Книга - Deseada

a
A

Deseada
Morgan Rice


Diario de un Vampiro #5
En DESEADA (Libro #5 del Diario de un Vampiro), Caitlin Paine se despierta para descubrir que, una vez más, ha viajado hacia atrás en el tiempo. Esta vez, ha aterrizado en el siglo XVIII de París, una época de gran opulencia, de reyes y reinas-, pero también de la revolución. Al lado de su verdadero amor, Caleb, los dos finalmente viven su amor y el romanticismo como nunca antes. Pasan juntos un tiempo idílico en la ciudad de París, visitando sus sitios más románticos, mientras su amor crece cada vez más. Para disfrutar de este momento y este lugar y pasar su vida junto a Caleb, Caitlin decide renunciar a la búsqueda de su padre. Caleb la lleva a su castillo medieval cerca de la costa, y Caitlin es más feliz de lo que jamás soñó. Pero su idilio juntos no está destinado a durar para siempre, y pronto los hechos los separa. Caitlin regresa junto a Aiden y su cofradía, con Polly y con nuevos amigos, mientras se concentra de nuevo en su formación y en su misión. Vive en el mundo pródigo de Versalles, y admira los trajes y la opulencia más allá de lo que jamás soñó. Con interminables fiestas y fiestas y conciertos, Versalles es un mundo en sí mismo. Se reúne felizmente con Sam, quien también regresó en el tiempo, y también ha soñado con su padre. Pero no todo es como parece. Kyle también ha viajado atrás en el tiempo, esta vez con su compañero en el mal, Sergei -y está más decidido que nunca en matar a Caitlin. Y tanto Sam como Polly se involucran cada vez más en relaciones tóxicas, las que podrían amenazar con destruir todo lo que les rodea. Mientras Caitlin se convierte en una verdadera guerrera, está cada vez más cerca de encontrar a su padre y al mítico Escudo. El final culminante, lleno de acción, lleva a Caitlin a buscar pistas en un torbellino por las más importantes localidades medievales de París. Pero, para sobrevivir, necesitará exhibir habilidades que nunca soñó que tenía.





Morgan Rice

deseada libro #5 de Diario del Vampiro




Acerca de Morgan Rice

Morgan Rice es la escritora del bestseller #1: DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS), una saga que comprende once libros (y siguen llegando); la saga del bestseller #1: TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA (THE SURVIVAL TRILOGY), thriller pos apocalíptico que comprende dos libros (y siguen llegando); y la saga de fantasía épica, bestseller #1: EL ANILLO DEL HECHICERO, que comprende trece libros (y contando).

Los libros de Morgan están disponibles en audio y edición impresa, y la traducción de los libros está disponible en alemán, francés, italiano, español, portugués, japonés, chino, sueco, holandés, turco, húngaro, checo y eslovaco (próximamente en otros idiomas).

A Morgan le encantaría tener comunicación con usted, así que visite www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com/) para unirse a la lista de correo electrónico, recibir un libro gratuito, recibir regalos gratuitos, descargar una aplicación gratuita, obtener las últimas noticias exclusivas, conectarse a Facebook y Twitter, y ¡mantenerse en contacto!



Algunas Opiniones Acerca de las Obras de Morgan Rice

"TRAICIONADA es una gran entrega de esta serie. Morgan Rice realmente ha logrado convertirse en  una ganadora con esta serie. Tiene un  ritmo rápido, está llena de acción, amor, suspenso e intriga. Si usted no ha leído sus dos primeras novelas, leálas y luego ponga sus manos en TRAICIONADA. He leído estos libros en orden, pero cada uno de estos libros también está  diseñado para ser leído de forma individual. Si usted no ha leído los dos primeros, lea TRAICIONADA. Estoy seguro que va a terminar comprando los dos primeros – ¡vale la pena leerlos todos … una o dos veces!"–VampireBookSite



" CONVERTIDA es un libro que puede rivalizar con TWILIGHT  y Vampire Diaries, ¡y querrá seguir leyendo hasta llegar a la última página! Si a usted le interesa la aventura, el amor y los vampiros, ¡este libro es para usted!"

–– Vampirebooksite com



"Rice hace un gran trabajo jalando al lector en la historia desde el principio, gracias a su gran calidad descriptiva que trasciende la mera pintura de los escenarios .... Al estar tan bien escrita y ser de lectura rápida, CONVERTIDA es un buen inicio para una nueva serie de vampiros que seguramente será un éxito entre los lectores que buscan una historia ligera pero entretenida " .

–-Black Lagoon Reviews



“Rice hace un gran trabajo para captar su atención desde el principio, al utilizar una gran calidad descriptiva que va más allá de la simple descripción de la ambientación… Bien escrito y sumamente rápido de leer”.

–-Black Lagoon Reviews (acerca de Turned)



“Es una historia ideal para lectores jóvenes. Morgan Rice hizo un buen trabajo dando un giro interesante… Innovador y singular. La saga se centra alrededor de una chica… ¡una chica extraordinaria!  Es fácil de leer, pero con un ritmo sumamente rápido…  Clasificación PG (Guía Paternal)”.

–-The Romance Reviews (acerca de Turned)



Libros de Morgan Rice




EL ANILLO DEL HECHICERO (THE SORCERER’S RING)


LA SENDA DE LOS HÉROES (A QUEST OF HEROES) – (Libro #1)


LA MARCHA DE LOS REYES (A MARCH OF KINGS) – (Libro #2)


EL DESTINO DE LOS DRAGONES (A FATE OF DRAGONS) (Libro #3)


EL GRITO DE HONOR (A CRY OF HONOR) (Libro #4)


UNA PROMESA DE GLORIA (A VOW OF GLORY) (Libro #5)


UN DEBER DE VALOR (A CHARGE OF VALOR)  (Libro #6)


UN GRITO DE ESPADAS (A RITE OF SWORDS) (Libro #7)


UNA SUBVENCIÓN DE ARMAS (A GRANT OF ARMS)  (Libro #8)


UN CIELO DE HECHIZOS (A SKY OF SPELLS)  (Libro #9)


UN MAR DE ESCUDOS (A SEA OF SHIELDS) (Libro #10)


UN REINADO DE HIERRO (A REIGN OF STEEL) (Libro #11)


UNA TIERRA DE FUEGO (A LAND OF FIRE) –  (Libro #12)


EL DECRETO DE LAS REINAS (A RULE OF QUEENS) –  (Libro #13)




LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA (THE SURVIVAL TRILOGY)


ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (SLAVERSUNNERS) –  (Libro #1)


ARENA DOS (ARENA TWO) – (Libro #2)




DIARIO DE UN VAMPIRO (THE VAMPIRE JOURNALS)


TRANSFORMACIÓN (TURNED) (Libro #1)


AMORES (LOVED)  (Libro #2)


TRAICIÓN (BETRAYED) – (Libro #3)


DESTINADO (DESTINED) (Libro #4)


DESEO (DESIRED) (Libro #5)


PROMETIDO (BETROTHED) (Libro #6)


PROMESA (VOWED) (Libro #7)


ENCUENTRO (FOUND) (Libro #8)


RESURRECCIÓN (RESURRECTED) (Libro #9)


ANSIAS (CRAVED) (Libro #10)


DESTINO (FATED) (Libro #11)








Derechos Reservados © 2012 Morgan Rice



Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida, almacenada en algún sistema de recuperación, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio o ser guardado en una base de datos o sistema de recuperación, sin la autorización previa del autor.



Este libro electrónico está disponible sólo para su disfrute personal. Este libro electrónico no puede ser re- vendido o regalado a otras personas. Si usted desea compartir este libro con otra persona, por favor adquiera una copia adicional para cada destinatario. Si usted está leyendo este libro y no lo compró , o no lo compró sólo para su uso individual, por favor devuélvalo y compre su propia copia. Muchas gracias por respetar el trabajo de este autor.



Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes , empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginación del autor o han sido usados como ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es total coincidencia.



Modelo en la portada: Jennifer Onvie. Fotografía de la portada: Adam Luke Studios, New York. Artista de maquillaje de la portada: Ruthie Weems. Si desea comunicarse con alguno de estos artistas, por favor, póngase en contacto con Morgan Rice.



HECHO:

Montmartre, París, es famoso por su gran iglesia, la basílica del Sagrado Corazón, construida en el siglo 19. Pero, junto a ella, en lo alto de la colina, se encuentra la pequeña y poco conocida iglesia de San Pedro. Esta pequeña y oscura iglesia es mucho más antigua que su vecina y data del siglo tercero, y tiene una importancia aún mayor: allí se tomaron los votos que llevó a la fundación de la Compañía de Jesús.


HECHO:

Ubicada en una pequeña isla en el centro de París (no muy lejos de la famosa Notre Dame), Sainte Chapelle fue construida  en el siglo 13, y durante cientos de años albergó las reliquias más preciadas de la cristiandad, incluyendo la corona de espinas, la Santa lanza, y pedazos de la cruz en la que Jesús fue crucificado. Las reliquias fueron almacenadas en una gran baúl de plata adornada ....


"¿Por qué estás aún tan hermosa? ¿debe ser, creo
Que la muerte es insustancial amorosa,
Y que el monstruo aborrecido te mantiene
aquí en la oscuridad para ser tu amante?
Por temor a eso, todavía me quedaré contigo;
Y nunca de este palacio con su noche oscura
Saldré de nuevo … "

    --William Shakespeare, Romeo y Julieta






CAPÍTULO PRIMERO


París, Francia

(Julio de 1789)



Caitlin Paine despertó en medio de la oscuridad.

El aire se sentía pesado, y ella luchaba por respirar mientras trataba de moverse. Estaba tumbada boca arriba sobre una superficie dura. Hacía frío y estaba húmedo, y cuando miró hacia arriba recibió un pequeño haz de la luz en la cara.

Sus hombros estaban muy apretados pero, con esfuerzo, logró extenderse. Levantó sus manos y palpó la superficie superior. Era piedra. Pasó las manos a lo largo de la piedra y  sintió las dimensiones, se dio cuenta que estaba atrapada. En un ataúd.

El corazón de Caitlin empezó a latir con fuerza. Odiaba estar en espacios reducidos, y comenzó a respirar con más y más dificultad. Se preguntó si estaba soñando, si estaba atrapada en una especie de limbo terrible, o si realmente había despertado en otra época y en otro lugar.

Acercó de nuevo sus dos manos al borde y con todas sus fuerzas empujó. Logró mover la piedra una fracción de pulgada, lo suficiente para que pudiera introducir un dedo por la grieta. Empujó de nuevo con todas sus fuerzas, y la pesada tapa de piedra se movió un poco más, escuchó el sonido de la piedra raspando contra la piedra.

Introdujo los dedos en la grieta y con todas sus fuerzas empujó. Esta vez, la tapa se desprendió.

Respirando con dificultad, Caitlin se sentó y miró hacia todas partes. Sus pulmones se quedaron sin aire, rápidamente se protegió de la luz llevando las manos a los ojos. ¿Cuánto tiempo había estado en esa oscuridad?, se preguntó.

Mientras estaba allí sentada, protegiéndose los ojos, trató de escuchar, atenta a cualquier ruido, cualquier movimiento. Recordó cuán violento había sido su despertar en el cementerio en Italia y, esta vez, no quería dejar nada librado al azar. Estaba preparada para cualquier cosa, lista para defenderse de los aldeanos, o de los vampiros -o de cualquier otra cosa- que pudiera estar cerca.

Pero esta vez, no se escuchaba nada. Poco a poco, abrió los ojos y vio que estaba sola. Cuando sus ojos se adaptaron, se dio cuenta que la luz no era tan brillante aquí. Estaba en una habitación de piedra, como una caverna, con techos abovedados bajos. Parecía la bóveda de una iglesia. La habitación estaba iluminada sólo por una vela prendida. Se dio cuenta de que era de noche.

Una vez que sus ojos se adaptaron, miró a su alrededor con cuidado. Tenía razón: había estado yaciendo en un sarcófago de piedra que estaba en la esquina de una habitación de piedra, en lo que parecía la cripta de una iglesia. La habitación estaba vacía, a excepción de algunas estatuas de piedra y otros sarcófagos.

Caitlin salió del sarcófago. Se estiró, probando cada uno de sus músculos. Se sentía bien al estar de pie de nuevo. Estaba agradecida por no haber despertado esta vez en el medio de una batalla. Al menos tenía unos momentos de tranquilidad para recomponerse.

Pero seguía desorientada. Sentía su mente pesada, como si hubiera despertado de un sueño de mil años. Inmediatamente, sintió una punzada de hambre.

¿Dónde estaba? se preguntó de nuevo. ¿En qué año?

Y lo más importante, ¿dónde estaba Caleb?

Se sentía abatida porque él no estaba a su lado.

Caitlin examinó la habitación en busca de alguna señal de él. Pero no encontró nada. Los otros sarcófagos estaban todos abiertos y vacíos, y no había ningún otro lugar donde pudiera estar escondido.

"¿Hola?" gritó. "¿Caleb?"

Dio unos pasos vacilantes por la habitación y vio una puerta baja con forma de arco, la única vía de entrada o salida de la habitación. Se dirigió a la entrada y probó el picaporte. Estaba sin cerrojo, la puerta se abrió fácilmente.

Antes de salir de la habitación, se volvió y examinó el cuarto, asegurándose de que no había dejado nada que fuera a necesitar. Palpó su collar que seguía alrededor de su cuello; metió la mano en los bolsillos, y se tranquilizó al sentir su diario, y la llave grande. Era todo lo que tenía en el mundo, y era todo lo que necesitaba.

Después de salir, Caitlin caminó por un largo y arqueado pasillo de piedra. Sólo quería encontrar a Caleb. Seguramente, había regresado con ella esta vez. ¿O no era así?

Y si había regresado con ella, ¿la recordaría esta vez? No quería tener que pasar por todo aquello de nuevo, tener que buscarlo, y luego que no recordara. No. Oró para que esta vez fuera diferente. Estaba vivo, se aseguró a sí misma, y regresaron juntos en el tiempo. Tenía que ser así.

Pero mientras se apresuraba por el pasillo y por un pequeño tramo de escalones de piedra, sintió que es agitaba, era esa sensación de descorazonamiento que conocía al darse cuenta que él no había regresado con ella. Después de todo, no había despertado a su lado tomándole la mano, él no estaba allí para tranquilizarla. ¿Entonces, no había regresado? Su agujero en el estómago se hizo más grande.

Y ¿qué pasó con Sam? Él también había estado allí. ¿Por qué no había ninguna señal de él?

Caitlin finalmente llegó a la cima de la escalera, abrió otra puerta, y se quedó allí, sorprendida  por lo que vio. Estaba de pie en la capilla mayor de una iglesia maravillosa. Nunca antes había visto, techos tan altos, tantos vitrales, y un altar tan enorme y tan elaborado. Las filas de bancos se extendían sin fin, y este lugar parecía poder albergar a miles de personas.

Por suerte, estaba vacía. Las velas ardían por todas partes, pero era evidente que era tarde. Se sentía agradecida: lo último que quería era caminar entre una multitud de miles de personas que la miraban directamente a los ojos.

Caitlin se acercó lentamente hasta el centro del pasillo hacia la salida. Buscaba a Caleb, Sam, o incluso un sacerdote. Alguien como el sacerdote en Asís, quien podría darle la bienvenida, y explicarle lo que estaba ocurriendo. ¿Quién podría decirle dónde estaba y cuándo y por qué?

Pero no había nadie. Caitlin parecía estar completamente sola.

Cuando Caitlin llegó a las enormes puertas dobles, se preparó para enfrentar lo que podría estar afuera.

Cuando las abrió, se quedó sin aliento. La noche estaba iluminada por antorchas a lo largo de la calle, y ante ella había una gran multitud de personas. No estaban esperando entrar a la iglesia, sino que estaban caminando alrededor de un gran plaza abierta. Era una noche concurrida y festiva, y cuando Caitlin sintió el calor, supo que era verano. Se sorprendió al ver a toda esa gente, su vestuario era anticuado y formal. Por suerte, nadie pareció darse cuenta de ella. Pero, ella no podía apartar los ojos de esa gente.

Había cientos de personas, la mayoría vestidas formalmente, era claro que se trataba de otro siglo. Entre ellos había caballos, carruajes, vendedores ambulantes, artistas, cantantes. Era una noche de verano llena de gente, y era abrumador. Se preguntó qué año podría ser, y en qué lugar había  posiblemente aterrizado. Más importante aún, mientras examinaba todas las caras extrañas y extranjeras, se preguntó si Caleb podría estar esperando entre ellos.

Desesperada, esperanzada, examinó la multitud  tratando de convencerse a sí misma de que Caleb, o tal vez Sam, podría estar entre ellos. Miró en todas direcciones, pero después de varios minutos, se dio cuenta de que no estaban allí.

Caitlin dio varios pasos hacia la plaza, y luego se volvió y miró la iglesia, con la esperanza de que, tal vez, podría reconocer su fachada que le daría una pista sobre dónde estaba.

Y así fue. No era experta en arquitectura o en historia, o en iglesias, pero sabía algunas cosas. Algunos lugares eran tan obvios, estaban tan grabados en la conciencia pública, que podía  reconocerlos. Y ése era uno de esos.

Ella estaba de pie ante la catedral de Notre Dame.

Estaba en París.

Era un lugar que no podía confundirse con otro. Sus tres enormes puertas del frente, profusamente talladas; las docenas de pequeñas estatuas sobre ellas; su elaborada fachada que ascendía cientos de metros hacia el cielo. Era uno de los lugares sobre la tierra que podía reconocerse más fácilmente. La había visto en línea, muchas veces. No podía creerlo: realmente estaba en París.

Caitlin siempre había querido ir a París, siempre le había rogado a su madre que la llevara. Cuando había tenido un novio una vez en la escuela secundaria, siempre había esperado que él la llevara allí. Era un lugar que siempre había soñado en ir, y se le fue la respiración al darse cuenta de que estaba allí. Y en otro siglo.

Caitlin sintió que la multitud la empujaba; se miró e hizo una evaluación de su ropa. Se sintió mortificada porque todavía estaba vestida con el simple uniforme de prisionero  que Kyle le había dado en el Coliseo de Roma. Llevaba una túnica de lienzo, áspera a la piel, toscamente cortada, demasiado grande para ella, atada con un trozo de cuerda sobre su torso y piernas. Su pelo estaba enmarañado, sin lavar, y caía sobre su cara. Parecía un prisionero fugado, o un vagabundo.

Al sentirse más ansiosa, Caitlin volvió a buscar a Caleb, a Sam, a alguna persona que pudiera  reconocer, que podría ayudarla. Nunca se había sentido tan sola, y solo quería ver a alguien conocido y saber que no había regresado sola a este lugar y que todo iba a estar bien.

Pero no reconoció a nadie.

Tal vez soy la única, pensó. Tal vez estoy por mi cuenta otra vez.

Esta idea le perforó su estómago como un cuchillo. Quería agacharse, arrastrarse y esconderse en la iglesia, para que la enviaran a algún otro tiempo, a otro lugar -cualquier lugar en el que pudiera despertar y ver que conocía a alguien.

Pero se hizo fuerte. Sabía que no había marcha atrás ni ninguna otra opción más que seguir adelante. Sólo tendría que ser valiente y encontrar su camino en este tiempo y lugar. Simplemente, no tenía otra opción.


*

Caitlin tenía que alejarse de la multitud. Necesitaba estar sola, para descansar y alimentarse, para pensar. Tenía que averiguar dónde ir, dónde buscar a Caleb, y saber si estaba aquí. Igualmente importante, tenía que averiguar por qué estaba en esa ciudad, y en ese tiempo. Ni siquiera sabía qué año era.

Una persona pasó a su lado y, abrumada por el repentino deseo de saber, Caitlin se acercó y la agarró del brazo.

Él se volvió y la miró, sorprendido por haber sido detenido de manera tan abrupta.

"Lo siento," dijo ella, dándose cuenta de lo seca que tenía su garganta y de lo terrible que debía verse, al pronunciar sus primeras palabras, "¿pero qué año es?"

Le dio vergüenza preguntar, dándose cuenta de que debía parecer una loca.

"¿El año?" El hombre confundido le preguntó.

"Um … Lo siento, pero no puede recordar …"

El hombre la miró de arriba abajo, y luego sacudió lentamente la cabeza, como si estuviera imaginando cuál era su problema.

"Es 1789, por supuesto. Y no estamos ni siquiera cerca de Año Nuevo, así que realmente no tienes ninguna excusa ", dijo, sacudiendo la cabeza con sorna mientras se marchaba.

1789. Esos números corrieron por la mente de Caitlin. Recordó que la última vez había estado en 1791. Dos años. No tan atrás en el tiempo.

Sin embargo, ahora estaba en París, un mundo completamente diferente al de Venecia. ¿Por qué aquí? ¿Por qué ahora?

Se devanó los sesos, tratando desesperadamente de recordar sus clases de historia, de recordar lo que había sucedido en Francia en 1789 Se sintió avergonzada de que no podía. Se enojó consigo misma una vez más por no prestar más atención en clase. Si hubiera sabido en la escuela secundaria que algún día iba a viajar hacia atrás en el tiempo, habría estudiado historia toda la noche, y habría hecho un esfuerzo para memorizar todo.

Eso ya no importaba. Ahora, ella era parte de la historia. Ahora, tenía la oportunidad de cambiarla, y cambiarse a sí misma. El pasado, se dio cuenta, podría cambiar. El hecho de que ciertos acontecimientos habían sucedido en los libros de historia, no significaba que ella, viajando hacia atrás, no podría cambiarlos. En cierto sentido, ya lo había hecho: aparecer allí, en este momento, afectaría todo. Eso, a su vez, podría, en una pequeña escala, cambiar el curso de la historia.

Aún más, tomó conciencia de la importancia de sus acciones . El pasado era suyo y podía crearlo de nuevo.

Mientras se sumergía en el paisaje tan elegante, Caitlin empezó a relajarse un poco, e incluso a sentirse un poco animada. Al menos había aterrizado en un lugar hermoso, en una hermosa ciudad, y en una época también hermosa. No era la edad de piedra, después de todo, y no era como si hubiera aparecido en medio de la nada. Todo a su alrededor lucía inmaculado, y la gente se vestía muy bien, y las calles empedradas brillaban bajo la luz de las antorchas. Y lo único que se acordaba de París en el siglo 18 era que se trataba de una época de lujo para Francia, una época de gran riqueza, cuando aún gobernaban reyes y reinas.

Caitlin se dio cuenta de que Notre Dame estaba en una pequeña isla, y sintió la necesidad de irse. Estaba demasiado lleno de gente allí, y necesitaba un poco de paz. Vio varios puentes peatonales, y se dirigió a uno. Tenía la esperanza de que la presencia de Caleb la estuviera dirigiendo en una dirección en particular.

Mientras caminaba sobre el río, notó lo hermosa que era la noche en París, iluminada por la luz de las antorchas a lo largo del río y la luna llena. Pensó en Caleb y deseó que estuviera a su lado para disfrutar de la vista.

Cuando miró hacia el agua, se llenó de recuerdos. Pensó en Pollepel, en el río Hudson por la noche, cómo la luna lo iluminaba. Tuvo un repentino impulso de saltar del puente para probar sus alas y ver si podía volar y elevarse.

Pero, se sentía débil, y con hambre, y cuando se hizo hacia atrás, ni siquiera pudo sentir la presencia de sus alas. Le preocupó que el viaje en el tiempo hubiera afectado sus habilidades, sus poderes. No se sentía tan fuerte como antes. De hecho, se sentía casi humana. Fragil. Vulnerable. No le gustaba esa sensación.

Después de cruzar el río, caminó por las calles laterales, vagando durante horas, irremediablemente perdida. Caminó por calles que daban muchas vueltas y se alejaban más y más del río, hacia el norte. Le sorprendió la ciudad. En algunos aspectos, parecía similar a Venecia y Florencia en 1791. Al igual que esas ciudades, París seguía siendo la misma, incluso se veía igual que en el siglo 21. Nunca había estado allí, pero había visto fotos, y se sorprendió al reconocer muchos edificios y monumentos.

Las calles aquí también, en su mayoría, eran de adoquines, estaban llenas de caballos y carruajes, o de vez en cuando se veían caballos con un jinete. La gente, vistiendo trajes elaborados, paseaba tranquilamente, con todo el tiempo del mundo. No había cañerías aquí tampoco, y Caitlin no pudo evitar notar la basura en las calles y retrocedió ante el horrible hedor aumentado por el calor del verano. Deseó tener una de esas pequeñas bolsas de popurrí que Polly le había dado en Venecia.

Pero a diferencia de esas otras ciudades, París era un mundo en sí mismo. Las calles eran más anchas, los edificios eran más bajos y estaban más bellamente diseñados. La ciudad se sentía más vieja, más preciosa, más hermosa. También había menos gente: cuanto más se alejaba de la catedral de Notre Dame, menos personas veía. Tal vez era porque era tarde en la noche, las calles estaban casi vacías.

Caminó y caminó, hasta que se le cansaron las piernas y los pies, buscando en cada esquina alguna señal de Caleb, alguna pista que la condujera en una dirección especial. No vio nada.

Cada veinte cuadras, más o menos, el barrio cambiaba, y la sensación cambiaba, también. Yendo más y más hacia el norte, subió una colina, allí encontró un barrio nuevo, esta vez con callejones estrechos, y varios bares. Al pasar por un bar en una esquina, vio a un hombre tirado contra la pared, estaba borracho e inconsciente. La calle estaba completamente vacía y, por un momento, Caitlin sintió la peor punzada de hambre. Sentía como si su estómago se le estuviera desgarrando por la mitad.

El hombre yacía inconsciente, ella acercó su mirada a su cuello y vio la sangre latir en su interior. En ese momento, más que cualquier otra cosa, quiso descender sobre él para alimentarse. La sensación era más que un deseo – era una orden. Su cuerpo le gritaba que tenía que  hacerlo.

Le tomó hasta la última gota de su voluntad obligarse a mirar hacia otro lado. Prefería morir de hambre a herir a un ser humano.

Miró a su alrededor y se preguntó si habría un bosque cerca de allí, un lugar donde pudiera cazar. Había visto algunos caminos de tierra y parques de la ciudad, pero no había visto nada como un bosque.

Justo en ese momento, la puerta del bar se abrió y un hombre salió tropezándose – lo estaban echando, en realidad- empujado por uno de los camareros. Él los maldijo y les gritó, estaba claramente borracho.

Luego se volvió y miró a Caitlin.

Tenía un cuerpo grande y miró a Caitlin con malas intenciones.

Se puso nerviosa. Se preguntó de nuevo, desesperadamente, dónde habían ido sus poderes.

Se dio la vuelta y se alejó, caminando rápidamente; el hombre la seguía.

Antes de que pudiera girar, él la agarró por detrás, en un abrazo de oso. Él era más rápido y más fuerte de lo que había imaginado, y podía oler su aliento horrible por encima de su hombro.

Pero el hombre también estaba borracho. Tropezó, incluso mientras la sostenía, y Caitlin se concentró, recordó lo que había aprendido, lo esquivó y lo lanzó en el aire, utilizando una de las técnicas de lucha que Aiden le había enseñado en Pollepel. El hombre salió volando y aterrizó sobre su espalda.

Caitlin tuvo un flashback a Roma, al Coliseo, a la lucha en la pista del estadio cuando varios combatientes se lanzaron sobre ella. Era tan vívido que por un momento se olvidó dónde estaba.

Regresó al tiempo presente justo a tiempo. El hombre borracho se levantó, tropezó, y se lanzó sobre ella de nuevo. Caitlin esperó hasta el último segundo, luego lo esquivó, y él salió volando, cayendo sobre su rostro.

Estaba aturdido y, antes de que pudiera levantarse de nuevo, Caitlin se apresuró a alejarse. Se alegró de que había logrado librarse de él pero el incidente la había sacudido. Le preocupó que todavía tuviera flashbacks de Roma. Tampoco había sentido su fuerza sobrenatural. Todavía se sentía tan frágil como un ser humano. Esa idea, más que cualquier otra cosa, la asustaba. Realmente, tenía que arreglárselas por su cuenta.

Caitlin miró a su alrededor y empezó a sentirse desesperada por no saber dónde ir ni qué hacer. Sus piernas le quemaban por la caminata, y estaba cansada.

Fue entonces cuando la vio. Al levantar la vista, vio ante ella una enorme colina. Además, había una  gran abadía medieval. Por alguna razón que no podía explicar, se sintió atraída hacia allí. La colina era desalentadora, pero no tenía otra opción.

Caitlin subió hasta la cima de la colina, más cansada de lo que nunca había estado en su vida y deseó poder volar.

Finalmente, llegó a las puertas de entrada de la abadía, y miró sus enormes puertas de roble. Este lugar tenía un aspecto antiguo. Se maravilló ante el hecho de que, aunque era 1789, esta iglesia había sido construida miles de años antes.

No sabía por qué, pero ese lugar la atraía. Al no tener otro lugar a donde ir, se llenó de coraje, y llamó suavemente.

No hubo ninguna respuesta.

Caitlin probó el picaporte y se sorprendió cuando la puerta se abrió. Y entró.

La antigua puerta se abrió lentamente, y los ojos de Caitlin tardaron un momento en acostumbrarse a la iglesia que estaba oscura como una caverna. Mientras la examinaba, le impresionó la magnitud y la solemnidad del lugar. Todavía era de noche, y esta sencilla y austera iglesia, hecha enteramente de piedra, adornada con vitrales, estaba iluminada por velas grandes con pequeñas flamas que estaban en todas partes. En su extremo más alejado había un altar sencillo, a su alrededor había decenas de más velas.

Sin embargo, parecía no haber nadie.

Caitlin se preguntó qué estaba haciendo allí. ¿Había alguna razón especial? ¿O su mente solo le estado jugando una mala pasada?

De repente, una puerta lateral se abrió y Caitlin es dio vuelta.

Caitlin se sorprendió al ver a una monja -bajita y frágil, vestida con túnicas blancas y una capucha blanca, caminando hacia ella. Se acercó lentamente hasta Caitlin.

La monja se echó la capucha hacia atrás, la miró y sonrió. Tenía grandes y brillantes ojos azules, se veía demasiado joven para ser una monja. Cuando sonrió, Caitlin pudo sentir su calor. También notó que era de las suyas: era un vampiro.

"Hermana Paine," la monja dijo en voz baja. "Es un honor tenerla aquí."




CAPÍTULO DOS


Todo se volvió surrealista para Caitlin mientras la monja la conducía por la abadía, por un largo pasillo. Era un lugar hermoso, y era evidente que allí había gran actividad; las monjas en túnicas blancas caminaban alrededor, preparándose, al parecer, para los servicios de la mañana. Una de ellas balanceaba un decantador que difuminaba un delicado perfume, mientras otras cantaban suavemente oraciones para la mañana.

Después de varios minutos de caminar en silencio, Caitlin empezó a preguntarse a donde la estaba conduciendo la monja. Finalmente, se detuvieron ante una puerta. La monja la abrió, revelando una pequeña y humilde habitación, con una vista de París. A Caitlin le recordó la habitación donde se había quedado en el claustro en Siena.

"En la cama, encontrarás una muda de ropa", le dijo la monja. "En nuestro patio, hay un pozo donde podrás bañarte, ", dijo. Y señaló, "y eso es para ti."

Caitlin siguió su dedo y vio un pequeño pedestal de piedra en la esquina de la habitación, sobre el que había una copa de plata llena de un líquido blanco. La monja le devolvió la sonrisa.

"Tienes todo lo que necesitas para dormir durante la noche. Después, la decisión es tuya."

"¿La decisión?" preguntó Caitlin.

"Me han dicho que ya tienes una llave. Tendrás que encontrar las otras tres. Sin embargo, la decisión para cumplir tu misión y continuar tu viaje es siempre tuya."

"Esto es para ti."

Alargó la mano y le entregó un casco cilíndrico de plata, estaba cubierto de joyas.

"Es una carta de tu padre. Sólo para ti. La hemos estado custodiando desde hace siglos. Nunca la hemos abierto."

Caitlin la tomó con asombro, sintiendo su peso en la mano.

"Espero que continúes tu misión", dijo en voz baja. "Te necesitamos, Caitlin."

De repente, la monja se volvió para irse.

"¡Espera!" Caitlin gritó.

Ella se detuvo.

"Estoy en París, ¿correcto? ¿En 1789?"

La mujer le devolvió la sonrisa. "Eso es correcto."

"Pero ¿por qué? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué ahora? ¿Por qué en este lugar?"

"Me temo que eso es algo que necesitas descubrir por ti misma. Yo no soy más que un simple servidor."

"Pero ¿por qué me atrajo esta iglesia?"

"Estás en la abadía de San Pedro. En Montmartre" dijo la mujer. "La abadía ha estado aquí desde hace miles de años. Es un lugar muy sagrado."

"¿Por qué?" Caitlin la presionó.

"Este fue el lugar donde todo el mundo se reunió para tomar sus votos y fundar la Compañía de Jesús. En este lugar nació el cristianismo."

Sin decir palabras, Caitlin le devolvió la mirada y la monja finalmente sonrió y dijo: "Bienvenida."

Y con eso, se inclinó un poco y se marchó, cerrando la puerta suavemente detrás de ella.

Caitlin se volvió y examinó la habitación. Estaba agradecida por la hospitalidad, el cambio de ropa, la oportunidad de bañarse, la cómoda cama en una esquina de la habitación. No podía dar un paso más. De hecho, estaba tan cansada que sentía que podía dormir para siempre.

Sosteniendo el casco enjoyado, caminó hasta la esquina de la habitación y lo dejó allí. La carta podía esperar. Pero su hambre no.

Levantó la copa rebosante y la examinó. Pudo sentir lo que contenía: glóbulos blancos.

Se la llevó a los labios y bebió. Era más dulce que la sangre roja y bajaba más fácilmente- y corría por sus venas más rápidamente. En un momento, se sintió renacer y con más fuerza que nunca. Podría haber bebido para siempre.

Caitlin finalmente dejó la copa vacía y llevó la caja de plata a la cama. Se acostó y se dio cuenta cuánto le dolían sus piernas. Se sentía tan bien que simplemente se quedó allí.

Se echó hacia atrás y apoyó la cabeza contra la simple almohada pequeña y cerró los ojos, sólo por un segundo. Estaba decidida a abrirlos en un momento y leer la carta de su padre.

Pero no bien cerró sus ojos, un agotamiento increíble se apoderó de ella. No pudo abrirlos de nuevo aunque lo intentó varias veces. En cuestión de segundos, estaba profundamente dormida.


*

Caitlin estaba parada en la pista del Coliseo romano, vestida con equipo de batalla y sosteniendo una espada. Se veía dispuesta a desafiar a todo quien la atacara -de hecho, tenía la necesidad de luchar. Pero cuando se dio la vuelta, vio que el estadio estaba vacío. Levantó la vista hacia las filas de asientos, todo el lugar estaba vacío.

Caitlin parpadeó, y cuando abrió los ojos, ya no estaba en el Coliseo, sino en el Vaticano, en la Capilla Sixtina. Aún sostenía su espada, pero ahora estaba vestida con una túnica.

Miró la habitación y vio cientos de vampiros perfectamente alineados, vestidos en blanco   y con ojos azules brillantes. Permanecían pacientemente junto a la pared, en silencio estaban atentos.

Caitlin dejó caer su espada en la sala vacía, la espada cayó con un tintineo. Caminó lentamente hacia el sacerdote principal, extendió la mano, y tomó de él una enorme copa de plata, llena de sangre blanca. Bebió y el líquido se desbordó y se vertió por sus mejillas.

De repente, Caitlin estaba sola en el desierto. Caminaba descalza sobre la tierra seca, el sol caía a plomo, y sostenía una llave gigante en la mano. Pero la llave era muy grande -grande-en una forma no natural y el peso de que se retiraba a bajar.

Caminó y caminó, sin aire en el calor, hasta que finalmente llegó a una montaña enorme. En la cima, vio a un hombre de pie mirando hacia abajo, sonreía.

Supo que era su padre.

Caitlin se lanzó en una carrera de velocidad, corrió con todas sus fuerzas hacia la montaña, acercándose cada vez más. Mientras tanto, el sol se elevaba, era un disco caliente en el cielo  que se dirigía hacia ella, parecía venir desde detrás de su padre. Era como si él fuera el sol, y ella se dirigiera directamente hacia él.

Cuanto más ascendía, más calor sentía, y le era difícil respirar. Él se puso de pie con los brazos extendidos, esperando abrazarla.

Pero la colina se inclinó más y ella estaba demasiado cansada. No pudo seguir más. Se dejó caer donde estaba.

Caitlin parpadeó, y cuando abrió los ojos, vio a su padre, de pie junto a ella, se inclinó con  una sonrisa cálida en su rostro.

"Caitlin", dijo. "Hija mía. Estoy tan orgullosa de ti."

Trató de estirarse para tocarlo, pero la llave estaba ahora encima de ella, era demasiado pesada y la sujetaba hacia abajo.

Ella lo miró tratando de hablar, pero sus labios estaban ajados y tenía la garganta demasiado seca.

"¿Caitlin?"

"¿Caitlin?"

Desorientada, Caitlin abrió los ojos con un sobresalto.

Levantó la vista y vio a un hombre sentado sobre su cama, él la miraba y sonreía.

Él alargó su mano y suavemente sacó el pelo de sus ojos.

¿Era todavía el sueño? Ella sintió el sudor frío sobre su frente mientras él tocaba su muñeca, ella oró para no fuera un sueño.

Porque frente a ella, sonriendo, estaba el amor de su vida.

Caleb.




CAPÍTULO TERCERO


Sam abrió los ojos con un sobresalto. Estaba mirando hacia el cielo, el tronco de un roble enorme. Parpadeó varias veces, preguntándose dónde estaba.

Sintió algo suave en la espalda que se sentía muy cómodo; cuando miró, se dio cuenta de que yacía sobre un montón de musgo en el piso de un bosque. Miró hacia arriba y hacia atrás y vio a docenas de árboles altos balanceándose en el viento. Oyó un sonido de gorgoteo, y vio un arroyo correr a pocos metros de su cabeza.

Sam se sentó y miró a su alrededor en todas direcciones, asimilándolo todo. Estaba en lo profundo del bosque, solo, la luz se filtraba por entre las ramas de los árboles. Se examinó y vio que estaba vestido con el mismo equipo de batalla que había usado en el Coliseo. El ruido de la corriente, las aves y algunos animales distantes lo tranquilizó.

Con alivio, Sam se dio cuenta de que el viaje en el tiempo había funcionado. Era evidente que estaba en otro lugar y en otra época -a pesar de que no tenía ni idea dónde estaba y qué época era.

Sam examinó lentamente su cuerpo: no había sufrido lesiones importantes y estaba entero. Sintió un hambre terrible roer su estómago, pero podía soportarlo. En primer lugar, tenía que averiguar dónde estaba.

Se palpó para saber si cargaba algún armamento.

Por desgracia, nada de eso había viajado con él. Estaba solo de nuevo, librado a lo que sus propias manos podrían ayudarlo.

Se preguntó si conservaba el poder de un vampiro. Pudo sentir la fuerza sobrenatural correr por sus venas, y sintió que aun lo tenía. Pero, no podría estar seguro hasta que llegara el momento para probarlo.

Y ese momento llegó antes de lo esperado.

Sam oyó el chasquido de una rama y se volvió para ver a un gran oso descomunal dirigiéndose lentamente hacia él, dispuesto a agredirlo. Se quedó paralizado. El oso lo fulminó con la mirada, levantó sus colmillos y gruñó.

Un segundo después, se lanzó velozmente hacia él.

A Sam no le dio tiempo para correr y no había ningún lugar donde pudiera ir. No tenía otra opción más que enfrentar este animal.

Pero por extraño que pareciera, en lugar de dejarse vencer por el miedo, Sam sintió la rabia correr a través de él. Estaba furioso con el animal. Le molestaba ser atacado, especialmente antes de tener la oportunidad de orientarse. Así que, sin pensarlo, Sam se lanzó también preparándose para unirse con el oso en la batalla, de la misma manera que lo hubiera hecho con un humano.

Sam y el oso se encontraron en el centro. El oso se abalanzó sobre él y Sam se lanzó enseguida. Sam sintió el poder correr por sus venas, haciéndolo sentir invencible.

Cuando se encontró con el oso en el aire, se dio cuenta de que tenía razón. Atrapó al oso por los hombros, lo agarró, lo hizo girar y lo lanzó en el aire. El oso salió volando hacia atrás por el bosque, a decenas de pies se golpeó con fuerza contra un árbol.

Sam se quedó allí y rugió de nuevo al oso, era un rugido feroz, aún más fuerte que el del animal. Sintió cómo los músculos y venas se le abultaban.

Lentamente, el tambaleante oso se puso de pie y miró a Sam con algo de sorpresa. Ahora cojeaba al caminar y, después de dar unos pasos, bajó la cabeza, dio media vuelta y salió corriendo.

Pero Sam no iba a dejarlo escapar tan fácilmente. Estaba enfurecido y sentía como si nada en el mundo podría disminuir su ira. Y tenía hambre. El oso tendría que pagar.

Sam arrancó a correr y le alegró ver que era más rápido que ese animal. En unos momentos, lo alcanzó y, de un solo salto, aterrizó sobre su espalda. Se echó hacia atrás y hundió sus colmillos profundamente en el cuello del animal.

El oso aulló de agonía, dando sacudidas salvajemente, pero Sam lo disfrutaba. Hundió sus colmillos más profundamente y, en unos instantes, el oso cayó de rodillas debajo de él. Finalmente, el animal dejó de moverse.

Sam se posó encima, bebiendo, sintiendo la fuerza de la vida correr por sus venas.

Finalmente, Sam se echó hacia atrás y se lamió los labios que chorreaban sangre. Nunca se había sentido tan renovado. Era exactamente la comida que necesitaba.

Sam se estaba levantando cuando oyó el chasquido de otra ramita.

Miró y allí de pie, en un claro del bosque, había una chica joven, de tal vez 17 años, vestida con una telita delgada, completamente blanca. Estaba allí, sosteniendo una cesta, y le devolvió la mirada en estado de shock. Su piel era de color blanco translúcido y su largo cabello castaño enmarcaba sus grandes ojos azules. Era hermosa.

Le devolvió la mirada a Sam, quien estaba igualmente paralizado.

Se dio cuenta de que ella debía tenerle miedo al creer que tal vez él podría atacarla; verlo sobre el oso con sangre en la boca, le debió parecer un espectáculo horrible. No quería asustarla.

Así que se bajó de un salto del animal y dio varios pasos hacia ella.

Para su sorpresa, ella no se inmutó, ni trató de alejarse. Más bien, sólo lo siguió mirando fijamente, sin miedo.

"No te preocupes", dijo. "No voy a hacerte daño."

Ella sonrió. Eso lo sorprendió. No sólo era hermosa, pero no tenía miedo. ¿Cómo podía ser posible?

"Por supuesto que no," dijo ella. "Eres uno de los míos."

Le tocó a Sam sorprenderse. Al segundo que lo dijo, él supo que era verdad. Había sentido algo cuando la vio por primera vez, y ahora se daba cuenta por qué. Ella era uno de los suyos. Un vampiro. Por eso no tenía miedo.

"Linda abatida", dijo, haciendo un gesto hacia el oso. "Un poco caótica, ¿no te parece? ¿Por qué no atrapaste un ciervo?"

Sam sonrió. No sólo era bonita – también era divertida.

"Quizás la próxima vez lo haré", respondió.

Ella sonrió.

"¿Te importaría decirme qué año es?", preguntó. "O siglo, por lo menos?"

Ella sólo sonrió y negó con la cabeza.

"Voy a dejar que lo descubras por ti mismo. Si te lo dijera, arruinaría toda la diversión, ¿no?"

A Sam le gustó la chica. Era valiente. Y se sentía a gusto con ella como si la conociera de toda la vida.

Ella dio un paso hacia adelante y extendió su mano. Sam la tomó y le encantó la sensación de su piel suave y translúcida.

"Yo soy Sam", dijo, sacudiendo la mano, sosteniéndola durante demasiado tiempo.

Ella sonrió alegremente.

"Lo sé", dijo.

Sam estaba desconcertado. ¿Cómo podía saberlo? ¿La había visto antes? No lograba recordarla.

"Me enviaron por ti", añadió.

De repente, ella se dio vuelta y se dirigió a un camino del bosque.

Sam se apresuró para alcanzarla, suponiendo que ella quería que la siguiera. Sin ver cuidadosamente por donde iba, se sintió avergonzado al verse atrapado en una rama; escuchó su risa.

"¿Y?" le preguntó. "¿No vas a decirme tu nombre?"

Ella se rió de nuevo.

"Bueno, tengo un nombre formal, pero rara vez lo uso", dijo.

Luego se volvió y lo miro mientras esperaba que él la alcanzara.

"Si quieres saberlo, todo el mundo me llama Polly."




CAPÍTULO CUATRO


Caleb abrió la enorme puerta medieval y Caitlin salió de la abadía y dio sus primeros pasos hacia la luz de la mañana. Con Caleb a su lado, contempló el amanecer. Allí, en lo alto de la colina de Montmartre, vio a todo París extenderse ante ella. Era una ciudad hermosa y grande, una mezcla de arquitectura clásica y casas simples, de calles empedradas y caminos de tierra, de árboles y la urbanidad. El cielo, con un millón de colores suaves mezclados, hacía que la ciudad se viera viva. Era mágico.

Incluso más mágico era sentir la mano que se deslizaba en la suya. Caleb estaba de pie a su lado, disfrutando de la vista con ella, y casi no podía creer que fuera real. Casi no podía creer que era realmente él, que estaban realmente allí. Juntos. Que él sabía quién era ella. Que él se acordaba de ella. Que la había encontrado.

Se preguntó de nuevo si realmente había despertado de un sueño, si todavía estaba  durmiendo.

Pero ella le apretó la mano con más fuerza y supo que estaba verdaderamente despierta. Nunca se había sentido tan feliz. Había estado corriendo durante tanto tiempo, había regresado en el tiempo, todos estos siglos para estar allí, sólo para estar con él. Para asegurarse de que estaba vivo. Cuando él no la había recordado en Italia, eso la había devastado profundamente.

Pero ahora que estaba allí, y vivo, y se acordaba de ella, y que era todo suyo, para ella sola, sin Sera, su corazón se llenó de emoción con una nueva esperanza. Nunca hubiera imaginado que todo podría haber funcionado tan perfectamente, que todo podría estar  realmente bien. Estaba tan abrumada que ni siquiera sabía por dónde empezar o qué decir.

Antes de que pudiera hablar, él comenzó.

"París", dijo, volviéndose hacia ella con una sonrisa. "Sin duda, hay peores lugares donde podríamos estar juntos."

Ella le devolvió la sonrisa.

"Toda mi vida, había querido ver esta ciudad", respondió ella.

Con alguien a quien amo, quiso añadir, pero se detuvo. Sentía como si hubiera pasado mucho tiempo desde que la última vez que había estado junto a Caleb, se sentía nerviosa de nuevo. De cierta manera, sentía como si hubiera estado con él desde siempre -más que desde siempre- pero en otros aspectos sentía como si lo estuviera viendo por primera vez.

Él extendió la mano con la palma hacia arriba.

"¿La recorrerías conmigo?", él le preguntó.

Ella se acercó y puso su mano en la suya.

"Es un largo camino hacia abajo," dijo ella, mirando hacia la colina empinada que después de kilómetros y en declive conducía a París.

"Yo estaba pensando en algo un poco más pintoresco", respondió. "Volar".

Ella juntó sus hombros, tratando de sentir si sus alas estaban funcionando. Se sentía rejuvenecida, recobrada gracias a la bebida, a la sangre blanca -pero no estaba segura de que fuera capaz de volar. Y no se sentía lista para saltar de una montaña con la esperanza de que sus alas brotaran.

"No creo estar lista todavía", dijo.

Él la miró y comprendió.

"Vuela conmigo", dijo, y luego añadió, con una sonrisa, "como en los viejos tiempos."

Ella sonrió, se le acercó por detrás y se aferró a su espalda y los hombros. Su musculoso cuerpo se sentía muy bien en sus brazos.

De repente, él saltó en el aire, tan rápidamente, que apenas tuvo tiempo para agarrarse bien.

En unos segundos, estaban volando, ella sostenida sobre su espalda, mirando hacia abajo  con la cabeza apoyada sobre su hombro. Sintió esa emoción familiar en su estómago mientras se desplomaban bajando cerca de la ciudad, hacia la salida del sol. Era impresionante.

Pero nada de eso era tan impresionante como estar en sus brazos, abrazándolo, simplemente estando juntos. Apenas había estado con él una hora, y ya estaba rezando para que nunca estuvieran separados de nuevo.


*

El París que sobrevolaban, el París de 1789, era de muchas maneras similar a las fotos de París que Caitlin había visto en el siglo 21. Reconoció muchos de los edificios, las iglesias, las torres, los monumentos. A pesar de tener cientos de años, se veían casi exactamente como la ciudad del siglo 21. Al igual que Venecia y Florencia, muy poco había cambiado en tan sólo unos pocos cientos de años.

Pero en otros aspectos, era muy diferente. No estaba totalmente edificado. Aunque algunas carreteras estaban pavimentadas con adoquines, otros eran de tierra. No estaba tan condensado, y en medio de los edificios todavía había árboles, casi como si fuera una ciudad construida en un bosque. En lugar de coches, había caballos, carruajes, gente caminando sobre la tierra, o empujando carritos. Todo era más lento, más relajado.

Caleb se zambulló hasta volar a unos pocos pies por encima de los edificios. Cuando pasaron sobre el último, de repente el cielo se abrió y ante ellos se extendió el río Sena que corría  por el medio de la ciudad. Brillaba con la luz de la mañana, y Caitlin se quedó sin aliento.

Caleb se zambulló volando por encima de río, y ella se maravilló ante la belleza de la ciudad, lo romántica que se veía. Volaron sobre la pequeña isla, la Ile de la Cité, y ella reconoció la iglesia de Notre Dame, su enorme campanario que se elevaba sobre todo lo demás.

Caleb se sumergió aún más abajo, justo por encima del agua, el aire húmedo del río los enfrió en esa calurosa mañana de julio. París se extendía a ambos lados del río, mientras volaban por encima y por debajo de los numerosos pequeños puentes peatonales en forma de arco que conectaban un lado del río con el otro. Entonces, Caleb se elevó en una de las orilla y bajó suavemente detrás de un árbol grande, fuera de la vista de los transeúntes.

Ella miró a su alrededor y vio que Caleb los había llevado a un enorme parque y jardín muy formal, que parecía extenderse por millas justo al lado del río.

"Las Tullerías," dijo Caleb. "El mismo jardín del siglo 21. Nada ha cambiado. Sigue siendo el lugar más romántico de París."

Con una sonrisa, él se acercó y le tomó la mano. Pasearon por un sendero que se abría paso a través del jardín. Ella nunca se había sentido tan feliz.

Había tantas preguntas que ardía en deseos de preguntarle, tantas cosas que se moría por decirle, que no sabía por dónde empezar. Pero tenía que empezar en alguna parte, así que empezaría con lo que era más reciente.

"Gracias," dijo ella, "por Roma. Por el Coliseo. Por salvarme ", dijo. "Si no hubieras llegado, no sé qué habría pasado."

Ella se volvió y lo miró, repentinamente insegura. "¿Te acuerdas?", preguntó con preocupación.

Él se dio la vuelta y la miró y asintió. Ella se sintió aliviada. Al menos, por fin, estaban hablando de lo mismo. Recordaba nuevamente. Eso por sí solo le significaba muchísimo.

"Pero yo no te salvé", dijo. "Tú te las arreglaste muy bien sin mí. Por el contrario, tú me salvaste. Sólo estando contigo -No sé qué haría sin ti", él dijo.

Cuando él le apretó la mano, ella sintió cómo todo su mundo rehacía en su interior.

Mientras deambulaban por los jardines, miró con asombro todas las variedades de flores, las fuentes, las estatuas … Era uno de los lugares más románticos que jamás había visto.

"Y lo siento", añadió.

Él la miró, y a ella le dio miedo decirlo.

"Por tu hijo."

Su rostro se ensombreció y cuando él apartó la mirada, ella pudo ver su dolor.

Qué estúpida, pensó. ¿Por qué siempre tienes que arruinarlo todo? ¿Por qué no esperaste otro momento?

Caleb tragó saliva y asintió con la cabeza, estaba demasiado abrumado por la pena que ni siquiera podía hablar.

"Y siento lo de Sera," añadió Caitlin. "Nunca tuve la intención de meterme entre los dos."

"No te disculpes", dijo. "No tiene nada que ver contigo. Era algo entre ella y yo. No estábamos destinados a estar juntos. Fue un error desde el principio."

"Bueno, y siento por lo que pasó en Nueva York", agregó, sintiéndose aliviada al sacarlo de su pecho. "Nunca te habría apuñalado si hubiera sabido que eras tú. Te lo juro, pensé que eras otra persona, fue un cambio de forma. Nunca en un millón de años pensé que eras tú."

Sintió que se resquebrajaba al pensarlo.

Él se detuvo, la miró y la tomó de los hombros.

"Nada de eso importa ahora", dijo con seriedad. "Has regresado para salvarme. Y sé que lo hiciste a un gran costo. Podría no haber funcionado. Y arriesgaste tu vida por mí. Y renunciaste a nuestro hijo por mí ", dijo, mirando hacia abajo de nuevo con un dolor momentáneo. "Te quiero más de lo que podría decirte", dijo, sin dejar de mirar el suelo.

Él la miró con los ojos húmedos.

En ese momento, se besaron. Ella sintió que se derretía en sus brazos, sintió que todo su mundo se relajaba, mientras se besaban por lo que parecía una eternidad. Era algo extraordinario que le ocurría junto a él, y en cierto modo, sentía que lo estaba conociendo por primera vez.

Finalmente, poco a poco se apartaron, mirándose profundamente en los ojos.

Luego ambos desviaron la mirada con recato, se tomaron de las manos y continuaron su paseo por los jardines, junto al río. Ella veía lo hermoso y romántico que era París y que en ese momento todos sus sueños se estaban haciendo realidad. Eso era todo lo que había querido en la vida. Estar con alguien que – realmente la amara, la amara. Estar en una ciudad tan bonita, en un lugar tan romántico. Sentir que podría tener una vida por delante.

Caitlin sintió el casco enjoyada en su bolsillo y le molestó. No quería abrirlo. Quería mucho a su padre, pero no quería leer una carta de él. Supo en ese momento que no quería continuar con esa misión por más tiempo. No quería correr el riesgo de tener que retroceder en el tiempo otra vez, o tener que encontrar las otras llaves. Sólo quería estar allí, en ese momento, en ese lugar, con Caleb. En paz. No quería que nada cambiase. Estaba decidida a hacer lo que necesitara para  proteger su vida juntos, para permanecer juntos. Y una parte de ella sentía que eso significaba renunciar a la misión.

Ella se volvió y lo miró. Estaba nerviosa de decírselo pero sintió que tenía que hacerlo.

"Caleb", dijo, "no quiero buscar más. Me doy cuenta de que tengo una misión especial, que tengo que ayudar a los demás y encontrar el Escudo. Y puede sonar egoísta, y lo siento si lo es. Pero yo sólo quiero estar contigo. Eso es lo más importante para mí ahora. Permanecer en esta época y en este lugar. Tengo la sensación de que si continuamos la búsqueda, vamos a terminar en otro tiempo, en otro lugar. Y podríamos no estar juntos la próxima vez … " Caitlin se detuvo y se dio cuenta de que estaba llorando.

Ella respiró hondo en silencio. Se preguntó lo que pensaba él de ella y esperaba que no la desaprobara.

"¿Me entiendes?", preguntó, tentativamente.

Él se quedó mirando hacia el horizonte, se veía preocupado y, finalmente, se volvió y la miró. Cailtlin se preocupó aun más.

"No quiero leer la carta de mi padre o encontrar más pistas. Sólo quiero que estemos juntos. Quiero que las cosas se queden tal y como están ahora. No quiero que cambien. Espero que no me odies por eso."

"Yo nunca voy a odiarte", él dijo en voz baja.

"Pero no te parece bien", ella preguntó. "¿Crees que debería continuar con la misión?"

Él apartó la mirada, pero no dijo nada.

"¿Qué pasa?", preguntó. "¿Estás preocupado por los demás?"

"Supongo que debería estarlo", dijo. "Y lo estoy. Pero también tengo razones egoístas. Supongo que … en el fondo, esperaba que si encontramos el escudo, de alguna manera podría traer de regreso a mi hijo. Jade."

Caitlin sintió un terrible sentimiento de culpa, al darse cuenta de que él equipataba su abandono de la misión con dejar ir a su hijo para siempre.

"Pero no es así", ella dijo. "No sabemos que el Escudo, si es que existe, vaya a traerlo de vuelta. Pero sí sabemos que si no buscamos, podremos estar juntos. Estoy hablando de nosotros. Eso es lo que más me importa." Hizo una pausa."¿Es eso lo más importante?"

Él miró hacia el horizonte y asintió con la cabeza. Pero no la miró.

"¿O es que sólo me quieres porque puedo ayudarte a encontrar el escudo?", ella le preguntó.

Ella se sorprendió a sí misma por tener el coraje de expresar la pregunta. Era una pregunta que había estado ardiendo en su mente desde que lo había conocido. ¿Él sólo la quería por lo que ella le podía brindar? ¿O la amaba por ella? Ahora, finalmente, había formulado la pregunta.

El corazón le latía con fuerza mientras esperaba la respuesta.

Finalmente, él se volvió y la miró profundamente a los ojos. Extendió su mano y le acarició suavemente la mejilla con el dorso de su mano.

"Te quiero por ti," dijo. "Y siempre lo he hecho. Y si estar contigo significa renunciar a la búsqueda del Escudo, entonces eso es lo que haré. Yo también quiero estar contigo. Quiero buscar la espada, sí. Pero, tú eres mucho más importante para mí ahora."

Caitlin sonrió, sintiendo en su corazón algo que no había sentido en mucho tiempo. Una sensación de paz, de estabilidad. Nada podría interponerse en su camino.

Èl apartó el pelo de la cara de Caitlin y rompió en una sonrisa.

"Es gracioso", dijo, "he vivido aquí una vez. Hace siglos. No en París, pero en el interior. En un pequeño castillo. No sé si todavía existe. Pero podemos buscarlo."

Ella sonrió y de repente él la cargó sobre su espalda y saltó en el aire. En unos momentos, estaban volando en lo alto, por encima de París, hacia el interior, en busca de su casa.

Su casa.

Caitlin nunca había sido tan feliz.




CAPÍTULO CINCO


Sam estaba teniendo dificultades para seguirle el paso a Polly. Ella hablaba tan rápido y nunca parecía parar, y saltaba de una idea a la otra. Todavía estaba trastornado del viaje en el tiempo, de estar en un lugar nuevo -necesitaba tiempo para procesar todo.

Pero habían estado caminando desde hacía casi media hora, mientras él tropezaba con ramas mientras la seguía a través del bosque a paso ligero, y ella no había dejado de hablar. Apenas había sido capaz de decir una palabra. Ella hablaba y hablaba sobre "el palacio" y "la corte" y sobre los miembros de su cofradía y de un próximo concierto, y un hombre llamado Aiden. No tenía ni idea de lo que estaba hablando, o por qué lo había estado buscando, o incluso a donde lo llevaba. Estaba decidido a obtener algunas respuestas.

"… Por supuesto, no es exactamente un baile," Polly estaba diciendo, "pero aún así, va a ser un evento increíble, pero no estoy muy segura de lo que me voy a poner. Hay muchas opciones, pero no son suficientes para un evento formal como este- "

"¡Por favor!", dijo Sam, finalmente, mientras ella iba alegremente de un lado a otro del bosque, "Siento interrumpirte, pero quiero hacerte unas preguntas. Por favor. Necesito que me respondas."

Por fin, ella dejó de hablar, y él dio un suspiro de alivio. Ella lo miró algo maravillada, como si no se hubiera dado cuenta de que había estado hablando todo el tiempo.

"¡Todo lo que necesitas hacer es preguntar!" dijo ella alegremente. Y entonces, antes de que pudiera responder, añadió, impaciente, "¿Y bien? ¿Qué quieres saber?"

"Dijiste que te enviaron a buscarme", dijo Sam. "¿Quién?"

"Eso es fácil," ella dijo, "Aiden".

"¿Quién es?", preguntó Sam.

Ella rió disimuladamente, "Caramba, tienes mucho por aprender, ¿no? Él ha sido el mentor de nuestra cofradía desde hace miles de años. No sé por qué él se ha interesado en ti, o por qué él me envió en un día tan hermoso a caminar a través del bosque a buscarte. Como yo lo veo, podrías haber encontrado tu propio camino aunque te tardaras. Sin mencionar, que tenía mil cosas que hacer hoy, incluyendo ver este nuevo vestido… "

"Por favor," dijo Sam, tratando de aferrarse a su pensamiento antes de perder su chance para  hablar. "Realmente te agradezco que hayas venido a buscarme y no quiero ser irrespetuoso," dijo, "pero donde sea que vamos, realmente no tengo tiempo. Sabes, yo regresé aquí, a este lugar y a esta época por una razón. Tengo que ayudar a mi hermana. Tengo que encontrarla -y no tengo tiempo para estar haciendo excursiones."

"Bueno, no llamaría esto una excursión", dijo Polly. "Aiden es el hombre más solicitado en toda la corte. Si él es ha interesado en ti, no es nada para menospreciar", dijo. "Y quien quiera que sea que estés buscando, si hay alguien que puede ayudarte, es él."

"Entonces, ¿dónde es que vamos, exactamente? ¿Y cuánto más lejos está?"

Ella dio varios pasos más por el bosque y él se apresuró a alcanzarla, preguntándose si ella iba a responder o nunca le daría una respuesta directa – hasta que en ese momento el bosque  se abrió de repente.

Ella se detuvo y él también junto a ella, estaba asombrado.

Ante ellos se extendía un campo abierto inmenso que conducía a jardines inmaculados, el césped estaba cortado en formas elaboradas de todos los tamaños. Era hermoso, como si fuera una obra de arte viviente.

Aún más impresionante era lo que había más allá de los jardines. Era un palacio, más grande que cualquier estructura Sam había visto nunca ante en su vida. Todo el edificio era de mármol y se extendía en todas direcciones hasta donde podía alcanzar la vista. Era un diseño clásico, formal, con docenas de ventanas de gran tamaño y una escalera amplia de mármol que conducía a la entrada. Sabía que había visto fotos de esa estructura en algún lugar, pero no podía recordar cuál era.

"Versalles", dijo Polly, proporcionando la respuesta, como si estuviera leyendo su mente.

Él la miró y ella le devolvió una sonrisa.

"Es donde vivimos. Estás en Francia. En 1789. Y estoy segura de que Aiden te permitirá unirte a nosotros, si María se lo permite."

Sam la miró, desconcertado.

"¿María?", Preguntó.

Ella sonrió aun más mientras negaba con la cabeza. Se volvió y saltó a través del campo hacia el palacio mientras gritaba por encima del hombro.

"Pues, María Antonieta, ¡por supuesto!"


*

Sam caminó junto a Polly por la escalera de mármol sin fin, en dirección a la puerta principal del palacio. A su paso, examinaba todo a su alrededor. La magnitud y las proporciones de este lugar eran asombrosos. A su alrededor, paseando por los jardines, había gente que parecía  ser de la realeza, vestida con algunas de las mejores prendas que jamás había visto. No podía creer que existiera ese lugar. Si alguien le hubiera dicho que estaba soñando, él le habría creído. Nunca antes había estado con la realeza.

Polly no había dejado de hablar y él se obligó a concentrarse en sus palabras. Le gustaba estar cerca de ella y disfrutaba de su compañía, aunque prestarle atención era muy difícil. Pensó también que ella era bonita. Pero había algo en ella que le hacía dudar si realmente le atraía, o si sólo le gustaba como amiga. Con sus últimas novias, había sido deseo a primera vista. Con Polly, era más como una camaradería.

"Mira, la familia real vive aquí", dijo Polly, "pero nosotros vivimos aquí, también. Ellos quieren que estemos aquí. Después de todo, somos quienes mejor los protegemos. Vivimos en lo que podríamos llamarse una armonía agradable. Nos viene muy bien. Con este gran bosque, tenemos acceso a caza ilimitada, es un gran lugar para vivir, y hay buena compañía. Y a su vez, ayudamos a proteger a la familia real. Por no decir de que algunos de ellos son de nuestra clase."

Sam la miró, sorprendido.

"¿María Antonieta?", preguntó.

Polly asintió levemente, como si tratara de mantenerlo en secreto, pero sin éxito.

"Pero no se lo digas a nadie", dijo. "Hay otros también. Pero la mayoría de los miembros de la Realeza son humanos. Quieren ser uno de nosotros. Pero hay reglas estrictas aquí y no está permitido. Estamos nosotros y ellos, y no se nos permite cruzar esa línea. Hay ciertos miembros de la familia real que no queremos que tengan demasiado poder. Y María también lo cree.

"De todos modos, éste es un lugar fabuloso. No me puedo imaginar que alguna vez pudiera  llegar a su fin. Hay fiesta tras la fiesta, bailes interminables, bailes, conciertos … Esta semana tendremos un evento fabuloso. Una ópera, en realidad. Ya elegí mi traje."

Cuando se acercaron a las puertas, varios sirvientes se apresuraron a abrirlas. Las puertas de oro eran enormes y Sam las miró con asombro, mientras caminaba a través de ellas.

Polly caminó hacia un enorme corredor de mármol, como si fuera la dueña del lugar, y Sam se apresuró a seguirle el ritmo. Mientras caminaban, Sam miró a su alrededor, estaba sorprendido por la opulencia. Caminaron por los  interminables pasillos de mármol, con enormes candelabros de cristal colgando bajo y reflejando la luz en decenas de espejos dorados. El sol entraba y la luz se reflejaba en todas direcciones.

Pasaron por una puerta tras otra y finalmente entraron a una gran sala de mármol, con columnas a su alrededor. Varios guardias se pusieron firmes cuando Polly entró.

Polly simplemente se rió, aparentemente sin darles mucha importancia. "También recibimos entrenamiento aquí", dijo. "Sus instalaciones son de lo mejor. Aiden lleva un horario muy rígido. Me sorprende que me haya dejado ir a buscarte. Tú debes ser muy importante."

"Entonces, ¿dónde está?", preguntó Sam. "¿Cuándo voy a poder conocerlo?"

"Vaya, eres impaciente, ¿no es así? Él es un hombre muy ocupado. Puede que decida no conocerte por algún tiempo. O podría convocarte de inmediato. No te preocupes, sabrás cuando él quiera verte. Dale tiempo. Mientras tanto, me ha pedido que te muestre tu habitación."

"¿Mi habitación?" Sam preguntó, sorprendido. "Espera un segundo. Yo no he dicho que podía quedarme aquí. Como te dije, realmente necesito encontrar a mi hermana", Sam comenzó a protestar, pero en ese momento, un conjunto enorme de puertas dobles se abrió ante ellos.

Un séquito de miembros de la realeza entró de repente rodeando a una mujer, a quien llevaban en un trono real.

Cuando la posaron sobre el piso, Polly se inclinó, haciendo un gesto para que Sam hiciera lo mismo. Él lo hizo.

Una mujer, quien sólo podría ser María Antonieta, lentamente se bajó, dio varios pasos hacia ellos, y se detuvo justo frente a Sam y le hizo un gesto para que se levantase. Él lo hizo.

Miró a Sam de arriba hacia abajo, como si fuera su objeto de interés.

"Así que tú eres el chico nuevo", dijo ella, inexpresiva. Sus ojos verdes ardían con una intensidad que Sam nunca había visto antes y , de hecho, pudo sentir de que ella era uno de los suyos.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, ella asintió con la cabeza. "Interesante".

Entonces, pasó por delante de ellos y su comitiva la siguió rápidamente.

Pero una persona se quedó atrás, claramente uno de los miembros de la realeza. Ella parecía tener unos 17 años y estaba vestida de pies a cabeza en un azul real, con un vestido de terciopelo. Tenía la piel más bella que Sam había visto jamás, cabello largo, rubio y rizado, y penetrantes ojos color aguamarina. Ella fijó sus ojos directamente en Sam.

Él se sentía impotente ante su mirada, incapaz de mirar hacia otro lugar.

Era la chica más hermosa que nunca había visto.

Después de varios segundos, ella dio un paso adelante y quedó aún más cerca de los ojos de Sam. Extendió la mano con la palma hacia abajo, esperando que él la besara. Se movía lentamente, con orgullo.

Sam le tomó la mano y quedó electrificado al tocar su piel. Tomó sus dedos y los besó.

"¿Polly?", dijo la niña. "¿No vas a presentarnos?"

No era una pregunta. Era una orden.

De mala gana, Polly se aclaró la garganta.

"Kendra, Sam," dijo ella. "Sam, Kendra."

Kendra, pensó Sam, mirándola fijamente a los ojos, sorprendido por la agresividad con la que ella le devolvió la mirada, como si él ya fuera de su propiedad.

"Sam", repitió ella, sonriendo. "Un poco simple. Pero me gusta."




CAPÍTULO SEIS


Kyle rompió el sarcófago de piedra con un solo golpe. El sarcófago se estrelló en un millón de bits y él salió de pie, listo para la acción.

Giró y miró a su alrededor, listo para pelear contra cualquiera que se le acercara. De hecho, tenía la esperanza de que alguien se le acercara para poder pelear. Este viaje en el tiempo había sido particularmente molesto, y estaba más que dispuesto a volcar su ira sobre alguien.

Pero, para su decepción, la cámara estaba vacía. Estaba sólo él.

Poco a poco, su rabia comenzó a enfriarse. Al menos había aterrizado en el lugar correcto, ya lo  podía sentir, y en el momento adecuado. Sabía que era un veterano de los viajes en el tiempo más que Caitlin, y podría decidir su ubicación más fácilmente. Miró a su alrededor y, para su satisfacción, vio que había aterrizado exactamente donde había querido: Les Invalides.

Les Invalides era un lugar que siempre había amado, que había sido muy importante para los más malvados de su especie. Un mausoleo, bajo tierra, que estaba hecho de mármol, bellamente adornado, con sarcófagos adosados a sus paredes. El edificio tenía una forma cilíndrica, con un altísimo techo de cien pies que culminaba en una cúpula. Era un lugar sombrío, el lugar de descanso ideal para todos los soldados de élite de Francia. También era el lugar, Kyle lo sabía, donde Napoleón, sería enterrado un día.

Pero todavía no. Sólo era 1789 y Napoleón, ese pequeño bastardo, todavía estaba vivo. Era uno de los favoritos de Kyle de su misma especie. Kyle se dio cuenta que en ese momento él tenía unos 20 años y estaba comenzando su carrera. Faltaba algo de tiempo para que fuera enterrado allí. Por supuesto, siendo de su raza, el entierro de Napoleón era sólo un truco, era sólo una manera de dejar que las masas humanas pensaran que él era uno de los suyos.

Kyle sonrió al pensar en ello. Allí estaba él, en el lugar de descanso final de Napoleón, antes de que Napoleón hubiera "muerto." Esperaba volver a verlo para rememorar los viejos tiempos. Él era, después de todo, una de las pocas personas de su especie que Kyle respetaba un poco. Pero también era un pequeño bastardo arrogante. Kyle necesitaba darle una bofetada para ponerlo en su lugar.

Kyle caminó lentamente sobre el suelo de mármol, sus pisadas hacían eco, mientras se examinaba. Se había visto mejor. Había perdido un ojo gracias a ese pequeño niño horrible, el hijo de Caleb, y su rostro aún estaba desfigurado por lo que Rexius le había hecho cuando regresó a Nueva York. Si eso no fuera suficiente, ahora tenía una gran herida en la mejilla por  la lanza que Sam le había lanzado en el Coliseo. Era una ruina, lo sabía.

Pero también le gustaba un poco. Él era un superviviente. Estaba vivo y nadie había sido capaz de detenerlo. Y estaba más loco que nunca. No sólo estaba decidido a evitar que Caitlin y Caleb  encontraran el Escudo, sino ahora estaba decidido a hacerlos pagar. Hacerlos sufrir, tal como él había sufrido. Sam estaba en su lista ahora, también. Los tres -no se detendría ante nada hasta que los torturara lentamente.

Con unos pocos pasos, Kyle subió por la escalera de mármol hacia el nivel superior de la tumba. Dio una vuelta alrededor y caminó al final de la capilla bajo la enorme cúpula hasta llegar detrás del altar. Sintió su pared de piedra caliza, estaba buscando algo.

Finalmente, encontró lo que estaba buscando. Empujó un pestillo oculto, y se abrió un compartimiento secreto. Metió la mano y sacó una espada larga de plata, su empuñadura tenía incrustaciones de joyas. La sostuvo contra la luz y la examinó con satisfacción. Era tal como la  recordaba.

Se la atravesó detrás de su la espalda, se volvió y se dirigió por el pasillo hacia la puerta principal. Se echó hacia atrás, y con una patada enorme, la gran puerta de roble salió volando de sus bisagras, desplomándose y haciendo un eco en todo el edificio vacío. Kyle se sintió satisfecho de que le hubiera regresado toda su fuerza.

Kyle vio que aún era de noche, y se relajó. Si quería, podía volar a través de la noche directamente a su objetivo -pero quería saborear su estancia allí. París en 1789 era un lugar especial. Todavía estaba, recordó, lleno de prostitutas, alcohólicos, jugadores, criminales. A pesar de su buena apariencia y de su arquitectura, tenía un bajo vientre que era largo y ancho. A él le encantaba. La ciudad era toda suya.

Con los ojos cerrados, Kyle alzó la barbilla, escuchaba, sentía. Podía percibir con fuerza la presencia de Caitlin en esta ciudad. Y la de Caleb. Sam, de él no estaba tan seguro, pero sabía que al menos dos de ellos estaban allí. Eso era algo bueno. Ahora todo lo que tenía que hacer era encontrarlos. Llegaría sobre ellos por sorpresa y, imaginó, lo mataría con bastante facilidad. París era un lugar mucho más simple. No había gran Consejo de vampiros como en Roma, al que tenía que obedecer. Mejor aún, había una fuerte cofradía malvada allí, dirigida por Napoleón. Y Napoleón le debía favores.

Kyle decidió que su primera tarea sería localizar al enano para que le devolviera el favor. Enlistaría a todos los hombres de Napoleón para localizar a Caitlin y Caleb. Sabía que los hombres de Napoleón podrían ser útiles si encontraba resistencia. En esta ocasión, no dejaría nada librado al azar.

Pero aún tenía tiempo. Podría alimentarse en primer lugar, y asentar sus dos pies en el suelo. Además, su plan ya estaba en marcha. Antes de dejar Roma, había rastreado a su viejo compañero, Sergei, y lo había enviado a París. Si todo había salido según lo planeado, Sergei ya estaba allí trabajando duro para ejecutar su misión, infiltrándose en la cofradía de Aiden. Kyle sonrió con satisfacción. No había nada que le gustara más que un traidor, una pequeña comadreja como Sergei. Se había convertido en un juguete muy  útil.

Kyle bajó por las escaleras como un colegial, lleno de alegría, dispuesto a hundirse directamente en la ciudad y tomar lo que quisiera.

Cuando Kyle se dirigió hacia la calle, un artista callejero se acercó a él, sosteniendo un lienzo y un  pincel, y le hizo un gesto para que Kyle le permitiera pintar su retrato. Si había algo que Kyle odiaba, era que alguien lo dibujara. Sin embargo, estaba en buen humor y decidió dejar vivir al hombre.

Pero cuando el hombre lo presionó, caminando detrás de Kyle y metiendo el lienzo frente a él, eso ya fue demasiado. Kyle se acercó, cogió su pincel, y se lo clavó justo entre los ojos. Un segundo después, el hombre caía muerto.

Kyle tomó el lienzo y lo rompió encima de su cadáver.

Kyle continuó caminando, bastante contento consigo mismo. Ya estaba resultando ser una gran noche.

Cuando dobló en un callejón de adoquines, en dirección al distrito que recordaba, comenzó a sentirse como en casa. Varias prostitutas estaban en las calles y lo llamaban. En ese mismo momento, dos hombres grandes se tambalearon hacia fuera de un bar, estaban claramente borrachos, y chocaron con fuerza contra Kyle.

"¡Ey, idiota!" Uno de ellos le gritó.

El otro se volvió hacia Kyle. "¡Ey, el un ojo!", le gritó. "¡Mira por donde vas!"

El gran hombre se acercó para darle un fuerte empujón a Kyle en el pecho.

Pero sus ojos se abrieron por la sorpresa cuando su empujón no había funcionado. Kyle no se había movido en absoluto; había sido como si hubiera empujado una pared de piedra.

Lentamente, Kyle negó con la cabeza, asombrado por la estupidez de esos hombres. Antes de que pudieran reaccionar, se estiró hacia atrás por encima del hombro, sacó su espada y en un solo movimiento, la hizo girar, cortando las cabezas de ambos en una fracción de segundo.

Observó con satisfacción como sus cabezas rodaron y ambos cuerpos se desplomaban sobre el suelo. Guardó su espada y extendió la mano para agarrar un cadáver sin cabeza. Le  hundió sus largos colmillos directamente en el cuello abierto y bebió la sangre que salía a chorros.

Kyle escuchó los gritos de las prostitutas a su alrededor. Le siguieron portazos y el sonido de persianas cerrándose.

Se dio cuenta que todo el pueblo ya le tenía miedo.

Bueno, pensó. Ese era el tipo de bienvenida que más le gustaba.




CAPÍTULO SIETE


En la madrugada, Caitlin y Caleb volaron lejos de París hacia la campiña francesa, ella se sostenía firmemente a su espalda mientras él se deslizaba por el aire. Se sentía más fuerte ahora y si hubiera querido volar, habría podido. Pero ella no quería dejarlo ir. Le encantaba sentir su cuerpo cerca. Sólo quería abrazarlo, sentir lo que era estar juntos de nuevo. Sabía que no tenía sentido, pero después de estar separados durante tanto tiempo, tenía temor de que si lo soltaba, podría volar lejos para siempre.

Debajo de ellos, el paisaje cambiaba constantemente. Rápidamente dejaron la ciudad atrás y el paisaje se llenó de densos bosques y de colinas. Cerca de las ciudades, había algunas casas y granjas. Pero cuanto más se alejaban, había más y más tierra. Pasaron un campo tras otro, prados, de vez en cuando una granja de pastoreo para ovejas. El humo se elevaba de las chimeneas e imaginó que la gente estaba cocinando. Había líneas de ropa en el verde y sábanas colgaban de ellas. Era una escena idílica, y la temperatura de julio había bajado lo suficiente para que el aire se sintiera más frío, especialmente a esta altura, era refrescante.

Después de horas de vuelo, doblaron y la nueva vista le quitó el aliento: ahí, en el horizonte, había un mar resplandeciente, vibrante y azul, las olas rompían sin cesar sobre la interminable costa virgen. Al acercarse, la elevación ascendió y las colinas llegaban hasta la costa.

En las colinas, en medio de la hierba, había un solo edificio en el horizonte. Era un castillo medieval glorioso, construido de una piedra caliza antigua, cubierto de esculturas y gárgolas adornadas. Se encontraba en lo alto de una colina con vista al mar, y estaba rodeado de campos de flores silvestres en todo lo que el ojo alcanzaba a ver. Era una belleza impresionante y Caitlin sintió como si estuviera en una tarjeta postal.

El corazón de Caitlin latía con entusiasmo, mientras se preguntaba, mientras esperaba que fuera el castillo de Caleb. De alguna manera, sentía que lo era.

"Sí", le gritó, por encima del viento, leyendo su mente, como siempre. "Es éste."

El corazón de Caitlin latió con deleite. Estaba tan emocionada y se sintió tan fuerte, que estaba lista para volar por sí misma.

De repente, saltó de la espalda de Caleb y salió volando por el aire. Por un momento, se sintió  aterrorizada, preguntándose si sus alas brotarían. Un momento después, lo hicieron, y la sostuvieron en el aire.

Le encantó sentir cómo el aire corría a través de las alas. Se sentía muy bien de tenerlas de nuevo y  ser independiente. Se elevó y se zambulló, precipitándose hacia arriba, cerca de Caleb, quien le devolvió la sonrisa. Se lanzaron juntos hacia abajo, luego hacia arriba, virando dentro y fuera de los caminos de vuelo de cada uno, las puntas de sus alas a veces se tocaban.

Como si fueran uno, se lanzaron hacia abajo, cerca del castillo. Parecía antiguo; se veía desgastado, pero no en el mal sentido. Caitlin ya se sentía como en casa.

Ella miró el paisaje, las colinas, el mar lejano, por primera vez en todo el tiempo que podía recordar, sintió una sensación de paz. Sentía, finalmente, como si estuviera en casa. Vislumbró su vida junto a Caleb allí, viviendo juntos, incluso formando una familia de nuevo, si eso era posible. Ella estaría feliz de vivir allí con él -y, finalmente, por fin, no veía nada que se interpusiera en su camino.


*

Cuando Caitlin y Caleb aterrizaron juntos frente a su castillo, él le tomó la mano y la llevó a la puerta principal. La puerta de roble estaba cubierta de una gruesa capa de polvo y de sal del mar, y claramente no la habían abierto en muchos años. Él probó el picaporte. La puerta estaba cerrada con llave.

"Han pasado cientos de años", dijo. "Estoy tan feliz de ver que todavía está aquí, que no ha sido  vandalisada -que incluso está cerrada con llave. Solía haber una llave … "

Alzó la mano, muy por encima del marco de la puerta y palpó la grieta detrás del arco de piedra. Pasó los dedos por arriba y por abajo y finalmente se detuvo y sacó una larga llave maestra de  plata.

La deslizó en la cerradura, y la llave encajó perfectamente. Le dio vuelta con un clic.

Él se dio vuelta y le sonrió, haciéndose a un lado. "Si me haces el honor", dijo.

Caitlin empujó la pesada puerta medieval que se abrió lentamente, crujiendo, la sal incrustada caía en grumos.

Entraron juntos. La sala de entrada estaba en penumbras y estaba cubierta de telarañas. El aire estaba quieto y húmedo, y se sentía como si nadie hubiera entrado en siglos. Ella levantó la vista hacia las paredes de piedra con arcos altos, vio los pisos de piedra. Había capas de polvo en todo, incluyendo las ventanas de vidrio, que bloqueaban una gran cantidad de la luz, haciendo que se viera más oscuro de lo que era.

"Por aquí," dijo Caleb.

La tomó la mano y la condujo por un pasillo estrecho que se abrió a una gran sala, con ventanas altas y arqueadas a ambos lados. Había más luz allí, incluso con el polvo. Había algunos muebles: una larga mesa medieval de roble, rodeada de sillas ornamentadas de madera. En el centro, había una enorme, chimenea de mármol, una de las chimeneas más grandes que Caitlin jamás había visto en su vida. Era increíble. Caitlin se sentía como si estuviera caminado de nuevo en los claustros.

"Lo construyeron en el siglo 12", él dijo, mirando a su alrededor. "En aquel entonces, éste era el estilo."

"¿Tú viviste aquí?", preguntó Caitlin.

Él asintió con la cabeza.

"¿Por cuánto tiempo?"

Pensó. "No más de un siglo", dijo. "Tal vez dos."

Caitlin se maravilló, una vez más, de las medidas tan grandes de tiempo en el mundo de los vampiros.

Sin embargo, se preocupó al pensar en otra cosa: ¿había vivido aquí con otra mujer?

Tuvo miedo de preguntar.

De repente, él se dio la vuelta y la miró.

"No", dijo. "viví aquí solo. Te lo aseguro. Eres la primera mujer que he traído aquí."

Caitlin se sintió aliviada, aunque avergonzada porque él leyó su mente.

"Vamos", dijo. "Por aquí."

Él la condujo por una escalera de caracol de piedra, que se retorcía y giraba y conducía al segundo piso. Esta planta estaba mucho más iluminada, con grandes ventanales en forma de arco que daban en todas direcciones, la luz del sol entraba reflejando el mar lejano. Las habitaciones eran más pequeñas, eran más íntimas. Había más chimeneas de mármol y, mientras Caitlin vagaba de una habitación a otra, vio una enorme cama con dosel en el centro de una de ellas. Tumbonas y sillas de terciopelo mullidos se extendían a lo largo de las otras habitaciones. No había alfombras, sólo el piso de piedra desnuda. Fue muy austero. Pero hermoso.

Él la condujo a través del cuarto hasta un conjunto de enormes puertas de cristal. Estaban cubiertas de tanto polvo que no las había notado. Él se acercó y tiró con fuerza de las cerraduras y perillas, las ventanas se abrieron con una explosión creando una nube de polvo.

Él salió y Caitlin lo siguió.

Salieron a una enorme terraza de piedra enmarcada por una piedra caliza adornada y una  barandilla de columnas. Caminaron hasta el borde y se asomaron.

Desde allí, tenían una vista imponente de todo el campo y del mar. Caitlin escuchó el romper de las olas y oleió el mar en el aire que traía la brisa. Sentía como si estuviera en el cielo.

Si Caitlin había imaginado una casa de ensueño, sin duda sería ésta. Estaba llena de polvo y  necesitaba un toque femenino, pero Caitlin sabía que podía arreglarlo, podría hacer que volviera a ser la casa del pasado. Sentía que era realmente un lugar que pudieran llamar una casa.

"Estaba pensando en lo que dijiste," él dijo, "todo el vuelo hasta aquí. Acerca de construir una vida juntos. Me gustaría mucho."

Él puso un brazo alrededor de ella.

"Me gustaría que vivieras conmigo. Que comencemos nuestra vida juntos de nuevo. Aquí. Es tranquilo y seguro, y estamos protegidos. Nadie sabe de este lugar. Nadie nunca nos encontrará aquí. No veo ninguna razón por la qué no podamos vivir de manera segura, como la gente normal", dijo. "Por supuesto, tendremos que trabajar mucho para arreglarlo. Pero o estoy dispuesto a hacerlo, si es lo que deseas."

Él se dio vuelta y le sonrió.

Ella le devolvió la sonrisa. Nunca había estado más dispuesta en toda su vida.

Más que eso, se sintió profundamente conmovida de que la había invitado a vivir con él. Nada podía ser más importante para ella. La verdad era que habría vivido con él en cualquier lugar, hasta en una cabaña en el bosque.

"Me encantaría", respondió ella. "Sólo quiero estar contigo."

El corazón le latía con fuerza cuando se unieron en un beso; se escuchaba el sonido de las olas en el fondo, la brisa del mar los envolvía.

Nuevamente, todo era perfecto.


*

Mientras deambulaba por la casa, de una a otra habitación llevando una toalla, Caitlin nunca se había sentido tan feliz. Caleb se había ido, había salido de caza, contento de poder llevar la cena a la casa. Ella estaba encantada, porque le daba un poco de tiempo para caminar a solas por la casa, verlo todo por sí misma y, con los ojos de una mujer, pensar cómo podía arreglarlo para que fuera un hogar para los dos.

Caminó por las habitaciones, abriendo ventanas, dejando entrar el aire del mar. Había encontrado un balde y trapo y había bajado al arroyo en el patio trasero y regresado con un cubo desbordante de agua. Había mojado el trapo en el arroyo hasta que quedó tan limpio como pudo. Había encontrado una gran caja para poder subirse y abrir cada una de las enormes ventanas medievales; se paró sobre el cajón y limpió cada panel. Había unas ventanas que eran demasiado altas de alcanzar, y activó sus alas, revoloteando en el aire, deteniéndose delante de las ventanas para limpiarlas.

Le sorprendió la diferencia que se vio de inmediato. La habitación pasó de estar a oscuras a estar completamente inundada de luz. Debió haber cientos de años de suciedad apelmazada y sal a ambos lados del vidrio. De hecho, abrir cada ventana era una hazaña en sí misma, necesitó usar todas sus fuerzas para sacarles el óxido y la suciedad.

Caitlin miró con atención y le maravilló la elaboración artesanal de cada ventana. Cada panel  tenía varios centímetros de espesor y un diseño muy hermoso. Algunas partes del  vidrio estaban manchadas, algunas eran translúcidos y otras tenían un mínimo matiz de color. Mientras limpiaba cada panel, casi podía sentir la gratitud de la casa, ya que poco a poco, centímetro a centímetro, volvía a la vida.

Cuando Caitlin terminó, examinó el resultado de su trabajo. Se quedó sorprendida. Lo que antes había sido una habitación poco acogedora y oscura, era ahora una increíble habitación llena de sol con una vista del mar.

Caitlin se encargó de los pisos, se puso sobre sus manos y rodillas y fregó metro a metro. Observó con satisfacción como se desprendían las pulgadas de tierra y las hermosas piedras enormes comenzaban a brillar.

Después, se puso a limpiar la enorme chimenea de mármol, quitando años de polvo. Luego se se encargó del gran espejo adornado encima de ella, y lo limpió hasta que brilló. Estaba enojada porque todavía no podía ver su reflejo, pero sabía que no había nada que pudiera hacer al respecto.

Limpió el candelabro y todos y cada uno de los posavelas de cristal. Después, se concentró  en la cama con dosel. Limpió cada uno de sus postes y luego su marco, poco a poco la antigua madera volvía a la vida. Agarró las viejas mantas y fue a la terraza donde las sacudió con fuerza, nubes de polvo volaban por todas partes.

Caitlin regresó a la habitación, su próxima recámara, y la observó: ahora se veía magnífica. Brillaba tanto como la habitación de un castillo. Todavía era medieval, pero al menos ahora se veía fresca y acogedora. Su corazón se disparó ante la idea de vivir allí.

El agua en el cubo se había vuelto completamente negro, y bajó por las escaleras y salió deseosa de volver a llenarlo en la corriente.

Caitlin sonrió al pensar en la reacción de Caleb cuando regresara. Se sorprendería, pensó. Ahora limpiaría el comedor de junto. Iba a tratar de crear un ambiente íntimo en el que podrían disfrutar su primera comida juntos en su nueva casa -la primera-, ella esperaba, de muchas más.

Cuando Caitlin se acercó a la orilla y hundió sus rodillas en la hierba suave, vació y llenó la cubeta, de repente, sus sentidos se pusieron en alerta máxima. Oyó un crujido, y sintió que un animal se le acercaba.

Rápidamente giró y se sorprendió de lo que vio.

Acercándose a ella lentamente, a sólo unos metros de distancia, había un cachorro de lobo. Su pelaje era todo blanco, a excepción de un rayo de gris a lo largo de su frente y su espalda. Lo que más la sorprendió eran sus ojos: miraban a Caitlin como si la conociera. Lo que es más: eran los mismos ojos de Rose.

Caleb sintió que su corazón latía con fuerza. Sintió que Rose había regresado de entre los muertos y se había reencarnado en otro animal. Esa expresión, esa cara. El color de piel era diferente, pero por lo demás, podría haber sido la Rose renacida.

El cachorro de lobo también parecía sorprenderse de ver a Caitlin. Se detuvo, mirándola fijamente, y, luego, lentamente, con cautela, dio unos pasos hacia ella. Caitlin escaneó el bosque para ver si había otros cachorros o su madre. No quería terminar en una pelea.

Pero no había ningún otro animal a la vista.

Cuando Caitlin examinó el cachorro más de cerca, entendió por qué estaba allí. Cojeaba mucho, le sangraba la pata. Se veía herido. Probablemente, había sido abandonada por su madre, y lo había abandonado a su suerte.

El cachorro de lobo bajó la cabeza, y caminó lentamente hacia Caitlin. Luego, para sorpresa de Caitlin, bajó la cabeza y la apoyó en su regazo, gimiendo suavemente mientras cerraba los ojos.

El corazón de Caitlin se alegró. Había extrañado a Rose tanto y ahora sentía que había regresado.

Caitlin puso el cubo sobre el suelo, extendió la mano y tomó el cachorro en sus brazos. Lo sostuvo cerca de su pecho, llorando, recordando los momentos que había pasado con Rose. A su pesar, las lágrimas rodaron por sus mejillas. El cachorro, como si sintiera, de pronto la miró, se echó hacia atrás y lamió las lágrimas de su cara.

Caitlin se inclinó y la besó en la frente. La apretó contra su pecho y la acarició. No había manera de que pudiera dejarla ir. Haría todo lo necesario para ayudarla a sanar y recuperarse. Y, si el lobo se dejaba, para tenerla como su mascota.

"¿Cómo te voy a llamar?" preguntó Caitlin. "No podemos llamarte de nuevo Rose … ¿Qué tal … Ruth?"

De repente, el cachorro lamió la mejilla de Caitlin, como si respondiera al nombre. Fue la respuesta que Caitlin estaba esperando.

Se llamará Ruth.


*

Caitlin, con Ruth a su lado, estaba terminando de limpiar el comedor, cuando vio algo interesante en la pared. Allí, junto a la chimenea, había dos largas espadas de plata. Tomó una, la desempolvó y admiró la empuñadura que tenía incrustaciones de piedras preciosas. Era un arma precioso. Dejó el trapo y el cubo, y no pudo resistirse a probarla. En la sala cavernosa, balanceó la espada salvajemente en círculos, a izquierda y derecha, cambiaba de mano. Se sentía muy bien.

Se preguntó cuántas otras armas Caleb tendría allí. Podría entrenarse con ellas.

"Veo que has encontrado las armas," dijo Caleb, entrando de repente. Caitlin inmediatamente dejó la espada, consciente de sí misma.

"Lo siento, no quise meterme en tus cosas."

Caleb se echó a reír. "Mi casa es tuya", dijo, mientras entraba a la habitación con dos enormes ciervos colgando de su hombro. "Eres bienvenida a usar todo lo que tengo. Además, eres una chica en pos de mi corazón. Yo también habría tomado las espadas", dijo con un guiño.

Cargando a los ciervos, caminó por la habitación, luego se detuvo y se volvió de repente, haciendo una segunda entrada.

"Wow", dijo, en estado de shock. "¡Este lugar parece nuevo!"

Se quedó allí, mirando con los ojos bien abiertos. Caitlin vio lo impresionado que estaba y se sintió feliz. Ella miró la habitación y comprobó que se veía realmente transformada. Ahora tenían un  hermoso comedor, con mesa y sillas listas para disfrutar de su primera comida.

De repente, Ruth se quejó y Caleb miró hacia abajo. Se veía aún más sorprendido.

A Caitlin le preocupó si a él le importaría tener el cachorro allí.

Pero se sintió aliviada al ver que sus ojos se abrieron con deleite.

"No puedo creerlo", dijo Caleb, mirando, "esos ojos … se parece a Rose."

"¿Podemos quedárnosla?" preguntó Caitlin, vacilante.

"Me encantaría", respondió. "Le daría un abrazo, pero tengo las manos llenas."

Caleb caminó con el ciervo por la habitación hacia el pasillo. Caitlin y Ruth lo siguieron, y observaron cómo ponía el ciervo en una habitación pequeña, sobre una enorme losa de piedra.

"Dado que no cocinamos", dijo, "drené la sangre. Después podemos beber juntos, para la cena. Pensé que me encargaría del trabajo sucio, así podremos sentarnos frente a la chimenea y beber con estilo."

"Me encantaría", dijo Caitlin.

Ruth se sentó junto a los talones de Caleb, mirando hacia arriba y lloriqueando mientras él cortaba. Él se rió, cortó un pedazo pequeño para ella y se agachó y se lo dio. Ella se lo tragó y pidió más.

Caitlin se dirigió al área del comedor y se puso a limpiar unas copas que había visto. Frente a la chimenea había un montón de pieles, ella las tomó y las llevó a la terraza, donde las sacudió.

Mientras Caitlin esperaba que Caleb terminara, miró la puesta de sol en el horizonte. Escuchó el sonido de las olas, respiró el aire de la sal, y nunca antes se había sentido tan relajada. Se quedó allí y cerró los ojos, ni siquiera fue consciente de cuánto tiempo había pasado.

Cuando Caitlin abrió los ojos de nuevo, era casi de noche.

"¿Caitlin?" escuchó que decían en voz alta.

Se dio vuelta y se apresuró adentro. Caleb ya estaba allí, con dos enormes copas de plata con la sangre del venado. Estaba encendiendo las velas de la habitación en penumbra. Ella se acercó a él y puso las pieles sobre el piso.

En unos momentos, la habitación estaba completamente iluminada, brillando con la luz de las velas. Los dos se sentaron sobre las pieles frente a la chimenea, Ruth se acercó corriendo y se acomodó  junto a ellos. Las ventanas estaban abiertas y entraba la brisa, en realidad estaba refrescando.

Los dos se sentaron uno junto al otro y se miraron a los ojos mientras brindaban.

El líquido se sentía tan bien. Ella bebió y bebió, al igual que él, y nunca se había sentido tan viva. Fue como una increíble carga de adrenalina.

Caleb se veía rejuvenecido también, con los ojos y la piel brillantes. Se dieron media vuelta y se quedaron enfrentados.

Él extendió la mano y tocó lentamente la mejilla de Caitlin con el dorso de la mano.

El corazón de Caitlin empezó a latir con fuerza, y se dio cuenta de que estaba nerviosa. Sentía que había pasado una eternidad desde la última vez había estado con él. Durante mucho tiempo, había imaginado un momento así pero ahora que estaba ocurriendo, se sentía como si fuera su primera vez con él. La mano de él estaba temblando, y Caitlin se dio cuenta de que él también estaba nervioso.

Quedaban tantas cosas que quería decir, tantas preguntas que tenía para él, y ella pudo notar que él estaba lleno de preguntas también. Pero en este momento, no confiaba en sí misma para hablar. Y al parecer, él tampoco.

Los dos se besaron apasionadamente. A medida que sus labios encontraron los de ella, se sintió  abrumada por lo que sentía por él.

Ella cerró los ojos cuando él se acercó y se unieron en un abrazo apasionado. Rodaron sobre las pieles, y ella sintió una oleada de emoción en su corazón.

Finalmente, él era suyo.




CAPÍTULO OCHO


Polly caminaba rápidamente por los pasillos de Versalles, sus tacones resonaban sobre el piso de mármol, se apresuraba por un pasillo sin fin, con techos altos y molduras, chimeneas de mármol, enormes espejos y lámparas de araña que colgaban bajo. Todo brillaba.

Pero ella apenas lo notaba; lo tomaba como algo de lo más natural. Al vivir allí durante años, casi no podía imaginar otra forma de existencia.

Lo que sí notó -en gran medida- era a Sam. Un visitante como él no era para nada parte de la vida cotidiana – y, de hecho, era más que inusual. Ellos casi nunca recibían visitantes vampiros, especialmente de otra época y cuando los tenían, nunca parecía importarle a Aiden. Sam debía ser muy importante, se dio cuenta. Le intrigaba. Se veía un poco joven y algo inocente.

Pero había algo en él, algo que ella no podía identificar. Sentía como si, de alguna manera, tuviera alguna conexión con él, lo conociera de antes, o  él estuviera conectado con alguien que era importante para ella.

Lo que era muy extraño, porque la noche anterior, había tenido un sueño muy vívido. Era de una chica vampiro llamada Caitlin. Pudo ver su cara, sus ojos, su cabello, incluso podía verla ahora. En el sueño, se le decía que esta chica había sido su mejor amiga de toda la vida y, en todo el sueño, parecía que habían sido amigas desde siempre. Ella se despertó sintiendo que era tan real, que era más un encuentro que un sueño. No logró entenderlo, pero se despertó recordando todo lo relacionado con esa chica, recordando todos los momentos que habían pasado juntas.

No tenía ningún sentido, porque Polly sabía que nunca había estado en ninguno de esos lugares. Se preguntó si tal vez, de alguna manera, ¿había estado viendo el futuro? Sabía que los vampiros se visitaban mutuamente en sueños y que, de vez en cuando, tenían el poder de ver el futuro y el pasado. Pero estos poderes también eran impredecibles. Podría ser un mundo de ilusiones. Uno nunca sabía: estaba viendo el futuro, estaba viendo el pasado, ¿o simplemente estaba soñando?

Después del sueño, Polly había despertado buscando a Caitlin, como si realmente la conociera. La extrañaba mientras caminaba por el pasillo. Era una locura. Extrañar a una chica que nunca había conocido.

Y luego apareció este chico, Sam. Y por alguna extraña razón, Polly sintió que la energía de Sam estaba conectada con la de ella. ¿Cómo?, no lo sabía. ¿Lo estaba imaginando también?

Además de todo esto, se dio cuenta que sentía algo por Sam. No podía decir que estaba loca por él. Pero tampoco que él le era indiferente. Había algo en él. No era la sensación de estar enamorada. Era más una sensación de estar … intrigada. Quería saber más.

¿Qué la hizo agitarse cuando Kendra puso sus ojos en él? No necesariamente que ella lo quisiera para sí. Era demasiado pronto para saberlo. Pero más porque él se veía tan inocente, tan ingenuo e impresionable. Y Kendra era un buitre. Era un miembro de la familia real, a quien nunca se le había dicho No en su vida, y tenía una manera mágica de conseguir lo que quisiera, de quien ella quisiera.

Polly siempre había sentido que Kendra tenía algún tipo de agenda siniestra. Durante años,  había estado tratando de convencer a todos los vampiros de su cofradía para que la convirtieran.  Por supuesto, estaba prohibido, nadie lo hizo. Pero ahora, Polly estaba segura  ella había fijado su mirada en Sam. La sangre fresca había llegado, y estaba decidida a intentarlo de nuevo. Polly se estremeció, no le gustaba la idea de lo que podría sucederle a Sam si Kendra estaba decidida.

Sí, sin duda, éste había sido un día inusual. Su mente estaba llena de emociones mientras caminaba por el pasillo, y se dio cuenta que estaba llegando tarde. El nuevo cantante, del que todo el mundo había estado hablando, estaba dando un concierto privado a Maria y su séquito. El cantante había estado allí durante semanas, y todas las demás chicas habían estado asistiendo no sólo por su voz, pero por su apariencia. Estaba ansiosa por verlo por sí misma. Polly lo había estado esperando y ahora estaba doblemente molesta porque estaba  llegando al final.

Ese era el problema con este lugar, pensó, mientras caminaba por otro corredor. Era demasiado grande. Era imposible llegar a cualquier lugar a tiempo.

Polly aceleró su paso y finalmente llegó al final de otro corredor, dos guardias abrieron las inmensas puertas dobles para ella. Ella entró y una vez que se cerraron las puertas, se sintió inmediatamente avergonzada.

Toda la sala se volvió y la miró; mientras el cantante continuaba su actuación, se dio cuenta de que había interrumpido el concierto. Su rostro enrojeció, mientras se dirigía al fondo de la sala y se sentaba con sus amigos.

Todo el mundo se volvió lentamente, y ella aprovechó para instalarse pero se dio cuenta  que el concierto estaba por terminar.

Levantó la vista y, cuando captó la primera visión de la cara del cantante, se sorprendió. Era aún más magnífico de lo que todo el mundo había dicho. Tenía tez oscura, ojos negros y cabello oscuro y ondulado. Su rostro estaba perfectamente cincelado. Estaba regiamente vestido de pies a cabeza, con un abrigo de terciopelo negro, con medias blancas y zapatos negros brillantes. Estaba de pie en el centro del pequeño escenario, y se veía tan confiado, tan en control. Parecía que podría ser … ruso.





Конец ознакомительного фрагмента. Получить полную версию книги.


Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию (https://www.litres.ru/morgan-rice/deseada/) на ЛитРес.

Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.



En DESEADA (Libro #5 del Diario de un Vampiro), Caitlin Paine se despierta para descubrir que, una vez más, ha viajado hacia atrás en el tiempo. Esta vez, ha aterrizado en el siglo XVIII de París, una época de gran opulencia, de reyes y reinas-, pero también de la revolución. Al lado de su verdadero amor, Caleb, los dos finalmente viven su amor y el romanticismo como nunca antes. Pasan juntos un tiempo idílico en la ciudad de París, visitando sus sitios más románticos, mientras su amor crece cada vez más. Para disfrutar de este momento y este lugar y pasar su vida junto a Caleb, Caitlin decide renunciar a la búsqueda de su padre. Caleb la lleva a su castillo medieval cerca de la costa, y Caitlin es más feliz de lo que jamás soñó. Pero su idilio juntos no está destinado a durar para siempre, y pronto los hechos los separa. Caitlin regresa junto a Aiden y su cofradía, con Polly y con nuevos amigos, mientras se concentra de nuevo en su formación y en su misión. Vive en el mundo pródigo de Versalles, y admira los trajes y la opulencia más allá de lo que jamás soñó. Con interminables fiestas y fiestas y conciertos, Versalles es un mundo en sí mismo. Se reúne felizmente con Sam, quien también regresó en el tiempo, y también ha soñado con su padre. Pero no todo es como parece. Kyle también ha viajado atrás en el tiempo, esta vez con su compañero en el mal, Sergei -y está más decidido que nunca en matar a Caitlin. Y tanto Sam como Polly se involucran cada vez más en relaciones tóxicas, las que podrían amenazar con destruir todo lo que les rodea. Mientras Caitlin se convierte en una verdadera guerrera, está cada vez más cerca de encontrar a su padre y al mítico Escudo. El final culminante, lleno de acción, lleva a Caitlin a buscar pistas en un torbellino por las más importantes localidades medievales de París. Pero, para sobrevivir, necesitará exhibir habilidades que nunca soñó que tenía.

Как скачать книгу - "Deseada" в fb2, ePub, txt и других форматах?

  1. Нажмите на кнопку "полная версия" справа от обложки книги на версии сайта для ПК или под обложкой на мобюильной версии сайта
    Полная версия книги
  2. Купите книгу на литресе по кнопке со скриншота
    Пример кнопки для покупки книги
    Если книга "Deseada" доступна в бесплатно то будет вот такая кнопка
    Пример кнопки, если книга бесплатная
  3. Выполните вход в личный кабинет на сайте ЛитРес с вашим логином и паролем.
  4. В правом верхнем углу сайта нажмите «Мои книги» и перейдите в подраздел «Мои».
  5. Нажмите на обложку книги -"Deseada", чтобы скачать книгу для телефона или на ПК.
    Аудиокнига - «Deseada»
  6. В разделе «Скачать в виде файла» нажмите на нужный вам формат файла:

    Для чтения на телефоне подойдут следующие форматы (при клике на формат вы можете сразу скачать бесплатно фрагмент книги "Deseada" для ознакомления):

    • FB2 - Для телефонов, планшетов на Android, электронных книг (кроме Kindle) и других программ
    • EPUB - подходит для устройств на ios (iPhone, iPad, Mac) и большинства приложений для чтения

    Для чтения на компьютере подходят форматы:

    • TXT - можно открыть на любом компьютере в текстовом редакторе
    • RTF - также можно открыть на любом ПК
    • A4 PDF - открывается в программе Adobe Reader

    Другие форматы:

    • MOBI - подходит для электронных книг Kindle и Android-приложений
    • IOS.EPUB - идеально подойдет для iPhone и iPad
    • A6 PDF - оптимизирован и подойдет для смартфонов
    • FB3 - более развитый формат FB2

  7. Сохраните файл на свой компьютер или телефоне.

Видео по теме - DESEADA - LAURA MAU y MAMBELE orq

Книги серии

Книги автора

Аудиокниги автора

Рекомендуем

Последние отзывы
Оставьте отзыв к любой книге и его увидят десятки тысяч людей!
  • константин александрович обрезанов:
    3★
    21.08.2023
  • константин александрович обрезанов:
    3.1★
    11.08.2023
  • Добавить комментарий

    Ваш e-mail не будет опубликован. Обязательные поля помечены *