Книга - Huye, Ángel Mío

a
A

Huye, Ángel Mío
Virginie T.


Un romance paranormal entre un ángel caído y una humana

Azazel es el primero de los ángeles caídos, al que todo el mundo recurre cuando tiene un problema. Su antiguo vecino le pide entonces que dé alojamiento a una mujer fugitiva, y él acepta sin dudarlo. Esta mujer le afectará profundamente y Azazel esperará lograr la misma felicidad que su hermano Baraqiel conoce con Caitlyn. Solo que para conseguirlo, cada una de las dos almas torturadas deberá hacer las paces con su pasado.












Azazel es el primero de los ángeles caídos, al que todo el mundo recurre cuando tiene un problema. Su antiguo vecino le pide entonces que dé alojamiento a una mujer fugitiva, y él acepta sin dudarlo. Esta mujer le afectará profundamente y Azazel esperará lograr la misma felicidad que su hermano Baraqiel conoce con Caitlyn. Solo que para conseguirlo, cada una de las dos almas torturadas deberá hacer las paces con su pasado.




Huye ángel mío





Huye ángel mío





Los ángeles caídos





Tomo 2





Virginie T.




Traducido por Gloria Pérez Rodriguez


© 2020. T. Virginie

Dépôt légal : juillet 2020




Capítulo 1Mallory


Da vueltas, con los labios apretados y la espalda tensa. Lo conozco perfectamente. Sé que retiene las palabras que está deseando lanzarme a la cara. Hay que ser masoquista para querer escucharlas. Yo no lo soy, en absoluto, pero los silencios y las cosas que no se dicen me parecen aún más crueles. Estoy convencida de que una pareja solo puede durar si existe una buena comunicación. ¿Cómo se va a solucionar una circunstancia si tu interlocutor no habla? ¿Habéis oído hablar de un negociador que no dijera una sola palabra para apaciguar una situación? Pues esto es igual.

—Háblame.

Me fulmina con la mirada, y casi estoy tentada de dar marcha atrás. Pero eso no está en mi forma de ser. No me han educado de esa forma. Soy una luchadora, no retrocedo ante las dificultades, sino que me enfrento a ellas con la cabeza alta, sean cuales sean sus consecuencias.

—Dime en qué piensas.

A fuerza de insistir, cede. O más bien, explota y su rabia me alcanza de lleno como un puñetazo en el estómago.

—¡Has dejado tu trabajo! ¡Otra vez! ¡Maldita sea, Mallory! ¡Estoy harto de que no mantengas un trabajo más de unas semanas, harto de luchar para sacar la cabeza del agua cuando está claro que a ti te da completamente igual! Solo piensas en ti, Mal.

Una y otra vez los mismos reproches desde hace meses. Sé que soy bastante inconstante a nivel profesional. Aún soy joven y a los veintiséis años, sigo buscando mi camino, pruebo, me equivoco y cambio. Solo estoy indecisa en este aspecto. Salvo este detalle, sé lo que quiero en la vida: un marido, niños, una casa. En resumidas cuentas, un cuento al estilo Cenicienta como se ven en las revistas y las novelas de amor. Nací en Manhattan y allí viví hasta los doce años. No siempre ha sido fácil. Siempre he sido una hija temeraria, un poco imprudente y algo rebelde frente a la autoridad, y solía meterme en líos. No era una mala alumna, tampoco una estudiante excepcional. En fin, era corriente, y cuando nos fuimos a Montreal me lo tomé como un nuevo punto de partida en la vida. Solo tenía doce años, pero a base de decirme mis padres que acabaría echándome a perder, terminé por creerlo y me dije, el día de nuestra mudanza, que esto sería una manera de ahuyentar la mala suerte. Contra todo pronóstico, hice nuevos amigos con acento cantarín, me esforcé en clase, y hasta conseguí un diploma en comercio. El problema, es que a mi vida le faltaba fantasía, emoción. Quería chispa en ella. Todo era demasiado normal. De hecho, era joven y me aburría soberanamente.

Conocer a Brandon supuso para mí como un nuevo impulso, un renacimiento. Basta con mirarlo para recordarlo como si fuera ayer. Mi amiga Beth y yo habíamos decidido salir a tomar una copa para relajarnos después de un duro día de trabajo como camarera en un pequeño restaurante de carretera. Me ardían los pies y la idea de sentarme y que me sirvieran a mí me parecía el paraíso. Nos arreglamos y salimos del brazo. Una pareja de impacto. La rubia y la morena. La exuberante y… yo. Bueno. Una vez en el bar, empezamos a charlar animadamente y a observar a los especímenes masculinos de los alrededores como en toda velada de chicas que se precie. Al fin y al cabo, éramos dos solteras y mirar nunca ha causado daño a nadie. Brandon se dirigió entonces hacia mí, o más bien hacia la barra para pedir una copa y yo, perdida en la contemplación, le eché sin querer mi copa por encima de los pies. ¡Por Dios! ¡Qué vergüenza! Balbuceé mil excusas mientras le secaba los zapatos con servilletas de papel. Aún recuerdo su risa que me había puesto carne de gallina en los brazos. Y su voz… Una voz embriagadora que me había dicho que había sido la mejor copa que había tomado en su vida. Desde entonces, no nos hemos separado. Fue hace dos años.

El periodo de luna de miel se ha acabado y la vuelta a la realidad es difícil. Quiero a Brandon con todo mi corazón, pero sus reproches me hieren y debilitan nuestra pareja con cada nueva disputa.

—No era un puesto para mí.

Suelta una risa burlona.

—Nunca es un puesto para ti. Cuando no te vas tú, te echan. Nunca funciona y vuelves a empezar una y otra vez de cero. Estoy cansado de esta situación. ¿Tú no?

A mí, lo que me cansa no es mi trabajo, sino estas peleas incesantes y la tristeza que me envuelve cada vez como una segunda piel.

—Encontraré otro trabajo más apropiado.

—Por supuesto. Hasta que de nuevo te canses. Parece que no te importa nada.

—Sí. Me importas tú.

Me acerco a él y me estrecha entre sus brazos. La presión que siento en mi corazón disminuye gracias a este contacto.

—Yo también te quiero. Pero quiero poder construir nuestro futuro y para eso necesitamos dos trabajos para que tengamos los medios necesarios.

Suspiro profundamente. En el fondo, le comprendo. Tengo las mismas aspiraciones, los mismos deseos.

—Quiero tener un mini nosotros, Mal. Pero eso requiere una economía sostenible a largo plazo.

¿Un hijo? ¿Un hijo conmigo? ¿Se siente preparado para comprometerse conmigo hasta ese punto?

—¿Quieres tener un bebé?

Tengo lágrimas en los ojos.

—Eres la mujer de mi vida. Quiero hacerlo todo contigo. Ya es hora de actuar como adultos.

Lo beso hasta casi ahogarlo.

—Te prometo que me esforzaré. Haré todo lo que pueda para encontrar un trabajo y el año que viene tendrás que salir en plena noche para satisfacer mis antojos de embarazada.

Se aparta de mí con una sonrisa.

—Mientras tanto, ha llegado el momento de preparar la comida. Lilas viene a presentarnos al nuevo hombre de su vida.

¡Por supuesto! El nuevo antes del siguiente. Yo cambiaré de trabajo como de camisa, pero a Lilas, lo que no le duran mucho en su vida son los hombres. La amiga de Brandon, que al principio no me caía bien, no es realmente de esas que sigue la rutina de la pareja. Cuando Brandon nos presentó, primero sentí celos. Saber que estaba tan cerca de una bomba sexual como ella me resultaba insoportable. ¡Bueno, es verdad! Lilas es el estereotipo del sueño masculino: piernas interminables, caderas estrechas, un pecho que sobresale por el escote y labios carnosos y seductores. ¡Hasta su voz es provocativa! Cada palabra, por insignificante que sea, en su boca suena erótica. Afortunadamente, Beth me hizo ver cómo mira Brandon a Lilas: como un hermano que cuida a su hermana pequeña para que no se meta en líos. Mientras que cuando me mira a mí… sus ojos están ardientes como el fuego.

—Beth viene también con Tom. Está aquí el fin de semana y parece que tienen una gran noticia que contarnos.

La comida se desarrolla en un ambiente agradable. Lilas, Beth y Tom se conocen desde hace ya algunos meses y resulta que el nuevo, Léon, se integra muy bien en nuestro pequeño grupo. Siendo un novio de Lilas, no me esperaba un físico como el suyo. Ella es bastante frívola y lo que más le importan son las apariencias. Suele echar el ojo al arquetipo del chico guapo: alto, musculoso, bronceado y… no mucho en la mollera siempre que tenga lo que hay que tener en el calzoncillo. Léon no sigue en absoluto estos códigos. Tampoco es que sea feo, no exageremos. Sencillamente, es diferente. Con un metro setenta y cinco, es solo un poco más alto que yo. En lugar de una barba incipiente de tres días que les da a los hombres un toque viril encantador, la suya es poblada de varias semanas que me irritó la piel instantáneamente cuando me dio un beso para saludarme. Solo los músculos se corresponden con los de sus otros novios. Léon tiene unos bíceps tan gruesos como mis muslos, cubiertos de tatuajes tribales que me intrigan. Curiosa por naturaleza, le hago preguntas para descubrir lo que ha seducido a nuestra pizpireta Lilas.

—¿A qué te dedicas, Léon?

—Soy informático. Persigo a los cibercriminales en la red para ayudar a la policía.

Ah. Mira, eso es serio. Estoy impresionada. ¿Le habrá tocado la lotería a Lilas?

—Ese es un trabajo importante.

Se ríe, con una risa grave y profunda, y sus ojos se entrecierran entonces dejando aparecer algunas finas arrugas en el rabillo del ojo.

—Se me dan bien estas cosas. Pero de hecho, solo tengo que teclear en mi ordenador a lo largo del día, cómodamente sentado en mi sillón, y enviar por email a la comisaría los datos importantes que descubra.

Y modesto, además. Evidentemente, tiene que meterse Brandon en la conversación. El hermano desconfiado y protector ha vuelto.

—¿Entonces no eres poli?

—No. Ni siquiera he conocido a la mayoría de los inspectores que me contratan. Trabajo como freelance y todo pasa a distancia la mayoría del tiempo. Es raro que tenga que ir allí. Soy más bien un tipo hogareño.

Intervengo antes de que Brandon estropee la cena con observaciones infundadas y groseras.

—¿Quién quiere un café?

Preparo las bebidas calientes con la ayuda de Beth que parece estar en una nube.

—¿En qué piensas?

Sacude la cabeza sin responderme, haciendo que sus mechones rubios se muevan en todos los sentidos.

—¡Venga! Soy tu mejor amiga. No puedes andarte con secretitos y no contármelo.

—Lo sabrás al mismo tiempo que todo el mundo.

—¡Beth! No seas tonta. Venga, ¿qué?

Sigue con la boca herméticamente cerrada. Pero yo también tengo algo para ella.

—Si me dices tu secreto, yo te digo el mío.

Sus ojos se iluminan entonces y clava dos rayos láser sobre mí.

—Tú no tienes secretos. Siempre me cuentas las cosas en cuanto te pasan.

—Es verdad. Pero esto ocurrió justo antes de que llegaras y no he tenido tiempo de llamarte.

Me mira fijamente, para saber lo que es verdad o no.

—¿Vas a cambiar de trabajo otra vez?

Bajo los hombros. Beth tiene la misma opinión que Brandon en cuanto a mi manera de gestionar mi vida profesional y una sola pelea sobre el tema me basta por hoy. No me apetece volver a hablar de eso.

—No me refiero a eso.

Mi amiga comprende el mensaje y afortunadamente no insiste. Se lo agradezco en silencio, un tanto desmoralizada por no estar a la altura de lo que la gente que me importa espera de mí.

—De acuerdo. No me pongas esos ojitos de cachorro, que no lo soporto. ¿Estás preparada para saltar de alegría por mí?

Sacudo fuertemente la cabeza, impaciente por saber la noticia en primicia.

—Tom viene a vivir aquí conmigo. Ha puesto a la venta su apartamento de Nueva York y ya ha encontrado trabajo en Montreal.

—¡Uau!

Ya está, me he quedado como colgada. Mi amiga me anuncia que va a vivir con su novio y eso es todo lo que consigo decirle. Me sacudo mentalmente, me doy una bofetada y me lanzo hacia ella para darle un buen abrazo.

—¡Enhorabuena! ¡Estoy tan contenta por ti!

Sé que Beth ha tenido dudas desde hace tiempo sobre su pareja. No por la falta de compromiso de su chico, porque Tom le profesa un amor sin límites y todo el mundo puede verlo, sino por la distancia que los separa y que pondría a prueba a cualquier pareja. Me alegro mucho de que haya aguantado, sin nunca perder la esperanza, porque hoy, ha obtenido sus resultados. Va a vivir con su pareja. Está tan emocionada que, a pesar de su sonrisa radiante, se le escapa una lágrima.

—¿Y tú? ¿Cuál es tu secreto, Mallory?

El mío parece poca cosa al lado del suyo, porque solo es una promesa, pero una promesa que pienso mantener…

—Brandon quiere que tengamos un hijo.

—¿Qué?

—Brandon quiere un bebé.

Mi amiga se queda en silencio. Demasiado. ¡Y yo que pensaba que se alegraría por mí!

—¿Cuál es el problema? ¿No te cae bien Brandon?

—Sabes que sí. Solo que estoy sorprendida, eso es todo. No dejas de cambiar de trabajo. No es una situación ideal para concebir un hijo. ¿No te parece?

Evidentemente. Beth es una persona práctica, exactamente igual que mi novio.

—Le he prometido a Brandon que encontraría un trabajo y lo mantendría. Esa es la condición para tener un hijo juntos.

—Ya veo.

Su comentario me toca la fibra sensible.

—¿Qué ves?

Beth es muy consciente de pisar un terreno pantanoso y se para un momento a pensar lo que me va a decir bajo mi furiosa mirada.

—Mallory. Eres una chica genial, y mi mejor amiga desde hace demasiado tiempo para contar los años, pero la constancia profesional, no es lo tuyo.

—¿No me crees capaz de cumplir una promesa hecha a mi pareja?

— Mal, no se trata de eso…

—Te demostraré que soy capaz de cambiar. Ya lo verás. Lo conseguiré.

Dicho esto, vuelvo con los demás, más decidida que nunca a demostrar mi valía.




Capítulo 2Mallory


Hace meses que me esfuerzo en cumplir esa maldita promesa y voy de decepción en decepción. Soy incapaz de saber lo que quiero hacer como trabajo. Encadeno experiencias en diversos sectores en busca de respuestas, desde cajera a embotelladora en una fábrica, de guía turístico a secretaria médica, y se está volviendo cada vez más difícil explicar mis elecciones sin relación unas con otras durante las entrevistas de trabajo. Los responsables de contratación consideran que no soy digna de confianza por cambiar de trabajo tan a menudo, y la mayoría no me dan ninguna oportunidad a pesar de mi firme motivación. En cuanto a los que sí me la dan, terminan por despedirme sin remedio, reprochándome mi falta de implicación. Estoy en un callejón sin salida, más deprimida que nunca, y ni siquiera puedo contárselo a Beth. Desde el día de la comida en mi casa, nuestra relación se ha degradado. No, no es la palabra adecuada. Digamos mejor que nos hemos distanciado una de la otra. Principalmente, por mi culpa, tengo que confesarlo. Al principio, justifiqué mi comportamiento dando prioridad al hecho de que Tom y ella se iban a vivir juntos y necesitaban intimidad para construir su nueva vida. En realidad, si me he distanciado, era para no leer en sus ojos la decepción con cada uno de mis nuevos fracasos. Ya tengo bastante con la mirada de Brandon. Beth tenía razón al dudar de mí, y soy yo a quien culpo más. ¡Es cierto! ¿Qué va mal en mí para que sea incapaz de decidirme de una vez por todas? Si no lo hago por mi novio, entonces ¿qué diablos me hará sentar la cabeza?

No soy la única que no sabe lo que quiere. Como se suponía, Lilas y Léon se separaron después de algunos meses. Bueno, algo ha progresado ella, porque lo normal es que sean semanas. Es una pena. Me cae bien Léon. Nos hemos visto varias veces saliendo los cuatro y confieso que ha nacido una amistad entre nosotros. Aún hoy, aunque ya no salga con Lilas, seguimos viéndonos. Además, es el único amigo a quién realmente le puedo contar las cosas sin que me juzgue. Se ha convertido un poco en mi confidente, y nunca podré agradecerle lo suficiente que esté ahí para mí en cualquier circunstancia. Después de una enésima pelea con Brandon, me dijo en tono de broma que debería dejarlo y formar una pareja con él. Adoro a Léon, pero no lo veo de esa manera. A pesar de nuestras discusiones, estoy enganchada a Brandon y nuestras riñas son cada vez más como cuchillos clavados en mi corazón. Y de nuevo hoy, temo cruzar la puerta de entrada y decirle que me han echado de mi trabajo de cuidadora de niños. Pensé que sería un buen entrenamiento para el papel de padres, pero los padres en cuestión, para los que trabajaba, no querían que siguiera en la casa. En fin, sobre todo la señora, que sospechaba que su marido tenía fantasías conmigo. ¡Ay, cuando nos dominan los celos! Entonces, me despidió sin más ni más después de haber sorprendido a su marido mirando con deseo mi trasero cuando me inclinaba para recoger un juguete, y ahora tengo que decírselo a mi novio que pasa ampliamente de las razones de mis despidos. Todo lo que ve, es que no tengo trabajo, y punto. Suena mi teléfono, lo que aplaza la discusión que se anuncia, y a pesar de todo, sonrío al ver el nombre que se muestra en la pantalla.

—Hola.

—Hola, guapa. ¿Qué hay de nuevo?

Un profundo suspiro se escapa de mis labios mientras mis hombros se bajan.

—¿Mallory?

—Me han despedido.

Una primera lágrima cae a toda velocidad por mi mejilla. La primera de una larga serie que retengo desde que salí de la casa de mis exempleadores.

—Eh, Mal. No llores, preciosa. Sabes que no lo soporto. Dime, ¿qué ha pasado?

—El marido me echó una de esas miraditas otra vez sin ninguna discreción y eso no fue del gusto de la mujer.

—Vale, vale. Cálmate. No es culpa tuya, preciosa. No podías hacer nada si el tío no podía controlar su libido frente a tu belleza. Su relación marital no es asunto tuyo. Son ellos los que tienen un problema. Anda, deja de llorar.

Sollozo sin cesar y me pregunto cómo hace Léon para comprender lo que le cuento.

—¿Qué va a decir Brandon? Vamos a tener otra discusión y…

—Para, Mal. Brandon te quiere, pero si no es capaz de aceptarte como eres es que no te merece. Eres una chica genial y cualquier hombre estaría feliz de estar contigo, ¿de acuerdo?

Siempre tengo la moral por los suelos, pero Léon tiene el don de hacerme sentir mejor. Respiro profundamente varias veces para recuperar el control.

—Gracias. Me sienta muy bien relajar la presión.

—A tu servicio. Ya te lo he dicho: siempre estaré aquí para ti. Puedes llamarme día y noche.

No sé qué responder a tanta amabilidad. A veces, pienso que espera más de mí de lo que puedo darle, pero muy egoístamente, no quiero que se aleje de mí.

—Gracias otra vez. Tengo que irme.

—Llámame después a ver cómo ha ido. Estaré contigo en un minuto si me necesitas.

No respondo. No estoy segura de estar en condiciones de llamarlo después de la conversación que me espera.

—Prométemelo, Mal.

—Lo intentaré.

Cuelgo antes de que insista. Está demasiado metido en mi relación de pareja. Es hora de que me comporte como un adulto y asuma mis acciones.

A pesar de mis buenas intenciones, entro en casa de mala gana. Brandon está ahí, en el sofá, con los brazos cruzados y la mirada fijada en mí. Es evidente que me esperaba.

—Hola.

—¿De nuevo sin trabajo?

Me estremezco a mi pesar mientras me descalzo. Intento ganar tiempo, pero no está de humor para darme un respiro.

—Es inútil andarse con rodeos. Te has quedado en el coche durante media hora. ¿Buscabas la manera de decirme la noticia una vez más?

—No es culpa mía, Brandon…

No me deja acabar la frase. Se levanta bruscamente y levanta los brazos al techo.

—Nunca es culpa tuya, Mallory. No tiene que ver contigo, pero el resultado es el mismo: ya no tienes trabajo de nuevo y yo tengo que cargar con todo, con las facturas y las compras, pasando por la gasolina de mi coche que tú utilizas para ir a las entrevistas que, una vez más, no te llevarán a nada.

Es la primera vez que me acusa de ser una mantenida y me lo tomo muy mal. Es lo menos que puedo decir.

—Lamento ser una carga para ti. Pensaba que al vivir juntos, las parejas hacían frente común, pero es evidente que me he equivocado.

Sube el tono, enfadándose cada vez más mientras va de un lado a otro delante de mí.

—Hacer frente común no significa que yo deba pagarlo todo mientras tú te lo tomas con calma.

No puedo soportar sus palabras infundadas.

—¿Porque según tú no hago nada? ¡Me paso el tiempo buscando trabajo!

—Precisamente, Mallory. Lo único que haces es buscar. Solo que cada vez encuentras menos, y las pocas veces que te contratan, apenas aguantas una semana en el puesto, y luego, vuelta a empezar. ¡Esto no tiene fin, y estoy harto!

No sé si debo reír o llorar. ¡Estoy tan cansada de ver cómo se desmorona nuestra relación por tan poco! Porque para mí, es ridículo. Mientras nos queramos, eso es lo más importante y nuestra pareja debería reforzarse a través de las pruebas que tenemos que atravesar. Pero al contrario, nuestra pareja se desgarra con cada obstáculo y me temo que pronto no quedará nada a pesar de todo el amor que sentimos. Suelto entonces la primera idea que se me pasa por la cabeza.

—Deberíamos tener un hijo. Sin esperar más.

Esto al menos le hace parar un momento y posa sus ojos sobre mí. Me explico antes de que la ira le domine de nuevo y no me escuche.

—¿Por qué esperar? Tú mismo lo has dicho. Yo estoy disponible. Tendré todo el tiempo para ocuparme de él. Lo que importa es que nos queramos y que ese niño sea la prueba.

Brandon se echa a reír de forma estrepitosa, lo que resuena en nuestro salón apenas amueblado.

—¿Me dices que tengamos un hijo y que tú te ocuparás de él mientras yo curro como un esclavo para mantenerte a ti y a tu retoño?

¿Mi retoño? Me trago mi saliva por donde no es y me siento como puedo en una silla antes de desmoronarme en el suelo.

—¿Porque te crees que sigo queriendo tener un hijo contigo? Después de tantas discusiones, piensas de verdad que me apetece comprometerme contigo?

Sus ojos son de hielo mientras me mira fijamente, a la espera de mi respuesta. Pero, ¿qué responder a esto? Me doy cuenta de que no me había dado cuenta de la amplitud del abismo que se ha creado entre nosotros. Pensaba que era una fase pasajera que terminaríamos por superar. Sin embargo, estoy muy lejos de la realidad. Solo puedo murmurar, porque mi voz está atrapada en la garganta.

—No, supongo que no.

Brandon está cansado. Se deja caer sobre el sofá con todo su peso, haciendo chirriar el mueble, mientras continúa con un tono monótono.

—Sinceramente, Mallory, ya no estoy seguro de querer continuar.

Segunda puñalada en el pecho. No quiero que explique lo que piensa pero al mismo tiempo, lo necesito para comprender la amplitud del daño.

—¿Continuar el qué?

—Nuestra historia.

Debo de ser masoquista. Quiero que lo precise.

—¿Es decir?

—Ya no tengo la certeza de querer vivir contigo. Pienso que deberíamos hacer una pausa durante un tiempo.

Una pausa… Todo el mundo sabe lo que quiere decir «hacer una pausa» en una pareja. Es una manera cortés, si es que existe alguna, de romper sin decirlo claramente. Si no estuviera sentada, probablemente me habría caído al suelo de dolor. He perdido el equilibrio y necesito más que nunca a Beth. Necesito a mi mejor amiga para curar mis heridas. Pero soy demasiado orgullosa para pedirle ayuda.

—Te doy tiempo para que te recuperes, pero me gustaría que hicieras las maletas lo antes posible.

¿Porque encima me echa de la casa? Me quedo ahí, con la boca abierta y los brazos caídos, mientras mi vida se va al garete.

—Es inútil que me mires así. Tú no puedes pagar el alquiler y los demás cargos. Todas las facturas están ya a mi nombre, y soy yo quien ha pagado todos los muebles.

En un día, lo he perdido todo. Mi trabajo, mis sueños de vida ideal y a mi novio. Exnovio. Mejor hacerme a la idea. Me levanto con un movimiento brusco.

—¿Por qué esperar? Voy a hacer las maletas.

— Mallory.

Suspira antes de continuar.

—No te lo tomes así. Lo hago por nosotros.

Me ahogo en mi propia furia.

—¿Por nosotros? ¿Me echas de casa para arreglar nuestra pareja?

Al menos tiene la decencia de bajar los ojos.

—Solo lo haces por ti. Y ahora, si me permites, voy a darme prisa en embalar mis cosas para que mi presencia no te incomode.

Afortunadamente, no me sigue a la habitación. No habría podido seguir con nuestra pelea verbal. Este día no se acaba y mi corazón está en pedazos cuando amontono mi ropa en una bolsa de viaje. Solo cojo lo esencial, porque no tengo sitio para más, y el ruido de la cremallera cuando cierro la bolsa me hace darme cuenta de lo que implican estos últimos acontecimientos. Voy a tener que empezar de cero, reconstruirme, y voy a tener que hacerlo sola. ¿Volver a casa de mis padres? No tiene sentido. Ya pasé la edad de vivir con papá y mamá y tener que rendir cuentas

Dejo la casa sin decir nada y sin mirar atrás. Brandon me ha ofrecido amablemente que coja su coche. Me he mordido la lengua para no decirle que podía meterse la llave donde le cupiera ¡Para que luego me eche en cara que utilizo SU coche! Prefiero tener los pies deshechos de caminar antes que soportar otra humillación más.




Capítulo 3Mallory


No sé cuánto tiempo he estado caminando por la calle, pero la bandolera de mi bolsa de viaje me está cortando el hombro y mis piernas ya casi no pueden soportar mi peso, sumado al de mi equipaje. Me arrastro, sin rumbo, sin saber adónde ir, cuando un coche reduce la velocidad a mi altura. Giro la cabeza al lado contrario, porque no tengo ninguna gana de explicar a un desconocido lo que hago por la calle con mis cosas encima. Pero el inoportuno no está de acuerdo. Escucho abrirse la ventanilla del pasajero y la música que se escapa del vehículo me taladra los tímpanos. El viento lleva la música hard core a un nivel sonoro ensordecedor. De pronto, el sonido baja de tono y una voz que no me esperaba me llama.

—¿Mal? ¿Qué haces aquí?

Me giro para comprobar que no soy víctima de una alucinación, pero no, es mi amigo al volante de su coche. Lloraría de alegría si no se me hubieran acabado las lágrimas. Lo miro, sin moverme ni responderle. Entonces, aparca el coche a un lado y rodeando el coche viene hacia mí apresuradamente.

—¿Mal? ¿Estás bien?

Asiento con la cabeza, incapaz de hablar.

—Deja que te ayude.

Me coge la bolsa de viaje y la lanza al maletero. Luego me abre la puerta del pasajero.

—Sube. Te llevaré a mi casa. Hablaremos y me contarás qué te ha pasado.

Subo al coche como un autómata, siempre en silencio, y mi amigo me pone el cinturón que no he tenido el reflejo de coger. De pronto me siento menos sola, y espero que contarle lo ocurrido me ayude a ver más claro y trazar un plan a seguir, porque no puedo errar sin rumbo eternamente.

Me doy cuenta de que nunca he estado en su casa. Ni una sola vez. Su casa es pequeña, apartada de la carretera y sin vecinos. El caminito que lleva a su porche es pedregoso y salto en mi asiento. Esto me remueve peligrosamente el estómago que se revuelve por estos caóticos movimientos.

—Lo siento. Aún no he tenido tiempo de arreglar el exterior de la casa.

Le sonrío débilmente, manteniendo la boca herméticamente cerrada para no vomitar en la palanca de cambios. Afortunadamente, esto no dura más de un minuto y aparcamos delante de una casita de ladrillo visto con mucho encanto.

—Es muy bonito.

Me sonríe dejando aparecer un hoyuelo en su mejilla izquierda.

—Gracias. La heredé de mi abuela hace unos años y la estoy restaurando desde entonces.

Da la vuelta al coche para abrirme la puerta, como un caballero.

—Ven. Te prepararé un buen té y hablaremos.

Me coge de la mano y tengo un movimiento de rechazo. Nadie salvo Brandon me había cogido de la mano desde hacía mucho tiempo, y esta mano extraña, más ancha y fuerte, me deja una desagradable impresión. Mi anfitrión no se da cuenta de mi incomodidad y me lleva al interior a través de una puerta roja de madera que se cierra tras mi paso. Tengo el tiempo justo de ver su entrada decorada con un espejo, y me lleva a una cocina de última moda, perfectamente equipada, con un inmenso aparato para cocinar y una isla rodeada de altos y confortables taburetes.

—Siéntate ahí. Te prepararé el té.

Aprovecho para mirar a mi alrededor, observando esta estancia con curiosidad. Todo es moderno, aparentemente fácil de manejar, pero siento como un malestar. No hay ninguna foto, ningún objeto decorativo, ningún rastro de vida. Todo es magnífico, pero insípido, como una casa piloto sin alma. Es difícil imaginar que un hombre soltero viva en este lugar. ¿Dónde está el desorden? ¿La ropa sucia por ahí tirada? ¡Señales de vida, caray!

—Tomas dos de azúcar, ¿verdad?

Centro la atención en mi amigo.

—Sí, gracias.

Me pone una taza delante y disfruto del calor en mis manos para volver a centrarme. Me sienta bien estar sentada. Sin embargo, debo reflexionar sobre qué voy a hacer ahora.

—¿Estás preparada para contarme lo ocurrido después de nuestra conversación?

Es verdad que cuando hemos hablado yo estaba llorando, confinada en mi coche. Mi excoche. Después de esa llamada, todo se ha vuelto ex.

—Te dije que me llamaras si lo necesitabas.

—No quería molestarte.

Y eso es cierto. En parte. Ya tengo la impresión de ser una carga para mi exnovio. No quería serlo también para Léon, el amigo que me ha apoyado estos últimos meses, contra viento y marea.

—Tú nunca me molestas, Mal, ya te lo he dicho.

Juega con mis dedos sobre la mesa y un escalofrío me recorre la espalda. Retiro mi mano y me rodeo los hombros para darme calor, aunque dudo que el frío sea responsable de mi piel de gallina.

—Brandon y yo nos hemos peleado.

El recuerdo de las últimas palabras que el antiguo amor de mi vida pronunció obstruye mi garganta con una bola tan grande como un balón de fútbol.

—Todo se arreglará, Mal. Como siempre.

La bola aumenta de tamaño en mi tráquea. Tengo la sensación de ahogarme.

—No. No, no se va a arreglar. Me ha pedido que me vaya. Quiere que hagamos una pausa.

Se me escapa una risa histérica y algo aterradora, incluso para mis propios oídos.

—Todo el mundo sabe lo que significa hacer una pausa. Ha roto conmigo. Me ha dejado. Definitivamente.

Léon aprieta los labios frente a mí dejándolos invisibles entre su barba negra y poblada.

—Brandon es un idiota. Será él quien lo lamente.

Mi risa se transforma poco a poco en sollozos desgarradores y un torrente de lágrimas invade mi rostro antes de que me dé cuenta. Al final, aún tenía lágrimas.

—Ha borrado más de dos años de relación como si nada. Como si ese tiempo juntos no tuviera ninguna importancia. La única que lo lamenta soy yo. Debería haberme esforzado más, debería haber escuchado sus temores. Solo quería que encontrara un trabajo y…

—Shhh. Calla, Mal. Respira. Estás conteniendo tu respiración.

Efectivamente, no he respirado ni una vez durante toda mi parrafada. Los remordimientos me cortan el aliento. Léon me acaricia la espalda de arriba abajo, animándome a inspirar y exhalar a su ritmo. El calor de su palma atraviesa el tejido de mi prenda superior y una vez más, me parece que se está acercando demasiado a mí.

—Me voy a ir.

—No digas tonterías, Mallory. No estás en condiciones de ir a ningún sitio. Ni siquiera tienes coche. ¿Tienes algún lugar adónde ir, al menos?

Me hundo un poco más en el asiento, con los hombros encorvados.

—Tendré que volver a casa de mis padres.

Aunque no me apetece nada, no tengo otra opción. De mis ojos se deslizan lágrimas de vergüenza. Pronto tendré 27 años y voy a tener que volver a vivir con mis padres como una niña. Estoy enfadada conmigo misma por no poder ser independiente.

—Puedes quedarte aquí algún tiempo.

Levanto bruscamente la cabeza y miro a Léon como si le hubiera crecido una tercera cabeza o un cuerno en la frente.

—Eres un cielo, Léon, pero no es una buena idea.

Se levanta cuan largo es y me mira desde toda su altura. Un semblante de miedo se insinúa en mí.

—Realmente, no era una proposición, Mal.

Me levanto y retrocedo en dirección a la puerta.

—Estás empezando a asustarme, Léon. Más vale que me vaya.

Se acerca a mí como un depredador arrinconando a su presa. Así me siento exactamente: una presa atrapada contra una puerta que no se abre a pesar de mis desesperados intentos para girar la manilla.

—Estaremos bien los dos, Mal.

Sus palabras apenas atraviesan la bruma de mi pánico. Sacudo la cabeza, pero tengo la sensación de tener la cabeza de algodón. Tengo serias dificultades para controlar mis ideas y cuando abro la boca, tengo la repentina impresión de que mi lengua pesa una tonelada. Me desplomo a medias contra la puerta mientras que Léon se acerca más. No parece estar preocupado por mi extraña debilidad y entonces surge en mí una sospecha.

—¿Qué me has hecho?

Mi voz apenas se oye. Posa su mano en mi mejilla y soy incapaz de esbozar el gesto de repulsión que quisiera hacer. Mis piernas me sujetan con dificultad. Siento que me deslizo poco a poco hacia el suelo. Antes de que me caiga del todo, Léon pasa un brazo bajo mis piernas y por mis espalda y me pega a su ancho torso. Mi cabeza se zarandea en un ángulo doloroso, pero soy incapaz de ponerla recta.

—Pensaba tener algo más de tiempo. Tu habitación aún no está terminada. Espero que te guste.

¿De qué habla? ¿Desde cuándo tiene previsto secuestrarme? ¿Por qué? ¡Pensaba que era mi amigo! Mis preguntas se quedarán sin respuesta. Soy incapaz de hacérselas y termino por quedarme inconsciente cuando Léon me deja sobre una superficie blanda.

Mis párpados pestañean bajo la fuerte luz. El sol me agrede la retina con sus rayos luminosos. Estoy desorientada, incapaz de recordar dónde estoy ni qué me ha traído a este lugar desconocido. Intento frotarme los ojos para aclararme la vista, pero mi muñeca derecha se para en seco con un ruido metálico. Insisto, y entonces siento dolor. Un metal frío me muerde terriblemente la piel. Me contento con mi mano izquierda para despegar mis ojos, y luego mi mirada se posa en la traba. Porque es precisamente eso. Unas esposas me tienen prisionera y sujeta a la cama. El pánico se apodera de mí. Miro a mi alrededor. Estoy sola en una habitación desconocida y mis cosas están colocadas en estanterías abiertas, como si viviera aquí desde hace tiempo. La angustia me come las entrañas.

—¿Hay alguien?

Solo responde a mi llamada el silencio.

—¿ME OYE ALGUIEN?

Mi voz me sale más aguda de lo deseable, pero qué más da. En una habitación contigua, chirría una silla sobre las baldosas y unos ruidos de pasos que se acercan hacen que se me acelere el corazón. Cuando la puerta entreabierta se abre de par en par, no puedo creer lo que veo.

—¿¿¿Léon???

Su sonrisa tiene algo perverso e inquietante. Sin embargo, no es diferente con respecto a lo habitual. Debe de ser por la rocambolesca situación a la que me enfrento.

—Por fin te has despertado. No me había dado cuenta de que la dosis era un poco fuerte. ¿Te duele la cabeza? ¿Tienes náuseas?

Esto es surrealista. Estoy encadenada a una cama y mi secuestrador ¿se preocupa por mi salud después de haberme drogado? Porque eso es lo que ha hecho, si lo he entendido bien.

—¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué me has atado?

Se sienta al borde de la cama y, por reflejo, me alejo de él, lo que le provoca un suspiro.

—¿Te habrías quedado conmigo si te lo hubiera pedido amablemente?

No. Desde luego que no. Intento reducir mi ritmo cardiaco mientras continúa justificándose.

—Estamos hechos el uno para el otro, Mal. Lo supe en cuanto te vi por primera vez.

—Estabas con Lilas. Estabais bien juntos.

Juega con los mechones de mi cabello y no tengo escapatoria. No puedo estirar más mi brazo y me duele la muñeca por tirar tanto.

—No estaba hecha para mí. Solo pensaba en divertirse y acostarse conmigo. Busco algo más serio. Enseguida me di cuenta de que tú eras alguien apasionada e increíblemente romántica. Eres mi mujer ideal.

Intento hacerle razonar.

—No soy la persona que necesitas. Soy inconstante, incapaz de involucrarme.

—No quieres trabajar, lo que me parece muy bien porque quiero que te quedes en casa. Conmigo. ¿Recuerdas? Yo trabajo en casa. Estaremos juntos todo el tiempo. Gano lo suficiente para los dos. Vamos a ser muy felices.

Se inclina sobre mi rostro, con los labios por delante, y yo le escupo a la cara para que se eche hacia atrás. Gruñe limpiándose con la manga.

—Acabarás por entrar en razón. Serás mía. Para siempre.

—Nunca, Léon. NUNCA.

Se pone entonces encima de mi vientre sentándose encima y me quedo sin respiración bajo su peso. Temo que quiera violarme y me pongo a chillar sin cesar. Me aprieta la cabeza sobre el colchón para ahogar el sonido y me asfixio con las sábanas que invaden mi boca bien abierta.

—¡Deja de gritar! No voy a poseerte. Solo te voy a marcar. Eres mía. Y cuando por fin hayas comprendido que somos almas gemelas, estarás orgullosa de mostrárselo a todos.

Dejo de gritar para poder respirar libremente y le oigo coger algo del bolsillo. Baja entonces el cuello de mi camiseta y empiezo a agitarme de nuevo hasta que siento un metal frío en lo alto de mi espalda.

—Una marca como prueba de tu amor por mí.

La hoja se introduce en mi piel como si fuera mantequilla bajo mi aullido de dolor. Léon me hace un corte en la espalda con un tajo vertical y mi sangre se derrama por mi cuello.

—Vas a ser perfecta.

Y con estas palabras, me deja ahí, aturdida, y con el cuerpo herido.





Конец ознакомительного фрагмента. Получить полную версию книги.


Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=63375848) на ЛитРес.

Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.



Un romance paranormal entre un ángel caído y una humana

Azazel es el primero de los ángeles caídos, al que todo el mundo recurre cuando tiene un problema. Su antiguo vecino le pide entonces que dé alojamiento a una mujer fugitiva, y él acepta sin dudarlo. Esta mujer le afectará profundamente y Azazel esperará lograr la misma felicidad que su hermano Baraqiel conoce con Caitlyn. Solo que para conseguirlo, cada una de las dos almas torturadas deberá hacer las paces con su pasado.

Как скачать книгу - "Huye, Ángel Mío" в fb2, ePub, txt и других форматах?

  1. Нажмите на кнопку "полная версия" справа от обложки книги на версии сайта для ПК или под обложкой на мобюильной версии сайта
    Полная версия книги
  2. Купите книгу на литресе по кнопке со скриншота
    Пример кнопки для покупки книги
    Если книга "Huye, Ángel Mío" доступна в бесплатно то будет вот такая кнопка
    Пример кнопки, если книга бесплатная
  3. Выполните вход в личный кабинет на сайте ЛитРес с вашим логином и паролем.
  4. В правом верхнем углу сайта нажмите «Мои книги» и перейдите в подраздел «Мои».
  5. Нажмите на обложку книги -"Huye, Ángel Mío", чтобы скачать книгу для телефона или на ПК.
    Аудиокнига - «Huye, Ángel Mío»
  6. В разделе «Скачать в виде файла» нажмите на нужный вам формат файла:

    Для чтения на телефоне подойдут следующие форматы (при клике на формат вы можете сразу скачать бесплатно фрагмент книги "Huye, Ángel Mío" для ознакомления):

    • FB2 - Для телефонов, планшетов на Android, электронных книг (кроме Kindle) и других программ
    • EPUB - подходит для устройств на ios (iPhone, iPad, Mac) и большинства приложений для чтения

    Для чтения на компьютере подходят форматы:

    • TXT - можно открыть на любом компьютере в текстовом редакторе
    • RTF - также можно открыть на любом ПК
    • A4 PDF - открывается в программе Adobe Reader

    Другие форматы:

    • MOBI - подходит для электронных книг Kindle и Android-приложений
    • IOS.EPUB - идеально подойдет для iPhone и iPad
    • A6 PDF - оптимизирован и подойдет для смартфонов
    • FB3 - более развитый формат FB2

  7. Сохраните файл на свой компьютер или телефоне.

Книги автора

Рекомендуем

Последние отзывы
Оставьте отзыв к любой книге и его увидят десятки тысяч людей!
  • константин александрович обрезанов:
    3★
    21.08.2023
  • константин александрович обрезанов:
    3.1★
    11.08.2023
  • Добавить комментарий

    Ваш e-mail не будет опубликован. Обязательные поля помечены *