Книга - Su Lobo Cautivo

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Su Lobo Cautivo
Kristen Strassel


Un líder que se enfrenta a la extinción de su manada. Una mujer rota por un trágico accidente. Juntos podrían sobrevivir, si aprenden a confiar el uno en el otro. Como directora del refugio de animales Forever Home, Trina no puede ignorar los rumores sobre un círculo de lucha de perros en Granger Falls, Idaho, y se apresura a rescatarlos. No se detendrá ante nada para mantener a sus peludos amigos a salvo, aunque ponga su vida en peligro. Con su manada atrapada y atrapada en un ring de pelea, Shadow Channing nunca esperó que una mujer hermosa fuera su salvación. Ahora es un objetivo en la guerra de su manada y él tendrá que explicarle exactamente por qué los lobos que ella ayudó a salvar se transformaron en sus formas humanas en la luna llena. La libertad no será suficiente para salvar a su manada. Para vencer a sus captores, deberá trabajar con los lobos rivales que lucharon en cautiverio y convencer a Trina de que los Metamorfos de los Dientes de Sierra no tienen futuro sin ella como su pareja.









Su Lobo Cautivo

Sawtooth Shifters Libro Uno

Kristen Strassel

Traducido por Arturo Juan Rodriguez Sevilla





(http://www.traduzione.it)


Todos los derechos reservados.

Esta es una obra de ficción. El parecido con cualquier persona, viva o muerta, es pura coincidencia. Este ebook está licenciado solo para su disfrute personal. Este ebook no puede ser revendido o regalado a otras personas. Si desea compartir este libro con otra persona, por favor, hágalo a través de la función de "préstamo" de su distribuidor. Si usted está leyendo este libro y no lo compró, o no fue comprado para su uso solamente, entonces por favor devuélvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el duro trabajo de este autor. Para obtener el permiso de extraer partes del texto, por favor contacte al autor en kjstrassel@gmail.com

Su Lobo Cautivo, (Sawtooth Shifters, #1) Copyright 2018

Publicado originalmente en 2015 como Forever Home y Rescue Me.




Creado con Vellum (http://tryvellum.com/created)




Índice


Capítulo 1 (#u6981a1a2-cdfb-51a4-9914-0241f0d0c0ec)

Capítulo 2 (#u95957b35-86d4-5558-85e3-8f3417f956dc)

Capítulo 3 (#ud3266e99-576a-5674-aa12-f231706bd817)

Capítulo 4 (#ue7698ec1-3eb7-5aa1-9242-aa0fe602ff7d)

Capítulo 5 (#u09c7a3c1-9107-5b3d-82eb-e76e01458e3e)

Capítulo 6 (#u99c574ec-7fd4-5715-b166-53293d3960dd)

Capítulo 7 (#u14ff13ff-eeb5-5770-9d0a-df28fb7b64e6)

Capítulo 8 (#u9fb44ee7-d27a-5927-8647-807b66eadb41)

Capítulo 9 (#uf7703e6d-0e9f-5bce-80ad-00074b0ddf9e)

Capítulo 10 (#u8711dffc-8c3b-5147-9ae0-d0e31cc1fc33)

Capítulo 11 (#u8e0e7591-8ab9-5576-a377-c9bab95a7efa)

Capítulo 12 (#ueaed1c92-d7ac-5617-ac90-29f64013ce8d)

Capítulo 13 (#u82a421b7-1903-5ad5-837b-446b91f81769)

Capítulo 14 (#ua22a469c-6f0c-5579-8ad3-cc51eaaae4b9)

Capítulo 15 (#uec53e8a5-0b25-5fd3-aeef-19c1f6e5c963)

Capítulo 16 (#u0eeefbee-6e9f-57f1-9158-bfe44fb46cb9)

Capítulo 17 (#ufb26fd3e-be7b-5354-908b-d2f143f54179)

Capítulo 18 (#u7a5d93f5-23d1-58f6-a077-77b4e4fcd615)

Capítulo 19 (#ube1e2bce-a308-5c89-9be4-d33b6ac5e759)

Capítulo 20 (#u415a543e-a898-5cec-857a-815f554f28fd)

Capítulo 21 (#u2954d7ff-bd11-5069-beb5-efcbab5dabf1)

Capítulo 22 (#u4042e5b1-448e-527b-a4bc-c9d5f4a9fd40)

Capítulo 23 (#ubf00dd84-f362-5e51-a3a9-ebd1bfa946d4)

Capítulo 24 (#u526871f3-4ce3-5bcb-8f77-f1c6822cea7e)

Capítulo 25 (#u2a811eda-8445-5709-9915-7219e1c8c1ab)

Notas (#u97291c45-1e77-5baa-b1c3-400b0c0949b8)




Uno


Shadow

El plan no cambiaba porque fuéramos prisioneros.

No estamos hechos para estar en un solo lugar tanto tiempo. Los lobos necesitan moverse. Cazar. Ryker, el bastardo que nos había capturado, lo sabía, y lo había preparado todo para que solo pudiéramos cazarnos entre nosotros. Encadenados, hambrientos y revolcándonos en nuestra propia porquería.

Lo peor de todo era que habíamos caído en la trampa de uno de los nuestros.

Ya teníamos a los hermanos Lowe a la vista cuando nos atraparon. Queríamos asustarlos para que se alejaran de la granja de Ryker y evitar una guerra de clanes. Poco sabíamos de las atrocidades que ocurrían ahí dentro. Acabamos todos peleando para sobrevivir.

Si hubieran pillado a los Lowe con el ganado de Ryker, habría empezado una contienda entre manadas. Estábamos a escasos minutos de evitarlo cuando nos atraparon.

Un rayo de luna iluminó la puerta abierta. El sordo rugido de la multitud se elevó con la llegada del viejo. No me sorprendió. Nada en la granja Ryker ocurría por accidente.

—Muy bien, bestias, voy a subir la apuesta este mes. —Ryker curvó sus labios ennegrecidos del tabaco en una sonrisa horrible—. El que gane será libre.

Incluso en su forma humana, era tan flaco como nosotros, la maldad lo consumía. Lo único que quedaba de él era carne, hueso y un corazón oscuro. Ni rastro de alma. Ryker nos llevaba todas las ventajas. Conocía nuestros secretos y tradiciones. Sabía cómo mantenernos débiles. La luna tampoco nos ayudaba, porque confiábamos en su poder para revitalizarnos. Cada mes Ryker nos mataba de hambre, nos golpeaba y nos mantenía en completa oscuridad cuando debíamos estar disfrutando de la belleza de la luna. Evitaba que pudiéramos volver a transformarnos en hombres furiosos.

Mis hermanos y yo nos miramos, con cautela. Y después a los Lowe. Nunca estuvimos de acuerdo con ellos, pero estábamos en las mismas. La promesa de Ryker tendría alguna trampa.

Ryker tiró la comida al suelo. Los hermanos Lowe se lo pelearon, hace tiempo que su orgullo dejó lugar a la necesidad de sobrevivir. La expectativa hizo rugir mi estómago. Sonaron gruñidos al otro lado del redil. Probablemente lo habían hecho para cerdos, y no teníamos espacio ni para darnos la vuelta sin golpear otro cuerpo. Aunque quisiéramos, las cadenas eran demasiado cortas. No había forma de escapar de los pensamientos de nadie, especialmente de los míos.

El viejo granjero se rio cuando nos acercó la bolsa. Mi hermano Baron mordió el saco. Por ello fue recompensado con una bota en la cara. Cayó algo de comida por la arpillera desgarrada.

—¿Te pones codicioso? Eso es todo lo os daré por salvajes.

Bien. Estaríamos hambrientos para la lucha.

—¿A quién mandamos? —preguntó mi hermano Dallas cuando Ryker se fue, con la mirada puesta en mí. Mis hermanos esperaban que yo tuviera respuestas, pero era imposible pensar con la cadena apretándome la piel del cuello. La ira y el hambre se adueñaban de mi cuerpo. Cuanto más miraba a mis hermanos, menos pensaba que podía salvarlos. No debía mostrar debilidad, especialmente con los hermanos Lowe tan cerca que la podrían oler. Nos llamaban débiles desde hace años. Nos machacarían entre lo que quedaba de sus dientes si tuvieran oportunidad.

Dallas bajó la voz para que solo nosotros cuatro pudiéramos oírlo:

—¿Vamos con velocidad o con fuerza?

Él quería que dijera velocidad. Hacía un mes que Ryker lo había emparejado con Xavier, y fue la pata de X en la garganta de Dallas la que convocó la pelea. X no había dejado de hablar de eso en todo el mes. Los dos estaban en carne viva, ensangrentados y medio muertos cuando los metieron de nuevo en el redil, encadenados, por lo que curarse bien sería un milagro. No lo llamaría exactamente una victoria, pero la venganza sería muy dulce.

Golpeé a Dallas. Todavía me dolía la pata de la pelea de la noche anterior por la comida. Ryker había arrojado pollos al corral, y la oportunidad de probar carne de verdad nos hizo babear y enseñarnos los dientes unos a otros, hermanos o no. Ryker nos trataba como ganado, planeaba sacrificarnos de otra manera.

—No importa una mierda lo que hagas —dijo Xavier, no, Major, desde el otro lado del corral. Xavier sabía que no debía hablar por su hermano—. Cada uno de nosotros por separado te puede joder.

Major había entrenado a sus hermanos para ser sanguinarios, para tomar lo que necesitaban y no mirar atrás. Buscar y destruir. Era una filosofía bastante buena, y extendida entre los hombres lobo en Sawtooth Forest.

Los Channing siempre habíamos mantenido el orden en el bosque. Durante generaciones, nuestra familia había sido la encargada de mantener la paz. Nosotros cazamos y matamos, pero no destruimos. Esta mentalidad no nos hizo populares en el clan de Sawtooth, pero daba igual lo que pensaran si estábamos muertos.

No solo nos matábamos entre nosotros, además ocultábamos nuestra verdadera naturaleza a los humanos de Granger Falls. Los hombres lobo no eran más que leyendas para ellos. Pero la estocada definitiva era que no podíamos aparearnos. Nuestras lobas habían sido vendidas al mejor postor. Y nosotros habíamos sido condenados a morir solos y olvidados.

Si alguna vez saliéramos de ahí, me aseguraría de que tuviéramos algo por lo que luchar.

—Yo me encargo de Major —gruñí, tirando de la cadena para acercarme lo más posible al alfa de los Lowe. En los últimos seis meses había conseguido hartarme con su bocaza. Disfrutaría partiéndosela—. Lucha a muerte.

Me había rebajado a su nivel, pero un tiempo en el infierno provocaba eso incluso en el lobo más fuerte.

No se puede razonar con nadie en una pelea de perros.

Archer me empujó con el hocico en la cadera.

—Quiero enfrentarme a él. —Mi hermano menor se había tomado mi nombre, Shadow


, en serio y se convirtió en la mía en cuanto tuvo edad para alejarse de nuestra madre.

Major rugió de risa, tenía la piel rosada y despellejada donde las cadenas habían descarnado su pelaje. Podíamos entendernos cuando hablábamos como lobos, aunque un humano solo escucharía ladridos y gruñidos.

Miré a Archer. Estaba débil, no había forma de ocultarlo. Nunca había sido un lastre, hasta que nos capturaron.

—Si pierdes, Shadow, tu pequeño cachorro será mío. Lo haré un hombre. Alguien tiene que hacerlo. No tengo tiempo para chorradas de críos —gruñó Major.

—Nunca irá contigo. —Me puse hocico contra hocico con mi némesis de toda la vida. Los bordes de su nariz estaban secos y su amenaza era en vano. Mis hermanos estaban inquietos detrás de mí. Si me daba la vuelta, los Lowe sabrían que mi familia dudaba de mí—. No planeo perder.

—Yo tampoco. —Un lado de su labio se torció en una sonrisa feroz—. Archie será mi esclavo. Puedes irte al infierno con eso en la conciencia.

Después de unas cuantas rondas más de gruñidos y bufidos, Major y yo nos retiramos a nuestros lados del redil. De haber tenido la oportunidad, lo habríamos resuelto ahí mismo. El cabrón de Ryker se había asegurado de que nuestras cadenas fueran demasiado cortas para poder hacernos daño. Quería dejar esa rabia reprimida para los que pagaban por verla.

El dinero de la entrada les valdría la pena aquella noche.

—Comed —les dije a mis hermanos, mientras la comida se me atascaba en la garganta seca.

—¿Esta mierda? —dijo Dallas, pateándola—. Apenas es comida.

—No es broma, hermano. Necesitamos estar preparados.

—¿Me dejarás entrar? —Los ojos de Archer se abrieron de par en par—. Quiero enfrentarme a él.

Empujé más comida hacia él. Estuve muy ocupado devorando pollo la noche anterior para fijarme en si Archer tenía algo más que plumas pegadas a la lengua. Al final comió el último, y yo me avergoncé de no haberlo cuidado mejor, quedando tan poco para las peleas.

—No —dije—. Esta es mi pelea.

—¿Y qué plan tienes si Ryker de verdad te deja salir de aquí, Shadow? —preguntó Baron en voz baja, para que los Lowe no lo escucharan. Ya aprendimos hacía mucho que solo podíamos confiar el uno en el otro.

Miré a Major y respondí en alto para que me oyera:

—Acabar con ese cabrón.






Podíamos estar demacrados y humillados, pero nadie nos tomaría por mansos o dóciles cuando el bárbaro mozo de Ryker nos llevara al ring. Nuestras cabezas estaban bien altas, no había nada que esconder. Incluso encadenados éramos más fuertes que esos granujas.

Y tan cerca de la libertad.

Olía a cerveza, hierba y sudor. Ese era el público que había pagado para ver nuestra muerte. Pero no me importaba. Había soñado con ese momento desde que Ryker y sus gorilas nos dispararon tranquilizantes y nos esclavizaron.

Y Ryker se aprovechaba de eso en su particular ring de gladiadores.

Sangre y malas decisiones eran lo que llenaba las gradas cada mes. No había dos peleas iguales. En los últimos seis meses, nos habían condicionado para ponernos siempre en el peor de los casos.

Ryker nos examinó a los siete.

—Tú. —Tiró de la cadena de Shea. Joder, Shea no tenía coto ni conciencia. Era un psicópata sediento de sangre desde que éramos niños. Major tenía que refrenar a su hermano. En la manada solo había espacio para un alfa.

No me importaba con cuál de ellos luchar, pero esa noche parecía que los contrincantes ya estaban elegidos. Ryker odiaba las peleas equilibradas. La multitud había hecho sus apuestas y Ryker quería proteger el dinero de la casa.

—Y tú.

Nuestras cadenas se enredaron, y los cuatro derrapamos hacia adelante. Ryker suspiró, quitando del medio a uno de sus matones para poder desenredar las cadenas tirando bruscamente de ellas. Todos perdimos el equilibrio cuando las cadenas se soltaron. Un tirón más dejó claro a quién quería.

Archer.

—¡No! —Me lancé hacia Ryker, que respondió dándome una patada en las costillas. El viejo se puso nervioso cuando me agarré a su tobillo. Mi cuello chasqueó cuando liberó su pierna, sangrando, y me pateó la cabeza. Su matón no hizo fuerza suficiente para romperme nada, solo me sujetó para que Ryker me diera una última patada en el estómago.

Archer se negó a moverse, escarbando en la tierra y mirándonos a mis hermanos Baron, Dallas y a mí.

—Déjalo para el ring —le dije.

El dolor de esos ojos azules me perseguiría para siempre.

Ryker arrastró a Archie por el suelo de tierra, y yo le asentí con la cabeza. Seis meses en cautiverio me habían dejado débil, pero aun así le daría a mi hermano todo lo que tuviera.

Archer entendió. Levantó las patas y la cola, brincando con todo el orgullo que un lobo vencido podía mantener con Ryker.

Los mozos nos llevaron al lado del ring. La multitud rugía, y cada mes me decepcionaba ver tantas caras familiares reunidas para vernos pelear. Cuando estábamos en nuestras formas humanas, llamábamos a algunos de ellos «amigos».

—Lo siento, chico —dijo Major cuando los matones nos colocaron en nuestro sitio a un lado del ring—. Archer no se merece esto. Shea no va a tener piedad. Quiere su libertad.

Forcejeé contra la cadena. Si tuviera más fuerza, la habría roto.

—No lo respetaría si no lo diera todo.




Dos


Trina

—Esto da asco —le murmuré a Randy, el sargento de policía que se había ofrecido voluntario para venir desde Ketchum a ayudar con el rescate. Granger Falls no era suficientemente grande como para tener un oficial de Protección Animal, y yo necesitaba un perro viejo, nunca mejor dicho. Estaba cansada de depender de los demás para solucionar las cosas. En cuanto dieron el aviso de las posibles peleas de perros en la Granja Ryker, puse en marcha un rescate a gran escala. Si ese imbécil trataba mal a los perros, a saber en qué condiciones estaban el resto de animales.

Me enteré de las peleas el mes pasado, pero no teníamos gente suficiente ni espacio disponible para acometerlas. El refugio de animales Forever Home era para mascotas y siempre estaba lleno. Y tuve que conseguir más información para poder actuar. Solo tenía una oportunidad de conseguirlo. Había demasiado en juego para cometer ningún error y cada segundo contaba. Ahora que sabía el número exacto de animales que estaban allí, tenía un plan para ponerlos a salvo a todos.

—Estoy deseando pillar a ese imbécil. —Randy tomó un sorbo de su cerveza sin alcohol y escudriñó a la multitud. Nos habíamos infiltrado allí. Demasiados rostros familiares ocupaban aquellos asientos. Gente a la que consideré amigos hasta esa noche. Algunos incluso habían hecho donaciones al refugio. ¿Qué clase de imbécil desalmado va a una pelea de perros por diversión? Si no fuera por los animales que tanto necesitan nuestra ayuda, estaría quemando goma en el estacionamiento para salir de esta ciudad.

Pero ya me escapé una vez. No tenía ningún otro lugar a donde ir.

La gente del pueblo se iba sentando a lado de los policías encubiertos, esperando a que esos pobres perros se destrozaran unos a otros. Mis empleadas del refugio, Kiera y Lyssie, estaban en la fila delante de mí. Me había disfrazado para asegurarme de que nadie se percatara de nuestro plan. La directora de un refugio de animales no estaría en un sitio así pasando el rato. Ocultaba mi melena bajo un sombrero de los Oregon Ducks, y me había cerrado la chaqueta hasta arriba para ocultar mi cara todo lo posible.

Me quedé sin aliento cuando aparecieron los perros, y me agarré del brazo de Randy. Era grande y robusto, y si esos animales no estuvieran en tan grave peligro, me plantearía pasar algún buen rato con él. Las opciones para salir con alguien en Granger Falls eran cuanto menos espeluznantes, como demostraba la concurrencia a aquella salvajada. Menos mal que no buscaba pareja.

—Tenemos suficiente para terminar con esto ahora mismo. ¡Míralos! El pelaje apelmazado y las heridas de las cadenas. ¡Le estoy viendo las putas costillas!

La cara de Randy palideció y tomó un sorbo de su bebida, probablemente deseando que fuera alcohol de verdad. En cuanto acomodáramos a esos perros, yo misma me iba a tomar un trago. Cualquier cosa para borrar aquella imagen de mi mente.

—Si los dejamos pelear, aunque sea por un segundo, podemos acusarlo de cargos más graves. —Sus labios se apretaron al apartar la mirada del ring. Quiero que se arrepienta toda su vida.

—Yo también. —Llevaba casi cinco años de trabajo en el rescate de animales y cada caso me seguía afectando. Cada vez que creía que lo había visto todo, acababa en otro sitio que me daba pesadillas. A veces sentía que no podría llevarlo mejor nunca.

Ryker, el dueño de la granja, estaba en medio del ring con los oponentes de la noche encadenados a ambos lados. Malvado, gritón e ignorante, había descubierto cómo reunir a todos de la peor manera posible. Su pelo grasiento asomaba por debajo de su gorra de béisbol. Su ropa, cubierta de manchas, parecía el delantal de un carnicero. Me daba escalofríos cada vez que lo veía en el pueblo, y ahora sabía por qué.

El perro más pequeño cojeaba. Ryker le quitó la cadena el primero, pero no se movió. En vez de eso, se sacudió violentamente, mirando hacia los otros perros encadenados a lo largo de la pared. Ladraban frenéticamente, animándolo o dándole indicaciones. Era difícil de apreciar por el rugido de la multitud cuando el segundo perro fue liberado. Cargó contra el pequeño, y en cuestión de segundos le hincó el diente.

—¡Ya basta! —Empujé a Randy, que ya estaba fuera de su asiento, corriendo hacia el ring. Su cerveza falsa salió volando, empapando a los imbéciles que nos rodeaban. En las gradas, los policías corrieron escaleras abajo con las armas desenfundadas.

La multitud se dispersó. La cerveza llovía sobre nosotros, los bancos se movieron y la gente casi me tira al suelo empujándome fuera del camino. Nadie quería redimirse aquella noche.

Randy y sus hombres se habían centrado en capturar a Ryker y sus compinches. Tenían trabajo, ninguno de ellos caería sin luchar.

Nadie evitó que el perro del ring atacara al otro. El pequeño aulló, y su pelo gris se tiñó de rojo brillante.

Atravesé la multitud, golpeando a cualquiera que no se quitara de en medio. Necesitaba llegar al ring antes de que fuera demasiado tarde.

No vi a Kiera ni a Lyssie por ningún sitio en aquel caos. No había tiempo para buscarlas. Ese perro necesitaba ayuda.

Los perros que estaban al lado del ring estaban histéricos, aullando y ladrando junto con la multitud. Salté la barrera y corrí al centro del ring. El perro más grande no había soltado al pequeño, ni siquiera cuando me lancé a por ellos. Había que tener cuidado. Los dos perros estaban agresivos y hambrientos y era imposible anticipar su estado de salud. Ninguno parecía rabioso, pero en una noche como aquella no podía perder tiempo jugándomela.

Apartando a un perro del otro, cubrí al más pequeño con mi cuerpo para que el grande no pudiera atacarlo más.

Todavía respiraba, a duras penas. Sus grandes ojos azules me miraron y gimió.

—¡Trina! —gritó Kiera—. Nos empujaron hasta el aparcamiento. Hemos tenido que convencer a esos secretas de que trabajábamos contigo. —Mierda, olvidé darles las credenciales. Ese error nos costó un tiempo precioso—. ¿Está bien?

—Le han dado una paliza. —La respiración del perro se había calmado, con suerte porque se estaba tranquilizando y no se desangraba. Por si acaso, me quité la chaqueta y arranqué una tira de la camiseta para usarla como torniquete. Me importaba una mierda que me colgaran los michelines. Cosas peores se habían visto aquella noche. Envolví suavemente la tela alrededor del cuello del perro y apliqué la menor presión que pude para que fuese eficaz.

—¿Qué hacemos? —preguntó Lyssie.

—Llama a Control de Ganado. Están esperando la llamada. Y saca las jaulas del camión. Creo que había siete. ¿Cómo está el otro que peleó?

Se hizo un breve silencio.

—No está.




Tres


Shadow

Abandoné cualquier tipo de fe la noche que Ryker nos capturó. Ni cielo ni infierno, solo un purgatorio pasando hambre en la oscuridad que se prolongaba indefinidamente. Hasta esa noche, cuando la policía irrumpió en el ring de combate, arrestando a Ryker y a su banda. Y lo mejor: tres ángeles vinieron a sacarnos de nuestra prisión.

—Quédate con este —mandó uno de los ángeles a otro—. Tengo una cizalla en mi bolso. Espero que el collar no se le haya incrustado en el cuello a ninguno.

Tan fuertes y feroces nos preciábamos de ser, uno por uno todos lloramos y gimoteamos agradecidos cuando nos llegó el turno de ser liberados. El ángel se tomó un momento con cada uno, dándonos palmaditas en la cabeza y murmurando algo sobre que ya se había acabado.

Yo era el que estaba más lejos de ella, así que fui el último.

—Vamos a quitarte esta cosa horrible. —Sus palabras sonaban como un arrullo.

No estaba más orgulloso que mis hermanos o mis enemigos. Ser libre era demasiado bueno para pensar en eso. Esa era la única manera que tenía de agradecérselo. Pasó los dedos por mi pelaje mugriento y enmarañado. Era hermosa. Su pelo color miel estaba recogido; su cara, sin maquillar, y su sencilla ropa, rasgada. Sus ojos verdes estaban llorosos y sus mejillas, tan redondas como el resto de sus curvas y probablemente igual de dulces. Su pequeña boca me resultaba irresistible. Olía exactamente a lo contrario que la mierda y la desesperación que hasta ese momento habían inundado mis fosas nasales. Inhalé vainilla, canela, manzanas y todo lo bueno de ser humano. Se me hacía agua la boca con solo pensarlo.

Cualquiera que estuviera tan lleno de amor y compasión por un montón de animales sucios y vapuleados como los Channing e incluso los Lowe se había ganado mi lealtad eterna. Cualquier cosa que ella quisiera sería suyo.

—Todo va a estar bien —me susurró, y yo me apreté contra su pierna—. Te voy a sacar de aquí. Ahora estás a salvo. Te daré algo de comida y un baño.

Quedaban dos semanas para la luna llena. Entonces estaría más fuerte, pero no tenía forma de preparar a aquel ángel para nuestra transformación. Hacía tanto tiempo que ninguno de nosotros era humano, que la próxima metamorfosis podría ser… interesante.

—¿Estás bien, chico? —le pregunté a Archer. Seguía tumbado en medio del ring, con la garganta vendada. Mis hermanos se unieron a nosotros, dándole suaves toquecitos con sus hocicos. Mientras dos ángeles traían jaulas al ring, fantaseé sobre cómo sería tener a aquella mujer entre los brazos y agradecerle apropiadamente habernos salvado la vida.

—Lo estaré —dijo Archie, con la mirada desenfocada.

—No os acerquéis —les advertí a los Lowe cuando Major subió al ring—. Ahora no. Estábamos tan cerca de ser rescatados, que no quería arruinarlo todo machacándolos.

Todos volvimos al cautiverio voluntariamente. Los ángeles cargaron nuestras jaulas en el camión sin mucho esfuerzo. Nos moríamos porque llegara aquel momento y sobrevivíamos solo por él, pero estábamos demasiado débiles para disfrutarlo.

—Kiera, ¿puedes conducir? —preguntó mi hermoso ángel. Se sentó en el suelo con Archer, que apenas se había movido.

Vamos, chico, vive. Ya somos libres.

—Me voy a quedar atrás con este. No quiero dejarlo solo —prosiguió.

—Sí, claro —respondió Kiera, ajustando los cierres para que no nos deslizáramos por la parte trasera del camión. Mi ángel se subió con nosotros, con el cuerpo de mi hermano en brazos. Le goteaba sangre de la manta que había servido improvisadamente como vendaje. Ella se acomodó en medio de las cajas delicadamente, colocando a Archer a su lado.

No olía bien. Joder.

—Bueno, chicos. —Mi ángel miró hacia las jaulas, y me di cuenta de que nos hablaba a nosotros, no a sus compañeras de trabajo. ¿Sabía lo que éramos? Estaba bastante seguro de que había solo cinco jaulas. Mierda, no había visto a Shea desde que los policías interrumpieron la pelea. A él le habían prometido la libertad, y el cabrón se la había tomado.

Yo habría hecho exactamente lo mismo.

— Soy Trina, Kiera conduce y Lyssie monta una escopeta. Ellas creen que estoy loca por hablar con animales, pero sé que me entendéis. —Se detuvo y puso una cara hacia la parte delantera del camión. Si fuera humano, me habría reído—. Somos del Refugio de Animales Forever Home. Ahí es donde vamos. Os daremos comida caliente, mejor que la que os han dado en… —Se atragantó y no terminó la frase—. Os bañaremos a todos. Os cepillaremos el pelaje y vendaremos esas heridas. Os daremos camas cómodas para que durmáis. Nos vamos a asegurar de que no sufrís más, de que os recuperáis, y entonces os buscaremos un hogar. No habrá más peleas, ni más abusos. Se acabó.

Nos dejó sin palabras.

No podía apartar los ojos del bello ángel llamado Trina. Le dio una palmadita en la cabeza a Archer, murmurándole. Él cerró los ojos y suspiró.

—¡Mierda! ¡No! ¡No, no, no! —Trina se inclinó sobre el cuerpo de Archer. Me apreté contra la parte delantera de mi jaula y aullé. Mis hermanos se unieron, pero ningún lamento iba a cambiar nada.

No podía estar pasando. Mi hermano pequeño dependía de mí para mantenerlo a salvo. Lo dejé venir con nosotros la noche que nos capturaron porque pensé que se curtiría si salía a correr un par de veces con nosotros. Debí haber evitado a toda costa que peleara esa noche. Daba igual que estuviera encadenado. Lo dejé meterse en un combate que no podía ganar.

—¿Qué pasa? —Lyssie se arrastró a la parte trasera del camión.

—Lo perdimos —Trina estrechó el cuerpo sin vida de Archer contra ella.

Y todo por mi culpa.

Miré a Major.

—Será mejor que Shea corra mucho, y se vaya bien lejos de aquí. Porque como lo atrape, lo voy a tratar con la misma misericordia que ha tenido con Archer.




Cuatro


Trina

Ya les había fallado a esos perros. Uno estaba desaparecido y otro muerto.

—No te castigues por esto, Trina —dijo Kiera en voz baja—. No tenemos ni idea de en qué condiciones estaba ese perro antes de esta noche.

Los demás perros engulleron tazones enormes de comida. Volvería en un par de semanas para devolvérsela, ya me las apañaría. Siempre acababa haciéndolo. Mi norma era no hablar mal delante de los animales. Había quien me decía que estaba loca por pensar que podían entendernos. Pero yo nunca quise que la gente se rindiera conmigo cuando pasé por mi peor momento. Doctores y enfermeras decían cosas negativas sobre mi pronóstico, pensando que estaba vegetal. Incluso en el más profundo y oscuro agujero negro, donde no podía hacer nada al respecto, lo entendía. Y nunca cometería ese error con mis animales. Cualquier criatura con ojos y corazón podía captar las malas vibraciones.

—Tienes razón. —Me enjugué las mejillas con el dorso de la mano—. Pero aun así, menuda mierda. Salvamos a estos perros… Ojalá hubiéramos podido entrar antes, pero Randy dijo que necesitaba pruebas de las peleas.

—Acabo de recibir un mensaje de Control de Ganado. Dicen que los grandes estaban en buena forma. Todavía los están revisando. Las gallinas no tenían tanta suerte, demasiadas por jaula, pero creen que las pueden salvar. —Kiera dejó el teléfono—. Lo has hecho bien, T. De verdad.

No lo suficiente.

—Les ayudaremos a colocar los animales cuando estén listos para su nuevo hogar. —Estaba cabreada por lo de las gallinas. Los pájaros eran mis favoritos, y siempre los trataban fatal.

—Lys, ¿cómo van con la comida?

—Ya no queda. —Bostezó. Les dije que nos llevaría toda la noche, pero eran nuevas en el mundo del rescate de animales. Habían venido a trabajar al refugio como parte de su rehabilitación. Todas habíamos pasado por cosas jodidas, y acabamos en el mismo centro, CTAE, el Centro de Terapia para Ansiedad y Estrés, por ataques de pánico y trastornos relacionados. Nada funcionaba conmigo, y caí en una espiral destructiva sin escapatoria aparente, hasta que alguien me sugirió que fuera voluntaria en un refugio. Cuando los médicos vieron la paz que me producía estar con animales, trabajamos conjuntamente para crear un programa. Con suerte, los animales podían ayudar a otras mujeres a curarse como me ayudaron a mí.

Nadie se daba cuenta de lo difícil que era trabajar en un refugio. Las condiciones en que los animales nos llegaban, la falta de fondos, los que no encontraban hogar… todo eso afectaba hasta a los voluntarios más fuertes con el tiempo. Acudí a muchas personas. Forever Home era un refugio sin matadero, lo que significaba que si no había sitio para los animales, no podíamos llevárnoslos. Tenía pesadillas con los que había tenido que rechazar. Pero tenía que concentrarme en el bien que hacíamos desde Forever Home. Si me obsesionaba con lo malo que implicaba, todo el progreso que había conseguido podría desvanecerse. El refugio me daba un propósito. Esos animales necesitaban que yo mantuviera la compostura.

Hasta entonces, Kiera y Lyssie siempre habían trabajado bien. Esperaba que lo de aquella noche fuera lo más traumático que tuvieran que ver, pero aprendí hace mucho tiempo a nunca decir nunca. Ellas me preocupaban esa noche, pero fueron capaces de sobreponerse, sacar a los perros del ring y llevarlos al refugio. Por desgracia, tenía suficiente experiencia con los traumas para saber que había una especie de interruptor. Instinto de supervivencia. Y sus secuelas no siempre aparecían de inmediato.

—¿Listas para bañarlos? —pregunté. Las chicas asintieron, remangándose mientras me seguían al área común. Esa sería la verdadera prueba, cuando se acercaran a los perros y vieran realmente lo que les había pasado. Era imposible saber lo que encontraríamos debajo de ese pelaje enmarañado.

Kiera abrió la manguera y Lyssie se arrodilló, instando a dos de los perros a acercarse a las cubetas mientras se llenaban de agua caliente. Solo podíamos lavarlos de dos en dos.

Me arrodillé al lado del balde y ayudé al primer perro a entrar en el agua. Saltó, evitando usar una pata coja. Sus cabezas estaban inclinadas, pero eran confiados y agradecidos. Esperaba que tuvieran miedo y que posiblemente ofrecieran resistencia. No sabía cuánto tiempo habían vivido entre aquellas peleas. Querrían algo mejor. Pensé que eran huskies, pero de cerca parecían estar cruzados con alguna especie de pastor. Incluso medio muertos de hambre, eran grandes. Ya habían surgido del grupo dos líderes claros. Más grandes y seguros que los demás, fueron los primeros en moverse, como si hubieran decidido que podían confiar en Lyssie. Los otros iban en fila detrás de ellos.

El de ojos azules se separó de la manada y se vino directo hacia mí, dándome grandes y cariñosos lametazos. Consiguió hacerme reír en aquella noche terrible. Le froté las orejas, con cuidado de no ser demasiado brusca. Sus ojos seguían cada uno de mis movimientos. Aunque respetuosamente, me perseguían. Algo en ellos era demasiado humano.

El perro se metió en la bañera, temblando.

—No pasa nada, esto te va a sentar genial —le aseguré mientras cogía la manguera.

Gimió cuando el agua tibia alcanzó su cuerpo. Lo enjaboné suavemente, sin aplicar demasiada presión. La veterinaria no podía venir hasta la mañana siguiente y no quería agravar ninguna lesión. Con delicadeza, desenredé los nudos de su pelaje. Durante el baño, se presionaba contra mi cuerpo todo lo que podía. Incluso después de todo lo que le había pasado, todavía era capaz de confiar. Quería mi amor.

Esperaba Ryker estuviera en el suelo de una celda con el pie de Randy pisándole las pelotas. Ese tipo era un imbécil al que no le daría ni la hora. ¿Por qué me sorprendía que pudiera hacer algo así?

Por eso me gustaban los animales mucho más que las personas. Su amor era incondicional y siempre estaban dispuestos a correr el riesgo.

Lyssie me sustituyó para que pudiera examinar la piel de los perros ahora que los habíamos lavado. Tenían laceraciones de las cadenas y marcas de mordeduras. No vi signos de infección. Ya con el pelaje limpio, se podían apreciar los matices de marrón a gris y negro con rayas blancas, más oscuro en algunos lugares. Los de ojos marrones tenían un pelaje rojizo. Todos ellos tenían una mirada que me helaba el alma. Habían visto tanto.

El primer perro no se separaba de mí. Le quité la toalla y se apoyó en mí después de sacudirse enérgicamente. No asustado, sino territorial.

—Seguro que te ha sentado muy bien. —Le di un golpecito en la nariz, sabiendo en el fondo que lo iba acoger en mi casa. No puedes quedártelos todos, me recordé. Necesitas encontrarle un hogar.

—¿Crees que estarán bien para pasar la noche? ¿Hay algo más que podamos hacer? —preguntó Kiera. Estábamos empapadas, sucias y exhaustas. Todavía teníamos que ocuparnos de los animales residentes, la Mayoría de los cuales se habían despertado con nuestra irrupción nocturna. Con suerte todos dormirían hasta tarde al día siguiente.

—Marchaos a casa. Os veo mañana.

Llevamos a los perros a las jaulas. Cada uno tenía una manta, comida y agua.

—¿Te vas? —preguntó Lyssie.

—No. Voy a echarme en el sofá. —Mi nuevo amigo no se separaba de mí. Se acurrucó en la alfombra frente al sofá, acomodándose con un suspiro. No bajó la cabeza de inmediato.

Quería protegerme.

—Tú deberías irte a casa también, Trina —dijo Kiera, en un último intento para que me fuera.

Me agaché y le di una palmadita en la cabeza al perro.

—Ya estoy en casa.






Aquella veterinaria me odiaba y no tenía ni idea de por qué. La factura iba a ser altísima, pero al parecer eso no cambiaba nada. Para querer tanto a los animales, se quejaba mucho por ayudar a los que más la necesitaban.

Llegó tarde y no se disculpó, pero sí tuvo tiempo para tomar un café.

—Me enteré de la pelea de perros de anoche. —Suspiró al abrir su bolso—. Todo el pueblo sabe demasiado sobre ello.

—El sitio estaba a reventar. —Me estremecí al recordarlo.

—Ahora están todos histéricos. Acusándose de estar ahí y delatándose unos a otros.

—Bien. No se me ocurre un mejor grupo de gente para eso. —Abrí los cerrojos de las jaulas y les hice gestos a los perros para que salieran—. No sé cómo estarán por dentro, pero creo que las heridas externas se van a curar. Un par de buenas comidas no les vendrán mal. —Mi amigo de ojos azules se puso a mi lado y yo le revolví el pelo de la cabeza.

—No olvides que dependes de las donaciones de esa gente. —dijo mirándome, antes de agacharse para examinar al primer perro. En ese momento le hubiese metido un puñetazo. Siempre conseguía hacerme sentir como un chicle en la suela de su zapato. No entendía por qué había elegido ser veterinaria. Tendría la misma conmiseración que podría tener Ryker—. No se paga a la gente con voluntad o buenas intenciones.

—¿Te preocupan estos perros o con tu cuenta bancaria? —Ojalá hubiera otra persona a quien pudiera llamar. Estábamos demasiado lejos de la ciudad para que otros veterinarios vinieran.

—Creo que la respuesta es obvia.

Sí, lo era. No respondí, solo quería que se fuera lo antes posible. Que me diese el diagnóstico, las recetas, y que saliese tan rápido que ni la puerta le pudiera golpear el culo.

Se quitó el estetoscopio de las orejas.

—No son perros. Son lobos.

Mierda.




Cinco


Shadow

El ruido de cristales rompiéndose en el vestíbulo nos despertaron a todos en el refugio.

—¿Pero qué coño? —dijo Major, abalanzándose contra los barrotes de su jaula. Sobre el estruendo del refugio, el asalto continuaba. El asaltante golpeaba a ritmo constante, rompiendo su arma contra cualquier cosa que se interpusiera en su camino. La madera se partió, y sonó un golpe de metal.

—Son los matones de Ryker —respondí. No podía verlos, pero no tenía la más mínima duda—. Puedo olerlos.

El mal tenía un olor muy distintivo, como si un ácido me quemara las fosas nasales. Encerrados en esas jaulas no podíamos hacer nada por detenerlos.

Los chicos de Ryker solo querían mandar un mensaje. Por el momento.

Incluso después de descubrir que éramos lobos, nos mantuvo ahí. Dijo que no podía liberarnos hasta que estuviéramos bien recuperados para sobrevivir. No había un objetivo más suculento en Sawtooth que un lobo enfermo.

—Malditos cobardes —gruñó Baron, con la nariz apoyada en los alambres—. Atacan el refugio cuando es a nosotros a quienes quieren.

—Trina lo metió en la cárcel —le recordé.

—Cuando salgamos de aquí, ni que decir tiene que ese mamón se va a llevar lo suyo —añadió Dallas—. Ha atacado a nuestras dos manadas. Deberíamos hacerlo juntos.

Major me miró fijamente. Nunca se había mordido la lengua para señalar lo débil que pensaba que era. Teníamos estilos diferentes, y el mío pasaba por dejar que mis hermanos fueran parte vital de mi equipo. Pero ahora solo le quedaba X, que no había pronunciado palabra alguna durante el ataque. Hacía lo que se le pedía, lo que fuera, y nunca miraba atrás.

—Es buena idea. —No cedí ante el desafío—. Nos movemos en círculos diferentes, y conseguiremos más información. Nadie esperaría que trabajásemos juntos.

—Solo puede haber un líder. —un «sí» en palabras de Major.

—Lo sé. —Le miré con agudeza—. Veremos quién.






—¡Hostia puta! —A Kiera se le cayó la taza de café, fue la primera que apareció en lo que había sido la puerta—. ¿Qué coño ha pasado aquí?

—¡Ve a mirar los animales! —Trina corrió por la habitación—. Mira que todos estén bien.

Nuestras jaulas estaban en la sala delantera, y el refugio repleto. Los demás animales ladraban y gemían a las humanas, alertándolas del ataque.

—¿Por qué harían esto? —Lyssie se quedó parada. Algo me decía que no era la primera vez que lidiaba con violencia gratuita—. Es un refugio para animales.

—Hemos cabreado a alguien. —Kiera salió de la sala de jaulas—. Todos parecen estar bien por aquí. Están asustados, pero no heridos.

—Sí, por aquí también. —Trina se detuvo en medio de nuestras jaulas—. Yo he recibido algunos empujones en la ciudad desde la pelea de perros. Me dijeron «no cagues donde comes», entre otras lindezas.

—Se nos pinchó una rueda al salir del trabajo el día después del rescate —añadió Lyssie, rodeándose la cintura con los brazos—. No le di importancia, pero ya no me parece una coincidencia.

—Tengo que llamar a Randy —suspiró Trina mientras abría nuestras jaulas—. Pensad en cualquier otra cosa rara que hayáis visto desde aquella noche. Tenemos que contárselo todo, sin excepción. Si alguien os ha mirado mal, decidlo. No es momento de callarse. Podemos con esto. Va a ser difícil, pero nadie nos va a coaccionar para que no hagamos lo que debemos por estos animales.

Me mataba saber que las habíamos puesto en peligro solo por estar ahí. Si fuera humano, le insistiría para que se alejaran de nosotros. No tenían ni idea de lo que Ryker era capaz de hacer. Él mordía más que ladraba.

Pero si fuera humano, podría protegerlas.

Las chicas se dejaron la piel limpiando la habitación delantera, intentando que todo volviera a la normalidad. Barrieron los cristales rotos, tapiaron las ventanas y arreglaron todo lo que pudieron. Nadie vino a ayudarlas. No me sorprendió. Trina llamó al departamento de policía, pero las otras dos apenas dijeron nada mientras trabajaban. Eso tampoco fue muy sorprendente.

No conocía el refugio antes de ingresar en él. Pasaba el menor tiempo posible en Granger Falls. Y cómo me arrepentía, sabiendo que un bellezón como Trina había estado ahí todo el tiempo. Los lobos de Sawtooth nunca se apareaban con hembras humanas. No teníamos problema en pasar un buen rato con ellas, pero cuando la fiesta terminaba, el contacto también. Aunque hubiera conocido a Trina antes de ser capturado, no habría podido ser más que una noche de pasión.

Seis meses de cautiverio habían bastado para cambiar la forma de pensar de este lobo. Las lobas de nuestra generación habían sido vendidas al mejor postor. Mantenidas en un cautiverio completamente diferente, las trataban como diamantes en bruto, celosamente vigiladas y expuestas ostentosamente por quienes podían permitírselas. Era una broma cruel, la forma en que esas jaurías paseaban a las niñas bonitas delante de nosotros y nos daban de hostias si solo tratábamos de jugar con ellas. Se reían de nosotros. Los chicos no tenían nada de especial, sobre todo los de clase trabajadora. Éramos tantos porque nuestros padres estuvieron intentando tener una niña hasta que ya no pudieron más. La paga valía la pena.

Los lobos ricos no tenían que preocuparse apenas. Se habían aclimatado mejor a su lado humano. Tenían dinero, mujeres, y no les preocupaban la política ni la sangría de la clase trabajadora. Los ricos podían tener los medios materiales para sobrevivir, pero el resto de nosotros dependíamos de la fuerza y la astucia callejera. Los ricos podían quedarse con su dinero, no compraba la felicidad. La libertad era cara pero cualquiera podía disfrutarla.

Quería una compañera.

Quería dejar mi parte en el legado de mi manada, no iba a dejar que mi arduo camino se acabara ahí.

Dallas fue inteligente al sugerir que hiciéramos equipo con los Lowe. Pero yo no podría dormir por las noches teniendo a Major de líder, y quería a Trina. Tendría que demostrar ser un alfa para estar con ella. Nunca habíamos tenido un alfa sin compañera hasta entonces.

Y ella iba a ser mía.

—No te vas a separar de mí, ¿verdad? —Trina me dio un beso en la cabeza cuando todo volvió a ser lo más normal posible. Parecía exhausta. Detestaba no poder hacer nada para ayudarla. Aquellas mujeres no estaban indefensas ni mucho menos, pero igual quería arrimar el hombro.

Quedaba una semana para la luna llena. Una semana para poder ganarme el sustento, una semana todavía para poder besar sin dar un lengüetazo.

—Eres como mi sombra


—añadió.

Ella no tenía ni idea de que ese era mi nombre. Me apreté contra ella. Pronto sería capaz de envolverla con los brazos y perderme en ese olor a tarta de manzana que me hacía desear mucho más que el postre.

—Putos lameculos. Mira a los Channing, deseando hacerse amiguitos de las chicas del refugio —gruñó Major, mordisqueándome el cuello. Ladré, y conseguí que se pusiera contra el suelo y rodara. De ninguna manera. No me avergonzaría de Trina. Nosotros éramos cinco y había tres mujeres. Era lo suficientemente listo para hacer las cuentas. Y él tenía treinta y cinco años sin pareja, más números que no podía ignorar si quería ser considerado el líder.

—Ese no va a hacer una mierda por ti. No somos más que problemas para ellos. Y cuando ella venga la mañana después de la luna llena y se encuentre a cinco hombres desnudos en jaulas para perros, ya no pensará que eres tan lindo. Saldrá corriendo y gritando.

—Quiero que confíe en nosotros. —Me puse hocico a hocico con Major, mi respiración tenía un matiz áspero que no era del todo un gruñido. Cada día nos hacíamos más fuertes, y cada día él me cabreaba un poco más—. Así que cuando eso ocurra, no se asustará. Ahora Ryker también irá a por ella. Como alfa…

—¿Qué coño sabes tú de ser un alfa? —Major me dio un empujoncito.

Lo ignoré.

—Como alfa, la protegeré. Nosotros la metimos en este lío y nosotros la vamos a sacar. Ella se la está jugando por cuidarnos. Nadie la ayuda con donaciones, solo le dejan sus problemas. Yo los resolveré.

—Qué noble —se burló Major—. Puedes besarte con tu nueva novia humana mientras yo hago pedazos a Ryker. Así es como se resuelven los problemas.

Me zambullí en el cuello de Major. Nunca escuchaba razones, la violencia era lo único que entendía. Recibiría el mensaje.

—¡Chicos! —gritó Trina. Se puso rápidamente entre nosotros, mientras sujetaba un gatito en una mano con una botella en la otra. Se detuvo, mirando a Major—. ¡Basta! O tendré que meteros de nuevo en las jaulas.

—No sé cómo vamos a hacer esto, Shadow. —Baron se interpuso entre Major y yo. Había estado toda la semana siguiendo a Kiera, la voluntaria de pelo corto que parecía haber sido una atleta. Major le empujó, pero él lo ignoró—. Todos debimos escapar aquella noche. Shea fue el más listo. Ellas van a enloquecer cuando nos transformemos.

Tal vez debimos hacerlo. Habíamos ido de una cárcel a otra, y ahí no estábamos ayudando a nadie. Pero nadie quería escapar de Forever Home.

—Shea huyó por lo que le hizo a Archer —refunfuñó Dallas, lamiendo su pata y mirando a Major. Pero no se separó de Lyssie. De los hermanos que me quedaban, Dallas guardaría rencor mucho más tiempo que Baron. Baron haría cualquier cosa por encontrar una solución pacífica todo esto.

—Otra cosa que debemos arreglar cuando salgamos de aquí.— Me abalancé sobre Major otra vez—. Shea tiene que pagar por lo que le hizo a mi hermano.

—Hizo lo que debía. —Major no se echó atrás—. Tú hubieras hecho lo mismo en el ring esa noche. Tú mismo lo dijiste. Y planeabas hacerme lo mismo a mí. ¿Buscabas una recompensa por tu cabeza? Porque ahora todos tenemos una, con Ryker desmadrado por ahí. No hay tiempo para jugar limpio, Shadow.

Me di la vuelta. Que le jodan. Juntar a las manadas no sacaba a Shea de mi lista negra.

Pero Major tenía razón sobre Trina. No se podía saber cómo reaccionaría a nuestra transformación. Cualquiera que hubiera pasado un tiempo en Idaho había oído hablar de los hombres lobo. Algunos ancianos del pueblo se referían a nosotros como «karma», porque nos encargábamos de problemas que ellos no podían. A menos que fueran los Lowe, que provocaban más. Pero ninguno de esos paisanos nos había visto en acción.

No me sorprendió que los Lowe no se relacionaran con las mujeres. No era su estilo. Tenían una idea diferente de la libertad que mis hermanos y yo.

Trina no nos trataba como animales salvajes. Nos respetaba más que algunos lobos de Sawtooth —especialmente Ryker, las lobas y sus compañeros—. Nunca nos facilitaron nada. No me quejaba, pero era agotador. Fue un alivio dejar de luchar por unos días, aunque solo fuera hasta la luna llena. A pesar de que hablaba con cada uno de sus huéspedes —así llamaba a todos los animales que se alojaban con ella en Forever Home— como si fuera su amigo, parecía algo personal. Ella pensaba cada palabra que decía. Con Trina no eran formas de hablar.

Si tan solo fuera una loba. Pero entonces nunca la tendría. Era imposible de cualquier manera. Nunca me había molestado tanto antes de la captura. Me estaba dando cuenta de que mi tiempo venía con fecha de caducidad.

Nos salvó la vida y yo haría cualquier cosa por ella. Al principio era una cuestión de principios. Pero se fue convirtiendo en un sueño. Una cara linda para no pensar en el horror de los últimos seis meses. De lo contrario, cada pensamiento acababa en un plan de venganza. Sin Trina, me volvería tan sediento de sangre como Major.

Cuanto más tiempo pasábamos ahí, más me iba obsesionando. Trina me hacía querer más y darme cuenta de lo mucho que me faltaba sin una pareja. Solo en la semana que llevábamos ahí, ya me había percatado de sus hábitos, como cantar desafinando con la música country de la radio mientras limpiaba las jaulas o silbar como un pájaro mientras hacía papeleo. Y lo rápido que su felicidad se desvanecía en algo mucho más oscuro, algo perturbador. Siempre volvía a los animales, confiaba en nosotros para que le diéramos fuerza cuando no podía hacerlo todo ella sola.

Trina también necesitaba más.

—Dios mío, ¿qué ha pasado aquí? —Una joven asomó la cabeza por la maltrecha puerta con un caniche gimoteando en los brazos.

—Estamos de reforma —dijo Trina forzando una sonrisa falsa. Los demás voluntarios se dispersaron. Trina era su alfa. Una mujer como ella me haría más fuerte. Haría nuestra manada más fuerte—. ¿En qué te puedo ayudar?

—Ah. —La chica era demasiado educada para rebatirla en voz alta—. Este es el perro de mi abuela. O lo era. Mi abuela murió.

—Siento mucho oír eso.

La visitante suspiró profundamente antes de continuar.

—Ninguno de nosotros puede cuidar a Candy, es esta cachorrita. Vivo en una residencia, y mi madre está demasiado ocupada. Estoy segura de que hay alguna familia deseando quedársela. O a lo mejor otra abuelita. Es una perra muy buena.

Trina se acercó a la joven y le dio una palmadita en la cabeza a Candy, murmurándole algo.

—Ya veo. Ahora mismo, estamos llenos. Tengo un par de citas para adopción esta semana. Puedo apuntar su nombre y número, y cuando salga algo, le aviso… Es todo lo que puedo hacer.

—Bueno. —La cara de la chica languideció—. No nos quedamos en Granger Falls mucho más, y no sé a dónde llevarla. ¿No hay alguien que pueda quedársela?

—Somos el único refugio de la ciudad —dijo Trina suspirando, y la sonrisa se desvaneció. Se movía nerviosa, como si el hecho de moverse hiciera de alguna forma espacio para la perra—. Voy a hacer un par de llamadas a los refugios de la zona, pero la Mayoría de los que no son mataderos están igual que nosotros.

—Es una buena perra —repitió la chica—. De verdad quiero que encuentre un buen hogar.

—Lo sé. Yo también.

Trina dio un puñetazo al contrachapado recién colocado y se deshizo en lágrimas en cuanto Candy y la mujer se fueron. Lo hacía a menudo, cuando una cita de adopción no resultaba bien o no podía acoger a un nuevo huésped.

En una semana, tendría cinco plazas más. No podíamos cagarla. No eran solo nuestras vidas las que estaban en juego.

Me puse a los talones de Trina cuando dejó a los gatitos de nuevo en su redil.

—Cuidado —me soltó por poner la nariz demasiado cerca de las barras. Dejó caer su mano distraídamente sobre mí. Mi pelaje ya estaba mucho más tupido. Los metamorfos nos curamos rápido. Todos habíamos ganado peso y casi me sentía recuperado—. Creo que esta va a ser la noche. Te voy a llevar a casa conmigo. Tenemos que hacer hueco aquí.

Major empujó contra la parte delantera de su jaula.

—¿Cómo has convencido a tu novia para que te lleve a una cita?

—No preguntes —le dije con un resoplido—. Es el primer paso para salir de aquí.

Los demás lobos gimotearon desde sus jaulas cuando seguí a Trina hacia la puerta. Teníamos hambre de libertad.

—Pronto será vuestro turno, lo prometo —dijo Trina por encima del hombro, tratando de calmarlos—. Solo tengo sitio para uno ahora mismo.

Me llevó a su camioneta. Estaba negra y destartalada, y no arrancó a la primera.

—Maldito pedazo de chatarra. —Pegó un puñetazo al volante. Funcionó, el camión arrancó al siguiente intento. Me miró y sonrió. Su pelo casi parecía rubio bajo el último sol de la tarde. A menudo me preguntaba cómo sería como loba, con pelaje dorado y ojos verdes. Preciosa—. Menudo día. Ni siquiera te he dado un nombre. Tienes un pelaje gris tan bonito… ¿Humo? No, no queda bien. Pero servirá por ahora.

En seis días, sería capaz de decirle mi nombre y mucho más. Eso si se paraba a escucharme. Quizá debía huir, si tenía oportunidad, para evitar que lo hiciera Trina. Después de seis meses, nuestras transformaciones podían ser complicadas. Si es que nos transformábamos. Todos estaríamos fuertes para la metamorfosis de ese mes, pero ninguno de nosotros había permanecido tanto tiempo como lobo. No pasaría sin efectos secundarios.

Nos dirigíamos a una pequeña cabaña de madera al borde del bosque. La tierra húmeda y la savia de los árboles inundaron mis fosas nasales. Si salía corriendo hacia el bosque, ella nunca me atraparía. Sería libre.

Pero si lo hiciera, nunca volvería a ver a Trina. O sí, pero no habría forma de convencerla de que yo era el lobo que ella rescató y cuidó con tanto amor. No iba a ser fácil, pero nada bueno lo es, nunca.

La cabaña tenía un porche delantero que daba al valle. Los colores, llenos de vida, contrastaban y se mezclaban a lo largo de las ondulantes colinas, reflejándose en el lago a su vez. Una brisa fresca me acariciaba el pelaje, pronto veríamos la nieve caer.

—Bienvenido a casa —dijo Trina, con los brazos abiertos—. No es gran cosa, pero me encanta este sitio.

Tenía solo lo necesario: un sofá, una mesa de comedor y un televisor. Yo di una vuelta por la casa. Una ventaja de ser lobo era que no tenía que esperar a que me invitaran o me enseñaran la casa como a un huésped. Me metí en su habitación, sin esperar las sábanas rosas en la cama sin hacer. Me subí e inhalé su cálido aroma a tarta de manzana.

—Oh no, ahí no. Trina se rio, apartando mi trasero juguetonamente—. Tienes tu propia cama.

Estaba claro que toda su vida era el refugio. No tenía ni idea de cómo relajarse. Puso la misma emisora de radio que escuchaba todo el día mientras preparaba la cena, cantando sus favoritas. Al darse cuenta de que se había olvidado de traerme comida, puso más hamburguesas en la sartén. Esa cabaña era el paraíso.

Después de la cena, se instaló en el sofá con el ordenador.

Nunca paraba. Salté a su lado, acurrucándome en el hueco de su cuerpo caliente. Se apoyó en mí, y mientras se iba quedando dormida, tiró un montón de papeles de adopción sobre su regazo.

Bostezó de camino a su dormitorio.

—Deja que te enseñe la suite de invitados.

Había una mullida cama de perro en una esquina. La olfateé; no era el primero en usarla. Esto no era nada especial para Trina. Solo era un paso intermedio antes de llevar a los perros a sus verdaderos hogares. O devolver lobos al bosque.

—Las chicas pensaban que no debía llevarte a casa, ya que no eres exactamente un perro, pero me alegro de haberlo hecho. Me siento segura contigo aquí. Dulces sueños, Humo.

Me acosté en la cama del perro, escuchando cómo su respiración se iba haciendo más profunda al ritmo que se quedaba dormida. Me pasaban muchas cosas por la cabeza y no podía dormir. Tal vez si la observara, descubriría cómo no asustarla al convertirme en hombre. Ya no se sentiría tan segura después de eso.

—¡No! —Trina daba vueltas en la cama. ¿Estaba llorando?— No me dejes.

Su pesadilla se intensificó, parecía negociar con alguien para poder mantener a alguien cerca de ella. No lo estaba consiguiendo. Puse mis patas en la cama. Quería protegerla, o al menos hacer que saliera de ese sueño.

Trina abrió un ojo, y se dio cuenta de que la miraba.

—Ah, eres tú —murmuró, aparentemente sin recordar su pesadilla—. Sube aquí, Humo.

No tuvo que decírmelo dos veces. Me metí en la cama y dejé que Trina me rodeara con su brazo.

No te dejaré, Trina.

No recuerdo la última vez que dormí tan profundamente.





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Un líder que se enfrenta a la extinción de su manada. Una mujer rota por un trágico accidente. Juntos podrían sobrevivir, si aprenden a confiar el uno en el otro. Como directora del refugio de animales Forever Home, Trina no puede ignorar los rumores sobre un círculo de lucha de perros en Granger Falls, Idaho, y se apresura a rescatarlos. No se detendrá ante nada para mantener a sus peludos amigos a salvo, aunque ponga su vida en peligro. Con su manada atrapada y atrapada en un ring de pelea, Shadow Channing nunca esperó que una mujer hermosa fuera su salvación. Ahora es un objetivo en la guerra de su manada y él tendrá que explicarle exactamente por qué los lobos que ella ayudó a salvar se transformaron en sus formas humanas en la luna llena. La libertad no será suficiente para salvar a su manada. Para vencer a sus captores, deberá trabajar con los lobos rivales que lucharon en cautiverio y convencer a Trina de que los Metamorfos de los Dientes de Sierra no tienen futuro sin ella como su pareja.

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