Me vendió a los Nevaruns. Al parecer, ya vienen para llevarme".

Godfrey se sentó, indignado.

"¡Nunca lo permitiré!", exclamó él.

"Tampoco yo", respondió ella. "Encontraré alguna forma".

"Pero sin Firth, no tenemos ninguna evidencia", dijo él. "No tenemos manera de acabar con él. Gareth será libre".

"Encontraremos el modo", respondió ella. "Vamos a encontrar…"

De repente, la cabaña se llenó de luz cuando la puerta se abrió y entraron Akorth y Fulton.

"Mi lady—", comenzó a decir Akorth, luego se volvió al ver a Godfrey.

"¡Desgraciado!", Akorth gritó de alegría dirigiéndose a Godfrey. "¡Lo sabía! Engañaste a casi todo en la vida – ¡sabía que también engañarías a la muerte!".

"¡Sabía que ninguna jarra de cerveza te llevaría a la tumba!", añadió Fulton.

Akorth y Fulton corrieron, mientras Godfrey saltaba de la cama y todos se abrazaron.

Akorth se dirigió entonces a Gwen, con seriedad.

"Mi lady, lamento molestarla, pero vimos a un contingente de soldados en el horizonte. Vienen apresuradamente hacia nosotros en este momento".

Gwen lo miró alarmada y luego corrió afuera, y todos ellos tras sus talones, agachando su cabeza y entrecerrando los ojos ante la fuerte luz del sol.

El grupo estaba parado afuera, y Gwen miraba hacia el horizonte y vio un pequeño grupo de Los Plateados corriendo hacia la cabaña. Media docena de hombres cabalgaban a toda velocidad, y no había ninguna duda de que corrían hacia ellos.

Godfrey estiró la mano para desenvainar su espada, pero Gwen puso una mano reconfortante en su muñeca.

"Estos no son hombres de Gareth – son de Kendrick. Estoy segura de que vienen en son de paz".

Los soldados se acercaron y sin pausas, desmontaron de sus caballos y se arrodillaron ante Gwendolyn.

"Mi lady", dijo el soldado líder. "Le traemos buenas noticias. ¡Hemos hecho retroceder a los McCloud! Su hermano Kendrick está a salvo, y me ha pedido que le envíe un mensaje: Thor está bien".

Gwen se puso a llorar ante la noticia, abrumada de agradecimiento y alivio, dando un paso adelante y abrazando a Godfrey, quien también la abrazó. Sintió como si su vida hubiera sido restaurada dentro de ella.

"Van a regresar hoy", continuó diciendo el mensajero, "¡y habrá una gran celebración en la Corte del Rey!".

"¡Sin duda son buenas noticias!", exclamó Gwen.

"Mi lady", dijo otra voz ronca y Gwen vio a un lord, a un famoso guerrero, Srog, vestido con el rojo distintivo del oeste, un hombre a quien ella había conocido desde la juventud. Él había estado cerca del padre de ella. Se arrodilló ante ella, y ella se sintió avergonzada.

"Por favor, señor", dijo ella, "no se arrodille ante mí".

Era un hombre famoso, un poderoso lord que tenía miles de soldados respondiendo ante él, y quien gobernaba su propia ciudad, Silesia, la fortaleza del oeste, una ciudad inusual, construida en un acantilado al borde del Cañón. Era casi impenetrable. Era uno de los pocos en quien su padre confiaba.

"He venido aquí, con estos hombres porque he oído que ha habido grandes cambios en la Corte del Rey", dijo intencionadamente. "El trono es inestable. Un nuevo gobernante – un gobernante firme, un verdadero gobernante – debe ser puesto en su lugar. Me han hecho saber que el deseo de su padre era que usted reinara. Su padre fue como un hermano para mí, y su palabra es mi compromiso. Si ése era su deseo, entonces también es el mío. He venido para hacerte saber que, si usted debe gobernar, entonces mis hombres le jurarán lealtad a usted. Le insto a actuar pronto. Los eventos de hoy han demostrado que la Corte del Rey necesita un nuevo gobernante".

Gwen se quedó ahí parada, desconcertada, sin saber cómo responder. Sentía una profunda modestia y un sentimiento de orgullo, pero también se sentía abrumada, era más de lo que podía soportar.

"Gracias, señor", dijo ella. "Le agradezco sus palabras y su ofrecimiento. Debo reflexionarlo muy bien. Por ahora, sólo deseo darle la bienvenida a mi hermano – y a Thor".

Srog inclinó la cabeza, y una trompeta sonó en el horizonte. Gwen miró hacia arriba y ya podía ver la nube de polvo: iba apareciendo un gran ejército. Ella subió una mano para bloquear el sol, y su corazón se aceleró. Incluso desde aquí, ella podía sentir quién era. Eran Los Plateados, los hombres del rey.

Y cabalgando al frente iba Thor.




CAPÍTULO ONCE


Thor cabalgó con el ejército, miles de soldados yendo como si fueran uno, de vuelta hacia la Corte del Rey, y se sentía triunfante. Él apenas podía procesar lo que había sucedido. Estaba orgulloso de lo que había hecho, orgulloso de que cuando las cosas parecían estar en su punto más bajo en la batalla, él no se había rendido a su temor, sino que se quedó y enfrentó a esos guerreros. Y estaba sorprendido de haber sobrevivido, de algún modo.

La batalla entera había parecido surrealista, y estaba tan agradecido de haber sido capaz de invocar sus poderes – aunque también estaba confundido, ya que sus poderes no siempre funcionaban. No los entendía, y peor aún, no sabía de dónde venían o cómo reunirlos. Le hizo darse cuenta más que nunca tenía que aprender a confiar en sus habilidades humanas, también – en ser el mejor luchador, el mejor guerrero que podía ser. Estaba empezando a darse cuenta de que para ser el mejor guerrero que podía ser, necesitaba ambas partes de sí mismo – al combatiente y al hechicero – si es que eso es lo que era.

Viajaron toda la noche para volver a la Corte del Rey, y Thor estaba ahora más que agotado, pero también entusiasmado. El primer sol estaba saliendo en el horizonte, la vasta extensión de cielo se abría ante él en tonos amarillos y rosas, y se sentía como si estuviera viendo el mundo por primera vez. Nunca se había sentido tan vivo. Estaba rodeado de sus amigos, Reece, O'Connor, Elden y los gemelos; de Kendrick, Kolk y Brom; y por cientos de miembros de La Legión, Los Plateados y el ejército del rey. Pero en lugar de estar en las afueras de él, ahora él iba al centro, acogido por todos. Sin duda, todos ellos lo miraban diferente desde la batalla. Ahora, él notaba la admiración en sus ojos, no sólo sus compañeros miembros de La Legión, sino también en los ojos de los guerreros reales, adultos. Se había enfrentado al ejército entero de los McCloud él solo y cambió la marea de la guerra.

Thor estaba feliz de no haber decepcionado a ninguno de sus hermanos de La Legión. Estaba contento de que sus amigos hubieran salido ilesos en su mayoría, y sintió remordimiento por aquellos que murieron en la batalla. No los conocía, pero deseaba haber podido salvarlos también. Había sido una batalla sangrienta y feroz, e incluso ahora, mientras Thor cabalgaba, cada vez que pestañeaba, tenía imágenes en su mente de la lucha, de las diferentes armas y guerreros que se le habían acercado. Los McCloud eran feroces, y había sido afortunado; quién sabe si volvería a tener suerte si se enfrentaran otra vez. ¿Quién sabía si él sería capaz de invocar sus poderes otra vez. No sabía si alguna vez volverían. Necesitaba respuestas. Y necesitaba encontrar a su madre. Necesitaba saber quién era realmente. Necesitaba buscar a Argon.

Krohn gimió detrás de él, y Thor se inclinó y acarició su cabeza, mientras Krohn lamía su mano. Thor se sentía aliviado de que Krohn estuviera bien. Thor lo había sacado adelante en el campo de batalla y lo había colgado sobre el lomo de su caballo detrás de él; Krohn parecía capaz de caminar, pero Thor quería que él descansara y se recuperara del largo viaje de regreso. El golpe que Krohn recibió fue poderoso, y Thor creía que se había roto una costilla. Thor apenas podía expresar su gratitud a Krohn, que parecía ser más como un hermano para él que un animal, y que había salvado su vida más de una vez.

Cuando subieron a la cima de una colina y la vista del reino se extendía ante ellos, apareció la extensa y gloriosa ciudad de la Corte del Rey, con decenas de torres y agujas, con sus antiguas paredes de piedra y su enorme puente levadizo, con sus puertas arqueadas, con sus cientos de soldados haciendo guardia en los parapetos y en el camino, con sus onduladas tierras de labranza revistiéndola y por supuesto, el Castillo del Rey al centro. Thor pensó inmediatamente en Gwen. Ella lo había sostenido en la batalla; ella le había dado una razón y propósito para vivir. Sabiendo que le habían tendido una trampa, que había sido emboscado, Thor temió de repente por su destino, también. Él esperaba que ella estuviera bien, que cualesquiera que fueran las fuerzas que habían puesto en juego su traición, la hubieran dejado intacta.

Thor escuchó una ovación distante, vio algo brillando en la luz, y cuando entrecerró los ojos en la colina, se dio cuenta de que se estaba formando una gran multitud en el horizonte, ante la Corte del Rey, en el camino, agitando banderas. La gente salía vigorosa para darles la bienvenida.

Alguien hizo sonar un cuerno, y Thor se dio cuenta de que estaban dándoles la bienvenida a casa. Por primera vez en su vida, él no se sentía como un intruso.

"Esos cuernos suenan para ti", dijo Reece, montando a caballo junto a él, mientras le daba unas palmadas en la espalda, mirándolo con un nuevo respeto. "Tú eres el campeón de esta batalla. Ahora eres el héroe de la gente".

"Imagínate, uno de nosotros, un miembro de La Legión, haciendo retroceder a todo el ejército de McCloud", añadió O'Connor con orgullo.

"Eres la honra de La Legión entera", dijo Elden. "Ahora tendrán que tomarnos a todos, mucho más en serio".

"Sin mencionar que salvaste nuestras vidas", añadió Conval.

Thor se encogió de hombros, lleno de orgullo, pero también negándose a permitir que nada de esto se le subiera a la cabeza. Él sabía que era humano, frágil y vulnerable, como cualquiera de ellos. Y que el curso de la guerra pudo haber sido al revés.

"Sólo hice lo que me enseñaron en el entrenamiento", respondió Thor. "Lo que todos fuimos entrenados a hacer. No soy mejor que nadie. Solamente tuve suerte este día".

"Yo diría que fue más que suerte", respondió Reece.

Todos siguieron con un trote lento, por la calle principal que conduce a la Corte del Rey, y al hacerlo, el camino se empezó a llenar de gente, saliendo del campo, vitoreando, ondeando banderas con el azul y amarillo de los MacGil. Thor se dio cuenta de que esto se estaba convirtiendo en un desfile completo. Toda la Corte había salido para festejarlos y pudo ver el alivio y la alegría en sus rostros. Él podía entender el porqué: Si el ejército de los McCloud hubiera llegado más cerca, podrían haber destruido todo esto.

Thor cabalgó con los demás a través de las multitudes de personas sobre el puente levadizo de madera, los cascos de sus caballos pisando fuerte. Pasaron por la puerta de piedra arqueada, a través del paso subterráneo; el cielo estaba oscureciendo, luego por el otro lado, hacia la Corte del Rey – donde fueron recibidos por las masas que los vitoreaban. Agitaban banderas y lanzaban dulces, y una banda de música empezó a tocar, sonaban los címbalos, golpeaban los tambores, mientras que la gente empezó a bailar en las calles.

Thor bajó de su caballo con los demás ya que se hizo demasiado difícil cabalgar, y él subió la mano y ayudó a Krohn a bajar del caballo. Observaba atentamente mientras Krohn cojeaba, luego caminó; parecía estar bien para caminar ahora, y Thor se sintió aliviado. Krohn se dio vuelta y lamió su mano varias veces.

El grupo caminó por la Plaza del Rey, mientras Thor era abrazado por todas partes, personas que ni siquiera conocía.

"¡Usted nos ha salvado!", gritó un hombre mayor. "¡Ha liberado a nuestro reino!".

Thor quiso responder, pero no pudo, su voz se perdió por el estruendo de cientos de personas gritando y vitoreando alrededor de ellos, la música era cada vez más fuerte. Pronto, los barriles de cerveza rodaban en el campo, y la gente empezó a beber, a cantar y a reír.

Pero Thor tenía una sola cosa en mente: Gwendolyn. Tenía que verla. Analizó todos los rostros, desesperado por encontrarla, seguro de que estaría aquí – pero se sintió decepcionado al no poder hallarla.

Luego sintió un golpecito en el hombro.

"Creo que la mujer que estás buscando está por allá", dijo Reece, girándolo y señalando hacia el otro lado.

Thor se dio vuelta y sus ojos se iluminaron. Allí, caminando rápidamente hacia él, con una enorme sonrisa de alivio y con apariencia de no haber dormido en toda la noche, estaba Gwendolyn.

Se veía más hermosa que nunca, y ella corrió hacia él y se apresuró hacia los brazos de Thor. Dio un salto y lo abrazó y él también la abrazó, firmemente, girándola en la multitud. Ella se aferró a él y no lo soltaba, y él podía sentir sus lágrimas corriendo por su cuello. Pudo sentir el amor de ella y lo sintió enseguida.

"Gracias a Dios que estás vivo", dijo ella, muy contenta.

"No pensé en nada más que en ti", dijo Thor, sujetándola firmemente. Mientras la sostenía en sus brazos, todo se sentía bien en el mundo, una vez más.

Lentamente, la soltó y ella lo miró y se inclinaron y se besaron. Se besaron durante mucho tiempo; la multitud giraba a su alrededor.

"¡Gwendolyn!", gritó Reece complacido.

Ella se volvió y lo abrazó y luego Godfrey se acercó y abrazó a Thor, luego a su hermano Reece. Fue una gran reunión familiar, y Thor sintió de alguna manera, como si fuera parte de ella, como si ya fueran su familia. Todos estaban unidos por su amor por MacGil – y por su odio a Gareth.

Krohn dio un paso adelante y saltó encima de Gwendolyn, y ella se reclinó con una carcajada y lo abrazó mientras él le lamía la cara.

"¡Creces cada vez más, cada día que pasa!", exclamó ella. "¿Cómo puedo darte las gracias por mantener a Thor a salvo?".

Krohn saltó sobre ella una y otra vez, hasta que finalmente, riendo, ella tuvo que bajarlo.

"Vámonos de aquí", dijo Gwen a Thor, siendo presionados de cada lado por la multitud. Ella extendió la mano y tomó la de él.

Thor estiró la mano y tomó la de ella y estaba a punto de seguir – cuando de repente, varios guerreros de Los Plateados llegaron detrás de Thor y lo levantaron en el aire, por encima de sus cabezas, colocándolo sobre sus hombros. Cuando Thor estaba en el aire, se escuchó un gran grito de la multitud.

"¡THORGRIN!", la multitud vitoreó.

Le dieron vueltas y vueltas a Thor, mientras le empujaban una jarra de cerveza en su mano. Él se reclinó y bebió, y la multitud aplaudió como salvaje.

Bajaron a Thor con rudeza y tropezó, riendo, mientras la multitud lo abrazaba.

"Ahora nos dirigiremos a la fiesta del vencedor", dijo un guerrero que Thor no conocía, un miembro de Los Plateados, que le dio unas palmadas en la espalda con una mano carnosa. "Es una fiesta solo para los guerreros. Para los hombres. Vendrás con nosotros. Habrá un lugar reservado para ti en la mesa. Y tú y tú", dijo él, dirigiéndose a Reece, O’Connor y a los amigos de Thor. "Ya son hombres. Y se unirán a nosotros".

Se escuchó una ovación cuando todos fueron sujetados por miembros de Los Plateados y llevados arrastrando; Thor se soltó en el último segundo y se dirigió hacia Gwen, sintiéndose culpable y no queriendo defraudarla.

"Ve con ellos", dijo ella, abnegadamente. "Es importante que lo hagas. Festeja con tus hermanos. Celebra con ellos. Es una tradición entre Los Plateados. No puedes perdértelo. Más tarde nos veremos en la puerta trasera del Salón de Armas. Luego volveremos a estar juntos".

Thor se inclinó y la besó una última vez, durando lo más que pudo, hasta que sus compañeros soldados tiraron de él.

"Te amo", le dijo ella a él.

"Yo también te amo", dijo él, diciéndolo con la mayor seriedad de lo que ella podría imaginar.

Todo lo que se le ocurrió, mientras era llevado arrastrando, mientras veía esos hermosos ojos, tan llenos de amor por él, era que él quería, más que nada, ofrecerle matrimonio, hacerla suya para siempre. Ahora no era el momento oportuno, pero pronto, se dijo a sí mismo.

Tal vez incluso esta noche.




CAPÍTULO DOCE


Gareth estaba parado en su habitación, mirando por la ventana a la luz del amanecer, mientras se elevaba sobre la Corte del Rey, observando a la multitud que se reunía abajo – y sintió náuseas. En el horizonte estaba su peor temor, la imagen de lo que más temía: el ejército del rey regresando, victorioso, triunfante, de su enfrentamiento con los McCloud. Kendrick y Thor iban a la cabeza, libres, vivos – como héroes. Sus espías ya le habían informado de todo lo que había ocurrido, que Thor había sobrevivido a la emboscada, que estaba vivo y bien. Ahora todos esos hombres estaban envalentonados, regresado a la Corte del Rey como una fuerza solidificada. Todos sus planes habían salido terriblemente mal y le dejó un agujero en el estómago. Sintió que el reino lo arrinconaba.

Gareth escuchó un chirrido en su habitación y giró y cerró sus ojos rápidamente al ver lo que había delante de él, lleno de miedo.

"¡Abre los ojos, hijo!", dijo la voz retumbante.

Temblando, Gareth abrió sus ojos, y estaba horrorizado al ver a su padre ahí parado, un cadáver en descomposición, con una corona oxidada en su cabeza, un cetro oxidado en su mano. Lo miraba reprendiéndolo, como lo hacía en vida.

"La sangre llama a la sangre", proclamó su padre.

"¡Te odio!", gritó Gareth. "¡TE ODIO!", repitió y sacó el puñal de su cinturón y se dirigió hacia su padre.

Cuando lo alcanzó, empuñó su daga – y no le dio a nada más que al aire – y tropezó por la habitación.

Gareth giró, pero la aparición había desaparecido. Estaba solo en la habitación. Él había estado solo todo el tiempo. ¿Se estaba volviendo loco?

Gareth corrió hacia la esquina lejana de la habitación, buscó en el gabinete de su tocador y extrajo su pipa de opio con las manos temblorosas; rápidamente la encendió e inhaló profundamente, una y otra vez. Sintió el golpe de las drogas en su sistema, se sintió perdido temporalmente por el consumo de la droga. Había estado consumiendo opio cada vez más y más en los últimos días – parecía que era la última cosa que le servía para ahuyentar la imagen de su padre. Gareth se sentía atormentado por estar ahí, y empezaba a preguntarse si el fantasma de su padre estaba atrapado en esas paredes y si debía mudar su corte a otro lado. De todos modos, le gustaría derribar ese edificio – este lugar que guardaba cada recuerdo de su niñez, que él odiaba.

Gareth regresó a la ventana cubierto de un sudor frío, y secó su frente con la palma de su mano. Observó. El ejército se acercaba y Thor podía ser visto, incluso desde ahí; la tonta multitud se acercaba a él como si fuera un héroe. Hizo que Gareth se pusiera lívido, lo hizo arder de envidia. Cada plan que había puesto en marcha, se había derrumbado: Kendrick fue liberado; Thor estaba vivo; incluso Godfrey había logrado, de alguna manera, escapar al veneno – y era veneno suficiente para matar a un caballo.

Pero por otra parte, sus otros planes habían funcionado. Al menos, Firth estaba muerto, y no quedaba testigo vivo para demostrar que él había matado a su padre. Gareth respiró profundamente, aliviado, dándose cuenta de que las cosas no estaban tan mal como parecían. Después de todo, el convoy de los Nevaruns seguía en camino para llevarse a Gwendolyn; para llevarla a algún rincón horrible del Anillo y casarla. Sonrió ante la idea, empezando a sentirse mejor. Sí, al menos ella se iría lejos, muy pronto.

Gareth tenía tiempo. Él encontraría otras maneras de lidiar con Kendrick y Thor y Godfrey – tenía innumerables planes para matarlos. Y tenía todo el tiempo y todo el poder en el mundo para que esto ocurriera. Sí, habían ganado esta ronda, pero no ganarían la siguiente.

Gareth oyó otro gemido, giró y no vio nada en esa habitación. Tenía que salir de aquí – ya no lo soportaba.

Se volvió y salió furioso de la habitación, la puerta se abrió antes de que llegara a ella; sus sirvientes estaban atentos a anticiparse a cualquiera de sus movimientos.

Gareth tiró el manto y la corona de su padre y recogió su cetro, mientras caminaba por el pasillo. Caminó por los pasillos hasta que llegó a su comedor privado, una habitación de piedra, muy elaborada, con altos techos arqueados y vitrales, iluminada por la luz temprana de la mañana. Dos asistentes estaban esperando en la puerta abierta, y otro estaba parado esperando detrás de la cabecera de la mesa. Era una mesa larga de banquetes, como de quince metros, con docenas de sillas alineadas a ambos lados de la misma; el asistente jaló la de Gareth para él cuando se acercó; era una silla antigua, de roble, en la que su padre se había sentado en incontables ocasiones.

Gareth se sentó y se dio cuenta de lo mucho que odiaba esta habitación. Recordó que se veía obligado a sentarse aquí cuando era niño; su familia se sentaba alrededor de ella, y era reprendido por su padre y su madre. Ahora la habitación estaba completamente sola. No había nadie más que él – ni sus hermanos ni sus hermanas o padres o amigos. Ni siquiera sus asesores. En los últimos días, había logrado aislar a todo el mundo, y ahora él cenaba solo. Prefería que fuera de ese modo, de cualquier manera – hubo demasiadas veces en que había visto al fantasma de su padre aquí con él, y se había sentido avergonzado de llorar delante de los demás.

Gareth tomó un sorbo de su sopa matutina; y después, repentinamente, golpeó su cuchara de plata en el plato.

"¡La sopa no está lo suficientemente caliente!", exclamó.

Estaba caliente, pero no lo suficientemente caliente como le gustaba, y Gareth no toleraría un error más cerca de él. Un ayudante se acercó corriendo.

"Lo siento, mi señor", dijo el asistente, inclinando la cabeza mientras corría para quitarla. Pero Gareth tomó el plato y arrojó el líquido caliente en la cara del asistente.





Конец ознакомительного фрагмента. Получить полную версию книги.


Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=43697103) на ЛитРес.

Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.



En UN GRITO DE HONOR (A CRY OF HONOR) – Libro #4 de El Anillo del Hechicero – (The Sorcerers Ring), Thor ha regresado de Los Cien como un guerrero endurecido, y ahora debe aprender lo que significa la batalla por su patria, combatir por la vida y la muerte. Los McCloud han invadido el territorio de los MacGil – más adentro que nunca en la historia del Anillo – y mientras Thor cabalga hacia una emboscada, caerá sobre su cabeza repeler el ataque y salvar la Corte del Rey. Godfrey ha sido envenenado por su hermano con un veneno muy potente y raro, y su destino está en manos de Gwendolyn, mientras ella hace todo lo que puede para salvar a su hermano de la muerte. Gareth ha caído más profundamente en un estado de paranoia y descontento, contratando a su propia tribu de salvajes como una fuerza de lucha personal y dándoles el Salón de los Plateados – desbancando a Los Plateados y causando una ruptura en la Corte del Rey que amenaza con estallar en una guerra civil. Él también planea hacer que el feroz Nevarun se lleve a Gwendolyn, vendiéndola su en matrimonio sin su consentimiento. Las amistades de Thor se profundizan, mientras viajan por nuevos lugares, se enfrentan a monstruos inesperados y lucha cn una batalla inimaginable. Thor viaja a su ciudad natal y, en un épico enfrentamiento con su padre, se entera de un gran secreto de su pasado, de quién es, de quién es su madre – y de su destino.

Как скачать книгу - "Un Grito De Honor" в fb2, ePub, txt и других форматах?

  1. Нажмите на кнопку "полная версия" справа от обложки книги на версии сайта для ПК или под обложкой на мобюильной версии сайта
    Полная версия книги
  2. Купите книгу на литресе по кнопке со скриншота
    Пример кнопки для покупки книги
    Если книга "Un Grito De Honor" доступна в бесплатно то будет вот такая кнопка
    Пример кнопки, если книга бесплатная
  3. Выполните вход в личный кабинет на сайте ЛитРес с вашим логином и паролем.
  4. В правом верхнем углу сайта нажмите «Мои книги» и перейдите в подраздел «Мои».
  5. Нажмите на обложку книги -"Un Grito De Honor", чтобы скачать книгу для телефона или на ПК.
    Аудиокнига - «Un Grito De Honor»
  6. В разделе «Скачать в виде файла» нажмите на нужный вам формат файла:

    Для чтения на телефоне подойдут следующие форматы (при клике на формат вы можете сразу скачать бесплатно фрагмент книги "Un Grito De Honor" для ознакомления):

    • FB2 - Для телефонов, планшетов на Android, электронных книг (кроме Kindle) и других программ
    • EPUB - подходит для устройств на ios (iPhone, iPad, Mac) и большинства приложений для чтения

    Для чтения на компьютере подходят форматы:

    • TXT - можно открыть на любом компьютере в текстовом редакторе
    • RTF - также можно открыть на любом ПК
    • A4 PDF - открывается в программе Adobe Reader

    Другие форматы:

    • MOBI - подходит для электронных книг Kindle и Android-приложений
    • IOS.EPUB - идеально подойдет для iPhone и iPad
    • A6 PDF - оптимизирован и подойдет для смартфонов
    • FB3 - более развитый формат FB2

  7. Сохраните файл на свой компьютер или телефоне.

Книги серии

Книги автора

Аудиокниги серии

Аудиокниги автора

Рекомендуем

Последние отзывы
Оставьте отзыв к любой книге и его увидят десятки тысяч людей!
  • константин александрович обрезанов:
    3★
    21.08.2023
  • константин александрович обрезанов:
    3.1★
    11.08.2023
  • Добавить комментарий

    Ваш e-mail не будет опубликован. Обязательные поля помечены *