Книга - Seduciendo A Una Princesa Americana

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Seduciendo A Una Princesa Americana
Dawn Brower


Dos personas extrañas entablan una amistad y se enamoran en medio del caos de la guerra. La Srta. Brianne Collins está acostumbrada a conseguir todo lo que quiere en la vida. Creció en una genuina plantación sureña, pero quiere más. Unirse a la sociedad neoyorquina parece ser su meta final, pero nada resulta como ella lo imaginó. Hasta que conoce a Lord Julian Kendall y entablan una extraña amistad. Julian Kendall es el segundo hijo del Duque de Weston. Para aliviar su aburrimiento comienza a trabajar como espía para la corona. En su primera misión es enviado a América para vigilar al movimiento sufragista. Su tarea le parece una tontería, pero cumple con su trabajo. Después de un tiempo la relación de Julian y Brianne toma un giro inesperado,con la guerra a punto de estallar puede que nunca tengan la oportunidad de descubrir lo que hay en sus corazones. La felicidad parece esquiva mientras la guerra se extiende por todo el mundo, pero ambos se aferran a la esperanza de tener una oportunidad de encontrarla.





Dawn Brower

Seduciendo a una Princesa Americana: Los Descendientes de Marsden




SEDUCIENDO A UNA PRINCESA AMERICANA


LOS DESCENDIENTES DE MARSDEN LIBRO DOS




DAWN BROWER




Traducido por MARIELA CORDERO


Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y situaciones son producto de la imaginación de la autora o se utilizan de manera ficticia y no deben interpretarse como reales. Cualquier parecido con locales, organizaciones o personas reales, vivas o muertas, es mera casualidad.

Seduciendo a una Princesa Americana 2019 Copyright © Dawn Brower

Arte de portada y Edición por Victoria Miller

Todos los derechos reservados. Este libro no puede ser reproducido de ninguna forma o por ningún medio electrónico o mecánico, incluyendo sistemas de almacenamiento y recuperación de información, sin permiso escrito del autor, excepto para el uso de breves citas en una reseña del libro.

Publicado por Tektime




AGRADECIMIENTOS


Gracias a los que me ayudaron a pulir este libro. Elizabeth, eres increíble. Eres la mejor. También gracias una vez más a mi maravillosa editora, Victoria Miller. Cada día me ayudas a ser una mejor escritora y sin ti no estaría donde estoy hoy. Este libro es mucho más asombroso porque me empujaste cuando quise sepultar mis cicatrices y ser terca. En mi mente este libro era perfecto y no podía comprender que necesitaba algo extra para hacerlo aún más especial. Así que no puedo agradecerte lo suficiente por darme la patada en el trasero que necesitaba.


Los personajes de este libro pasan por tantos desafíos que es increíble que no se rindan, que sigan luchando. Al principio parecen casi superficiales y sus preocupaciones un tanto ridículas, pero de alguna manera todos vivimos esos momentos. En los que dudamos, nos cuestionamos, y simplemente miramos fijamente a nuestras vidas y sentimos como si algo faltara. Entonces nos enfrentamos a tiempos difíciles y no tenemos tiempo de compadecernos. Simplemente sobrevivimos. Si tomas algo de este libro, toma esto: Ama tu vida incluso en los instantes más difíciles porque nunca sabes cuándo encontrarás esa chispa de felicidad en el mar de la miseria.

Este libro es para todos los que necesitan algo de alegría en su vida. Mientras que los personajes viven momentos de tristeza y melancolía, al final lo hacen; encuentran un camino hacia su propia felicidad. De otra manera no sería un romance. Tal vez este libro les ayude a todos a encontrar una manera de ver la posibilidad de vivir su propia historia de amor.







CAPÍTULO UNO


Nueva York, 1911



El silbido de un tren resonaba en el túnel, anunciando su llegada a la estación de Penn. El chirrido de los frenos se dejó escuchar poco después, mientras se detenía cerca de la plataforma de salida. Brianne Collins miró por la ventana y respiró hondo. Habían llegado, y ella no podía esperar a explorar todo lo que la ciudad tenía para ofrecerle. Incluso la estación parecía poseer algo nuevo y emocionante. La estación de Penn era brillante, con mármol rosa en todas partes. Estaba recién estrenada, había abierto oficialmente en noviembre, hace apenas seis meses. Con la llegada de la primavera, sus padres finalmente acordaron permitirle venir a Nueva York y experimentar la vida social disponible en la ciudad.

"No te apresures a salir del tren", dijo su madre, Lilliana Collins, con severidad mientras ponía un mechón de cabello rebelde detrás de su oreja. "Todo el mundo tendrá prisa, y podrías perderte en la confusión. Nos bajaremos después de que la mayoría de los ocupantes hayan salido".

Brianne frunció la nariz en señal de disgusto, pero permaneció sentada, a pesar de que estaba ansiosa por salir y moverse. Daba por hecho que su madre le arruinaría toda la diversión. Su hermano, William, se paró y miró por la ventana. "Hay mucha gente ahí fuera. No me gusta”, dijo pasándose una mano por su cabello oscuro. Sus ojos azules, del mismo tono que los de su madre, tenían una chispa de inquietud en ellos.

"No te gusta nada aparte de Lilimar". Su renombrada casa, herencia de su madre, era una de las pocas plantaciones que quedaban en funcionamiento en Carolina del Sur. Lilimar era una combinación del nombre de su madre, Lilliana Marsden, antes de que se casara con el padre de Brianne, Randall Collins. "Por favor, abstente de enumerar la virtudes del campo. Estamos en Nueva York, y tengo la intención de disfrutarlo". Brianne le mostró a William una sonrisa optimista. "Anímate querido hermano. Una vez que papá se nos una, podrás volver a Lilimar y respirar tranquilo".

William hubiese preferido quedarse en la plantación y ayudar con el manejo de la finca. Si no se hubiera necesitado a su padre en Carolina del Sur, William se habría quedado en casa. El otro negocio familiar era el de los barcos. Se había fusionado con la naviera Marsden hace años, pero su padre seguía siendo el jefe de la compañía. También era propiedad a medias de su tío Liam Marsden, el vizconde Torrington.

Un porcentaje de la compañía naviera era parte de la dote de Brianne. Lilimar era la herencia de William, y un día él sería el dueño absoluto. Brianne sospechaba que su madre le firmaría la escritura pronto. Dedicaba más tiempo que nadie a la plantación. "Me gusta pasar tiempo contigo y con mi madre", dijo William en tono petulante.

"Estoy segura de que así es, querido", le dijo Lilliana.

Su padre había ordenado a William que las acompañara en el viaje a Nueva York. A Randall Collins no le gustaba la idea de que su esposa e hija viajaran a los peligros de la ciudad sin una compañía masculina. "No debería alabarlo, madre", dijo Brianne poniendo los ojos en blanco. "Le alienta a actuar como un niño petulante".

William la miró fijamente. "En este vagón de tren la única que actúa como una niña eres tú. No entiendo por qué te has empeñado en pasar una temporada en Nueva York ¿Acaso no pudiste encontrar a alguien que se casara contigo en Carolina del Sur?".

Su hermano no la entendía. Se trataba de algo más que de solo encontrar el hombre adecuado con el que pasaría el resto de sus días. Se sentía tan… inquieta. Brianne quería algo más.-. Había estado en Inglaterra varias veces visitando a su familia, pero sentía que había sido muy sobreprotegida. Un hombre no era lo que necesitaba. Solo había sido una excusa para obtener el permiso de sus padres para viajar a Nueva York. Se presentaría en sociedad y conocería a nuevas personas. Anhelaba emoción y encontrar un propósito. Brianne esperaba hallar ambas cosas en la ciudad, y si no lo hacía, bueno entonces, podría viajar a otro lugar. "Lo que necesito no está en Carolina del Sur", respondió.

"¿Y crees que lo encontrarás aquí?", dijo William sacudiendo la cabeza, con una expresión exasperada en su rostro. "De alguna manera, dudo que ese sea tu único propósito. ¿Qué estás tramando?".

"Ya basta", ordenó Lilliana Collins. "Recojan sus pertenencias; es hora de salir del tren". Se puso de pie y agarró su bolso de mano. No dijo ni una palabra más mientras se dirigía a la puerta.

William y Brianne se miraron el uno al otro durante unos segundos y luego la siguieron. Todavía había mucha gente deambulando por la estación de tren, pero el ajetreo por salir había cesado tal como su madre había predicho. Brianne estaba fascinada por el esplendor de Penn Station. Se había fijado antes en el mármol rosa, pero ahora se deleitaba en observar las amplias escaleras y las majestuosas columnas. No había nada parecido a esto en Charleston. Tenían algunos edificios elegantes, y para ser sinceros la plantación era un lugar muy hermoso. Lilimar era una casa que representaba su época con enormes pilares, un majestuoso balcón y grandes ventanas. Incluso tenía exuberantes jardines y paisajes que aumentaban su atractivo. Lilimar era su hogar, pero Brianne estaba ansiosa por escapar de él.

Había crecido entre mimos y privilegios, consciente de quién era y de su lugar en el mundo. Penn Station le hizo sentir ese lujo y se sintió renovada. Su vida se abría a muchas posibilidades y tendría la oportunidad de ir a lugares en los que nunca había estado. Estaba tan entretenida observando el lugar que se desplazó por la estación, sin prestar atención a dónde se dirigía. Brianne se tropezó con alguien que casi derriba al suelo. "Mis disculpas…" Casi había derribado a una dama de cabello oscuro y serenos ojos azules, quién pese a la claridad de su mirada tenía una expresión severa en su rostro. Si Brianne tuviese que adivinar, seguramente era unos años mayor que ella.

La mujer sacudió la cabeza y frunció el ceño. "Debería prestar más atención".Brianne nunca se había sentido peor. Había estado tan embelesada observando el lugar que no se había fijado por dónde iba. No solo casi había tirado a esta mujer al suelo, sino que también había logrado separarse de su madre y su hermano. "Tiene razón". Brianne se mordisqueó el labio. "Fue una tontería de mi parte. Por favor, discúlpeme".

La mujer le dio una palmadita en el brazo. "Todos cometemos errores. Olvídelo", dijo echando un vistazo a su alrededor. "¿Viaja sola?".Esa pregunta la irritó un poco. Casi sonaba como si la otra mujer la estuviera juzgando. Parecía estar sola también. ¿Por qué eso le preocupaba? "¿Importa?" dijo Brianne enarcando una ceja.

"No, por supuesto que no", respondió la mujer. "Es el derecho de una mujer hacer lo que le plazca. Es por eso que he estado trabajando tan duro como activista en el movimiento sufragista. Pero estoy divagando… Se me olvidó presentarme". Ella extendió su mano. "Soy Alice Paul".

Su nombre le resultaba un tanto familiar a Brianne. Ella la miró con atención y examinó su mano extendida. Lentamente, levantó la suya y la estrechó. Brianne no estaba acostumbrada a dar la mano. Ese tipo de saludo le parecía algo varonil. "Brianne Collins", dijo ella. "Respondiendo a su pregunta anterior, no viajo sola. Estoy con mi madre y mi hermano, pero parece que los he perdido de vista".

"Eso es horrible. Es una ciudad tan grande. ¿Desea que le ayude a localizarlos?".

Fue amable de su parte ofrecerse, pero no quería incomodar a la mujer. Entonces descubrió por qué su nombre le resultaba tan familiar. Su prima Angeline era una militante activa en el movimiento sufragista en Inglaterra. Constantemente le escribía a Brianne y le contaba sobre las actividades en las que estaba involucrada. Por supuesto, tras su matrimonio con el Marqués de Severn, ella había reducido su exposición pública y sus actividades eran más discretas. A Lucian no le gustaba que su esposa se pusiera en peligro, pero la apoyaba en sus convicciones. Angeline había trabajado con las Pankhursts, y por eso el nombre de Alice Paul le resultaba familiar. Brianne inclinó su cabeza a un lado y preguntó: "¿Eres la misma Alice Paul que fue encarcelada en Inglaterra el año pasado?".

Sus mejillas se enrojecieron un poco. "Mmm, sí", respondió. "Admito que no fue la más espléndida de las experiencias. La alimentación forzada…" Se estremeció. "Pero es una buena causa, y lucho por lo que creo. ¿Sigues el movimiento de las sufragistas en Inglaterra?".

"Sí y no", respondió Brianne. "Una pariente mía es militante activa en la causa, pero no he buscado información por mi cuenta".

"¿Oh?" Alice levantó una ceja. "¿Acaso la conoceré?"

"Quizás", dijo Brianne. "Ella me habló de usted en sus cartas. Es Angeline St. John, la marquesa de Severn".

Ella frunció el ceño. "Reconozco el nombre, pero no tuvimos la oportunidad de conocernos mejor. Una lástima", Dijo ella encogiéndose de hombros. "Ahora estoy trabajando por la causa aquí. Si desea unirse a nuestro movimiento…"

"No estoy segura de que sea algo que deba hacer", la interrumpió Brianne. Empatizaba con la causa, pero no deseaba convertirse en una militante. Brianne prefería quedarse en casa antes que salir a marchar por las calles o participar en una huelga de hambre. Aunque entendía sus postulados, disfrutaba de la vida que tenía. ¿Por qué cambiarla? Además, Alice Paul parecía un poco trastornada, y Brianne no estaba segura de que le agradara.

"Cada mujer debería asumir un rol activo en su propia vida, ¿no cree?", dijo Alice sonriendo alentadoramente. Varias personas pasaban junto a ellas, y lo mejor sería que avanzaran o finalizaran su conversación. La estación Penn estaba repleta y su charla improvisada podría irritar a algunas personas. "¿No tiene opiniones propias que quisiera manifestar? Tiene que haber momentos en los que desee poder hacer lo que quiera sin tener que pedir permiso. Piénselo, y si elige unirse al movimiento, envíeme una carta. Estaré en la ciudad unos días y luego volveré a casa". Brianne miraba a su alrededor, esperando divisar a alguno de sus familiares. Necesitaba hallar con urgencia un motivo para abandonar esta conversación.

"Lo tendré en cuenta". Ella no deseaba involucrarse en el movimiento sufragista. A Brianne le gustaba su vida tal como estaba. ¿Por qué debería cambiarla? Algo le llamó la atención, y miró más allá de Alice Paul. Emitió un suspiro de alivio. Su madre y su hermano estaban en el otro extremo de la estación. "Si me disculpa, acabo de encontrar a mi familia, y debo reunirme con ellos. Fue un placer conocerla".

"Fue un placer, aunque casi me derriba. Espero tener noticias suyas". Con esas palabras, Alice Paul se despidió de Brianne.

Se dio la vuelta para caminar hacia su madre y su hermano y se topó con un pecho duro y masculino. Rayos. ¡No era su día de suerte! Primero Alice Paul, y ahora este caballero desprevenido… "Perdón", dijo.

"¿Conoce a la mujer con la que estaba conversando?", preguntó el hombre. Tenía un exquisito acento inglés que le recordaba a su abuelo Thor. Emanaba un aire de autoridad. Su cabello era tan oscuro como el cielo nocturno, y sus ojos poseían el color del cielo durante una tormenta, una mezcla de gris y azul.

"No puedo entender por qué eso sería de su incumbencia", respondió ella. "Ya que definitivamente no nos conocemos". Brianne le echó un vistazo al hombre y contuvo la respiración. Era hermoso. Siendo honesta consigo misma, tenía que admitir que era el hombre más guapo que había visto. Si él no hubiese sido grosero, podría haber considerado coquetear con él.

Sus labios se movieron ligeramente. "Supongo que tiene razón".

"No hay ninguna suposición. Nunca hemos sido presentados".

"No estoy en desacuerdo con usted", contestó en tono airado. "Sin embargo, conozco a su familia. Le he visto a pesar de que nunca nos han presentado".

Eso la sorprendió. "No le creo".

Se rio con suavidad y se giró ligeramente para que ella pudiera ver a su hermano y a su madre dirigiéndose hacia ellos. "¿No es esa su familia?", dijo enarcando una ceja. "Conozco a William. Conozco a Andrew y Alexander. Son queridos amigos míos. Fui a Eton y luego a Oxford con ellos".

Por supuesto que tenía… ¿Qué posibilidades había? "Me pone usted en desventaja, ¿por qué no se presenta?".

"Lord Julian Kendall", dijo y se inclinó. "Ahora, sobre esa mujer…"

"Ella no es asunto suyo", le interrumpió Brianne. No necesitaba ningún sermón. Especialmente porque no tenía intención de involucrarse con gente como Alice Paul. "¿Pero sabe quién es ella?". "Por supuesto que sí", respondió. "Pero no necesito darle explicaciones. Usted no es mi hermano ni mi padre. Apenas nos conocemos. Ahora, si me disculpa, debo unirme a mi familia".

No le permitió decir ni una palabra más. Brianne pasó por delante de él y se acercó hacia su madre y su hermano. Finalmente la habían visto, y William se dirigió hacia ella. Brianne asintió con la cabeza y le hizo un gesto para que se quedara en su sitio. Sería más fácil si ambos se quedaban donde estaban. No tenía ningún deseo de volver a separarse de ellos. Había tenido dos conversaciones indeseables y desagradables y ya estaba más que harta de Penn Station. De hecho, estaba empezando a no gustarle. Hasta ahora, no le había brindado ninguna buena experiencia.




CAPÍTULO DOS


Julian Kendall se dirigió al Hotel Irving, situado en el 26 de Gramercy Park South. Era un hotel exclusivo situado en la isla de Manhattan. Nada de Nueva York o de Estados Unidos le atraía. Julian finalmente llegó al hotel y entró. Un empleado lo saludó de inmediato. "Buen día, señor", dijo un hombre de cabello castaño oscuro con algunas canas cerca de su oreja. "¿En qué puedo ayudarle?".

"Mi nombre es Lord Julian Kendall. ¿Recibió un telegrama sobre una reserva para mí?".El hombre se inclinó y escudriñó el contenido del libro de reservas y luego asintió con la cabeza. "Su telegrama decía que estaría aquí por un tiempo indefinido".

"En efecto", respondió Julian. "Espero hacer de Nueva York mi hogar lejos del hogar". Le mostró una de sus más encantadoras sonrisas. "Lo que he visto hasta ahora me ha hecho pensar que estaré aquí por un largo tiempo". No mentía. El encuentro con Brianne Collins fue bastante providencial.

El dependiente se dio la vuelta y abrió un armario, y luego arrancó un juego de llaves de un gancho. Las colgó delante de Julian. "La curva es para su habitación, y la que tiene una G blasonada es para la puerta de Gramercy Park. Siéntase libre de disfrutar el parque, pero es exclusivo. Solo los que tienen una llave pueden usarlo. Por favor, no deje entrar a ninguna gentuza al parque. Hay damas que lo usan regularmente, y queremos garantizar su seguridad".

Qué idea tan original… Ninguno de los parques de Londres estaba cerrado de esta manera. Intentaban mantener a los individuos indeseables fuera del parque y que solo la gente de clase alta pudiera su usarlo. ¿Qué posibilidades había de que alguien de la clase baja se aventurara a venir a esta parte de Manhattan? Parecía que la clase rica pululaba por esta zona. No había notado a nadie más. Ni siquiera un miembro de la clase trabajadora… ¿Tendrían una regla que no les permitía salir en público o algo así?

"Gracias", dijo Julian lo más educadamente posible. Había crecido con privilegios, pero nunca antes se los habían restregado en la cara de esta manera, o quizás no lo había percibido antes. "¿Puede indicarme dónde está mi habitación?"."Suba las escaleras y gire a la derecha. La habitación está al final del lado izquierdo".

"Mis baúles serán enviados desde la Estación Penn. Por favor, tráigalos a mi habitación cuando lleguen". Había contratado a alguien para que se ocupara de su equipaje cuando llegara. El único equipaje que tenía ahora era una pequeña maleta. Sosteniendo las llaves en una mano y su maleta en la otra, se dirigió en la dirección que el dependiente le indicó. No tardó mucho en llegar a su habitación. Deslizó la llave en la cerradura y la giró. Una vez que la cerradura se abrió, empujó la puerta y entró.

Era una habitación lujosa. Cerca de la ventana había una silla y una mesa a juego. Había una chimenea frente a un pequeño sofá, y una mesa había sido colocada cerca de ella. En una habitación separada y más pequeña, había una cama de felpa con un cobertor granate bordeado de oro. Había otra pequeña mesa al lado de la cama. La luz iluminaba el área del dormitorio de dos puertas al estilo francés que daban a un balcón.

No era tan grande como sus habitaciones en Londres, pero serviría. El hotel hizo un excelente trabajo al condensar los gustos más finos de los ricos. Todo debía encajar y eso dejó un sabor amargo en su boca. Julián puso su maleta en la cama y se acercó al lavabo situado en el lado opuesto de la habitación. Había agua en la jarra. Echó un poco en el cuenco correspondiente, se salpicó la cara y se secó con una toalla. Esto lo refrescó y le quitó algo de la mugre del viaje. Tal vez él daría un paseo por este Gramercy Park…

Se guardó las llaves en el bolsillo y salió de su habitación, súbitamente inquieto. Podría caminar por la zona y tal vez encontrar un club de caballeros. Le vendría bien un trago o varios. A esta hora, le sería difícil conciliar el sueño. Julian salió del hotel silbando mientras se dirigía a la calle. El parque estaba bastante cerca, pero no quería explorarlo por el momento.

"Julian", gritó un hombre.

Detuvo su marcha. Nadie debería saber que había llegado o que estaba en Nueva York. Lentamente, se volvió hacia dónde provenía la voz y sintió un gran alivio. Por supuesto que William Collins lo buscaría. Lo había visto hablando con Brianne en la Estación Penn. Sonrió y saludó al otro hombre. "¿Te quedas por aquí?" No sabía qué más decirle.

William asintió. "Sí, padre compró una casa a la vuelta de la esquina. Es el lugar de moda en Manhattan. Le gustaba la idea de un parque cerrado para que mamá y Brianne pudieran dar un paseo".

Eso sería un beneficio extra para Gramercy Park. Si su hermana o su madre estuvieran aquí, se sentiría mejor sabiendo que estarían a salvo en un parque exclusivo. "Me hospedo en el Hotel Irving", Julian señaló el lugar que había dejado. "¿Cuánto tiempo estarás en la ciudad? ¿No es un tiempo muy atareado en la plantación?" No sabía casi nada sobre el trabajo que se requería hacer en Lilimar. Parecía una pregunta razonable.

"Preferiría no estar aquí en absoluto", respondió William mirándolo fijamente. "Pero alguien tenía que acompañar a mi madre y a mi hermana. Mi padre estará aquí en un par de semanas, y luego volveré a casa. Siempre hay algo que hacer en Lilimar", dijo William inclinando la cabeza hacia un lado. "¿Qué te trae por aquí? ¿Aburrido de Inglaterra?".

En cierto modo, era así y esto le dio la excusa perfecta para explorar lo que Estados Unidos tenía para ofrecerle. "He estado viajando por muchos lugares. Mi padre pensó que sería bueno para mí ver cómo funcionaban las cosas en este país", dijo Julian encogiéndose de hombros. "Aunque dudo que la experiencia me aporte algo de madurez a mi carácter". Su padre no sabía nada sobre su trabajo como espía, y Julian pretendía seguir ocultándoselo. Actuar como una especie de pícaro encajaba perfectamente en la imagen que quería mostrar al mundo. "¿Por casualidad conoces un buen club de caballeros por aquí?".

"El Club de Jugadores está a la vuelta de la esquina en el 16 de Gramercy South", respondió William. "Es un club sólo para miembros".

Julián entrecerró su mirada y preguntó: "¿Significa eso que no puedo entrar?" Parecía exactamente el lugar al que necesitaba entrar. Seguramente la élite de Nueva York se concentraría en un lugar como ese.

William sonrió. "No exactamente". Hizo un gesto hacia el sendero que llevaría hacia el club. "Resulta que soy un miembro. Sígueme y te nominaré para que seas admitido. Aunque, debo advertirte, hay que pagar una suma bastante alta para ingresar, pero vale la pena si quieres algo de privacidad. Estaré en Nueva York más de lo que me gustaría, y unirme al club era necesario para mí", dijo William suspirando. "Iba hacia allá ahora mismo. Mi hermana colma mi paciencia. Tenía que escaparme por un rato".

Eso parecía una oportunidad para hablar sobre las tendencias de Brianne. En su lugar, tomó un enfoque ligeramente diferente. "Entiendo. Mi propia hermana se pone difícil a veces". Se metió las manos en los bolsillos mientras caminaban. "Tuve un pequeño encuentro con la tuya en la Estación Penn. No quiso a aceptar mi ayuda".

William puso los ojos en blanco y dijo en un tono de reproche: "Cree que lo sabe todo y no atiende a razones. Si tuviera los pies puestos en la tierra no se habría separado de nosotros al salir del tren. Tuvo suerte de que la encontráramos rápido".

No la encontraron lo suficientemente rápido, pues ella tuvo el tiempo suficiente para encontrarse con Alice Paul… Él hablaría sobre esto con William más adelante. Por ahora, entraría en su club y lo exploraría. "Háblame del Club de Jugadores", le animó Julian.

"Fue fundado en 1888 por Edwin Booth," comenzó William. "Quería usar el club como una forma de limpiar el manchado apellido de su familia. Su hermano menor era John Wilkes Booth".

"Ah", respondió Julian. "El asesinato de un presidente haría que cualquier apellido fuera indeseable…". "No me hubiese gustado estar en sus zapatos. Si tuviera un hermano, y él hubiera hecho algo tan estúpido, y no hubiera sido localizado y abatido por los soldados de la Unión, creo que yo mismo le hubiese disparado".

"Por suerte no tendrás que averiguarlo. Nadie puede ser de nuevo tan estúpido”, dijo Julian riéndose con ligereza. Él nunca intentaría asesinar a una multitud, pero podía comprender por qué alguien molesto con la persona a cargo podría ser tan tonto como para al menos intentarlo. "Aunque tu hermana podría ser la ruina de tu existencia".

"Demasiado cierto", William estuvo de acuerdo. "La quiero, pero a veces actúa como una arpía".

Doblaron la esquina y se dirigieron al Club de Jugadores. William abrió la puerta y le hizo un gesto para que entrara. La sala principal tenía una gran chimenea de mármol con un sofá de color burdeos como punto focal frente a ella. Dos sillas a juego la flanqueaban. Una escalera cercana estaba adornada con una alfombra roja de felpa. Lo que Julián presumía era un comedor estaba a la izquierda, más allá de la escalera. Una larga mesa con al menos veinte sillas. Varias piezas de arte colgaban de las paredes. "Este es un lugar muy lujoso…", dijo Julian y luego señaló un cuadro. "¿No es ese un…?" Señaló una pintura de brillantes flores rosadas y blancas en un jarrón blanco. Podría haber sido un Van Gogh o un Monet, pero no estaba seguro.

William se encogió de hombros. "No sé mucho de arte. Aunque Mark Twain solía ser un visitante habitual aquí. Creo que uno de sus manuscritos originales está en exhibición. No he tenido la oportunidad de ver muchos de los artículos que exhiben aquí".

Interesante… "¿Este es un club para artistas?".

"En gran parte", confirmó William. "Hay otros que no son exactamente artistas, pero crean cosas".

No estaba seguro de lo que eso significaba. "Explícate por favor".

"Nikola Tesla es un miembro", dijo William.

Julian no estaba tan familiarizado con el trabajo del físico, pero había oído su nombre antes. Un científico no era un artista, pero sí, exploraban las posibilidades del mundo. "¿Necesito tener algún tipo de don para ser miembro?".

"Yo no lo tengo", dijo William. "Les gusta mantener una mezcla de artistas por falta de una palabra más precisa, y gente de la clase alta. De esta forma el Club de Jugadores mantiene un equilibrio entre personas con recursos materiales y personas con talentos especiales”. Al parecer este club sería mucho más interesante de lo que había pensado originalmente… "En ese caso…" Hizo un gesto hacia William. "Llévame con la persona con la que necesito hablar sobre la membresía".

No llevó mucho tiempo convencer a los directivos de que consideraran su membresía. No pudieron admitirlo en el acto. Tendría que ser sometido a votación, pero los miembros principales no pensaron que sería un problema. Les agradaba la idea de incorporar al hijo de un duque en sus registros. A Julian le gustaba la fuente de información en la que iba a sumergirse. Todo saldría mejor de lo esperado. Si todo marchaba bien, podría volver a casa antes de lo planeado, y tal vez podría conseguir una misión más interesante. Esta tarea no le gustaba mucho, pero sentía que debía ejecutarla. Si quería hacerse un nombre, tenía que tomar las medidas necesarias para demostrarles a sus superiores que podían confiar en él, sin importar cuan desagradable fuese su trabajo. Lo enviaron a Nueva York porque querían que alguien vigilara al movimiento sufragista.

Inglaterra tenía sus propios problemas con respecto a los derechos de las mujeres, y era prudente que observaran el clima en otras latitudes. Alice Paul era una americana que se había involucrado con las Pankhursts en Inglaterra, y había sido ella la que había llamado la atención de los funcionarios del gobierno. Parte de su tarea era asegurarse de que ella no regresara. Su última estadía en la cárcel no había sido agradable. Por supuesto, era un término suave para lo que ella había soportado. Por su propia terquedad, podría haber muerto de hambre, y se habían visto obligados a alimentarla contra su voluntad. Afortunadamente, sobrevivió y luego regresó a casa. Si se quedaba en su propio país, no debería volver a ser un problema para Inglaterra.

Aunque Alice Paul era parte de su misión, no era el único objetivo. No la seguiría y la espiaría. Parecería extraño si lo hiciera. Era un miembro de la aristocracia, y sería más fácil para él infiltrarse en la sociedad de Nueva York. Haría su parte para parecer un caballero con medios, y en su tiempo libre, husmearía en el movimiento sufragista. Probablemente también había mujeres de las clases altas insatisfechas con su estatus. La Srta. Brianne Collins parecía ser una de ellas…

Su amistad con Alexander y Andrew Marsden le facilitaría acercarse a ella. Por dicho vínculo pudo hablarle en la Estación Penn, pero eso no bastaría para ganarse su confianza. Al parecer le había desagradado a La Srta. Collins. Así que tendría que hacer un gran esfuerzo para hacerla cambiar de opinión. Ella podría ser la persona que necesitaba para espiar a las sufragistas. Los hombres de la alta sociedad eran sus otros objetivos. Eran los que controlarían el clima en los Estados y a un nivel más alto en el gobierno federal. Ya que ellos tenían todas las cartas, por así decirlo, dependería de ellos si se realizaba un cambio.

En cierto modo, Julian no estaba seguro de por qué les importaba lo que estaba pasando en América. ¿Por qué Inglaterra no podía decidir por sí misma si concedía o no más derechos a las mujeres sin guiarse por lo que estaba pasando en el mundo? Era un tema difícil y podía ver por qué los hombres no querían renunciar al control que habían tenido por siempre; sin embargo, las mujeres deberían tener la capacidad de elegir por sí mismas lo que querían para sus vidas sin que nadie las gobernara. Eso no significaba que aprobara algunas de las prácticas en las que participaban las Pankhursts. Eran peligrosas y radicales.

Sin embargo, él cumpliría con su deber. Le gustara o no.




CAPÍTULO TRES


Junio de 1911



Brianne odiaba el teatro. Desafortunadamente, este era uno de los pocos lugares a los que podía ir para ser vista y socializar. Ella nunca entendió el punto de usar el teatro para ese propósito. El único momento en que alguien podía tener una conversación era durante el intermedio. El resto del tiempo se encontraba encerrada en un palco privado, para aquellos lo suficientemente ricos como para permitirse uno, (y afortunadamente su familia lo era), o metida en los pequeños asientos de la parte principal del teatro. Nunca había asistido a una obra que le gustara, y como debutante, había asistido a muchas. Pero al menos esto le había dado excusa para vestirse con elegancia. Su vestido era de una indulgente seda violeta con una delicada capa de encaje. Incluso tenía una suave estola blanca que le cubría los hombros para protegerlos del frío y se había adornado el cabello con perlas, casi parecía llevar una corona.

Entraron en el Teatro Harris y fueron al palco que les habían prestado durante su estancia en Nueva York. William llevó a Brianne y a su madre al palco. Al parecer tampoco estaba disfrutando mucho estar en el teatro. Habían estado en la ciudad un mes entero, y hasta ahora, no estaba a la altura de sus expectativas. Era tan aburrido como Lilimar y no mostraba signos de hacerla vivir algo emocionante.

William corrió la cortina que llevaba a su palco y les hizo un gesto para que entraran. Su madre entró primero y se sentó en el lado derecho del reservado, y William se sentó a su lado. Brianne entró después de ella y se detuvo cuando observó a un hombre familiar ya sentado en el reservado. Maldición. Se vería obligada a hablar con la bestia malvada durante la obra porque su asiento estaba justo al lado de él. “Mi señor", dijo Brianne haciendo una reverencia. Su madre le enseñó las normas de etiqueta adecuadas, y aunque creció en América, Brianne no negaba sus raíces inglesas. Julian Kendall era el hijo de un duque, y ese vínculo debía ser respetado. "No sabía que conocía a los Dewitt". Los Dewitts eran la familia propietaria del reservado que usaban esa noche. Se sentó a la derecha de Julian y William se sentó junto a su madre.

"Somos familia", respondió con suavidad. "De forma indirecta. Tenemos un parentesco por parte de mi tatarabuela Alys Dewitt Kendall, pero nunca entendí el vínculo. He aprendido a no cuestionar las rarezas de mi familia, ni a nada que involucre a esta abuela en particular".

A Brianne no le importaba su vínculo con la familia Dewitt. Desearía haberlo sabido antes de aceptar salir esta noche. William había sugerido el teatro. Debería haberse dado cuenta de que era una mala idea solo por eso. Su hermano nunca sugería salir de la casa, y odiaba el entretenimiento. De acuerdo, quizás estaba exagerando un poco, pero Brianne no podía recordar la última vez que estuvo tan irritada. "Fascinante", dijo con sarcasmo. "Por favor, cuénteme más". Su voz no podría estar más desprovista de emoción. Esperaba que no tomara sus palabras como un estímulo.

"Princesa", dijo Julian y luego se rio con ligereza. Como si ese término en particular de cariño le causara gracia. Esto sirvió para aumentar su irritación. "No se preocupe, no me atrevería a exponer los detalles de mis relaciones. Eso es para los individuos que ya son parte de la familia o que tienen la oportunidad de convertirse en uno de nuestros estimados miembros".

En cuanto a los insultos… este en particular fue como una fuerte bofetada. ¿Cómo se atreve? "Entonces es una suerte que no tenga aspiraciones de vincularme a alguien cercano y querido por usted". Se inclinó un poco más cerca de él y le dijo en un áspero susurro: "Prefiero apuñalarme en el ojo y girar el cuchillo que pasar el resto de mis días a su lado".

Desde su desencuentro en la Estación Penn. Brianne lo había evitado al máximo. Era un hombre muy desagradable. Había venido a su casa varias veces para conversar con William. Ella había hecho todo lo posible para evitarlo en cada ocasión. Hubo una vez en la que lo vio caminando por Gramercy Park y giró a propósito en la dirección opuesta.

"Fabuloso", contestó él suavemente. "Entonces estamos completamente de acuerdo". Se acomodó en su asiento y miró fijamente al escenario. "¿Qué sabes de la obra que estamos a punto de ver?"

Nada. Porque realmente no le importaba de qué se trataba. Echó un vistazo al teatro. Había una razón por la que había aceptado asistir, y no tenía nada que ver con la actuación. Inclinó la cabeza hacia un lado. ¿Dónde estaban todas las señoritas de la alta sociedad y sus madres? ¿Y los caballeros en busca de una esposa? Este no era el público normal que ella estaba acostumbrada a ver en el teatro. "¿Qué tipo de lugar es este?".

"Está bajo una nueva administración", respondió Julian. "Conozco al propietario, Henry Harris. Es miembro de mi nuevo club. William y yo le dijimos que asistiríamos a la actuación de esta noche. Está emocionado, es su primer musical".

"¿Musical?" Ella se quejó. "Tengo miedo de lo que eso significa".

Julián sonrió casi maniáticamente o tal vez fue con alegría. De cualquier manera, a ella no le agradó. "Estoy seguro de que será maravilloso. Tiene todo: romance, intriga, drama familiar…". "Déjeme adivinar", comenzó. "Todo listo para la música".

"Me han dicho que puede haber canto involucrado. Y, Miss Collins", dijo él de manera siniestra. "Dura más de cinco horas. Espero que esté preparada para estar aquí por un largo rato".

No pudo evitar que un gruñido se escapara de su boca. Brianne se llevó la mano a los labios, pero ya era demasiado tarde. ¿Por qué estaba siendo castigada? Cinco horas con Julian Kendall como su compañero de teatro. Alguien, en algún lugar, la odiaba. "Shh", dijo ella. "El telón se ha abierto".

"No me engaña", dijo Julian en un susurro. Estaba tan cerca que podía sentir el calor de su aliento en su piel. "Puedo ver a través de usted. No hay mucha sustancia en usted. Una dama que quiere cambiar el mundo disfrutaría más persiguiendo objetivos que participando en frívolas reuniones sociales".

Brianne apretó los dientes. No mordió el anzuelo. No lo haría. Maldita sea, no tenía autocontrol. "Entonces es bueno que no tenga aspiraciones reales de alterar nada del mundo en el que vivo. Estoy perfectamente contenta con mi vida. ¿Por qué desearía algo diferente?" Se volvió hacia él y levantó una ceja. "Tengo todo lo que quiero. Dinero y todo lo que el lujo puede proporcionarme".

"Realmente no desea cambiar nada, ¿verdad?" Casi parecía desconcertado ante esa revelación. "¿Qué hay de su amiga?"

"¿Qué amiga?" No tenía ni idea de a qué, o mejor dicho, a quién se refería.

"Alice Paul", respondió.Le tomó un minuto recordar el nombre. ¿"La mujer de la estación de tren"? ¿Por qué me preocuparía por ella? Apenas la conozco a la dama"

"Ella cree en los derechos de la mujer – trabajo sufragista", dijo. Todavía había un poco de confusión en su voz.

"Oh, eso," Brianne le respondió con desdén. "Es mi prima, Angeline, a la que le interesan esas cosas. En lo que a mí respecta, si no funciona mal, no veo ninguna razón para ir a cambiar o arreglar las cosas. ¿Por qué querría votar? Es tan aburrido…".

Julián sacudió la cabeza y permaneció en silencio. Volvió su atención a la obra y la dejó tranquila durante el resto de la actuación. Brianne probablemente debería preocuparse por eso, pero estaba demasiado aliviada para cuestionarlo.








El calor en la ciudad de Nueva York no era tan insoportable como un día de verano en Carolina del Sur, pero eso no decía mucho. El aire parecía más espeso en Lilimar. Todavía había mucha humedad en la ciudad, y Brianne anhelaba la frescura del otoño. Miraba alrededor del parque donde paseaba. La verde exuberancia del Parque Gramercy era relajante, incluso en el calor del verano. A Brianne no se le permitía salir mucho en la ciudad. Gramercy Park era una de las pocas excepciones. Ya que el parque estaba disponible para aquellos que tenían propiedades en los alrededores, William y su padre confiaban en que ella estaría segura detrás de la verja cerrada que lo rodeaba. Por esa razón, Brianne se aseguraba de aprovechar su acceso al parque tan a menudo como fuera posible.

Hoy se había puesto un vestido azul claro y llevaba una sombrilla a juego para protegerse del sol. Sería horrible que su piel se dorase. Solo los que formaban parte de la clase trabajadora se tostaban la piel.

No había mucha gente en el parque, y eso le convenía a Brianne. Ella no quería hablar con nadie, y estaba disfrutando de la tranquilidad del lugar. Dobló una esquina y se dirigió a un banco cercano situado bajo un gran roble. El área sombreada estaría más fresca, y podría descansar un poco.

Cuando llegó al banco, se sentó y cerró su paraguas, y luego inclinó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. Respiró profundamente y luego exhaló. Algo en el parque la calmaba y aliviaba su alma, y no quiso cuestionarlo. Tal vez era hora de aceptar la derrota y decirle a su madre que quería volver a casa. William se había ido hace un mes después de la llegada de su padre. Brianne casi había cedido entonces, pero se mantuvo firme. Si cedía demasiado pronto, nunca le permitirían ninguna libertad.

"¿Quiero saber qué hace usted aquí sola?" El familiar estruendo de la profunda voz de barítono de Julián interrumpió sus reflexiones. "¿Prefieres que me marche?" No habían hablado mucho desde el musical al que habían asistido juntos. Ella debería ser amable. Tal vez lo sería si él fuese un poco más agradable. Él se había comportado como un idiota durante su conversación en el teatro. No quería sentirse atraída por él, aunque fuera un poco encantador. Bueno, cuando no la llamaba frívola y la juzgaba.

"Es bastante tarde para hacer eso, ¿no?" Abrió los ojos y se encontró con su mirada. "Podría haber seguido su camino. Dígame, mi señor, ¿por qué siente la necesidad de molestarme cada vez que nos cruzamos?”.

"Porque, princesa", comenzó. "Es bastante entretenido".

Ohhh. Ella lo odiaba. Brianne respiró profundamente e intentó controlar su temperamento. "No hay nada aquí que pueda divertirle. Siéntase libre de continuar su paseo por el parque, solo".

Cerró los ojos y rezó por paciencia. No era uno de sus puntos fuertes, y él la descontrolaba con su sola presencia. Brianne no podía recordar ni una vez que sus conversaciones no comenzaran y terminaran en una discusión. Todo lo que ella quería era un tiempo a solas, y él había arruinado esa posibilidad. Tampoco mostraba ningún signo de dejarla en paz.

"¿Por qué debería dar un paseo solitario cuando está claro que usted está en una situación desesperada?".

"¿Yo?" Levantó una ceja y luego miró alrededor del área. "Por favor, dígame, ¿cómo exactamente?".

"Está sola, y eso no está bien. Una mujer de su posición nunca debe ser abandonada a sus propios caprichos. Podría llevarla por un camino de destrucción".

"Confíe en mí", dijo con firmeza. "Estoy perfectamente bien. He disfrutado de todo lo que este parque tiene para ofrecer desde que llegué a la ciudad. No requiero su presencia para garantizar mi seguridad".

"¿Quién dijo algo sobre su seguridad?" Sacudió la cabeza. Luego dijo con la cara seria: "No, estoy más preocupado por todos los demás habitantes de Gramercy. Una mujer como usted es peligrosa. Puede que empiece a pensar, y eso la llevará a ejecutar".

"Ahora está diciendo tonterías." ¿Ha perdido la cabeza? "Ya estoy pensando, y en cierto sentido, haciendo. Márchese antes de que su locura se transfiera a mí de alguna manera. No le quiero cerca si es contagioso".

Sus labios se movieron ligeramente. "Venga", dijo y extendió su mano. "Camine conmigo un rato. Siento curiosidad por usted".

Él ya había arruinado su soledad, así que ella decidió seguirle la corriente. Brianne puso su mano en la suya y se puso de pie. Caminaron en silencio durante varios minutos. Ella odiaba admitirlo en voz alta, pero también sentía curiosidad por él. "Nunca mencionó qué le trajo a Nueva York".

"¿No lo hice?".

"No", dijo. "Al menos no recuerdo que lo hiciera. Puede que sí, y no le presté atención o lo olvidé por completo. Esto puede sorprenderle, pero mis días no empiezan ni terminan pensando en usted".

Sus suaves risas resonaron a su alrededor. "Me parece justo. Estoy aquí más o menos de vacaciones".

"Eso quiere decir que también está aquí por otro motivo".

"Puede que así sea", dijo, pero no dio más detalles. "Hablemos de otra cosa".

A ella le desagradó que no le contara más. Brianne juró que en el futuro le sacaría más información. "¿Como qué?" Ella le permitiría cambiar de tema, pero él había despertado su curiosidad. Realmente no le importaba la razón por la que había venido a Nueva York. Pero el hecho de que él se negara a decírselo la hizo querer descubrir la verdad.

"¿Cuánto tiempo va a estar en Nueva York?”.

Brianne estuvo a punto de irse a casa antes de encontrarse con Julian en el parque. Y ahora, deseaba quedarse más tiempo. Tal vez debía encontrar algo más para ocupar su tiempo. Las reuniones sociales la decepcionaron profundamente. Debería haberlo imaginado, por supuesto. Eran aburridas en Carolina del Sur, y eran igualmente aburridas en Nueva York. El hecho de que estuvieran en la ciudad no cambiaba el resultado. Tenía que actuar como una dama en toda la norma, y no había ninguna emoción en eso. "No lo sé", respondió y se encogió de hombros. "Mi madre se quedará todo el tiempo que yo quiera quedarme. Espero que volvamos durante el invierno, pero eso podría cambiar".

Asintió con la cabeza. "Estar en casa será más agradable durante los meses más fríos; eso tiene sentido. Pero he oído que Nueva York en invierno es algo digno de verse".

"Tal vez", estuvo de acuerdo. ¿Realmente quería quedarse en la ciudad tanto tiempo? "¿Se da cuenta de que esta es la primera conversación civilizada que hemos tenido?".

"No querríamos empezar a llevarnos bien ahora, ¿verdad?”, dijo sonriendo con arrogancia. "La acompañaré a casa".

No entendía a este hombre, y empezaba a creer que nunca lo haría. ¿Por qué era tan enigmático?, y ¿qué había cambiado en él que parecía estar siendo… casi amable con ella? Brianne se mordisqueó el labio inferior y le permitió acompañarla a casa. Ella descubriría todos sus secretos, y luego tal vez, después de lograr esa hazaña, volvería a casa. Descubrir los secretos de Julian Kendall tendría que bastar como entretenimiento, y algo le decía que esto sería mucho más fascinante de lo que podía imaginar.




CAPÍTULO CUATRO


Brianne se había vestido con esmero para el baile en Dewitt's. Llevaba un vestido de seda púrpura oscuro con encaje blanco en la parte superior. Su cabello marrón dorado estaba decorado con perlas y entretejido en un moño. Deseaba estar emocionada por el baile, pero solo quería quedarse en casa. Todas las reuniones sociales se habían vuelto tediosas.

Su madre bajó las escaleras junto a ella. No anunciaron su llegada formalmente como en Inglaterra, pero la lista de invitados era igual de glamorosa. "Parece que todos aceptaron la invitación de la Sra. Dewitt", dijo su madre. "Deberías tener muchas parejas de baile esta noche".

Brianne se encogió de hombros. "Supongo que sí". A ella no le importaba de cualquier manera. Tal vez podría escapar y explorar la biblioteca. Mirar la colección de libros de una persona revelaba mucho sobre sus gustos y su personalidad.

Se dirigieron a la anfitriona y la saludaron, luego su madre la despidió. "Ve a hablar con tus amigos y diviértete". A veces su madre era la peor acompañante. ¿No le importaba si algún sinvergüenza la seducía? "Voy a sentarme con las matronas a cotillear un rato."

"Muy bien", dijo y se dirigió a un camarero con una bandeja de champán. Tomó una copa y se la tomó de un solo trago.

"Supongo que le gusta el champán", dijo un hombre. Levantó la vista y se encontró con la mirada de Julián.

"Márchese", dijo. Brianne no necesitaba que él le arruinara la noche. Solo quería marcharse de ese lugar. "Encuentre a alguien más a quien molestar".

"Pero, princesa", dijo. "Usted es mi persona favorita aquí. ¿Por qué la abandonaría en un momento de necesidad?".

Puso los ojos en blanco y depositó la copa vacía en la bandeja que portaba un camarero. "Confíe en mí, mi señor", le dijo a Julián. "No le necesito".

"Claro que sí", insistió y la tomó del brazo. "Venga a bailar conmigo".

Sería descortés apartarlo, así que le permitió llevarla a la pista. Los acordes de un vals inundaron el salón de baile. Él la tomó en sus brazos y marcó el compás sin esfuerzo. "Usted es bueno en esto".

"¿Bailando?”, dijo él levantando una ceja. "Debería serlo. Mi padre insistió en que tuviera los mejores profesores de baile. Sus hijos no lo avergonzarían en la sociedad".

Eso le pareció casi… siniestro. "¿No tiene una buena relación con su padre?" Brianne tenía una relación maravillosa con sus dos padres.

"Nos llevamos bien", respondió, pero no dio detalles. Apartó la vista de ella y la hizo girar por el suelo.

Ella pensó que debería decirle algo, pero no tenía idea. A veces le costaba entablar una conversación. Prefería leer un libro que hablar de cosas inútiles. Por suerte no tenía que hacer nada. Él volvió su atención hacia ella y le mostró una de sus encantadoras sonrisas. El tipo de sonrisa que tienta a una dama a hacer travesuras que jamás haría. Brianne quería creer que no la afectaba, pero tampoco se mentía a sí misma. "Está encantadora esta noche". Su voz era como miel ardiente goteando con dulzura.

"No necesita fingir conmigo", lo reprendió. "No soy una de sus conquistas". Se negaba a serlo.

"No le haría eso", insistió él. "No hay nada falso entre nosotros".

Brianne quería creerle, pero no podía. Si se lo permitía, podría desarrollar sentimientos muy reales por Julian. Algo de él le atraía. Incluso cuando la trataba en forma sarcástica, no podía evitar sentirse cautivada por él. Él la seducía de como ningún otro hombre lo había hecho. Los acordes del vals terminaron, y ella se alejó de él. No miró hacia atrás al salir de la pista de baile. Era hora de escabullirse y encontrar la biblioteca o al menos algún lugar donde la presencia de Julian no devorara todo.








Julian no había reunido tanta información como le hubiera gustado. Los informes a sus superiores eran cada vez más breves. Las sufragistas no habían hecho ningún avance en su movimiento, y él esperaba órdenes de la oficina central. Hasta entonces, continuaría en América e intentaría disfrutar de su tiempo allí.

Hoy era un día festivo para los yanquis. Celebraban su día de acción de gracias. Fue invitado a cenar con la familia Collins. Durante su estancia en Nueva York, había llegado a encariñarse con toda la familia. Incluso con Brianne… En cierto modo, era una chica tonta. No parecía creer que hubiera ninguna razón para hacer cambios en su vida. Por algún motivo, a pesar de su misión de vigilar a las sufragistas que querían lograr grandes cambios, Julian estaba molesto con la actitud indolente de Brianne. ¿Por qué no querría más derechos, más libertad y oportunidades? Si se le negaran las libertades fundamentales básicas, él jamás lo toleraría.

Sin embargo, tratar de descifrar el funcionamiento interno de la mente femenina no le ayudaba. Pero otro día seguiría meditando en ese asunto, ahora tenía que ir a la casa de los Collins. La cena empezaría pronto, y no quería cometer la descortesía de llegar tarde.

Julian dejó su habitación en el Hotel Gramercy y se dirigió hacia la salida. Una vez fuera, empezó a caminar hacia la casa de los Collins. No tardó mucho en llegar. Saltó las escaleras de a dos y luego golpeó la puerta. Un hombre que pintaba algunas canas en las sienes lo recibió. "Lord Julian", dijo. "Pase. William mencionó que lo había invitado". William y su padre habían regresado a la ciudad unas semanas atrás. Julian se había alegrado de que su amigo estuviera de vuelta en Nueva York. Se habían visto a menudo en el Club de Jugadores y ambos se hacían compañía. Su estancia en América se había vuelto bastante rancia y monótona.

"Gracias, Mr. Collins," dijo. "Por favor, llámeme Julian. Olvidemos las formalidades". No necesitaba guardar ningún tipo de apariencia con ellos.

"Bueno, Julian", comenzó el Sr. Collins. "Entonces debo insistir en que me llames Rand". Hizo un gesto con la mano. "Sígueme. Todo el mundo está en la sala de estar tomando algo antes de cenar".

Caminaron por un corto pasillo. Las paredes eran de una rica caoba y una lujosa alfombra azul marino había sido lanzada sobre el suelo de madera de nogal. Los candelabros se alineaban en las paredes, iluminando el camino. Entraron en una sala de estar. La luz del sol iluminaba la habitación a través de grandes ventanales. Lilliana Collins estaba sentada cerca de una chimenea. Un suave fuego ardía en la habitación. William estaba sirviendo una copa de brandy y Brianne estaba sentada en un sofá, mirando sus manos. Tenía una actitud de lo la más recatada que Julian nunca había visto en ella.

"Julian", le gritó William. "Ven aquí, te serviré un trago".

Un trago podría ayudarle a sobrevivir a la comida. No quería estar allí. Siendo honesto consigo mismo, no estaba seguro de lo que quería. Estaba tan cansado de la mundanidad de su vida. Julián se acercó a William y dijo, "Un trago suena maravilloso". Tomó el brandy que William sirvió y lo bebió a sorbos. El licor quemó su garganta. "Entonces, ¿en qué consiste exactamente esta celebración?"





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Dos personas extrañas entablan una amistad y se enamoran en medio del caos de la guerra. La Srta. Brianne Collins está acostumbrada a conseguir todo lo que quiere en la vida. Creció en una genuina plantación sureña, pero quiere más. Unirse a la sociedad neoyorquina parece ser su meta final, pero nada resulta como ella lo imaginó. Hasta que conoce a Lord Julian Kendall y entablan una extraña amistad. Julian Kendall es el segundo hijo del Duque de Weston. Para aliviar su aburrimiento comienza a trabajar como espía para la corona. En su primera misión es enviado a América para vigilar al movimiento sufragista. Su tarea le parece una tontería, pero cumple con su trabajo. Después de un tiempo la relación de Julian y Brianne toma un giro inesperado,con la guerra a punto de estallar puede que nunca tengan la oportunidad de descubrir lo que hay en sus corazones. La felicidad parece esquiva mientras la guerra se extiende por todo el mundo, pero ambos se aferran a la esperanza de tener una oportunidad de encontrarla.

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