Книга - La Primera Guerra Mundial

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La Primera Guerra Mundial
History Nerds

Aleksa Vučković






La Primera Guerra Mundial

El sacrificio de una generación

Escrito por History Nerds y Aleksa Vuckovic

Translated by Mariano Bas (https://www.traduzionelibri.it/profilo_pubblico.asp?GUID=e659069c75b5494cf300756d18c83dc9&caller=traduzioni)


Introducción



Siempre es un verdadero reto para cualquier historiador y escritor empezar a ocuparse de un tema tan grande en ámbito como en importancia. Cuando se considera hoy, más de un siglo después, la Primera Guerra Mundial puede estudiarse con mucho detalle y explorarse en todos sus aspectos. Pero cuando se intenta escribir sobre ella y ofrecer una imagen concisa de este periodo crucial de la historia mundial, rápidamente uno se enfrentas al primer reto, incluso antes de escribir la primera palabra. Y el reto es este: ¿cómo retratar con la justicia debida un conflicto de tal magnitud: la primera guerra realmente mundial? ¿Cómo reflejar los millones de vidas perdidas en el torbellino de un conflicto global y presentar un libro equilibrado y completo que respete debidamente a todos aquellos cuyas vidas se perdieron para siempre en los muchos rincones del mundo afectados por la guerra?

Como escritora y apasionada por la historia, he colocado este reto como mi hilo conductor, incluso antes de escribir esta obra. Para dar la visión de la Primera Guerra Mundial que tiene que verse, para que se conozca y recuerde para las próximas generaciones. Porque incluso cuando el resultado final de una guerra es la victoria, no puede lograrse sin sacrificios y derrotas por el camino. Dicho esto, esta obra tratará de reflexionar sobre todos los aspectos de esta guerra global y total. Desde las trincheras del Frente Occidental hasta las duras batallas cuerpo a cuerpo del Frente Balcánico, hay que tratar el sacrificio humano. Aun así, hay otro punto crítico de vista que hay que considerar al tratar un tema tan extenso. Y ese punto de vista es el diálogo. Tenemos que observar un conflicto global que hoy tiene más de un siglo de edad y ver sus causas y sus efectos posteriores desde un punto de vista moderno y contemporáneo. Esta Gran Guerra se ha explicado durante generaciones de historiadores y hoy podemos reflexionar sobre toda su obra recogida y usarla como fuente para crear una obra depurada y completa de literatura histórica.

Muchas cosas han cambiado desde esa turbulenta primera década del siglo XX y la historia se mantenido inquieta desde entonces, sin volver a ser nunca la misma. Pero nunca se ha acercado a la escala y brutalidad de ese gran antiguo gigante macabro que es la Primera Guerra Mundial. En una época de venerables y fallidas monarquías, en un momento en el que las viejas tradiciones se enfrentaban a las tecnologías modernas, en un mundo en que las naciones oprimidas reclamaban al unísono sus libertades, el mundo contenía su aliento. Desde aquellos primeros meses de 1914, todo el mundo contemplaba temerosa e impacientemente cómo Europa oscilaba sobre un abismo bélico. Pero, de todos modos, las mareas de la guerra no pudieron eludirse: Europa entró en guerra y el mundo la siguió poco después. Lo que empezó como un conflicto entre dos naciones se transformó en el primer verdadero conflicto global, que posteriormente se conocería como la Gran Guerra y luego como la Primera Guerra Mundial. Duró del 28 de julio de 1914 al 11 de noviembre de 1918 y se llevó por delante millones de vidas. Hoy se considera a la Primera Guerra Mundial como uno de los conflictos más letales de la historia humana y que generó un gran coste para Europa, cuyos 60 millones de hijos e hijas marcharon entre las llamas de la guerra.

La Primera Guerra Mundial fue una guerra de primeros en muchos otros aspectos importantes. Se convirtió en un punto de inflexión esencial para el mundo: un momento en el que la industria a gran escala estaba llegando a la vanguardia y las antiguas tradiciones se desvanecían rápidamente. Y esta industria se militarizó rápidamente, trayendo nuevos cambios a los métodos tradicionales de la guerra que llevaban mucho tiempo adoptados hasta ese momento. Y con ello, todo empezó a agrandarse: guerra a gran escala y nuevas armas devastadoras llevaron asimismo a muertes a gran escala. Las líneas de frente se hicieron enormes y la guerra se extendió rápidamente del suelo al aire y luego al mar. En muchos aspectos, se convirtió en la guerra que sacó lo peor del hombre. Hacía mucho que habían pasado los tiempos de la caballerosidad y el respeto entre enemigos. Hacía mucho que se habían olvidado los tiempos de duelos y honor y de guerra cuerpo a cuerpo a campo abierto. La Primera Guerra Mundial llevó al mundo a una época de aviones y bombardeos, de desgaste y hambre. Empujó al mundo primero al barro de unas trincheras que se extendían hasta muy lejos, de guerra con gases venenosos y supremacía aérea. Si, fue una guerra de primeros y el gran portal por el que el mundo se precipitó por todo un escalón, para no volver a subirlo nunca de nuevo. Y hoy, tantos años después, podemos por fin ver que después de la Primera Guerra Mundial, el mundo nunca iba a volver a ser igual.




Capítulo I

Preparando el escenario para la guerra: El trasfondo


Antes de sumergirnos directamente en las causas y los acontecimientos cruciales que llevaron a la guerra, es importante reflexionar en primer lugar sobre los cambios y desarrollos importantes a los que se enfrentaba el mundo con la llegada del siglo XX. Estos cambios fueron a menudo altamente dinámicos y algo desequilibrados. Y uno de los más importantes se dio en la industria. Al principio, las industrias a gran escala estaban reservadas a los centros urbanos, mientras que las áreas rurales continuaban con su antiguo modo de vida. Pero esto iba a cambiar bastante pronto. Pronto las cosas se centraron en una rápida industrialización y, con ella, cambiaron muchos otros aspectos.

Con el auge de la industria, llegó la urbanización y el auge de las áreas metropolitanas y los grandes centros urbanos. Esto llevó directamente a un gran cambio en la demografía en toda Europa. Con la aparición gradual de grandes empresas y fábricas, todas las cuales empleaban a miles de trabajadores y el cambio de las máquinas de vapor al petróleo, estaba claro que Europa y el resto del mundo entraban en una nueva época en la que las antiguas costumbres de la vida rural iban desvaneciéndose rápidamente.

Otro cambio crucial que experimentó el mundo se refiere a la demografía. Al inicio del siglo, Europa experimentó un verdadero auge de población. Durante los primeros años del siglo XX tuvieron lugar grandes migraciones motivadas por la necesidad de mano obra en la industria pesada y muchos europeos llegaron a las costas de Norteamérica en busca de un mejor futuro y un mejor trabajo. Los que se quedaron en sus países de Europa también apreciaron las numerosas oportunidades que aparecían en los pueblos. Se iniciaron movimientos hacia los centros urbanos y las comunidades en desarrollo y muchas ciudades crecieron rápidamente en menos de una década. Este rápido cambio fue lo que más contribuyó a una importante diferencia de clase: las crecientes industrias y comercio eran una nueva fuente de riqueza y de ahí surgió una clase media profesional y comercial. Por otro lado, el aumento en la población y el cambio de los estilos rurales de vida en las ciudades en rápido crecimiento generaron niveles sustanciales de pobreza para las clases bajas, las familias trabajadoras. Estas familias de clase trabajadora a menudo tenían unos cuatro hijos de media y tenían que vivir en pobres bloques de viviendas, a menudo en condiciones miserables. La gran diferencia entre las clases se iba haciendo gradualmente más visible en todos los aspectos de la vida de principios del siglo XX. La segregación en los entornos urbanos aumentó, con grandes diferencias en la forma de vestir y las costumbres sociales de ricos y pobres.




1.1 - La carrera por el poder


La principal potencia en la llamada «Revolución Industrial» de mediados del siglo XIX fue Gran Bretaña, que ascendió hasta convertirse en el mayor gigante industrial del mundo, llamado a menudo «el taller del mundo». Sin embargo, otras potencias europeas empezaron pronto a pisarle los talones, creando una cierta carrera por el poder y la riqueza. En la década de 1870, Alemania expandió rápidamente su industria y se convirtió en el principal productor de carbón, acero y hierro y para 1913 había sustituido a Gran Bretaña en su puesto de dominio industrial. Fuera de Europa, Estados Unidos tenía el título de mayor potencia industrial del planeta, sin discusión.

Sin embargo, se había creado un gran desequilibrio en Europa. Naciones más pequeñas luchaban por competir e igualar el rápido crecimiento de Alemania y este desequilibrio entre niveles de potencias iba a ser pronto demasiado grande como para enmendarse. Y fue esta enorme diferencia en los niveles de poder la que tendría posteriormente implicaciones muy graves y palpables.

El nacionalismo también creció en las últimas etapas del siglo XIX y posteriormente. Para los gobiernos de las principales potencias, esta era una manera segura de ganarse a los ciudadanos, asegurarse sus votos y guiar a las clases trabajadoras en una dirección patriótica. También era una manera segura de suavizar la creciente diferencia entre clases: una diferencia que estaba apareciendo en buena parte de Europa. Relacionaba eficientemente a todas las clases y las aunaba si la seguridad de su nación se ponía en peligro. Imperialismo, nacionalismo y patriotismo eran herramientas eficientes que aseguraban que incluso las clases más empobrecidas compartían los mismos intereses que la nación.

Durante buena parte del final del siglo XIX, las principales naciones de Europa lucharon por mantener un frágil equilibrio entre ellas. La lucha llevó a la creación de complejas y numerosas alianzas militares y acuerdos comerciales. El anciano canciller alemán, Otto von Bismarck, encabezando a la principal potencia, buscó mantener la paz manteniendo este equilibrio. También lo hizo controlando a todas las potencias en competencia: arbitró los acuerdos entre Rusia y Austria-Hungría y mantuvo aislada diplomáticamente a Francia, sin aliados importantes. Fue el creador de varios tratados y alianzas muy importantes e inteligentes, que beneficiaban tanto a Europa como a Alemania. Uno de ellos fue el Tratado de Reaseguro, en vigor desde 1887 a 1890, un acuerdo diplomático entre Rusia y Alemania, que garantizaba su neutralidad en caso de que alguna de ellas entrara en guerra con una gran potencia. El tratado fue tristemente una de las últimas garantías de paz en Europa: tan pronto como Bismarck dimitió de su cargo en 1890 sus políticas y obras desparecieron enseguida.

Se permitió casi inmediatamente que expirara el Tratado de Reaseguro y se convirtiera en superfluo y fue reemplazado por la Doble Alianza, un tratado defensivo entre Alemania y Austria-Hungría. Poco después, la alianza se expandió aún más y se incluyó a Italia en el tratado. Todo esto fue obra del inexperto sucesor de Bismarck, el nuevo canciller Leo von Caprivi, al que le faltaba la pericia diplomática y de dirección de la nación de su predecesor.

La verdad era que las potencias de Europa confiaban todas en una red de aliados, cuya alianza actuaba entonces como cierta «garantía» contra la guerra. Este hecho daba a Rusia la iniciativa para buscar un nuevo aliado, después de que Alemania optara por la nueva Triple Alianza. Esto generó la Alianza Franco-Rusa que duraría de 1891 a 1914. Esta alianza incluiría luego también a Gran Bretaña, formando la Triple Entente. Así se crearon todos bloques opuestos de alianzas, con aliados que se veían obligados a proporcionarse ayuda entre sí en caso de guerra. Y esa fue una de las mayores contribuciones a la guerra que estaba a punto de estallar.

Desde los últimos años del siglo XIX y llegando hasta el XX, la rivalidad entre Alemania y Gran Bretaña fue aumentando. La escalada en la carrera por el poder en Europa y el consiguiente deterioro de las relaciones bilaterales causó una carrera armamentística entre estas dos potencias. Esta carrera armamentística pronto se centró en su aspecto naval: En 1897, el almirante alemán Alfred von Tirpitz inició la carrera naval anglo-alemana con su plan para crear una formidable fuerza naval que desafiaría a Gran Bretaña y le obligaría a realizar concesiones diplomáticas. Pero en realidad esta armada alemana sería una «flota en espera», lo que significaba que era una flota para ejercer una influencia controladora solo mientras estaba en el puerto. La verdad que una flota así no podía estar segura de la victoria en caso de conflicto naval.

Tirpitz, el secretario de la armada del káiser Guillermo II, estaba convencido de que el dominio naval era la manera segura de poder ganar influencia sobre Gran Bretaña en la esfera política. Entusiasta de la expansión alemana ultramarina y el poder naval, el káiser aprobó el plan de Tirpitz y lo puso en marcha.

La Oficina de la Armada del Imperio Alemán empezó a aplicar un proceso a largo plazo de expandir la flota alemana, con el objetivo final de tener no menos de 60 grandes navíos de guerra. La nueva era de la guerra naval necesitaba una aproximación distinta hacia el conflicto marítimo: se daba énfasis al tonelaje, el tamaño y el armamento de gran calibre. La rapidez y los abordajes ya no eran importantes: por el contrario, se trataba de corpulencia y tamaño y de la capacidad de soportar el fuego enemigo tanto tiempo como fuera posible. En todo caso, no demasiado sorprendentemente, el nuevo programa de expansión naval generó mucha tensión sobre la economía y las infraestructuras de Alemania. En 1908, el parlamento alemán aprobó una cuarta ley naval, que aumentaba el ritmo de producción a cuatro navíos de guerra al año. Pero, tras el estallido de la crisis bosnia ese mismo año, la mayoría de los fondos alemanes se reasignaron al ejército. El canciller alemán, Bernhard von Bülow, llegó a la conclusión de que la nación podía tener al tiempo el mayor ejército de Europa y la mayor armada. Esto ponía en cuestión el plan original de Tirpitz.

Entretanto, el gobierno británico había ignorado en buena parte la construcción naval en Alemania, pero se iba advirtiendo cada vez más la amenaza potencial en los círculos internos políticos. Las tensiones crecían gradualmente y la expansión naval alemana llegó a la opinión pública, tras el informe de 1908 del agregado naval británico en Berlín que trataba el aumento del ritmo de construcción de navíos de guerra en Alemania. Esto acabó generando una amplia reclamación de construcción de más acorazados para la marina británica, tanto por la opinión pública como por parte del estado. Llegó hasta el punto de que, desde 1909, el primer ministro británico, Herbert Henry Asquith, propuso un acuerdo mediante el cual el año siguiente se iniciaría la construcción de cuatro acorazados anuales. La financiación de estos barcos acabó aprobándose con el llamado Presupuesto Popular, en 1910.

A largo plazo, la carrera armamentística no fue un éxito para Alemania y en 1914 aún se encontraba en inferioridad de tonelaje total en los barcos, disponiendo solo de 1.019.000 toneladas y 17 acorazados, comparados con los 29 navíos y 2.205.000 toneladas de Gran Bretaña.




1.2 – La crisis bosnia y el camino hacia la guerra


El siguiente acontecimiento turbulento de la crisis ya presente en Europa fue la llamada crisis bosnia de 1908. Las tensiones étnicas y el aumento de las tendencias patrióticas nacionalistas ya estaban expandiéndose por todo el continente y eran particularmente visibles en los Balcanes, una zona con un trasfondo multiétnico y multirreligioso desde hacía siglos. Así que no resultó sorprendente que las tensiones repuntaran cuando Austria-Hungría decidió anexionarse unilateralmente Bosnia-Herzegovina, un territorio previamente ocupado por el Imperio Otomano.

La zona sufría una fuerte influencia austrohúngara ya desde 1878, tras el conflicto ruso con los otomanos y una serie de levantamientos contra su gobierno en los Balcanes. Austria-Hungría basaba sus reclamaciones sobre Bosnia en las llamadas Convenciones de Budapest de 1877, un acuerdo secreto entre Rusia y Austria-Hungría, que buscaba la división de territorios y poder en los Balcanes y el este de Europa.

La anexión que se produjo en 1908 se ajustó perfecta e intencionadamente con la declaración de independencia de Bulgaria del Imperio Otomano, que también se produjo en octubre de 1908. El acontecimiento provocó grandes protestas de todas las grandes potencias y especialmente de Serbia y Montenegro, vecinos de Austria-Hungría. La anexión tensionó enormemente las relaciones entre Austria y sus aliados y enfrió inmediatamente la relación con Serbia y otras etnias eslavas, especialmente las de la ocupada Bosnia. Rusia, constante protectora y aliada de su hermana nación ortodoxa y eslava que era Serbia, también enfureció. Así los Balcanes se ganaron rápidamente el epíteto del «polvorín de Europa».

Antes de esto, el gobierno otomano en los Balcanes, que duró sin oposición durante unos cinco siglos, se vio gravemente sacudido después de una serie de rebeliones y por el auge del nacionalismo. Los más importantes de estos conflictos fueron las guerras serbio-turcas de 1876-1878, también conocidas como las Guerras Serbias de Independencia. Las guerras se vieron precedidas por un levantamiento serbio en 1875 en Herzegovina, una chispa que se convirtió en un incendio de revueltas cristianas por todos los Balcanes. A esto le siguió una declaración de guerra de Serbia al Imperio Otomano en 28 de junio de 1876. Las primeras acciones se centraron en lo que hoy es el sur de Serbia y se caracterizaron por una serie de derrotas y retiradas por el bando serbio. Tras estas pérdidas iniciales, el gobierno serbio pidió a las grandes potencias europeas su mediación para una solución diplomática del conflicto. Esto ocasionó solo un mes de tregua, después del cual la guerra continuó. De todos modos, Serbia de nuevo siguió sin avanzar ante los atrincherados turcos. Su mala situación ocasionó la intervención de Rusia, que amenazó con entrar en la guerra contra los otomanos si estos no firmaban una tregua. Este ultimátum acabó en la práctica con la primera guerra serbio-turca.

Poco después, Rusia dio grandes ayudas financieras y militares a Serbia y esta última reanudó el conflicto en 1877, llevándolo a una segunda fase, conocida como la segunda guerra. Duró aproximadamente dos meses y esta segunda fase culminó con una victoria serbia decisiva, con ella liberaron buena parte de las tierras meridionales y expulsaron a muchos turcos y otros habitantes musulmanes de estas regiones. Después de la guerra, su resultado vino dictado por el Congreso de Berlín de 1878 liderado por el canciller alemán Otto von Bismarck, a través del cual Serbia consiguió una expansión territorial y un reconocimiento europeo como estado independiente. Sin embargo, el congreso no produjo ninguna solución duradera. Las tensiones entre Rusia y Austria-Hungría no hicieron más que aumentar aún más y llevaron a la inestabilidad europea general en vísperas de la Gran Guerra.




Capítulo II

La chispa que encendió la llama: El atentado de Sarajevo

2.1 – La guerra en los Balcanes


El auge del nacionalismo eslavo en los Balcanes fue una gran carga para Austria-Hungría, que generó muchos problemas a tratar. El disgusto era más evidente en las considerables poblaciones de serbios en regiones ocupadas fuera de la propia Serbia, que sufrieron siglos de ocupación. Los siervos llevaban siglos viviendo en estas zonas: Montenegro, Dalmacia, la Frontera Militar Croata, las montañas Žumberak y Bosnia. Suyas eran las voces más altas de descontento, impulsadas por otras etnias eslavas sureñas más pequeñas. La región de los Balcanes sufrió aún más desestabilización después de 1908, con el inicio de la Primera Guerra Balcánica de 1912-1913, que hizo que las naciones balcánicas aliadas en la Liga Balcánica lucharan contra el debilitado y fragmentado Imperio Otomano.

Las guerras balcánicas fueron un desastre colosal para los otomanos, que ya se habían debilitado en las décadas anteriores y a los que se les llamaba popularmente «el enfermo de Europa» y no podían soñar con mantener su poder y la estabilidad en la región. La llamada Liga Balcánica incluía a Serbia, Bulgaria, Grecia y Montenegro, que estaban apoyados por Rusia y algunos voluntarios italianos. Por otro lado, el Imperio Otomano estaba apoyado por Austria-Hungría.

La frágil Liga Balcánica estaba interconectada solo por la promesa de expansión territorial de todos los estados implicados en ella y poco más. Las grandes potencias europeas trataron sin éxito de evitar este conflicto y estabilizar la región y en septiembre los ejércitos de ambos bandos se habían movilizado. Durando de octubre de 1912 a mayo de 1913, esta primera guerra se caracterizó por unos éxitos rápidos y arrasadores de la Liga Balcánica. Aunque numéricamente inferior al principio, la liga tenía importantes ventajas sobre los otomanos. Aunque costosa en bajas para todas las partes implicadas, la Guerra fue de todos modos una victoria complete de la Liga Balcánica y un fracaso completo para los otomanos en Europa. Estos últimos perdieron un increíble 83% de sus territorios en Europa y más de la mitad de su población europea.

Inmediatamente después se produjo al Segunda Guerra Balcánica, en 1913 y duró solo 33 días. Estalló después de que Bulgaria (insatisfecha con sus ganancias territoriales) se enfrentara a sus antiguos aliados, Serbia y Grecia, y declarara la guerra. La región de Macedonia fue la mayor fuente de insatisfacción, estando la mitad bajo influencia búlgara y la otra mitad siendo la región de la Antigua Serbia. Además, la creación de una Albania independiente tras la primera guerra era una gran amenaza y un problema para los serbios. Los búlgaros empezaron la segunda guerra el 29 de junio de 1913 lanzando una ofensiva a gran escala contra Grecia y Serbia. Luego Rumanía entró en el conflicto contra Bulgaria, después de varias disputas territoriales. Después de un breve conflicto y una serie de derrotas, Bulgaria perdió la guerra y varios de los territorios previamente ganados. La segunda guerra desestabilizó todavía más la región y creó el escenario para una guerra aun mayor que pudo consumir a toda Europa.




2.2 – Un grito de libertad


Al año siguiente, se produjo un acontecimiento crucial que fue la gota que colmó el vaso: el asesinato del archiduque Francisco Fernando. El heredero del Imperio Austrohúngaro, junto con su esposa Sofía, la duquesa de Hohenberg, visitaban la capital de Bosnia: Sarajevo. Esto se produjo el 28 de junio de 1914, una fecha de gran importancia nacional y religiosa para el pueblo serbio.

Un grupo de seis revolucionarios conspiraba para asesinar al archiduque en esta fecha tan señalada. Eran: Gavrilo Princip (Гаврило Принцип), Cvjetko Popović (Цветко Поповић), Trifko Grabež (Трифко Грабеж ), Muhamed Mehmedbašić (Мухамед Мехмедбашић), Nedeljko Čabrinović (Недељко Чабриновић) y Vaso Čubrilović (Васо Чубриловић), todos miembros del grupo yugoeslavista conocido como Mlada Bosna (Joven Bosnia). La ideología dominante de este movimiento revolucionario era la unificación de todos los pueblos eslavos del sur (yugoslavos) y su liberación de siglos de opresión extranjera. La anexión de Bosnia, que se había producido unos años antes, era una de las causas principales de descontento entre los activistas. Creían que el asesinato ayudaría a los territorios oprimidos del sur eslavo a acabar con la ocupación y a unirse en la nación paneslava del sur, Yugoslavia. La sociedad secreta militar serbia conocida como Црна Рука (la Mano Negra), cuyos objetivos eran asimismo la unificación de los pueblos eslavos del sur bajo una sola bandera, formó en secreto a los seis revolucionarios y les proporcionó pistolas y granadas.

El archiduque y su esposa, junto con su séquito, se movían por Sarajevo usando un automóvil descapotable abierto Gräf & Stift 28/32 PS Double Phaeton, que era el tercer vehículo de la columna. En el día del desfile, se había acordado que la protección militar en torno a ciudad disminuiría, ya que se consideraba que una fuerte presencia militar perjudicaría a los ciudadanos leales en la ciudad. Así que se dejó la protección a cargo de la policía de la ciudad y no al ejército. Fue solo unos de los varios fallos sutiles que se produjeron ese día y que actuaron a favor de los conspiradores.

El primer atentado contra la vida del archiduque se produjo a las 10:10 de la mañana: mientras el cortejo de vehículos pasaba, los primeros dos asesinos, Čubrilović y Mehmedbašić, no fueron capaces de actuar. Luego el cortejo llegó a Čabrinović, que decidió actuar y lanzó una granada al coche del archiduque. La bomba rebotó y explotó bajo el siguiente vehículo, hiriendo a numerosos espectadores, pero sin dañar al objetivo. Čabrinović trató de suicidarse ingiriendo cianuro y saltando al río. Ambos intentos fracasaron: el veneno no estaba en buen estado y solo le indujo al vómito, mientras que el río llevaba menos agua que nunca. Mojado y con náuseas, fue rápidamente detenido por la policía después de recibir una seria paliza de la multitud.

Entonces el coche del archiduque trató de dirigirse al ayuntamiento, siguiendo el plan de dar allí un discurso. Aunque visiblemente nervioso y afectado, Francisco Fernando acabó dando el discurso a la multitud allí reunida, aprovechando la oportunidad para mencionar el intento de asesinato mientras se dirigía al pueblo de Sarajevo: «Veo en vosotros una expresión de alegría por el fracaso del intento de asesinato…» A esto le siguió una discusión entre él y los miembros del cortejo sobre qué hacer a continuación. Mientras algunos miembros del séquito del archiduque temían más intentos de asesinato, el gobernador general de Bosnia, Oskar Potiorek, insistía en no era posible que hubiera más asesinos en la ciudad y que el intento había terminado. Así que el cortejo se dirigió hacia el hospital de la ciudad, para visitar a los heridos menos de una hora antes.

Aunque la intención era evitar el centro de la ciudad y seguir por un espacio más abierto, hubo una incomunicación entre los conductores que hizo que el cortejo se desviara por error y se dirigiera hacia el centro. Después de dar ese indeseable giro, el cortejo se encontró de frente con la posición de Gavrilo Princip, uno de los conspiradores, que se había trasladado allí después del primer intento fallido. Por casualidad, se encontraba en una posición perfecta de espera y vio el tercer coche del archiduque y su esposa aproximándose directamente a él, así que disparó dos balas a quemarropa. La primera dio en la vena yugular del archiduque Francisco Fernando, mientras la otra daba en el abdomen de su esposa. Ambos murieron a las 11:30 de esa misma mañana.

Las implicaciones políticas y la consiguiente agitación tras el asesinato fueron importantes. Austria-Hungría quedó enormemente consternada y al mes siguiente se produjo el inicio de la llamada Crisis de Julio, un periodo de intensas tensiones diplomáticas entre las grandes potencias de Europa, que fueron conduciendo rápidamente a la guerra. La crisis culminó con la presentación de Austria del Ultimátum de Julio a Serbia: una serie de reclamaciones que resultaban absurdas a propósito. El papel de ultimátum era servir como provocación para una guerra con Serbia, a quien Austria suponía implicada en el asesinato y entrometida en los asuntos de Bosnia. Después de recibir el ultimátum y rechazar todas las reclamaciones de la lista, Serbia ordenó una movilización completa de su ejército. Al no ser aceptado el ultimátum en su totalidad, Austria ordenó una movilización parcial, rompió todas las relaciones diplomáticas y acabó declarando la guerra a Serbia el 28 de julio de 1914, embarcando al mundo en una guerra global.




Capítulo III

Empieza la Gran Guerra

3.1 – El ultimátum


Los sentimientos en Austria-Hungría tras el asesinato fueron muy diversos. No hubo muchos que lamentaran la muerte de Francisco Fernando; de hecho, los ciudadanos de Viena siguieron con su vida cotidiana sin inmutarse. Incluso el emperador Francisco José, aunque algo perturbado por la muerte de sus herederos, no se vio afectado, pues se supo que no se llevaban muy bien. Llegó hasta el punto de no interferir en la decisión que había que tomar: dejó eso a su ministro de exteriores, Leopold Berchtold, y a su Jefe de Estado Mayor, Franz Conrad von Hötzendorf. Ellos y los demás ministros vieron el asesinato como la ocasión apropiada para eliminar de una vez por todas toda pretensión e interferencia que Serbia pudiera ejercer sobre Bosnia, apropiándose así de la región. Para toda la élite y los oficiales austriacos la guerra era una magnífica oportunidad, algo a lo que no había que renunciar.

Así que la opinión que prevalecía en la cumbre del gobierno de Austria era la de una guerra inmediata contra Serbia. El mariscal de campo Conrad von Hötzendorf era el más importante defensor de la guerra, con un deseo de acabar de una vez con Serbia como posible oponente. Es conocido que dijo; «Si tienes una víbora venenosa en el tobillo, le aplastas la cabeza, no esperas a que te pique». Así que la decisión se tomó poco después y se redactó un ultimátum. Un ultimátum cuyas reclamaciones eran bastante absurdas. Se presentó al gobierno serbio el 23 de julio por el embajador austriaco en Belgrado, el barón Giesl Von Gieslingen.

El gobierno serbio se encontró en una situación sin salida, enfrentándose a un ultimátum imposible de aceptar a propósito. Al no disponer del apoyo necesario de las grandes potencias aliadas, los oficiales serbios, junto a rey, hicieron todo lo posible para llegar a un compromiso, con la esperanza de no enfrentarse de nuevo a Austria-Hungría. Los miembros del gobierno se reunieron al día siguiente y después de una larga reunión, redactaron una respuesta. La mayoría de las fuentes dicen que en su respuesta aceptaban todas las condiciones, salvo una, el que era el punto 6, que reclamaba que la policía austriaca pudiera actuar libremente en Serbia. Otros investigadores argumentan que, aunque los serbios sí aceptaron algunas condiciones, su compromiso era de tal tipo que básicamente eran rechazos educados y formales. De todos modos, la naturaleza del ultimátum estuvo clara desde el principio. Lo ofensivo y degradante que era para Serbia el ultimátum se muestra muy bien en esta carta, con fecha 24 de julio y enviada al zar de Rusia Nicolás II por el regente serbio Alejandro:

«… Las reclamaciones en el ultimátum austrohúngaro humillan muy innecesariamente a Serbia y no se ajustan a su dignidad como estado independiente… Estamos dispuestos a aceptar las reclamaciones austrohúngaras que estén de acuerdo con nuestro estatus de estado independiente y las que Su Majestad nos aconseje adoptar. Todas las personas que se ha demostrado que participaron en el asesinato serán castigadas estrictamente por nosotros. Ciertas reclamaciones no pueden ser atendidas sin cambiar nuestra constitución y eso requiere tiempo. El plazo es demasiado corto para nosotros… la sublime compasión que Su Alteza Imperial ha mostrado a menudo hacia nosotros nos inspira una gran esperanza de que su generoso corazón eslavo oirá una vez más nuestras oraciones».

Después de recibir la respuesta de Serbia y ver que no era satisfactoria, Austria rompió inmediatamente todas sus relaciones diplomáticas con Serbia. A esto le siguió una declaración inmediata de guerra, aunque de una manera extraña: El gobierno austrohúngaro la declaraba mediante un simple telegrama enviado al gobierno serbio y firmado por su ministro de exteriores, Berchtold. Enviado el 28 de julio de 1914, el telegrama era breve y directo, diciendo lo siguiente:

«El gobierno real de Serbia no ha contestado satisfactoriamente el aviso que le envió el embajador de Austria-Hungría en Belgrado el 23 de julio de 1914, lo que hace que el gobierno imperial y real se vea obligado a actuar por sí mismo en defensa de sus derechos y la protección de sus intereses y a recurrir a la fuerza de las armas. Por tanto, Austria-Hungría se considera a partir de ahora en un estado de guerra contra Serbia. El ministro de asuntos exteriores de Austria-Hungría, conde Berchtold».




3.2 – La entrada en guerra


La caída en un conflicto total en Europa fue rápida y decidida. El gobierno serbio ya esperaba la inevitable ira de Austria, sabiendo que su respuesta al ultimátum no iba a ser satisfactoria. Para prepararse, ordenaron la movilización completa al día siguiente. Austria-Hungría hizo lo mismo, con el emperador Francisco José ordenando la movilización de ocho cuerpos completos del ejército, que iban a empezar sus operaciones de combate contra Serbia. La opinión pública de Viena reaccionó positivamente a la declaración de guerra. Entretanto, para crear una posición política más firme y ofrecer algún aspecto de apoyo hacia Serbia, Rusia ordenaba una movilización parcial contra Austria-Hungría, siendo tal vez su intención principal impedir que acabara atacando. A esta le siguieron otras órdenes del zar Nicolás II, con las que decidía definitivamente intervenir en el conflicto entre Serbia y Austria poniendo a sus ejércitos en alerta general. Ante esos pasos de Rusia, el káiser alemán, Guillermo II, pidió al zar Nicolás II (quien, por cierto, era su primo) que cancelara la llamada a la movilización y se retirara. Cuando este último lo rechazó, Alemania declaró la guerra a Rusia. También enviaron un ultimátum a Francia, reclamando su neutralidad, en el que los alemanes pedían que no ayudaran a Rusia si esta intervenía en defensa de Serbia.

Los franceses ignoraron completamente las reclamaciones, como esperaba Alemania. Aun así, deseaban evitar el conflicto y pedían contención, con el premier francés Rene Viviani enviando un mensaje dirigido a San Petersburgo, pidiendo que Rusia se abstuviera de cualquier acción que pudiera provocar la ira de Alemania. Además, como señal de sus intenciones pacíficas, el ejército francés ordenó a sus tropas retirarse 10 kilómetros hacia el interior y alejarse de la frontera alemana. Aun así, con tanto británicos como franceses en contra de un conflicto total, Alemania y Austria-Hungría continuaban buscando la guerra. Rusia continuaba su movilización, con falsas garantías de que no era un preludio de una guerra. Y cuando la movilización parcial de Rusia se convirtió en general, Alemania reaccionó. El káiser Guillermo firmó la orden de movilización general del ejército alemán, empezando este inmediatamente sus operaciones para invadir Bélgica y Luxemburgo, una parte de su plan para la invasión de Francia.

Los alemanes declararon oficialmente la guerra a Francia el 3 de agosto y a Rusia dos días antes, el 1 de agosto. La guerra contra Bélgica se declaró el 4 de agosto, después de que su rey, Alberto, rechazara aceptar el ultimátum enviado por Alemania en el reclamaba que se le dejara el paso libre. Esto arrastró a Gran Bretaña, cuyo embajador en Alemania, Sir Edward Goschen, envió un ultimátum al ministro alemán de asuntos exteriores reclamando el fin inmediato de la violación de la neutralidad belga. Al no aceptarse este ultimátum, Gran Bretaña declaró la guerra a Alemania el 4 de agosto de 1914.

Finalmente, Austria-Hungría declaró la guerra a Rusia el 6 de agosto. En solo unos pocos días, todas las grandes potencias de Europa estaban en guerra entre sí, insinuando una guerra a enorme escala. Las grandes llamadas a la movilización y los voluntarios en toda Europa significaban que millones de hombres serían reclutados.





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Una historia breve de la Primera Guerra Mundial.

La Primera Guerra Mundial fue llamada «la guerra para acabar con todas las guerras»… No lo fue. En este relato conciso de la Primera Guerra Mundial echamos un vistazo a las razones de esta, las reacciones y en definitiva a la muerte de quienes efectuaron el sacrificio supremo. Aunque oímos a menudo hablar del gran sacrificio de las guerras posteriores, la historia de la Primera Guerra Mundial tiene mucho que decirnos sobre las bases de la Segunda Guerra Mundial. Si la Primera Guerra Mundial hubiera concluido con una rendición más concluyente, tal vez no se hubiera producido la Segunda Guerra Mundial. Muchos alemanes sintieron que el káiser había traicionado al país al rendirse. ¿Por qué se rindió? ¿A qué dificultades se enfrentaba Alemania? Mientras la guerra encontraba nuevas maneras de derramar sangre y la humanidad luchaba por resistir, el sacrificio que se hizo en nombre de la paz no debería olvidarse.

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