Книга - Si Ella Se Ocultara

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Si Ella Se Ocultara
Blake Pierce


Una obra maestra de suspenso y misterio. Blake Pierce ha hecho un magnífico trabajo desarrollando personajes con un lado psicológico tan bien descrito que nos lleva al interior de sus mentes, siguiéndoles en sus temores y aplaudiendo sus éxitos. Lleno de giros, este libro le mantendrá despierto hasta llegar a la última página”.--Books y Movie Reviews, Roberto Mattos (re: Una Vez Desaparecido) SI ELLA SE OCULTARA (Un MIsterio Kate Wise) es el libro #4 de una nueva serie de suspenso psicológico bajo la autoría de Blake Pierce, cuyo bestseller #1 Una vez ido (Libro #1) (descarga gratuita) ha recibido más de 1000 reseñas de cinco estrellas.Unos padres son hallados muertos, y sus hijas gemelas de 16 años están desaparecidas. Con el caso enfriándose con rapidez, el FBI, perplejo, debe llamar a su agente más brillante: la agente retirada del FBI Kate Wise, de 55 años.¿Fue esto un asesinato al azar? ¿El trabajo de un asesino en serie?¿Pueden encontrar a las niñas a tiempo?¿Y Kate, perseguida por su pasado, aún tiene la habilidad para resolver casos como ella acostumbraba?Un thriller lleno de acción con un suspenso que acelerará su corazón, SI ELLA SE OCULTARA es el libro #4 de una nueva y fascinante serie cuya lectura le mantendrá despierto hasta altas horas de la noche. El libro #5 de la SERIE DE MISTERIO KATE WISE pronto estará disponible.







s i e l l a s e o c u l t a r a



(un misterio kate wise —libro 4)



b l a k e p i e r c e


Blake Pierce



Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce también es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicológico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicológico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros).



Blake Pierce es un ávido lector y fan de toda la vida de los géneros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, así que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber más y mantenerte en contacto.



Copyright © 2019 by Blake Pierce. Todos los derechos reservados. Excepto como esté permitido bajo la U.S. Copyright Act of 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida bajo ninguna forma y por ningún medio, o almacenada en una base de datos o sistema de recuperación, sin el permiso previo del autor. Este libro electrónico está licenciado solo para su entretenimiento personal. Este libro electrónico no puede ser revendido o regalado a otras personas. Si usted quisiera compartir este libro con otra persona, compre por favor una copia adicional para cada destinatario. Si usted está leyendo este libro y no lo compró, o no fue comprador para su uso exclusivo, entonces por favor regréselo y compre su propia copia. Gracias por respetar el arduo trabajo de este autor. Esta es una obra de ficción. Nombre, personajes, negocios, organizaciones, lugares, eventos e incidentes, son, o producto de la imaginación del autor o son usados en forma de ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es pura coincidencia. Imagen de portada Copyright andreluc88, usada bajo licencia de Shutterstock.com.



Traducción: Milagros Rosas Tirado


LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE



SERIE DE THRILLER DE SUSPENSE PSICOLÓGICO CON JESSIE HUNT

EL ESPOSA PERFECTA (Libro #1)

EL TIPO PERFECTO (Libro #2)

LA CASA PERFECTA (Libro #3)



SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE

AL LADO (Libro #1)

LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2)

CALLEJÓN SIN SALIDA (Libro #3)



SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE

SI ELLA SUPIERA (Libro #1)

SI ELLA VIERA (Libro #2)

SI ELLA CORRIERA (Libro #3)

SI ELLA SE OCULTARA (Libro #4)

SI ELLA HUYERA (Libro #5)



SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE

VIGILANDO (Libro #1)

ESPERANDO (Libro #2)

ATRAYENDO (Libro #3)



SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE

UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)

UNA VEZ TOMADO (Libro #2)

UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)

UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)

UNA VEZ CAZADO (Libro #5)

UNA VEZ AÑORADO (Libro #6)

UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7)

UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8)

UNA VEZ ACECHADO (Libro #9)

UNA VEZ PERDIDO (Libro #10)

UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11)

UNA VEZ ATADO (Libro #12)

UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13)

UNA VEZ INACTIVO (Libro #14)



SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE

ANTES DE QUE MATE (Libro #1)

ANTES DE QUE VEA (Libro #2)

ANTES DE QUE CODICIE (Libro #3)

ANTES DE QUE SE LLEVE (Libro #4)

ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5)

ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6)

ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7)

ANTES DE QUE CACE (Libro #8)

ANTES DE QUE ATRAPE (Libro #9)

ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10)



SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK

CAUSA PARA MATAR (Libro #1)

UNA RAZÓN PARA HUIR (Libro #2)

UNA RAZÓN PARA ESCONDERSE (Libro #3)

UNA RAZÓN PARA TEMER (Libro #4)

UNA RAZÓN PARA RESCATAR (Libro #5)

UNA RAZÓN PARA ATERRARSE (Libro #6)



SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE

UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1)

UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2)

UN RASTRO DE VICIO (Libro #3)

UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4)

UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5)


CONTENIDO



CAPÍTULO UNO (#uda8099db-f592-543f-90fe-b271008bc2cf)

CAPÍTULO DOS (#u560aa968-9300-5e06-8aa3-2ee2e19c1803)

CAPÍTULO TRES (#u6c40666b-5ca7-5193-9521-3f8936b527fc)

CAPÍTULO CUATRO (#u5d05dc4b-c854-526f-8c70-461754bceced)

CAPÍTULO CINCO (#ueba1f8c9-1340-5a16-8e44-6bd673769ef7)

CAPÍTULO SEIS (#uff1938a4-2b8d-5e92-bdf3-f3540e53f869)

CAPÍTULO SIETE (#udc75a122-b9ae-5ac3-b026-92c9e0b2f56f)

CAPÍTULO OCHO (#u546fcd59-0b16-5448-99d1-c72744c5f160)

CAPÍTULO NUEVE (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO DIEZ (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO ONCE (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO DOCE (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO TRECE (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO CATORCE (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO QUINCE (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO DIECISÉIS (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO DIECISIETE (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO DIECIOCHO (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO DIECINUEVE (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTE (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTIUNO (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTIDÓS (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTITRÉS (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTICUATRO (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTICINCO (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTISÉIS (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTISIETE (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTIOCHO (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO VEINTINUEVE (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO TREINTA (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO TREINTA Y UNO (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO TREINTA Y DOS (#litres_trial_promo)

CAPÍTULO TREINTA Y TRES (#litres_trial_promo)




CAPÍTULO UNO


Hay momentos en la vida de toda mujer en las que se espera que lloren: bodas, partos, quizás el primer baile o el matrimonio de sus hijos. Pero un momento que Kate Wise no había esperado que le hiciera derramar lágrimas fue ver a su nieta gatear por primera vez.

La estaba cuidando en ausencia de Melissa y Terry, como lo había estado haciendo una vez a la semana en el último mes. Ellos habían hecho el compromiso de mantener la frescura y la excitación en su matrimonio, y se habían prometido salir juntos al menos una noche a la semana. Kate se quedaba con la pequeña Michelle en esas noches, y en las pasadas cinco semanas, había visto a su nieta experimentar mientras cargaba su peso sobre rodillas y antebrazos hasta que, hacía unos cinco minutos, entre balbuceos y sonrisas, se había mecido hacia atrás y hacia adelante sobre manos y pies.

—Vas a lograrlo —dijo Kate, colocándose en el piso junto a Michelle. Para su sorpresa sintió venir las lágrimas y les dio la bienvenida.

Michelle la miró, claramente deleitada por la animación que había en la voz de su abuela. Se meció de nuevo hacia adelante y hacia atrás… y entonces gateó. Hizo dos movimientos para avanzar antes de que sus brazos cedieran. Pero entonces se reincorporó y lo hizo de nuevo.

—Aquí vas —dijo Kate, aplaudiendo—. ¡Buena chica!

Michelle balbuceó en respuesta y continuó avanzando torpemente con sus pies y sus manecitas.

Kate comprendió que quizás el hecho de que Michelle estuviera gateando no era lo que la estaba haciendo llorar. Era la mirada en el semblante de la bebé, la confianza incondicional y la felicidad en sus ojillos cuando se encontraba con el rostro de Kate. La mirada de Michelle era muy parecida a la de Melissa cuando era bebé y toda la situación era demasiado para asimilar de una sola vez.

Estaban sentadas sobre una manta colocada en el piso, doblada en dos para proporcionarle más grosor en caso de que Michelle se tambaleara. Pero aparte de una de esas ocasiones, no se había caído en modo alguno. De hecho, estaba en ese momento palmoteando las piernas de Kate, como si exigiera más atención. Kate la levantó, la colocó entre sus piernas, y permitió que Michelle apretara sus pulgares.

Kate disfrutaba el momento. Había visto crecer demasiado rápido a su hija, así que sabía lo fugaces que podían ser estos momentos. Se sintió un poco culpable porque Melissa y Terry se estuvieran perdiendo este logro, sin embargo. Estuvo a punto de llamar a Melissa para contarle, pero no quería interrumpir la cita de ambos.

Estando sentada sobre la manta mientras jugaba con Michelle, alguien tocó a su puerta. Kate lo había estado esperando, pero Michelle giró su cabecita en dirección a la puerta con una expresión incierta.

Kate se enjugó el resto de lágrimas antes de decir, —Pasa.

La puerta principal se abrió y Allen entró. Traía bolsas con comida china para llevar y a Kate le encantó descubrir que también cargaba su bolso de mano.

—¿Cómo están mis dos chicas favoritas? —preguntó Allen.

—Moviéndonos bastante —dijo Kate con una sonrisa—. Esta pequeña traviesa acaba de gatear por primera vez.

—¡No puede ser!

—Sí, lo hizo.

Allen caminó hasta la cocina y sacó dos platos de la alacena. Mientras servía la cena en los platos, Kate sonrió. Ya se movía a sus anchas por la casa. Y a ella también la conocía; por ejemplo, sabía que detestaba la comida china servida en esos pequeños y endebles envases y la prefería servida en platos de verdad.

Él trajo la cena a la sala, colocándola sobre la mesa de café. Michelle mostró gran interés en ella y trató de alcanzarla. Cuando se dio cuenta de que no podía, volvió la atención a sus tobillos.

—Vi que trajiste tu bolso de mano —dijo Kate.

—Así es. ¿Está bien?

—Es maravilloso.

—Supuse que podríamos salir mañana temprano y hacer ese viaje a las Montañas Blue Ridge del que siempre hablamos. Tomar algunos de esos tours de degustación de vinos, y quizás quedarnos en un pintoresco hotelito en las montañas.

—Suena bien. Y espontáneo, además.

—No demasiado espontáneo —rió Allen—. Llevamos como un mes hablando de esto.

Allen se sentó frente a ella y le abrió los brazos a Michelle para que viniera hasta él. Ella conocía suficientemente bien su cara y se puso a gatas. Comenzó a ir hasta él, balbuciendo todo el tiempo. Kate miró desplegarse toda la escena, intentando recordar una época cuando su corazón había estado así de rebosante.

Comenzó a comer su cena, observando a Allen jugar con su nieta. Michelle estaba haciendo su rutina de mecerse hacia atrás y hacia adelante mientras Allen la festejaba.

Cuando el teléfono de Kate sonó, los tres miraron hacia él. Incluso Michelle conocía el timbre de un teléfono celular, y sus manecitas se estiraron para alcanzarlo al tiempo que se sentaba sobre la manta. Kate lo tomó con rapidez de la mesa de café, suponiendo que sería Melissa llamando para saber de Michelle.

Pero no era Melissa. El nombre en la pantalla rezaba: Durán.

Se sintió dividida en dos al ver el nombre. Una parte importante de ella estaba emocionada ante la perspectiva de ayudar en un caso. Pero la parte que estaba enamorada no quería responder en este momento el teléfono. Aunque podía ser Durán simplemente llamando para hacer una consulta —algo que había estado haciendo cada vez más en los últimos meses—, ella también sabía que podría ser algo de mucha presión y consumir tiempo.

Kate podía asegurar que Allen ya había juntado las piezas y sabía quién estaba llamando. Quizás lo supo por la vacilación en su rostro.

Ella contestó de manera diligente, orgullosa de continuar activa trabajando con el Buró, a pesar de tener más de cincuenta y seis.

—Hola, Director —dijo—. ¿A qué debo el placer?

—Buenas tardes, Wise. Mira… tenemos una situación que no se diferencia mucho de lo que manejas. Doble homicidio y personas desaparecidas. Todo en un solo caso. Es un asunto de pueblo pequeño, tan pequeño que la policía local no está preparada para eso. Porque además la persona desaparecida es una niña de quince años. Me gustaría que tú y DeMarco intenten resolverlo discretamente antes de que lo sepa la prensa y lo convierta en un caso más difícil de lo que es.

—¿Algún detalle desde ya? —preguntó Kate.

—No muchos. Pero esto es lo que sabemos hasta ahora.

Mientras escuchaba al Director Durán, haciéndole saber por qué estaba llamando y qué necesitaría que ella hiciera en las próximas doce horas, miraba a Allen y Michelle.

La llamada finalizó tres minutos después. Puso el teléfono en la mesa y se encontró con Allen mirándola. Había una sonrisa forzada, de comprensión, en su cara.

—Bueno, quizás podamos dejar el viaje de degustación y el hotelito para otro fin de semana —dijo.

Él sonrió con tristeza, luego apartó la mirada.

—Sí, quizás —dijo él.

Miró hacia afuera de la ventana, como si contemplara el futuro de ambos, y Kate pudo ver su incertidumbre.

No podía culparlo; ni ella misma sabía lo que le deparaba el futuro.

Pero ella sabía una cosa: alguien estaba muerto allá afuera, y no le cabía duda de que iba a averiguar quién lo hizo.




CAPÍTULO DOS


Aunque Kristen DeMarco era significativamente más joven que Kate (había cumplido veintisiete hacía apenas una semana), a Kate se le hacía difícil pensar en ella como en una muchacha. Incluso ante el excitante inicio de un nuevo caso, lograba poner en remojo la emoción en el caldo de la lógica y la gravedad de los hechos.

Eso hacía ahora, mientras ella y Kate se dirigían en dirección oeste hacia el pequeño pueblo de Deton, Virginia. Kate nunca había pasado por Deton pero había escuchado acerca del mismo: una pequeña localidad rural, en medio de una cadena de pueblos similares que punteaban el borde noroccidental del estado en el límite con Virginia Occidental.

Aparentemente, DeMarco también sabía que el pueblo no era nada más que una pequeña mancha en el mapa. Había excitación en su voz mientras recorría los detalles del caso, pero sin un verdadero sentido de urgencia o expectación.

—Hace dos noches, un pastor de Deton visitó la residencia Fuller. Le dijo a la policía que estaba allí para recoger unas viejas biblias de Wendy Fuller, la esposa. Cuando llegó, nadie respondía pero escuchaba que el televisor estaba encendido. Intentó abrir la puerta principal, la halló sin el pestillo pasado, gritó entonces hacia el interior de la casa para anunciar que estaba allí. De acuerdo con el pastor, vio sangre en la alfombra, todavía húmeda. Entró a revisar y encontró a Wendy y Alvin Fuller muertos. Su hija de quince años, Mercy, no estaba por ninguna parte.

DeMarco se detuvo por un momento y apartó la vista del expediente que se había traído desde Washington. —¿Te molesta que haga esto? —preguntó.

—¿Hacer una exposición del caso? Para nada.

—Sé que parece necio. Pero me ayuda a retener la información.

—Eso no es necio —dijo Kate—. Yo solía llevar conmigo una grabadora de voz. Haría exactamente lo que tú estás haciendo ahora y estaría grabando todo el tiempo. Así que, por favor, continúa. Los detalles que Durán me dio por teléfono fueron escasos, por decir lo menos.

—El informe del forense dice que la causa de las muertes fue múltiples heridas por arma de fuego, hechas con un rifle de caza Remington. Dos disparos al padre, uno a la madre, que fue también golpeada, probablemente con la culata del arma. La policía local ha revisado los registros de cacería y puede confirmar que el marido, Alvin Fuller, era un cazador registrado y poseía el mismo tipo de rifle. Pero no se consiguió en la escena.

—¿Entonces el asesino lo mató con su propia arma y luego la robó? —preguntó Kate.

—Así parece. Aparte de esas notas, la policía local no consiguió nada, y la policía estatal tampoco ha hallado verdaderas pistas. Basado en el testimonio de familiares y amigos, los Fuller eran considerados buenas personas. El pastor que descubrió los cuerpos dice que iban a la iglesia casi todos los domingos. Estaba colectando las biblias de los Fuller para enviarlas a misioneros en Filipinas.

—Las personas buenas no siempre atraen a otras buenas personas —señaló Kate.

—Pero en esta clase de pueblo… todos se conocen entre sí. Lo que me hace pensar que si nadie ha suministrado ninguna clase de evidencia o de teoría, el asesino podría venir de afuera.

—Eso es probable —dijo Kate—. Pero creo que el hecho de que una niña de quince años esté desaparecida podría ser más importante. Los residentes locales van a presumir por supuesto que la niña fue raptada. Pero si apartamos ese filtro de pueblo pequeño y no suponemos que todo el mundo sea una buena persona, ¿qué otras teorías hace surgir eso?

—Que la hija quizás no ha sido raptada —dijo DeMarco. Hablaba lentamente, como si estuviera considerando la idea con mucho cuidado—. Que ella puede haber huido. Que ella puede ser la asesina.

—Exactamente. Y yo he visto este tipo de cosas con anterioridad. Si llegamos a Deton exponiendo esa teoría, vamos a conseguirnos con caras agrias y puertas cerradas.

—Eso supongo.

—Eso no quiere decir que no lo tratemos como un caso de secuestro desde el inicio. Pero tampoco podemos empezar asumiendo que la hija es la asesina.

—No hasta que sepamos más de ella —dijo DeMarco.

—Eso es correcto. Y siento que es donde necesitamos comenzar. Porque si todos en el pueblo ven a los Fuller como buenas personas, puedo asegurarte que nadie estará pensando en la hija como sospechosa.

—Entonces por allí comenzamos —dijo DeMarco.

—Sí, pero quizás de manera discreta. Si averiguan que vemos a la hija de los occisos como principal sospechosa, este caso va a ser mucho más difícil de lo que tiene que ser.

La premonitoria declaración pareció más real al pasar junto a un letrero que indicaba que Deton estaba a solo siete millas.



***



Deton no era tan pequeño como Kate suponía, pero sí bastante rural. Parecía como si cualquier negocio de cierta importancia estuviera ubicado a lo largo de la principal arteria vial que atravesaba el pueblo. No había Calle Principal, solo un tramo de la Autopista 44 que corría a través de él. Caminos secundarios partían de la 44, y serpenteaban hacia el área menos poblada de Deton.

El grueso del pueblo consistía en un Rite Aid, un Burger King, un Dollar General, y varios negocios locales más pequeños. Kate había visto cientos de pueblitos como este durante una carrera que la había llevado a todo lo largo del país, y le parecía que todos lucían igual. Por supuesto, eso no significaba que la gente y su cultura fueran las mismas. Pensar tal cosa sería un gran error.

La residencia Fuller estaba situada como a tres millas de la principal vía del pueblo, en uno de los caminos secundarios. Era una sencilla casa de dos pisos que necesitaba nuevo tejado y revestimiento. Su aspecto rústico desmentía las otras cosas que Kate y DeMarco notaron mientras la primera se estacionaba en la vía de acceso.

Una van del noticiero estaba aparcada en la vía de acceso. La atractiva reportera y su camarógrafo conversaban delante de la van. Una solitaria patrulla se encontraba también allí, con un agente sentado en su interior. Vio llegar a Kate y DeMarco y lentamente salió del auto.

La reportera levantó la vista cuando Kate y DeMarco se apeaban del coche. Como diligente sabueso de inmediato corrió hacia ellas. El camarógrafo se echó al hombro el equipo, y trató de seguirla, pero se quedó un poco atrás.

—¿Son ustedes detectives? —preguntó la reportera.

—Sin comentarios —gruñó Kate.

—¿Están autorizadas para estar aquí?

—¿Y usted? —preguntó a su vez Kate, de manera incisiva.

—Yo tengo la responsabilidad de reportar las noticias —dijo la periodista, apelando a un lugar común.

Kate sabía que en menos de una hora la reportera sería capaz de averiguar que el FBI había sido llamado. En consecuencia, le pareció bien mostrar su placa al tiempo que ella y DeMarco caminaban hacia la casa.

—Somos del FBI —dijo Kate—. Tenga eso en mente si se le ocurre seguirnos hasta adentro.

La reportera frenó, tan de súbito que el cámara casi chocó con ella. Detrás de ambos, venía el oficial. Kate vio por la identificación y la placa prendidas en su uniforme que era el sheriff de Deton. Este hizo una mueca a la reportera al pasar junto a ellos.

—Ya ven —le dijo a la reportera de manera más bien gruñona—. No soy solo yo. Nadie los quiere por aquí.

Se unió a Kate y DeMarco, y las condujo hasta la puerta principal. En voz baja, añadió: —Ustedes conocen las leyes tan bien como yo. No puedo sacarlos a patadas porque técnicamente no están haciendo nada malo. Los condenados buitres esperan que un pariente o alguien más venga.

—¿Cuánto tiempo llevan estacionados allí? —preguntó DeMarco.

—Ha habido al menos un equipo reporteril aparcado aquí desde que esto sucedió hace dos días. Hubo un momento ayer en que estaban tres. Todo este asunto ha resultado por aquí una noticia importante. Las vans de los noticieros y sus equipos han estado apostados también alrededor de la estación policial del condado. Es algo que saca de quicio.

Pasó el pestillo de la puerta principal y las hizo entrar. —Soy el Sheriff Randall Barnes, por cierto. Tengo la desgracia de ser quien está a cargo en este asunto. Los estatales se enteraron de que el Buró venía en camino y decidieron hacerse a un lado. Todavía llevan a cabo la búsqueda de la hija, pero dejaron en mi puerta la parte del homicidio.

Kate y DeMarco pusieron sus pies adentro al tiempo que se presentaban. No entablaron conversación, sin embargo. La vista que tenían enfrente, aunque no era ni de cerca tan mala como otras escenas de homicidio que Kate había visto, era sobrecogedora. Las manchas parduzcas, ya secas, sobre la alfombra azul, eran el foco de la atención. Había una sensación desoladora en el lugar, algo que Kate había percibido en escenas como esta —algo que había intentado describir sin éxito en incontables ocasiones.

Sin ningún motivo, pensó en Michael. Había intentado una vez explicarle esta sensación, afirmando que era casi como si una casa pudiera sentir una pérdida y que esa sensación desoladora en el aire era la reacción de la casa. Él se había reído y dicho que sonaba casi espiritual en una forma extraña.

Para ella estaba bien... principalmente porque era exactamente lo que sentía al echar un vistazo al hogar de los Fuller.

—Agentes, voy a devolverme al porche —dijo—. Para asegurarme que no haya fisgones. Griten si necesitan algo. Pero les diré algo… cualquier cosa que quieran saber que no esté ya en los reportes que enviamos va a tener que venir de uno de mis otros oficiales, un hombre llamado Foster. Aquí en Deton, no estamos muy acostumbrados a casos como este. Estamos descubriendo lo poco preparados que estamos para estas cosas.

—Nos encantaría hablar con él después de esto —dijo DeMarco.

—Le llamaré y me aseguraré que esté en la estación, entonces.

Salió discretamente por la puerta principal, dejándoles la escena. Kate dio unos pasos alrededor de las manchas de sangre de la alfombra. Había algunas en el sofá, también, y otras en la pared encima del mismo. Una pequeña mesa de café se hallaba delante del sofá y unas pocas cosas sobre ella parecían desparramadas —unas facturas, una taza de plástico vacía y volteada, y un control remoto. Posible indicativo de una breve lucha, aunque de haber sido así, no fue particularmente encarnizada.

—No hay verdaderas señales de lucha —dijo DeMarco—. A menos que su hija fuera muy fuerte y atlética, no veo cómo pudo haber hecho esto.

—Si fue la hija, puede que ellos no lo hayan visto venir —opinó Kate—. Pudo haber entrado a la habitación, llevando el arma oculta detrás de ella. Uno de ellos pudo haber sido muerto antes de que el otro tuviese idea de lo que estaba sucediendo.

Estudiaron el área por unos minutos, sin hallar nada extraordinario. Había fotos en la pared, varias de las cuales eran familiares. Era la primera vez que veía a la chica que presumía era Mercy Fuller. Las fotos la mostraban en distintas etapas de su vida: desde alrededor de cinco hasta su edad actual. Era una linda niña que probablemente se convertiría en una hermosa chica al llegar a la universidad. Tenía el cabello negro, ojos pardos, y una radiante sonrisa.

Luego se internaron en la casa, llegando a una habitación que obviamente pertenecía a la adolescente. Un deslumbrante diario se hallaba colocado sobre el escritorio, cubierto con bolígrafos y papeles. Una piña rosada de porcelana se hallaba en el borde del escritorio, una especie de portaretrato con un sujetador de alambre en la parte superior, y la foto de dos chicas adolescentes, sonriendo abiertamente ante la cámara.

Kate abrió el diario. La última entrada era de hacía ocho días y era acerca de cómo un chico llamado Charlie la había besado fugazmente en la escuela, durante el intermedio entre una y otra clase. Revisó entradas anteriores y encontró que eran notas similares: comentarios sobre un difícil examen, el deseo de que Charlie le prestara más atención, que a la necia de Kelsey Andrews se la llevara por delante un tren.

En ningún lugar del interior de la habitación había indicaciones de un intento de homicidio. Revisaron a continuación el dormitorio de los padres y lo encontraron igualmente falto de interés. Había unas pocas revistas para adultos ocultas en el closet, pero aparte de eso, los Fuller parecían rechinar de limpios.

Cuando salieron de la casa al cabo de veinte minutos, Barnes estaba todavía en el porche, sentado en una vieja y desgastada tumbona, fumando un cigarrillo.

—¿Encontraron algo? —preguntó.

—Nada —respondió DeMarco.

—Aunque me pregunto —añadió Kate—, ¿encontraron ustedes o la policía estatal un celular o un portátil en la habitación de la hija?

—No. Ahora bien, con respecto al portátil… eso no es de sorprender. Quizás se pueda afirmar por el estado de la casa, pero los Fuller no eran exactamente el tipo de familia que pudiera permitirse la compra de un portátil para su hija. En cuanto al teléfono, el plan de pago de los Fuller muestra que Mercy Fuller tenía de hecho el suyo. Pero hasta ahora nadie ha sido capaz de rastrearlo.

—Quizás está apagado —dijo DeMarco.

—Probablemente —dijo Barnes—. Pero aparentemente, y esto es nuevo para mí, incluso cuando un teléfono está apagado, puede ser rastreado hasta el lugar donde fue apagado… el último sitio donde estuvo encendido. Y los estatales determinaron que la última vez que estuvo encendido fue aquí en la casa. Pero, como ustedes han señalado, no se encuentra en ningún lado.

—¿Cuántos hombres trabajan activamente en el caso? —preguntó Kate.

—Tres en la estación en este momento, pero básicamente conduciendo entrevistas e indagando en cosas como las últimas compras, los últimos sitios que se sabe que visitaron y cosas así. Hay un hombre de los estatales que fue dejado aquí y está ayudando, aunque no está muy fe!iz que digamos.

—¿Y tiene otro hombre en la fuerza que usted considera está a cargo aparte de usted?

—Correcto. Como dije, ese es el Oficial Foster. El hombre tiene una mente como de caja fuerte.

—¿Nos podría llevar a la estación para una breve reunión informativa? —preguntó Kate— Pero solo usted y este Oficial Foster. Mantengámoslo entre unos pocos.

Barnes asintió con una mueca, al tiempo que se levantaba del asiento y tiraba la colilla en el patio. —¿Quieren considerar a Mercy como sospechosa sin que lo sepa mucha gente. ¿Correcto?

—Pienso que es tonto descartar la posibilidad sin indagar —dijo Kate—. Y mientras lo hacemos, sí, tiene razón. Mientras menos personas lo sepan, mejor.

— Llamaré a Foster de camino a la estación.

Bajó las escalinatas, observando a la reportera y a su cámara. Eso hizo a Kate preguntarse si él había tenido algún serio altercado con algún equipo reporteril, en los últimos dos días.

Al subirse ella y DeMarco a su auto, lanzaron al equipo de noticias miradas de desconfianza. Sabía que en comunidades como Deton, un asesinato como este hacía temblar la tierra. Y debido a ello, sabía que los equipos reporteriles en estas zonas por lo general no se detendrían ante nada para conseguir la historia.

Ello hizo que Kate se preguntara si había más historia aquí que lo que estaba viendo —y si era así, que necesitaría para conseguir todas las piezas.




CAPÍTULO TRES


La estación de policía de Deton era lo que Kate había esperado. Estaba metida en el extremo opuesto de la vía principal, junto a la autopista, un sencillo edificio de ladrillos con una bandera ondeando en el techo. Unas patrullas se hallaban estacionadas a lo largo del costado, su escaso número un reflejo del pueblo mismo.

Adentro, una amplia estancia abarcaba la mayor parte del espacio. Un gran escritorio descansaba al frente, vacío. De hecho, el lugar lucía prácticamente desierto. Siguieron a Barnes hasta la parte trasera del edificio, por un estrecho pasillo que conducía a solo cinco habitaciones, una de las cuales estaba señalada con una placa sobre la puerta donde se leía Sheriff Barnes. Barnes las guió hasta la última habitación del corredor, una muy pequeña dispuesta como una especie de sala de conferencias. Un oficial estaba sentado ante la mesa, hojeando una pequeña pila de documentos.

—Agentes, les presento al Oficial Foster —dijo Barnes.

El Oficial Foster era un hombre joven, acercándose probablemente a los treinta años de edad. Tenía el cabello cortado casi al rape y lucía un ceño fruncido. Kate podía afirmar que era un oficial bastante serio. No iba a contar chistes para aliviar la tensión y probablemente no se molestaría en conversar para conocer a las agentes sentadas enfrente de él.

A Kate le gustó de inmediato.

—El Oficial Foster ha serivido principalmente como el enlace para este caso desde que recibimos la llamada del Pastor Poulson —explicó Barnes—. Cualquier pieza de información que haya venido hasta aquí ha pasado por sus ojos y oídos, y la ha añadido a los archivos del caso. Cualquier pregunta que tengan, es probable que él pueda responderla.

—Esos son demasiados elogios —dijo Foster—, pero ciertamente me esfuerzo.

—Bueno, ¿qué información tenemos sobre las personas con quienes hablaron los tres integrantes de la familia Fuller, aparte de entre ellos mismos, antes de que sucedieran los asesinatos? —preguntó Kate.

—Alvin Fuller habló con un viejo amigo de la secundaria mientras pagaba en el Citgo de la Autopista 44 —dijo Foster—. Regresaba a casa después del trabajo, paró para comprar cerveza, y así se encontraron. El amigo dice que simplemente charlaron acerca del trabajo y la familia. Cosas muy superficiales, por pura educación. El amigo dijo que Alvin no se veía extraño en modo alguno.

—En cuanto a Wendy Fuller, la última persona en hablar con ella aparte de su família fue un compañero de trabajo. Wendy trabajaba en el pequeño almacén de una empresa de transporte en las afueras del pueblo. El colega mencionado dijo que la última cosa que conversaron fue que a Wendy le preocupaba que Mercy comenzaba a interesarse vivamente en los chicos. Mercy, al parecer, recién se había besado por primera vez y Wendy temía lo que eso podía significar. Pero aparte de eso, las cosas parecían casi lo mismo de siempre.

—¿Y qué hay de Mercy? —preguntó DeMarco.

—La última persona con la que habló fue su mejor amiga, una chica de por aquí llamada Anne Pettus. Hemos hablado con Anne dos veces, para asegurarnos que contara la misma historia. Dijo que la última conversación que tuvieron fue acerca de un muchacho llamado Charlie. De acuerdo a Anne, este chico Charlie no era el novio de Mercy. Anne también nos dijo algo que choca un poco con lo que sus padres podrían haber sabido acerca de ella.

—¿Como una mentira? —preguntó Kate.

—Sí. de acuerdo al compañero de trabajo de Wendy, hablaron acerca de este supuesto primer beso. Pero de acuerdo a Anne Pettus, eso no es cierto. Aparentemente, Mercy tuvo su primer beso hace mucho tiempo.

—¿Era ella promiscua?

—Anne no diría eso. Solo dijo que tenía la certeza de que Mercy había hecho mucho más que darse un beso con un chico.

—Con respecto a su desaparición, ¿adónde apunta la evidencia en este momento? —preguntó Kate— ¿Se la llevaron o se fue porque quiso?

—A menos que ustedes dos encontraran algo nuevo en la casa, no hay evidencia que sugiera que Mercy fuera llevada en contra de su voluntad. En todo caso, tenemos pequeñas evidencias circunstanciales que sugieren que ella pudo haberse ido porque así lo quiso.

—¿Qué clase de evidencia?

—De acuerdo a Anne, Mercy tenía ahorrada una pequeña cantidad de dinero en efectivo. Incluso sabía dónde lo guardaba: en el fondo del cajón de los calcetines. Revisamos y había unos trescientos dólares ocultos allí. Eso de hecho contradice que se hubiera ido por su voluntad porque habría tomado ese dinero, ¿correcto? Sin embargo, la última cosa debitada en la tarjeta de crédito de Mercy fue llenar un tanque de gasolina. Eso fue dos o tres horas antes de que los cuerpos de sus padres fueran hallados. Antes de eso, dos días atrás, ella compró unos cosméticos tamaño viajero en un Target de Harrisonburg: cepillo de dientes, pasta de dientes, desodorante. Tenemos eso en el historial de su tarjeta de crédito al igual que la confirmación de Anne Pettus, que fue de compras con ella ese día.

—¿Llegó a preguntarle a Mercy por qué necesitaba cosméticos tamaño viajero? —preguntó Kate.

—Lo hizo. Mercy dijo que no le quedaba mucho en casa y detestaba sentirse como una niña pidiéndole a sus padres que compraran sus cosas.

—¿Y ningún novio conocido? —preguntó Kate.

—No, de acuerdo a Anne. Y parecía saber casi todo acerca de Mercy.

—Me gustaría hablar con Anne —dijo Kate—. ¿Piensa que ella estaría dispuesta o vamos a ser rechazadas?

—Ella estaría muy dispuesta —dijo Foster.

—Él tiene razón —añadió Barnes—. Ella incluso nos ha llamado varias veces entre una y otra entrevista para ver si tenemos nueva información. Ha sido de mucha ayuda. Igual que su familia, al permitir que hablemos con ella. Si quiere, podemos llamar y arreglar algo.

—Eso sería fantástico —dijo Kate.

—Ella es una chica fuerte —dijo Foster—. Pero entre usted y yo... Creo que ella podría estar ocultando algo. Quizás nada importante. Pienso que ella solo quiere asegurarse de no comunicar nada malo acerca de su mejor amiga.

Eso es incomprensible, pensó Kate.

Pero ella también sabía que el hecho de que fueran las mejores amigas sería una razón más que suficiente para ocultar algo.



***



Los padres de Anne, como era de suponer, le habían permitido quedarse en casa. Cuando Kate y DeMarco llegaron a la residencia Pettus —localizada en un camino muy similar a aquel donde vivían los Fuller— los padres estaban parados en la puerta principal, aguardando. Kate pudo verlos a ambos a través de la puerta vidriada al estacionar el auto en la vía de acceso en U.

El Sr. y la Sra. Pettus salieron a su porche para encontrarse con las agentes. El padre mantenía los brazos cruzados, con una mirada triste en su cara. La madre lucía fatigada, los ojos enrojecidos y la postura encorvada.

Tras unas breves presentaciones, el Sr. y la Sra. Pettus fueron directo al punto. No eran groseros ni insistentes, eran simplemente padres preocupados que no querían hacer pasar a su hija por ningún infierno, sin necesidad.

—Ella parece mejorar cada vez que habla de eso —dijo la Sra. Pettus—. Creo que mientras más tiempo pasa, comienza a comprender que su mejor amiga no está necesariamente muerta. Pienso que mientras más asimila la idea de que solo podría estar desaparecida, ella quiere ser de más ayuda.

—Dicho eso —añadió el Sr. Pettus—, yo apreciaría si ustedes mantienen las preguntas breves y tan esperanzadas como sea posible. No se equivoquen... No interferiremos mientras le hacen preguntas, pero si escuchamos algo que parezca molestarla, su tiempo con nuestra hija se habrá acabado.

—Eso es más que justo —dijo Kate—. Y tiene mi palabra de que pisaremos con cuidado.

El Sr. Pettus asintió y finalmente les abrió la puerta principal. Cuando pasaron hacia adentro, Kate vio a Anne Pettus de inmediato. Estaba sentada en el sofá con sus manos sujetadas entre sus rodillas. Como su madre, lucía cansada y desgastada. Se le ocurrió entonces a Kate que las adolescentes tendían a sentirse fuertemente unidas a sus mejores amigas. Era incapaz de imaginar el tipo de emociones por las que esta joven estaría pasando.

—Anne —dijo la Sra. Pettus—. Estas son las agentes que te dijimos que venían. ¿Todavía te parece bien hablar con ellas?

—Sí, mamá. Estoy bien.

Ambos padres hicieron una pequeña indicación con la cabeza a Kate y DeMarco al tiempo que se sentaban a cada costado de su hija. Kate notó que Anne no comenzó a verse realmente incómoda hasta que sus padres la flanquearon.

—Anne —dijo Kate—, haremos esto rápido. Nos han informado de todo lo que le dijiste a la policía, así que no te pediremos que repitas todas esas cosas de nuevo. Bueno, con una excepción. Me gustaría saber del viaje de compras que tú y Mercy hicieron a Harrisonburg. Mercy compró varias cosas tamaño viajero, ¿correcto?

—Sí. Pensé que era extraño. Ella solo dijo que se le estaban acabando en casa. Pasta de dientes, un pequeño cepillo, desodorante, cosas como esas. Le pregunté porqué las compraba ella y no sus padres pero ella de alguna manera evitó responder.

—¿Sientes que ella era feliz en casa?

—Sí. Pero, es decir… tiene quince. Ama a sus padres pero odia este lugar. Ha estado hablando de mudarse de Deton desde que teníamos diez años.

—¿Alguna idea del porqué? —preguntó DeMarco.

—Es aburrido —dijo Anne. Miró a sus padres como pidiendo perdón—. Es decir, soy un poco mayor que Mercy; tengo dieciséis y una licencia, y ella y yo vamos aquí y allá a veces. De compras. Al cine. Pero tienes que conducir como una hora para hacer algo de eso. Deton está muerto.

—¿Sabes adónde quería mudarse?

—Palm Springs —dijo Anne riendo—. Vio un programa donde la gente asistía a una fiesta en Palm Springs y pensó que era lindo.

— ¿Tenía ella una universidad en particular a la que le hubiera puesto el ojo?

—No lo creo. Quiero decir fue poca la información que nos suministraron en la escuela, pero ella miró con insistencia el material de UVA y Wake Forest. Pero… Sí, no lo sé.

—¿Puedes decirnos algo acerca de Charlie? —preguntó Kate— Vimos su nombre en el diario y sabemos que eran lo suficientemente cercanos como para darse un pequeño beso entre clases. Pero la policía nos contó que tu dijiste que Mercy no tiene novio.

—No lo tiene.

Kate notó de inmediato cómo el tono de Anne cambió un poco con este comentario. Su postura también pareció volverse más rígida. Aparentemente, este era un tema sensitivo. Pero, como ella solo tenía dieciséis y ambos padres estaban sentados al lado de ella, Kate sabía que no podía acusar directamente a la chica de estar mintiendo. Tenía que abordarlo de otra manera. Quizás había unos oscuros secretos con respecto a su amiga de los cuales ella simplemente no quería hablar.

—¿Entonces ella y Charlie son solo amigos? —preguntó Kate.

—Algo así. Es decir pienso que quizás se gustaban entre sí pero no querían salir en una cita, ¿sabe?

—¿Que tú sepas, ella y Charlie hicieron alguna vez algo más que besarse?

—Si lo hicieron, Mercy nunca me dijo. Y ella me lo dice todo.

—¿Sabes si había secretos que le ocultara a sus padres?

De nuevo, Kate notó que la incomodidad asomaba al rostro de Anne. Era algo fugaz y casi imperceptible, pero podía reconocerla al cabo de tantos casos anteriores —particularmente aquellos donde los adolescentes estaban involucrados. Una rápida mirada, revolverse en el asiento, contestar de inmediato sin pensar la respuesta o tomarse demasiado tiempo para producir otra.

—De nuevo, si lo hizo, nunca me dijo.

—¿Qué hay de un trabajo? —preguntó Kate— ¿Estaba Mercy trabajando en algún lado?

—No recientemente. Estuvo trabajando unas diez horas a la semana como tutora de unos niños de la escuela hace unos meses. En álgebra, creo. Pero lo cancelaron porque no había suficientes niños interesados en obtener ayuda.

—¿Ella lo disfrutó? —preguntó DeMarco.

—Supongo que sí.

—¿No hubo historias de horror del sitio donde ejercía la tutoría?

—Nada de eso me dijo.

—Pero te sientes segura de que Mercy te contaba todo acerca de su vida, ¿correcto? —preguntó DeMarco.

Anne pareció incomodarse un poco ante la pregunta. Kate se preguntó si era la primera vez que ella era confrontada de esa manera —cuestionando algo que ella había expresado como verdadero.

—Eso creo —dijo Anne—. Éramos… somos las mejores amigas. Y digo que somos porque ella está todavía viva. Yo lo sé. Porque si ella está muerta…

El comentario flotó en el aire por un momento. Kate pudo ver que la emoción en el semblante de Anne era real. Basándose en su expresión, podía afirmar que la chica empezaría a llorar pronto. Y si llegaba a eso, Kate estaba segura que sus padres les pedirían que se fueran. Eso significaba que no tenían mucho tiempo —y eso significaba que Kate iba a tener que presionar un poco si esperaba conseguir respuestas.

—Anne, queremos llegar al fondo de esto. Y, como tú, estamos trabajando bajo la presunción de que Mercy está todavía viva. Pero, si puedo ser honesta contigo, en los casos de personas desaparecidas el tiempo es el enemigo. Mientras más tiempo pasa, más pequeñas son las posibilidades de averiguar que pasó con ella. Así que, por favor... si hay algo que te haya costado decir a las autoridades locales de Deton, es importante que nos lo digas. Yo sé que en un pueblo así de pequeño, te preocupa lo que los demás pensarán y...

—Creo que es suficiente —dijo el Sr. Pettus. Se puso de pie y caminó hacia la puerta —No aprecio que esté insinuando que nuestra hija haya estado ocultando algo. Y puede mirarla y decir que ella comienza a molestarse.

—Sr. Pettus —dijo DeMarco—. Si Anne está...

—Hemos sido más que comprensivos dejando que hable con las autoridades, pero hasta aquí llegamos. Ahora, por favor… márchense.

Kate y DeMarco intercambiaron miradas de derrota mientras se incorporaban. Kate dio tres pasos hacia la puerta antes de ser detenida por la voz de Anne.

—No… esperen.

Los cuatro adultos se giraron hacia Anne. Las lágrimas rodaban por sus mejillas y había una cierta gravedad en sus ojos. Miró a sus padres por un instante y luego apartó con rapidez la vista, como si estuviera avergonzada.

—¿Qué pasa? —preguntó la Sra. Pettus a su hija.

—Mercy tiene un novio. Algo así. Pero no es Charlie. Es este otro chico... y ella nunca se lo dijo a nadie porque si sus padres se enteraran, se habrían vuelto como locos.

—¿Cómo así? —preguntó Kate.

—Es este chico que vive cerca de Deerfield. Es mayor que ella… tiene diecisiete.

—¿Y estaban saliendo en citas? —preguntó DeMarco.

—No creo que fueran citas. Solo se veían. Pero cuando se juntaron, creo… Bueno, creo que solo fue algo físico. A Mercy le gustaba porque era un chico mayor que estaba prestándole atención, ¿entienden?

—¿Y por qué no lo iban a aprobar sus padres? —preguntó Kate.

—Bueno, primero por la edad. Mercy tiene quince y este chico tiene casi dieciocho. Pero está también su reputación. Abandonó la secundaria, anda con gente poco recomendable.

—¿Sabes si la relación fue sexual? —preguntó Kate.

—Ella nunca me dijo. Pero creo que eso pudo haber sido porque siempre que bromeaba con ella al respecto, se quedaba callada.

—Anne —dijo el Sr. Pettus—, ¿por qué no le dijiste a la policía?

—Porque no quería que la gente pensara mal de Mercy. Ella es… ella es mi mejor amiga. Ella es gentil y amable… este tipo es basura. No comprendo por qué le gusta.

—¿Cuál es su nombre? —preguntó Kate.

—Jeremy Branch.

—Dices que dejó la escuela. ¿Sabes en qué trabaja?

—En nada no creo. Trabaja con árboles aquí y allá, cortando ramas y ayudando a los madereros. Pero de acuerdo a Mercy, simplemente se sienta junto a la casa de su hermano mayor y bebe la mayor parte del día. Y no estoy segura, pero creo que vende drogas.

Kate casi lo sentía por Anne. Las miradas en los rostros de sus padres dejaban en claro que tendrían una seria conversación con ella, una vez que Kate y DeMarco se marcharan. Sabiendo esto, Kate caminó hacia Anne y tomó asiento en el mismo lugar que el padre había ocupado solo un minuto antes.

—Sé que fue duro para ti —dijo Kate—. Pero hiciste lo correcto. Nos has dado una pista y ahora quizás lleguemos al fondo de todo. Gracias, Anne.

Dicho eso, hizo una inclinación de cabeza a los padres de Anne y salió. En el camino hacia el auto, DeMarco sacó su teléfono. —¿Sabes dónde está Deerfield? —preguntó.

—Como a veinte minutos, internándose en los bosques —dijo Kate—. Si pensabas que Deton era pequeño, no has visto nada.

—Llamaré al Sheriff Barnes y veré si puede conseguir la dirección.

Estaba haciendo exactamente eso al tiempo que se subían al auto. Kate se sintió de repente llena de energía. Tenían una pista, el apoyo de la policía local, y casi todo un día por delante. Al arrancar, no pudo dejar de sentirse esperanzada.




CAPÍTULO CUATRO


Aunque DeMarco había recibido una dirección muy precisa de parte de Barnes, Kate no pudo evitar preguntarse si Barnes no se había equivocado, o si algo se habia se había quedado sin ser transmitido en la comunicación. Vio la dirección cinco minutos después de pasar por los límites del pueblo de Deerfield, pintada de mala manera con letras negras en el costado de un sucio buzón. Pero, como casi todo lo demás en Deerfield, Virginia, más allá del buzón todo era bosque y campo abierto.

Como a medio metro del buzón, vio el trazado de lo que presumió era una vía de acceso. La maleza había crecido a lo largo del costado, ocultando la mayor parte de la entrada. Ingresó a la vía y se encontró con que era un estrecho camino de tierra que conducía a un espacio abierto, más ancho, varios metros más adelante. Supuso que lo que estaba mirando era un gran patio al frente que no había visto una cortadora de césped en mucho tiempo. Había tres autos, dos de los cuáles lucían como chatarra, estacionados en el patio. Se hallaban colocados a lo largo de una franja de tierra que venía siendo el final de la vía de acceso.

A unos metros de los autos, no muy lejos de los árboles que pertenecían al bosque que se extendía más allá, había un enorme tráiler. Era del tipo que estaba decorado como una casa en su parte externa y, que de haber estado bien cuidado se vería como un lugar más bien bonito. Pero el porche principal se veía ligeramente inclinado, y uno de los soportes se había caído por completo. Faltaba también el canalón en uno de los lados de la casa y, por supuesto, estaba el patio lleno de maleza.

Kate y DeMarco aparcaron junto a la chatarra y lentamente se aproximaron a la casa. El césped, que mayormente era maleza, llegaba hasta las rodillas de Kate.

—Me siento como en un safari —dijo DeMarco—. ¿Tienes un machete?

Kate rió suavemente, con los ojos puestos en la puerta principal. Entre los.estereotipos y la información de Anne Pettus sentía que sabía lo que encontrarían adentro: Jeremy Branch y su hermano mayor, sentados sin hacer nada. El lugar olería a tierra, basura, y puede que incluso a marihuana. Habría botellas de cerveza regadas por entre los muebles baratos, que estarían apuntando a un relativamente bonito aparato de televisión. Ella había visto este decorado en incontables ocasiones, cuando se trataba de jóvenes vividores pertenecientes a las zonas rurales.

Avanzaron hasta el porche y Kate tocó la puerta. Podía oír el murmullo de la música que provenía de adentro, algo metálico pero con un volumen bajo. Escuchó también los pesados pasos aproximándose a la puerta. Al abrirse unos segundos después, fue saludada por un hombre de aspecto juvenil que tenía puesta una camiseta sin mangas y un short kaki. Una barba incipiente sombreaba su rostro. Todo su brazo izquierdo estaba tatuado y ambas orejas estaban horadadas.

En principio sonrió al ver a las dos mujeres en su porche, pero luego pareció comprender lo que eran en realidad. No eran solo dos mujeres, eran dos mujeres vestidas de manera profesional con una mirada seria en sus caras.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó.

DeMarco mostró su placa, dando un paso hacia la puerta. —Agentes DeMarco y Wise —dijo—. Esperábamos poder hablar con Jeremy Branch.

El joven pareció sinceramente confundido y algo temeroso. Se apartó un poco de la puerta, mirando a una y otra con cautela. —Ese... Bueno, ese soy yo. Pero, ¿para qué me necesitan?

—Suponemos que ya ha escuchado las noticias acerca de una chica de Deton —dijo Kate—. Una chica de nombre Mercy Fuller.

La mirada en su rostro le dijo a Kate todo lo que necesitaba saber. Sin decir palabra, Jeremy no hizo sino confirmar que conocía a Mercy. Asintió y luego miró hacia el interior del tráiler, quizás buscando la ayuda de su hermano mayor.

—¿Puede confirmarme eso? —preguntó Kate.

—Sí, lo escuché. Ella desapareció. Sus padres fueron asesinados, ¿correcto?

—Correcto. Sr. Branch, ¿podemos por favor entrar y hablar un momento?

—Bueno, esta no es mi casa. Pertenece a mi hermano. Y no sé si él...

—No sé si sabe cómo funciona esto —dijo Kate—. Nos gustaría pasar y charlar. Lo podemos hacer aquí o, basándonos en lo que hemos oído de usted, podemos hacerlo en la estación de policía de Deton. Usted decide.

—Oh —dijo. El muchacho se vio absolutamente arrinconado, como un animal que frente a la amenaza busca una salida—. Bueno, entonces, supongo que puedo...

Entonces se interrumpió tirándoles la puerta en sus caras. Luego del tremendo golpe de esta acción inesperada, Kate pudo escuchar rápidas pisadas en la casa.

—Está huyendo —dijo Kate.

Pero antes de que pudiera abrir la puerta de nuevo, DeMarco ya estaba saltando del porche para dirigirse a la parte trasera del tráiler. Kate sacó su arma, empujó la puerta para abrirla, y pasó adentro.

Escuchó otras pisadas en el interior del tráiler, más allá, y luego el sonido de otra puerta abriéndose. Una puerta trasera, pensó Kate. Esperemos que DeMarco lo detenga.

Kate corrió por la casa, encontrando que sus presunciones eran correctas. Había un tenue aroma a hierba, mezclado con el olor de la cerveza derramada. Después de pasar corriendo por la cocina, entró a un pasillo que conducía a dos dormitorios. Allí, al final del corredor, una puerta trasera estaba todavía girando sobre sus goznes luego que alguien acabara de salir corriendo por ella. Ella aceleró hacia la puerta y la abrió del todo, lista para atacar de ser necesario. Pero ella había visto el miedo en los ojos de Jeremy. Él no iba a atacar en modo alguno, su única intención era dejarlas atrás. Y si lograba llegar al bosque que estaba a no más de cinco metros de distancia de la puerta trasera, bien podría ser capaz de hacerlo.

Lo vio, yendo como centella hacia los árboles, pero también vio a DeMarco. Ella se estaba acercando desde el costado izquierdo de la casa. No se había molestado en sacar su arma ni le gritaba a Jeremy que se detuviera. Kate estaba asombrada por lo rápida que era su pareja; iba disparada tras Jeremy a una velocidad que fácilmente superaba a la del adolescente.

Lo atrapó justo cuando Jeremy había alcanzado los primeros árboles que conducían al interior del bosque. DeMarco estiró la mano, lo sujetó por el hombro y lo hizo girar para que le diera la cara. Al hacerlo, terminó girando en redondo antes de perder el equilibrio y caer en el suelo.

Kate dio varios pasos apresurados y se unió a DeMarco, ayudándola a esposar a Jeremy Branch.

—Al correr —dijo Kate—, nos haces pensar que tienes algo que esconder. Y has hecho más fácil nuestra elección. Hablaremos contigo en la estación.

Jeremy Branch no tuvo nada que decir. Jadeaba con fuerza mientras DeMarco se esforzaba en ponerlo de pie con las manos esposadas a la espalda. Se veía confundido y algo atontado mientras lo lllevaban al auto. Y cuando miró de manera nerviosa hacia el tráiler, Kate tuvo la seguridad de que hallaría evidencia sospechosa para poner en aprietos a Jeremy y a su hermano, incluso apartando lo de la desaparición de Mercy Fuller.



***



El registro de la casa no tomó mucho tiempo. Mientras DeMarco permanecía afuera, Kate recorrió el lugar y en quince minutos, encontró más que suficiente para poner en aprietos a los hermanos Branch.

Doscientos gramos de cocaína fueron hallados en uno de los dormitorios, junto con media docena de pastillas de ecstasy. En el otro cuarto, había varias bolsas plásticas con hierba, otra docena de pastillas de ecstasy, y unos frascos de medicamentos para el dolor que requerían prescripción. Lo más interesante fue cuando Kate encontró un pequeño cuaderno negro debajo de la cama de la segunda habitación. Lucía como una especie de cuaderno de cuentas, donde se registraba quién debía dinero y por qué.

También supuso que el primer dormitorio que había registrado era el de Jeremy Branch. Sabía esto debido a una foto más bien provocativa que estaba junto a su cama, que los mostraba a él y a Mercy Fuller, casi desvestidos. Pero no pudo hallar diarios, ni portátil, nada que pudiera darle pistas de su participación en la desaparición de ella o en la muerte de los padres.

Encontró una cosa destacable, sin embargo. Algo que contestaba al menos una pregunta. En el pequeño baño junto al cuarto de Jeremy, Kate halló una pasta de dientes nueva tamaño viajero, desodorante femenino y un cepillo dental nuevo en miniatura. Aparentemente, Mercy había comprado esas cosas para tenerlas aquí, tratando de cubrir cualquier traza de contacto íntimo con un muchacho antes de ir a casa.

Salió, vadeando el césped crecido para llegar al auto. —Todas las cosas tamaño viajero están en el baño de Jeremy. Aparentemente, Mercy las mantenía todas aquí.

—Eso es… lindo, supongo.

—O un poco obsesivo —sugirió Kate mientras se ponía tras el volante—. Además, ahora conocemos una de las razones por las que corrió.

Desde el asiento trasero, Jeremy habló. En su voz había pánico y temblaba de miedo. —Todo eso es de mi hermano.

—¿Así que él guardaba algo de eso en tu cuarto?

—Sí, él lo vende y... y...

—Ahorra tu energía para la estación —dijo Kate—. A decir verdad, las drogas son secundarias en este momento.

—No tengo nada que ver con Mercy o sus padres —dijo—. Lo juro.

—Espero que no —dijo Kate mientras el auto comenzaba a avanzar—. Pero supongo que tendremos que esperar y ver.




CAPÍTULO CINCO


Esta vez, cuando entraron a la Estación Policial de Deton, el enorme escritorio al frente de la estancia estaba ocupado por una mujer que se veía como si hubiera sido sembrada allí y nunca se hubiera ido. Mínimo tenía sesenta años y cuando miró a Kate, DeMarco, y Jeremy Branch, les brindó una sonrisa muy bien ensayada. Cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando, sin embargo, la sonrisa se desvaneció y se condujo con aire profesional.

—¿Son ustedes las agentes? —preguntó.

—Sí, señora —dijo DeMarco—. ¿Dónde podemos poner al Sr. Branch?

—En la sala de interrogación por ahora. Llamaré al sheriff y le informaré que están aquí. Síganme.

La mujer las condujo a través de la estancia, por el mismo corredor por donde las había llevado Barnes más temprano. Abrió la puerta de la.segunda habitación a la derecha. Se veía casi igual a aquella donde habían conocido al Oficial Foster ese mismo día. Había un viejo y desvencijado escritorio con una silla colocada a cada lado.

—Siéntate —dijo DeMarco, dándole a Jeremy un ligero empujón en dirección a la mesa.

Jeremy hizo lo que le pidieron, sin resistirse. Una vez que se hubo sentado, puso sus manos esposadas delante de él, y las contempló.

—¿Cómo era la relación entre tú y Mercy Fuller? —preguntó Kate.

—Apenas la conocía.

—Vi una foto en tu cuarto que dice otra cosa.

—¿Qué dirían si les digo que ella era… Bueno, así de amistosa con la mayoría de los chicos?

—Diría que es una acusación bastante atrevida en contra de alguien. Especialmente en un pueblo como este, y acerca de una chica que acaba de perder a sus padres.

Jeremy suspiró y se encogió de hombros. Su desenfado estaba exasperando a Kate, pero esta se esforzó en seguir actuando de manera profesional.

—Se los dije… No sé nada de esa familia.

—Estás mintiendo —dijo Kate—. Y esta es la situación. Puedes continuar mintiendo, pero este es un pueblo pequeño, chico, y puedo descubrir tu mentira con bastante facilidad. Y si descubro que me estás mintiendo, entonces comenzaremos a indagar en lo de las drogas. Quizás encontremos a algunas de las personas que tu no tan brillante hermano ha anotado en ese cuaderno negro que está debajo de su cama. Quizás les digamos que nos contaste dónde hallar el cuaderno.

Los ojos de Jeremy se abrieron más ante este pensamientos y comenzó a revolverse en su asiento. Kate también se preguntó si había una carta que jugar con respecto al hermano mayor. Se preguntó cuál de los dos se quebraría primero bajo la presión.

Pero aparentemente, no tendría que irse por esa ruta. Prácticamente pudo anticipar el momento en el que Jeremy Branch decidió que su propia conservación era lo más importante.

—Bien, la conozco. Pero no estábamos saliendo en citas ni nada de eso. Solo nos juntábamos de vez e cuando.

—¿Entonces era una relación de tipo sexual?

—Sí. Y eso era todo lo que era.

—¿No te importaba que tuviera quince?

—En cierto modo. Suponía que rompería con ella en cuanto yo cumpliera los dieciocho. Así no me metería en problemas, ¿entiende?

—¿Cuándo fue la última vez que la viste? —preguntó DeMarco.

—Hace como una semana.

—¿Vino ella a tu casa?

—Sí. Teníamos una especie de consigna. Cuando ella quería venir, me mandaba un texto y yo la recogía en Waterlick Road. Ella le decía a su familia que iba a casa de una amiga y yo la recogía e íbamos a mi casa.

—¿Desde hace cuánto está pasando esto? —preguntó Kate.

—Cuatro o cinco meses. Pero miren, se que suena sucio o algo así, pero en realidad no la.conozco bien. Solo era sexo. Eso era todo. Era su primera... y ella tenía cierta curiosidad, ¿entienden? No era una loca por el sexo ni nada de eso, pero nos vimos muchas veces.

—Creo que dijiste que ella era amigable con la mayoría de los chicos —dijo DeMarco.

Su única respuesta a esta aparente mentira en su intento de salvarse fue encogerse de hombros.

—¿Qué hay de sus padres? —preguntó Kate— ¿Qué nos puedes decir acerca de ellos?

—Nada. Sé quién era su papá, ¿entienden? Quiero decir es un pueblo pequeño. De alguna manera conoces a todo el mundo. Además, ella siempre solía bromear con que si su papá averiguaba que estábamos echando un... teniendo sexo —dijo, aparentemente por no parecerle apropiado usar otra terminología delante de dos mujeres agentes—, él me mataría.

—¿Y tú le creías?

—No lo sé. Pero supongo que sí. A un chico nunca le gusta pensar que el padre de la chica con la que está durmiendo se enterará. Yo no sabía qué pensar de sus padres. Quiero decir que ella los odiaba. Como que los despreciaba, ¿entienden?

—¿Era así?

—Basado en la manera cómo hablaba de ellos, sí, eso creo. Si puedo...

Se detuvo allí y pareció pensar en algo por un minuto. Miró entonces a Kate y DeMarco como si estuviera determinando hasta dónde podía llegar.

—¿Qué pasa? —preguntó Kate.

—Miren. Sí, es una vergüenza que hayamos dormido juntos unas veinte veces y yo no la conozca bien. Pero siempre pensé que era algo extraño que hablara así de sus padres.

—¿Como qué?

Antes de que pudiera responder, tocaron la puerta. El Sheriff Barnes la abrió y asomó su cabeza. Hubo un rápido intercambio de miradas entre Barnes y Jeremy, lo que hizo pensar a Kate que probablemente esta no era la primera vez que Jeremy pasaba tiempo en esta habitación.

—¿Jeremy Branch? —preguntó— ¿Qué diablos.está haciendo aquí?

—¿Quieres decirle o lo hacemos nosotras? —preguntó DeMarco. Le dio a Jeremy unos segundos y como no rompió a hablar, se lo contó rápidamente a Barnes— Dormía con Mercy Fuller… hasta la semana pasada. Nos estaba diciendo lo extraño que le parecía que Mercy hablara de manera negativa de sus padres. Que los odiaba.

—¿Durmiendo con ella? —preguntó Barnes— Diablos, hijo… ¿qué edad tienes?

—Diecisiete. No cumplo dieciocho hasta el otro mes.

—Continúa —dijo Kate, trayéndolo de nuevo al punto—, cuéntanos qué tipo de cosas decía Mercy acerca de sus padres.

—Solo cómo ellos no la dejaban hacer nada. Cómo no confiaban en ella. Creo que tenía mala entraña con su madre porque al menos dos o tres veces dijo algo como ‘quiero matar a esa perra’. Odiaba a su mamá.

—¿Alguna vez habló de la relación entre sus padres? —preguntó Kate.

—No. Raramente hablaba de ellos. Se desahogaba por un rato, se volvía un poco loca, y entonces ahí era cuando solíamos tener sexo. Yo… No lo sé. Nunca pensé que en realidad lo haría.

—¿Hacer qué? —preguntó Barnes.

Jeremy los miró como si no hubiesen entendido. —¿En serio? Miren... como dije. Ella parece como inocente, aparte de ser una especie de ninfa, pero si buscan al asesino de sus padres... búsquenla a ella. Les garantizo que Mercy asesinó a sus padres y luego se largó del pueblo.




CAPÍTULO SEIS


Hasta el momento, nadie había tomado asiento al otro lado del escritorio. Kate, DeMarco, y Barnes estaban todavía de pie. Pero cuando Jeremy hizo tan grave declaración, el Sheriff Barnes caminó lentamente hasta la silla y se sentó al frente del muchacho. Había una mezcla de furia y tristeza en sus ojos al apuntar con un dedo acusador a la cara de Jeremy

—He sido sheriff en este pueblo por dieciséis años. Conocí a Wendy y Alvin Fuller bastante bien. Y hasta donde sé, Mercy Fuller era una joven correcta. Ciertamente no una basura problemática como tú. Así que si te vas a sentar aquí y lanzar tal acusación, te sugiero que tengas una buena historia para respaldarla.

Jeremy asintió, bastante asustado ahora. —La tengo.

Barnes cruzó sus brazos, se recostó en la silla, y miró con desdén a Jeremy. Cuando este comenzó a hablar, sus ojos no se despegaron de Barnes. Si Kate tuviera que hacer una conjetura, diría que a él le preocupaba que Barnes se lanzara de un momento a otro sobre él para estrangularlo.

—Habíamos estado retozando por tres o cuatro semanas la primera vez que mencionó lo de escapar de su casa. Me preguntó si me quería ir con ella. Dijo que quería ir a algún lugar de Carolina del Norte o algo así. Me burlé de ella porque no le veía la gracia a lo de mudarse al estado de al lado, ¿saben? Además, no me gustaba ella siendo así. Mi hermano bromeaba conmigo sobre que una chica se obsesiona con el primer chico con el que duerme. Supongo que así fue. En todo caso, no había forma de que yo me fugara con ella. Pero la manera cómo hablaba de eso, podías afirmar que de hecho lo pensó.

—¿Crees que quería escapar solo por lo mucho que detestaba a sus padres? —preguntó Kate.

—Eso supongo. Quiero decir es la única razón en la que podría pensar que haría que ella quisiera dejar su casa. Quiero decir… mis padres son unos imbéciles, también. Pero yo no me escapé ni nada de eso.

—No —dijo Barnes—. Solo te mudaste tres kilómetros más allá al tráiler de tu hermano. Quizás Mercy no tenía una opción como esa.

—Aún así —dijo Kate, asegurándose de que Barnes no se saliera el tema—, ¿estás seguro de que ella hablaba en serio cuando hablaba de escapar? ¿No simplemente llenar tu cabeza de fantasías para que permanecieras con ella?

—No. Pero vivía diciendo que su madre se volvería loca tratando de encontrarla, no porque en verdad quisiera encontrarla sino porque sentiría que Mercy le había ganado una al escapar.

—¿Sabes si había algún abuso en su casa? —preguntó DeMarco.

—No lo creo. No recientemente, en todo caso. Ella me contó una vez acerca de cómo su madre la arrastró y le pegó en la cara cuando tenía once o doce.

—¿Y juras que ella en realidad llegó a decir que iba a asesinarlos? —preguntó Kate.

—Unas pocas veces, lo hizo. Decía 'no puedo esperar a matarlos'. Y entonces hablaba de cómo lo haría con un cuchillo o una pistola. Realmente le gustaba hablar de eso. Pero yo le decía que se callara. Cuando Mercy y yo nos juntábamos, era solo por el sexo. Y yo no quería escuchar lo que pensaba acerca de asesinar a sus padres antes de que lo hiciéramos, ¿entienden?

Kate sopesó todo una vez Jeremy dejó de hablar y miró a los tres. Había mentido al decir que Mercy era promiscua. Kate se preguntó si todo lo demás era también una mentira.

Se inclinó hacia el Sheriff Barnes que estaba todavía sentado y susurró en su oído: —¿Podemos hablar afuera por un momento?

Él asintió y se levantó, casi teniendo que despegar sus ojos de Jeremy. No se limitó salir caminando de la habitación, sino que con sus gestos hizo evidente su furia. Antes de intercambiar palabras con Kate o DeMarco que le siguieron, fue derecho a su oficina. Sostuvo la puerta abierta para que ellas pasaran y luego la cerró.

Entonces, dijo: —Mierda.

—¿Piensa que está diciendo la verdad? —preguntó Kate.

—Creo que hay suficientes detalles verdaderos en su historia para hacerla creíble. Esa pequeña historia acerca de Wendy Fuller golpeando a Mercy… realmente sucedió. Mercy llamó a la policía. No estaba triste cuando lo hizo. Fue hace como cinco años, pero lo recuerdo bien. Buscaba una retaliación. Quería asegurarse que su madre se viera metida en un problema. Pero al final, solo se requirió que nos sentáramos con la familia y todo terminó bien. Wendy tenía un problema con la bebida en ese entonces. Hasta donde sé, ha estado sobria en los últimos dos años. En cuanto a este asunto de que Mercy odia con ganas a sus padres… simplemente no lo sé con certeza.

—Todo lo que está diciendo es exactamente lo opuesto que dijo Anne Pettus. Ella dijo que Mercy amaba a sus padres… que se llevaban muy bien.

—Aquí es donde me atasco —dijo Barnes—. Jeremy Branch y su hermano mayor no son más que unos problemáticos. He arrestado a su hermano dos veces por posesión de drogas y una vez por conducta lasciva en la parte trasera de su camioneta en un camino secundario. En cuanto a Jeremy, lo he tenido aquí solo una vez, por hurto. Pero siempre supuse que sería cuestión de tiempo que se volviera un asiduo visitante.

—¿Tendría él alguna necesidad de mentir al decir que Mercy es potencialmente la asesina? —preguntó DeMarco.

—Simplemente no lo sé. Pero… tiene bastante sentido, ¿correcto? La chica se harta de sus padres, los asesina, y luego escapa.

Kate asintió. Recordó su propio escenario imaginado con Mercy aproximándose a sus desprevenidos padres y matando a ambos antes de que el segundo en ser asesinado tuviera certeza de lo que estaba sucediendo.

—¿Cuánto tiempo tiene Jeremy viviendo con su hermano? —preguntó Kate.

—No lo sé. Como un año. Antes de eso, sin embargo, vivía de manera intermitente con él. Randy Branch, un inútil de veinticinco años. Sus padres se divorciaron hace como diez años. Randy se consiguió su propia casa en cuanto pudo, ese miserable doble tráiler en el límite del bosque. Por un tiempo, creo que Jeremy vivía alternativamente con uno de sus padres, pero luego su madre se mudó donde su familia en Alabama. Después de eso, creo que su padre dejó en cierto modo de cuidarlo.

—¿Pero vive por aquí?

—Sí, en Waterlick Road.

—¿Sabe si Jeremy se queda con él?

—No personalmente. Escucho rumores, sin embargo. Y uno de esos rumores es que Randy organiza estas fiestas picantes. Orgías, supongo, no lo sé. Y él no permite que Jeremy se quede. Así que por lo que he escuchado, en los fines de semana que tiene estas fiestas, Jeremy se queda con su viejo. Hizo una pausa, y casi con escepticismo añadió: —¿Están pensando que fue Mercy?

—¿Lo piensa usted?

Él se encogió de hombros. —No quiero creerlo, pero está empezando a verse así. Si soy honesto, es una conclusión que comencé a considerar incluso antes de que ustedes se presentaran.

—Retengamos a Jeremy un rato más —dijo Kate—. Mientras, ¿podría hacer que alguien busque la dirección y la información de contacto del padre de Jeremy?

—Sí, pondré a Foster en eso —dijo, alcanzando su teléfono—. Estará encantado de poder añadir un poco más de información a los archivos del caso.

Kate y DeMarco salieron de la oficina, regresando a la estancia principal de la estación. Hablando en voz baja, preguntó a DeMarco: —¿Crees que Jeremy Branch está diciendo la verdad?

—Simplemente no lo sé. Su historia ciertamente suma y conecta muchos puntos. Pero también sé que con todas las drogas halladas en esa casa, tiene todos los motivos del mundo para cubrir su trasero y desviar la atención lejos de él.

—No puedo dejar de preguntarme si él mismo tiene que ver con las muertes —dijo DeMarco—. Un chico mayor, que quiere tener a una chica más joven bajo control. Si ella verdaderamente odiaba a sus padres y él estaba suficientemente loco, ¿no sería un sospechoso?

Era una línea de pensamiento muy prometedora, una que Kate había considerado. No la había descartado, esperando que una visita a la casa del padre de Jeremy les brindaría más información.

—¿Agentes?

Ambas se giraron para ver a Barnes saliendo de su oficina. Le entregó a Kate una tira de papel y asintió. —Esa es la dirección de Floyd Branch. Una advertencia… él puede portarse algo grosero. Placas y todo lo demás le importan muy poco.

—Es la mitad del día —dijo Kate—. ¿Está seguro de que estará en casa?

—Sí. Trabaja con motores pequeños y cosas como esas en su garaje —Barnes miró su reloj y sonrió—. Son alrededor de las tres treinta, así que apuesto lo que sea que ya ha comenzado a beber. Si fuera ustedes, me dirigiría ahora mismo... antes de que se emborrache. ¿Quieren respaldo? Él es un rústico. No sé de que otra manera explicarlo. Va a ver a dos mujeres que no conoce y no las va a tomar en serio.

—Suena encantador —dijo Kate—. Seguro. Venga con nosotros, Sheriff. Mientras más, mejor.

Honestamente no creía en ese pequeño detalle pero conocía a la clase de hombre que Barnes estaba describiendo. Había visto muchos así en el Sur sobre todo. Había zonas rurales donde los hombres nada sabían del mundo, no solo le faltaban el respeto a las mujeres sino que eran incapaces de verlas como sus iguales… aun cuando cargaran una placa y un arma.

Dejaron juntos la estación, dirigiéndose al auto rentado del Buró que DeMarco había traido desde Washington. Vaya, eso fue apenas esta mañana, pensó.

Le hizo pensar en Allen y en los planes que había tratado de hacer para ambos —una rápida escapada a las montañas para beber vino, dormir y hacer otras cosas en la cama que no eran exactamente dormir .

Y al tiempo que le entristecía perderse aquello, estaba dispuesta a admitir que igualmente estaba excitada en ese momento, con un caso desplegándose delante de ella. Todavía tenía trabajo que hacer para mantener el apropiado balance entre su vida personal y su peculiar horario con el Buró, pero por ahora, sentía que estaba exactamente donde necesitaba estar.




CAPÍTULO SIETE


La propiedad d Floyd Branch era la materialización de todos los estereotipos sureños. Mientras DeMarco ingresaba con el auto a la vía de acceso ligeramente cubierta de gravilla, las letras de una docena de canciones country se presentaron bajo la forma del tráiler de Floyd Branch, el patio, y el resto de sus posesiones.

El césped estaba solo ligeramente mejor que el que habían visto en la morada de Jeremy. Porciones de césped alrededor del tráiler, al menos, habían sido cortadas con la máquina, y había espacios secos aquí y allá. La cortadora misma —vieja y con la cubierta oxidada, estaba aparcada directamente al lado de un cobertizo en la parte trasera de la casa. Dos chatarras de camiones —a uno le faltaba toda la parte de atrás— descansaban sobre b!oques de concreto junto a él. Al lado del cobertizo habia un perrera de aspecto endeble, hecha principalmente de tablones de madera, unos postes de metal, y lo que parecía alambre de gallinero. En cuanto DeMarco estacionó el auto y se bajaron todos, dos pit bulls dentro de la perrera comenzaron a hacer ruidos temibles, algo entre un ladrido y un rugido.

Kate, DeMarco, y Barnes solo se habían alejado unos pasos del auto antes de que un hombre de mediana edad y de aspecto demacrado saliera del cobertizo. Traía una escoba, mirando molesto hacia el cobertizo y regañando a los.perrros. Vio entonces que tenía visitantes. Su ira se aplacó y tiró la escoba en el cobertizo como si le causara embarazo.

—Hola, Sheriff.

—Floyd, hola. ¿Cómo te va?

—Bien, eso supongo. Trabajo en un viejo motor de motocicleta para la familia Wells. La moto es de la prehistoria. Me parece un desperdicio, pero él ya pagó, así que...

Hizo una pausa, absorto en examinar a las dos mujeres que estaban a cada lado de Barnes. Se veía tan agitado como ligeramente excitado. No porque hubiera mujeres en su propiedad, sino porque era algo inesperado —algo nuevo y fuera de lo ordinario.

—Floyd, estas dos damas son del FBI. Les gustaría hacerte unas preguntas.

—¿FBI? ¿Para qué diablos? Yo no he hecho nada.

—Oh, no espero que hayas hecho algo —dijo Barnes—. Pero dime, Floyd: ¿cuándo fue la última vez que hablaste con Jeremy?

—Ah, diablos, ¿qué hizo?

—No lo sabemos aún —dijo Kate—. Quizás nada. Hemos venido a asegurarnos.

—Ha estado involucrado con Mercy Fuller —explicó Barnes—, la hija de Alvin y Wendy. Lo tenemos en la estación para interrogarlo. Pensé que deberías saber eso.

—¿Qué? Maldición, Sheriff —Floyd se encogió de hombros y sacudió la cabeza—. No me sorprende de todos modos. Ese muchacho nunca me dice nada. Probablemente ya son tres semanas desde que lo vi. Se quedó unas noches mientras Randy atendía sus asuntos. Pero estoy casi seguro de que vino un rato hace unas noches cuando yo estaba afuera en el bar. Dejó encendida la luz en su cuarto. Él viene acá a veces a ver películas. Porno, principalmente, eso creo. Un poco raro.

—¿Y nunca mencionó a Mercy Wheeler? —preguntó Kate.

—No. Diablos, casi ni habla. De fútbol, algo. Cómo los Redskins van a cagarla. Preguntó por su mamá pero yo no tenía ganas de tener esa conversación, ¿entienden? —hizo una pausa, como si de repente hubiera tenido un pensamiento— Diablos. ¿Los Fuller? Escuché lo que les pasó. ¿Mataron a Mercy, también?

—No —dijo Barnes—. De hecho, está desaparecida.

—hablamos con Jeremy acerca de su relación con ella —dijo Kate—. Nos contó que a Mercy no le gustaban sus padres y estaba sugiriendo que Mercy tenía algo que ver con sus asesinatos.

—No sé por qué mentiría acerca de eso —dijo Floyd. No parecía ofendido ante la acusación que estaban haciendo. De hecho, parecía más bien indiferente a toda la situación, como si no le importara para nada—. ¿Tuvieron citas?

—Jeremy dice que era solo una relación física —dijo DeMarco—. Pero también dijo que ella le hacía confidencias, contándole que odiaba a sus padres. Cómo quería asesinarlos.

—Perdónenme si hago una pregunta tonta —dijo Floyd—, pero, ¿por qué están aquí? Diablos, Sheriff Barnes… usted probablemente conoce mejor a Jeremy que yo.

—¿Tiene él un cuarto aquí? —preguntó Kate.

—Sí. El último al final del corredor.

—¿Nos permitiría echar un vistazo?

Floyd vaciló, sin saber qué responder. Miró a Barnes, como si buscara apoyo o ayuda de algún tipo.

—¿Tienes algo en ese tráiler que yo no aprobaría, Floyd? —preguntó Barnes.

En lugar de dar una respuesta directa, Floyd preguntó: —Solo el cuarto de Jeremy. ¿Correcto?

—Por ahora —dijo Barnes con algo de escepticismo—. Gracias, Floyd.

Barnes escoltó a Kate y DeMarco hasta el tráiler. Mientras caminaban hacia el desvencijado porche, Kate miró a Floyd Branch. Iba caminando de regreso a su cobertizo, aparentemente sin estar afectado por la conversación.

—No resultó tan malo como usted nos advirtió —dijo Kate.

—Aparentemente hoy empezará a beber más tarde.

Caminaron al interior del tráiler y Kate se sorprendió con lo que vio. Había estado esperando que estuviera en un estado de abandono y desorden. Pero Floyd aparentemente poseía muy poco, incluyendo lo que podría estar en desorden. El lugar estaba razonablemente limpio, aunque tenía la misma clase de tufo que Kate había percibido antes en el tráiler de su hijo: cerveza añeja y algo ligeramente cáustico que era probablemente el humo generado por la hierba al fumarla.

El pasillo era estrecho y conducía a solo tres habitaciones: un dormitorio, un baño, y un dormitorio más pequeño cerca de la parte trasera. Kate y DeMarco entraron al cuarto de Jeremy mientras Barnes se quedaba afuera.

—Estoy aquí para cualquier cosa que necesiten —dijo—. Pero apenas hay espacio para dos allí adentro, mucho menos para tres.

Tenía razón. La habitación era muy pequeña, ocupada en su mayor parte por un colchón individual que estaba en el suelo y un viejo escritorio con pilas de DVDs y CDs sobre él. Un pequeño televisor y un polvoriento reproductor de DVD se hallaba en el suelo al pie del colchón, con los cables y las conexiones serpenteando por el piso. Un teléfono celular se encontraba encima del televisor, conectado a un cargador que a su vez estaba enchufado a un adaptador con múltiples salidas y también daba energía al televisor, el reproductor de DVD y el pequeño ventilador de la ventana.

Kate levantó el teléfono. Era un iPhone, como tres modelos por detrás del más actual. Al presionar el botón de inicio, la pantalla se desplegó al instante. No había necesidad de contraseña. La pantalla de inicio mostraba unas pocas aplicaciones: juegos, ajustes, fotos, y reloj. Supuso que era un aparato inútil como teléfono, pues no tenía servicio, pero que todavía era usado para jugar. Ella tenía amigos que habían complacido a sus hijos mayores en lo de poseer un celular de esta misma forma. Antes de regalarles un teléfono con todos los servicios, le habían permitido a sus chicos tener uno usado sin todos los servicios, capaz de enviar textos a una selección de usuarios y de contener juegos que no requerían Wi-Fi.

Detrás de ella, DeMarco estaba revisando las películas. —Floyd realmente no estaba bromeando con respecto a que su hijo veía pornografía. La mitad de estos son títulos amateur de porno. La otra mitad es de sexo estilo Cinemax.

Kate siguió registrando el teléfono. Abrió las fotos y encontró que estaba repleto. Algunas eran de chicas, todas de fiesta. Algunas estaban con los pechos al aire. Otros se besaban entre sí, con una expresión en sus caras indicando claramente que estaban drogados. Había vídeos de estos eventos, todos más bien breves. Deslizó todo esto a la derecha hasta llegar a uno de menos de cinco minutos de duración. En el recuadro junto al título del vídeo vio el rostro de Mercy Fuller.

Presionó Play y le tomó menos de tres segundos comprender lo que estaba viendo antes de que lo cerrara. En el vídeo, Mercy estaba echada sobre su espalda, siendo tomada su imagen desde arriba. El director aparentemente era Jeremy, filmándola mientras tenía sexo con ella de manera ruda. No era forzado, si los sonidos que provenían de Mercy eran una indicación.

—Jesús —dijo Kate, deslizando para salir de Fotos.

—¿Qué era eso? —preguntó DeMarco.

—La prueba de que Jeremy Branch decía la verdad sobre al menos una cosa: ellos definitivamente estaban teniendo sexo.

Kate vio que aunque el teléfono en su mano no tenía acceso a Contactos —no lo necesitaba, ya que era imposible hacer llamadas desde el mismo—, ella vio que había unos cuantos hilos de texto. Abrió los mensajes y vio que había solo tres conversaciones. Una era con un contacto que había sido etiquetado como MANO y los textos hacían obvio que eran de y para su hermano Randy. Otro era para un sujeto llamado Chuck y el hilo completo era acerca de celebridades con las que les gustaría tener sexo y porqué.

El tercer hilo de mensajes era de un contacto que Jeremy había llamado BOOTY CALL. La pequeña foto encima del nombre era de Mercy Fuller, con la cabeza girada y una expresión de beso en su rostro.

—Puede que haya conseguido el premio gordo —dijo Kate.

DeMarco se acercó y ambas comenzaron a leer el hilo. Era bastante extenso, remontándose a los últimos meses. La gran mayoría consistia en largos mensajes de Mercy con respuestas muy cortas, a menudo de una palabra, de parte de Jeremy. Mientras más leían, más claro se hacía que Jeremy Branch les había estado mintiendo. Puede que hubiera sido honesto acerca de la naturaleza de su relación, pero la imagen que había pintado de Mercy y sus padres era totalmente falsa.

Y eso hizo surgir una pregunta muy importante.

Si estaba mintiendo acerca de eso, ¿qué otra cosa estaba ocultando?




CAPÍTULO OCHO


Kate entró de nuevo a la sala de interrogación lo más calmada que pudo. DeMarco estaba con ella y aunque ella, también, estaba irritada, había aceptado que Kate condujera el segundo interrogatorio. De manera similar, Barnes estaba también al pendiente en su oficina, despachando unas llamadas de interés local.

Kate se sentó frente a Jeremy, sin mostrar expresión alguna. Desde ya podía afirmar que Jeremy estaba nervioso, y sus ojos iban y venían entre Kate, DeMarco, y la.superficie del escritorio que los separaba.

—Las buenas noticias es que eres un mentiroso muy convincente —dijo Kate—. Las malas, que no eres particularmente brillante.

Jeremy no dijo nada. Continuó sentado allí, luciendo anonadado, esperando ver adónde llevaría Kate la conversación. Esta sacó el viejo celular de su bolsillo y lo colocó sobre el escritorio.

—Dejaste esto en tu dormitorio en la casa de tu padre —dijo—. Guardado con todo tu porno. Notamos que tu material de aficionado también está en el teléfono. Por supuesto, puedo decir por la mirada en tu cara que sabes que hay más que fotos incriminadoras aquí.

Jeremy permaneció en silencio. No estaba siendo desafiante; simplemente estaba perdido. Nada tenía que decir. Así que Kate prosiguió, asumiendo que si seguía presionando, él terminaría hablando.

—Hay en este teléfono conversaciones muy largas entre tú y Mercy Fuller —dijo Kate—. Varias veces durante estas conversaciones, ella habla de sus padres, de su padre en particular. En una de esas conversaciones, ella llega incluso a decir que probablemente tiene el padre más agradable del mundo, exceptuando sus gustos musicales. Ella también, en un momento te dice que le gustaría que conocieras a sus padres, aunque solo fuera para probar cuán deliciosa es la lasaña preparada en casa por su madre. Ella también habla acerca de su emoción de ir a la universidad y que a lo único que le teme en cuanto a dejar el hogar cuando llegara el tiempo de la universidad es a dejar a sus padres atrás. Ahora bien… eso no suena como una chica que odie a sus padres y para nada como una que esté planeando asesinar a sus padres.

Lentamente, Jeremy estiró la mano para alcanzar el teléfono. Kate lo agarró con rapidez y se levantó. —¿Por qué nos mentiste, Jeremy? ¿Estás ocultando algo?

—No —dijo—. Solo quería que anduvieran en circulos por venir detrás de mí. La ley en este estúpido condado está siempre detrás de mi hermano. Darle de paso un buen problema a mi viejo.

—¿Intentando engañar a la ley? —preguntó Kate— Realmente no eres muy brillante, ¿o sí? Esto no es arruinar alguna investigación local malgastando el tiempo de los policías. Esto es interferir en un caso federal. Y basándonos en todas las drogas que hallamos en la casa de tu hermano, tu pequeña comedia, tu basura de historia, podría meterte en serios problemas.





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Una obra maestra de suspenso y misterio. Blake Pierce ha hecho un magnífico trabajo desarrollando personajes con un lado psicológico tan bien descrito que nos lleva al interior de sus mentes, siguiéndoles en sus temores y aplaudiendo sus éxitos. Lleno de giros, este libro le mantendrá despierto hasta llegar a la última página”.–Books y Movie Reviews, Roberto Mattos (re: Una Vez Desaparecido) SI ELLA SE OCULTARA (Un MIsterio Kate Wise) es el libro #4 de una nueva serie de suspenso psicológico bajo la autoría de Blake Pierce, cuyo bestseller #1 Una vez ido (Libro #1) (descarga gratuita) ha recibido más de 1000 reseñas de cinco estrellas.Unos padres son hallados muertos, y sus hijas gemelas de 16 años están desaparecidas. Con el caso enfriándose con rapidez, el FBI, perplejo, debe llamar a su agente más brillante: la agente retirada del FBI Kate Wise, de 55 años.¿Fue esto un asesinato al azar? ¿El trabajo de un asesino en serie?¿Pueden encontrar a las niñas a tiempo?¿Y Kate, perseguida por su pasado, aún tiene la habilidad para resolver casos como ella acostumbraba?Un thriller lleno de acción con un suspenso que acelerará su corazón, SI ELLA SE OCULTARA es el libro #4 de una nueva y fascinante serie cuya lectura le mantendrá despierto hasta altas horas de la noche. El libro #5 de la SERIE DE MISTERIO KATE WISE pronto estará disponible.

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