Книга - No Hagas Soñar A Tu Maestro

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No Hagas Soñar A Tu Maestro
Stephen Goldin

Olaria Jordi

TEKTIME S.R.L.S. UNIPERSONALE


Wayne Corrigan y sus colegas de Sueños Dramáticos pueden emitir sueños directamente a tu mente mientras duermes. Pero cuando sucedió un fallo, Wayne tendrá que encontrar la manera de rescatar a decenas de miles de gente incluyendo a la mujer que ama con toda su alma arrebatando el control del Sueño de un genio loco.









No hagas soñar a tu maestro


por

Stephen Goldin



Publicado por Parsina Press (http://www.parsina.com/)

Editado por Tektime


No hagas soñar a tu maestro. Copyright 1981 por Stephen Goldin. Todos los derechos reservados.

Copyright portada © Yvonne Less | Dreamstime.com



Título original: And Not Make Dreams Your Master

Traductor: Jordi Olaria


este libro está dedicado explícitamente

(todos mis libros lo están, al menos implícitamente) a

ROBERT A. HEINLEIN

quien Soñó los Sueños por todos nosotros...

y a Virginia Heinlein

por ayudar a que se convirtiera en la persona que es




Índice


Capítulo 1 (#u581fabf5-39c3-59fb-a4f9-998c0f22fe58)

Capítulo 2 (#u088ddf53-4f14-54f2-85da-ef7c9600d30b)

Capítulo 3 (#ub3f45c71-fcb9-5b92-b954-08f45f047163)

Capítulo 4 (#u28be5e5c-c931-57fa-a114-f39791f75f19)

Capítulo 5 (#uee966fa7-c0c1-5cd6-a728-82cc7a2441ae)

Capítulo 6 (#litres_trial_promo)

Capítulo 7 (#litres_trial_promo)

Capítulo 8 (#litres_trial_promo)

Capítulo 9 (#litres_trial_promo)

Capítulo 10 (#litres_trial_promo)

Capítulo 11 (#litres_trial_promo)

Capítulo 12 (#litres_trial_promo)

Capítulo 13 (#litres_trial_promo)

Capítulo 14 (#litres_trial_promo)

Capítulo 15 (#litres_trial_promo)

Capítulo 16 (#litres_trial_promo)

Acerca de Stephen Goldin (#litres_trial_promo)

Conéctate con Stephen Goldin (#litres_trial_promo)




Capítulo 1


El pasillo parecía alargarse hasta el infinito. Fluorescentes iluminaban el suelo y las blancas y tenues paredes. Un hombre y una mujer corrían por aquel pasillo vacío. Sus zapatos deberían crear un ruido por aquel iluminado lugar, pero no había sonido alguno, solamente el viento al pasar junto a las paredes a toda velocidad. El tiempo estaba en su contra, era su enemigo. Si no llegaban pronto a su objetivo, los terroristas destruirían Los Ángeles con su bomba atómica que construyeron ellos mismos. Pero aquel pasillo parecía no terminarse nunca, y tanto el hombre como la mujer corrían y corrían sin detenerse para recuperar el aliento, ni mucho menos para descansar. Tardaron una eternidad corriendo a través de aquel lugar mientras el mundo permanecía en vilo. Nunca se miraron el uno al otro, y sus pies parecían acariciar suavemente el suelo. Corrían.

Llegó el final de la habitación. Cuando se dispusieron a colocarse junto a una de sus esquinas, apareció un hombre con un rifle. Vestía de negro, con la insignia de la cobra roja de los terroristas cosida sobre su hombro izquierdo. Levantó su rifle despacio, con intención de disparar a los que se le acercaban.

El hombre se apresuró a atacar aquella amenaza, y para ello tuvo que separarse de su compañera. Cuando lo hizo, el guardia... cambió. Su visión se nubló, y la imagen del guardia se dividió en dos, dos gemelos siameses sosteniendo rifles idénticos en una postura amenazadora. Él/ellos barrieron el camino, impidiendo que nadie accediera a él.

El hombre que corría se detuvo a pesar de la imposibilidad de poder luchar contra él, pero aquel guarda pareció ser algo a superar para ellos más que cualquier otra osa. Sus contornos se difuminaron todavía más, saltando sobre el suelo literalmente intentando juntarlos a los dos. Las luces se atenuaron sobre las paredes del corredor casi hasta desaparecer. La fragilidad de lo real estaba a punto de desaparecer.

De repente, todo volvió a estar como estaba antes. Las paredes volvieron a serlo, y las luces volvieron a iluminar. Tan sólo había un guardia con un rifle, con la intención de mantener alejados aquellos intrusos, y sin recordar la separación de su personalidad ocurrida momentos antes.

El hombre que corría golpeó con el puño al guardia, doblándose su brazo en forma de arco sobre el rostro del terrorista. El puñetazo lo alcanzó, y el impacto fue como golpear un cojín. El rostro del guardia explotó en una lluvia de sangre que terminó salpicando el suelo. Su cuerpo decapitado terminó reposando sobre el suelo, envuelto en una especie de gelatina de color rojo para terminar evaporándose.

Se escuchó un sonido tan leve, que solamente el hombre y la mujer pudieron escuchar. “Va” dijo el hombre a su compañera. “No queda mucho tiempo. La bomba explotará en cinco minutos.”

La mujer asintió levemente y se dirigió al pasillo de dónde el guardia había venido. Volvió a correr, y el hombre la siguió, como si el mundo se estuviera apagando a su alrededor....


Wayne Corrigan permanecía tumbado en la cama de su cubículo, descansando. Hubo un momento de desorientación como siempre cuando pasaba del Sueño a la realidad, aquel instante en el que no sabía lo que era verdad y lo que no; entonces el mundo se solidificó de nuevo, y ya estaba en “casa”.

Que divertido el considerar este lugar como mi hogar, pensó. Tan sólo estoy unas pocas horas cada tres días, pasando el rato. Había veces que todo le importaba, momento que para él era real, y era cuando estaba en ese pequeño espacio, con el mundo exterior resultándole insignificante.

Abrió los ojos despacio para adaptarse al blanco tenue del techo. Su rostro estaba marcada por una docena de heridas graves, provocándole una sensación al verlas de que todavía tenía trabajo por hacer. Solamente se trataba de una intermisión, la última de la noche. Luego volvería a estar atrapado en la realidad hasta la próxima.

Wayne no perdió tiempo en su rutina pos-transición. Flexionó sus dedos y pies, dejando que cierta sensación de realidad atrapada en ellos regresará a su lugar. Una vez hubo regresado a la vida, dejó que aquella sensación entrase por su cuerpo, y viajara hasta los músculos de sus piernas y brazos, calentando su torso, para alcanzar al final su cabeza y cuello. Luego, y durante un instante, la isometría le decía a su cuerpo que estaba de vuelta quitando todos los sentidos que le fueron robados durante su viaje a la Tierra de los sueños.

Nunca dejó de sorprenderle lo cansado que estaba su cuerpo mientras permanecía acostado y en paz sobre el sofá. Jamás miraba los informes técnicos. En los Sueños, el cerebro seguía enviado órdenes a los músculos, pero inhibía al cuerpo que las siguiera. Ya que tenía que proyectar más de sus Sueños que la gente normal, era normal que el cuerpo sufriera tanto.

Ernie White, el ingeniero al cargo aquella noche, entró a echar un vistazo en el cubículo.

“¿Ya está despierta la Bella Durmiente?” preguntó.

Wayne sonrió, haciendo un gran esfuerzo pues sus músculos faciales todavía estaban tiesos.

“Creo que necesitas la visita de alguien”.

“Si la necesito, me encargaré de hacértelo saber”. Aquel rostro blanco como el marfil desapareció detrás de aquel oscuro pasillo.

Gritando por el esfuerzo, poco a poco Wayne logró levantarse. Su cabeza casi rozó con el techo del cubículo, el cual no había sido construido para estar sentado o de pie. Se sacó el Casco del Sueño, su particular casco, de la cabeza y lo colocó sobre el sofá junto a él antes de dirigirse hacia la puerta.

Las luces de la habitación de afuera irritaron sus ojos tras estar en el cubículo. A Wayne se le cayeron las lágrimas al salir de su nido y mirar a su izquierda, donde White estaba ayudando a Janet Meyers a salir de su propia habitación. Janet también sentía molestias por la luz de la misma manera que Wayne, pero Wayne se recuperó más rápidamente. Aprovechó la ventaja de aquel momento de ceguera para observarla en detalle.

Desde un punto de vista puramente técnico, Janet Meyers no era una belleza. Era un poco demasiado alta y sus huesos un poco demasiado finos. Su cara era redonda, y tenía demasiadas pecas en sus mejillas. Su pelo marrón era seco y nunca en su lugar; y tenía algunas marcas en su frente. Estaba bien proporcionada; cualquier hombre con un razonable gusto destinaría cierto tiempo a contemplarla, aunque no se daría la vuelta ni un segundo si pasara por su lado.

No había nada de especial sobre ella que no pudiera encontrarse en otras mujeres. ¿Por qué actúo como un condenado adolescente virgen cuando estoy cerca de ella? Se preguntó Wayne enfadado.

Ella estaba acostumbrado a la luz y lo miró. Wayne rápidamente apartó la mirada hacia el reloj que había en la pared, enfadándose consigo mismo y sintiéndose culpable por haberla estado mirando. Jueguecitos de niñato, pensó. Debería haber crecido.

“¿Algún problema? Les preguntó White. “Pensaba que había visto saltar las agujas del reloj”.

Aquello hizo recordar a Wayne sobre lo ocurrido con el guardia en el pasillo.

“Tan sólo un pequeño problema coordinando la imagen” dijo. “Estamos posicionandolo de una manera diferente, por lo puede saltar un poco hasta que logremos controlarlo”.

“Fue por mi culpa” dijo Janet. “Era cosa tuya, tu debías encargarte de ello. Debería haberle dado más control desde que apareció. No había pensado en ello. Perdón”.

“No es tu culpa” insistió Wayne, sintiéndose su protector. “¿Cómo podían esperar cierta perfección cuando cambiaron el guión en el último momento? No tuvimos tiempo de echarle un vistazo, y mucho menos practicar con él“

“Tan sólo fue un pequeño fallo de salto, solamente un segundo o dos” añadió Janet. “Probablemente fue algo puntual, nadie en el público se dio cuenta. Si hubiera un público.”

“Veintidós mil, según el ordenador” dijo White.

Wayne frunció el cejo. Mort Schulberg no estará contento con una audiencia tan baja, aunque raramente lo está.

“Y Janet estuvo trabajando en ello hace dos días” continuó en su defensa. “No tenemos que darle las culpas. Es ese tipo de cosas que pueden ocurrir a cualquiera.

“Oye, no tienes que pedirme perdón” contestó el ingeniero. “Tan sólo estaba jugueteando con los diales, ¿recuerdas?”

“Teníamos diez minutos” interrumpió Janet, mirando al reloj. “Ese fallo ya es historia, pero si queremos evitar otros deberíamos coordinarnos mejor”.

Ella y Wayne entraron a la Habitación de Preparación, donde un esquema de su set fue dibujado rápidamente para que lo pudieran estudiar antes de empezar.

“El pasillo hace veinte metros” dijo casi mecánicamente. “Los hombres permanecieron aquí, aquí y aquí. La puerta metalizada, como las que usan las tiendas cuando cierran por la noche, justo aquí, accionada por aquel botón. Dos hombres saldrán por la puerta. ¿Crees que puedes desactivar la bomba por ti mismo?”

La pregunta hizo que Wayne se sintiera inseguro al instante. Aunque él fuera el Soñador recién llegado de todo el equipo, había tenido experiencia en otra parte. Intentó esconder sus sentimientos como el mejor.

“Tendré que hacerlo, ¿no? Ya es demasiado tarde para cambiar el guión. Además, estarás demasiado ocupado con todos esos guardias.”

“Eso seguro. Tendré que pedir a Bill cómo hace para que siempre le de tiempo. ¡Me terminará convirtiendo en un jodido Amazonas!”

“Quizás si le sonrieras, la próxima vez la cosa cambiaría”.

“¡Espero que no!” la vehemencia en su voz sorprendió a Wayne. “Si hay algo que yo no quiero es un montón de basura para amas de casa frustradas. Antes lucharía contra las hordas mongoles con una sola mano”.

Ella levantó la mirada y vio una extraña expresión en el rostro de Wayne.

“¿Qué pasa contigo?” preguntó.

Wayne apartó la mirada rápidamente.

“Nada” dijo. Su reacción dejó al descubierto lo que sentía en aquel momento.

“Deberíamos decidir que hacer con las partes de la escena para que no nos lleve más confusión. Odio arruinar el fin.”

Pasaron los siguientes minutos repasando la escena paso a paso, discutiendo cual de ellas sería la responsable de visualizar que partes y con que personajes. Ernie White al final entró en la discusión, ordenándoles que regresaran a su cubículo si querían empezar a tiempo. Cuando se subieron a sus habitaciones separadas, Janet le mostró a Wayne una sonrisa y el signo de la victoria. Ayudó a desprenderse de la depresión que tenía, tranquilizándole dentro del cubículo.

Sentándose en el sofá, se puso el Casco del Sueño y permaneció unos instantes sentado, para luego darse la vuelta. No había mucho que ver: dos arcos de plástico con un borde circular que formaba una especie de casquete con todo de cables saliendo de la parte de atrás hasta el suelo. Los cuadrantes del casco estaban llenos con cables prácticamente invisibles formando un conglomerado de cables que se unían en veinticuatro puntos correspondiendo con las áreas del cerebro. Aquel simple dispositivo había creado industrias completamente nuevas y una revolucionaria forma de entretenimiento personal.

Las primeras exploraciones reales en los adentros del cerebro empezaron décadas atrás.

Electroencefalogramas controlaban el curso de las ondas cerebrales para poder ser catalogadas e identificadas.

Los investigadores descubrieron qué diferentes áreas dentro del cerebro eran responsables de varias funciones del cuerpo. Se supo que porciones del cerebro podían ser estimuladas externamente para modificar el comportamiento. El mejor ejemplo fue el clásico experimento con ratas con electrodos implantados en los llamados centros de placer de sus cerebros. Aquellas ratas decidieron atravesar una zona con numerosos y fuertes shocks eléctricos con tan sólo pulsar una barra que estimulaba aquellos centros de placer. Las ratas hambrientas no decidían cruzar el lugar para obtener comida, y solamente las ratas sanas arriesgaron la vida tan solo por placer.

Los experimentos para mapear las áreas del cerebro fueron mejoradas con el tiempo, hasta el punto que psicólogos y neurólogos podían acceder con detalle el lugar donde las funciones más comunes del cerebro estaban almacenadas. En sí aquello era una enorme ventaja para la ciencia médica. Muchas enfermedades parecían ser causadas por disfunciones en el cerebro; en muchos casos, la microcirugía correccionaría o aliviaría esos dolores salvando a millones de personas.

Las áreas en las que los psicólogos estaban más interesados, en cambio, eran aquellas que controlaban las funciones del cerebro de alto nivel: el aprendizaje, la retención, la memoria, los procesos de pensamiento, la imaginación, etc... Muchos neurólogos ya habían sospechado que algunas formas de esquizofrenia estaban causadas, no por traumas emocionales de la niñez, si no por simples desfases químicos dentro del cerebro. Utilizando el conocimiento acumulado en el cuerpo por mecanismos del cerebro, probaron que esos desfases causaban literalmente a los pacientes una percepción diferente del mundo que el resto de gente, y ello les causaba diferentes comportamientos. Además, descubrieron como gente “normal” percibe el universo.

Para sorpresa de muchos, esto se convirtió en algo más que una simple lista de datos. A excepción de aquella gente con desórdenes psíquicos —ahora fácilmente identificables— todos obtuvieron las mismas clases de imágenes en los mismos lugares dentro de sus cerebros. Estimulando el mismo punto en dos personas diferentes, era posible introducir idénticas imágenes dentro de sus mentes. Al principio, aquellos experimentos solamente pudieron realizarse mediante métodos anticuados de cirugía implantando electrodos dentro del cerebro en si, pero al poco tiempo, se descubrió un método para estimular aquellas áreas usando ondas electromagnéticas en lugar de electrodos.

El método nuevo tenía, obviamente, ventajas: podía ser aplicado externamente, por lo que no era necesaria ninguna cirugía, y podía ser guiado por ordenador con un detalle exacto del lugar deseado dentro del cerebro, dejando todas las áreas a su alrededor sin afectar. Un casco —la parte frontal del Casco del Sueño— fue diseñado para sujetar todo el sistema. Estimulando los lugares correctos dentro del sujeto del individuo, era posible producir con precisión una serie de imágenes en su mente, controladas por externamente.

Al principio, el conocimiento de aquellas nuevas técnicas estaba limitada a especialistas neurológicos, y las aplicaciones fueron principalmente en el campo de la psicoterapia. Escaneando el cerebro, los analistas podían visualizar lo que sus pacientes veían. Para aquellos pacientes que sufrían de ilusiones y fallos en la percepción psíquica, el terapeuta podía sustituir imágenes correctas por otras falsas. Literalmente, era posible cambiar la manera que una persona pensaba alterando la manera en la que percibía la realidad.

Pero las implicaciones de ese descubrimiento eran demasiado importantes para limitarlas al laboratorio. En países totalitarios del mundo, el Casco del Sueño se convirtió rápidamente en el principal instrumento de lavabo de cerebro y control-mental. Si un disidente no quería colaborar con el gobierno, lo poderes al mando lo hacían prisionero en una institución mental —tal como hicieron en la vieja Unión Soviética y otras dictaduras durante muchos años— aplicándoles sus propios pensamientos en su mente. Si la mente del disidente aceptaba las nuevas percepciones como suyas, la persona se la consideraba como “curada” y devuelta a la sociedad. Si la mente del disidente de aceptaba las nuevas percepciones, sus torturadores se lo quedaban para bombardear su cerebro constantemente con nuevas imágenes hasta que su mente no pudiera determinar más lo que era una influencia externa de sus propios pensamientos. El prisionero entonces era certificado como loco, lo que justificaría su paso en prisión. De todas maneras, su habilidad por enfrentarse al poder del gobierno fue machacado con gran eficiencia.

Tales usos de la técnica estaba prohibida en todo el mundo libre, aunque había rumores persistentes que la CIA y otras organizaciones de inteligencia mantenían sus propias “clínicas” de lavabo de cerebro. Pero empresas libres no dejaban aquella herramienta de poder sin desarrollar —no cuando había miles de millones de dólares en juego.

Se suele afirmar que la persona media suele pasar un tercio de su vida durmiendo. A parte del hecho de que dormir permite al cuerpo deshacerse de la acumulación diaria de veneno, y que la mente normal tiene la necesidad de soñar. El sueño estaba considerado como una colosal forma de malgastar el tiempo. Las horas de sueño de la gente eran vastas, un recurso que esperaba ser desarrollado y explotado. El Casco del Sueño ofrecía una manera ideal para hacerlo.

Una de ellas era a través de la educación. Aunque nada podía suplantar la experiencia de aprendizaje profesor-estudiante en una escuela, los Casco del Sueño fueron bien recibidos en el campo de la educación para adultos. Gente que trabajaba duro todo el día podía tener tiempo, mientras dormía, para aprender un segundo idioma o conocer las últimas teorías de la jardinería orgánica. “Revistas nuevas” del sueño mantenían informados a los ciudadanos a través de artículos. El uso más popular, de lejos, fue en la industria del entretenimiento. Tras tratar con problemas mundanales durante el día, la mayoría de la gente se sentía feliz dejar de lado dichos problemas y dejarse perder por ese mundo de fantasía. La industria audiovisual del Sueño proporcionaba a estos últimos un entretenimiento.

En todo el entretenimiento previo, el medio estaba entre el narrador y la audiencia —la página impresa en caso de los libros, o la pantalla en las películas y TV. El público dependía de imágenes artificiales proporcionadas por el narrador y traducirlas a imágenes con símbolos personales dentro de la mente. En Sueños, todo cambió radicalmente. Las imágenes eran proporcionadas directamente en el cerebro del espectador, y este sentía tal como si las experimentara. Podía pasar la noche siendo un espía, o un detective, o el mayor guerrero de Francia en el siglo diecisiete, levantarse por la mañana recordando absolutamente todo lo sucedido. Podía salir y enfrentarse al nuevo día con la sensación se ser mejor de lo que era en realidad, o de haber vivido una aventura sin correr ningún riesgo.

Wayne Corrigan era una parte importante de la nueva industria del entretenimiento, uno de los pocos seleccionados con una imaginación lo suficientemente vívida para los Soñadores. Él y Janet

Meyers y otros Soñadores proyectaban las imágenes que los que dormían tenían en sus propios Cascos del Sueño. Él creaba un papel y lo emitía a través de su terminal. Sus imágenes eran amplificadas y transmitidas a través de los cables a los hogares por todo Los Ángeles, donde eran reproducidos por los Cascos del Sueño hacia la mente de su público, permitiéndoles vivir la aventura junto a él. A cambio, cada Casco del Sueño enviaba una señal de regreso al estudio cuando era encendida, permitiendo al estudio monitorizar con precisión los porcentajes y tratar a los clientes acorde.

Uno de los problemas que se descubrieron fue el de identificación con los roles de sexo. La mayoría de los hombres querían identificarse con roles masculinos en Sueños, y la mayoría de mujeres con femeninos. (Había una aberrante minoría que parecían preferir una “identificación transgénero”, pero la mayoría de las cadenas emisoras los ignoraban). En algunos casos, era posible para cierta aventura protagonizar el rol de una estrella sin género que aparentaba poseer ambos, pero aquellas historias eran muy pocas, y no tan populares como las demás.

Una solución al problema fue el “Maestro Soñador”. En él, el Soñador no creaba uno, si no un número diferente de roles para varios miembros del público con el que identificarse a su elección. El Maestro Soñador a continuación colocaba estos personajes en su mundo de Sueño adaptándose a la historia que se estaba contando. Ya que podía crear tanto roles masculinos como femeninos simultáneamente, cualquiera podía usar ese Sueño sin preocuparse.

Los Maestros Soñadores eran gente rara. Tenían que ser capaces de visualizar todo el mundo de un simple vistazo, y mantener los personajes moviéndose por él a la vez sin confusión.

El Maestro soñador llevaba toda la representación, y movía a la gente como marionetas. Aquel arte era difícil, y el equipo en Sueños Dramáticos tan sólo tenía un Maestro soñador —un genio llamado Vince Rondel.

La solución más común fue la de separar los Sueño de hombres y mujeres. Por norma geneal, tales Sueños eran separados por completo el uno de otro, aunque en caso de emergencia —tan frecuentes en una empresa pequeño como Sueños Dramáticos con un equipo pequeño de escritores y actores— los dos roles debían trabajar unidos en el mismo mundo de los Sueños. Eso es lo que ocurrió es misma noche: Wayne y Janet interpretaban un equipo de agentes gubernamentales trabajando juntos en el mismo caso. Los hombres en el público recibían las impresiones de Wayne, identificándose con él, considerando a Janet como tan sólo otro importante personaje; para las mujeres del público, era diferente.

Para la mayoría de los Soñadores, este tipo de Sueño era más fácil de mantener que el Sueño Maestro, porque había una relación directa uno a uno entre el Soñador y el televidente. El telespectador solamente veía lo que veía el Soñador, y el Soñador no tenía que preocuparse por mantener partes del mundo que no estuvieran en la escena en cuestión.

La desventaja aparecía cuando los dos Soñadores compartían el mismo Sueño, donde solían ocurrir accidentes —tales como aquel guardia en el corredor. Wayne y Janet lo visualizaron cada uno de una manera diferente, y como resultado la imagen se convirtió en algo borroso y los atacó cuando Janet intentó controlarlo. Ya que ambos Soñadores tenían la misma habilidad para alterar la acción dentro del Sueño, la coordinación entre ellos era esencial.

Wayne estaba muy agradecido porque los Soñadores no fueron a más. Investigaciones mostraron que los Soñadores eran los más efectivos cuando estaban en actos de cuarenta minutos, con descansos de otros cuarenta minutos entre ellos. Soñar era una experiencia tan intensa que el cuerpo necesitaba tiempo para relajarse entre una sesión y la otra. Los escritores de escenario había aprendido a tratar la longitud de las escenas adecuadamente, y los Soñadores consideraban al unísono aquellas paradas como una gran ayuda. Les daban tiempo a recuperarse de la escena anterior, relajar sus músculos haciéndoles recordar lo que estaban haciendo, discutir sobre problemas técnicos con los ingenieros y —en caso de dos o más Soñadores auxiliares trabajando en tándem— darles la oportunidad de que aprendiesen sobre sus errores y mejorar su coordinación.

Wayne tomó aire y empezó a colocarse despacio el Casco del Sueño en su cabeza. Veintidós mil personas habían sintonizada ese Sueño, según había dicho Ernie White. No eran muchos, no para una ciudad del tamaño de Los Ángeles. Y más sabiendo de su gran talento y lo que le había costado ganarse una considerable cantidad de seguidores. Pero Janet era mejor Soñadora que él, y él lo sabía. Era una de los artistas establecidos en Sueños Dramáticos. Su presencia en ella le debía arrastrar a gran cantidad de mujeres. En su lugar, parecía todo lo contrario.

Mierda, ¡Sé que soy bueno! Pensó con resentimiento. Debería ser otro Vince Rondel, pero sé que puedo ser mejor que eso. ¿Cómo demonios puedo superarlo?

Una luz azul impactó contra el techo. Wayne permanecía tumbado sobre su sofá, retorciéndose en una postura cómoda, y empezó su rutina de auto hipnosis como la que todos los Soñadores aprendieron para obtener una mejor proyección. Forzó su mente para extraer todos sus pensamientos externos. A pesar de todo, era un profesional. Tenía una historia que contar. No se llevaba sus propios problemas y prejuicios con él al Sueño, esa sería la razón sin duda de un posible despido. A medida que Soñaba, no le importaba en absoluto que hubiera una persona o un millón al otro lado. Las audiencias era tan sólo un problema en el mundo real, para un Soñador dedicado como él, los Sueños en si mismos eran todo lo que importaba.




Capítulo 2




El cubículo se desvaneció en su mente, para ser reemplazado poco a poco por el pasillo que había dejado al final del último acto. Janet estaba otra vez a su lado, y ambos corrían en una carrera desesperada contra el tiempo. Recordaban para ellos y para los telespectadores que él y Janet eran un equipo de agentes gubernamentales bien preparados en lo que se refería a terroristas urbanos. La filosofía de los terroristas era vaga a posta —Sueños Dramáticos no querían que les culpabilizaran de usan los Sueños como propaganda contra ningún tipo de creencia— pero por norma general estaban a favor de matar gente inocente y dejar claro para todo el mundo los valores establecidos.

Wayne y Janet habían aprendido, a través de un terrorista que habían capturado e interrogado, que la banda había construido una bomba atómica casera, y estaban preparados para hacerla detonar en Los Ángeles a menos que cumplieran sus demandas imposibles. No había tiempo de llamar a la policía o a los artificieros. Su trabajo debía de hacerse ahora, y Wayne y Janet eran los únicos capaces de salvar a millones de vidas.

Los terroristas, en cambio, no iban a retirarse sin luchar. Habían estacionado un comando suicida de su propia gente aquí en el corredor para vigilar aquella máquina de destrucción. Aquellos hombres sabían que morirían si explotara la bomba, y estaban preparados para sacrificar sus vidas por su causa. Eran demonios a la hora de proteger su bomba, no tenían nada por la que vivir, y nada les haría retroceder.

Cuando Wayne y Janet llegaron al corredor donde la bomba había sido colocada, rápidamente se hicieron una idea de la situación. Veinte metros de peligro los separaban de su objetivo. Tan pronto llegaron, tres guardias aparecieron al instante en el corredor. Sus armas estaban preparadas para tal contingencia, y en un movimiento reflejo las dispararon sin perder un instante sobre los agentes gubernamentales.

Wayne podía sentir el aire caliente a medida que el láser de las armas de los guardias casi rozaron por milímetros su mejilla convirtiendo la pares en un pequeño agujero de plástico. Aprovechando su gran velocidad a la hora de correr, llegó hacia la altura de su estómago. Llevada el arma en sus manos, apoyó sus brazos sobre el suelo y, apuntando con calma, disparó. El guardia que había disparado contra él soltó un grito de dolor cuando el disparo de la pistola de Wayne vaporizó su hombro derecho.

Detrás de Wayne, Janet también había entrado en acción. Permanecía unos pocos metros detrás de él cuando entraron al hall. Tras un disparo de aviso, ella se tiró a uno de los lados, terminando agachada sobre sus rodillas con su lado pegado a la pared. Su pistola la tenía en la mano y apuntando al enemigo.

Aprovechando la ventaja de cubrirla con el arma, Wayne se deslizó como una serpiente unos doce metros más allá del corredor hasta la base de la puerta metálica tras barrer todo el trayecto hasta el pasillo. Rayos láser impactaban a su alrededor, pero los ignoraba. Nada le hacía perder su concentración.

Para más inri, Wayne pareció notar como el tiempo se ralentizaba un poco. Como cualquier otra cosa en su Sueño, el flujo del tiempo estaba controlado por los Soñadores. A Wayne le podría tomar una eternidad hacer cualquier cosa, y parecerle como si ocurriera a cámara lenta, o hacer que cierto número de sucesos parecieran tan sólo un instante. Alargar el flujo del tiempo era un efecto artístico para crear suspense en el público incrementando el ratio en los láseres de los guardias. Cada hombre ahí afuera se identificaría con él en este Sueño. Él había, por supuesto, discutido la variación del flujo del tiempo con Janet, y también estaba ralentizando el sentido de su propio tiempo, de otra forma sus movimientos se difuminarían un poco para Wayne, y todo lo que los hombres vieran a través de sus ojos.

Al final, Wayne llegó hasta el botón. Lo pulsó y, obedeciéndolo, la puerta metálica se fue abriendo poco a poco hasta el techo. Cuando terminó, Wayne regresó el flujo del tiempo a la velocidad normal. Ahora todo parecía correcto para él a fin de hacerse con la bomba. Pero aquella alegría se desvaneció ante él, ya que fue alcanzado en la pantorrilla derecha por el láser de la pistola de uno de los guardias.

Aquel fue un gran truco, y Wayne estaba a punto de responder cuando el administrador de la estación lo avisó. En la industria había unas estrictas regulaciones acerca de provocar dolor durante los Sueños. Una sensación de dolor como aquella podía causar efectos traumáticos en alguien que permaneciera tranquilamente sobre la cama. Hubieron diversos juicios en contra de los Soñadores en los inicios de la industria, con los acusadores pidiendo dinero por los problemas mentales y psíquicos causado por tales traumas. El resultado fue que los Soñadores tuvieron que ir con pies de plomo, intentando no crear el menor estrés durante los Sueños.

Cuando Wayne entraba en un Sueño, nunca dejaba que terminase sin aliente. Cuando tenía que hacer algo duro, nunca lo hacía hasta cansarse, nunca dejaba que se lastimara un músculo, y ahora, cuando el guión le pedía que fuera herido, no sufriría daño real alguno. Sería despedido de inmediato si dejase que cosas como esas traspasasen el límite de los cables.

En su lugar, tenía que lidiar con todo el tema a nivel intelectual. En lugar de transmitir cierta agonía cuando el láser lo alcanzara, tenía que mostrar pensamientos calmados y racionales mostrando que su pierna había sido alcanzada por fuego enemigo y que estaba experimentando dolor. Su pie no podría sostener todo su peso y debería mostrar todos los efectos posteriores de la herida. El único ingrediente que faltaba era el dolor en si. Llevar todo el asunto con éxito era lo que diferenciaba a los expertos, y Wayne estaba contento de tener la experiencia de mostrar sus habilidades.

Gritó de “dolor” justo cuando el láser de Janet dio en uno de los guardas. Tan sólo quedaban unos pocos minutos para que la bomba explotara —y él, no Janet, era el experto en detonaciones. Con la puerta abierta, parecía no haber nada que lo detuviera hacia su objetivo. No podía mantenerse de pie con la pierna en el estado que estaba, pero con la fuerza de la desesperación, empezó a levantarse del suelo a fuerza de brazos hasta alcanzar el final del corredor.

Dos guardias más aparecieron de la nada desde el otro lado de la puerta. Habían permanecido escondidos hasta ahora, con la esperanza que sus compañeros podrían hacerse cargo de la situación sin tener que abandonar sus posiciones. Eran la última línea de defensa, y sin duda alguna, los mejores hombres que los terroristas tenían.

Wayne podía escuchar a Janet detrás suyo murmurando cosas cuando se le agotó el láser, pero decidió no abandonar. Con la certeza del mayor de los lanzadores de la liga profesional de béisbol, lanzó su arma hacia la mano de uno de los guardias. Ahora era su turno reducir el sentido del tiempo, el arma se movió a cámara lenta por el aire hacia su objetivo. ¿Tendría tiempo el guardia de disparar antes de que le diera? No —hasta el último momento Janet no aceleró el tiempo. Su pistola golpeó el guardia con la fuerza suficiente para noquearlo y dejarlo en medio de la habitación.

El otro guardia había sacado su arma, pero Wayne también. El movimiento de distracción de Janet le había dado tiempo suficiente para encargarse del segundo guarda. Disparó, pero en el mismo momento el guardia se desplazó siendo alcanzado por el disparo de Wayne tan sólo en la mano. Aunque el guardia todavía estaba de pie, el dolor era suficiente para que se le cayera su arma y para que sintiera una sensación punzante en él.

No había problema en que el guardia sintiera dolor en este Sueño, tan sólo era una figura creada por Wayne y Janet, y no habría telespectadores en sus casas identificándose con sus sentimientos.

Wayne preparó su pistola para otro disparo, pero descubrió, también, que se había quedado sin munición. Disgustado, se guardó el arma y retrocedió hacia el pasillo. Ocho metros y dos guardias suicidas es lo que le separaba de la bomba. Todo lo que podía hacer era esperar y tener la esperanza de que Janet pudiera encargarse de ellos.

El guardia cuya pistola fue arrancada de sus manos por la jugada de Janet buscó el arma para recuperarla, pero no pudo localizarla en un primer escaneado de la sala. Tras darse cuenta de que era más importante detener la misión de Wayne, los terroristas abandonaron su búsqueda y se dirigieron hacia el agente. En este punto, Janet acudió una vez más a su rescate. Su exquisito cuerpo, modificado en este Sueño para hacerla más sensual que en la realidad, le proporcionó unas piernas algo más poderosas de lo que podía esperarse como humana en la vida real, se elevó en el aire golpeando a los guardias haciéndoles caer al suelo. Tras golpearlos, acudió hacia el otro guardia, el cual ya se dirigía hacia Wayne.

Wayne no tuvo muchas posibilidades de ver venir la lucha. Estaba demasiado ocupado concentrándose en llegar a la bomba antes de que pudiera explotar. El haber leído el guión le hizo saber exactamente lo que estaba sucediendo: Janet estaba peleando con las manos, aunque el resto fue inesperado. Las mujeres identificadas con ella deberían estar pasando un momento excitante antes que ella finalmente terminara con sus dos oponentes. Mientras tanto, él tenía una bomba atómica que desarmar.

Mantuvo el sentido del tiempo adecuado y sencillo; no había razón alguna para darse prisa, y un poco de suspense no haría daño a nadie. Él siguió controlando el progreso de Janet con el rabillo del ojo; aquella era la escena más importante, y no tenía porque arruinarla llegando a donde estaba la bomba demasiado temprano, antes de que hubiera terminado con los terroristas.

Su tempo era perfecto; alcanzó su objetivo justo cuando el último de lo guardias cayó al suelo inconsciente. Janet no estaba ni cansada.

Contemplándolo, preguntó “¿Cuánto tiempo?”

Wayne miró al reloj que había a un lado. “Tres minutos” contestó él.

Con sumo cuidado él se acercó hacia la pared, sacó su caja de herramientas en miniatura de su bolsillo y empezó con su trabajo.

Calmadamente, rechazando todo intento de darse prisa, desatornilló los cuatro tornillos que sujetaban el reloj de su base. Entonces poco a poco, cada vez más, sacó el dispositivo contador fuera de la caja de la bomba y la colocó con sumo cuidado sobre el suelo junto a él. Se secó el sudor que se había acumulado en su frente unas pocas veces, y secó sus manos mojadas en sus pantalones. El reloj marcaba dos minutos.

Había varios cables multicolores conectando el temporizador con la bomba en si —tal cantidad de cables que confundiría a cualquier persona, pero Wayne ofrecía a los telespectadores una sensación de que sabía lo que estaba haciendo. “Tengo que desconectar estos en cierto orden” le digo a Janet— mientras informaba, a su vez, al público. “Si cometo un error, la bomba se activará inmediatamente”. Tomó cierto tiempo para estudiar el orden de los cables. “Esto no lleva a ninguna parte” digo al final.

Tras sacar el destornillador eléctrico de su pequeña maleta, se puso con una serie de cables sin conectar del cuerpo del temporizador. Cuando bajó la mirada a sus manos, vio como sus dedos se alargaban y se volvían cada vez más rápidos —otro efecto artístico, el hacer que tus manos parezcan más profesionales. Separó el último de los cables del temporizador un minuto antes de la explosión, aunque la bomba seguía armada. La contempló incrédulo durante un instante, y dijo “deben haber un dispositivo auxiliar en ella” El tiempo era oro. Hizo que la bomba parecía más ruidosa mientras buscada un segundo detonador. “Deben haberlo puesto en algún lugar fácil de llegar” comentó su compañero. “Querrán apagarlo por ellos mismos si lo desean. Es tan sólo una cuestión de... ah, aquí está. Encontró un pequeño nódulo en uno de los lados de la bomba. Cuarenta segundos. El temporizador estaba unido por un solo tornillo. Sacó su destornillador eléctrico una vez más con la mano, y lo destornilló rápidamente. Veinte segundos. Usó sus largos y estrechos dedos con cuidado para fisgonear el temporizador y poder examinarlo. Solamente quedaban un grupo de cables.

Diez segundos. No había tiempo para fallar. Wayne guardó su destornillador electrónico y saco su cortador de cables. Con un par de movimientos certeros, un par de cables fueron cortados. La pantalla del temporizador se detuvo cuando faltaban cinco segundos para la detonación.

Se dejó caer junto al muro, soltando un gran suspiro de descanso. Janet se sentó junto a él, cuyo rostro también mostraba tranquilidad. Los abrazó y besó en los labios con delicadeza; la mirada en sus ojos prometían mayor recompensa más tarde.

Entonces se levantó y lo ayudó a que se pusiera en pie. Él puso su brazo alrededor de los hombros de ella para que no tuviera que usar su pie “malherido”. Aquella posición forzó a su cuerpo a permanecer cerca del de ella, permitiendo a los telespectadores —y él mismo— disfrutar de aquella sensación.

“Veamos lo que el Jefe dice ahora sobre si somos capaces de llevar una situación con explosivos” sonrió Janet, refiriéndose al inicio del Sueño. Wayne sonrió junto a ella mientras recorrían juntos el pasillo.

Alrededor suyo, las paredes empezaron a oscurecerse. El Sueño había finalizado. Era hora de regresar a la vida real.




Capítulo 3




El Casco del Sueño parecía quemarse cuando aquel cubículo blanco se materializó de vuelta a la realidad. Wayne tenía que luchar contra el impulso de arrancárselo; en su lugar, se lo sacó con cuidado de su cabeza y lo colocó sobre el sofá junto a él. A veces me pregunto como puedo aguantarlo, pensó, sabiendo que a su vez no podría vivir sin ello. Como Soñador, era adicto al Casco del Sueño —emocional, no físicamente— tal como lo era un yonki a su heroína. Existía una sensación especial que conocían todos los Soñadores. Soñar era una parte de ellos, por eso se convirtieron en Soñadores.

Su estómago estaba avisándole como de hambriento se sentía. Podía comer antes de empezar su Sueño, pero no copiosamente, pues lo distraería de su representación si su estómago estuviera demasiado lleno. Y Soñar en si mismo le cansaba mucho, y aunque la estación amplificaba sus señales para que pudieran llegar a miles de telespectadores que lo habían sintonizada, todavía tenía que proyectar una gran parte de si mismo en su papel. Cualquier buen actor conoce la sensación de entregarse a si mismo por completo a su trabajo convirtiéndose tal experiencia como la de un duro día de trabajo manual. Wayne solía terminar hambriento cuando terminaba un Sueño, y nunca dejada de preguntarse como sería Vince Rondel haciendo tal esfuerzo.

Ernie White llamó a la puerta de su cubículo. “Ya está, Wayne”. El Sueño había terminado oficialmente, sin ningún tipo de problemas técnicos de los que preocuparse. Si hubiera alguno en la red, deberían empezar un Sueño nuevo tras los obligatorios catorce minutos de descanso, simplemente trayendo a un nuevo Soñador para empezar otra historia. Pero Sueños Dramáticos tan sólo era una cadena local de L.A. No tenían la infraestructura para estar toda la noche emitiendo. A veces tenían la suerte de poder apretar todos sus recursos para hacer algo toda la noche. Podían usar a Wayne y Janet primero uno y después otro en lugar de ambos en el mismo Sueño, pero eso supondría un decrecimiento de la audiencia por el factor de identificación de género. Bill DeLong, el coordinador del programa, jugó con las audiencias usando dos Soñadores juntos. Fue un juego que, aparentemente, podría haber perdido.

Los telespectadores en sus casas no tenían que levantarse y reajustar la configuración de sus Cascos del Sueño para poder cambiar las cadenas durante la noche. Cada cadena publicaba resúmenes y horarios de sus Sueños de la noche, tanto en formato diario en papel como en la Web; el telespectador podía planificar la selección sin tener que moverse. En ese momento, veintidós mil Cascos del Sueño en L.A estaban funcionando a la vez. Algunos de ellos se apagarían por completo, pero la mayoría cambiarían la emisión de una cadena a otra.

Cuando Wayne salió de su cubículo, se encontró de frente con un hombre calvo con bastantes marcas en su frente. “¿Ha ido todo bien?” preguntó Mort Schulberg, el mánager de la cadena. “Ernie dijo que hubo un pequeño fallo en el penúltimo acto”.

“Pequeño es la palabra” dijo Wayne algo irritado. Levantó la mirada para ver a White, pero el ingeniero hizo ver que no lo veía debido a lo ocupado que estaba en los controles. “No tienes que preocuparte por ello”.

“Por supuesto, pero no es tan fácil como dices”. Schulberg se puso a caminar dentro de la oficina como un muñeco articulado. “Para ti, tan sólo es un trabajo. No tienes a ningún superior controlándote en todo momento, sobretodo los del FCC. Forsch, su hombre, estará pasado mañana aquí para comprobar el trabajo de Spiegelman. ¿Cuándo empezarás a preocuparte? ¿Después de que le quiten la licencia?

“Solo fue un fallo tonto” repitió Wayne. Parece que, una vez más, se le esté comparando implícitamente con el perfecto Vince Rondel. Rondel era un Maestro de los sueños. Todo lo que Rondel hacía era perfecto. Rondel nunca cometía errores. Por supuesto —Rondel era bueno, y Wayne tan sólo un recién llegado a la cadena, pero eso no le daba derecho a criticar cada error que cometía.

“Sé que no soy Vince Rondel, pero hago un buen trabajo en los Sueños” añadió mientras su voz empezaba a apagarse. “Janet y yo vamos perdiendo coordinación —y lo haríamos mejor si tuviésemos nuestros guiones un día o dos antes”.

“Estamos trabajando bien juntos, Mort” dijo Janet mientras salía de su cubículo. Había estado escuchando la conversación, y sus palabras interrumpieron a Wayne. Se dio cuenta que ella estaba intentando calmar la situación, y le gustaba. “Este último acto funcionó como un reloj”.

Schulberg estaba preparado para contestar a Wayne con alguna de sus típicas respuestas, pero no fue así pues le giró la cara. Janet sabía como jugar con él y ser femenina al mismo tiempo, pudiendo anticiparse a los instintos de Schulberg. “¿Estás segura?”.

“Quizás querías que yo lo hubiera parado todo para preguntarle al público?” dijo Janet, imitando el acento de Schulberg.

Wayne no podía ver como Ernie White reía en su despacho de ingeniero, a pesar de encontrarse de espaldas sin poder escuchar la conversación. Con la cara roja, Schulberg dijo sin rencor “Por supuesto, seguid con ello, reíros de mi. Es lo que soy, tan sólo un tipo gracioso que paga vuestras nóminas. Me gustaría veros reír cuando el FCC cierre la cadena y a vosotros no os lleguen más nóminas. Entonces sabréis de que va el desempleo.

Abandonó la sala negando con la cabeza caminando desde la sala hasta la oficina murmurando algo tan bajo que no lo podían oír. “Si no estuviera al cargo de este lugar, otro gallo cantaría...”

Wayne le devolvió una sonrisa a Jane. “Gracias por ayudarme. Empezaba a ser insoportable”.

“Eso nos pasa a todos” contestó Janet. “En especial con los Sueños —estamos todos un poco sensibles. Pero no deberías dejar que Mort haga eso contigo. No se lo toma con algo personal, tan sólo es innato en él preocuparse por lo profesional.

“Lo sé. Pero me siento como el nuevo”.

“Mejor aléjate de Mort hasta que todo lo de FCC haya terminado. Realmente está pudiendo con él, y no me compadezco. Todos estaremos mejor cuando haya terminado”.

Wayne asintió. El llamado asunto Spiegelman, y la investigación por parte del FCC que lo siguió, continuó siendo el tema principal de conversación en la oficina, incluso un mes después de los hechos.

De un lado, Wayne tenía que estar agradecido; fue gracias a Spiegelman que fue contratado aquí. Pero quizás por eso, su comportamiento fue visto sospechosamente por cada uno de los que lo rodeaban.

Eliott Spiegelman había sido Soñador en el equipo; y además, era el yerno de Mort Schulberg. Un mes antes, Spiegelman había realizado un Sueño, una historia de detectives en los años 30 al estilo de Raymond Chandler. El guión era lo suficientemente bueno, y había sido aprobado tanto por Bill DeLong como por el departamento legal, pero cada Soñador sabía que no importaba lo bien que estuviera el guión, el Soñador en si mismo tenía carta libre para extrapolarlo.

Aparentemente, Spiegelman hizo exactamente eso. Al día siguiente, empezaron a llegar llamadas y cartas a la cadena acusando a Spiegelman de usar el Sueño para sus propios quehaceres económicos y políticos, algo evidentemente inapropiado. Spiegelman añadió leña al fuego afirmando a un periodista que los movimientos socialistas habían sido muy populares en los 30, y todo lo que estaba haciendo era explicar un periodo de la historia. Aquello trajo más cartas y más llamadas telefónicas.

No había manera objetiva de determinar lo que había sucedido, ya que era imposible grabar un Sueño para su consiguiente visionado. Cada Soñador actuaba en directo, y borrado de la memoria al terminar. En ese punto, la Comisión Federal de Comunicaciones, siempre sensible a temas de manipulación política por parte de los medios, entraron a escena.

Spiegelman fue suspendido de inmediato hasta la revisión de su caso. Durante un tiempo, parecían que también serían suspendidos Schulberg, Bill DeLong y el escritor del guión; algunos de los ciudadanos más enfadados pedían que fuera retirada la licencia a todo el estudio. El FCC decidió no ir tan lejos, pero pusieron a un hombre llamado Gerald Forsch, un viejo crítico de la industria del Sueño, a investigar el incidente.

El estudio estaba en su mejor momento cuando Wayne fue contratado por Eliott Spiegelman. La industria en general, y Sueños Dramáticos en particular, estaban preocupados de que aquel caso podría tener repercusiones serias. Para evitar los peores augurios, la investigación de Forsch fue llevada con deliberada lentitud. Por consejo de su abogado, Spiegelman no hacía declaraciones públicas. La opinión generalizada dentro de la industria de los Sueños era que Spiegelman sería sacrificado por la causa. Toda la culpa recaería sobre él; sería apartado para siempre de los Sueños, y Sueños Dramáticos no lo acusaría más allá de una simple reprimenda. Pero el pobre de Mort Schulberg no podía salir ganando; a pesar de que salvó su compañía, tuvo que aguantar ver a su familiar como caía en desgracia y era echado de su profesión para siempre. Sí, efectivamente, Schulberg le preocupó todo el asunto de Spiegelman.

Pero la persona por la que Wayne sentía realmente pena era Eliott Spiegelman. Los Soñadores lo eran por las visiones de las que tenían que vivir. En tiempos antiguos, hubieran sido sacerdotes, escritores, artistas, o actores —aquellos que veían cosas diferentes al resto y tenían que convencer a los otros de sus visiones. Soñar era una manera de cumplir esa comunicación a la perfección. Una vez habías probado dicha perfección, ¿cómo podía cualquier Soñador conformarse con menos? La vida de Spiegelman no había terminado del todo; había otras maneras con las que podía expresar sus sentimientos y emociones. Pero ninguna de ellas tenía el poder y la gloria que poseían los Sueños. Un Soñador que ya no era capaz de Soñar era menos que uno que si pudiera, y llevaría esa pena el resto de su vida.

Wayne suspiró, una acción involuntaria que llevó sus pensamientos hasta el presente. Janet había permanecido fuera de la habitación, posiblemente para buscarlo. “¡Ei!” gritó Wayne “No se tú, pero yo estoy hambriento. ¿Porqué no bajamos y vemos si queda algo para comer?

Janet se detuvo y lo miró. Le proporcionó una de sus miradas más extrañas, como si estuviera intentando leer un mensaje escondido en sus palabras. “Ah, gracias, Wayne” dijo finalmente “pero ahora no tengo mucha hambre. Quizás en otro momento.”

“Es lo que siempre dices”. Aquellas palabras salieron de él antes de que pudiera hacer nada para evitarlas.

Janet sonrió. “Lo sé. Lo siento. Te agradezco el ofrecimiento, de verdad, pero... pero...”

Se miró los pies, evitando mirarlo a los ojos. “No creo en realidad que la empresa sea un buen lugar para nadie. Tengo muchas cosas que arreglar por mi mismo, y no quiero que te afecten”.

Wayne permaneció de pie, sin saber como responder. No había nada que deseara más que decir algo. “Por favor, me gustaría llorar en tus hombros, desearía que me confiaras tus problemas” pero no supo muy bien como salvar esa brecha en su privacidad. Y si intentaba decir que sus problemas no le importaban, parecería que él no creyera que fueran lo suficientemente importantes para preocuparse por ellos.

Mientras permanecía inmóvil por su indecisión, Bill DeLong hizo acto de presencia en la habitación. El coordinador de programa era un hombre alto de unos cincuenta y pico años. Toda señal de edad en su pelo era contrarrestado por la juventud de sus ojos. La mayor parte del día vestía casual con un suéter y unos pantalones, pero su carácter amigable no hacía buenas migas con su afilada mente que dormía dentro de él.

“Coordinador de programa” era un buen título que atraía a una multitud de almas. DeLong era el escritor jefe, principal censor, quien administraba el programa, y el consultor para todo del estudio. Mientras Schulberg llevaba el tema financiero del negocio, DeLong era la cabeza pensante de lo creativo. DeLong no era un Soñador en si mismo, pero si era amigo de todos los Soñadores del equipo. También tenía las funciones, cuando era necesario, de confesor para cualquiera que necesitara un amigo. Si Schulberg era la cabeza de los Sueños Dramáticos, DeLong era su alma.

“Janet, estoy contento de haberte encontrado” dijo DeLong. Tenía un acento de Texas y Oklahoma. “Tengo listo para ti el siguiente guión” dijo dándole una montaña de hojas.

“No lo creo. ¿Un guión a tiempo por primera vez? Sé que no es mi regalo de cumpleaños, porque fue hace tres meses. ¿Me lo merezco?”

“Claro que sí. Helen lo terminó esta tarde y me dijo que al final encontró la inspiración para terminarlo tan rápido. Y eso es bueno. Siempre tendría que haber alguien que inspirara a esa mujer más a menudo. Es una buena escritora cuando se lo propone.”

“Bien. Le echaré un vistazo. Gracias.” Dijo Janet a DeLong con una sonrisa, para luego salir de la habitación rompiendo el ambiente enrarecido que había entre ella y Wayne.

“Jack me prometió que tendría el tuyo listo para mañana por la tarde” dijo DeLong a Wayne “Es un Western, según me comentó.”

“No, otro no” se quejó Wayne.

“Bueno, no podemos hacer Hamlet todo el rato. Al menos, los Westerns son rápidos y apolíticos.”

“Lo sé. Tan sólo es que noto como pierdo el tiempo. Me gustaría tener la oportunidad de mostrar mis cualidades, y no gastar toda mi energía en esos papeles.”

“Palabras de alguien que si sabe” dijo DeLong “En cualquier profesión creativa, los mejores son los que empiezan haciendo cosas sencillas y van a más. Shakespeare, Dumas, Dickens, Michelangelo y da Vinci lo hicieron. Necesitas una base sólida antes de poder construir cosas mayores sobre ella. He visto multitud de súper estrellas brillando de la nada y dejando alucinados a todo el mundo durante una temporada; normalmente terminan apagándose tan rápido como aparecieron. Este camino puede ser el más lento, pero también es el más seguro.”

“Pero mientras tanto, es jodidamente frustrante” dijo Wayne.

“Sí, lo sé. ¿No te he oído decir algo sobre comer cuando entré? No soy tan guapo como Janet, pero tengo tiempo si necesitas compañía.”

Wayne se lo pensó. “Por supuesto. ¿Por qué no? Vamos.”

Los dos hombres abandonaron el estudio y se dirigieron al hall. El edificio en el que Sueños Dramáticos estaba no era ni nuevo ni muy viejo. El paso del tiempo había ennegrecido el suelo marrón y el tejado blanco, pero todavía no necesitaban una reforma. Las blancas paredes estaban llenas de agujeros, pero era algo que cualquiera se acostumbraría rápidamente y ya no le importaba. Los paneles de luces sobre sus cabezas estaban llenos de grietas, y un tercio de los fluorescentes que estaban en el pasillo hacia el ascensor parpadeaban. Aquellos detalles ya no permanecían en la mente de Wayne tras un mes estando allí. Tan sólo era un lugar donde trabajar, mucho mejor que cualquier en el que tuvo que hacerlo.

Lo único que realmente le afectaba era el silencio. La mayoría de las compañías con oficinas en aquel edificio seguían un horario normal, y sus empleados ya se habían ido. Sueños Dramáticos, en el sexto piso, era una excepción. Ya que no había ninguna manera para grabar los Sueños para emitirlos posteriormente, tenían que hacerlo en directo. La gente que vivía de la industria de los Sueños, a excepción de los escritores, que podrían decidir cuantas horas trabajaban, se sentían vivir en una vida diferente. Cualquier Soñador podía adaptar su trabajo nocturno.

Wayne todavía odiaba aquel silencio. Había una gran cortina entre él mismo y el resto de la humanidad. Proporcionaba Sueños para pasar las horas de sueño a grandes multitudes en la ciudad, aunque con el paso del tiempo, cada vez tenía menos contacto con ella.

A medida que el sonido de las pisadas de los dos hombres resonaban por el corredor, DeLong dijo, “¿Quieres escuchar un pequeño consejo aunque no lo hayas pedido?”

“¿Eh? ¿Sobre qué?”

“Sobre Janet. Ahora está pasando un momento malo. No la presiones. Amos sois jóvenes, y tenéis mucho tiempo para hacer cosas”. Llegaron al ascensor y DeLong pulsó el botón.

Wayne se sonrojó. “No me había dado cuenta que era algo tan obvio.”

El ascensor llegó rápidamente, y ambos entraron dentro. “Quizás alguien tan ciego como yo lo hubiera visto” dijo DeLong “pero tengo que estar informado de todo lo que ocurre a mi alrededor. No puedo tener a unos de mis Soñadores —y uno de los más prometedores— estando en la luna por uno de los otros. Es malo para el alma, y te distrae del trabajo. Sin mencionar el hecho de que lo haces mal, la perderás, algo que no quiero. Ambos sois buenos.”

“No creo que se pueda decir 'estar en la luna'” replicó Wayne.

“Bueno, llámalo como quieras, el efecto es el mismo. Cuando mi hijo tenía quince años e intentaba tener su primera cita, mostró tener más don de gentes que tú. No eres ningún adolescente intentando dar la nota. ¿Qué sucede?”

Wayne se encogió de hombros. “No lo sé. Ella es mejor Soñador que yo. Quizás tengo miedo que ella piense que estoy por debajo de ella. O quizás ella se siente peor que yo por lo que hice antes de venir a aquí.”

DeLong resopló. “Janet es una profesional, amigo. Ella sabe lo que tienes que hacer para sobrevivir cuando estás empezando. En verdad no creo piense eso de ti.”

“Seguro que hay algo.”

“Sí” admitió DeLong, “pero no tiene nada que ver contigo.”

El ascensor los llevó hasta el primer piso, y atravesaron el oscuro hall hacia las máquinas de comida. La cafetería consistía principalmente en unas máquinas de comida en una gran habitación, con tan sólo unas pocas luces. Mesas de plástico estaban esparcidas por el suelo como si fueran setas, cuyas patas las sujetaban como si fueran anillos. Las pisadas de los dos se escucharon mucho más misteriosas a medida que caminaban hacía las máquinas.

“¿Cuál es el problema, entonces?” preguntó Wayne.

DeLong pretendió, por un momento, no haberlo escuchado, y miró los dispensadores gritando “¡Mierda! Los que llenan las máquinas algún día se darán cuenta que harán negocio si nos ofrecieran cosas decentes. Todo lo que nos dan es lo que los del turno de día no quieren comer, ¡y está todo rancio!”

El coordinador del programa al final escogió un patético sándwich de jamón y queso y una taza de café negro, pero Wayne estaba más hambriento que él, aunque la oferta no era muy apetitosa. Terminó escogiendo una lata caliente de sopa de tomate, una ensalada ya marchitada, una zarzaparrilla y un plato de un pudin esponjoso para acompañar aquel sándwich de jamón y queso. Intentando que no se le cayera la comida, se dirigió hacia la mesa donde DeLong ya se había sentado.

DeLong cogió su sándwich y lo estuvo contemplando durante un rato hasta que se atrevió a acercárselo a su boca. “¿Ya sabes” dijo de repente “que Janet tuvo un romance con Vince Rondel?”

Wayne dejó de tomar la sopa. “Bueno, escuché cierto rumor.”

DeLong agitó su cabeza. “No es un rumor. No solamente fue algo sabido en toda la cadena, si no que me lo dijo la misma Janet durante una cena. La relación se terminó hasta un año y medio, y fue antes de lo de Spiegelman. Quizás si no hubieras estado tan ocupado intentando rehacer las cosas con Janet, deberías haber prestado más atención con lo que Eliott estaba haciendo, aunque no creo que le podríamos haber parado los pies.”

“¿Porqué me estás contando esto?” preguntó Wayne “¿Estás intentando traicionar su confianza?”

“Probablemente” contestó DeLong de una manera despreocupada. “Pero creo que puedo confiar contigo para que no uses eso contra ella, y definitivamente creo que tenías que saberlo.”

“¿Por qué?”

“Por que te hará comprender lo sucedido cuando dos Soñadores de la misma cadena dejan que sus emociones los dominen. Janet era una chica confundida cuando llegó para trabajar aquí hace unos pocos años —¿Por qué nunca hay Soñadores sanos?— pero ella tenía mucho potencial. Vince trabajó con ella y su gran talento. Su gran personalidad la ayudaba, pero estoy seguro que hizo mucho por ella como persona.

“Terminó acudiendo a mi llorando hace un mes, y me dijo que no podía más y que tenía que alejarse de Vince. Tengo que admitir por mi propio ego, que ella es demasiado buen Soñador y que no quería perderla. Entonces ocurrió lo de Spiegelman, y no pudimos permitirnos perderla. Por lo que la coaccioné, halagué y persuadí para que permaneciera con nosotros, aunque eso significar que cada día tuviera que seguir viendo a Vince. No fue algo fácil para ella, creo que una gran parte en ella lo sigue queriendo.

“¿Cómo termino el romance?” preguntó Wayne.

DeLong al final mordió un trozo de su sándwich, y se acomodó en su asiento para masticarlo reflexivamente. “La madre de Vince” terminó diciendo. “La Sra. Rondel es la causa de muchas y grandes cosas malas, pero ninguna es Vince en si. Esta comida es realmente desagradable, ¿no? Me doy cuenta de ello cada vez que vengo aquí.”

Volvió a colocar el sándwich de vuelta al plato de papel y miró a Wayne a los ojos. “Pero ayudando a Janet tras una desafortunada relación, podrás ver la razón por la cual no quiero hacerlo de nuevo. Si algo va mal, uno de vosotros, o ambos, deberíais dejarlo —y tal como dije, vosotros dos sois demasiado buenos. No quiero perder a ninguno de vosotros. Deberías sentirte halagado.

“Así es, pero...”

“No soy uno de esos jefes que no quiere que sus empleados socialicen después del trabajo. No estoy diciendo que no puedas ver a Janet, o establecer una amistado con ella, o incluso casarte con ella y tener diecisiete hijos. Lo que dijo es que no la presiones. Deja que ocurra lo que tenga que ocurrir. Todavía hay heridas que no han cerrado.”

Da igual cómo de buen intencionado seas, si dejas que se caiga, nunca se recuperará. Ambos sois gente muy atractiva, y a la larga es posible que terminéis juntos.”

“Ya estás otra vez” dijo Wayne. “Primero me dices que sea paciente con mi carrera, y ahora tengo que serlo con Janet.”

“Parece un disco rallado, ¿no?” sonrió DeLong. “Pero es cierto. Hay gente que han escalado las montañas más altas del Himalaya, con gran riesgo y gasto, para consultar grandes maestros y recibir el mismo consejo que el que te he dado. Amigo, has recibido el saber de los Antiguos gratis. Muestra un poco de gratitud.”




Capítulo 4




Mientras Wayne decidía la manera en que respondería los comentarios medio en serio de DeLong, Vince Rondel entró en la habitación de la cafetería. Rondel era de estatura mediana pero robusto, como un antiguo jugador de rugby que no dio la talla para profesional. La mayoría de los Soñadores vestían casuales —Wayne con tejanos, una camiseta y deportivas— pero Rondel siempre iba en traje. Tenía un armario con solamente dos trajes, el cual Wayne vio. El tejido era barato, pero siempre estaban bien planchados. El corte de la chaqueta realzaba el cuerpo cuadrado de Rondel, y hacía que su cabeza parecía la mitad de su tamaño real. Su rostro estaba bien afeitado y su pelo rubio estaba bien peinado hacia delante sin rastro de calvicie. Siempre se hacía la manicura, y sus manos siempre estaban limpias.

Rondel espió lo que hacía DeLong y dijo, “Aquí estabas, Bill. Necesito un favor.”

Way vio los dedos de DeLong empujando el máquina de café Styrofoam, pero pronto cambió de conducta. “¿Qué ocurre, Vince?”

“Es mi madre. Ha llamado, debe ocurrir algo malo. Tengo que ir a verla.”

“Es la tercera vez en esta semana, Vince” dijo DeLong manteniendo la calma.

“Está vieja, y enferma. No puedo hacer nada. No deja que contrate a una enfermera, y no quiere ir a una residencia en la que puedan cuidarla. ¿Podrías llevarme a casa?”

“Sabes que vivo en otra zona. ¿Por qué no llamas a un taxi?”

Rondel ignoró la sugerencia y miró a Wayne. “Corrigan, tú tienes coche, ¿no? ¿Dónde vives?”

“Van Nuys” dijo Wayne de mal gana.

Rondel sonrió. “Muy bien. Voy a North Hollywood, justo a medio camino. ¿Podrías llevarme hasta allí?”

“Bueno...”

“Bien. Voy a por mis cosas y regreso”. Rondel salió rápidamente de la habitación, y regresó.

“Deberías aprender a decir no más rápido” le aconsejó DeLong.

Wayne lo miró sorprendido. “¿Quieres decir que no tiene coche? ¿Cómo llega hasta aquí?”

“En autobús, cuando no lo lleva alguien.”

“Pero si gana más que yo.”

“Casi el doble” dijo DeLong.

“¿Qué hace con todo el dinero?”

“Cuando no lo destina a la hipoteca, a facturas o comida, es para las facturas del médico de su madre. El resto, para la iglesia. Su madre le insiste que lo haga.”

Wayne no podía creérselo. Podría vivir cómodamente con el doble de su sueldo actual —y allí estaba Vince Rondel, la estrella de la cadena, pidiendo que lo lleven en coche porque él no puede. “¿Te importa si me voy ya?” preguntó “He estado toda la noche trabajando, y dijiste que mi guión no estará listo hasta mañana...”

“Sí, puedes irte” dijo DeLong suspirando. “Tenemos que mantener a nuestra estrella feliz.”

Rondel regresó a los dos minutos con su maletín, pero Wayne tardó más porque tuvo que ir hasta su pequeña oficina a por su chaqueta. Wayne se tomó su tiempo adrede, y se preguntó la razón. ¿Era porque Rondel había tenido un romance con la chica que Wayne deseaba? La idea parecía demasiado infantil para alguien como él, por lo que se vio en la obligación de acelerar el paso.

Al final pudieron salir. Wayne llevó a Rondel hasta el parking, para coger a su coche de cuatro años. “No es gran cosa,” dijo excusándose, “pero me lleva donde quiero ir.”

“Me parece bien,” dijo Rondel “Odio decir estas cosas, pero los autobuses no pasan muy a menudo a estar horas de la noche y los taxis son demasiado caros.”

“Tal como dijiste, es a medio camino de mi casa” dijo Wayne. Encendió el coche, y salieron a la noche.

Al principio condujo en silencio. Aunque Wayne había estado trabajando para Sueños Dramáticos durante un mes, él y Rondel a penas se conocían el uno al otro. Rondel hizo un intento de conversación sobre religión con él, pero Wayne se libró de ello. Todo lo que realmente sabía era lo que DeLong le había contado. Rondel era la estrella de la cadena. No solamente el Maestro de los sueños dentro del equipo, si no era alguien de gran talento, quien escribía sus propios guiones y los interpretaba. Wayne estudió parte del trabajo de Rondel antes de llegar a la cadena, y tenía que admitir que era impresionante.

“¿Te importa que te haga una pregunta personal?” se aventuró a decir tras un par de minutos.

“Depende de lo que se trate.”

“Bueno, tan sólo me preguntaba porque estás perdiendo tiempo en una cadena local tan pequeña. Podrías estar en una de las grandes redes de cadenas haciendo cosas realmente grandes.”

Rondel contempló la ventana. “Sí, tengo varias ofertas. Muy buenas ofertas. Pero tendría que irme al Este, y no puedo.”

“¿Por qué no?”

“Mi madre no le iría bien su clima. Tiene una salud delicada.”

“¿Y qué le ocurre?”

“De todo. Sufre artritis, uno de sus riñones no funciona bien, su corazón está enfermo, su sistema digestivo, sus pulmones, y así una larga lista de problemas.”

“Lo siento.”

Rondel mostró un gesto de desdén. “Es la voluntad de Dios, nada puede hacerse. Todo lo que puedo hacer es intentar que se sienta lo más confortable posible.”

El silencio lo volvió a llenar todo en aquel coche mientras circulaba por aquella autopista vacía. Wayne apartó la vista de la carretera varias veces para observar al hombre que tenía sentado a su lado. Intentó imaginar a Janet en los brazos de ese hombre, Janet besando sus labios, sus mejillas, su cuello, el cuerpo desnudo de Janet gimiendo con pasión debajo del de Rondel...

Las ruedas emitieron un ruido como de traqueteo a medida que el coche empezó a girar bruscamente hacia el otro carril. Wayne dio un golpe de volante hacia el lado contrario. No te despistes de la conducción, se dijo a si mismo como aviso.

Rondel, además de él, también reaccionó. “Oye, no te distraigas por mi. No le haré ningún bien a mi madre si muero en un accidente.”

“Lo siento” se disculpó Wayne. “Me he despistado un instante. Ya sabes como va eso.”

“Sí, es nuestro trabajo. ¿Cuál es tu siguiente proyecto?”

“Bill me dijo que un Western. Tendré el guión mañana.”

“Eh, los Westerns siempre son buenos. La confrontación clásica del bien contra el mal. Ya he perdido cuenta de cuantos Westerns hice cuando empezaba. Es un buen campo para afinar tus cualidades.”

¿Qué te hace pensar que necesito afinar mis cualidades? Pensó Wayne con rencor, pero en su lugar dijo en voz alta, “Sí, es lo que siempre dice Bill. Pero no es tan simple. Me gustaría un poco más de desafío.”

“Tan sólo es lo simple como hayas escogido que sea. ¿Tienes una copia del film de McLaglen Camino al Oeste?”

“No. ¿Qué es eso?”

“Es la mejor referencia que he podido encontrar. Costó ochenta dólares, pero vale la pena. Miles de ilustraciones y muchas más fotos antiguas de aquellos días. Es lo mejor que te puede ayudar para visualizar la ropa, los edificios y todo el ambiente del Viejo Oeste. Léelo solamente un par de veces y tu Western será tan real que tendrás a la gente despertando hablando de ello.” Dio una pausa durante un momento. “Tengo una copia en casa. Puedes venir conmigo y te la dejaré.”

“No quisiera molestar”

“No lo haces. Solamente será un segundo.”

Wayne no quería gustarle a aquel hombre. Rondel era una súper estrella, el estándar con el que Wayne se comparaba para terminar sintiéndose menos cosa. Rondel había echo el amor a la mujer que Wayne quería, y lo enloqueció tanto que Bill le advirtió sobre cualquier relación que Wayne pudiera desear con ella.

Rondel podría crear un Sueño maestro, algo que Wayne no. Rondel tenía todo lo que Wayne deseaba, y Wayne lo odiaba con todas sus fuerzas. El hombre había sido tan patéticamente amigable, que Wayne poca cosa podía hacer que aceptar la proposición. “Bueno, Vince. Gracias.”

Más silencio. Rondel se aclaró la garganta un par de veces antes de hablar, pero al final se lo repensó. Al final, logró reunir suficiente coraje para entrar en acción. “Ya que me hiciste una pregunta personal, ¿te importaría si te retorno el favor?”

“Creo que no.” Wayne intentaba reaccionar lo menos posible. Aquella proximidad forzada con Rondel lo estaba haciendo sentir cada vez más incómodo.

“Trabajastes... esto, según me han dicho— antes de venir a Sueños Dramáticos— en el porno. ¿Es verdad?”

Wayne apretó de manos. “Sí. ¿Qué sucede?” Lo último que necesitaba ahora mismo era una lección de moralidad, y Rondel era famoso por sus discurso religioso. “Lo hice porque tan sólo era un trabajo el cual lo consideré como principiante. Tal como has dicho, es una forma de afilar mis cualidades.”

“Ah, seguro que lo es. No te estoy criticando por ello. Todos hemos empezado donde hemos podido. Por lo menos, Dios logró que volvieras al camino correcto. Yo solamente... quería saber como fue todo aquello.”

“¿Eh?” Wayne lo miró con sorpresa y encontró a Rondel mirándolo fijamente, sacudiendo sus manos nerviosamente en sus pantalones. “¿Qué quieres decir?”

“Bueno, sobre el sexo. Tuvo que ser excitante.”

Lo fue, en su medida. Como aquel hombre que da gran parte de su salario a la iglesia, al fin y al cabo un hipócrita. Wayne casi se quedó ciego por el flash repentino del alma de Rondel, y saber que aquel era el punto débil de ese hombre hizo florecer su interior. Intentó no mostrar demasiado sentimiento en su respuesta. “No, de hecho era algo aburrido.”

Aquellas palabras tuvieron el efecto deseado. Rondel lo miró perplejo. “¿Aburrido? No lo creo.”

“Seguro, piénsalo un momento. Cuando tienes que hacerlo, el acto físico del sexo es tan sólo un acto repetitivo. Cuando lo estás haciendo, por supuesto, te sientes perdido en las sensaciones con tu propio cuerpo, pero recreando las vistas, sonidos y olores todo se vuelve muy artificial. La mayor parte de la mejor literatura erótica ha sido sobre los preliminares, siendo el sexo en sí solamente una pequeña parte. Además, todo lo que hacemos es una burla. No nos permiten jamás consumarlo.”

“¿Por qué no?”

“Por la misma razón por la que no se nos permite herir o matar a alguien, supongo. Incluso en sueños normales, nadie finaliza el acto. Puedes acercarte muchas veces, pero siempre ocurre algo que te impide llegar hasta el final.

Se quedó parado. “Quizás es la manera que tiene el cuerpo de aguantar la tensión, pero la FCC tiene unas normas muy estrictas para nosotros. Nada de consumación. Si intentamos hacer algo, irán a por nosotros, y casos ocurridos como los de Spiegelman terminan pareciendo una simple merienda.”

“¿Qué tipo de cosas haces, entonces?”

“Cosas rutinarias, la mayoría. Uno-a-uno, fantasías de harén, orgías. Me mantengo alejado de la gente realmente problemática, el S&M, castigos, escatología y cosas por el estilo. Probé una vez con un Sueño gay, pero fue terrible. No iba conmigo, y el jefe me pidió que me limitara a lo estándar. Hice alguna escena lesbiana durante una época, pero aquello era diferente. Las fantasías lésbicas casi son exclusivas a los hombres, y por lo que me han contado, la mayoría de las mujeres gay no están interesadas en ello. Qué divertido”

Rondel lo interrumpió. Salimos por aquí, en el Canyon Laurel.”

Durante los siguientes minutos Rondel estuvo ocupado dándole las direcciones a Wayne por las calles hacia su casa, y aquella conversación se terminó. Cuando el coche de Wayne hubo aparcado frente a su destino, era demasiado tarde para reemprender la charla sobre el antiguo trabajo de Wayne, cosa que a él le parecía bien.

“Entra y te daré el libro” dijo Rondel invitándole.

“Puedes dármelo mañana en la reunión de equipo.”

“Solamente será un minuto. Ven.”

Sin saber porqué, Wayne salió del coche y siguió a Rondel hasta la casa.

La casa no era nada del otro mundo, un edificio modesto de una planta construido algo alejado de la calle. La parte delantera estaba cercada por una valla que parecía echa de cadenas, atada como para evitar que los niños jugarán por ahí. La hierba estaba bastante alta en algunas partes, y llena de agujeros en tras. Definitivamente Rondel no poseía el mismo nivel de jardinería que otros.

Una simple bombilla colgaba de la puerta delantera. Aunque daba escasa luz, Wayne se dio cuenta tras subir las escaleras hacia el porche que la pintura se estaba cayendo de las paredes de madera y la tapa de la ventana estaba agujereada por varios lugares. Qué viejo, pensó de una manera repugnante. Este hombre es una de las estrellas de nuestra profesión, y vive de esta manera. ¿Porqué?

Si se sintió consternado por la apariencia exterior de la casa, la interior literalmente lo horrorizó.

Cuando Rondel abrió la puerta, la nariz de Wayne fue asaltada por un hedor agrio parecido a un lavabo para gatos el cual no ha sido cambiado durante semanas. El suelo estaba lleno de viejos periódicos y revistas. Las estanterías alineadas con las paredes estaban apiñadas no solamente con libros, si no con platos sucios, vasos y una serie de otros objetos que parecían haber sido colocados a toda prisa y no tocados más. Los muebles eran viejos, y sus acabados estaban desgastados y rotos en numerosas partes.

“Perdona por el desorden” dijo Rondel cohibido mientras andaba con cuidado entre tanta porquería por el suelo. “No tengo mucho tiempo para limpiar, y mi madre no puede hacerlo, por lo que se va amontonando todo...”

Wayne no hizo comentario alguno mientras seguía a Rondel. A cada segundo, su descontento iba creciendo , y lo único que deseaba es no haber aceptado nunca aquella invitación. Tal como le había dicho DeLong, tenía que aprender a decir “no” un poco más rápido.

“Vince, ¿eres tú?” dijo una voz chillona desde la parte trasera. “Gracias a Dios que has vuelto. Pensaba que no vendrías más.”

“Sí, mama. Ahora vengo.”

“¿Hay alguien contigo? He escuchado como hablabas con alguien.”

“Sí, mama. Es Wayne Corrigan, compañero de trabajo. Te hablé de él. Me ha llevado hasta casa” dijo dirigiéndose a Wayne. “Perdona un segundo, tengo que ver como está. Regresaré en un instante.”

Cruzó la mitad del pasillo y desapreció, dejando Wayne solo.

Algo rozó con su pierna, y casi le arrancó la piel. En una casa como aquella, ¿quién sabe las criaturas que andarían sueltas por ahí? Pero tan solo era un gato, uno de pelo corto gris y blanco, con aspecto delgado y desaliñado. Llevaba algo en la boca, lánzandolo antes de que Wayne pudiera ver de que se trataba. Tras echar un vistazo a su alrededor, Wayne se vio en medio de varios pares de ojos felinos escondidos en las oscuras esquinas de aquella habitación abarrotada de cosas.

Rondel y su madre estaban hablando en la otra habitación. Discutir sería la palabra. Wayne hizo ver que no escuchaba —la Sra. Rondel decía algo así como “extranjeros en la casa”— y cosas de estilo que resultaron muy evidentes. A Wayne siempre le provocaba no sentirse a gusto siendo un intruso en una disputa familiar, y se vio tentado a dar media vuelta e irse, pero no había forma alguna educada para hacerlo tras aceptar la invitación de Rondel de venir. Tenía que esperar hasta que Rondel regresara y así poder dar una excusa formal.

La suciedad de la habitación empezaba a sentirse peor cuanto más tiempo permanecía allí dentro. Wayne pudo ver un puñado de pelotas restos de pañuelos entre los papeles del suelo, y creyó ver una enorme cucaracha en una de las esquinas antes de desaparecer por debajo del zócalo. Los platos, que le recordaban a los de Limoges china que tenía su madre, habían sido apilados al azar en las estanterías con todavía restos de comida en ellos, algunos de los cuales ya les salía moho. Junto a uno de los platos había una pequeña pieza de Steuben, una ballena de cristal con su cola levantada en el aire, pero esta estaba rota, y también una de sus aletas. Habían cortinas de encaje en las ventanas, pero mostraban la presencia durante años de gatos. Había una hilera de plantas muertas y marchitadas a lo largo de la repisa de la ventana, y por el estado en el que se encontraban, era imposible saber que tipo de plantas habían sido.

Junto a la puerta que debía llevar a la cocina, había una bolsa marrón de la compra llena de basura, entre la cual Wayne pudo ver los restos usados de cenas congeladas. De la cocina llegaba un leve olorcillo a agrio a medio camino entre el olor a cloaca y una tumba abierta.

Si me quedo mucho más tiempo, pensó Wayne, me pondré malo. ¿Cómo puede alguien vivir de esta manera?

Rondel sacó la cabeza. “Corrigan, ¿tienes un minuto? Me gustaría que conocieras a mi madre.”

“Bueno, de echo debería irme.”

“Solamente será un minuto, ya he encontrado ese libro que te dije. Ven.”

Tras preguntarse porque permitió terminar atrapado en todo aquello, Wayne se hizo camino entre toda aquella porquería, intentando no pisar el gato o cualquier cosa desagradable que viviera en el suelo de aquella habitación. El salón estaba libre de papeles, proporcionando a Wayne la visión de unos cigarrillos que habían terminado en el suelo quemando la madera. Las colillas habían sido retiradas hasta una de las esquinas, donde formaron una especie de pirámide.

Una de las puertas que daban al pasillo estaba entreabierta. La habitación era muy simple. Simples suelos de madera, una cama doble forjada en hierro cuidadosamente acabada, un cartel religioso en la pared que decía “El Señor es mi pastor”. La habitación era una isla de limpieza en el montón de estiércol que era aquella casa. Wayne se preguntó si era la habitación de Rondel, ya que era un hombre muy limpio en lo personal. Pero la habitación estaba vacía, por lo que Wayne siguió andando.

Pudo saber cual era la habitación de la madre antes de entrar en él. El hedor no dejaba apenas dudas. El aire estaba tan cargado con el olor a perfume barato Devon que anulaba el del humo de los cigarros y la orina. Cualquier de los olores serían insoportables, pero la combinación de todo aquello creaba un efecto desagradable. Wayne tuvo que detenerse antes de entrar y hacer un esfuerzo para no vomitar la cena que tomó en la cadena. No quería vomitar allí, delante de Rondel, incluso sabiendo que quizás no notaría el olor.

El dormitorio de la Sra. Rondel no defraudó. La cómoda de nogal rematado con mármol estaba manchado de marcas de café y de restos de cigarrillos, y los lados mostraban profundos arañazos de gatos. Un biombo de Coromandel estaba en una de las esquinas, una vez tuvo que ser muy valioso, pero la mayor parte de su relieve había desaparecido hace mucho tiempo. Ropa, ninguna muy limpia, estaba tirada por el suelo y en sillas. En las paredes habían fotos de mujeres atractivas —pero ninguna se le parecía a la Sra. Rondel.

En el centro de la habitación, junto a la pared que quedaba más lejos, estaba la cama de la Sra. Rondel. Era de tamaño grande, con esquinas de madera que sustentaban lo que quedaba de un viejo baldaquín. Harapos de encaje colgaban como si se tratasen de recuerdos de tiempos gloriosos que no regresaran más. La colcha brocada oriental también recordaba tiempos mejores. Ahora estaba desteñida, rasgada y cubierta de gran cantidad de manchas. Alrededor de la cama, montones de colillas parecían estar ignoradas.

La Sra. Rondel estaba sentada, apoyada por una montaña de cojines. Era una mujer grande con una cara redonda con unos ojos oscuros y voraces. Su piel estaba moteada con muchas manchas, y su pelo blanco estaba lleno de rulos, y su rostro estaba cubierto de una espesa capa de maquillaje, como si fuera un payaso. Había una lóbrega mancha gris sobre su garganta, que Wayne pensó tratarse de otro de sus gatos, y que terminó siendo un collar sucio de marabú, un ornamento que alguna vez debió ser de algún color, pero ahora no se atrevía a saber de cuál se trataba.

“Esta es mi madre” dijo Rondel de una manera decepcionante.

La Sra. Rondel hizo un ruido asqueroso con su garganta y tiró algo de flema sobre un pañuelo de papel, el cual lanzó contra una de las esquinas. Miró a Wayne con una mirada analítica y dijo, “Corrigan, ¿no? ¿Eres irlandés?”

“Soy americano. Desde hace cuatro generaciones.”

“¿Católico?”

“No mucho”. Wayne estaba sin duda bajo un interrogatorio de segundo grado.

La Sra. Rondel miró a su hijo. “¿Ya has mostrado al chico el camino hacia Nuestro Señor?”

Rondel estaba claramente avergonzado. “Mama, casi no lo conozco.”

“Eso no importa. Todos los hombres son hermanos para Dios.” Volvió a dirigirse a Wayne. “¿Quieres ser salvado?”

Mirándola, Wayne sintió no estar muy seguro de ello. “No es algo por el que esté muy preocupado. Y francamente, Sra. Rondel, no creo que sea de su incumbencia.”

La mujer mostró cierta indignación y volvió a dirigirse a su hijo. “Vaya amigos que tienes en el trabajo. ¿Esta es la alma que me contaste ser el encargado de los Sueños?”

“¡Mama!”

“¡Dios Bendito!”. Los ojos de la Sra. Rondel parecían emitir fuego cuando miraba a Wayne. “Esclavo o Satanás, tentando a hombres hacia el camino de la justicia con tu inmundicia y tu lujuria. Pero llegará el Día del Juicio Final, y será un día de castigo divino. Las entrañas de la tierra se abrirán y se tragarán los pecadores como tú. ¿Cómo disfrutarás de tu lujuria, cuando estés regodeando en el fuego y asfixiándote por el olor de azufre? Cuidado con el veredicto de Nuestro Señor, cuidado con el castigo para los pecadores. Jesús olvida, pero tienes que acudir a Él y confesar tus pecador. Debes suplicarle de rodillas”

“Mama” suplicó Rondel “él es nuestro invitado.”

La Sra. Rondel no le hizo caso. “Reza por tu alma, o prepárate para arder hasta la eternidad.”

Wayne permaneció de pie sin decir nada ante tanta hostilidad desenfrenada, sin saber como reaccionar. Estaba en conmoción, avergonzado y asustado, todo a la vez. Mientras aquella anciana seguía despotricando, Rondel tomó a Wayne por el brazo y lo llevó hasta el salón. Apenas la Sra. Rondel se dio cuenta que se habían ido. Estaba encendida de rabia, y la mera ausencia de un objetivo no la haría detenerse.

“Lo siento mucho, de verdad” dijo Rondel “a veces ocurren estas cosas con ella. Su cabeza ya no es lo que era.”

Wayne tomó aire un par de veces para recuperarse. “Pensé que habías dicho que vine a tu casa porque le ocurría algo malo.”

Rondel se encogió de hombre. “Falsa alarma, supongo. A veces sucede. A su edad, y en su estado, no quiero cometer errores. Mira, ¿puedo ofrecerte una taza de café?”

Tan sólo el recuerdo del olor de su cocina le hizo casi perder el conocimiento, y el estómago de Wayne hizo un rápido giro de ciento ochenta grados. “Eh, no, gracias. Realmente tengo que regresar a casa.”

“Deja al menos que busque el libro para ti.”

“¡No!” dijo, algo a desgana, forzando que las siguientes palabras las dijera más calmadamente. “No hay ningún problema, de verdad. Puedes traerlo a la reunión de equipo. Estaré allí.”

“Solamente me llevará un par de minutos”

“Lo siento, yo... tengo que irme.” Sin más dilación, Wayne tomó el camino de vuelta desde aquella habitación hasta la puerta principal. Bajo las escaleras del porche aliviado por alejarse de la case de Rondel.

Entró a su coche, pero antes se apoyó en él durante unos minutos, aguantando la respiración para tomar con fuerza un poco de aire frío de aquella noche. Le tomó unos instantes hacer que su mano dejara de temblar y poder coger las llaves de su bolsillo. Aunque salió rápidamente, pudo seguir escuchando la voz estridente de la Sra. Rondel hablando largo y tendido con su sermón en aquella extraña noche.




Capítulo 5


Wayne nunca había considerado a su apartamento como un lugar al que nadie podía interesarle, pero apareció en la páginas de la House Beautiful tras la visita a la casa de Rondel. El apartamento de Wayne tenía un dormitorio amueblado decorado al estilo California, por lo que aquella recomendación resultó algo bueno. Las paredes estaban limpias y blancas, y los muebles eran baratos por útiles. Lo que más le sorprendió fue cuando entró, encendió la luz y todo estaba limpio y libre de malos olores. Wayne no limpiaba a consciencia, había polvo en las estanterías, pero al menos todo estaba en su lugar y nadie la daba grima.

A veces necesitas tener una experiencia mala para apreciar lo que tienes, pensó Wayne mientras miraba a su alrededor.

Sin embargo, el nivel de esterilidad de su apartamento le molestaba. En tanto que era crítico, debería haber ampliado su nivel de crítica hasta su propio estilo de vida. A parte del televisor y un par de cuadros que colgaban de aquellas brillantes paredes, había pocas cosas que pudieran calmarlo. Hizo un inventario, y terminó por deprimirse más. En la cocina tenía sus platos y utensilios, un horno tostador y un ordenador en la mesa. En el dormitorio estaba su Casco del Sueño y un armario lleno de ropa. Todas sus cosas y su librería siempre en aumento de libros de referencia —muchos de los cuales los guardaba en el estudio— eran las únicas cosas que no venían con el apartamento amueblado.

Cuando se puso a pensar en ello, se dio cuenta que la mayoría de los Soñadores que conocía no eran gente materialista. Lo mejor que podía decir de ellos era que sufrían la realidad. Sus vidas reales residían en los Sueños. El mundo tan sólo era una dirección donde satisfacían sus necesidades corporales. Todo lo que les importaba vivía dentro de sus cabezas, y se proyectaba desde sus Cascos del Sueño hacia la gente.

Wayne se preguntó si aquella era la manera por la cual Rondel lograba sobrevivir con su madre en aquella casa, aceptando que se trataba de algo temporal, y ser sufrido con dignidad y en silencio hasta que pudiera huir hacia sus Sueños.

Después de todo, ¿eran los Soñadores peor que cualquier otra persona? Los otros, miembros de una masa social sin rostro servidos como público por las noche, no tenían ni la imaginación para crear sus propios Sueños. Vivían sus vidas en trabajos que en el fondo odiaban, y su única válvula de escape era sintonizar con aquellos Sueños creados por otros. Los Soñadores al menos tenían la independencia de poder existir sintiéndose liberados de las cadenas en aquel mundanal mundo.

Era una racionalización familiar. Había escuchado aquellos mismos argumentos elitistas, o variaciones de ellos, cada vez que los Soñadores se juntaban para hablar de sus vidas. ¿Aquello era la realidad, o era nada más que palabras dichas por cada uno para tapar sus propias inseguridades? Parecía algo valiente en fiestas de los salones en los estudios de los Sueños, pero Wayne se preguntaba si aquellos mismos Soñadores habían tenido nunca unos momentos de soledad nocturna.

Todo era diferente cuando estaba Marsha. La vida tenía un propósito, o al menos parecía tenerlo. Si Wayne tenía algunas dudas sobre la validez de su vida y trabajo, era más fácil enterrarlas bajo la superficie de una relación emocional. Estar saliendo con Marsha lo habría blindado de las verdades duras sobre él mismo.

Pero para Marsha todo era diferente. No había nada en todo el mundo más arraigado a la realidad que Marsha Framingham. Su atracción inicial parecía haber aprobado su dispar ser, pero el año viviendo juntos mostró que una pareja como aquella necesitaba algún punto en común para permitir que la relación creciera. Marsha tenía poco conocimiento, o simpatía, hacía las necesidades artísticas de él, y sus horas laborales como Soñador le fue quitando tiempo en común.

Seis meses atrás, en un intento desesperado para mantener la relación, Wayne cometió un acto imperdonable. Le pidió a Marsha que se casara con él.

Ella se lo quedó mirando durante un rato antes de contestarle. “No” dijo ella “en nuestra situación, no funcionaría nunca, y nunca aceptarás ningún cambio.”

“Probemos.”

“Deberías dejar los Sueños.”

Se separaron una semana después. Fue algo amigable, al igual que muchas otras cosas más. Quedaron en ser amigos, pero con tan poco en común, sus caminos raramente se cruzaban. Lo último que supo Wayne de Marsha es que estaba saliendo con un corredor de bolsa y que nunca llegó a ser feliz.

Wayne se preguntó si aquello era una de las cosas que hizo encapricharse tan fuerte con Janet Meyers. Físicamente, ella y Marsha se parecían bastante. Ninguna de ellas eran espectacularmente bellas, pero cada una emitía una sensación de paz e inteligencia, algo que admiraba en toda mujer. La diferencia entre ellas es que Janet, a diferencia de Marsha, era una Soñadora en si misma. Reconocía las necesidades, el estado anímico, las dudas porque eran los espejos de sus propios sentimientos. Ella y Wayne podrían compartir el mundo único de los Sueños y sus problemas peculiares. Ambos podrían ayudarse cuando tuvieran problemas. Juntos, harían un equipo que podría terminar con cualquier tormenta de emociones. Tan sólo si pudiera hacer que viera...

El apartamento se volvió frío y solitario. El mundo a su alrededor todavía seguía allí, pero se sentía apartado, aislado del flujo de la humanidad. La mayor parte de la gente decente estaría durmiendo a aquella hora, muchos con sus Cascos del Sueño puestos viviendo las fantasías peptonizadas por otro. Wayne se sintió abrumado por la urgencia de sumergirse y nadar como el resto, y de perderse a si mismo en la identidad de la masa y rendir sus problemas hasta mañana.

Sin pensarlo, se acercó a la televisión y la sintonizó por el canal de noticias. Líneas escritas llenaron la pantalla, y durante unos minutos sus ojos las escanearon absorbiendo toda la información. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, decidió conectarse a un Sueño para el resto de la noche. Si Soñar era su problema, podría hacer algo para solucionarlo.

Leyó con atención toda la oferta de las mayores cadenas. Había un par que parecían interesantes, de Soñadores a los que respetaba, pero ya habían empezado. Iniciar un sueño a medias era lo peor, en cierta manera, que llegar a mitad de una película. Hacía que el telespectador se sintiera terriblemente desorientado e inseguro de si mismo. Wayne definitivamente no tenía ninguna necesidad de todo eso aquella noche.

Siguió buscando entre la lista hasta llegar a las cadenas más pequeñas y especializadas. Había un par de estudios en los L.A que ofrecían experiencias religiosas, y se publicitaban a si mismas de una manera tan explícita que uno no se sorprendería si los de FCC estuvieran detrás de tal propaganda. Tras la arenga de fanatismo de la Sra. Rondel, lo último que Wayne necesitaba era otra dosis de religión.

Entonces llegó a las cadenas porno. A medida que bajaba la lista, Wayne se dio cuenta que era lo que estaba buscando. Los sentimientos por el amor frustrado por Janet, el de soledad, el de vacío, aquellas sensaciones estaban construidas tras traspasar el punto de aguante. Tenía que aliviarse de alguna manera. A pesar de conocer de sobra sobre la industria del porno en los Sueños, y que todo no era más que una enorme burla, necesitaba la forma de aliviar toda la tensión en su cuerpo.

Echó un vistazo rápido a la lista. Había escenas eróticas para cualquier gusto, heterosexual, gay o fetichista. Wayne había sido considerado siempre alguien “anticuado” en la cadena por su fracaso para realizar fantasías fetichistas. Era capaz de hacer un buen trabajo en algo típico erótico, pero dejaba lo demás a los otros. Tan sólo era su manera de mostrar sus gustos, aunque en más de una ocasión tuvo que pedir perdón.

Aquella fue una de las razones de su descontento, y de su aceptación a la oferta de Sueños Dramáticos, aunque eso le supuso un ligero descenso en su sueldo. Al menos no se sentiría avergonzado nunca más por lo que hacía, y siempre quedaría la oportunidad para cambiar a mejores cosas.

Había una gran oferta de B&D en las redes aquella noche. “La Señora Esclava”, “La Dama de Cuero”, “Látigos en la Noche” no tenía ni que leer las sinopsis, todo lo quería saber estaba en los títulos. Nunca dejaba de sorprenderse de lo sumisos que era el público. Hubiera adivinado que los sádicos, gente que les gustaba el dolor, sobrepasaban en número a los masoquistas que les gustaba recibirlo. En su lugar, la situación era exactamente la contraria. Las fantasías masoquistas siempre obtenían grandes audiencias, mientras las sádicas siempre terminaban mendigando por público. Debe ser cosa de la educación recibida, supuso. Viviendo en un Sueño donde eran castigados y suprimidos los sentimientos de culpabilidad para así poder volver al mundo sin problema. Conocía a Soñadores que realmente sentían como ayudaban a su audiencia a mantener un nivel sano usando esa válvula de seguridad —y quizás estaban en lo cierto. Pero aquello no era el tipo de cosas que Wayne necesitaba aquella noche.

De manera similar, dejó pasar dos listados, obviamente, para hombres gay, “Chicos Musculosos” y “Blues por la Puerta Trasera”. La elección de Sueños para hombres heterosexuales era sorprendentemente escasa aquella noche —y en aquella hora solamente había una, “Deseos de Harem”, ofrecida por Producciones Panegyric, su antiguo estudio.

Buscó a ver quien era el Soñador, y frunció el ceño. El nombre que apareció era “Richard Long”, el cual era un seudónimo. Se preguntó si se trataba de uno de sus amigos con gran talento. “Richard Long” podría ser cualquiera de los que estuvieran trabajando aquella noche, para bien o para mal. Wayne no tenía otra forma para saberlo que empezar el Sueño, pero de hacerlo, quizás resultaría demasiado tarde para dar marcha atrás.

Este era uno de los temas críticos con los que los telespectadores les gustaba dar la vara, el hecho de que una persona dormida era un sujeto al cual nada podía hacerle el Soñador. Las regulaciones de seguridad exigían la presencia de un detector de humo dentro de los cascos, los cuales despertaban al sujeto en caso de incendio. La persona no lograba despertarse por si misma si no le gustaba el Sueño. Literalmente, era un prisionero hasta que la cadena hacía desaparecer el Sueño en su mente. Es por esto que FCC era tan estricto, y porque el asunto Spiegelman fue tan importante: el público tenía que saber que sus mentes estaban protegidas contra cualquier interferencia injustificada. Si la frágil seguridad desaparecía, la industria de entretenimiento del Sueño podía desaparecer de la noche a la mañana. Los miembros de la industria sabían eso, y solían esforzarse mucho más que el gobierno.





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Wayne Corrigan y sus colegas de Sueños Dramáticos pueden emitir sueños directamente a tu mente mientras duermes. Pero cuando sucedió un fallo, Wayne tendrá que encontrar la manera de rescatar a decenas de miles de gente incluyendo a la mujer que ama con toda su alma arrebatando el control del Sueño de un genio loco.

En un futuro cercano, la emisión de Sueños se ha convertido en el último medio de entretenimiento. Con un Dreamcap mientras duermes podrás ser enviado directamente a los Sueños de forma inconsciente, ofreciéndote una experiencia de entretenimiento tan real que creerás estar allí en persona. Wayne Corrigan es un actor en Sueños Dramáticos, uno de los estudios más pequeños en la zona de Los Ángeles. Janet Meyers, la mujer de la que Wayne está enamorado es demasiado tímida para decirle nada. El tercer vértice es Vince Rondel, un genio del arte, llamado Soñador Maestro, con la imaginación suficiente para crear mundos enteros dentro de las mentes y proyectarlas al público. Vince es una súper estrella del estudio, aunque no tiene pretensiones sobre ello. Tiene otros problemas, como si fuera una madre tirana y fanática religiosa. Cuando ocurre un fallo, Wayne es llamado para entrar al Sueño que empezó Vince. Una vez dentro, encuentra que todo se ha vuelto loco y que la gente ha terminado siendo esclavizada por Vince, el cual parece ser querer autodestruirse. Ahora, con decenas de miles de televidentes incluyendo Janet, todo el público estará en peligro de muerte o peor a menos que Wayne encuentre una manera para arrebatar el control del Sueño a Vince. ”Sin que los sueños te dominen” es una viaje salvaje e ingenioso a través de la mente enferma de un loco.

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