Книга - Confesiones De Una Sinvergüenza

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Confesiones De Una Sinvergüenza
Dawn Brower


Jason Thompson, el Conde de Asthey necesita casarse, y Lady Samantha Cain está decidida a ser la dama afortunada que lo conducirá hacia estos votos de matrimonio. Como la mayoría de los solteros pícaros, Jason Thompson, el Conde de Asthey nunca ha planeado casarse. Él continua con ese pensamiento hasta que es leído el testamento de su abuelo. Si no se casa en seis meses, perderá toda su herencia. Eso no le preocuparía mucho, pero sin fondos las haciendas se van a caer a pedazos. Tiene una difícil decisión que tomar, y una que no tiene deseos de enfrentar. Lady Samantha Cain está apunto de convertirse en una solterona. Su hermano ha impedido que cualquier caballero la corteje. Ella nunca lo admitiría, pero estaba complacida que lo hubiera hecho. Su corazón le había pertenecido a un sólo hombre. El problema es que él nunca la había visto como una potencial esposa. Cuando se entera de los problemas con su herencia, decide que es momento para hacer una pequeña confesión o dos. Ella no admitirá que lo ama, pero él puede estar receptivo a un casamiento por conveniencia. Asthey quiere rechazar a Samantha, porque él odia la idea de esa clase de unión con ella. Es la única mujer que lo ha tentado a descartar la idea del matrimonio. Ahora, se está ofreciendo ella misma y él tiene que encontrar la mejor forma de encargarse de esta deliciosa oferta





Dawn Brower

Confesiones de una Sinvergüenza




CONFESIONES DE UNA SINVERGÜENZA


LA CULTA PÍCARA DESAFIANTE LIBRO SIETE




DAWN BROWER




Translated by ALICIA TIBURCIO


Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o son usados de forma ficticia y no son considerados como reales. Cualquier semejanza con lugares, organizaciones, o personas actuales, vivas o muertas, es pura coincidencia.

Confesiones de una sinvergüenza 2020 © Derechos de autor Dawn Brower.

Artista de portada y edición Victoria Miller.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser usado o reproducido electrónicamente o ser impreso sin autorización de la autora, excepto en el caso de citas breves incorporadas en reseñas.




PRÓLOGO




Hacienda Weston, 1823


El salón de baile estaba lleno en su capacidad cuando entraron. Aunque se mantuvieran como patitos feos, no podrían evitar encontrarse con todos los invitados. Todos debían haber aceptado la invitación. El Duque y la Duquesa de Weston a menudo no organizaban eventos de esparcimiento, pero eran probablemente curiosos. Samantha no podía culparlos. Ella había estado bastante intrigada. Ella amaba los bailes y bailar. Ser invitada a uno de estos eventos exclusivos al final de la temporada, la conmovía. Ella miró en todo el salón, buscando a la duquesa y la encontró en el extremo más lejano de la pista de baile.

A Marian le importaba sólo una cosa. Asegurarse la asistencia de la Duquesa de Weston para aprender a ser doctora. Echó un vistazo en todo el salón, hasta que la localizó, luego se dirigió a Samantha y Kaitlin. “Si me disculpan,” les dijo. “Voy a hablar con la Duquesa.”

“No te olvides de preguntarle esta vez,” dijo Samantha. “Lo veo a Lord Darcy; voy a encontrarme con él.” Ella realmente no buscaba la atención del Conde de Darcy, pero sonaba bien decir que quería bailar con él. Prestarle atención al Duque de Darcy lo distraería a cualquiera, especialmente al entrometido de Gregory, el hombre que realmente le preocupaba a Samantha. “Odiaría no poder localizarlo. Ven conmigo, Katie, así no me quedo sola.”

“¿Así me puedes dejar sola mientras huyes con él?” Kaitlin dijo entre dientes. “Me debes una por esto.”

“No te preocupes, querida,” respondió Samantha, mientras arrastraba a Kaitlin con ella. “Te encontraré un compañero de baile, también. ¿No es Lord Asthey quien está hablando con Lord Darcy?” Su corazón saltó en su pecho. Aunque, no quería realmente encontrarse con Lord Darcy, ella quería ver a Lord Asthey. Era tan buen mozo. Ambos eran rubios, tenían preciosos ojos azules, y físicos asombrosos. Aunque juzgarlos por verse solos no era suficiente. Uno de ellos le hizo latir el corazón y la llenó de excitación. El problema, por supuesto, era que él no la veía más que como la pequeña hermana de su amigo.

Kaitlin suspiró y dejó que Samantha la guiara hacia los dos Condes. “No necesito bailar.” Ella meneó su cabeza vigorosamente. “Puedo encontrar un libro para leer y sentarme en una esquina.”

Samantha se detuvo y miró a su amiga. “No harás eso.” ¿Cómo no podía Kaitlin querer bailar? “¿No te gusta Lord Asthey?” De todas maneras, esto parecía peor. Samantha lo adoraba. Lo quería para ella, pero había dejado de intentar hacia un tiempo. Si no podía deleitarse en bailar con él, tal vez su amiga si pudiera. No es que quisiera que Lord Asthey se enamorara de Kaitlin, pero él parecía gustar de ella. Samantha no era tan soberbia, como para no querer la felicidad de su amiga. Aunque sintiera como si fuera apuñalada en su corazón, cada vez que Lord Asthey le sonreía afectuosamente a Kaitlin… Se sacudió ese dolor de su cabeza y mostró una sonrisa en su rostro.

“Lord Asthey es muy amigable.” Dijo Kaitlin en un tono afable. “Pero no me gusta bailar.” Ella frunció su nariz en disgusto.

“Tonterías,” dijo Samantha, haciendo un ademán. “Todavía no has encontrado al compañero correcto.”

Ella entrecerró sus ojos al dejar de mirar a Kaitlin. ¿Era su hermano descansando en un rincón? Samantha respiró profundo. Tenía que tener cuidado. Si Gregory, Lord Shelby, su hermano sobreprotector, pensaba que ella se estaba acercando demasiado al Conde de Darcy, podía actuar precipitadamente. En la mente de su hermano, nadie era suficientemente bueno para ella. En especial alguno de los condes perversos, como los catalogaba él. Desafortunadamente, Lord Asthey también estaba en ese grupo. Gregory adoraba a sus amigos. Pero no quería que ninguno de ellos le prestara la menor atención a su hermanita.

Ella echó un vistazo otra vez a su hermano. Su melancolía no debía importar. Samantha odiaba que él se sintiera así. Gregory podía ser…poco razonable. Samantha dejó su cautela de lado, dio un profundo suspiro y le devolvió su atención, lo mejor que pudo, a Kaitlin. Ella no podía librarse de Gregory y su ridícula actitud sobreprotectora, pero podía hacer algo por su amiga y alentarla a que se involucrara más en la sociedad.

Kaitlin apoyó su mano en el brazo de Samantha. “Realmente no quiero bailar.”

¿Qué se suponía que debía hacer? Kaitlin se sentiría más cómoda escondiéndose en un rincón. Debía ayudar a su amiga a salir de su coraza de alguna forma. Si insistía en aislarse, nunca encontraría el amor. Kaitlin merecía encontrar alguien que realmente la adorara. Samantha quería guiarla hacia allí. Si ella no podía encontrar al hombre que amaba, al menos Kaitlin podría. “Una pieza,” dijo Samantha. “Después de eso, podemos dejar la pista de baile si quieres.”

Los hombros de Kaitlin cayeron. Cerró los ojos y dio un profundo suspiro. “Está bien,” dijo ella. “Sólo bailaré una, pero después no quiero que me presiones a hacer nada más que no quiera hacer. Tienes que prometérmelo.” Ella la fulminó con la mirada.

“Lo prometo,” dijo Samantha formalmente, y cruzó sus dedos sobre su corazón. La severidad de Kaitlin sólo hacía verla más adorable de lo normal. “Debes confiar en mí.”

Ella rodeó con su brazo a Kaitlin y la llevó hacia Lord Darcy y Lord Asthey. Estaban muy entretenidos en su conversación, cuando se acercaron a ellos.

“Creo que vamos a ser co-capitanes de nuestro equipo de criquet este año,” dijo Darcy. “Tenemos más opciones de ser compañeros de equipo aquí. ¿Qué debemos pedir de premio cuando ganemos?”

“Un poco arrogante de tu parte alardear de nuestras victorias cuando todavía no hemos ganado, ¿verdad?” Asthey alzó una ceja. “Shelby es muy bueno en el juego, creo.”

Ambos dejaron de hablar cuando llegaron. “¿No estamos interrumpiendo, verdad?” Samantha bateó sus pestañas hacia ellos. Ella conocía de su partido de criquet anual. Cuando podía, se escabullía para ver sus partidos privados. No todos ellos asistían a las fiestas de campo. Una cosa había sido verdad a través de los años: todos jugaban, y cuatro de ellos se dividían en diferentes equipos cada año. Así era como mantenían las cosas justas entre ellos.

Kaitlin tenía una expresión abstraída en su cara. Su amiga probablemente estaba soñando despierta acerca de algo que no estaba compartiendo. Samantha dudaba que ella hubiera escuchado algo de lo que estaban discutiendo los dos condes. A veces Kaitlin vivía en su mundo. Samantha deseaba a veces abstraerse en su mente cada tanto. Ella tenía tantos planes para vivir en un mundo imaginario.

Samantha miró a su amiga, luego a los dos condes. “¿Va a bailar esta noche?” Tal vez era un poco franca, pero Samantha no era conocida por su comportamiento tímido o recatado. Su hermano a veces la llamaba sinvergüenza. No podía disculparse por ser quien era, por ninguna razón.

“Yo…” Victoria tartamudeaba en sus palabras.

“Por supuesto,” Darcy dijo suavemente. Él hizo una reverencia. “¿Quisiera bailar, Samantha?”

¿Por qué no podría Asthey invitarla a bailar? Él había comenzado a hablar primero. ¿Le habría pedido él, si Darcy no lo hubiera interrumpido? De alguna forma, ella dudaba. “Sería hermoso,” contestó ella. Se las arregló para mostrar una sonrisa brillante en su cara, aunque no sentía nada parecido a una emoción. Ella extendió su mano y él la guió a la pista. Al menos, no era un vals. No quería bailar tan íntimamente con Lord Darcy.

Asthey le hizo una reverencia a Kaitlin y le dijo algo. Ella menó su cabeza vigorosamente. ¿Se había negado su amiga a bailar con él? Samantha se enfureció interiormente. Kaitlin tenía lo que ella deseaba y había dicho que no. Eso estaba…mal. Giró hacia Darcy, mientras él la llevaba a bailar. No hablaron mucho, y por eso estaba agradecida. Asthey y Kaitlin se pasearon por todo el salón. Samantha estaba verde de celos, pero no lo demostraba.

“¿Está disfrutando el baile?” preguntó Lord Darcy.

“Por supuesto,” contestó ella suavemente. “¿Y usted?”

“Si,” dijo él. “Está bastante entretenido.”

Ésta había sido la conversación más mundana que había tenido alguna vez. A pesar de todo, mantenía una sonrisa en su cara. También, hacía un seguimiento de cada paso que daban Lord Asthey y Kaitlin. Parecían estar teniendo una conversación animada. Cualquier cosa que estuviera diciendo Lord Asthey, a Kaitlin le parecía fascinante. Deseaba poder escucharlos. Demonios, Samantha deseaba poder llamar la atención de Lord Asthey, mientras toda la atención la tenía Kaitlin.

¿Él la podría cortejar? ¿Podría bailar con ella? ¿Se despertaría Samantha un día con el anuncio de un compromiso en The Times? Sentía que su corazón se quebraba de sólo pensarlo. ¿Cómo podría ella sobrevivir en un mundo en el que su mejor amiga se casara con el hombre que amaba? ¿Qué le pasaba a ella? Tenía que dejarlo pasar. Él claramente no la veía de esa forma. Volvió su atención a Darcy. Al menos, él la miraba considerándola como una mujer atractiva. Podía no amarla, pero él la apreciaba.

El baile llegó a su fin, y Lord Darcy la llevó al costado del salón de baile. Él se inclinó y dijo, “Gracias por el baile.”

“Fue un placer, Lord Darcy.” ¿Dónde estaban Kaitlin y Asthey? Los había perdido de vista al final del baile.

“Si me disculpa, veo a Lord Harrington. Hay algo que debo discutir con él.”

Samantha no era tonta. Él podría querer discutir su próximo partido de criquet. Ella trataría de escuchar a escondidas más tarde. Samantha no quería perderse ningún detalle. Quería poder ver y en secreto alentar a Lord Asthey, pero podría conseguir esa información después. Era más importante encontrar a Kaitlin y a Lord Asthey. Ella hizo una reverencia. “Hasta la próxima vez.”

Sus labios se contrajeron. “Espero ansioso.” Con esas palabras, la dejó sola y se dirigió a hablar con Lord Harrington.

En ese momento, ella echó un vistazo y vio a Kaitlin por el rabillo de su ojo. Ella estaba sola. ¿Dónde se había ido Asthey? Samantha escudriñó en todo el salón febrilmente. Él había desaparecido. Se había perdido la oportunidad de bailar con él. Los sonidos de un vals llenaron todo el salón. Se dirigió a dejar el salón antes de que alguien notara la expresión cabizbaja de su cara y se encontró con los brazos de un hombre. Él tenía un pecho musculoso que la mayoría de las mujeres encontraría atractivo, y ella tenía que admitir que ella estaba entre ellas. No había nada que no apreciara de este hombre en particular.

Samantha miró y encontró la mirada de Lord Asthey. Ella podría perderse en sus ojos preciosos, si ella se lo permitía, pero debía ser fuerte y mantenerse firme en su resolución de no demostrarle sus sentimientos a Asthey, para no ser obvia. No quería darle ninguna razón a Gregory para que alejara a Asthey de su lado. Samantha probablemente no podría estar con el hombre que le interesaba, pero tal vez podía estar cerca de él ocasionalmente. Debía ser suficiente. Si así lo hacía, aún si eso la mataba por dentro, después de cada encuentro, debía mantener sus sentimientos para ella.

“Mis disculpas,” dijo ella. “Debí prestar más atención.” Él miró más allá de ella al otro lado del salón. También había estado buscando a Harrington. Ella dejaría que él siguiera con los planes con sus amigos, pero era la única oportunidad que tenía para estar con él. Samantha sólo quería un baile. Sólo uno. ¿Era mucho pedir?

“Puede hacer las paces bailando conmigo.” Ella sonrió suavemente, en silencio rogándole a él. “Por favor.” Era un vals. Ella quería sentir sus brazos alrededor de ella. Así podía fingir durante unos momentos, que él la amaba.

“Yo…” Él tragó saliva. “Por supuesto.” Lord Asthey le extendió su mano y la llevó a la pista de baile. Ella no era tonta. Samantha había escuchado los rumores acerca de Lord Asthey, su hermano, y todos los caballeros que eran conocidos. Todos eran considerados malvados, escandalosos, pillos. Ella nunca había notado ese costado de ellos. Gregory nunca lo habría permitido. Para ella, eran todos, perfectos caballeros. Asthey mucho más que cualquiera de ellos…Él se mantenía a distancia, bien educado, más allá de todo reproche.

Ella entendía por qué, aunque eso la frustrara. Su hermano esperaba que ellos la respetaran, y por lo tanto, así lo hacían. Fue por esa razón que Lord Asthey aceptó bailar con ella. Él quería asegurarse que la hermana menor del Conde de Shelby nunca se sintiera excluida, un adorno en la pared, desairada…Aunque Samantha no era de manipular para conseguir lo que quería. Disfrutaría el baile y no se sentiría culpable por ello.

Samantha se sentía como si estuviera flotando en las nubes. Lord Asthey era un bailarín maravilloso y la llevaba perfectamente por todo el salón de baile. Esto era un sueño. El mismo que tenía todas las noches, pero que hasta ahora no había hecho realidad. Por supuesto, no era exactamente como ella lo había soñado. En sus fantasías, él le confesaba su amor y le pedía que se casara con ella. Una dama no podía tener todo, ¿no es cierto?

Ella recordaría este baile por el resto de sus días. Probablemente sería el único baile que disfrutaría con él. Si fuera lo único que podría tener con él, lo apreciaría. Cuando fuera mayor y estuviera sola, podría mirar atrás y podría recordarlo con cariño. Si fuera lo suficientemente valiente, ella le confesaría sus sentimientos. Aunque aún los sinvergüenzas tenían problemas en revelar sus secretos. Algunas confesiones no aliviarían el alma. Era mejor si mantenía sus deseos más profundos para sí misma. No querría asustar a Lord Asthey tampoco. Le rompería el corazón aún más, si no lo volvía a ver.

El baile terminó, y él la llevó fuera de la pista. No habían pronunciado ni una palabra durante todo el baile. Estaba bien para ella. Era suficiente el haber compartido este baile. Ella le sonrió, deseando que él pudiera darse cuenta cuanto le importaba. Él no sonrió. Se inclinó y se excusó. Había terminado antes de que tuviera la oportunidad de empezar. Lord Asthey la dejó sola y fue a reunirse con sus amigos. La sonrisa de Samantha se tambaleó un poco. Tenía que irse antes de que todo el mundo se diera cuenta de su angustia. Sin decir una palabra, ella giró sobre sus talones y salió del salón de baile. Kaitlin se podría cuidar. Marian todavía estaba allí, después de todo…Samantha casi no podía contener las lágrimas, hasta que llegó a sus aposentos. Una vez allí, se soltó y lloró todo su dolor.

Cuando no tuvo más lágrimas, se sentó y limpió su cara. Hasta allí. Era todo. Ahora, ella podría continuar y encontrar un hombre que la amara. Lord Asthey no sabía por lo que estaba pasando.

Si sólo ella pudiera creérselo…




CAPÍTULO UNO




Londres, 1825


Jason Thompson, el Conde de Asthey, se reclinó en su silla en el estudio del club Coventry y frunció el ceño al leer la carta, la última de varias, del abogado de su abuelo, pidiéndole una audiencia con él. No había querido ocuparse de nada de eso. Su abuelo materno, el Duque de Wilmington, siempre había sido bueno con él. Si no fuera por su abuelo, habría sido destituido hace mucho tiempo. Su padre se había jugado la poca fortuna que el condado tenía, cuando Jason no tenía más de diez años. No mucho después, su padre había muerto de una muerte dudosa. No habían podido probar que se había suicidado, pero no pudieron frenar los rumores. La mayoría creía que había querido evitar la ruina y había elegido la salida más cobarde.

Cuando los cobradores de deudas de su padre habían venido a demandar pagos – en ese momento todo había tomado un giro, que él nunca podría haber anticipado.

Jason no había conocido mucho del mundo, y había recibido unas pocas lecciones rápidas, que no podría olvidar, aún después de pasada una década. Los hombres la habían maltratado a su madre, y no habían sido tímidos en darle unos cuantos golpes al estómago a Jason. Él pensó que se moría. No quería ni pensar qué le podría ocurrir a su madre cuando diera su último respiro; demonios, no les había importado su muerte, para abusar de ella de la forma más atroz. Esos hombres no eran acreedores adecuados. Eran despiadados, y no pagarles podría provocar una muerte certera. Jason comenzó a preguntarse, si su padre pudo haber muerto después de una visita de esas.

Habían sobrevivido, pero esto había dejado cicatrices invisibles en ambos, Jason y su madre. El duque los había salvado de futuras visitas de ese tipo. Jason se había negado en dejar su casa, pero su madre se había ido a vivir con el duque. Ella se sentía segura bajo el cuidado de su padre. Jason había elegido un camino diferente. Había aprendido a usar un arma y se había convertido en un tirador experto. Además de llevar un arma consigo todo el tiempo. Después de eso, se entrenó con un pugilista y aprendió a defenderse con sus puños, ante cualquier situación en que no pudiera usar su arma. No estaría indefenso otra vez.

Ahora, el duque había muerto. Había fallecido hacía casi seis meses. ¿No era sorprendente que Jason no quisiera enfrentar esto? A él no le gustaba su tío, el nuevo duque. Entonces, se había negado a viajar al Castillo Wilmington. No había encontrado razón para visitar a este abogado. La mayoría del ducado estaba implicado en la herencia, así que la pequeña herencia que pudiera recibir no era mucha. Jason se las había ingeniado para rascar los pocos fondos que la hacienda Asthey podía tener. Aunque, tendría que resolver, porque la hacienda no era sustentable. Si las cosas continuaban en la trayectoria actual, se quedaría sin fondos en un año para hacer que todo siguiera funcionando, dos como mucho. La hacienda necesitaba reparaciones y muchos de los terratenientes estaban luchando con los equipamientos viejos. Jason no sabía que podía hacer. El matrimonio era siempre una opción. Una heredera con una dote fuerte, resolvería todos sus problemas financieros, pero le dejaba un sabor amargo en su boca. Odiaba la idea de tener que casarse sólo por dinero. Honestamente, odiaba completamente la idea del matrimonio, considerando lo horrible que habían sido los años de matrimonio de sus padres. Él preferiría estar sin dinero, antes de hacer miserable la vida de una pobre mujer.

“Por qué estás sentado aquí solo, melancólico?” Shelby arrastró las palabras, mientras entraba perezosamente en el salón. Jason lo miró y frunció el ceño. El cabello oscuro de Shelby estaba despeinado, tal vez del viento de afuera – Jason dudaba que volviera a caer en sus viejos hábitos de seducir cualquier mujer dispuesta y dejar que le acariciaran sus rulos negros. Shelby amaba a su mujer, después de todo. El resto de él era inmaculado, lo que sugería que definitivamente estaba haciendo honor a sus votos de matrimonio. Su atuendo era principalmente negro. Su chaleco era verde esmeralda, y su corbata y camisa eran de un color blanco brillante.

Jason golpeó su dedo en el antebrazo de la silla. “Qué estás haciendo aquí?” Él alzó una ceja. “El club no es para hombres que han sucumbido a los males del matrimonio.”

Su amigo rió y fue derecho a sentarse a su lado. Mientras se sentaba en el sofá, dijo, “Harrington ha decidido hacer algunas excepciones. Algo relacionado con necesitar hombres que se puedan ocupar de algunas cuestiones cuando no esté aquí. Él nos ha reclutado a mí y a Darcy para que seamos sus lugartenientes, por no encontrar una mejor palabra.”

“Ha estado yéndose de Londres últimamente,” Jason se encogió de hombros. Harrington podía haberle pedido que se ocupara de algunas cosas. No le habría importado. “Desde que es padre, el club se ha vuelto menos atractivo.”

“Tiene nuevas prioridades,” Shelby agregó. “Estaba destinado a suceder cuando se enamorara. Marian lo ha cambiado, y para mejor.” Dirigió su mirada hacia el bar. “Necesito un trago. ¿Quieres uno?”

“Veo que el matrimonio no te ha cambiado mucho a ti,” Jason lo provocó. “¿Kaitlin no te extraña?” A él siempre le había gustado Lady Kaitlin. Podía ser tímida, pero tenía una inteligencia brillante. Shelby no podría haber elegido una mejor mujer para enamorarse. Se complementaban muy bien entre ellos. Kaitlin lo había ayudado a no reaccionar…imprudentemente. Él parecía más centrado desde su casamiento. Jason nunca podría haber pensado que ellos dos podrían enamorarse, pero estaba feliz por ellos. Quizás él no creía en el amor, pero estaba complacido que sus amigos lo hubieran encontrado.

Él hizo un gesto con su mano desdeñosamente. “Ella está tomando té con Samantha y Marian.” Shelby sirvió brandy en dos vasos y después los llevó hacia donde estaba Jason. Le ofreció un vaso a Jason y dijo, “Prácticamente me hechó fuera de la puerta. No les gusta la compañía masculina, cuando están contándose sus chismes.”

“Si,” respondió Jason distraídamente. “Eso haría difícil discutir situaciones delicadas.” Jason debería irse del club. Ir a visitar al abogado de su abuelo y ver de qué se trataba todo el asunto. Aunque ni iba a hacer nada. En cambio, se sentaría en el club Coventry y bebería brandy, probablemente varios vasos. Después trastabillaría por las escaleras hasta la habitación que tenía en el club y dormiría hasta el día siguiente. Ignorar sus problemas se estaba volviendo su talento particular.

“Entonces entiendes por qué estoy aquí.” Tomó un sorbo de su brandy. “Ahora explica por qué estás tú aquí. ¿No deberías estar en la soledad de Surrey o por ahí?”

“No hay nada allí para mí.” Con su abuelo muerto, la hacienda del ducado no ofrecía ninguna comodidad.

“¿No está tu madre allí?” Shelby inclinó su cabeza al costado.

“Considerando que nunca deja el castillo, asumo que debe estar ahí.” Jason sorbió algo de brandy. Le quemó mientras bajaba por su garganta. Le gustaba sentir el fuego…Le hacía sentir algo, cuando normalmente no sentía nada dentro de él. “Ella está cómoda allí. ¿Quién soy para molestarla?” Tal vez era muy duro con ella. Había soportado mucho viviendo con su padre. Su madre merecía sentirse segura después de todo eso, y él quería que se sintiera así. Una parte de él se sentía traicionado. Ella nunca quería verlo, y no podía soportar mirarlo a los ojos cuando estaba cerca de él. Se parecía mucho a su padre – cabello rubio y ojos azules, con su físico y pómulos cincelados. Iguales siempre. Todo eso hacía que ella no se sintiera segura cerca de él. Como si Jason pudiera señalarla enojado… Él nunca le haría daño a su madre, emocionalmente o físicamente. Entonces, por esa razón, se mantenía alejado.

Estaba hecho un desastre…

“¿No es un poco más complicado que eso? ¿Qué pasa con los últimos deseos de tu abuelo? ¿No deberías averiguar cuáles son?”

Removió lo que le quedaba de brandy en el vaso. “No necesito viajar a Surrey para descubrir lo que mi abuelo quería.”

“¿Entonces que tienes que hacer?” preguntó Shelby.

Jason tomó la carta de sus rodillas y se la pasó a Shelby. Luego sorbió lo que le quedaba de brandy de un sorbo. Se paró y fue a rellenar su vaso, mientras Shelby observaba el mensaje del abogado.

Se recostó en su asiento y esperó. No pasó mucho tiempo hasta que Shelby levantó su vista para mirarlo. “¿Por qué estás ignorando esto?”

“No sé,” Pasó su mano por su cabello. “Sería el final. Luego, tendría que aceptar que realmente ya no está, y no estoy listo para aceptar esto.”

“Creo que ha pasado suficiente tiempo para que lo hagas,” dijo Shelby suavemente. Se acercó y colocó su mano en el brazo de Jason. “Ve a ver al abogado. No puedes evitar esto durante más tiempo.”

Extrañaba mucho a su abuelo. Aunque Shelby tenía razón. Tenía que ir a ver al abogado. Ignorar esto era tonto. “Escucho lo que dices e incluso estoy de acuerdo…Ahí es donde siempre fallo.”

“¿Quisieras que fuera contigo?” preguntó Shelby. “¿Te ayudaría a hacer lo que finalmente debes hacer?”

¿Le ayudaría? ¿Realmente necesitaba a alguien que lo llevara de la mano, para que hiciera lo que debía y dejara de actuar como un niño? Sería mucho más fácil si iba y terminaba con esto. No importaba si quería o no. Debía hacerlo. “Quizás necesitaría a alguien que me pateara el trasero para llegar allí. ¿Sientes que puedes ocuparte de este asunto?”

“Sería un placer,” Shelby hizo una mueca. “Pero tengo un pedido antes.”

Jason frunció el ceño. Casi tenía miedo de preguntar. “¿Qué necesitas?”

“Es una cosa pequeña. Estoy seguro que te podrás encargar.” Estiró su mano. “Dame tu pistola.”

Jason no iba a ningún lado sin su pistola. Era una de las cosas que lo hacían sentirse siempre seguro. No se sentía confiado de poder salir del club sin ella amarrada a él. “¿Por qué?”

“Porque es hora de que dejes de lado algunas de tus redes de seguridad,” Shelby hizo una mueca. “Y voy a patearte el trasero todo el camino hasta allí, preferiría no resultar herido por mis esfuerzos.”

“Yo nunca…”

“Si, lo harías,” Shelby lo interrumpió. “Quizás no dispares a matar, pero no voy a dejar que aprietes el gatillo, porque te enojas conmigo.”

Jason inclinó su cabeza a un costado y lo consideró. Había habido muchas veces en que Shelby lo habría merecido. Su amigo no era la persona más amable en el salón. Demonios, la mayoría de las veces ni siquiera cubría las expectativas. “Si te prometo que no voy a usarla, ¿me la puedo dejar?”

“No,” dijo Shelby firmemente. “Se queda acá.” Alzó su mano a Jason haciéndole un gesto como para que terminara de hablar. “Antes de que digas más… aunque me prometas no hacerme daño, no te tengo confianza que no vayas a hacerle algo al abogado, si él no tiene buenas noticias para darte. Entonces deja el arma aquí.”

“Bien,” Jason aceptó. No dijo nada de dejar su cuchillo. Al menos tendría esto. Aunque prefería su arma…”Si insistes, la dejaré en el escritorio de Harrington. De esa manera, ninguno de los advenedizos que él deja entrar, jugarán con ella y accidentalmente herirán a alguien.”

“No debes explicarme eso a mí. Nadie es tan malo como el Conde de Barton. Juro que se está volviendo más tonto cada día.” Shelby puso los ojos en blanco. “Harrington debería restringir sus privilegios pronto, si sigue comportándose como un tonto.”

Habiendo tenido varios encuentros con Barton en el pasado, Jason conocía la falta de sentido del joven duque. Decir que era un idiota, no mostraba el alcance completo de ineptitud. “Esa es una de las razones de las porque te tiene a ti y a Darcy.” Sus labios se inclinaron hacia arriba en una sonrisa maliciosa. “Debes pelear con los imbéciles que no pueden distinguir su cabeza de su trasero.”

“No me lo recuerdes,” Shelby se estremeció. “Ahora, ve a poner la pistola en el escritorio, así podemos irnos. Odiaría perderme al buen abogado, antes de que deje su oficina por el día.”

Jason se quejó un poco, pero hizo lo que le pidió Shelby. Después volvió donde su amigo todavía estaba descansando. Shelby terminó su brandy y colocó el vaso en la mesa, para que un sirviente lo retirara después. “Vamos, “dijo.

Jason asintió y lo siguió fuera del salón. Salieron del club y fueron hacia la oficina del abogado. No sabía con que se encontraría allí cuando llegaran, pero lo solucionaría. Jason no era un cobarde, y era tiempo de dejar de actuar como tal. Respiró hondo y se dirigió a hacer lo que debía. Sería difícil, pero lo tenía a Shelby con él. Eso debía ayudarlo en algo…




CAPÍTULO DOS


Lady Samantha Cain dio un suspiro y dibujó una sonrisa en su rostro. Se detuvo en la entrada de la casa de su querida amiga, Marian, la condesa de Harrington, y se preparó a golpear. No había ninguna razón para su miedo, pero no podía evitar el sentimiento. Tal vez era que se sentía fuera de lugar. La última de ellas que permanecía desapegada sin ningún signo de tener alguna pareja…Ella estaba feliz por ellas. Sus amigas habían encontrado el amor y – ¿a quién estaba engañando? Cada parte de su alma gritaba la injusticia de todo esto. Ella. Estaba. Sola.

Su hermano, Gregory, el Conde de Shelby, se había ocupado de alejar a todos los pretendientes de ella. Nadie más había pedido bailar con ella. Había dejado de ser una beldad para transformarse en una solterona. No habría amor para ella, ni marido, ni hijos. En vez, sería la tía solterona de los descendientes de Gregory y Kaitlin. Odiaba sentirse egoísta, pero no podía evitarlo.

Samantha cerró sus ojos y se preparó mentalmente para la visita. No dejaría que ninguna de ellas se diera cuenta de lo infeliz que se sentía. No era su culpa que ella hubiera fallado en encontrar el amor o que el hombre que amaba no le hubiera correspondido en sus sentimientos. Nada iba a cambiar, y tenía que aceptarlo. Levantó su mano y tomó la aldaba, golpeándola contra la puerta tres veces. Después de unos minutos, la puerta se abrió y el mayordomo de los Harrington se presentó delante de ella.

“Por favor, pase,” le hizo un movimiento para que entrara. “Lady Harrington la está esperando en la sala de estar.”

“Gracias,” dijo ella y entró. No había necesidad para otras amabilidades. Samantha visitaba la casa suficientemente a menudo para que los sirvientes la conocieran, y ella conocía bien la disposición de la casa. Caminó a través del vestíbulo y luego giró hacia la sala de estar. Kaitlin y Marian estaban ambas dentro, tomando té.

“Por favor, acepten mis sinceras disculpas. No esperaba llegar tan tarde,” dijo Samnatha, mientras entraba despreocupadamente al salón. Parecía que no le importaba nada del mundo. “Tuve varias cartas que escribir y perdí noción del tiempo. Espero no haberme perdido nada importante.”

“Para nada,” dijo Kaitlin. “¿Quisieras tomar una taza de té? Puedo servírtela.”

“Yo lo haré,” respondió Samantha, tomando asiento en el sofá. Miró a Marian. “¿Cómo está ese pequeño tuyo?”

Marian blanqueó sus ojos. “Adoro a mi hijo, pero ha estado lejos de ser un querido niño últimamente. Ha estado revolucionando la casa hora tras hora en la noche. Casi no hemos podido dormir.”

El pequeño Vizconde Rosbern tenía seis meses de edad y era la luz en la vida de sus padres. “No el pequeño Jeremy,” Samantha suspiró, llevándose la mano a su pecho. “Él nunca sería tan diablillo.”

“Veo que te ha conquistado,” rió Marian. “Él sacó el temperamento y el encanto de su padre. Dios salve a las jóvenes cuando crezca. No estarán seguras. Temo que vaya a dejar un montón de corazones rotos en su camino.”

Era un bebé precioso. No es que Samantha hubiera estado en contacto con muchos niños, para saber si era así con todos los infantes, pero se mantenía parcial con Jeremy. Tenía que estar de acuerdo con su madre. El pequeño Jeremy probablemente siguiera los pasos de su padre y se convirtiera en un pícaro malvado. De todas maneras, el tiempo diría…”Él tendrá a su madre para que lo guíe. Ojalá que sea suficiente para que sea un hombre honorable.”

“Oh, lo será,” manifestó Marian, “O lo voy a estrangular.” Ella sonrió suavemente. “Finalmente hemos conseguido hacerlo dormir después de horas de llanto. Le están saliendo los dientes, pobrecito. Ahora, está durmiendo su siesta.”

“Qué mal,” dijo Samantha. “Me habría encantado abrazarlo y besarlo. Tiene unas risitas preciosas.”

Kaitlin trajo una taza de té y se la alcanzó. “La preparé como te gusta.”

“Gracias,” dijo Samantha. Ella amaba a estas dos mujeres. No sabía cómo sería su vida sin ellas dos. Ambas eran tan…felices. Dolía a veces estar cerca de ellas. “¿Cómo estás? ¿Tú y mi querido hermano están planeando agrandar la familia?”

Toda la cara de Kaitlin se sonrojó ante la pregunta de Samantha. “Yo…”

“No la molestes así,” dijo Marian y después sonrió con perspicacia. “Aunque estoy encantada de que preguntes. Me he estado preguntando lo mismo.”

“Bien…” Kaitlin se aclaró su garganta. “Por supuesto que tendremos hijos. Algún día.”

Marian alzó una ceja. “¿Algún día?”

“Si,” dijo Kaitlin un poco más firmemente. “Gregory necesita un heredero…”

Samantha menó su cabeza. Ese era aparentemente un tema que Kaitlin no quería tratar. Desafortunadamente para ella, Samantha y Marian no dejarían pasar el tema tan fácilmente. Samantha reconoció la expresión en la cara de Marian, ella seguiría preguntando hasta que obtuviera la respuesta que esperaba. “Lo que creo que Marian está tratando de decir,” Samantha comenzó, "es que sea más pronto que tarde. Creo que ella espera que su descendencia tenga alguien con quien jugar.”

De alguna forma la cara de Kaitlin se sonrojó aún más. “Err…No estoy discutiendo mi uh…” Ella agitó su mano en el aire, tratando de encontrar las palabras justas para decir.

“¿Asuntos de alcoba?” Marian agregó. “¿Shelby no se está ocupando de estas cuestiones?” Ella meneó sus cejas. “Tal vez Jason debería tener una conversación con él y explicarle…”

“Él no necesita orientación en ese aspecto,” Kaitlin la interrumpió. Una expresión de espanto se dibujó en su rostro. “Créanme. Es bastante experto en esa área.”

“Y no quisiera escuchar acerca de las inclinaciones de mi hermano,” dijo Samantha, un poco horrorizada ante la perspectiva. “Todo lo que quería era un sí o un no, quizás tengas un bebé pronto. Eso sería suficiente de un modo u otro…”

“Bueno,” dijo Kaitlin. “Espero que sea pronto, pero no puedo asegurarlo ahora.” Miraba su taza mientras hablaba, no pudiendo siquiera mirarlas a los ojos. “Entonces, veremos.”

Samantha bebió un sorbo de su propio té. Había hecho lo posible para que nadie le preguntara del tema. Mientras estaban enfocadas en Kaitlin, nadie le preguntaría si había conocido a alguien o encontrado el amor. Querían que estuviera tan feliz como ellas. Un hombre podía lograr eso en ella, pero no podría nunca tener una relación real con él. Su hermano haría lo imposible para asegurarse que ella se mantuviera sola por el resto de sus días. Era mejor que continuara y encontrara un nuevo propósito en su vida. Probablemente, podía considerar ser una doctora como Marian. No que Marian fuera una doctora, pero estaba estudiando para llegar a serlo. Parecía un pasatiempo decente…

Mentalmente, suspiró. Ella no quería estudiar Medicina. Tal vez, le llevaría algo de tiempo, pero encontraría un propósito en su vida. Algo que la ayudara a olvidar al Conde de Asthey y cuanto lo amaba.








Jason y Shelby caminaron hacia la puerta del abogado y golpearon. No mucho después, la puerta se abrió y un hombre con pelo oscuro, apareció delante de ellos. “¿Los puedo ayudar?”

“Si,” Jason aclaró su garganta y esa palabra salió como en un tono áspero. “Soy el Conde de Asthey. Estoy aquí para…”

“Oh, gracias a Dios,” dijo él. “Estoy complacido que esté finalmente aquí. Por favor, pase. No tenemos tiempo que perder.”

Eso no sonaba nada bien. ¿Qué era tan calamitosamente problemático? Shelby posó su mano en la espalda de Jason y lo empujó hacia la puerta. No se había dado cuenta que estaba estaqueado al piso. De alguna manera, pudo poner un pie delante del otro y siguió al abogado hacia la oficina.

“Tomen asiento,” dijo el abogado. “Tenemos mucho que discutir.”

Comenzó a hurgar entre los papeles en su escritorio. Era un desorden, y Jason no podía discernir cómo podía organizarse en ello. Finalmente, encontró un papel sellado e hizo una mueca. “Sabía que estaba aquí. Disculpas por cómo se ve todo esto.” Hizo un gesto hacia el escritorio. “Juro que usualmente soy más organizado, pero debo ordenar papeles importantes de nuevos clientes y archivarlos. Mi secretaria tiene la semana siguiente libre por una emergencia familiar.” Sostuvo la carta en su mano. “Necesito que lea esto, y después podemos discutir los detalles.”

Jason tomó la carta y la miró. Probablemente era de su abuelo. Tragó saliva para sacar el nudo que tenía en la garganta. No estaba listo. Nada lo podría haber preparado para esto, la pérdida, y vivir sin la única persona en la que había confiado. Había sido como un padre para él, más que el suyo propio.

“¿Vas a abrirla?” Shelby lo codeó. “¿Quieres que la lea por ti?”

Él negó con su cabeza. “No.” Su voz sonaba ronca de emoción. “Yo lo haré.”

Rompió el sello de cera y observó las palabras. Estaban borrosas y tuvo que leerlas varias veces, hasta poder entenderlas.



Jason

Si estás leyendo esto, ya no respiro. Lo siento. Morir es algo que un hombre no quiere hacer. Preferiría estar con quienes me necesitan. Tu madre posiblemente está hecha un desastre. Debes estar allí para cuidarla. Sé que crees que ella no te necesita, pero te juro que sí. Ella te ama.

Ahora que ya hemos aclarado eso, es momento de ocuparse de los negocios. Estoy al tanto del estado de tus propiedades, le he pedido a mi administrador que visite la Hacienda Asthey, y para decir esto delicadamente, está como una choza. El techo está cediendo y los jardines están descuidados. No es un lugar para traer una familia, y espero, que un día, te ocupes de esto.

Mi hijo no ha dejado un heredero, y estoy pensando que nunca lo hará. Lo que significa que el ducado posiblemente te corresponderá a ti. No dejaré que mi título y mis tierras caigan en manos de algún pariente lejano, entonces tú eres el elegido para continuar con esta misión. Lo primero que debes hacer es encontrar una esposa. Una vez que estés casado, tendrás disponibles los fondos para restaurar la hacienda. Sólo hay una condición en esto: debes casarte dentro de los seis meses de mi muerte. Si no te casas durante ese período, no heredarás nada. La parte que te corresponde será dividida entre la hacienda ducal y tu primo, Wilson. La baronía de Wharton no está tan en apuros como tu hacienda, pero podría usar los fondos.

Esto puede sonar duro, pero tengo las mejores intenciones de corazón. Si no te daba un plazo, te sentarías felizmente sobre tu trasero a esperar lo mejor. Necesitas una mujer, hijo. No me decepciones.

Con amor siempre,

Tu abuelo,

Thomas, Duque de Willington.


Jason estaba furioso. ¿Wilson? Su horrible primo Wilson Vane, el Barón de Wharton, era un idiota llorón. Jason lo odiaba. ¿Cómo podía hacerle esto su abuelo? Sabía de su opinión acerca del matrimonio. Esto no podía ser real. “¿Qué significa esto?” Agitó la carta delante del abogado. “¿Es esto legal?”

“Le aseguro que sí. Su abuelo fue muy específico.” Golpeó sus dedos en el escritorio. “Esta es la razón por la cual lo he estado tratando de contactar durante meses.”

Meses…Asthey maldijo. Habían pasado meses desde que había fallecido su abuelo. “¿Cuánto tiempo queda?”

“¿Queda para qué?” preguntó Shelby. Lo miró a Jason y luego al abogado. Alzó una ceja. La confusión se mezcló con la preocupación, mientras le prestaba total atención a Jason. “¿Qué ocurre?”

Le alcanzó la carta a Shelby así podía leerla. Jason no estaba de humor para estar explicando, y le ahorraría tiempo. Shelby insultó mientras leía la carta y se la devolvió a Jason.

“Tienes menos de quince días,” dijo el abogado. “Dije que era terrible en mis cartas.”

No era culpa del abogado. Jason había ignorado el aviso y había fingido que no ocurría nada. No quería vivir en un mundo en donde su abuelo no estuviera. Entonces, fingía como si su muerte no hubiera ocurrido. La culpa caía sobre sus hombros, y bien, la culpa de su abuelo por inventar todo esto para empezar.

“Si no me caso…” Se enfureció pero quería mantener el control. “¿Estoy desheredado?”

“Es correcto,” dijo el abogado.

“Y si me caso, ¿exactamente qué voy a recibir a cambio?” Tenía que conocer todos los detalles. De otra manera, no podía tomar una decisión sin estar al tanto.

“Recibirá un estipendio mensual de dos mil libras para restaurar la propiedad,” comenzó a decir el abogado. “Y una parte anual de diez mil libras para lo que quiera.”

Era…mucho.” ¿Hay algunas otras condiciones? ¿Necesito su aprobación para todas las reparaciones y cómo elijo manejar mi hacienda?”

“No hay nada más,” dijo el abogado. “Una vez que se case, le serán entregados los fondos como le dije. Hay otra cosa…los fondos mensuales son por el primer año. Después de eso, tendrá que sacar de sus fondos anuales para ocuparse de cualquier otra cosa o esperar que la hacienda dé ganancias para su mantenimiento.”

Él apretó sus dientes y se paró. Maldición... Jason no tenía idea qué iba a hacer. Ni siquiera estaba seguro de poder convencer a una dama para que se casara con él en tan corto tiempo. “Debemos irnos,” le dijo a Shelby. Tenía que pensar en esta situación y de alguna forma encontrar una solución. Jason no la iba a encontrar en la oficina del abogado. Se fueron, y Jason se dirigió en dirección al Club Coventry. Ni se detuvo para comprobar que Shelby lo seguía. Su amigo no lo iba a dejar con sus propios problemas, y Jason necesitaba un trago, o varios.




CAPÍTULO TRES


El sol se colaba a través de la ventana de la biblioteca y se posaba sobre las páginas del libro de Samantha. Ella miraba las palabras, pero se esfumaban delante de sus ojos. Había leído la misma página cinco veces y no podía recordar nada. Otra estación llegaba a su fin. La mayoría de la gente se dispersaría de Londres y llegaría a sus residencias en las haciendas del campo.

No estaba segura si su hermano haría lo mismo o no. Tenía una esposa ahora y no haría lo que ella esperaba de él. Gregory raramente se excluía en el campo, pero algunas cosas extrañas habían estado ocurriendo. Ella nunca habría esperado que su hosco hermano se enamorara de Kaitlin y se casara con ella. Samantha estaba feliz por ambos. Aunque esperaba que esto lo hubiera enternecido a Gregory un poco. Aún continuaba siendo demasiado protector para su gusto. Tal vez, con el tiempo, se preocupara por Kaitlin y la familia que querían formar, para dejar de ocuparse demasiado de los intereses amorosos de Samantha. No es que tuviera muchos…El Conde de Asthey era el único dueño de su corazón.

Suspiró y cerró su libro. El baile de la temporada era esa misma noche. Quizás debería tomar una siesta, así estaría fresca para las festividades de la noche. Ciertamente sonaba más favorable que quedarse mirando un libro, sin poder asimilar las palabras dentro de él. Se paró y caminó hacia la repisa para ubicar el libro donde estaba ubicado. Hecho esto, giró sobre sus talones para salir de la biblioteca.

Al llegar a la puerta, dos voces masculinas llenaban el corredor, más allá de la biblioteca. Estaban en una profunda discusión acalorada, y su curiosidad le ganó. Se detuvo en la puerta y escuchó. Eran Gregory y Lord Asthey. Samantha se apoyó en el marco de la puerta y espió a través de la hendedura de la puerta. Asthey se corrió el cabello con su mano y gruñó de frustración. “No sé qué hacer.” Luego empezó a caminar de un lado a otro. Si le seguía sus pasos armaría un camino permanente en la alfombra del vestíbulo.

“Hay algo que puedes hacer,” Gregory se encogió de hombros. “Y si no quieres que tu primo herede, entonces tendrás que encontrar una esposa.”

Asthey se detuvo y lo miró a Gregory. “Hay tantos problemas con tu simple solución. El mayor es que no quiero casarme.”

Samantha frunció el ceño. ¿Había escuchado mal a su hermano? ¿Estaba finalmente Asthey en el mercado para conseguir una esposa? ¿Qué había cambiado, y cómo podría usarlo para sacar una ventaja? Todavía parecía no estar decidido a casarse, pero ahora parecía que no tenía muchas opciones. Ella mordisqueó su labio y se apoyó un poco más. Esta era una información que ella necesitaba, si esperaba usarla después.

“Puede ser verdad, pero esto no niega el hecho de que una esposa es la solución para tu dilema actual. Si no te casas en menos de quince días, perderás tu herencia, y lo más probable es que nunca puedas restaurar la hacienda Asthey.” Gregory alzó ambas manos. “Entonces la decisión es tuya. Casarte o terminar destituido. De cualquier manera, siempre tendrás un lugar en el Club Coventry. Has lo que te parezca mejor.”

“Maldita sea,” Lord Asthey masculló. Dejó salir otra catarata de insultos que hicieron sonrojar a Samantha. “Es el final de la temporada, y no tengo exactamente mucho tiempo para conseguir la mano de una dama para casarme. Necesitaría una licencia especial o un viaje rápido a Gretna Green, para hacer la boda. Sin el apoyo de mi abuelo, dudo que pueda asegurarme la licencia especial.”

“Tienes muchos amigos que te pueden ayudar con eso. Una dama dispuesta…” Gregory hizo una mueca. “Me temo que estás sólo en este asunto. Puedes ser encantador cuando quieres. Hay un baile esta noche; al menos asiste y ve si puedes encontrar una que esté dispuesta a una boda rápida.”

Los labios de Samantha se inclinaron hacia arriba, en una sonrisa. Ella estaría feliz de casarse con él. No era la forma ideal para unirse al hombre que amaba, pero haría cualquier cosa para lograr que el Conde de Asthey fuera suyo. Antes de eso…no tenía ninguna opción de hacerlo realidad. Aunque, ahora, podría casarse con él y probablemente tener todo lo que había soñado. No había otra forma de tener algo similar a una relación real con Lord Asthey. Podría no ser perfecto, pero era todo lo que tenía. Con el tiempo, él probablemente llegaría a amarla, y al menos no estaría condenada a ser una solterona.





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Jason Thompson, el Conde de Asthey necesita casarse, y Lady Samantha Cain está decidida a ser la dama afortunada que lo conducirá hacia estos votos de matrimonio. Como la mayoría de los solteros pícaros, Jason Thompson, el Conde de Asthey nunca ha planeado casarse. Él continua con ese pensamiento hasta que es leído el testamento de su abuelo. Si no se casa en seis meses, perderá toda su herencia. Eso no le preocuparía mucho, pero sin fondos las haciendas se van a caer a pedazos. Tiene una difícil decisión que tomar, y una que no tiene deseos de enfrentar. Lady Samantha Cain está apunto de convertirse en una solterona. Su hermano ha impedido que cualquier caballero la corteje. Ella nunca lo admitiría, pero estaba complacida que lo hubiera hecho. Su corazón le había pertenecido a un sólo hombre. El problema es que él nunca la había visto como una potencial esposa. Cuando se entera de los problemas con su herencia, decide que es momento para hacer una pequeña confesión o dos. Ella no admitirá que lo ama, pero él puede estar receptivo a un casamiento por conveniencia. Asthey quiere rechazar a Samantha, porque él odia la idea de esa clase de unión con ella. Es la única mujer que lo ha tentado a descartar la idea del matrimonio. Ahora, se está ofreciendo ella misma y él tiene que encontrar la mejor forma de encargarse de esta deliciosa oferta

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