Книга - Solo los Destinados

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Solo los Destinados
Morgan Rice


El Camino del Acero #3
“¡Morgan Rice lo hizo de nuevo! Construyendo un fuerte conjunto de personajes, la autora nos ofrece otro mundo mágico. SOLO LOS DIGNOS está lleno de intrigas, traiciones, amistades inesperadas y todos los buenos ingredientes que te harán saborear cada una de las páginas. Lleno de acción, leerás este libro en el borde de tu asiento.”

–-Books and Movie Reviews, Roberto Mattos



De Morgan Rice, la autora número uno en ventas de LA SENDA DE LOS HÉROES (una descarga gratuita con más de 1.000 críticas de cinco estrellas), llega una fascinante nueva serie de fantasía.



En SOLO LOS DESTINADOS (El Camino del Acero—Libro 3), Royce, de 17 años, debe embarcarse con sus amigos en un viaje épico a través del mar para encontrar la reliquia mágica que lo puede llevar a su padre. Con el rey reuniendo un ejército para atacar sus tierras, el destino de su pueblo depende de él.



Genevieve, mientras tanto, finalmente consciente de la naturaleza malvada de sus nobles invitados, debe tomar una decisión épica que decidirá su vida o muerte.



SOLO LOS DESTINADOS crea un cuento épico de amigos y amantes, de caballeros y honor, de traición, destino y amor. Un cuento de valor que nos llevará a un mundo de fantasía del que nos enamoraremos, y que atrae a todas las edades y géneros..



El libro 4 de la serie estará disponible pronto.





Morgan Rice

SOLO LOS DESTINADOS




SOLO LOS DESTINADOS




(EL CAMINO DEL ACERO – LIBRO TRES)




MORGAN RICE



Morgan Rice

Morgan Rice es la autora de la serie bestseller #1 de fantasía épica y de USA Today, EL ANILLO DEL HECHICERO, compuesta de diecisiete libros; de la serie de libros #1 en ventas, EL DIARIO DEL VAMPIRO, compuesta de doce libros; de la serie de libros #1 en ventas, LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA, un thriller post apocalíptico que consta de tres libros; y de la serie de fantasía épica REYES Y HECHICEROS, que consta de seis libros; de la serie de fantasía épica CORONAS Y GLORIA, compuesta por ocho libros; de la serie de fantasía épica UN TRONO PARA LAS HERMANAS, compuesta por ocho libros (y contando); de la nueva serie de ciencia ficción LAS CRÓNICAS DE LA INVASIÓN, compuesta por cuatro libros; de la nueva serie de fantasía OLIVER BLUE Y LA ESCUELA DE VIDENTES, compuesta por tres libros (y contando); y de la nueva serie de fantasía épica EL CAMINO DEL ACERO, compuesta por tres libros (y contando). Los libros de Morgan están disponibles en ediciones impresas y como audiolibros, y sus traducciones están disponibles en más de 25 idiomas.



¡A Morgan le encantaría saber de ti, así que no dudes en visitar www.morganricebooks.com (http://www.morganricebooks.com/) para unirte a la lista de correo electrónico, recibir un libro gratis, regalos, descargar la aplicación gratuita, recibir las últimas noticias exclusivas, conectarte en Facebook y Twitter, y mantenerte en contacto!



Elogios Dirigidos a Morgan Rice

“Si pensaste que ya no había razón para vivir después de terminar la serie de EL ANILLO DEL HECHICERO, te equivocaste. En EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES Morgan Rice nos presenta lo que promete ser otra brillante serie, sumergiéndonos en una fantasía de troles y dragones, de valor, honor, intrepidez, magia y fe en tu destino. Morgan ha logrado producir otro fuerte conjunto de personajes que nos hacen animarlos en cada página.… Recomendado para la biblioteca permanente de todos los lectores que aman la fantasía bien escrita”.



    --Books and Movie Reviews
    Roberto Mattos

“Una fantasía llena de acción que satisfará a los fanáticos de las novelas anteriores de Morgan Rice, junto con sus fans de trabajos tales como EL LEGADO (THE INHERITANCE CYCLE) de Christopher Paolini…. Los fans de Ficción para Jóvenes Adultos devorarán este trabajo más reciente de Rice y pedirán aún más”.



    --The Wanderer,A Literary Journal (sobre El Despertar de Los Dragones)

“Una fantasía con espíritu que une elementos de misterio e intriga en su historia. La Senda de los Héroes se trata del desarrollo de la valentía y sobre tener un propósito en la vida que llega al crecimiento, madurez, y excelencia… Para los que buscan aventuras fantásticas sustanciosas, los protagonistas, dispositivos y la acción proporcionan un vigoroso conjunto de encuentros que se enfocan en la evolución de Thor, de un niño soñador a un joven adulto enfrentándose a probabilidades imposibles de sobrevivir… Solo el inicio de lo que promete ser una serie épica para jóvenes adultos”.



    --Midwest Book Review (D. Donovan, eBook Reviewer)

“EL ANILLO DEL HECHICERO tiene todos los ingredientes para un éxito instantáneo: tramas, contratramas, misterio, caballeros valientes, y relaciones crecientes llenas de corazones rotos, decepción y traiciones. Te mantendrá entretenido por horas, y satisfará a todas las edades. Recomendado para la biblioteca permanente de todos los lectores de fantasía”.



    --Books and Movie Reviews, Roberto Mattos

“En este primer libro lleno de acción en la serie de fantasía épica el Anillo del Hechicero (que ya cuenta con 14 libros), Rice les presenta a los lectores a un joven de 14 años llamado Thorgrin “Thor” McLeod, cuyo sueño es unirse a la Legión de Plata, los caballeros de élite que sirven al Rey…. La escritura de Rice es sólida y la premisa intrigante”.



    --Publishers Weekly



Libros de Morgan Rice

OLIVER BLUE Y LA ESCUELA DE VIDENTES

LA FÁBRICA MÁGICA (Libro #1)

LA ESFERA DE KANDRA (Libro #2)

LOS OBSIDIANOS (Libro #3)

EL CETRO DE FUEGO (Libro #4)



LAS CRÓNICAS DE LA INVASIÓN

TRANSMISIÓN (Libro #1)

LLEGADA (Libro #2)

ASCENSO (Libro #3)



EL CAMINO DEL ACERO

SOLO LOS DIGNOS (Libro #1)

SOLO LOS VALIENTES (Libro #2)

SOLO LOS DESTINADOS (Libro #3)



UN TRONO PARA LAS HERMANAS

UN TRONO PARA LAS HERMANAS (Libro #1)

UNA CORTE PARA LOS LADRONES (Libro #2)

UNA CANCIÓN PARA LOS HUÉRFANOS (Libro #3)

UN CANTO FÚNEBRE PARA LOS PRÍNCIPES (Libro #4)

UNA JOYA PARA LA REALEZA (Libro #5)

UN BESO PARA LAS REINAS (Libro #6)

UNA CORONA PARA LAS ASESINAS (Libro #7)



DE CORONAS Y GLORIA

ESCLAVA, GUERRERA, REINA (Libro #1)

CANALLA, PRISIONERA, PRINCESA (Libro #2)

CABALLERO, HEREDERO, PRÍNCIPE (Libro #3)

REBELDE, POBRE, REY (Libro #4)

SOLDADO, HERMANO, HECHICERO (Libro #5)

HÉROE, TRAIDORA, HIJA (Libro #6)

GOBERNANTE, RIVAL, EXILIADO (Libro #7)

VENCEDOR, DERROTADO, HIJO (Libro #8)



REYES Y HECHICEROS

EL DESPERTAR DE LOS DRAGONES (Libro #1)

EL DESPERTAR DEL VALIENTE (Libro #2)

EL PESO DEL HONOR (Libro #3)

UNA FORJA DE VALOR (Libro #4)

UN REINO DE SOMBRAS (Libro #5)

LA NOCHE DEL VALIENTE (Libro #6)



EL ANILLO DEL HECHICERO

LA SENDA DE LOS HÉROES (Libro #1)

LA MARCHA DE LOS REYES (Libro #2)

EL DESTINO DE LOS DRAGONES (Libro #3)

UN GRITO DE HONOR (Libro #4)

UN VOTO DE GLORIA (Libro #5)

UNA CARGA DE VALOR (Libro #6)

UN RITO DE ESPADAS (Libro #7)

UNA SUBVENCIÓN DE ARMAS (Libro #8)

UN CIELO DE HECHIZOS (Libro #9)

UN MAR DE ARMADURAS (Libro #10)

UN REINO DE HIERRO (Libro #11)

UNA TIERRA DE FUEGO (Libro #12)

UN MANDATO DE REINAS (Libro #13)

UNA PROMESA DE HERMANOS (Libro #14)

UN SUEÑO DE MORTALES (Libro #15)

UNA JUSTA DE CABALLEROS (Libro #16)

EL DON DE LA BATALLA (Libro #17)



LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA

ARENA UNO: TRATANTES DE ESCLAVOS (Libro #1)

ARENA DOS (Libro #2)

ARENA TRES (Libro #3)



LA CAÍDA DE LOS VAMPIROS

ANTES DEL AMANECER (Libro #1)



EL DIARIO DEL VAMPIRO

TRANSFORMACIÓN (Libro #1)

AMORES (Libro #2)

TRAICIONADA (Libro #3)

DESTINADA (Libro #4)

DESEADA (Libro #5)

COMPROMETIDA (Libro #6)

JURADA (Libro #7)

ENCONTRADA (Libro #8)

RESUCITADA (Libro #9)

ANSIADA (Libro #10)

CONDENADA (Libro #11)

OBSESIONADA (Libro #12)


¿Sabías qué he escrito diferentes series? ¡Si no las has leído todas, da clic en la imagen debajo para descargar y comenzar con las series!








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Derechos de autor © 2018 por Morgan Rice. Todos los derechos reservados. Excepto como permitido bajo el Acta de 1976 de EE. UU. de Derechos de Autor, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida en ninguna forma o medio, o guardada en una base de datos o sistema de recuperación, sin el permiso previo del autor. Este e-book otorga licencia solo para uso personal. Este e-book no puede ser revendido o pasado a otras personas. Si deseas compartir este libro con otra persona, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro, pero no lo compraste, o si no fue comprado solo para tu uso, por favor regrésalo y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo duro de este autor. Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos, e incidentes son o producto de la imaginación del autor o usados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es completa coincidencia. Jacket image Copyright Dm_Cherry, usado bajo licencia de Shutterstock.com.




CAPÍTULO UNO


Royce iba al frente cruzando los brezales, cabalgando hacia la costa con la velocidad de una flecha, sus ojos avellanos fijos en su destino. Su cabello rubio azotando sobre su cuello mientras cabalgaba, con los hombros fuertes con determinación.

Un cuarteto de figuras cabalgaba con él, más y hubiera llamado la atención. Mark iba a su lado, su amigo se veía más fuerte que nunca desde que Royce lo encontró, su cabello oscuro en su lugar bajo un casco de metal, parte de un juego de armadura de uno de los guerreros de la Isla Negra brillando en el sol.

Matilde y Neave iban juntas, la aldeana y la chica Picti, que ocasionalmente cruzaban miradas, se veían muy diferentes ahora. Matilde tenía el cabello rojo y pasaría hasta por angelical si no fuera tan feroz, mientras que Neave tenía su cabello oscuro en trenzas, y una piel más oscura tatuada en azul. Una vez que Matilde declaró que iría con él, Neave tomó su decisión al instante.

La única sorpresa vino de Sir Bolis, cabalgando en su armadura de borde de cobalto, resplandeciendo cuando la golpeaba el sol, que anunciaba tanto su riqueza como su habilidad en la batalla. Era un año o dos mayor que Royce, y Royce estaba seguro de que él le caía mejor ahora que cuando llegó a la casa del Conde Undine. Royce no sabía por qué había querido venir en este viaje, pero también debía aceptar toda la ayuda que pudiera conseguir.

Sobre su cabeza, su halcón, Ember, revoloteaba sobre el brezal, y a través de sus ojos Royce podía ver la ruta frente a ellos clara, segura, y plana, llevándolos al puerto en Ablaver. Una vez que llegaran ahí, Royce estaba seguro de que encontrarían un barco que los llevaría a las Siete Islas, en donde Lori le dijo que el Espejo de la Sabiduría estaba oculto.

Allí, podrían encontrar a su padre.

Eso era algo que llenaba a Royce de anticipación y temor. Anticipación porque quería encontrar a su padre más que nunca ahora; lo necesitaba encontrar si quería llevarlo para liderar la batalla contra los nombres. El temor era por el lugar al que debían llegar para encontrarlo.

“¿Estás seguro de que debemos ir a las Siete Islas?” preguntó Sir Bolis.

Royce levantó los hombros. “Eso fue lo que dijo Lori”.

Sobre él, su halcón chilló como afirmándolo. El Conde Undine fue capaz de decirle a Royce que su padre había ido en búsqueda del espejo, mientras que la bruja le proporcionó la ubicación a Royce.

“¿Y estás dispuesto a cruzar el océano por lo que dijo una bruja?” gruñó Sir Bolis.

“Siempre te puedes quedar, si quieres”, sugirió Mark, en un tono que mostraba su poca confianza hacia el caballero.

“¿Y confiarles algo tan importante a unos criminales y Picti?” reclamó Sir Bolis. Royce solamente pensaba en cómo alguien tan joven podía sonar tan pedante.

“¿Tienes algún problema con mi gente?” Demandó Neave, buscando su cuchillo.

“Suficiente”, dijo Royce. “Esto ya de por si es difícil. Necesitamos trabajar juntos”.

Para su sorpresa, dejaron de quejarse.

“Ellos confían en ti”, Le dijo Mark, viendo a los demás cabalgando alejados uno del otro. “Cuando tu lideras, la gente te sigue”.

“¿Es por eso qué vienes conmigo?” Preguntó Royce.

Mark sacudió la cabeza. “Sabes que no”.

“¿Incluso cuando crees que las Siete Islas son peligrosas?”

“Son peligrosas”, insistió Mark. “Hay criaturas allí que… que no se acercan a nada humano. Hay cosas como trolls y espíritus de muertos, y peor. ¿Estás seguro de que allá es a donde debemos ir?”

¿Cómo lo podría explicar Royce? ¿Cómo podría explicar lo que vio con Lori, la vieja mujer que recuperó su juventud, y qué ha visto demasiado? Ella le dijo en dónde encontrar a su padre, y Royce tenía que verlo, sin importar lo difícil que fuera.

“Estoy seguro”, respondió.

“Bueno, me has salvado la vida bastantes veces”, contestó Mark. “A donde sea que vayas, te seguiré”.

Royce no podía expresar lo agradecido que estaba de escuchar eso. Con todo lo que les esperaba… excepto que no era lo que estaba frente a ellos lo que le preocupaba. Sino lo que había dejado atrás. Se había comprometido con Olivia, y sus pensamientos seguían regresando a la hija del Conde Undine, esperaba tener más tiempo para estar con ella antes de partir… y si su rostro cambiaba en su mente, volviéndose el de Genevieve… bueno, por lo menos era capaz de hacer a un lado esos pensamientos.

Royce seguía empujando, enfocado en el camino delante para no tener que pensar en Genevieve, o en la forma en que lo rechazó, o la velocidad en la que había sucedido todo con Olivia.

Estaba pensando en todo eso cuando Ember cayó en picada, postrándose en el hombro de Royce al aterrizar. Empezó a chillar, pero la voz que escucho Royce era la de Lori, las palabras de la bruja se escuchaban claro en su cabeza.

“Sigue al ave, Royce. Te llevará con alguien que debes conocer”

Ember emprendió el vuelo, y Royce se encontró siguiendo al halcón con sus ojos, preguntándose cuánto control tenía la bruja sobre este, y cuáles eran realmente las intenciones de Lori. Ella ya le había dicho sobre la violencia y muerte que vio en su futuro, ya lo había culpado por lo que había sucedido en su aldea. Royce no tenía razón alguna para pensar que lo quería ayudar.

Excepto que sí parecía estar ayudando, y dado que sabía en dónde se encontraba su padre, todo lo que podía hacer Royce era confiar en ella. Royce siguió al halcón, cabalgando mientras Ember volaba a través del brezal hacia un punto en el que se encontraba una casa cubierta de pasto, escupiendo humo de un lugar al frente de la misma.

Había un incendio ahí, y parecía como si todo, desde los muebles hasta la ropa se habían quemado, los restos todavía humeantes. Encontró dos cuerpos junto al fuego, vestidos en lo que parecían uniformes de soldados. Estaban tan ensangrentados que era difícil saber a qué lado pertenecían. De todas formas, Royce no pudo ver a nadie cerca.

“¿Hola?” gritó, bajando de su caballo. “¿Hay alguien aquí?”

Mantuvo su mano en la empuñadura de su espada de cristal, sin saber si había bandidos ahí, u otro enemigo. Era obvio que alguien había estado ahí para matar a esos hombres, y no hace mucho, pero ahora la casa parecía vacía, la puerta completamente abierta como si la hubieran pateado.

Entonces fue que escuchó un gruñido desde dentro de la puerta, y al dar la vuelta pudo ver a la criatura ahí, sus ojos amarillos y gruñendo.

“¡Lobo!” gritó Matilde intentando calmar a su caballo.

Pero no era precisamente un lobo. Esta criatura era mucho más grande, y había algo que lo hacía parecer un zorro como el lupino en ella. Sus colmillos eran grandes, y sus garras se veían afiladas. Estaba cubierto en sangre, y parecía obvio que era la sangre de los hombres ahí tendidos.

“No es un lobo”, contestó Neave. “Un bhargir, una criatura mágica”.

“Es solo un lobo grande”, dijo Sir Bolis, bajando de su caballo con la espada desenvainada.

“No es un lobo”, insistió Neave. “Mi gente tiene historias sobre estas criaturas. Algunos dicen que fueron creadas por brujos malvados, otros que son almas de los muertos, o que son hombres que usan la piel cosida de bestias, y se convierten en algo más”.

Lo que sea que fuera esa criatura, se veía enojada. Gruñía, caminando hacia delante, y Royce pudo ver esos ojos amarillos fijados en él. Por un momento, Royce pensó que tal vez la criatura se abalanzaría contra él. Fue cuando Ember aterrizó en su hombro otra vez.

“Su nombre es Gwylim”.

“¿Quién?” preguntó Royce. “¿Qué está pasando aquí, Lori?”

Pero el ave emprendió su vuelo otra vez, y Royce sospechó que no recibiría otra respuesta. Volteó a tiempo para ver a Sir Bolis caminando hacia delante, con su espada en lo alto listo para atacar a la bestia.

“Está bien”, dijo. “Yo me encargo”.

El caballero empezó a bajar su espada con fuerza, y sin pensarlo, Royce saltó en medio de él, atrapando el brazo del joven caballero.

“Espera”, dijo. “Espera, Bolis”.

Sintió como retrocedió al suceder eso, pero Bolis mantuvo su arma lista.

“Esa cosa ya mató a dos hombres, y es una amenaza para nosotros”, contestó Bolis. “¡Debemos matarla para que no lastime a nadie más!”

“Aun no”, contestó Royce. Volteo para ver a… ¿cómo la llamó Neave? ¿Un bhargir? Y ahora podía ver que no toda la sangre era de los hombres. Tenía una herida a un lado, atravesando todo su costado. No es de extrañar que estuviera gruñendo.

“¿Gwylim?” preguntó Royce.

Tan pronto como lo dijo, sus gruñidos pararon y el bhargir ladeo su cabeza hacia un lado, viéndolo con más inteligencia de lo que podría tener un lobo.

“Puedes entender algo de lo que te digo, ¿cierto?” Royce supuso. “La bruja Lori me envió. Si ella sabe tu nombre, ¿tal vez tú la conozcas?”

La criatura no tenía forma de contestar, pero, aun así, parecía calmarse, moviéndose a un lado de Royce y acostándose sobre sus pies. Cuando el bhargir cayó, Royce pudo notar algo que parecía imposible. La herida en su costado comenzó a sanar, cerrándose con una velocidad casi imposible. Definitivamente había algo que no era normal en esta criatura.

Royce no estaba seguro de lo que se suponía que debía hacer. Lori obviamente lo había guiado a esta criatura por una razón, pero ¿cuál? Miró dentro de la casa, tratando de resolverlo, pero la casa parecía vacía de todo, su contenido claramente formando parte del fuego frente a ella. ¿Por qué los saqueadores como los dos hombres muertos harían algo así?

Sin estar seguro de la respuesta, Royce volvió a su caballo. Encontró al bhargir observándolo, sentado detrás del fuego, lo suficientemente cerca como para que sus ojos brillaran en el calor de este.

"No sé qué hacer contigo", dijo. "Pero supongo que eres lo suficientemente listo para decidirlo por ti mismo. ¿Quieres venir con nosotros?"

En respuesta a eso, la bestia con forma de lobo se sentó al lado del caballo de Royce. De alguna manera, Royce sospechó que no tendría problemas para seguir el ritmo.

"¿Ahora llevamos monstruos con nosotros?" Sir Bolis preguntó.

"No es más extraño que el resto de nosotros", dijo Matilde.

"Es mucho más peligroso", dijo Neave, con una expresión seria. "Esto no es una buena idea”.

Buena idea o no, Royce estaba seguro de que era lo que debía hacer. Echó su caballo hacia delante, en dirección a Ablaver, con Ember por encima, liderando el camino. Si el ave tenía alguna pista de por qué lo había traído para encontrar al bhargir que ahora lo seguía, no brindaba ninguna respuesta.


***

El pueblo de Ablaver golpeó a Royce con su olor antes de que apareciera frente a él, el olor a pescado mezclado con el mar de una manera que avisaba lo que pasaba allí. Era un olor que le hacía querer dar la vuelta y regresar, pero siguió adelante.

La vista no mejoró mucho, empeoró con las estaciones de caza de ballenas a los lados, donde la vista de las criaturas grandes y hermosas siendo destripadas hizo que Royce quisiera vomitar. No lo hizo, pero le costó mucho trabajo.

"No podemos decirle a la gente quiénes somos", advirtió a los demás.

"Porque un grupo con Picti y caballeros podría ser cualquiera", señaló Mark.

"Si la gente pregunta, somos mercenarios dejando la guerra, buscando nuestro próximo contrato", dijo Royce. "La gente probablemente asumirá que somos desertores, o bandidos, o algo así”.

"No quiero que la gente piense que soy un bandido", dijo Bolis. "¡Soy un leal guerrero de Earl Undine!"

"Y en este momento la mejor manera de ser leal es pretender ser otra cosa", dijo Royce. El caballero pareció entender el mensaje. Incluso manchó de barro su escudo, murmurando todo el tiempo, para que nadie viera su sello. "Todos quédense cubiertos con sus capuchas. Especialmente tú, Neave”.

Royce no estaba seguro de cómo reaccionarían los habitantes del pueblo ante un Picti entre ellos. No quería tener que abrirse paso a través de todo un pueblo. Ya era bastante malo que Gwylim estuviese caminando a su lado, con aspecto demasiado grande y aterrador para un lobo.

Entraron en el lugar, mirando alrededor de los destartalados edificios mientras se dirigían hacia los muelles y los barcos que esperaban. La mayoría de ellos eran poco más que barcos de pesca, pero algunos de los barcos balleneros eran más grandes, y entre ellos había embarcaciones de engranaje y largos barcos que parecían como si estuvieran ahí para hacer negocios.

Había tabernas donde Royce podía oír los sonidos de las fiestas de borrachos y la violencia ocasional, y puestos de mercado donde parecía que la carne rancia y los productos extranjeros finos se ponían uno al lado del otro.

"Deberíamos separarnos", dijo Matilde. Parecía estar mirando una taberna.

Royce sacudió la cabeza. "Tenemos que permanecer juntos. Iremos a los muelles, encontraremos un barco, y luego podremos explorar”.

Matilde no parecía contenta con eso, pero, aun así, se dirigieron a los muelles. Ahí, las cosas parecían ir despacio, con marineros en las cubiertas de los barcos parados o sentados al sol.

"¿Cómo hacemos esto?" Mark preguntó, mirando a su alrededor. "Supongo que encontrar un capitán que se dirija a las Siete Islas no será fácil”.

Royce no estaba seguro de que hubiera una buena respuesta a eso. Por lo que él podía ver, solo había una opción, y era todo menos sutil.

"¡Oye!", gritó sobre el desorden de los muelles. "Necesito un barco. ¿Hay un capitán aquí que esté dispuesto a navegar a las Siete Islas?"

" ¿Acaso esto es prudente?" Bolis preguntó.

"¿De qué otra forma vamos a encontrar a alguien?" Royce preguntó. Aunque entraran en las tabernas y preguntaran en voz baja, la noticia se difundiría rápidamente. Tal vez esta manera era aún mejor. Levantó la voz. "Preguntaré de nuevo: ¿quién nos llevará a las Siete Islas?"

"¿Por qué quieres ir allá?" dijo una voz de hombre. El hombre que se acercaba llevaba las sedas brillantes de un comerciante, y estaba lleno de vida.

"Tengo negocios ahí", dijo Royce, sin querer revelar más que eso. "Hay gente que contrataría mis habilidades y las de mis compañeros”.

El hombre se acercó más. Royce miró su cara, buscando cualquier señal de que el hombre los había reconocido. No había nada, sin embargo.

"¿Cómo qué?", preguntó el hombre. "¿Son bufones, malabaristas?"

Royce pensó rápidamente. Tal vez no podían pasar por mercenarios tan fácilmente, pero esto…

"Por supuesto", dijo. Con cuidado de no mirar a Bolis a los ojos. "Tenemos un compromiso en las Siete Islas”.

"El dinero debe ser bueno para que vayas allá", dijo el capitán. "Lo que significa que puedes pagar, ¿no?"

Royce sacó una pequeña bolsa. "Hasta cierto punto".

Si los llevaba a donde estaba su padre, pagaría todas las coronas de la bolsa y más. Tiró la bolsa en dirección al capitán. El otro hombre la cogió.

"¿Es suficiente?" Royce preguntó.

Ese era el otro peligro. El capitán podía darse la vuelta y tomar el dinero, corriendo de vuelta a su barco, y si Royce hacía algo para tratar de detenerlo, solo dejaría claro quién era. Por un momento, todo pareció detenerse.

Finalmente, el capitán asintió con la cabeza. "Sí, es suficiente. Te llevaré a las Siete Islas en una sola pieza. Después de eso, estás por tu cuenta”.




CAPÍTULO DOS


Genevieve se alejó del pueblo aturdida, apenas pudiendo creer lo que había sucedido en el castillo de Altfor. Había ido ahí llena de esperanza, pero ahora sentía que no quedaba nada dentro de ella. Pensó que, con las fuerzas del duque derrotadas, con Royce victorioso, podría ir a él, podría estar con él.

En cambio, el ojo de su mente la llevó de vuelta a la vista del anillo en el dedo de Olivia, proclamando su compromiso con el hombre que amaba.

Genevieve se tambaleó cuando su pie se enganchó con el terreno, y el dolor se agudizó en su tobillo al torcerse. Cojeó, porque ¿qué más podía hacer? No había nadie que la ayudara en el brezo.

"Debí haber escuchado a la bruja", se dijo a sí misma mientras seguía caminando. La mujer, Lori, había tratado de advertirle que solo encontraría sufrimiento si iba al castillo. Le había mostrado a Genevieve dos caminos y le había prometido que el que no llevaba a Royce era el que la haría feliz. Genevieve no le había creído, pero ahora… ahora sentía como si su corazón se rompiera.

Una parte de ella se preguntaba si todavía sería posible caminar en la dirección de ese segundo camino, pero incluso mientras lo pensaba, Genevieve sabía que esa posibilidad había desaparecido. No era solo que no estuviera en el mismo lugar ahora. Era el hecho de que había visto lo que había pasado con Royce, y nunca podría ser feliz con nadie más.

"Necesito ir a Fallsport", dijo Genevieve. Su esperanza era que la ruta que estaba tomando la llevara a la costa. Eventualmente, llegaría allí, y habría un barco que la llevaría a donde necesitara ir.

Sheila ya estaría en Fallsport. Genevieve podría ir allá con ella, y podrían encontrar una manera de aprovechar al máximo todo lo que había sucedido, suponiendo que hubiera algo mejor. ¿Había alguna manera de sacar algo bueno de una situación en la que estaba embarazada del hijo de Altfor, y el hombre que amaba la había abandonado, y todo el ducado era un caos?

Genevieve no lo sabía, pero quizás con la ayuda de su hermana, podrían pensar en algo.

Continuó a través de los brezales, con el hambre carcomiéndola, el cansancio comenzaba a acumularse en sus huesos. Podría haber sido más fácil de soportar si hubiera sabido exactamente qué tan lejos tenía que ir, o dónde podría encontrar comida, pero en cambio, el brezo parecía extenderse para siempre delante de ella.

"Tal vez debería acostarme y morir aquí", dijo Genevieve, y aunque no lo decía en serio, había una parte de ella que… no, no pensaría así. No lo haría.

A lo lejos, Genevieve pensó que veía gente, pero se alejó de ellos, porque no había forma de que encontrarlos fuera algo bueno para ella. Como mujer sola en lo salvaje, estaba en riesgo de cualquier grupo de desertores o soldados o incluso rebeldes. Como novia de Altfor, la gente del ejército de Royce no tenía ninguna razón para quererla más que a cualquier otra persona.

En cambio, ella caminó, alejándose de ellos hasta que estuvo segura de que estaban fuera de su vista. Ella haría esto sola.

Excepto que no estaba sola, ¿verdad? Genevieve se puso una mano en el vientre, como si pudiera sentir la vida creciendo en su interior. El bebé de Altfor, pero también el suyo. Tenía que encontrar una manera de proteger a su hijo.

Siguió caminando, mientras el sol empezaba a desvanecerse en el horizonte, iluminando el brezo en mechones de fuego. Sin embargo, era un fuego que no hacía nada para mantener a Genevieve en calor, y podía ver su aliento empezando a nublar el aire delante de ella. Iba a ser una noche fría. En el mejor de los casos, eso significaba que tendría que encontrar algún agujero o zanja en la que acurrucarse, quemando cualquier turba o helecho que pudiera juntar para tener un poco de fuego.

En el peor de los casos, significaría su muerte aquí, congelada en un páramo que no tenía ninguna simpatía por la gente que intentaba caminar por él. Tal vez eso era incluso mejor que vagar sin rumbo hasta que muriera de hambre. Una parte de Genevieve quería sentarse ahí y ver las luces bailando sobre el brezo hasta…

Al principio, Genevieve se dio cuenta de que no todos los tintes anaranjados y rojos de los páramos que la rodeaban eran el reflejo de la puesta de sol. Allí, en la distancia, podía ver una luz que parecía venir de algún tipo de edificio. Había gente aquí.

Antes, la vista de la gente había sido suficiente para hacer que Genevieve se diera la vuelta y se alejara, pero eso había sido a la luz del día y el calor, cuando la gente no había representado nada más que peligro. Ahora, en la oscuridad y el frío, esos peligros eran equilibrados por la esperanza de un refugio.

Genevieve cojeaba hacia la luz, aunque cada paso que daba parecía una batalla. Sentía sus pies hundirse en el suelo turbio de los brezales, los espinos le arañaban las piernas mientras avanzaba. Se sentía como una especie de barrera levantada por el mundo natural, para enredarse y arañar y finalmente debilitar la voluntad de cualquiera que se moviera por ella. A pesar de eso, Genevieve siguió caminando.

Poco a poco, las luces se hacían más claras, y cuando la luna empezó a salir e iluminar más el paisaje, vio que había una granja ahí abajo. Genevieve caminó un poco más rápido, bajando hacia ella tan rápido como pudo con lo agotada y herida que estaba. Se acercó, y ahora había gente saliendo del edificio.

Por un momento, Genevieve se detuvo, una parte de ella quería correr de nuevo. Aunque sabía que no podría, así que siguió tambaleándose hasta llegar al corral, donde había un hombre y una mujer de pie, ambos sosteniendo instrumentos de granja como si esperaran un ataque en cualquier momento. El hombre sostenía una horquilla, mientras que la mujer tenía una hoz. Rápidamente los bajaron al ver que Genevieve estaba sola.

La pareja era mayor y estaba agotada por el clima, parecía como si hubieran trabajado este terreno durante décadas, cultivando algunos vegetales y pastando un pequeño número de animales en el brezal. Llevaban una simple ropa de campesinos y al mirarla, sus expresiones pasaron de la sospecha a la simpatía.

"Oh, mírala, Thom", dijo la mujer. "La pobre debe estar congelada”.

"Sí, ya veo, Anne", dijo el hombre. Extendió una mano hacia Genevieve. "Vamos, chica, será mejor que entres".

Se dirigió hacia el interior, a una granja de techo bajo donde un caldero de guiso burbujeaba en la esquina. El hombre llevó a Genevieve a una silla frente al fuego, y ella se desplomó en ella, casi tragada por él. Su comodidad le hizo darse cuenta de lo cansada que estaba.

"Siéntate y descansa un poco", dijo la mujer.

"Aquí", dijo el hombre. "Me resulta familiar, ¿verdad, Anne?"

"No soy nadie", dijo Genevieve rápidamente. Cuando la gente la reconoció en el pueblo, se enfadaron con ella solo por ser la esposa de Altfor, aunque no tenía ningún control sobre lo que el hijo del duque había hecho.

"No, yo te reconozco", dijo Anne. "Eres Genevieve, la chica que el hijo del duque se llevó”.

"Yo…”.

"No necesitas esconder quién eres con nosotros", dijo Thom. "No vamos a juzgarte por haber sido robada. Hemos vivido lo suficiente para ver a todas las chicas que han sido tomadas por los nobles de por aquí”.

"Estás a salvo aquí", dijo Anne, poniendo una mano en su hombro.

Genevieve no podía empezar a expresar lo agradecida que estaba por esas palabras. Cuando el granjero le dio un plato de guiso, lo devoró con hambre, sin darse cuenta lo hambrienta que estaba. Pusieron una manta sobre ella, y Genevieve durmió casi de inmediato, cayendo en la clase de oscuridad sin sueños que solo podía haber esperado antes.

Cuando despertó, la luz del día entró por las ventanas de la granja, tan brillante que Genevieve supuso que se acercaba el mediodía. Anne estaba allí, pero no había señales de su marido.

"Ah, estás despierta", dijo. "Hay pan y queso y una pequeña cerveza si quieres”.

Genevieve fue a la mesa de la cocina, tomando la comida con hambre.

"Lo siento", dijo.

"¿Por qué te disculpas?" Anne le preguntó.

"Bueno, por aparecer así", dijo Genevieve. "Y por entrar en tu casa, probablemente poniéndote en peligro si alguien se entera de que estuve aquí. Y… bueno, todas las cosas que pasaron mientras Altfor estaba a cargo”.

"No eres tú quien tiene que lamentarlo", insistió Anne. "¿Crees que no sé cómo son las cosas con los nobles que se llevan a las chicas? ¿Crees que siempre fui vieja?"

"Tú…”. comenzó Genevieve.

Anne asintió con la cabeza. "Las cosas eran mejores bajo el viejo rey, pero no eran perfectas. Siempre estaban esos nobles que pensaban que podían tomar lo que querían. Es parte de lo que creó una brecha entre ellos y él, por lo que he oído".

"Lo siento", dijo Genevieve, dándose cuenta de lo que la anciana estaba diciendo.

"Deja de decir eso", respondió Anne. "No tienes nada por lo que disculparte. Solo te lo digo para que entiendas que aquí estás a salvo".

"Gracias", dijo Genevieve, porque en ese momento la seguridad parecía un bien tan preciado que casi nadie podía ofrecérselo. Ella miró a su alrededor. "¿Dónde está su marido?"

"Oh, Thom está fuera cuidando las ovejas. No es que las ovejas necesiten mucho cuidado. Dales un lugar para pastar y un lugar para dormir y serán felices. La gente es más difícil, siempre quiere más".

Genevieve podía creer eso. ¿Cuántos problemas habían surgido porque siempre había algunas personas en el mundo que pensaban que tenían derecho a tomar todo, y luego todavía querían más?

"¿Has pensado en lo que harás ahora?" Anne le preguntó.

"Pensé… mi hermana está a salvo en Fallsport", dijo Genevieve. "Pensé que podría ir con ella”.

"Es un gran viaje", dijo Anne. "Al otro lado del mar, y supongo que tampoco tienes muchas monedas para pagar un barco".

Genevieve sacudió la cabeza. Cuanto más pensaba en la idea, menos sentido tenía. Ir a ver a Sheila era la reacción obvia, pero también una reacción tonta. Significaba que ambos intentarían vivir sus días huyendo, siempre preguntándose cuándo habría un cuchillo en la oscuridad que viniera por ellas.

"Bueno, no tenemos dinero para ayudarte con eso", dijo Anne. "Pero podrías quedarte aquí por un tiempo si así lo deseas. Nos vendría bien una ayuda extra en la granja, y nadie te encontraría aquí”.

La generosidad de eso era casi demasiado para Genevieve. Ella podía incluso sentir las lágrimas que empezaban a saltar por las esquinas de sus ojos al pensarlo. ¿Cómo sería, solo quedarse allí, solo dejar que esto terminara?

Los pensamientos del anillo de Olivia llegaron a ella entonces. Ella pensó que habría algo de felicidad en encontrar a Royce, y mira lo mal que resultó. No estaba hecha para una resolución pacífica de todo esto.

Y la verdad era que ya tenía un plan. Había hecho un plan con Sheila, excepto que, en el torbellino de la emoción, huyendo del pueblo, se había olvidado de todo. Ahora que había tenido la oportunidad de recuperarse, y dormir, e incluso empezar a pensar, ese plan volvía a ella. Había sido la mejor idea entonces, y era la mejor ahora.

"No puedo quedarme", dijo Genevieve.

"¿A dónde irás entonces?" Anne le preguntó. "¿Qué harás? ¿Estás tan decidida en encontrar a tu hermana?"

Genevieve sacudió la cabeza ante eso, porque sabía que no funcionaría. No, no podía ir a buscar a su hermana. Tenía que ir a buscar a su marido. Tenía que encontrarlo, y si podía soportarlo, tenía que hacer el papel que el destino le había dado, como su esposa. Si podía soportar eso hasta que su hijo naciera y fuera reconocido, entonces podría librarse de Altfor y gobernar como madre del heredero del ducado, por el bien de todos los involucrados.

Era un plan desesperado, pero en ese momento, era el único que tenía. Hacer que funcionara sería la parte más difícil. Ella no sabía dónde estaba Altfor. Pero sabía adónde iría: había perdido, y por eso buscaría ayuda, dirigiéndose al rey. Genevieve sabía entonces a dónde tenía que ir.

"Necesito llegar a la corte real", dijo.




CAPÍTULO TRES


Royce se aferró al riel del barco, con la intención de que se moviera más rápido, su atención se extendió sobre las olas a través de los ojos de Ember. Por encima de él, el halcón giraba y chillaba, llamando por encima de las olas y ocasionalmente bajando hacia ellas para cazar alguna pequeña ave marina que fuera un objetivo demasiado tentador.

Pero la atención de Royce estaba en algo más que eso. Llegó tan profundo como pudo a la conciencia de Ember, buscando cualquier señal de Lori, cualquier oportunidad de hablar con la bruja que los había enviado hacia aquí y averiguar más sobre su padre. No había nada, solo el oleaje del mar y el brillo del sol.

"Llevas horas aquí de pie", dijo Mark, uniéndose a él.

"No han pasado horas", insistió Royce.

"Desde el amanecer", dijo Mark, un poco preocupado. "Tú y el lobo".

Gwylim resopló al lado de Royce, al bhargir claramente no le gustó que se le llamara solo un lobo. Royce se encontró preguntándose cuánto entendía la criatura mientras viajaban. Varias veces, Ember había aterrizado junto a él, y Royce tenía la impresión de que había una comunicación silenciosa.

"Gwylim no es un lobo", dijo Royce. "Y esperaba que Lori tuviera otro mensaje para mí".

"Lo sé", dijo Mark.

"¿Ha causado problemas?" Royce preguntó.

"Significa que yo he sido el que ha mediado en todas las discusiones entre los demás”.

"Hay suficientes de esas", adivinó Royce.

"Más que suficientes", dijo Mark. "Neave y Matilde parecen haber decidido discutir como la mejor manera de expresar su amor. Bolis es tan engreído, y la presencia de uno de los Picti aquí es suficiente para irritarlo”.

"¿Y tú, Mark?" Royce preguntó. "¿Qué piensas de los demás?"

"Creo que es bueno tenerlos a nuestro lado", dijo Mark. "La chica Picti parece feroz, y es obvio que Matilde es una sobreviviente. Bolis puede ser un caballero, pero al menos eso significa que sabe cómo usar su espada. Pero solo funcionan si estás ahí para liderar, Royce, y has estado aquí arriba todo el día”.

Lo había estado. Esperaba poder ver a su padre, o al menos encontrar una forma de conectar con la bruja que lo envió a buscarlo. Para ello, había mantenido su atención al frente del barco, y no prestaba mucha atención a nada de lo que pasaba a bordo. Al menos las cosas parecían ir bien, porque iban en la dirección correcta.

"¿Cómo crees que van las cosas en casa?" Royce le preguntó a Mark.

"¿Estás preocupado por tus hermanos?" Mark preguntó.

Royce asintió. Lofen, Raymond y Garet eran valientes, y harían todo lo posible para ayudar en la lucha, pero no podían hacer mucho, y ya habían sido capturados una vez.

"Ellos, y Olivia", dijo. No mencionó que los pensamientos de su prometida se mezclaban con los de Genevieve, ni siquiera a Mark, porque esos pensamientos se sentían como una traición a alguien que era buena, y pura, y cuyo padre les había dado tanto por alguien que lo había rechazado.

"Volveremos a ella pronto", dijo Mark, dándole una palmada en el hombro a Royce, y por un momento Royce no fue capaz de recordar a cuál "ella" se refería.

"Eso espero", dijo. Envió su mente de vuelta a los ojos de Ember, y a través de ellos, vio las Siete Islas en la distancia antes que nadie.

Estaban sentadas rodeadas de bancos de niebla que se movían junto con los mares. Rocas afiladas que salían de las aguas a su alrededor como los colmillos de grandes bestias. Y había grandes bestias, pues Royce vio una ballena que se abrió paso frente a él, su masa se deslizó por el agua en una cascada de rocío. Las rocas estaban adornadas con los restos de barcos que habían intentado pasar entre ellas sin conocer las rutas seguras. Fue suficiente para que Royce agradeciera que hubieran encontrado un capitán dispuesto a tomarlas.

Las islas en sí parecían ser una mezcla de verdor y roca negra, agrupadas alrededor de una laguna central con uno de sus números en su centro. La mayoría de ellas estaban decoradas con hierba, árboles y arena tan oscura que debió ser desgastada por las caras de granito y basalto de las islas. La isla central parecía ser un volcán, burbujeando con un furioso resplandor rojo, y ahora Royce comprendió que la niebla que los rodeaba no era niebla en absoluto, sino que el humo descendía y se hundía formando una especie de halo alrededor de las islas.

El Espejo de la Sabiduría estaba ahí en alguna parte, y si había ido a buscarlo, Royce esperaba que su padre también estuviera aquí.

"¡Tierra a la vista!" llamó a los otros, señalando.

El capitán del barco se acercó a ellos, sonriendo. "¿Dónde?"

A través de los propios ojos de Royce, las islas eran una serie de puntos que poco a poco se fueron convirtiendo en más.

"Lo logramos", dijo el capitán. Sacó una cantimplora de su cinturón. "Debemos beber por tal ocasión, y satisfacer los espíritus del mar”.

Se la ofreció a Royce, quien la tomó y sorbió amablemente. El líquido que había dentro le quemaba la garganta. Mark la tomó también, obviamente buscando una forma de negarse, pero el capitán fue demasiado insistente para eso. Bebió a sorbos, tosiendo después.

"Ahora que estamos más cerca", dijo el capitán, "tal vez nos digas más acerca de por qué estás aquí". Estás buscando a tu padre, ¿sí?"

A Royce le llevó un momento darse cuenta de lo que el otro hombre acababa de decir.

"Nunca te dije nada de eso", dijo Royce.

"Oh, no seas tímido", dijo el capitán. "¿Pensaste que no habría rumores en todos los pueblos? Tú eres Royce, el chico que derrocó al viejo duque. Buscas a tu padre, y si me has hecho llevarte hasta las Siete Islas, debe estar en algún lugar de aquí".

"No sé de qué estás hablando", dijo Royce, "solo somos…”.

"Son solo viajeros, lo sé", dijo el capitán. "Excepto que no lo eres. ¿Crees que un poco de barro en el escudo de tu caballero disimulará quién es, o se deshará de la marca en tu mano? Eres Royce, no tiene sentido negarlo".

El hombre se quedó mirándolo, y Royce encontró que el peso de la expectativa se le venía encima. Sospechaba que no tenía sentido seguir tratando de ocultar quién era, pero, aun así, no se sentía cómodo simplemente admitiéndolo.

"¿Por qué te importa?" Mark preguntó a su lado.

"Porque quiero ayudar", dijo el capitán. "Dijiste que querías ir a las Siete Islas, pero eso es mucho terreno. Podría llevarte a cualquiera de ellas. ¿Adónde quieres ir?"

"No lo sé", admitió Royce. Si lo supiera, esto sería mucho más sencillo.

"No hay necesidad de ser tímido", dijo el capitán. "Quiero ayudar. Solo dime dónde está tu padre y te llevaré directamente a él. Dime dónde está".

Había una nota de dureza en el tono del capitán que tomó a Royce un poco desprevenido. Royce lo miró, tratando de entender lo que estaba pasando, y buscó los sentidos de Ember.

La llevó de vuelta hacia el barco, y miró hacia abajo desde arriba de una manera que no había hecho desde que partieron; había estado demasiado ocupado mirando hacia las islas que estaban delante, o tratando de llegar a través de Ember para tratar de contactar con Lori.

Si hubiera mirado hacia el barco, habría visto a sus amigos atados en la popa, con las manos a la espalda con sus armaduras y armas a un lado y un puñado de marineros custodiándolos.

"¿Qué crees que estás haciendo?" Royce dijo. "¡Suelta a mis amigos de inmediato!"

El capitán lo miró con evidente sorpresa, como si recién se diera cuenta de lo que Royce podía hacer.

"¡Magia!" dijo el capitán, dando un paso atrás.

Royce buscó su espada de cristal y se tambaleó. Muy tarde se dio cuenta de lo tembloroso e incierto que se sentían sus pies. ¡El frasco! ¡Había algo en el frasco! Mark ya estaba medio desplomado contra la barandilla.

"Te llevaremos con tus amigos", dijo el capitán, "y tal vez encontremos una manera de hacerte hablar si les hacemos suficiente daño". El rey pagará generosamente por ti, pero a ellos… podemos cortarlos tanto como necesitemos”.

Golpeó sus manos, y un par de marineros se adelantaron, agarrando a Mark y Royce, arrastrándolos hacia la popa del barco.

"¿Por qué haces esto?" Royce exigió, las palabras parecen venir a través de una niebla tan espesa como la que rodea a las Siete Islas que se aproximan.

"¿Por qué hacer algo?", dijo el capitán encogiéndose de hombros. "¡Dinero! Podría llevarte hasta las Siete Islas, arriesgando mi barco en las rocas de allí, o podría tomar tu dinero y luego obtener la recompensa por llevarte al Rey Carris”.

"Ayúdame y encontraré la manera de recompensarte igual de bien", manejó Royce. Sonaba desesperado, incluso para sus oídos.

El capitán se rio. "¿Con qué? No tienes oro. ¿O planeas ser tú mismo el rey? No hay ganancia en comenzar una guerra, muchacho. Ya me siento bastante cómodo, llevando a algunas personas a donde tienen que ir, vendiendo algunas donde hay dinero por ellas, robando el extraño barco que está solo. Me va muy bien con las cosas tal y como están".

Royce quería atacar al hombre, pero los marineros lo agarraban de las muñecas, y el cansancio que se extendía a través de él dificultaba el poder luchar contra ellos.

"Oh, ¿quieres pelear?" preguntó el capitán. "Confía en mí, después del trabajo que me has costado, no lo haría. Todo este camino… solo te llevé hasta aquí porque pensé que había una posibilidad de entregar al viejo rey tanto como a ti. Aunque no voy a romper mi barco en esas rocas".

Un pensamiento llegó a Royce; un pensamiento desesperado y peligroso.

"Nunca encontrarás a mi padre a menos que estés dispuesto a ir allí", dijo.

"¿Así que nos dirás dónde está?" preguntó el capitán.

“Yo…” Royce simuló un cansancio agotador. "Puedo mostrarte".

El capitán se frotó las manos, asintiendo con la cabeza a los marineros con él. Se dirigió al puente del barco, donde Matilde, Neave y Bolis estaban atados mientras un marinero trabajaba en el timón. Los marineros arrojaron a Mark a su lado, mientras que Gwylim los acompañó a su paso.

El capitán sacó un cuchillo y se dirigió hacia Mark. "Así que tu amigo nos dirá dónde encontrar al viejo rey, y si nos da algún problema, te cortaré en pedazos hasta que lo haga”.

"No necesitas hacer eso", dijo Royce. El cuchillo tan cerca de Mark lo hacía más peligroso, pero no había otra opción. "Yo te guiaré".

Miró a través de los ojos de Ember, mirando las rocas y los restos de naufragios cerca de la primera de las islas. Usando su vista, empezó a dar instrucciones.

"A la izquierda un poco", dijo.

"¿Crees que puedes decirnos a dónde ir?", exigió el capitán.

"¿Quieres que te guíe hasta mi padre o no?" Royce preguntó. Todavía se sentía muy débil. Si tuviera su fuerza, podría cortar a la tripulación del barco y salvaría a sus amigos. Sin embargo… sin embargo, esto era desesperado. "Si no me crees, mantén la vista en el ave. Ember nos está guiando".

El capitán levantó la vista y Royce miró a Gwylim, preguntándose cuánto entendía la criatura parecida a un lobo. Dirigió su mirada hacia el capitán, esperando que fuera suficiente. Siguió mirando a través de los ojos de Ember, dejando que la nave se acercara a tierra y esperando su oportunidad…

"¡Ahora!" Royce gritó, y el bhargir saltó, golpeando al capitán en el pecho mientras que Royce tomaba el timón y lo llevaba hacia un grupo de rocas.

El barco se tambaleó, y mientras lo hacía, Royce ya se lanzaba hacia sus amigos. Estando drogado, se sentía como si se moviera en cámara lenta, los sonidos y las imágenes se distorsionaban al escuchar el ruido de una lucha feroz que se acercaba a él desde muy lejos. No podía intentar unirse a esa lucha, tan inestable como estaba, pero podía intentar liberar a sus amigos. Sacó la espada de cristal, inclinándose para cortar las cuerdas con las manos de Matilde.

"Gracias", dijo ella mientras se frotaba las muñecas. "Yo… ¡detrás de ti!"

Royce giró y clavó su espada en el pecho de un marinero que corría hacia él. Todavía débil, apenas pudiendo mantenerse en pie, Royce tuvo la fuerza para atravesar al hombre con la espada de cristal. La espada del marinero se rompió, y Royce sintió que algo impactaba en su armadura al mismo tiempo que el marinero se quedaba paralizado por un momento, y luego se desplomó.

Royce continuó liberando a los demás, y otro marinero corrió hacia ellos. Esta vez, Ember bajó en picada para arañarle la cara, manteniéndolo quieto el tiempo suficiente para que Bolis le diera una patada por la borda.

Entonces el barco golpeó las rocas con un chillido de madera como si fuera un bosque siendo arrancado, y toda la cubierta se volteó de lado.

Los hombres gritaron cuando se desplomaron de ella, hacia las aguas abajo. Royce vio que algo se levantaba del agua, largo y serpenteante, con aletas como un abanico y dientes como navajas, para encontrarse con ellos. La criatura surgió del agua, levantándose como una torre de ella, con un hombre atrapado en su boca, gritando mientras los afilados dientes se cerraban. Otro estaba envuelto entre su cuerpo, y Royce escuchó el crujido de sus huesos mientras el movimiento de la gran bestia lo aplastaba.

Royce tuvo un momento para contemplar la crueldad de la muerte, y luego se deslizó por la cubierta hacia el borde, hacia las fauces de la serpiente marina.

Se agarró a las barandillas, apenas manteniéndose en su lugar. A su lado, Mark, Matilde, Bolis y Neave se aferraron para salvar sus vidas, mientras el barco seguía desgarrándose.

"¿Cuál era exactamente tu plan?" Mark preguntó.

"Esto es prácticamente todo", admitió Royce. Estrellar la nave y luego tratar de averiguar qué hacer a continuación. Había sido un movimiento basado en nada más que en la esperanza, y ahora los había dejado en una nave que se estaba partiendo lentamente por la mitad, sus dos partes listas para caer en las rocas, o peor aún, arrastrarlos a las profundidades.

"¿Qué hacemos ahora?" Neave preguntó. Tenía un brazo envuelto alrededor de la barandilla, el otro alrededor de Matilde.

"Creo que…”. Royce dijo, tratando de pensar a través de la niebla de su mente. "¡Creo que tenemos que saltar!"

"¿Saltar en eso?" dijo Bolis. "¿Estás loco?"

"Si nos quedamos, nos enredaremos en los restos y nos arrastrarán al fondo", dijo Royce. "Necesitamos alejarnos, y la única manera de hacerlo es saltando".

También había otra razón para saltar. Los hombres avanzaban por la cubierta, y había demasiados para luchar estando tan débil. Estuvieran en cualquier estado. Gwylim estaba allí, con sangre en su boca mientras gruñía, pero ¿qué podía hacer una criatura como esta en una situación así?

Solo quedaba una opción, así que Royce la tomó por sus amigos. Sin dudarlo, empujó a Bolis y Mark por la borda. Matilde parecía que podría intentar quedarse, pero Neave la arrastró fuera de la barandilla. Gwylim se acercó, el bhargir rugió antes de saltar.

Eso solo dejaba una cosa más por hacer. Royce se puso de pie en la barandilla, mirando hacia abajo, donde el agua espumaba y se arremolinaba. Volvió a poner la espada de cristal en su funda, esperando que la armadura que había encontrado en la torre fuera tan ligera como se sentía…

…y saltó.




CAPÍTULO CUATRO


Raymond se detuvo en una intersección al borde del territorio del viejo duque con sus hermanos, sabiendo que debía seguir adelante, pero sin querer separarse de los demás todavía. Pronto, él, Lofen y Garet tendrían que partir y ocuparse de las cosas que Royce necesitaba; que todos ellos necesitaban.

"¿Nerviosos?" preguntó a los otros.

"Por supuesto que no", dijo Lofen, su valentía era obvia. Lofen siempre estaba listo para una pelea, y tal vez eso le serviría para ir a buscar a los Picti, pero, aun así, Raymond se encontró pensando que hubiera sido mejor si tuviera más que un mapa y una idea general.

"Haré lo que tenemos que hacer", dijo Garet, obviamente tratando de parecer tan valiente como sus hermanos. Raymond quería decirle que sabía que Garet era valiente, que había visto lo fuertes que eran los otros cuando estaban atrapados en el calabozo de Altfor. "Traeré a los abanderados para nuestra causa".

"Yo encontraré a los que te ayudarán", dijo Moira, su caballo junto al de Garet. Raymond no estaba seguro de qué pensar sobre su presencia allí. El hecho de que fuera una noble ayudaría a poner a los nobles de su lado, y ella se había ofrecido a ayudar, pero Raymond ya podía ver la forma en que Garet la miraba, y sabía que iba a ser complicado.

"Asegúrate de mantenerte a salvo", le dijo Raymond a su hermano menor. Dirigió su atención a Moira. No se podía negar que era hermosa, y no iba a culparla por haber sido tomada por los nobles, pero, aun así, había algo en la forma en que ella se había ofrecido para esto que lo hizo sentir incómodo. "Asegúrate de mantenerlo a salvo".

"No soy un niño", dijo Garet. "Soy un hombre, y haré el trabajo de un hombre con esto".

"Siempre y cuando nos consigas la gente que necesitamos", dijo Raymond.

"Tengo la parte fácil", insistió Garet. "Tú eres el que tiene que persuadir a la gente para que se levante".

Raymond asintió con la cabeza. "Se levantarán. Lo harán por Royce".

Había visto la forma en que su hermano había sido capaz de persuadir a la gente a luchar más duro, y cómo Royce había sido capaz de superar al más peligroso de los enemigos. Había matado a un maestro guerrero como Sir Alistair, y había reunido las fuerzas de Earl Undine. La gente se levantaría en nombre de Royce.

"Supongo que esto es un adiós entonces", dijo Lofen. No había mucha emoción obvia en ello, pero Raymond sabía que estaba ahí bajo la superficie. Raymond solo esperaba que su hermano pudiera hacer un llamado más emocional cuando se tratara de los Picti. También esperaba que su hermano estuviera a salvo, porque todos habían visto lo que la gente salvaje de la tierra era capaz de hacer, arriba en la roca curativa.

"No es un adiós por mucho tiempo, espero", dijo Raymond. "Solo recuerden…”.

"Reúnelos en el castillo de Earl Undine, no en el del viejo duque", dijo Lofen. "Sí, lo sé. Lo has dicho bastantes veces en el camino hasta acá”.

"Iba a decir que recuerden que los quiero a ambos, hermanos", dijo Raymond. "Incluso si eres un idiota, Lofen, y Garet está demasiado verde para entenderlo".

"Al menos no somos una mamá gallina cacareando sobre todo el mundo", respondió Garet. Dio la vuelta a su caballo y lo hizo avanzar. "¡Te veré pronto, hermano, con un ejército!"

"Lo mantendré a salvo", dijo Moira, girando su propio caballo para seguir a Garet.

"Mira lo que haces", respondió Raymond yendo tras de ella.

"Estás siendo duro con ella", dijo Lofen, mientras los dos se alejaban.

"Es más el ver a Garet ser dulce con ella lo que me preocupa", dijo Raymond.

Vio a su hermano encogerse de hombros. "Por lo menos tiene una hermosa mujer con él que conoce a la gente que va a ver. Por qué no pude hacer que Neave viniera conmigo”.

Raymond se rio de eso. "¿Crees que ella estaría interesada en ti? La has visto con Matilde. Además, Picti será fácil de encontrar. Solo vaga por los lugares salvajes hasta que uno de ellos te dispare algo".

Lofen tragó entonces. "Estás bromeando, pero te sentirás mal si vuelvo lleno de flechas. Aun así, lo haré, y traeré mi propio ejército, a ver si a la gente le gusta luchar contra la gente salvaje”.

Dio la vuelta y cabalgó en dirección a lo que pensaban que serían las tierras de Picti, lo que dejó a Raymond solo esperando en la intersección. Comparado con sus hermanos, parecía que tenía la tarea más fácil: persuadir a la gente que ya estaba descontenta en todo el reino a unirse a su causa. Después de tantos años de ser abusados por los nobles que servían bajo el Rey Carris, deberían estar esperando la chispa de sus palabras.

Aun así, cuando Raymond giró su caballo en dirección a uno de los pueblos y lo pateó en un galope, se encontró deseando que sus hermanos vinieran con él.


***

El primer pueblo era un lugar tan pequeño que probablemente no habría aparecido en la mayoría de los mapas. Tenía un nombre, Byesby, y unas cuantas casas, y eso era todo. Era apenas más que una granja glorificada, en realidad, sin siquiera una posada para reunir a los locales. Lo mejor que se podía decir de ella era que al menos no había guardias alrededor, sirviendo a algún gobernante local, que pudieran tratar de detener a Raymond para que la gente se levantara.

Cabalgó hasta el centro del lugar, que parecía estar marcado por un poste bajo de madera para mensajes, situado junto a un pozo que obviamente no había sido reparado en un tiempo. Había unas cuantas personas en la calle trabajando, y más salieron mientras Raymond se sentaba allí en su caballo. Probablemente no veían a mucha gente con armadura aquí. Posiblemente, incluso pensaron que había sido enviado por cualquier noble que reclamara el lugar.

"Escúchenme", Raymond gritó desde el lomo de su caballo. "¡Reúnanse todos!"

Poco a poco, la gente comenzó a acercarse. Raymond había visto más gente en las batallas, pero se le ocurrió, mientras lo rodeaban lentamente, que nunca antes había tenido que hablar frente a tantos. En ese momento, su boca se sintió seca y sus palmas húmedas.

"¿Quién eres?", preguntó un hombre que parecía lo suficientemente fuerte como para ser herrero. "No tenemos tiempo para asaltantes y bandidos aquí”.

Golpeó un martillo como para enfatizar el punto de que no estaban indefensos.

"¡Entonces es mejor que yo no lo esté!" Raymond le gritó al hombre. "Estoy aquí para ayudarlos".

"A menos que estés planeando echar una mano con la cosecha, no veo cómo puedes ayudarnos", dijo otro hombre.

Una de las mujeres mayores miró a Raymond de arriba a abajo. "Yo tengo algunas cosas en mente".

La forma en que dijo que era suficiente para que el calor de la vergüenza se extendiera a través de Raymond. Él luchó contra ello, y se sentía al menos tan difícil como luchar contra un guerrero.

"¿No han oído que el viejo duque y su hijo Altfor han sido derrocados?" Raymond gritó.

"¿Qué tiene que ver eso con nosotros?", volvió a hablar el herrero. Por la forma en que la gente asentía mientras hablaba, Raymond tenía la sensación de que era él a quien escuchaban. "Estamos en las tierras de Lord Harrish".

"Lord Harrish, que te quita lo mismo que los otros nobles", dijo Raymond. Sabía que había nobles mejores y más amables como Earl Undine, pero por lo que recordaba del gobernante de aquí, no era uno de ellos. "¿Cuántas veces llegan a sus pueblos, robándoles, antes de que les digan que ya es suficiente?"

"Seríamos bastante estúpidos si lo hiciéramos", llamó el herrero. "Tiene soldados".

"¡Y nosotros tenemos un ejército!" Raymond respondió. "¿Has oído que el viejo duque fue derrocado? Bueno, lo hicimos, en nombre del legítimo rey, ¡Royce!"

En su imaginación, su voz retumbó por todo el lugar. En la práctica, Raymond podía ver a algunas de las personas de atrás esforzándose por escucharlo.

"¿Eres Royce?", llamó el herrero. "¿Eres el que dice ser el hijo del viejo rey?"

"No, no", explicó Raymond rápidamente. "Soy su hermano".

"¿Así que tú también eres el hijo del viejo rey?", exigió el herrero.

"No, no lo soy", dijo Raymond. "Soy el hijo de un aldeano, pero Royce es…”.

"Bueno, decídete", dijo la anciana que lo avergonzó. "Si este Royce es tu hermano, entonces no puede ser el hijo del viejo rey. Es lógico”.

"No, lo has entendido todo mal", dijo Raymond. "Por favor, solo escúchenme, denme la oportunidad de explicarlo todo, y…”.

"¿Y qué?" dijo el herrero. "¿Nos dirás cómo este Royce merece que lo sigamos? ¿Nos dirás cómo deberíamos salir y morir en la guerra de otro?"

"¡Si!" Raymond dijo, y luego se dio cuenta de cómo debió sonar eso. "No, quiero decir… no es la guerra de otro. Es una guerra para todos".

El herrero no parecía muy convencido de eso. Se acercó para apoyarse en el pozo, ya no una parte de la multitud, sino el que la dirigía.

"¿En serio?" dijo, mirando a los otros ahí. "Todos me conocen, y yo los conozco, y todos sabemos cómo es cuando los nobles pelean. Vienen y nos toman por sus ejércitos, y nos prometen todo tipo de cosas, pero cuando todo está hecho, somos nosotros los que estamos muertos, y ellos vuelven a hacer lo que quieren”.

"¡Royce es diferente!" Raymond insistió.

"¿Por qué es diferente?" el herrero respondió.

"Porque es uno de nosotros", dijo Raymond. "Se crio en un pueblo. Sabe cómo es. Le importa”.

El herrero se burló de eso. "Si le importa tanto, entonces ¿dónde está? ¿Por qué no está aquí, en lugar de un niño diciendo que es su hermano?"

Raymond supo entonces que no tenía sentido continuar. La gente de aquí no iba a escucharlo, sin importar lo que dijera. Habían escuchado demasiadas promesas de demasiada gente, antes de que el Rey Carris prohibiera a sus nobles pelear. Solo el pensamiento de que Royce podría realmente preocuparse por ellos sería suficiente para persuadir a la gente, y el herrero tenía razón: no tenían ninguna razón para creer que cuando él ni siquiera estaba allí.

Raymond giró su caballo, cabalgando fuera del pueblo con toda la dignidad que pudo encontrar en ese momento. No fue mucho.

Cabalgó por el sendero en dirección al siguiente pueblo, tratando de pensar a medida que avanzaba, e ignorando la lluvia constante que empezaba a caer a su alrededor.

Amaba a su hermano, pero también deseaba que Royce no hubiera sentido la necesidad de irse a buscar a su padre. Objetivamente, Raymond podía entender cuánto ayudaría a su causa encontrar al viejo rey, pero era a Royce a quien la gente seguiría, a Royce a quien necesitaban ver para poder levantarse. Sin él allí, Raymond no estaba seguro de si sería capaz de reunir algún tipo de ejército para su hermano.

Eso significaba que cuando el Rey Carris contraatacara, serían las fuerzas de Earl Undine contra todo el poderío del ejército real. Raymond no sabía cuán grande sería ese ejército, pero dado que estaría compuesto por fuerzas de todos los señores de la tierra… no tendrían ninguna oportunidad.

Si hubiera alguna manera de que Royce pudiera estar aquí, Raymond no tenía dudas de que sería capaz de reunir el ejército que necesitaban. Sin embargo, se encontró con la esperanza de que Lofen y Garet tuvieran mejor suerte.

"No podemos dejarlo en manos de la suerte", Raymond se dijo a sí mismo. "No cuando hay tanta gente que va a morir”.

Había visto de primera mano lo que los nobles podían hacer a los que se les cruzaban. Estaban las horcas, las torturas en la piedra curativa, y cosas peores. Por lo menos, todos los pueblos que se levantaron se verían devastados, lo que solo daba a los que quedaban más razones para no unirse a la revuelta.

Raymond suspiró. No había forma de cuadrar el círculo: necesitaban a Royce, pero no podían tenerlo mientras iba a buscar a su padre. A menos que…

"No, eso no podría funcionar", se dijo Raymond.

Excepto que tal vez sí podría. No era como si alguien aquí supiera realmente cómo era Royce. Podrían haber oído hablar de él, incluso una descripción general, pero todos sabían que las historias exageraban.

"Esta es una idea estúpida", dijo Raymond.

El problema era que era la única idea que se le ocurrió en ese momento. Sí, sería peligroso, porque Royce era un hombre cazado. Sí, eso guardaría problemas para más tarde: la gente se sentiría traicionada cuando lo descubriera, algunos incluso podrían desertar. Sin embargo, más no lo harían. Más se sentirían demasiado conectados a la causa una vez que formaran parte del ejército, o estarían demasiado ocupados luchando para pensar en ello.

"Puede que ni siquiera vean a Royce de cerca", reflexionó Raymond.

Se dio cuenta de que había tomado una decisión sin tomarla exactamente, y continuó su camino hacia otro pueblo. Eligió uno un par de pueblos más, porque no quería que las historias se propagaran desde Byesby y estropearan lo que estaba a punto de hacer. Este pueblo era más grande, con una posada y un gran granero que servía como almacén. Era lo suficientemente grande como para que la vista de un hombre cabalgando hacia la aldea no hiciera que la gente saliera de sus casas con la pura extrañeza de todo esto. Significaba que Raymond tenía que sentarse a caballo en la plaza del pueblo, gritando una y otra vez hasta que la gente saliera a él.

"Todos, escuchen. ¡Escúchenme! ¡Tengo noticias!"

Esperó a que la gente se reuniera antes de empezar a hablar.

"¡Viene la guerra!" dijo. "Han oído las historias: ¡que el hijo del verdadero rey ha vuelto, y ha derrocado a un duque que arrasó con su propio pueblo! Es verdad, y sé lo que están pensando. Están pensando que esto es solo otra disputa entre nobles de la que no tienen nada que ver, pero yo estoy aquí para decirles que sí tienen algo que ver. Que esto es algo diferente”.

"Oh, ¿y eso por qué?", exigió un hombre a la parte de atrás de la creciente multitud. Raymond tenía la sensación de que las cosas se estaban construyendo de la misma manera que antes.

"Porque esta es una oportunidad para cambiar realmente las cosas. Porque esto no es una disputa entre nobles, sino una oportunidad de hacer un mundo que no se trate de unos pocos nobles que nos oprimen a todos. Porque esta es una pelea en la que la gente involucrada se preocupa por gente como tú, gente como todos nosotros”.

"¿Es así?", preguntó el hombre. "Bueno, entonces, forastero, ¿quién eres tú, que sabes tanto de todo esto?"

Raymond se tomó un respiro, sabiendo que este era el momento en que tenía que hacerlo o no hacerlo, y una vez hecho, no podía deshacerse.

"Vamos", exigió el hombre. "¿Quién eres tú, para decir que algún noble lejano se preocupa por alguien como nosotros?"

"Es simple", dijo Raymond, y esta vez, su voz retumbó sobre el pueblo para que todos la oyeran. "Mi nombre es Royce, y soy el hijo del Rey Philip, ¡el verdadero y legítimo rey de esta tierra!”




CAPÍTULO CINCO


Royce estaba recorriendo un bosque, los árboles se fundían unos con otros hasta que se hizo imposible reconocer el camino. Estaba perdido, y de alguna manera sabía que este era un lugar donde perderse era morir.

Continuó adelante, sin saber qué más hacer. A su alrededor ahora, los árboles se cerraban y sus ramas se movían con un viento invisible, golpeando a Royce y azotándolo. Sus ramas le rasgaban la piel, y ahora había espinos que acompañaban a las ramas, golpeándolo y deteniéndolo. Le costó todo lo que tenía para seguir adelante.

Pero ¿por qué seguir adelante? No sabía dónde estaba, así que ¿por qué seguir adelante así, a través de la oscuridad y la incertidumbre del bosque? Su energía se desvanecía, así que por qué no sentarse en el tronco de un árbol, y esperar a recuperar el aliento, y…

"Parar es morir, hijo mío. " La voz vino a través de los árboles, y aunque solo la había escuchado en sueños, Royce instantáneamente la reconoció como la de su padre. Se dio la vuelta hacia el sonido, y comenzó a avanzar.

"Padre, ¿dónde estás?", gritó, empujando en la dirección de la que la voz parecía haber venido.

El camino era, en todo caso, aún más difícil aquí. Había árboles caídos con los que lidiar, y a Royce le costaba saltar sobre ellos cada vez más. Había rocas que sobresalían del suelo del bosque, y ahora parecía que Royce tenía que escalar tanto como correr para rodearlas. La ruta que seguía era aún indistinguible del resto del bosque, y Royce podía sentir la desesperación de no saber que lo estaba presionando.

Fue entonces cuando vio al ciervo blanco parado ahí, el ciervo esperándolo y mirándolo expectante. Con la misma extraña certeza que había sentido antes, Royce supo que este animal estaba ahí para mostrarle el camino. Giró para seguirlo, corriendo en su camino.

El ciervo blanco era rápido, y Royce tenía que poner todo su empeño en mantener el ritmo. Sentía como si sus pulmones estallaran con el esfuerzo, y sus extremidades estuvieran en llamas. Aun así, siguió corriendo, a través de las ramas de los árboles y hacia un espacio donde el ciervo desapareció, reemplazado por una figura acorazada rodeada de luz blanca.

"Padre", dijo Royce, sin aliento. Sentía como si no tuviera más aire, ni tiempo.

Su padre asintió con la cabeza y sonrió, luego, inexplicablemente, señaló hacia arriba. "Tienes que irte ahora, Royce. Patea, patea hacia la luz".

Mirando hacia arriba, Royce vio una luz sobre él, y mientras intentaba hacer lo que su padre decía, la luz se acercaba cada vez más…


***

Royce volvió en sí con un respiro que parecía involucrar tanto agua como aire. Escupió agua de mar y empezó a sentarse, pero unas manos cuidadosas lo sostuvieron en su lugar. Royce luchó contra ellas por un momento antes de darse cuenta de que era Mark el que estaba ahí, sus manos empujando el agua fuera del estómago de Royce.

"Cuidado", dijo su amigo. "Inclinarás la balsa".

La "balsa" en cuestión no era más que una sección del mástil del barco que se había roto en el caos, y luego se enredó con suficiente madera a la deriva para formar una especie de plataforma flotante temporal, impulsada arriba y abajo por las olas.

Bolis, Neave y Matilde se arrodillaron en la nave improvisada, con Gwylim un poco alejado hacia el borde y Ember volando sobre ellos. Matilde tenía un corte en su costado que podría haber sido hecho por un cuchillo o un pedazo de madera, pero de cualquier manera la sangre se filtraba en el agua mientras Neave se preocupaba por ella y cortaba pedazos de tela de vela para vendarla. Sir Bolis intentaba apresuradamente atar un accesorio de metal a un trozo de madera, formando una lanza. De su propia armadura y armas, no había ninguna señal.

Royce miró rápidamente hacia abajo y vio que la espada de cristal seguía a su lado, mientras aún llevaba la armadura que había tomado de la torre de Earl Undine.

"No sé cómo te las arreglaste para nadar en eso", dijo Mark, "pero lo hiciste. Apareciste como un corcho y yo te saqué".

"Gracias", dijo Royce, ofreciendo su mano a su amigo.

Mark la agarró con firmeza. "Después de todas las veces que me has salvado, no necesitas agradecerme. Solo me alegro de que hayas sobrevivido".

"Por ahora", dijo Bolis desde la proa de su balsa improvisada. "Seguimos estando en peligro".

Royce miró a su alrededor, tratando de darle sentido a las cosas más allá de la balsa. Pudo ver que habían sido arrastrados más allá del mar, de modo que las Siete Islas eran una mancha en la distancia una vez más. El mar también se agitaba, como si pudiera surgir una tormenta. Su balsa crujía bajo la tensión de todo esto.

"Olvídate de la lanza", dijo Royce. "Tenemos que concentrarnos en sujetar la balsa".

"No viste a la criatura devorando a la gente", dijo Bolis. "Debe haber matado a todos los marineros que quedaron atrapados en el naufragio principal. Esa serpiente de mar no es nada que quiera enfrentarme desarmado".

"¿Y quieres enfrentarte a ello en el agua cuando la balsa se rompa o se hunda?" Royce respondió. Había visto a la criatura que preocupaba a Bolis, y sabía lo grande que sería la amenaza, pero en ese momento, el mar podía matarlos con la misma certeza.

Había cuerdas atadas a los mástiles, y Royce señaló una de ellas. "Todos intentan agarrar trozos de cuerda que no estén ya enredados y los usan para atar la balsa. Esa es la prioridad, luego remar para que podamos llegar a tierra, luego las armas”.

"Es fácil para ti decirlo", dijo Bolis, pero lo hizo de todas formas. También lo hicieron Neave y Mark. Cuando Matilde fue a ayudar, se desplomó, haciendo una mueca de dolor.

"Nosotros nos encargamos de esto", le dijo Royce. "¿Qué tan malo es?"

"No voy a morir por eso", dijo Matilde. "Al menos… no creo que lo haga”.

"¿Por qué se sienta allí a descansar?" Bolis preguntó.

Neave estaba inmediatamente delante de él, con una daga en la mano. "Dame una razón para no destriparte y arrojarte al pez, invasor".

Royce se movió para interponerse entre ellos, pero Gwylim llegó primero, el bulto del bhargir los separó.

"No podemos permitirnos luchar", dijo Royce. "Tenemos que trabajar juntos, o nos ahogaremos todos".

Se quejaron, pero volvieron a trabajar, y pronto, la balsa se sentía mucho más estable que antes. Desde donde estaba sentada, Matilde ya estaba trabajando en amarrar un tablón a un trozo de madera más largo, creando una especie de remo. Royce se unió a ella, y pronto tuvieron un remo para cada uno de ellos.

"¿Por dónde?" Bolis preguntó, y Royce señaló. Solo había un camino posible en una lancha improvisada como esta.

"De vuelta a las islas", dijo.

"Y la criatura", señaló Mark.

"Tal vez tengamos suerte y pasemos desapercibidos", dijo Royce.

"Quizá ya se haya llenado", dijo Neave con una mirada que decía que esperaba que todos en el barco hubieran formado parte de su comida.

Royce no sabía lo probable que era eso, pero no parecía haber otra opción; tenían que intentar volver a las islas.

"Remen juntos", dijo. "¿Listos?"

Remaron la balsa en dirección a las islas. Todos ellos, incluso Matilde, ayudaron. Incluso con todos ellos remando, todavía era difícil, porque sus remos no estaban realmente diseñados para la tarea, y porque las olas parecían casi decididas a tirar de ellos de nuevo al mar. Royce sabía que no podían dejar que eso sucediera. Ahí fuera, se hundirían, o morirían de sed, o caerían presas de alguna otra criatura de las profundidades. Su única esperanza estaba en tierra.

"Remen más fuerte", gritó Royce, tratando de animarlos. "Estamos avanzando".

Lo hacían, pero con lentitud. A través de los ojos de Ember, eran un mero punto contra la inmensidad del océano. Ese punto se movía en dirección a las islas, pero apenas más rápido de lo que podría haberlo hecho si hubiera estado moviéndose con la marea. Aun así, se estaban acercando, entre la niebla y las rocas y el resto.

"Ya casi llegamos", dijo Mark, y su amigo sonaba esperanzado ante la perspectiva. Mirando todo desde arriba usando la vista de Ember, Royce todavía podía ver el dentado laberinto de rocas alrededor de las islas, las mareas arremolinadas alrededor de ellas parecían casi decididas a arrastrar cualquier barco que se acercara demasiado a ellas.

La más cercana de las islas tenía playas alrededor de sus bordes, pero esas playas estaban rodeadas de rocas y arrecifes, con una marea delante de ellas que parecía moverse demasiado rápido. Mirando todo esto, Royce pensó que tal vez sería mejor dirigirse a otra de las islas, evitando esta primera completamente a pesar del peligro de su situación.

Entonces Gwylim aulló, largo y grave y advirtió. El sonido fue suficiente para hacer que Royce tuviera a Ember de vuelta en la balsa, aprovechando su mirada mientras miraba hacia abajo. Desde allí arriba, Royce podía ver la sombra en el agua avanzando hacia ellos…

"¡La criatura!" gritó, volviendo a sí mismo justo cuando la bestia salió del agua en espirales sinuosas, como una anguila con aletas de cuchilla, sus dientes brillando al sol.

Se sumergió en el agua cerca de la balsa, y la ola se estrelló contra ellos, casi inclinando la pequeña embarcación. Una parte de Royce supuso que era lo que la criatura pretendía; tal vez se había dado cuenta de que la gente era más fácil de comer una vez que estaban en el agua.

Desenvainó la espada de cristal, sin saber qué más hacer.

La criatura salió del agua una vez más, y Royce la acuchilló, solo capaz de rozarla mientras se elevaba sobre él. La cosa lo miró, como si tratara de averiguar qué era lo que le estaba causando dolor. Golpeó hacia Royce, con las mandíbulas crujiendo, y Royce saltó hacia atrás tan lejos como la balsa lo permitía, cortándola. Gwylim estaba ahí, saltando contra la bestia y mordiendo.

Atacó de nuevo, y Royce se apartó del golpe, sintiendo la fuerza de las aletas de la bestia golpeando su armadura. Sin ella, imaginó que lo hubiera partido por la mitad, e incluso así, le quitó el aliento, dejándolo de rodillas por un momento.

La criatura volvió a girar, y Royce supo que no habría posibilidad de esquivar esta vez.

En ese momento Bolis estaba ahí, con su lanza improvisada lista, lanzándola como un arpón a una ballena, apuntando a la cabeza de la bestia. Golpeó al gusano marino en uno de sus enormes ojos, produciendo un chillido que resonó en el agua incluso cuando la cosa golpeó a Bolis, tirándolo de la balsa.

Para sorpresa de Royce, Neave se tiró al suelo, agarrándolo y acercándolo a la balsa. Vio a Mark correr hacia delante también, y llegaron justo a tiempo, sacando del agua al caballero sangrando antes de que unas grandes mandíbulas aparecieran en el lugar donde había estado. Royce se acercó, golpeando de nuevo con la espada de cristal, y de nuevo la sangre fluyó.

No era suficiente; la serpiente de mar era simplemente demasiado grande para matarla con unos pocos golpes de una espada como esta. Se sumergió bajo las olas, y ahora Royce podía verlo retroceder, sus espirales formando arcos mientras nadaba de ola en ola.

"Está huyendo", dijo Bolis, agarrándose de las heridas de su pecho.

Royce sacudió la cabeza. "No se rendirá tan fácilmente".

"Pero está retrocediendo", insistió el caballero. "Luchamos contra él y lo herimos, y ahora se va en busca de una presa más fácil”.

Royce sacudió la cabeza. "No hay otra presa que tomar, y no la hemos lastimado tanto. No está corriendo; está recuperando su fuerza".

Royce lo vio girar, las espirales volviendo hacia ellos desde la distancia.

"¡Remen!" Royce dijo. "¡Nuestra única oportunidad es remar!"

Enfundando la espada de cristal, agarró un remo y comenzó a remar hacia la orilla de la primera isla, sin importarle ahora si los llevaba a la marea o no. A su alrededor, los demás parecían captar el mensaje de lo que estaba pasando, y remaron por sus vidas, sin importar lo heridos que estuvieran.

Royce sintió el momento en que la corriente atrapó su balsa, arrastrándola hacia la orilla. Detrás de ellos, la cabeza de la serpiente de mar atravesó la superficie y las fauces de esa cosa se abrieron por completo, listas para tragarlos.

Miró hacia abajo a través de los ojos de Ember, viendo un afloramiento de rocas delante, obvio desde arriba, pero oculto por las olas de la balsa. Royce señaló.

“¡Derecha!”

Todos se atrincheraron con sus remos, enviando la balsa a la derecha incluso cuando la corriente seguía tirando de ella hacia adelante. Rodearon las rocas, apenas esquivándolas, y Royce miró hacia atrás para ver a la serpiente marina atrapada en ellas, retorciéndose para liberarse antes de dar la vuelta y volver a las profundidades.

Para entonces, Royce ya estaba atento a más rocas. Estaban demasiado cerca de la isla ahora para esperar ir a cualquier otro lugar, y la corriente los arrastraba hacia delante de manera implacable. La única oportunidad era esquivar las rocas lo mejor que pudieran.

"¡Izquierda!" Royce llamó.

Cavaron sus remos y se las arreglaron para evitar otro conjunto de rocas, pero ahora había un arrecife más adelante, y Royce no podía ver nada a su alrededor.

"¡Agárrense!" gritó a los otros, y los vio agarrarse a la balsa justo cuando golpeaba las rocas bajo la superficie. Royce se vio lanzado hacia adelante, y por segunda vez ese día estaba en el agua, luchando por nadar.

Mark tenía razón en lo que se refiere a la armadura: era imposible que alguien pudiera nadar en ella, y sin embargo no era peor de lo que podría haber sido nadar con ropa normal. Salió a la superficie y se abrió paso mientras la corriente seguía arrastrándolo.

El mar los escupió hacia la tierra con fuerza bruta, y Royce se encontró con la arena mientras una ola lo llevaba a la playa. Lo dejó ahí, gimiendo de dolor, y a su alrededor, pudo ver a los otros tendidos en la arena, Bolis y Matilde sangrando, Neave y Mark con aspecto golpeado, e incluso Gwylim se veía abatido por la experiencia, a pesar de la velocidad con la que Royce lo había visto curarse.

"Estamos vivos", dijo Mark, y Royce pudo escuchar el shock en la voz de su amigo. Compartió algo de ello, junto con la euforia que había sentido al pensar que sus amigos estaban a salvo.

No, no estaban a salvo.

Estaban vivos, eso era cierto, pero mirando al agua, Royce podía ver que su balsa ya estaba hecha pedazos, arrastrada por las olas. No tenían forma de volver ahora, ni siquiera de cruzar a otra de las islas.

Habían llegado a una de las Siete Islas, pero ahora, parecía que estaban atascados.




CAPÍTULO SEIS


Dust bajaba en dirección a los muelles, las señales llenaban el mundo a su alrededor. En el vuelo de los pájaros vio que esta era la ruta que tenía que tomar. En el burbujeo de un arroyo vio que tendría que pasar sobre el mar.

Luego estaban las imágenes de Royce que permanecían frente a él cada vez que cerraba los ojos.

Habían estado ahí desde que había inhalado una gran cantidad de humo de los sacerdotes, viendo un futuro tras otro. Había visto lo que sucedería si nada se alteraba, había visto la violencia, el dolor y la muerte.

"Y yo elegí", se dijo Dust. La rareza de eso le tomó un momento para asimilarlo. Él era un Angarthim, uno de los que caminaba por el mundo, estableciendo los futuros que los sacerdotes veían y debían suceder, entregando a los que necesitaban morir a la oscuridad que estaba más allá de la vida. Los Angarthim no elegían, no buscaban cambiar el destino.

"Los sacerdotes lo hicieron primero", susurró Dust. Levantó la vista para tratar de encontrar la confirmación de que estaba haciendo lo correcto, y la encontró en la forma en que las nubes se desplazaban, formando patrones que parecían reflejar los diseños de los libros sagrados.

Los sacerdotes habían tratado de cambiar las cosas, habían tratado de alterar las cosas para evitar su propia destrucción de lo que iba a venir. Las cosas ya no seguían el curso que el destino había fijado, y ahora alguien tenía que elegir, elegir por todos. Ese alguien era Dust.

"Detendré esto", dijo. "La devastación que vendrá se evitará. Haré un mundo mejor".

Por supuesto, para hacer eso, tenía que detener a Royce. Dust había visto los futuros, posibilidad tras posibilidad alineándose ante él. Había visto unos pocos donde las cosas salían bien, pero la verdad era que, en demasiados, las acciones de Royce provocaban una guerra y algo peor que la guerra: desataban la destrucción en la tierra y eso tenía que ser evitado.

Los Angarthim no eran héroes; en todo caso, los que sabían lo que eran parecían pensar que eran monstruos y asesinos, sin entender que no eran más que las bien entrenadas manos del destino.

"Sigo escuchando al destino", dijo Dust. Solo que ahora, en lugar de una sola línea dada a él por los sacerdotes, todo el futuro se extendía delante de él para elegir. Todas esas posibilidades parecían apuntar a los muelles.

Caminó hasta el pueblo del puerto, y la gente miraba, como siempre lo ha hecho. Los niños señalaban, y algunos retrocedían. Unos pocos hombres tocaron con sus manos las armas, y hubo un tiempo en el que Dust los habría golpeado por hacerlo. Las señales de la muerte se habrían parado sobre ellos, y entonces…

"No están por encima de Royce", se dijo Dust, tratando de encontrarle sentido a todo. Habían estado juntos en un bosque, él y el chico cuyas acciones derribarían simultáneamente al viejo orden y traerían la destrucción. Habían estado allí, y nada le había dicho que golpeara, que actuara.

No lo entendía.

"Lo encontraré", dijo Dust.

La gente continuó mirándolo fijamente. Era inevitable que, dada su piel gris y sus elaborados tatuajes, cada uno de ellos marcando runas y símbolos de adivinación. No había manera de que pudiera esperar ser algo normal, pero tal vez podía ser algo mejor que lo normal

Dust se sentó en el medio de la plaza principal del pueblo, buscando espacio ahí porque nadie quería estar cerca de él. Se instaló aquí, con las piernas cruzadas, y sacó una pequeña bolsa de piedras rúnicas. Intentó relajarse en ese lugar, y su mente no se quedó quieta. Esto era tan diferente de cómo eran las cosas normalmente cuando empezó a mirar el futuro.





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“¡Morgan Rice lo hizo de nuevo! Construyendo un fuerte conjunto de personajes, la autora nos ofrece otro mundo mágico. SOLO LOS DIGNOS está lleno de intrigas, traiciones, amistades inesperadas y todos los buenos ingredientes que te harán saborear cada una de las páginas. Lleno de acción, leerás este libro en el borde de tu asiento.”

–Books and Movie Reviews, Roberto Mattos

De Morgan Rice, la autora número uno en ventas de LA SENDA DE LOS HÉROES (una descarga gratuita con más de 1.000 críticas de cinco estrellas), llega una fascinante nueva serie de fantasía.

En SOLO LOS DESTINADOS (El Camino del Acero—Libro 3), Royce, de 17 años, debe embarcarse con sus amigos en un viaje épico a través del mar para encontrar la reliquia mágica que lo puede llevar a su padre. Con el rey reuniendo un ejército para atacar sus tierras, el destino de su pueblo depende de él.

Genevieve, mientras tanto, finalmente consciente de la naturaleza malvada de sus nobles invitados, debe tomar una decisión épica que decidirá su vida o muerte.

SOLO LOS DESTINADOS crea un cuento épico de amigos y amantes, de caballeros y honor, de traición, destino y amor. Un cuento de valor que nos llevará a un mundo de fantasía del que nos enamoraremos, y que atrae a todas las edades y géneros..

El libro 4 de la serie estará disponible pronto.

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